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Agosto 2003

 

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Miramedia

Cavallo en Calzoncillos nos Informa de la Impunidad en que anda el Periodismo de estos Tiempos

 

Por José Manuel de Pablos
Número 34

Yo no hubiera podido escribir ni uno solo de mis libros si no fuera por mis años de periodismo. Por eso mismo me duele la impunidad en que anda el periodismo de estos tiempos1.
Gabriel García Márquez

La foto la publicó el periódico madrileño El País el lunes 30 de junio: el argentino acusado de torturador era enviado a España, a petición de un juez estrella. Hasta aquí, nada extraño. Lo curioso era la estampa mostrada en la imagen fotográfica: el preso aparecía en paños menores, en el momento en que se sometía a un examen médico antes de su viaje desde México a Madrid. Había otra circunstancia al menos curiosa: no se trata de una foto de agencia, sino del periódico defeño La Jornada2, que la había publicado igualmente en su portada el día anterior, el 29 de junio3. La foto de agencia que llega al diario, llega y punto. La foto de otro medio hay que solicitársela a ese otro medio y en ocasiones pagar por su reproducción, al periódico o al fotógrafo. Aquí hay un interés, una apetencia del segundo periódico por disponer de esa foto para su publicación. Hay una intención. La inserción de la foto del ex militar acusado de genocida en calzoncillos aparecida en El País llevaba una intencionalidad.

De alguna manera, El País trató con un igual en esta negociación. La Jornada es un diario que al viajero español por México sensible por la situación del periodismo en España casi lo deja sin habla, por la alta calidad de sus contenidos, envidiable para prensa española: La Jornada trata los temas nacionales con el mismo afán que El País trata la información internacional, lo que es muestra del compromiso alto que La Jornada tiene con el Periodismo, algo que para sí desearían los lectores españoles. La pena, no obstante, es su aspecto de tabloide, en el sentido peyorativo de la palabra, con sus portadas con foto a toda plana, a todo lo ancho, como ha sucedido en el caso que nos ocupa y vemos en la portada reproducida. Es un diario de referencia, serio pero no popular, que es, por el contrario, algo que sí se le puede achacar a El País: es serio El País y trata El País cada día de acercarse más al modelo de diario popular, lo que rechazan muchos lectores. De La Jornada se dice que “a veces no ha estado exento de graves pifias por su afán sensacionalista”4, que casualmente es lo mismo que en ocasiones se puede decir de El País. Tras esta pausa, sigamos con el discurso principal.

¿Tenía el periódico autoridad moral para publicar esa foto? ¿La tenía una agencia de prensa para transmitirla, si lo hubiera hecho? ¿La tenía el fotógrafo que la tomó? Más: ¿había interés informativo en ver en paños menores a ese individuo?

La foto, en color, de Carlos Ramos Mamahua, del diario mexicano La Jornada, lleva este pie de foto: “Cavallo, durante su examen médico en México, horas antes de su extradición a España. / CARLOS RAMOS MAMAHUA (LA JORNADA)”.

Abajo, portada de La Jornada del 29 de junio de 2003, con la foto en blanco y negro

La singular imagen recibió en el madrileño diario El País los honores de foto de portada, arriba, de salida. La noticia de la extradición del sujeto la merecía. Lo discutible es la decisión de mostrarlo en calzoncillos, en manos de la policía. A nadie le ha de extrañar que varios lectores del diario se quejaran del atropello mediático inferido al acusado de genocidio en Argentina. La defensora del lector5, obligada a atender a estos lectores quejosos, consulta con Lluís Bassets, al frente del diario el 29 de junio, cuando se decidió dar en portada del lunes 30 de junio de 2003 la foto polémica. Ese 29 fue el día en que la foto apareció publicada en la portada del diario mexicano, el día en que se pudo haber hecho la gestión de compra o préstamo.

Un lector (Juan Ochoa de Michelena) critica que el periódico no ha sido respetuoso con el siniestro personaje, que ha incurrido en prácticas vejatorias sobre el preso, mientras otra persona (M. J. Hernández) se queja de que el diario no ha respetado el derecho a la intimidad que recoge la constitución española. Ya saben, lectores quejicas... dirá alguno.

El director ese día, en su réplica vía defensora del lector, manifiesta que esa imagen le “pareció la mejor disponible” sobre el siniestro individuo:

Me pareció una buena foto, que merecía ser publicada. Volvería a publicarla si se diera el caso (...) No estoy de acuerdo con que plantee problemas éticos. A mí no me los plantea, en absoluto.

