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Por José Manuel de
Pablos
Número 34
Yo no hubiera podido
escribir ni uno solo de mis libros si no fuera por mis años
de periodismo. Por eso mismo me duele la impunidad en que anda el
periodismo de estos tiempos1.
Gabriel García
Márquez
La foto la publicó el periódico
madrileño El País el lunes 30 de junio: el argentino
acusado de torturador era enviado a España, a petición
de un juez estrella. Hasta aquí, nada extraño. Lo
curioso era la estampa mostrada en la imagen fotográfica:
el preso aparecía en paños menores, en el momento
en que se sometía a un examen médico antes de su viaje
desde México a Madrid. Había otra circunstancia al
menos curiosa: no se trata de una foto de agencia, sino del periódico
defeño La Jornada2, que
la había publicado igualmente en su portada el día
anterior, el 29 de junio3. La
foto de agencia que llega al diario, llega y punto. La foto de otro
medio hay que solicitársela a ese otro medio y en ocasiones
pagar por su reproducción, al periódico o al fotógrafo.
Aquí hay un interés, una apetencia del segundo periódico
por disponer de esa foto para su publicación. Hay una intención.
La inserción de la foto del ex militar acusado de genocida
en calzoncillos aparecida en El País llevaba una intencionalidad.
De alguna manera, El País
trató con un igual en esta negociación. La Jornada
es un diario que al viajero español por México sensible
por la situación del periodismo en España casi lo
deja sin habla, por la alta calidad de sus contenidos, envidiable
para prensa española: La Jornada trata los temas nacionales
con el mismo afán que El País trata la información
internacional, lo que es muestra del compromiso alto que La Jornada
tiene con el Periodismo, algo que para sí desearían
los lectores españoles. La pena, no obstante, es su aspecto
de tabloide, en el sentido peyorativo de la palabra, con sus portadas
con foto a toda plana, a todo lo ancho, como ha sucedido en el caso
que nos ocupa y vemos en la portada reproducida. Es un diario de
referencia, serio pero no popular, que es, por el contrario, algo
que sí se le puede achacar a El País: es serio El
País y trata El País cada día de acercarse
más al modelo de diario popular, lo que rechazan muchos lectores.
De La Jornada se dice que a veces no ha estado exento de graves
pifias por su afán sensacionalista4,
que casualmente es lo mismo que en ocasiones se puede decir de El
País. Tras esta pausa, sigamos con el discurso principal.
¿Tenía el periódico
autoridad moral para publicar esa foto? ¿La tenía
una agencia de prensa para transmitirla, si lo hubiera hecho? ¿La
tenía el fotógrafo que la tomó? Más:
¿había interés informativo en ver en paños
menores a ese individuo?
La foto, en color, de Carlos Ramos
Mamahua, del diario mexicano La Jornada, lleva este pie de foto:
Cavallo, durante su examen médico en México,
horas antes de su extradición a España. / CARLOS RAMOS
MAMAHUA (LA JORNADA).
Abajo, portada de La Jornada del
29 de junio de 2003, con la foto en blanco y negro
La singular imagen recibió
en el madrileño diario El País los honores de foto
de portada, arriba, de salida. La noticia de la extradición
del sujeto la merecía. Lo discutible es la decisión
de mostrarlo en calzoncillos, en manos de la policía. A nadie
le ha de extrañar que varios lectores del diario se quejaran
del atropello mediático inferido al acusado de genocidio
en Argentina. La defensora del lector5,
obligada a atender a estos lectores quejosos, consulta con Lluís
Bassets, al frente del diario el 29 de junio, cuando se decidió
dar en portada del lunes 30 de junio de 2003 la foto polémica.
Ese 29 fue el día en que la foto apareció publicada
en la portada del diario mexicano, el día en que se pudo
haber hecho la gestión de compra o préstamo.
Un lector (Juan Ochoa de Michelena)
critica que el periódico no ha sido respetuoso con el siniestro
personaje, que ha incurrido en prácticas vejatorias sobre
el preso, mientras otra persona (M. J. Hernández) se queja
de que el diario no ha respetado el derecho a la intimidad que recoge
la constitución española. Ya saben, lectores quejicas...
dirá alguno.
El director ese día, en su
réplica vía defensora del lector, manifiesta que esa
imagen le pareció la mejor disponible sobre el
siniestro individuo:
Me pareció una buena foto,
que merecía ser publicada. Volvería a publicarla
si se diera el caso (...) No estoy de acuerdo con que plantee
problemas éticos. A mí no me los plantea, en absoluto.
Ése suele ser siempre el
problema cuando quien transgrede normas periodísticas elementales
se ha de defender en público: asoma la prepotencia, tan típica
entre los jerarcas del mejor diario español.
Nada dice de la necesaria gestión
de adquisición de la foto, detalle que Bassets oculta.
