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Por Leonardo
Peralta
Número
48
Canal
40: jaque al monitor
Es un hecho consumado. Después de años
de conflictos legales, de una escandalosa toma
de instalaciones, así como de una huelga
de varios meses y de un intento serio de adquisición
por parte de un corporativo multinacional, es
que Televisión Azteca se hizo del control
del Canal 40 en la Ciudad de México. Este
hecho sirve como coyuntura propicia para la reflexión
sobre la propiedad y manejo de los medios de
comunicación usuarios del espectro radioelectrico
público, justo en el umbral de un período
electoral decisivo para el país y bajo
la sombra de una reforma a la legislación
en medios electrónicos que se ha caracterizado
por su, por lo menos sui generis aprobación.
Más allá
de las incidencias del Canal 40, lo cierto es
que la programación que hará su
aparición en las próximas semanas
en la frecuencia manejada antaño por la
Corporación de Noticias e Información,
será muy diferente de lo que se conoció
hasta el final de sus transmisiones a mediados
del año que fenece. Con una programación
diseñada y producida bajo los estándares
del corporativo de TV Azteca, la voz crítica,
la libertad de expresión, la imaginación
desbordada (y también las penurias financieras)
serán cambiadas por otros panoramas, seguramente
dentro de las tendencias y las preferencias de
este grupo televisivo transformado en los últimos
años en un corporativo alrededor del cual
giran negocios de telecomunicaciones, venta de
muebles y servicios financieros.
Las lecciones
del experimento CNI Canal 40 en el devenir de
los medios de comunicación mexicanos son
varias, sobre todo para dilucidar las posibilidades
de crear nuevos espacios de expresión
televisiva.
- El negocio
es primero: En un entorno publicitario dominado
por grandes entidades (agencias creativas y
centrales de medios) la sustentabilidad financiera
no sólo es un requerimiento, es una prioridad
de orden supremo. Los problemas del Canal 40
comenzaron cuando, acicateado por las necesidades
de capital (en un negocio tan demandante de
flujo de dinero como la televisión),
el dueño, Javier Moreno Valle se acercó
a Televisión Azteca para establecer un
acuerdo de comercialización que, con
el tiempo se volvería el punto de apoyo
para las pretensiones anexionistas de la televisora
propiedad de Ricardo Salinas Pliego.
- El laberinto
de la televisión en solitario: Las televisoras
locales que deciden mantenerse al margen de
la incorporación en grandes holdings
se presentan con una enorme debilidad ante los
vaivenes de la industria. Sin negocios laterales
de soporte y sin la ayuda de otros canales que
pueda paliar las malas rachas, la independencia
editorial se presenta muy frágil. Después
de emisiones donde se presentaron hechos que
involucraba la presunta pederastia del dirigente
de la orden religiosa de los Legionarios de
Cristo, un embargo publicitario decretado por
empresas afines a esta organización erosionó
rápidamente la estabilidad financiera
del proyecto de CNI, cancelando algunas de sus
producciones más creativas y acortando
el florecimiento de sus producciones a finales
de la década pasada.
- La inteligencia
también es mercado: A contracorriente
de las tendencias que predominaron en el estudio
de los medios electrónicos, es un hecho
que el consumo de televisión se atraviesa
un período de fragmentación. El
surgimiento de Internet y la aparición
de narrativas no lineales de consumo de información
(como el DVD y la televisión bajo demanda)
han propiciado la aparición de la televisión
de nicho: televisión cuya programación
ha sido diseñada en torno a un tema en
particular: canales deportivos, culinarios,
especializados en películas, noticias
o música. El proyecto CNI tenía
como objetivo producir contenidos de alta calidad
y que apelaran a la inteligencia del espectador,
y por lo menos, ante la supervivencia del canal
por años (pese a los problemas citados
anteriormente), queda de manifiesto que la calidad
no está reñida con el negocio.
- Sin árbitro
no hay juego: El papel de las autoridades mexicanas
de telecomunicaciones ante los problemas de
CNI Canal 40 ha sido vergonzoso, por decir un
término suave. Ante la carencia de leyes
claras y factibles en la regulación de
medios, las autoridades se vieron sometidas
a situaciones inéditas bajo las cuales
predominó la permisividad y la apatía
ante una toma de instalaciones del Canal 40
que, por lo menos, se había realizado
con argucias legales oscuramente sustentadas.
La Secretaría de Comunicaciones y Transportes,
la Secretaría de Gobernación y
la Comisión Federal de Telecomunicaciones,
entidades estatales con atribuciones de intervención
sobre el asunto, debatieron concluyeron en débiles
admoniciones para que Televisión Azteca
dialogara con CNI, en lugar de ejercer el derecho
que les amparaba y forzar a la devolución
perentoria de las instalaciones transmisoras
en el Cerro del Chiquihuite.
- ¿Es
posible la televisión independiente?:
Desde hace décadas se ha planteado en
nuestro país la necesidad de televisoras
independientes que puedan ejercer un contrapeso
ante las grandes corporaciones de medios. Intentos
por parte de empresarios privados se han hecho
desde la década de 1970 (Canal 8, la
primera fase de Televisión Azteca, el
intento de Canal 52 en señal abierta
y de Zoom TV por parte de la productora Argos).
Sin embargo, estamos ante una disyuntiva de
orden discursivo. Si la televisión independiente
es una televisión producida al margen
de las corrientes de negocio globales, estamos
hablando de una televisión de alcance
limitado y existencia precaria; pero si una
administración eficiente o algún
otro elemento le hace crecer, entonces la independencia
se verá comprometida por las necesidades
de su propia existencia como ente económico.
Agujeros
legislativos
Quizá la consecuencia más visible
de lo sucedido entre el caso del Canal 40 es
el surgimiento de una corriente de opinión
en demanda de una nueva legislación que
pueda prevenir y paliar los efectos del nuevo
horizonte político y económico
que envuelve a los medios electrónicos
de comunicación en México y con
los ojos puestos en el inevitable proceso de
globalización. Desafortunadamente, la
aprobación a principios de este mes de
una iniciativa impulsada al margen de los numerosos
espacios de reflexión creados desde hace
varios años para tal término ha
hecho que las reacciones negativas sean la respuesta
ante la ley aprobada, puesto que se asume (y
hay inquietantes indicios al respecto) que la
reforma fue realizada a petición y gusto
de algunos empresarios de televisión.
Al día
de hoy (11 de diciembre) la iniciativa aún
debe ser aprobada por el Senado de la República
y al parecer, algunos senadores trabajarán
para impedir que la iniciativa sea aprobada de
la manera obrada por la cámara baja (es
decir, con enorme premura y sin debate previo).
Sin embargo, queda claro que cualquier legislación
sobre medios de comunicación estará
sometida a la presión de empresarios del
ramo, quienes echarán mano de todas las
argucias disponibles, lo que aunado a la coyuntura
de las elecciones en puerta constituirá
un elemento que ralentizará lo que parecía
ser un hecho ireversible. Es tiempo pues, de
que los debates y las opiniones vertidas durante
los procesos de diálogo en torno a los
medios de comunicación electrónicos
cristalicen en la forma de propuestas que le
den a los medios de comunicación electrónicos
el piso que requieren para volverse herramientas
útiles para la nación del siglo
que nace.
Lic.
Leonardo Peralta
Escritor,
colaborador del Grupo Editorial
Expansión. |