Ése suele ser siempre el problema cuando quien transgrede normas periodísticas elementales se ha de defender en público: asoma la prepotencia, tan típica entre los jerarcas del mejor diario español.

Nada dice de la necesaria gestión de adquisición de la foto, detalle que Bassets oculta.

La publicación de un personaje siniestro en calzoncillos ya lo hizo hace unos años en España otra publicación: la revista amarilla Interviú, con motivo de un festín de un chorizo que desde el gobierno fue a la cárcel por quedarse con dinero público. Miren por dónde, el diario El País ha tomado en 2003 la misma decisión que la revista basura Interviú hace pocos años.

Cuando Bassets dice que le pareció “la mejor foto disponible” nos está diciendo que disponía de otras fotos, cualquiera de las cuales era suficiente para cubrir gráficamente el texto: fotos del preso camino del avión y fotos de argentinos airados por la situación, de Reuters, AP, AFP, Efe y, con toda seguridad, de fotógrafos propios, tomadas en Madrid, como hicieron otros medios capitalinos. En el primer caso, tenemos dos muestras de la misma foto con un corte diferente, que reproducimos, porque después hablaremos de la técnica del corte fotográfico:

Otras fotos, como decimos, se referían a personas que se manifestaban en la propia capital de España. Se trataba, en ese sentido, de una noticia local, de modo que en las cercanías del diario habría ambiente informativo disponible para ser fotografiado:

Un diario de distribución nacional, el conservador Abc, fue conservador en la ilustración gráfica de la noticia, con un retrato del ex militar acusado de genocida. Aquí se fallo por defecto: otro tipo de intencionalidad:

En lo que acabamos de ver hay claras diferencias, intenciones distintas. Por ejemplo, en la reproducción de fotos de este tipo entre Interviú y El País: las fotos del ex director general de la Guardia Civil (Luis Roldán) habían sido tomadas de forma clandestina, lo que no se da en el caso del torturador Cavallo. Aquí, en este caso, peor: son fotos facilitadas por la policía, la mera fotografía o, como parece, la entrada del fotógrafo en las dependencias policiales para que haga una foto de propaganda policial6. Y eso es lo que ha hecho el gran diario madrileño: seguirle el juego a la policía mexicana, que no duda en agredir de forma vejatoria a un preso para publicitarse en la prensa. Es lo mismo que hace a veces la policía española con personas detenidas acusadas de terroristas o afines. Otra cosa es que a los pocos días el juez los ponga en libertad sin cargos. Para entonces, la foto de propaganda oficial ya cumplió su cometido, con la alianza de los medios que la dieron en sus páginas y que después no se preguntan por lo sucedido, no se cuestionan la ética aplicada al caso.

En esta ocasión, las fotos mexicanas no se limitaron al momento en que el preso se encontraba en el dispensario médico. El episodio llega al escándalo (ético), cuando vemos al preso incluso dentro de su celda, hasta en el momento (¿íntimo?) en que se está afeitando. En otras se ve cuando le ponen el chaleco antibalas. Sin duda, la mejor foto de la serie es cuando lo vemos de espaldas entre dos policías, camino del avión, pero en El País prefirieron la de los calzoncillos.

Ésa sí que era una foto de interés periodística y en modo alguno criticable, pero la serie hecha dentro de la cárcel es una muestra de libro del atropello mediático a la intimidad de un sujeto acusado de barbaridades miles, pero con su último derecho a la intimidad en momentos tan íntimos como el de un afeitado en la celda o en prendas menores ante una médico7. Con esa serie de fotos ningún editor de prensa podría tener duda respecto al calado amarillista de la serie de fotos, con la excepción de la imagen en que el furgón policial sale del presidio y cuando va camino del avión de la Fuerza Aérea Española.

Respondamos a las preguntas planteadas al principio: ¿Tenían los periódicos autoridad moral para publicar esa foto? ¿La tenía una agencia de prensa para transmitirla, aunque no se diera el caso? ¿La tenía el fotógrafo que la tomó?¿Había interés informativo en ver en paños menores a ese individuo?

El fotógrafo, como es lógico, aunque en ese momento no esté haciendo fotoperiodismo, hizo bien en tomar la imagen que le brindó la policía que faltaba el respeto a un detenido, por muy golfo que pueda ser el delincuente, incluso aunque esté sin juzgar y todo sea, técnicamente hablando, denuncias o suposiciones. También hubiera hecho bien la agencia de prensa si la hubiera transmitido, porque en periodismo la responsabilidad única y terminal siempre va a ser del editor que decide su reproducción. Cualquier foto por muy morbosa que sea siempre tiene un corte que la salva de las críticas y por medio del cual se supera cualquier problema ético, aunque ése –como vimos– no es el caso del jerarca de El País. Veamos esto último:

La diferencia entre las dos páginas está en que en el montaje de la derecha se evita la mayor ridiculización del personaje detenido. ¿Hubiera sido peor la solución de la derecha? No, al menos para la ética y el respeto debido hacia los lectores, el periodismo, el periódico y el intérprete de la noticia.

