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Por Miguel
Angel Sánchez de Armas
Número
54
David H. Petraeus
es un bizarro general que acaba de recibir la
gentil encomienda de aplacar a los iraquíes
que no parecen muy convencidos de las bondades
de la democracia made in USA. Su currículo
es impresionante. Fue el primero de su generación
del U.S. Army Command and General Staff College
(equivalente de nuestro Diplomado de Estado Mayor),
y al frente de la 101 división aerotransportada
en Mosul, la mayor ciudad en el norte de Irak,
dio a su país una de las pocas campañas
exitosas en la guerra organizada por Bush Jr
para desquitarse de lo que el demonio de Saddam
le hizo a su papi, Bush Sr.
El general Petraeus
no es un “Boogie” cualquiera, aunque
por su apellido uno lo imagine como el Peñón
de Gibraltar. Además de sus méritos
militares (experto paracaidista y Ranger de las
tropas de asalto), posee grados de maestría
y doctorado en relaciones internacionales (nada
menos que de la prestigiada Universidad de Princeton),
fue becario en la Universidad de Georgetown y
ha sido profesor en la Academia Militar de los
Estados Unidos. La lista de sus condecoraciones
y reconocimientos es más larga que la
Cuaresma e incluye dieciséis preseas,
entre ellas la Insignia de Oro de la Orden de
la Palma de Dátiles (sic) iraquí
y sendos escudos de las fuerzas aéreas
francesas, británicas y alemanas. Hace
un par de años la revista U.S. News and
World Report lo colocó entre los 25 líderes
sobresalientes de los Estados Unidos.
Pues bien, este
general académico ha decidido dar un nuevo
giro a la guerra... bueno, quizá no tan
nuevo ya que las acciones de “peinado”,
las “limpiezas de terroristas”, el
cateo sistemático de moradas civiles y
el internamiento de los sospechosos comunes en
las prisiones locales y externas que el Army
opera en Guantánamo y en bases de todo
el mundo, seguirán en el menú...
así que será, digamos, un giro
“novedoso”... aunque pensándolo
bien, quizá tampoco lo sea tanto. En fin,
para ir al grano y no divagar, el general acaba
de anunciar que un grupo de coroneles de élite,
todos veteranos de Irak, todos recios, todos
correosos, todos resistentes y todos con doctorado,
será su nuevo equipo asesor. Un cable
del Washington Post de la semana pasada recibe
este anuncio con un grano de sal: “Esfuerzo
de último minuto para frenar la caída
de la guerra en Irak”. Según analistas,
se trata de revertir las consecuencias de aplicar
técnicas convencionales de guerra en un
conflicto que de todo tiene menos de convencional.
En el grupo
están un antropólogo estudioso
del extremismo musulmán en Indonesia cuyo
lema es: “El grado no es nada; el talento
lo es todo”; un especialista en el funcionamiento
de la infantería durante la segunda guerra
mundial; un historiador que escribió un
libro sobre los errores del Estado Mayor Conjunto
en la guerra de Vietnam; un politólogo
autor de un ensayo que sostiene que “La
inclinación a establecer fortalezas lo
único que logra es aislar de la lucha
a la capacidad contrainsurgente”, y un
estratega que ha criticado acerbamente al ejército
norteamericano en Irak.
En círculos
del ejército el grupo ya se conoce como
“los chicos de Petraeus”, y parece
confirmar la tendencia apuntada por algunos analistas
de que para salir del berenjenal en que se metió,
Washington está entregando el control
de la guerra a los disidentes, a ver si ellos
sí dan resultados. Pero muchos expertos
consultados por el Post no creen que esta formidable
fortaleza académica vaya a significar
un cambio real en el rumbo de la guerra. “Va
a ser un equipo muy frustrado”, dijo el
profesor de Harvard Erin M. Simpson.
Me pregunto
entonces cuál será la encomienda
de esos señores profesores en uniforme.
¿Entender a los iraquíes y discernir
las causas profundas de su desacuerdo con la
ocupación de su patria? ¿Evangelizar
a los muchachos vestidos de soldados que salen
a diario a las calles de Bagdad con el Jesús
en la boca sin comprender por qué no se
les trata como a los héroes que pululan
en los discursos de Mr Bush? Por honorarios equivalentes
en pesos a lo que gana uno sólo de esos
coroneles (más IVA, para no provocar la
ira del SAT), yo, con mis modestas credenciales
académicas de universidades mexicas, podría
recordar al duro general Petraeus las lecciones
que hace 2,500 años nos dejó Herodoto
cuando se preguntó cómo había
sido posible que los pueblos griegos, argüenderos,
desunidos, mal pertrechados y levantiscos, hubiesen
derrotado a la mayor potencia de aquella época,
ni más ni menos que al Imperio Persa.
O tal vez pudiera
recordarle lo que pensó De Gaulle cuando
los poderosos marines desembarcaron en Vietnam
para amansar en 15 minutos a unos famélicos
nativos. Quizá pudiese incluso llamar
su atención a las causas que permitieron
que un desgarbado, bisoño, mal pertrechado
y desordenado ejército colonial haya vencido
a los batallones de su Majestad Imperial para
que sus soldados (los de Petraeus) puedan desfilar
gallardamente cada 4 de julio.
Pero ya he dicho
aquí antes que nuestros primos no toman
en cuenta la intelligentsia del sur de la frontera.
Así que a título no oneroso, voy
a dar mi no solicitada asesoría: los pueblos
que luchan en su tierra, para defender sus valores
(familia, religión, modo de vida, and
son on) suelen resistir con gran eficacia a los
invasores, quienes pronto se preguntan qué
demonios hacen ahí y por qué los
nativos no los quieren. ¿Por qué?
Es por el carácter, dijo Herodoto.
Parafraseo a
Clinton: “It’s the character, stupid!”
Lic.
Miguel Angel Sánchez de Armas
Escritor
y periodista. |