Generación McLuhan
Primera Edición Especial
Julio 1997


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Cultura y Comunicación

La configuración de la mirada cultural.
Medios de comunicación,transformaciones culturales y progresiones orgánicas.

por: Héctor Gómez Vargas


La mirada y la cultura: lo invisible por lo visible.

Gran parte de la cultura de la humanidad se ha realizado a través de la mirada.

Herramienta del conocimiento, puerta del goce estético, evidencia de lo real, a lo largo de los siglos hemos adecuado lo que se ve con lo que se piensa, se escribe, se plasma (Hartog 1993). Muchos de los sistemas filosóficos, estéticos e históricos se han basado en la acción e intervención de la mirada ya que será la marca de lo verdadero, de lo creíble, de lo válido. No por nada, nuestra cultura occidental está configurada por una serie de miradas "moral y espiritual" (Bourdieu 1995) que son la racionalidad de lo que debiera ser visible en las diferentes épocas.

Las anteriores reflexiones nos llevan a pensar que en nuestra relación con nuestra vida social, la vida de todos, se da por la mediación de lo que podríamos llamar una mirada cultural, aquella mirada invisible, elaborada a través del trabajo de la sedimentación cultural que se ha dado a lo largo de distintos momentos históricos y en un contexto social, que se va haciendo visible en la acción de ver y encontrar un sentido, un universo simbólico específico a la vida, al mundo, a la divinidad.

Vista así, la cultura, será una máquina cognitiva. Siguiendo las reflexiones de Edgar Morin, la cultura es tanto organizada como la organizadora del aparato cognitivo desde todas aquellas instancias que crean el capital cognitivo colectivo y que se manifiestan en las representaciones, la conciencia y el imaginario colectivo: memoria histórica, biografías individuales, historias de familia, costumbres, mitos, etc...

Entonces, la mirada es, por un lado, un aparato cognitivo de la cultura, y una mediación con lo real (Varela 1990).

Las herramientas que ha construido el hombre no sólo son una tecnología, son una institución social que se relaciona con otras tantas y que posee una historia, donde diseña y facilita una dimensión perceptual y un uso social (Martín Barbero 1991). La tecnología crea la mirada con la que una cultura observa el mundo, el ojo de una época es la mente de esa época.

En estos tiempos donde la emergencia de un nuevo tipo de pensamiento se une a una nueva racionalidad y maquinaria tecnológica, que lentamente le está dando otros rostros y perfiles a los imaginarios sociales, es pertinente pensar la forma como ha sido construida la mirada cultural y la forma como la mirada ha sido la mediación con la realidad.. Es recuperar aquella observación de Michelle de Certau cuando habla de que el pasado es una presencia que permanece actuando e interactuando con el presente, colocando rieles y proyectando futuros posibles (De Certau 1995a).

¿Cómo pensar desde los tiempos que corren, donde los medios masivos se han constituido como los principales informadores de las identidades colectivas y los nexos con el pasado, el presente y el futuro (Zermeño y Mendiola 1995); donde la presencia de las industrias audiovisuales se han conformado a lo largo de todo el siglo como los principales instrumentos de las redes sociales a través de concebir y apelar a los individuos como públicos consumidores de un mercado simbólico (García Canclini 1995); donde la presencia de lo visual confecciona una de las principales instancias del saber comunicativo de nuestra sociedad y su unión con nuevas formas de oralidad que actualiza y genera nuevas dimensiones de lo social (De Certau 1995)?

Trayectorias y travesías culturales.

La relación de la tecnología y la cultura se remite a varios siglos atrás. La aparición y evolución de los medios masivos de comunicación son un aspecto clave del desarrollo que ha tenido la tecnología en distintos momentos históricos de las diferentes sociedades donde han sido, y son en la actualidad, los mediadores de la cultura moderna, no sólo porque son las avenidas por donde circulan las formas, productos y prácticas simbólicas de cada estadio sociocultural, sino porque colaboran a la organización de las distintas esferas de la vida cotidiana y las estructuras cognitivas para acceder a ellas (Thompson 1993).