Veamos las otras preguntas:

— ¿Tenían los periódicos autoridad moral para publicar esa foto? Es indudable que la licencia para publicar o dejar de publicar una foto va a estar directamente ligada a los planteamientos éticos y hay una ley elemental que no sólo afecta al fotoperiodismo sino al periodismo en general: indica que toda persona intérprete de una información merece el mismo respeto que un redactor o directivo del periódico. ¿Hubiera publicado El País una foto en calzoncillos de Polanco, de Cebrián o de Bassets, aunque no fuera en un momento tan poco vistoso como el interior de una dependencia policial? ¿Hubiera escrito el corresponsal en el DF que Polanco en calzoncillos está “algo tocino”, como dice del acusado de genocidio? Es evidente que no, lo cual da noticia de la existencia de un doble rasero, y esto es una versión del episodio de ‘víctimas amigas’ y ‘víctimas enemigas’ de otro gran diario, The New York Times, cuando los asesinatos de curas y monjas católicos en El Salvador y en Polonia8.

— ¿Había interés informativo en ver en paños menores a ese individuo? Está claro que el interés informativo de un hombre en calzoncillos, por muy golfo que sea, implica un nulo interés informativo, pero da pie a “la impunidad en que anda el periodismo de estos tiempos”, como ha señalado el gran maestro de la pluma... y de la ética, que es el colombiano universal Gabriel García Márquez. La foto de una persona en calzoncillos sólo es noticia si la estampa refleja algún hito informativo tapado por la ropa, una cicatriz que manifiesta una identidad o algo semejante. Las cicatrices de Cavallo ni siquiera están en él, sino en la memoria de muchos ciudadanos argentinos y de otros países que sufrieron sus actuaciones. Pero nada de esto se ve en sus calzoncillos, aunque sí se podría apreciar en su cara, si ésta se hubiera mostrado en un tamaño mayor, si la foto hubiera salido beneficiada tras un corte hecho en el proceso de su edición. Por eso es tan chocante que el mentado Lluís Bassets aluda desde su tarima a la primacía del derecho a la información frente al derecho a la intimidad (aquí parece reconocerla, en el fondo), cuando dice:

... la primicia de derechos, entre el derecho a la intimidad del señor Cavallo y el derecho a la información de nuestros lectores, creo que no hay duda alguna que prevalece el segundo derecho (...) Es muy difícil que los responsables de crímenes contra la humanidad puedan suscitar problemas de protección de su imagen. O quizás es una deformación profesional y política mía: a mí no me lo plantean.

Ése es el problema múltiple:

— Creer que la discusión es publicar o dejar de publicar la foto, cuando de lo que se trata es de no publicarla de forma vejatoria con el personaje humillado en esa imagen: si lo hacemos como ellos harían, nos estaríamos poniendo a su mismo nivel.

— Entender que los lectores pueden estar interesados en los calzoncillos de un torturador acusado de genocidio, cuando la mera información es que va a ser enviado a la justicia, al margen de su ropa interior, y ésa es la nota que interesa al público y que de ninguna manera puede ser escamoteada ni siquiera hay quien pueda quejarse (estaría bueno) de que se insertara esa nota en el diario. La cuestión es el trato vejatorio dado a un acusado de crímenes contra su pueblo, quien seguirá mereciendo el respeto mediático incluso después de juzgado y encarcelado con sentencia firme. Por eso es penoso que la propia defensora del lector (¿) ponga una apostilla en su columna, referida a la prevalencia del derecho a la información sobre el derecho a la intimidad, al honor y a la protección de la imagen, pero, eso sí, hace constar que tal cosa sucede “en general” y con alusión al coleguismo, que nunca parece que sea una razón fundada para apoyar argumentos sin mucho fundamento9. Es penoso porque un individuo en calzoncillos no es información, sino una mancha de amarillismo en prensa, en La Jornada y en El País.

Si estos adalides del derecho a la información tuvieran un poco de memoria, podrían recordar la reciente sentencia del Tribunal Supremo español, publicada en el mismo diario El País10, que en tan breve texto como reproduce el periódico señala algunos puntos que deberían servir para la reflexión. Copiamos:

— Las imágenes se tomaron “sin contar con el consentimiento ni de él ni de su familia”.

