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Por Miguel
Angel Sánchez de Armas
Número
57
¿Recuerda
el título? Era, o es, el de una columna
de Selecciones, esa revista de formato
pequeño que durante años ha sido
una fuente de lectura de muchas familias. El
Selecciones compendia libros, artículos
y estudios. Es lo que en casa llamaban “una
revista familiar”, y aunque en mi juventud
la consideré menor y para holgazanes,
ahora pienso que con La familia Burrón
ha puesto su grano de arena para acercar a muchos
a los libros. Además, hoy me da pie para
una edición dominical de JdO: la risa.
La risa es el
verdadero y único elixir de la juventud.
Reír, contrario sensu a lo que muchas
mujeres modernas creen, evita las arrugas, ataja
la dispepsia, ahuyenta los malos humores, abrillanta
los ojos, eleva el ánimo, energiza la
voluntad y potencia el sex appeal. Esto en cuanto
a los individuos. En lo social distingue a los
pueblos y puede ser una declaración política.
Mi querido amigo José Luis Gómez
se iluminó con las caritas sonrientes
del Totonacapan y escribió un ensayo erudito
en el que cita a Bergson, Provine y Freud. Mario
Benedetti tiene aquel soneto que comienza: “¿De
qué se ríe, señor Ministro?”
Veamos fotografías de dictadores contemporáneos:
Hitler, Idi Amín, Pinochet, Franco, Castillo
Armas, Stroessner, Videla... por más que
busque no les encontrará una expresión
amena; todos parecen estar chupando limón
agrio. El mal humor y la tiranía, la solemnidad
y la impunidad, el mal temperamento y la represión,
he aquí algunas mancuernas obligadas.
En cambio la risa es sinónimo de libertad
y es tan poderosa como la pluma. Y qué
decir del amor. A veces me pregunto cómo
fue que tuvieron hijos algunos reputados columnistas
y célebres políticos que se pasan
la vida arrojando dardos flamígeros a
diestra y siniestra y tomándose terriblemente
en serio: ¡zape! por aquí, ¡zape!
por allá... ¡Qué hue... perdón,
flojera!
Así que
hoy domingo le invito a compartir unos chascarrillos
(y mis disculpas a Catón por invadir su
territorio):
La amistad entre
mujeres: una mujer no llegó a su casa
una noche. Le dijo a su esposo que había
dormido en casa de una amiga. El hombre llamó
a las 10 mejores amigas de su mujer y todas lo
negaron. La amistad entre hombres: un hombre
no llegó a su casa una noche. Le dijo
a su esposa que había dormido en casa
de un amigo. La señora llamó a
los 10 mejores amigos de su marido. Ocho confirmaron
que había dormido en casa de ellos y dos
insistieron que todavía estaba ahí,
que no se preocupara.
Cosas de la edad. “Estaba en la sala de
espera para la primera cita con un dentista nuevo.
Leí su nombre completo en el diploma y
me acordé de un muchacho alto, guapo,
de pelo oscuro, compañero de clase en
bachillerato hacía poco más de
40 años. ¿Sería el mismo
muchacho que me gustaba en aquel entonces? Al
verlo descarté la idea. Este hombre canoso,
casi calvo y arrugado estaba muy viejo para ser
mi compañero... ¿o no? Al terminar
la consulta le pregunté si había
estado en la preparatoria Fulana. ‘Sí’,
respondió. ‘¿En qué
año te graduaste?’ ‘En 1959’
‘¡Estabas en mi clase!’, exclamé.
Y este infeliz hijo-de-tal-por-cual me preguntó:
‘¿Qué clase dabas?’
Esposas y esposos.
Tres hombres en un bar hablan de lo que hicieron
la noche anterior. El italiano dice: “Yo
le di masaje a mi esposa con un aceite de oliva
finísimo. Luego hicimos el amor y la hice
gritar durante 5 minutos”. El francés
dice: “Yo le di masajes a mi mujer con
un aceite afrodisíaco especial y luego
hicimos el amor y la hice gritar durante 15 minutos”.
El mexicano dice: “Yo le di masajes a mi
esposa con una mantequilla especial, luego hicimos
el amor y la hice gritar durante 2 horas seguidas”.
El italiano y el francés, asombrados,
le preguntan: “¿Cómo fue
eso?” Responde el azteca: “Me limpié
las manos en las cortinas”.
Una mujer le
confía a otra: “He encontrado la
forma de enloquecer a mi marido en la cama”.
“Dime por favor”, responde la amiga
intrigada. “Le escondo el control de la
tele”, es la resignada respuesta.
Podría
llenar varias planas de Punto y Aparte con más
gracejadas, pero no lo haré. El punto
ha quedado suficientemente explicado. Para los
no creyentes recuerdo la sentencia de Oscar Wilde:
“La vida es demasiado importante para tomársela
en serio”. Y para los creyentes, esta cita
del buen libro: “Un corazón lleno
de alegría es una buena medicina, pero
un espíritu deprimido seca los huesos”..
Lic.
Miguel Angel Sánchez de Armas
Escritor
y periodista. |