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2005

 

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In-mediata

Comunicación Vaticana ante una Silla Vacía

 

Por Leonardo Peralta
Número 43

Para nadie es un secreto (al menos ya no en estos días): la salud del Papa Juan Pablo II se encuentra muy deteriorada por diversas enfermedades que le han relevado de casi todas sus funciones en la Santa Sede y lo tienen bajo un proceso de recuperación que se anuncia largo, penoso e incierto. Debido a los últimos tratamientos médicos a los que ha sido sometido (incluyendo una traqueotomía), sus capacidades de comunicación se han reducido a lo meramente testimonial, lo que ha dejado el camino abierto a especulaciones, análisis postreros y pedidos abiertos para que el pontífice se retire y deje el gobierno del Vaticano a un sucesor joven que pueda encarar los urgentes problemas que afectan su operación. Punto y aparte de los análisis sobre las implicaciones religiosas y políticas de tal situación, quisiera analizar las implicaciones que tendrá en términos de comunicación este declive y la inevitable llegada posterior de un nuevo pontífice.

La estrategia televangelista
Juan Pablo II fue un pontífice cuya divisa fue la comunicación: comprendiendo que los tiempos habían dejado obsoleto un papado aislado de una grey en constante convulsión (sobre todo luego de los cambios operados por el Concilio Vaticano II, y por los nuevos aires culturales de la década de 1960) tomó el camino de los viaje y la exposición ante los medios masivos (en forma de eventos multitudinarios y bendiciones vía satélite), que le obsequió abundantes réditos durante las últimas décadas y que el convirtieron en factotum durante episodios tan trascendentales como la caída del bloque soviético en la década de 1980 y buena parte de las negociaciones que a lo largo de las últimas décadas se han llevado a cabo para pacificar el Medio Oriente.

Quizá tomando como modelo el evangelismo mediático iniciado en la década de 1930 en los Estados Unidos (bajo el nombre de televangelismo) con sermones e intervenciones radiofónicas en los estados del Medio Oeste y llevado a las pantallas televisivas durante la década de 1970, el Vaticano (y el Pontífice como vocero) establecieron una estrategia de comunicación desde su primer viaje pastoral en 1979 que se ha mantenido por su sencillez e influencia ante la opinión pública: trasladarse a la mayor cantidad de lugares, participar en eventos multitudinarios y adecuar su actuación a cada uno de los lugares hacia los que viajaba el Pontífice.

Debido a su categoría de líder religioso (y en ocasiones por la situación política de los países que ha visitado), la cobertura de los medios a sus viajes ha sido masiva, lo mismo que algunas de sus audiencias y apariciones en público. En esta misma tónica ritos como la liturgia del Viernes de Dolores (que se lleva a cabo en el escenario del Coliseo Romano) o las Misa de Gallo se han convertido en eventos que son llevados a todo el mundo vía satélite y han abierto la puerta a versiones locales de la mediatización de dichos ritos. Esta mediatización ha constituido la marca inconfundible del presente papado. Sin embargo, los frutos de dicha estrategia no parecen muy claros: ante el sostenido declive de practicantes del culto católico en todo el mundo, todo parece indicar que el peso de la mediatización papal no ha sido tan relevante como se hubiera esperado (lo que atribuyo en alguna medida a la agenda conservadora que ha mantenido sobre cuestiones como control de la natalidad, sacerdocio femenino, homsexualidad, participación de la feligresía en asuntos eclesiásticos y su alejamiento de las corrientes progresistas de la Iglesia).

Desafortunadamente, el declive del presente papado presenta una vertiente dolorosa que por momentos representa una ironía malhadada: un Papa que hizo uso intensivo de la imagen ahora es llevado por ella a que el mundo sea testigo de su deterioro físico y la debilidad de una organización eclesiástica que depende de un hombre. Este dilema podría aplicarse también a una iglesia que se ha volcado ante los medios de comunicación, pero que les ha acarreado inesperados peligros y competencias.

Riesgosas coberturas
Al haber llevado a la Iglesia Católica a la arena mediática, el papado se ha puesto también bajo el escrutinio del ojo público: los escándalos sexuales protagonizados en las últimas décadas por sacerdotes católicos en los Estados Unidos, México, Austria y el continente africano le han constituido un severo golpe a su credibilidad e imagen pública. Los conflictos con personajes como el cismático obispo Marcel Lefevre (ya fallecido), con el estrambótico obispo Emmanuel Milingo, o con los sacerdotes favorecedores de la Teología de la Liberación se convirtieron en hechos mediáticos que pusieron también a la Iglesia Católica bajo un cuestionamiento severo y constante desde diversos frentes.

Con la llegada de Internet, numerosos grupos de discusión y foros se han creado con el objetivo de discutir diversos tópicos referentes al catolicismo, su doctrina y forma de gobierno. Esto ha redundado en la creación de una masa de voces críticas que aún no tienen expresión pública apreciable pero que conforme pase el tiempo irán adquiriendo importancia y no es lejano pensar que en algún punto del futuro su influencia ya no podrá ser obviada por la curia vaticana y muy probablemente el próximo pontífice habrá de vérselas con una feligresía mucho más informada y (consecuencia inevitable del aumento en la cantidad de información disponible) mucho más demandante .

La pantalla en otras religiones
Y aunque la estrategia de la Iglesia Católica para posicionarse mediáticamente ha sido exitosa en posicionar la imagen papal, este sendero ha sido recorrido también por otras religiones. Siguiendo el modelo del televangelismo, nuevas religiones aprovecharon buena parte de la ola de desregulación en medios presentada en los últimos años (venta de canales y flexibilización de las legislaciones sobre medios de comunicación) para aumentar su presencia en los medios de comunicación. Inclusive cultos como la Iglesia Universal del Reino de Dios se han convertido en imperios mediáticos (sólo en Brasil, dicha organización es propietaria de TV Récord, una cadena de más de 40 televisoras, así como dos periódicos nacionales).

Esto ha creado un competido entorno para la comunicación religiosa. Con una población cada vez más expuesta a medios masivos de comunicación, las tradicionales formas de comunicación dentro de la religión se ven disminuidas ante la necesidad imperiosa de llegar lo más rápidamente posible a su audiencia para ganar espacio ante los competidores. Esta es otra de las incógnitas que quedarán para el siguiente Pontífice: si finalmente se decidirá a incluir a los medios de comunicación como parte integral de su estrategia litúrgica y abrirá definitivamente las puertas a la opción televangelista, o si por el contrario, mantendrá una política mediática más conservadora, a riesgo de aumentar la sangría de feligreses.

El legado mediático de Juan Pablo II
Pase lo que pase en el futuro próximo, el hecho es que Juan Pablo II inició el proceso de la televangelización de la Iglesia Católica con su persona como eje rector. Sin embargo este proceso se ha presentado incompleto y ha acarreado consecuencias inesperadas que la curia católica no ha podido controlar eficientemente. Solamente después de las exequias papales y el proceso de elección del siguiente ocupante de la silla de Pedro (que seguramente constituirán un evento noticioso en sí mismo) podremos conocer si el camino abierto por Juan Pablo II seguirá en los planes del siguiente Papa, o si la todo fue una estrategia de corto aliento en los cerca de 2 mil años que tiene de existencia la institución papal.


Lic. Leonardo Peralta
Escritor, colaborador del Grupo Editorial Expansión

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