Son el remover de las costuras interiores y exteriores del mundo contemporáneo, un remover que, como dicen algunos, viene de lejos en la conformación de la sociedad de la información y la tendencia hacia la sociedad de comunicación (Galindo 1995).

Nos interesa acercarnos a ver cómo el desarrollo tecnológico (tanto de los medios de comunicación como tales, como otras familias tecnológicas de información) ha ido configurando la mirada cultural. Para ello, creemos que es pertinente considerar una doble perspectiva:

1) El mundo ha ido mutando, y nuestra capacidad de pensarlo, también. El punto de vista desde el cual se ha pensado al mundo social ha sufrido una serie de reconfiguraciones que le han ido dando un nivel mayor de complejidad. Pensar lo social desde lo complejo, para, desde ahí, encontrar los holones que muestren nuevas maneras de la organización y la estructuración social (Luhmann y De Georgi 1993). Desde ahí, podemos ver la tendencia, el telos, el plegarse y desplegarse (Wilber 1997) de la vida social. Podemos ver el movimiento del orden implicado a la del orden desplegado para pasar a un orden de la complejidad social (Galindo 1995 a)

2) Una forma de ver el orden complejo de la relación de la tecnología con la cultura en la configuración de la mirada cultural sería encontrando una manera de la ordenación de la realidad (Maturana 1996). El factor temporal como ordenador de la vida social, encontrar el sentido de la presencia del pasado en el presente en momentos donde el ser del presente es la mutación acelerada, el espacio de convergencia, de apertura y de cierre, del pasado y el presente conviviendo simultáneamente (Paz 1991). Algo nace y algo permanece, el mundo del presente son los mundos que abre el futuro y este depende de recordar el pasado (Zermeño 1994). Este tipo de orden nos permite ubicarnos en los diferentes holones del desarrollo tecnológico y ver su contacto y encuentro con algún tipo de mirada cultural. Esto nos configura una mirada analítica de larga duración, es decir, aquella que nos permita ver los diferentes procesos del desarrollo de los medios de comunicación como una progresión orgánica de su desarrollo tecnológico a lo largo del tiempo en la configuración y reorganización incesante de las culturas actuales y futuras (Piscitelli 1995). De los retablos y estampitas al cine, a la televisión y al video; del códice al libro, a la pantalla electrónica y al internet, hay conductores por donde circulan mundos incógnitos y desconocidos, aparecen mundos sobre mundos ya transitados.

También, nos permite ver que cada cultura ha tenido trayectorias y travesías donde han ido compartiendo rasgos estructurales similares, pero mantienen particularidades y especificidades en las maneras como se han equipado culturalmente para enfrentar los mundos posibles que le devienen (González 1995). Como la vida social que se hace y se rehace para engendrar nuevos tipos de órdenes sociales (Monsiváis 1995), este movimiento se da dentro de unas ruinas circulares por donde ha fluido y fluyen los sentidos de la vida social. Ver esas circularidades nos dan otra mirada sobre la acción de la comunicación, de la cultura, de la vida cotidiana y de sus actores.

Las ruinas circulares: el orden y lo simbólico.

Desde hace varios siglos, el desarrollo de los medios de comunicación y de otras familias tecnológicas, han ido configurando otra forma de organizar y de estructurar la vida social. Por medio de ellos, tiene el perfil actual y se dirige a adoptar nuevos rostros. La comunicación se convierte en una nueva forma del ser social. la relación entre cultura, medios de comunicación y progresiones tecnológicas se torna estratégica para lograr una compresión más compleja de la vida social actual.

a. El orden: poblar el mundo.

La cultura es el material con el cual organizamos y configuramos el mundo social. A través de la cultura, poblamos, amueblamos y habitamos el mundo. Es la relación de la totalidad humana con cada parte de esa totalidad, los universos simbólicos habitados y habitables, los campos semánticos desde donde cada actor social se ubica y se relaciona con el todo (Galindo 1994).

