Por Miguel
Angel Sánchez de Armas
Número
53
A muy pocos
de mis lectores les dirá algo este nombre,
mas en parafraseo del fragoroso grito de las
luchas libertarias, proclamo que la sangre de
esta mujer se derramó en nombre de los
defensores de la libertad de expresión
en todo el mundo.
Anna es una
reportera. El sábado 7 su cuerpo baleado
apareció en el elevador del edificio moscovita
en donde vivía. En el piso encontraron
una pistola y cuatro casquillos percutidos. Nadie
sabe quién la asesinó, pero el
“caiga quien caiga” y el “hasta
las últimas consecuencias” -en ruso,
camaradas- habrán ya sido repetidos incansablemente
en la radio, en la televisión, en los
diarios y en las revistas de la antigua capital
zarista, pues en materia de declaraciones tronantes
ningún gobierno en la historia ha dado
muestras de inteligencia... y no se diga de eficacia:
larga es la lista de asesinatos de periodistas
que aguarda ser esclarecida.
¿Por
qué digo que Anna es y no fue una reportera?
Porque en este oficio cuando la muerte llega
nuestra palabra se queda en el mundo, y periodistas
de los rincones más distantes -incluso
de Xalapa- guardarán luto, repetirán
nuestro nombre y dirán en voz alta que
nuestra muerte no fue en vano.
Nuevamente ecos
de don Manuel: “No quiero morir contemplando
/ con mansedumbre el río (...) / Quisiera
derrumbarme al doblar la esquina / rumbo a la
máquina de escribir /
Anna Politkovskaya
es una estrella del periodismo de investigación
ruso. Durante la guerra en Chechenia fue una
espina en el costado del presidente Vladimir
Putin. Documentó la represión sistemática
del ejército sobre la población
civil, el drama de los campamentos de refugiados
y el lamentable estado de los hospitales. Después
se atrevió a ponerlo todo en un libro
que levantó oleadas de indignación.
Esta colega
nunca se dejó intimidar por las amenazas,
que fueron numerosas y sobre todo viriles, como
la del oficial del ejército Sergei Lapin,
quien juró vengarse de esa vieja tal por
cual e hija de la chin... (mis disculpas a los
lectores: no sé cómo se diga esto
en ruso), nomás porque Anna le documentó
violaciones a los derechos humanos de algunos
cientos de chechenos. Como buena ciudadana, Anna
se quejó ante la autoridad. Lapin fue
arrestado, pero, ¡oh sorpresa!, se le puso
en libertad y el ministerio público se
desistió de la acusación. Ver para
creer. (Cualquier semejanza con lo que pasa en
nuestro amado país es pura y celestial
coincidencia.)
Poco tiempo
después, la hija de Anna fue agredida
por desconocidos que intentaron abrir su auto.
Escapó milagrosamente.
En septiembre
del 2004 Politkovskaya viajó a Beslán
a cubrir el drama de una escuela secundaria tomada
por terroristas chechenios e ingushes. En el
vuelo desde Moscú bebió una taza
de té y cayó fulminada con síntomas
de envenenamiento. Como a ningún otro
pasajero le hizo daño el desayuno que
las diligentes aeromozas de Aeroflot ofrecieron
durante el vuelo, uno puede suponer que la pobre
Anna tenía muy mala suerte.
En Beslán,
el drama culminó con lo que se calificó
de “lamentable saldo”: más
de 335 muertos (156 de ellos niños), unos
200 desaparecidos y cientos de heridos. He aquí
el fragmento de una crónica de aquellos
días:
“A las
09:30 hora local del 1 de septiembre de 2004
(la mañana del primer día de las
clases de otoño), un grupo de unas 30
personas armadas llegó en camiones militares
GAZ-el y GAZ-66 e irrumpió en el Colegio
de Enseñanza Media Número Uno,
cuyos alumnos tienen entre 7 y 18 años.
La mayoría de los atacantes llevaba pasamontañas
negros y unos cuantos llevaban cinturones explosivos.
Tras un tiroteo con la policía en el que
murieron cinco agentes, los atacantes se apoderaron
del edificio, tomando como rehenes a 1,181 personas,
la mayoría menores. Unos cincuenta rehenes
consiguieron huir en el ataque inicial. Hubo
confusión sobre el número de rehenes
que había en el colegio: el gobierno sostenía
que eran algo más de 350, pero otras fuentes
elevaban ese número a 1,500. Más
tarde, se oyeron varios disparos provenientes
del edificio, que algunos pensaron que fueron
para intimidar a las fuerzas de seguridad rusas.
Después se reveló que los atacantes
habían matado a veinte hombres adultos
(,,,) y habían arrojado sus cuerpos fuera
del edificio ese mismo día. Una de los
atacantes detonó su cinturón explosivo,
al parecer por error. Nadie más resultó
herido.”
Oleg Panfilov,
director del Centro para Periodismo en Situación
Extrema de Moscú, dijo que cuando sale
el tema de si en Rusia hay un periodismo honesto,
el nombre de la Politkovskaya inevitablemente
aparece en la conversación.
En la Fiscalía
de la capital rusa, una vocera se presentó
ante los reporteros y aseguró que se estaba
contemplando la posibilidad de abrir una investigación
por asesinato.
En el futuro,
las crónicas de Anna serán el sendero
a la verdad.
Lic.
Miguel Angel Sánchez de Armas
Escritor
y periodista. |