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Por
Leonardo Peralta
Número 43
Tsunami: tragedia y comunicación
Los hechos fueron evidentes; el 26 de diciembre de 2004
un terremoto con una intensidad de 8.5 grados Richter creó
una ola gigante que en el transcurso de pocas horas barrió
las costas de más de varios países ribereños
del Océano Indico en dos continentes: Asia y Africa. El recuento
más reciente de fallecidos indica que la cifra de muertos
alcanza los más de 200; sea por la acción del terremoto,
la marejada o por sus efectos colaterales (derrumbe de edificios,
arrastre de vehículos o simple ahogamiento. Esto sin contar
las decenas de miles de huérfanos, los cientos de miles de
heridos y los millones de personas que perdieron hogar y posesiones
en pocos minutos, amén de la destrucción del orden
institucional en países cuya estructura social es frágil
o se encuentra sometida a los avatares de conflictos armados.
Dentro de la lógica mediática
(y de acuerdo con la geopolítica de la imagen que rige nuestro
mundo), pese a que allí habitan más de 1,500 millones
de personas, la ribera del Océano Indico no es una región
que impacte al entorno global. Bajo este relativo aislamiento del
orden noticioso dicha región (que incluye casi la mitad de
los países africanos y una buena parte de los asiáticos)
pudo haber sufrido esta tragedia en el silencio destinado a las
regiones del mundo lejanas de los centros de poder. Sin embargo,
la dimensión del desastre alcanzó al mismo Occidente:
miles de los muertos, heridos y desaparecidos pertenecen a docenas
de naciones en Europa, Africa y América.
Por ello, millones de personas alrededor
del mundo (voluntaria o involuntariamente) se han hecho partícipes
de la tragedia, conmovidas por las muertes de conciudadanos o por
el tamaño del desastre, de cuya puntual anotación
se han encargado los medios de comunicación. Sus narraciones
(desgarradoras por necesidad) han revelado no sólo la dimensión
de la tragedia sísmica, sino también el drama de decenas
de millones de personas que, desafiando a la naturaleza, viven a
las orillas mismas del mar en una relación de la que depende
una precaria sobrevivencia. Además, guerras de largo aliento
sobre las que se había arrojado escasa luz (los conflictos
de la provincia indonesia de Aceh y la guerra civil que desgarra
a Sri Lanka) han quedado evidenciados, forzando armisticios emergentes
y al establecimiento de negociaciones, acicateadas por la dimensión
del desastre.
Sin querer, el espacio mediático
abierto entre la zona no comunicada y las redes mundiales de noticias
(en forma de programas especiales, reportajes en vivo y testimoniales)
ha creado un espacio no solamente para la mitigación perentoria
de la tragedia (por medio de conciertos e iniciativas ciudadanas
de apoyo a la población afectada) sino que también
abrieron una ventana hacia realidades que voluntaria o involuntariamente
hemos decidido dejar de ver. Desafortunadamente siguen existiendo
enormes regiones del mundo cuya aparición en nuestras pantallas
(así como en las personales esferas de lo afectivo) a la
espera de que alguna descomunal tragedia las haga visibles ante
nuestros ojos.
Legislación al refrigerador
Los tiempos políticos del país se adelantaron y el
inicio de año ya tiene dibujadas las líneas de la
sucesión presidencial. Con un panorama políticamente
tan complejo en el horizonte, el Poder Legislativo del país
da por abandonado cualquier intento de llevar adelante cualquier
iniciativa que complique el acceso de los actores políticos
(específicamente los partidos políticos) a los medios
de comunicación. Todo parece apuntar a que la iniciativa
para actualizar la Ley Federal de Radio y Televisión quedará
suspendida debido a que sus aristas más filosas involucran
limitaciones y controles a los que, hasta el día de hoy el
empresariado de los medios electrónicos se ha mostrado reticente.