La cultura como el megaordenador de los mundos sociales (Morin 1995). La cultura como organización de lo social se mueve en dos ejes:

a) Lo fijo y lo móvil. La tensión permanente y constante entre lo estable y lo inestable en cualquiera de los niveles de la vida social (micro/macro, exterior/interior, etc.). Es por ello, que algunos mundos cambia, y otros permanecen, o en un mundo algo cambia y algo permanece.

b) Lo espacial y lo temporal. La organización social se teje en dos coordenadas: lo geográfico y lo histórico. El primero, remite a lo fijo, lo inmediato, a lo que se materializa, a lo visible, a lo estable. Lo segundo, a lo abstracto, a lo móvil, a lo inmaterial, a lo invisible, a lo mediato. Mapa y travesía, identidad y memoria, lo espacial que muta y lo histórico que permanece.

b) Los universos simbólicos: las barandas y pozos de ventilación.

La cultura fluye, pero también se materializa a través de la "creación del sentido de la vida y del mundo" (González 1996).

La cultura también es la dimensión simbólica de lo social que se materializa en una serie de soportes varios: objetos, acciones, situaciones, actores, saberes, discursos, desde donde se configura y ordena el mundo social (González 1994).

Hablar de los mundos simbólicos, es hablar, como dice José Joaquín Brunner, de "representaciones colectivas, creencias profundas, estilos cognitivos, comunicación de símbolos, juegos de lenguaje, sedimentación de tradiciones" (Brunner 1987)

Las identidades y las diferencias, el nosotros y los otros, las competencias y las trayectorias biográficas y grupales, se unen y desunen, se tocan y recomponen, se explican e implican, se oponen y se integran a travesías de las diferentes universos simbólicos.

Escalera al cielo: trayectorias para visitar universos configuradores de mundos simbólicos.

Mirar la cultura como universo simbólico y como el megaordenador de la vida social nos permite ver al desarrollo de los medios masivos de comunicación como en los principales mediadores de la experiencia cultural colectiva, la configuradora de las subjetividades de las mayorías.

John Thompson (1993) señala dos categorías analíticas que nos pueden servir para ajustar la mirada.

a) La transmisión cultural. El proceso de producción, circulación y recepción de las formas simbólicas, es decir, las acciones, los objetos y las experiencias significativas de diversos tipos, por las cuales se logra la mediatización de la cultura, a partir de ubicar la acción de los medios como un medio técnico, un aparato institucional y un reconfiguración de la relación entre los tiempos y los espacios durante la relación.

b) El impacto interaccional. El impacto en las experiencias sociales y en las interrelaciones sociales mediante las cuales se organiza la vida cotidiana.

Mediatizar a la cultura es configurar los mundos donde se puede habitar mundos simbólicos que le den sentido y espesor a esos mundos. Es por ello que hay dos habitaciones a donde podemos llegar para buscar alguna ventana y mirar la vida social, la mirada cultural .

a) Los contextos sociohistóricos.

Retomando las reflexiones de Thompson, toda forma simbólica se produce, circula y se recibe dentro de contextos sociohistóricos específicos, es decir, en escenarios espaciales y temporales concretos y con sus particularidades. También, se configura, espacial y temporalmente, de diversas maneras (Thompson 1993). El investigador señala tres características de los espacios y las temporalidades por visitar:

a) Cada contexto sociohistórico se realiza a través de campos de interacción. Retomando el concepto de campo de Pierre Bourdieu, las interacciones sociales se dan por posiciones y trayectorias determinadas por recursos o capitales diversos de acuerdo a ciertas reglas, convenciones y esquemas.

b) Instituciones sociales, la constelación de reglas, recursos y relaciones que se sitúan dentro de los campos de interacción, y con capacidad de crearlas, modificarlas, etc..

c) Estructura social, la asimetría y la diferencia en la distribución y acceso a diferentes campos de acción, recursos, posiciones, oportunidades.

Al centrar la mirada en los campos, las instituciones y las estructuras sociales, las temporalidades y los espacios cobran rostro y es posible encontrar lo fijo y lo móvil.

b) Las mediaciones tecnológicas.