La publicación de un personaje
siniestro en calzoncillos ya lo hizo hace unos años en España
otra publicación: la revista amarilla Interviú, con
motivo de un festín de un chorizo que desde el gobierno fue
a la cárcel por quedarse con dinero público. Miren
por dónde, el diario El País ha tomado en 2003 la
misma decisión que la revista basura Interviú hace
pocos años.
Cuando Bassets dice que le pareció
la mejor foto disponible nos está diciendo que
disponía de otras fotos, cualquiera de las cuales era suficiente
para cubrir gráficamente el texto: fotos del preso camino
del avión y fotos de argentinos airados por la situación,
de Reuters, AP, AFP, Efe y, con toda seguridad, de fotógrafos
propios, tomadas en Madrid, como hicieron otros medios capitalinos.
En el primer caso, tenemos dos muestras de la misma foto con un
corte diferente, que reproducimos, porque después hablaremos
de la técnica del corte fotográfico:
Otras fotos, como decimos, se referían
a personas que se manifestaban en la propia capital de España.
Se trataba, en ese sentido, de una noticia local, de modo que en
las cercanías del diario habría ambiente informativo
disponible para ser fotografiado:
Un diario de distribución
nacional, el conservador Abc, fue conservador en la ilustración
gráfica de la noticia, con un retrato del ex militar acusado
de genocida. Aquí se fallo por defecto: otro tipo de intencionalidad:
En lo que acabamos de ver hay claras
diferencias, intenciones distintas. Por ejemplo, en la reproducción
de fotos de este tipo entre Interviú y El País: las
fotos del ex director general de la Guardia Civil (Luis Roldán)
habían sido tomadas de forma clandestina, lo que no se da
en el caso del torturador Cavallo. Aquí, en este caso, peor:
son fotos facilitadas por la policía, la mera fotografía
o, como parece, la entrada del fotógrafo en las dependencias
policiales para que haga una foto de propaganda policial6.
Y eso es lo que ha hecho el gran diario madrileño: seguirle
el juego a la policía mexicana, que no duda en agredir de
forma vejatoria a un preso para publicitarse en la prensa. Es lo
mismo que hace a veces la policía española con personas
detenidas acusadas de terroristas o afines. Otra cosa es que a los
pocos días el juez los ponga en libertad sin cargos. Para
entonces, la foto de propaganda oficial ya cumplió su cometido,
con la alianza de los medios que la dieron en sus páginas
y que después no se preguntan por lo sucedido, no se cuestionan
la ética aplicada al caso.
En esta ocasión, las fotos
mexicanas no se limitaron al momento en que el preso se encontraba
en el dispensario médico. El episodio llega al escándalo
(ético), cuando vemos al preso incluso dentro de su celda,
hasta en el momento (¿íntimo?) en que se está
afeitando. En otras se ve cuando le ponen el chaleco antibalas.
Sin duda, la mejor foto de la serie es cuando lo vemos de espaldas
entre dos policías, camino del avión, pero en El País
prefirieron la de los calzoncillos.
Ésa sí que era una
foto de interés periodística y en modo alguno criticable,
pero la serie hecha dentro de la cárcel es una muestra de
libro del atropello mediático a la intimidad de un sujeto
acusado de barbaridades miles, pero con su último derecho
a la intimidad en momentos tan íntimos como el de un afeitado
en la celda o en prendas menores ante una médico7.
Con esa serie de fotos ningún editor de prensa podría
tener duda respecto al calado amarillista de la serie de fotos,
con la excepción de la imagen en que el furgón policial
sale del presidio y cuando va camino del avión de la Fuerza
Aérea Española.
Respondamos a las preguntas planteadas
al principio: ¿Tenían los periódicos autoridad
moral para publicar esa foto? ¿La tenía una agencia
de prensa para transmitirla, aunque no se diera el caso? ¿La
tenía el fotógrafo que la tomó?¿Había
interés informativo en ver en paños menores a ese
individuo?
El fotógrafo, como es lógico,
aunque en ese momento no esté haciendo fotoperiodismo, hizo
bien en tomar la imagen que le brindó la policía que
faltaba el respeto a un detenido, por muy golfo que pueda ser el
delincuente, incluso aunque esté sin juzgar y todo sea, técnicamente
hablando, denuncias o suposiciones. También hubiera hecho
bien la agencia de prensa si la hubiera transmitido, porque en periodismo
la responsabilidad única y terminal siempre va a ser del
editor que decide su reproducción. Cualquier foto por muy
morbosa que sea siempre tiene un corte que la salva de las críticas
y por medio del cual se supera cualquier problema ético,
aunque ése como vimos no es el caso del jerarca
de El País. Veamos esto último:
La diferencia entre
las dos páginas está en que en el montaje de la derecha
se evita la mayor ridiculización del personaje detenido.