Una observación coyuntural:
de la docena de precandidatos presidenciales que hasta el momento
han declarado sus intenciones políticas, ninguno ha expresado
su punto de vista sobre la presente Ley Federal de Radio y Televisión;
lo más seguro es que se mantengan al margen de la discusión
y sólo hasta que la contienda presidencial haya concluido
(a inicios de 2007) el tema será abordado de nuevo. Dado
que ningún partido político tiene la fuerza política
para impulsar en solitario su visión sobre este particular
(aunque la fracción legislativa del PAN ha acordado flexibilizar
su postura respecto de los representantes de los medios electróncos)
se visualiza muy difícil la posibilidad de crear un frente
común al respecto. Inclusive dentro de los círculos
académicos se han presentado discrepancias (saludables de
suyo) sobre temas como un hipotético consejo regulador de
medios, así como la ciudadanización en la supervisión
de los contenidos.
Parece más probable en este
horizonte que desde instancias como el Instituto Federal Electoral
se puedan operar directrices que ayuden a remediar un problema más
inmediato (y mucho más costoso para la sociedad): el desmesurado
gasto que realizan los partidos políticos en su promoción
en medios electrónicos. En cuanto al Poder Ejecutivo, no
ha mostrado una definición clara sobre el particular y, considerando
el cúmulo de problemas que afectan su desempeño, lo
más seguro es que su postura siga siendo no tener una postura
clara.
Vuelapluma sudamericana
Durante un viaje realizado el pasado mes de diciembre a Sudamérica
y que incluyó una visitas a las ciudades de Curitiba, Sao
Paulo y Bogotá, de las cuales vertiré algunos comentarios:
- MTV se ha convertido en uno
de los más grandes portavoces de la música norteamericana
y por tal motivo me sorprendió ver que casi toda la programación
de MTV Brasil es realizada en dicho país con una creatividad
y recursos de producción de nivel similar a los de su casa
matriz. Si algo ha logrado Brasil es asimilar las influencias
externas a su poderosísima cultura y, al igual que las
culturas orientales, enriquecer sus productos culturales aprovechando
lo mejor que les llega allende sus fronteras.
- CityTV es un experimento interesante
realizado por la editora del diario bogotano El Tiempo y demuestra
que, en un mercado donde no existen empresas con excesiva dominancia
en el mercado, pueden abrirse paso ideas que vinculen por medio
de la televisión a la comunidad de una ciudad tan grande
como la capital colombiana.
- Las cifras de tiraje del diario
curitibano Gaceta Do Povo dejaron boquiabierto a un servidor:
más de 100 mil ejemplares en fin de semana y 50 mil durante
los días hábiles. Este tiraje rebasa con mucho el
de algunos diarios mexicanos que sehcen llamar de circulación
nacional.
- En ese mismo sentido, la legislación
laboral brasileña es sumamente interesante; considerando
la carga laboral del periodista, su jornada laboral es delimitada
con precisión, asegurando que el salario recibido sea correspondiente
con la labor desempeñada y pueda tener tiempo para , lo
que evita el fenómeno común del periodista que termina
sin vida personal en aras de su trabajo.
- Un detalle quizá menor,
pero interesante sobre la cultura en Brasil: los puestos de periódicos
ubicados en la Av. Paulista de Sao Paulo (valga la redundancia)
tienen una sección dedicada a la venta de literatura. En
nuestro país, salvo algunos experimentos fallidos, los
libros siguen viviendo en las librerías, lejos del alcance
del ciudadano de a pie.
- La iniciativa del gobierno brasileño
para potenciar las plataformas computacionales open source
ha fructificado en un desarrollo tecnológico que se
nota en las calles brasileñas. En Sao Paulo en sistema
de cobro de multas por exceso de velocidad está basado
en cámaras que toman la fotografía del vehículo
infractor, la procesan a través de un sistema informático
y la multa llega a casa por medio del uso del servicio postal.
Un sistema que bien podría ubicarse en un país europeo
funciona en medio del calor del verano austral.
- Pese a la convulsionada vida
política brasileña (que en un cuarto de siglo transitó
de un régimen militar a un gobierno populista a un gobierno
socialista) el siste político ha mantenido una herramienta
que a nuestros ojos parece extrema, pero que ha demostrado su
solidez: la obligatoriedad del voto.
Lic.
Leonardo Peralta
Escritor, colaborador del Grupo
Editorial Expansión |