Las mediaciones culturales de los medios de comunicación, se dan porque de acuerdo a su naturaleza como medios técnicos, no sólo son las herramientas para la producción, circulación y recepción de las formas simbólicas, sino que portan una serie de dimensiones ampliadas. Pensemos algunas imágenes:

a) Los medios diseñan, facilitan y configuran cierto tipo de percepciones, de aparatos y lógicas cognitivas, se prácticas y sensibilidades. Su uso social implica percibir de determinada manera: tener todo integrado en la subjetividad, donde se dan las interconexiones entre el mundo interior y el exterior.

Es mediar un tipo de ser de una experiencia cultural.

En este punto, habría que señalar que los medios y las familias tecnológicas configuran una totalidad del ser social, pero cada uno de ellos lo hará de una manera particular que podrá variar en los distintos momentos de la vida social.

b) Pero en su calidad de medio tecnológico y de institución social, son trayectorias y van configurando una cada día más compleja organización y estructuración de la mediación cultural.

Cada evolución, cada progresión de cada familia tecnológica y de cada medio de comunicación, serán saltos en la organización y estructuración de las mediaciones. Algunos saltos serán cuánticos. Alejandro Piscitelli hablará de una progresión orgánica a lo largo del tiempo en la configuración y reorganización incesante de las culturas pasadas, actuales y futuras, en un proceso de mutua afección, interacción y regeneración. (Piscitelli 1995). Ken Wilber hablará del juego entre desplegar y englobar, con una tendencia a un crecimiento jerárquico de la complejidad, a una diferenciación/integración, a una autonomía relativa y a un telos creciente (Wilber 1997).

La mutación de los mundos sociales.

Fijar la mirada en los contextos sociales, tanto espacial como temporalmente, nos facilita enfocar las transformaciones culturales, ver el curso del orden/des-orden/nuevo orden, la tensión de los mundos por devenir.

Hay dos imágenes, en movimiento, que nos facilitan una observación más compleja de la configuración de la mirada cultural.

Los mundos urbanos.

La mirada de las transformaciones culturales nos llevan en primer lugar a los mundos urbanos. La ciudad es una de las tantas tensiones donde lo fijo y lo móvil, lo geográfico y lo histórico, de da y se manifiesta de manera privilegiada: cobra rostros, límites, posibilidades, trayectorias, siempre rehaciéndose.

Pensemos algunas cosas de la ciudad:

a) La ciudad como el espacio donde se dan las principales prácticas culturales, las interacciones sociales cotidianas.

Espacio para las interacciones, pero donde se gestan y ponen en juego los universos simbólicos: las identidades, las memorias, los saberes, las competencias, etc... (Reguillo 1995).

Los espacios donde se relacionan, se pone en común, circulan, transitan.

b) La ciudad como un espacio que se transforma y, al hacerlo, cambia la organización social y algunas dinámicas se abren, otras se cierran, aparecen nuevos sentidos, otros se esconden, aparecen campos de interacción y temporalidades múltiples y simultáneas. Son las trayectorias de las ciudades desde su posibilidad de ser ....metrópoli hacia la metopoli, y los rostros que aún desconocemos (Hiernaux 1996).

c) Es la ciudad como la progresiva pérdida de su centro que todo lo ordenaba (Rubert de Ventós 1976), a la emergencia de múltiples espacios conviviendo, la aparición de los no lugares (Augé 1993).

Las matrias que en su viaje hacia la patria, el tránsito, lo múltiple, lo diverso, ....convierten su paradigma como un paradigma del flujo, con manifestaciones como la des-espacialización, el des-centramiento, la des-urbanización (Martín Barbero 1996).

Es el proceso de especialización y diferenciación del espacio urbano (González 1994).

d) La ciudad como un espacio de recepción, articulación e hibridación de los diversos mundos simbólicos: temporalidades, prácticas culturales, sensibilidades, etc.., que coexisten, son simultáneos, se implican, se reclaman.

Es la ciudad vista como la migración: no sólo como frontera geográfica entre países, sino como frontera de tiempos, de espacios. Los ciudadanos como migrantes en su ciudad: una ciudad que explota y se rehace día a día, lo que implica rehacerse día a día como algún tipo de actor social (Chambers 1995).

Las ofertas culturales.