¿Hubiera sido peor la solución de la derecha? No,
al menos para la ética y el respeto debido hacia los lectores,
el periodismo, el periódico y el intérprete de la
noticia.
Veamos las otras preguntas:
¿Tenían los
periódicos autoridad moral para publicar esa foto? Es indudable
que la licencia para publicar o dejar de publicar una foto va a
estar directamente ligada a los planteamientos éticos y hay
una ley elemental que no sólo afecta al fotoperiodismo sino
al periodismo en general: indica que toda persona intérprete
de una información merece el mismo respeto que un redactor
o directivo del periódico. ¿Hubiera publicado El País
una foto en calzoncillos de Polanco, de Cebrián o de Bassets,
aunque no fuera en un momento tan poco vistoso como el interior
de una dependencia policial? ¿Hubiera escrito el corresponsal
en el DF que Polanco en calzoncillos está algo tocino,
como dice del acusado de genocidio? Es evidente que no, lo cual
da noticia de la existencia de un doble rasero, y esto es una versión
del episodio de víctimas amigas y víctimas
enemigas de otro gran diario, The New York Times, cuando los
asesinatos de curas y monjas católicos en El Salvador y en
Polonia8.
¿Había interés
informativo en ver en paños menores a ese individuo? Está
claro que el interés informativo de un hombre en calzoncillos,
por muy golfo que sea, implica un nulo interés informativo,
pero da pie a la impunidad en que anda el periodismo de estos
tiempos, como ha señalado el gran maestro de la pluma...
y de la ética, que es el colombiano universal Gabriel García
Márquez. La foto de una persona en calzoncillos sólo
es noticia si la estampa refleja algún hito informativo tapado
por la ropa, una cicatriz que manifiesta una identidad o algo semejante.
Las cicatrices de Cavallo ni siquiera están en él,
sino en la memoria de muchos ciudadanos argentinos y de otros países
que sufrieron sus actuaciones. Pero nada de esto se ve en sus calzoncillos,
aunque sí se podría apreciar en su cara, si ésta
se hubiera mostrado en un tamaño mayor, si la foto hubiera
salido beneficiada tras un corte hecho en el proceso de su edición.
Por eso es tan chocante que el mentado Lluís Bassets aluda
desde su tarima a la primacía del derecho a la información
frente al derecho a la intimidad (aquí parece reconocerla,
en el fondo), cuando dice:
... la primicia de derechos, entre
el derecho a la intimidad del señor Cavallo y el derecho
a la información de nuestros lectores, creo que no hay
duda alguna que prevalece el segundo derecho (...) Es muy difícil
que los responsables de crímenes contra la humanidad puedan
suscitar problemas de protección de su imagen. O quizás
es una deformación profesional y política mía:
a mí no me lo plantean.
Ése es el problema múltiple:
Creer que la discusión
es publicar o dejar de publicar la foto, cuando de lo que se trata
es de no publicarla de forma vejatoria con el personaje humillado
en esa imagen: si lo hacemos como ellos harían, nos estaríamos
poniendo a su mismo nivel.
Entender que los lectores
pueden estar interesados en los calzoncillos de un torturador acusado
de genocidio, cuando la mera información es que va a ser
enviado a la justicia, al margen de su ropa interior, y ésa
es la nota que interesa al público y que de ninguna manera
puede ser escamoteada ni siquiera hay quien pueda quejarse (estaría
bueno) de que se insertara esa nota en el diario. La cuestión
es el trato vejatorio dado a un acusado de crímenes contra
su pueblo, quien seguirá mereciendo el respeto mediático
incluso después de juzgado y encarcelado con sentencia firme.
Por eso es penoso que la propia defensora del lector (¿)
ponga una apostilla en su columna, referida a la prevalencia del
derecho a la información sobre el derecho a la intimidad,
al honor y a la protección de la imagen, pero, eso sí,
hace constar que tal cosa sucede en general y con alusión
al coleguismo, que nunca parece que sea una razón fundada
para apoyar argumentos sin mucho fundamento9.
Es penoso porque un individuo en calzoncillos no es información,
sino una mancha de amarillismo en prensa, en La Jornada y en El
País.
Si estos adalides del derecho a
la información tuvieran un poco de memoria, podrían
recordar la reciente sentencia del Tribunal Supremo español,
publicada en el mismo diario El País10,
que en tan breve texto como reproduce el periódico señala
algunos puntos que deberían servir para la reflexión.
Copiamos:
Las imágenes se tomaron
sin contar con el consentimiento ni de él ni de su
familia.
Las imágenes
del accidentado después de ser liberado e introducido en
la ambulancia pueden calificarse de accesorias, dice
el Supremo.
En esos planos añade
la sentencia no aparece que se estuviera prestando asistencia
alguna directamente al accidentado, por lo que la víctima
adquiere total protagonismo en la noticia filmada, señala
la sentencia.