Muchas de las transformaciones culturales se dan por la acción de las Ofertas Culturales (OC), las diferentes instituciones sociales, sus actores, sus discursos, sus prácticas culturales, que al engendrar sus propias reglas, dispositivos, competencias, mecanismos, realizan un trabajo especializado en la "construcción, preservación y promoción de diversos sentidos sociales de la vida y del mundo" (González 1994).

Las OC remiten a la conformación del accionar de los campos de interacción, y cada campo está conformado por subcampos, grupo de instituciones sociales ubicados como espacios urbanos donde se transmiten y circulan las competencias, las reglas, los discursos para la producción, y recepción de las formas simbólicas.

Los campos y subcampos actuaran en red y en interdependencias tanto inter como intra campales, y los medios de comunicación en su calidad de medios técnicos, realizarán los mecanismos de filiación y condensación histórica (Picinni 1987).

Así, la conformación de las OC en espacios socio históricos específicos será la manera como la ciudad va configurando redes de campos de acción que serán, a la vez, los límites y las posibilidades de sus acciones, sus tendencias, sus trayectorias y su estabilidad.

Las alas del deseo: subjetividades, mundos sociales y memoria cultural.

Fijar la mirada en las relaciones de las mediaciones tecnológicas en el mundo social nos permite ahora enfocar lo fijo y lo móvil de las subjetividades que se han ido configurando. Las memorias históricas a través de los diseños de la vida cotidiana y su relación con los medios tecnológicos.

Dentro de los estudios de la comunicación, el único concepto analítico con el que se ha trabajado es con el de audiencia o receptor, que en las últimas dos décadas han cobrado mayor intensidad y han logrado abrir nuevas puertas para su comprensión.

Dentro de este tipo de estudios, encontramos algunas corrientes que son los paradigmas donde se ubican todos los estudios de la recepción (Orozco 1996; Morley 1996). Estos estudios han planteado algunos de los problemas conceptuales para caracterizar al receptor y al proceso de recepción, así como sus problemas metodológicos para su abordaje, con todo y los recientes intentos interdisciplinares y multi-métodos que se han venido realizando (Vassallo de Lopez 1994) ante la cada vez mayor conciencia de que los receptores "son muchas cosas a la vez" (Orozco 1994).

Es ante esta última idea que al receptor se le ha visto como a un sujeto activo dentro del proceso de producción, circulación y consumo de las formas simbólicas, y se le ha denominado con conceptos nuevos como consumidor (García Canclini 1993), lo cual ha permitido ver de una manera más compleja el fenómeno de la recepción, al insertarlo dentro de contextos más amplios que reconocen que la recepción deviene de procesos históricos de larga duración (Martín Barbero 1989), en un mundo globalizado, con presencias multiculturales e identidades varias mediatizadas (García Canclini 1995). Pero el proceso histórico ha sido sólo ver la relación de los medios de comunicación a lo largo del tiempo y ver los dispositivos que ha generado para su recepción. La subjetividad, históricamente vista, no se ha abordado.

Si se reconstruyen los procesos históricos de recepción (Gómez Vargas 1995) y se les mira con una mirada analítica de cómo esos sujetos se han hecho receptores y se van rehaciendo a lo largo de su biografía en paralelo a la temporalidad social, el panorama se reconstruye de otra manera, ganando mayor complejidad.

De entrada, el concepto de receptor se hace insuficiente y se transforma en otra cosa. El concepto de Público Cultural (PC) permitirá comprender mejor las distintas experiencias culturales (Mata 1994) que irá sedimentando el sujeto mientras transita por diversos mundos simbólicos que le van delimitando/posibilitando las OC de su entorno espacial e histórico.

Tras los objetos, está la práctica social, los oficios, los saberes, las rutas de vida, etc...Todo objeto tendrá una dimensión ampliada (Giddens 1990) que concentra el espíritu social (Elías 1987), donde se configura/reconfiguran las emociones, las acciones, las relaciones, los imaginarios, las expectativas, etc...

Así como las OC son trayectorias, los PC son trayectorias de vida, donde se acompañan trayectorias culturales de las maneras particulares de producir, circular y recibir las formas simbólicas, por lo que permanentemente, como los migrantes, tienen que rehacerse como PC (Chartier 1992).

Reconocer al PC desde una perspectiva de su trayectoria histórica, es ver emerger mundos sociales múltiples, paralelos, diversos, coexistiendo simultáneamente e interactuando, acompañándose en sus trayectorias a veces conjuntamente, a veces de manera paralela (Gómez Vargas 1996). Pensemos en dos imágenes:

1) Los PC se hacen y se rehacen por su pertenencia a mundos sociales específicos, a grupos sociales y campos de interacción por donde transitan durante su biografía. Son trayectorias sociales, familiares y biográficas.

2) Los PC se hacen y rehacen a partir del momento desde el cual inician su experiencia cultural Ello los dirige y pone en relación con otros grupos de pertenencia, de interacción y otras trayectorias. Son trayectorias generacionales y trayectorias por identidades culturales.

A partir de ello, encontramos tres dimensiones de la relación entre OC con PC en contextos socio históricos específicos:

1) La relación es una trayectoria biográfica. A través de la memoria, los PC pueden reconstruir su biografía al recordar su relación con OC

Otras temporalidades se ponen en juego y la vida de los sujetos puede cobras espesor a través de estos recuerdos, el pasado actuando en el presente y el futuro recordando el pasado. Desde ahí, se pueden asomar las matrices desde donde se forja la relación con las OC y las trayectorias posteriores.

2) La relación es concéntrica por la experiencia que se va a configurar de acuerdo a la relación entre grupos y generaciones. Las memorias hablan de las experiencias que los conforman y atraviesan, que los identifican y conectan.

3) La relación también es transbiográfica y transgrupal. Es como el megaordenador cultural, como la Biblioteca de Babel de Borges, donde la Ficción coloca escenarios, actores, objetos, ficciones desde donde todos los PC se relacionen, identifican y se comunican.

Es la experiencia común, la cultura indicial de una sociedad que permiten observar
los aspectos centrales y comportamientos culturales (Ford 1996).

De esta manera, podremos ver no sólo la manera como los medios de comunicación se insertan en la vida cotidiana y realizan sus múltiples mediaciones (Silverstone 1996; 1990), sino que también podremos ver cómo la presencia de cada medio en diferentes momentos históricos serán los mediadores de la experiencia cultural (Martín Barbero 1996) y cómo, también, el cine, la radio, la televisión, el video, reconfiguran la experiencia, la vida cotidiana y la mirada cultural.

Hacia la cultura indicial: preguntas sobre la mirada cultural.

Después de este largo trayecto reflexivo, podemos regresar a nuestra inquietud inicial por la mirada cultural Podemos regresar generando algunas preguntas que nos sirvan como plataforma para realizar observaciones complejas en proyectos de investigación.

¿Qué mirada cultural tenían los leoneses cuando se encuentran con una tecnología que es capaz de configurar/reconfigurar la mirada? ¿Qué sucede en ese encuentro? ¿Se reconfigura? ¿Se conserva algo de la configuración anterior? ¿Algo cambia, algo permanece? ¿Hay alguna tecnología que facilita más la reconfiguración, o hay un megaconfigurador? ¿qué sucede con las otras tecnologías? ¿Hay varias configuraciones de la mirada cultural que se dan simultáneamente y a lo largo de una trayectoria temporal? ¿Hay un núcleo, un nivel profundo e invariable de la mirada cultural? ¿Podemos abordar desde diferentes niveles, perspectivas y dimensiones a la mirada cultural?

Para iniciar la respuesta de algunas de estas preguntas, nos hacemos otra m{as: ¿Dónde cobra espesor, cuerpo, la mirada cultural, para poder observarla?

Creemos que una plataforma sería colocando la mirada en la impronta de la vida social que lo ha generado, encontrar las huellas que a lo largo del tiempo, las transformaciones culturales y la memoria colectiva han dejado. Retomando las propuestas del paradigma indiciario (Ginzburg 1995), reconstruir a partir de inferencias y abducciones (Sebeok y Sebeok 1994) las conjeturas de la cultura indicial, sobre todo porque en momentos de crisis, de tensiones, de movilidades, se hace más visible (Ford 1996).