El Supremo destaca
que en esos momentos el hombre estaba incapacitado para prestar
o negar su consentimiento a ser grabado (...) por lo que cometieron
una intromisión ilegítima en su derecho a la intimidad.
El paralelismo es grande:
La imagen dentro del Reclusorio
Oriente, cárcel mexicana, se tomó sin consentimiento
del preso: el mismo corresponsal escribe que el detenido se extrañó
por la presencia de fotógrafos.
El detenido en calzoncillos
es una imagen accesoria.
En la imagen no se ve que
la doctora que aparece a la izquierda esté realizando alguna
inspección médica.
El detenido estaba incapacitado
para prestar o negar su consentimiento, por lo que estamos ante
una intromisión ilegítima en su derecho a la intimidad.
Si entendemos que determinados derechos
solamente los tienen ciertas personas nuestros amigos y aliados
entraremos de nuevo en la ley de la selva y en el empleo del periódico
como si fuera un garrote, o sea, lejos de una práctica respetuosa
de la actividad periodística. No es de recibo lo que dice
Bassets: Es muy difícil que los responsables de crímenes
contra la humanidad puedan suscitar problemas de protección
a su imagen11. Pues sí,
si no queremos salirnos de los límites del periodismo, si
optamos por operar entro de la ley del periodismo y no ponernos
fuera de la ley. En todo caso, la cuestión de una foto de
un hombre en calzoncillos, como en este caso, se podría interpretar
como un episodio de mal gusto. Y, como dice bien Victoria Camps12,
El cultivo del buen gusto requiere educación, que a
su vez significa una cierta contención y sofisticación
de las costumbres. Con gente en calzoncillos de paseo por
las páginas del diario no hay buen gusto, educación
ni contención... periodísticas, que es fruto de la
reflexión sobre el papel del periodista en la sociedad y
de la necesidad de controlar sus impulsos más primarios lo
que en un momento determinado le pide el cuerpo
y no creer que el periódico es un arcabuz.
El asunto está en que el
periodismo, el periódico, los intérpretes de la noticia
y los lectores se merecen el mismo respeto que damos a nuestros
colegas en la redacción, empresa o periódico. Lo contrario,
como aquí ha sucedido, no es sino un nuevo ejemplo de la
impunidad en que anda el periodismo de estos tiempos.
Notas:
1
Etcétera, México D. F., junio de 2003, p. 18 (Casa
de citas).
2 Así aparece al final
del pie de foto: Carlos Ramos Mamahua (La Jornada) y
de ese extremo informa el corresponsal en p. 27
3 Tal y como dice el corresponsal
Juan Jesús Aznarez en su crónica en p. 27: El
diario La Jornada publicó ayer en portada la fotografía
del ex militar ... en calzoncillos, sin gafas, grave, algo tocino.
4 Extraído de las respuestas
sobre el particular efectuada a varios académicos y periodistas
mexicanos. (Este extremo, según Omar Raúl, director
de Revista Mexicana de Comunicación.)
5 Fotos de portada,
Malén Aznárez, El País, Madrid, domingo 6 de
julio de 2003, p. 13.
6 En las cárceles de México
está prohibido entrar con cámaras fotográficas
(información del Dr. Pedro Echeverría, de Mérida,
Yucatán), de donde es fácil deducir que el fotógrafo
de La Jornada que entró a fotografiar al torturador argentino
lo hizo con las bendiciones policiales.
7 Las diez fotos de La Jornada
se pueden consultar en su sitioweb, en particular en esta dirección:
<http://www.jornada.unam.mx/2003/jun03/
030629/010f1pol.php?origen=index.html&fly=1>
8 Ver sobre este asunto Los
guardianes de la libertad: propaganda, desinformación y consenso
en los medios de comunicación de masas, de Noam Chomsky
y Edward S. Herman, Barcelona: Crítica, 2000 o El periodismo,
herido / Estudios que delatan divorcio entre prensa y sociedad.
El País, como referente, de este autor
(Foca Investigación, Madrid, 2001).
9 Dice la defensora del lector
en su texto: Conviene recordar que la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, en general, da prevalencia al derecho a la información
del artículo 20 de nuestra Constitución sobre los
también derechos constitucionales a la intimidad, al honor
y protección de la imagen, según mantiene mi colega
y antecesor en las funciones de defensor, Francisco Gor, un especialista
en el tema.
10 Condena a Telemadrid
por emitir el rostro de un accidentado que agonizaba, martes,
3 de junio de 2003, página 31, Comunicación.
11 En la citada columna de la
defensora del lector, el 6 de julio de 2003, p. 13.
12 Más ojos críticos,
Victoria Camps, en El País, domingo 20 de julio de 2003,
p. 13 / Opinión.·
Dr.
José Manuel de Pablos Coello
Universidad de La
Laguna, España.. |