Así, llegamos a dos ventanas para asomarnos a ver la mirada cultural previa a la llegada de un medio tecnológico.

a) Los imaginarios urbanos.

Partiendo de la propuesta de Armando Silva (1992), es ver la manera como los distintos actores sociales urbanos construyen y reconstruyen su relación simbólica con la ciudad a partir de la cual se mueven y se relacionan dentro de ella.

Encontrar los registros visuales, los emblemas, los discursos varios con los cuales los habitantes han construido sus identidades como habitantes de esa ciudad. Cómo se han relatado y cómo se han llamado a si mismos, cómo se ven al ver a los demás, cómo se ven cuando los miran los demás.

Así, encontrar todo tipo de narraciones visuales, discursivas por donde se han visto, y se han narrado a si mismos. pensemos dos aspectos importantes.

1) Las narraciones como la forma de vivir y de hacer la historia, habitando, configurando espacios, objetos, situaciones, emociones, expectativas, todo ello a través de ficciones donde el pasado se carga del presente y se hace a través de la cultura (Fuentes 1990).

2) Las narraciones que se realizan a través de distintos mecanismos de interactuar y de relacionarse cotidianamente: lo oral, lo visual como contacto, como memoria, como canales de redes sociales a partir de las cuales se ponen en contacto con otras redes, identidades, memorias locales, regionales, nacionales, internacionales (De Certau 1995)

Los mundos sociales van gestando las narraciones , discursivas, sonoras, visuales desde donde la cultura, la cultura migrante, se ponen en contacto, se entrelazan, se forman nuevos modos de nombrar lo social (Chambers 1995)

b) Los mitos urbanos.

Los mitos son uno de los sustratos profundos y fundamentales de la relación del hombre con otros mundos y el suyo propio.

Los mitos viven entre lo profundo del pasado y lo epidérmico del presente que lo actualiza.

Los mitos son una serie de imágenes donde se habita a través de símbolos los orígenes y lo central de la vida psíquica, social, histórica y cultural del hombre. Son las imágenes que transitan del pasado al presente y permiten recordar al futuro, que conectan lo humano con lo sub y supra humano, lo micro con lo macro, lo propio con lo extraño, lo terrenal con lo extraterrenal, la vida con el más allá (Eliade 1986).

Reflexionamos sobre tres visiones que se han realizado sobre los mitos:

1), Las imágenes son sistemas de ideas y conceptos que ayudan a explicar una visión, una situación, un objeto, un símbolo. Esos sistemas son lo que unen/separan, cohesionan visiones colectivas y hace visible lo invisible: vemos a través de sistemas de símbolos como sistemas de comunicación (Barthes 1983).

Para materializar lo invisible, el mito debe ser usado socialmente: debe servir para crear un universo simbólico, para habitarlo y, desde ahí, relacionarse con el mundo. Cuando se desgasta, se renueva (Eliade 1985).

2) Los mitos no han perdido su vigencia en la cultura urbana. La vida urbana es el espacio donde los mitos antiguos coexistes a través de la trasnferencia de lo viejo a lo nuevo (Propp 1983), o con la creación de nuevos sistemas de imágenes para habitar lo urbano (Reguillo 1996).

3) Los mitos son los sistemas arcanos que funcionan como sistemas de comunicación desde donde se relaciona con el mundo. Ellos habitan los factores de progreso y de de regresión donde en cada momento de progreso cultural o tecnológico, de crisis de la cultura indicial, se crea un desequilibrio/equilibrio de las identidades y las memorias, y el mito hace que el mundo social y humano, encuentre nuevos causes de equilibrio, manteniendo los sentidos históricos y los no históricos de la comunidad (Debray 1996).

Los mitos tienen una fuerza porque vive y habita en lo profundo de la vida social y humana (Ginzburg 1989). Pero también, son los emblemas, las huellas con los cuales las culturas a través de su historia se representan y hacen visible los indicios de su subjetividad, de su mirada cultural (Ginzburg 1994).

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