— “Las imágenes del accidentado después de ser liberado e introducido en la ambulancia pueden calificarse de ‘accesorias’, dice el Supremo”.

— “En esos planos –añade la sentencia– no aparece que se estuviera prestando asistencia alguna directamente al accidentado’, por lo que la víctima ‘adquiere total protagonismo en la noticia filmada’, señala la sentencia”.

— “El Supremo destaca que en esos momentos el hombre estaba incapacitado para prestar o negar su consentimiento a ser grabado (...) por lo que cometieron una intromisión ilegítima en su derecho a la intimidad”.

El paralelismo es grande:

— La imagen dentro del Reclusorio Oriente, cárcel mexicana, se tomó sin consentimiento del preso: el mismo corresponsal escribe que el detenido se extrañó por la presencia de fotógrafos.

— El detenido en calzoncillos es una imagen accesoria.

— En la imagen no se ve que la doctora que aparece a la izquierda esté realizando alguna inspección médica.

— El detenido estaba incapacitado para prestar o negar su consentimiento, por lo que estamos ante una intromisión ilegítima en su derecho a la intimidad.

Si entendemos que determinados derechos solamente los tienen ciertas personas –nuestros amigos y aliados– entraremos de nuevo en la ley de la selva y en el empleo del periódico como si fuera un garrote, o sea, lejos de una práctica respetuosa de la actividad periodística. No es de recibo lo que dice Bassets: “Es muy difícil que los responsables de crímenes contra la humanidad puedan suscitar problemas de protección a su imagen”11. Pues sí, si no queremos salirnos de los límites del periodismo, si optamos por operar entro de la ley del periodismo y no ponernos fuera de la ley. En todo caso, la cuestión de una foto de un hombre en calzoncillos, como en este caso, se podría interpretar como un episodio de mal gusto. Y, como dice bien Victoria Camps12, “El cultivo del buen gusto requiere educación, que a su vez significa una cierta contención y sofisticación de las costumbres”. Con gente en calzoncillos de paseo por las páginas del diario no hay buen gusto, educación ni contención... periodísticas, que es fruto de la reflexión sobre el papel del periodista en la sociedad y de la necesidad de controlar sus impulsos más primarios –lo que en un momento determinado ‘le pide el cuerpo’– y no creer que el periódico es un arcabuz.

El asunto está en que el periodismo, el periódico, los intérpretes de la noticia y los lectores se merecen el mismo respeto que damos a nuestros colegas en la redacción, empresa o periódico. Lo contrario, como aquí ha sucedido, no es sino un nuevo ejemplo de “la impunidad en que anda el periodismo de estos tiempos”.


Notas:

1 Etcétera, México D. F., junio de 2003, p. 18 (Casa de citas).
2 Así aparece al final del pie de foto: “Carlos Ramos Mamahua (La Jornada)” y de ese extremo informa el corresponsal en p. 27
3 Tal y como dice el corresponsal Juan Jesús Aznarez en su crónica en p. 27: “El diario La Jornada publicó ayer en portada la fotografía del ex militar ... en calzoncillos, sin gafas, grave, algo tocino”.
4 Extraído de las respuestas sobre el particular efectuada a varios académicos y periodistas mexicanos. (Este extremo, según Omar Raúl, director de Revista Mexicana de Comunicación.)
5 “Fotos de portada”, Malén Aznárez, El País, Madrid, domingo 6 de julio de 2003, p. 13.
6 En las cárceles de México está prohibido entrar con cámaras fotográficas (información del Dr. Pedro Echeverría, de Mérida, Yucatán), de donde es fácil deducir que el fotógrafo de La Jornada que entró a fotografiar al torturador argentino lo hizo con las bendiciones policiales.
7 Las diez fotos de La Jornada se pueden consultar en su sitioweb, en particular en esta dirección: <http://www.jornada.unam.mx/2003/jun03/
030629/010f1pol.php?origen=index.html&fly=1
>
8 Ver sobre este asunto “Los guardianes de la libertad: propaganda, desinformación y consenso en los medios de comunicación de masas”, de Noam Chomsky y Edward S. Herman, Barcelona: Crítica, 2000 o “El periodismo, herido / Estudios que delatan divorcio entre prensa y sociedad. ‘El País’, como referente”, de este autor (Foca Investigación, Madrid, 2001).
9 Dice la defensora del lector en su texto: “Conviene recordar que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en general, da prevalencia al derecho a la información del artículo 20 de nuestra Constitución sobre los también derechos constitucionales a la intimidad, al honor y protección de la imagen, según mantiene mi colega y antecesor en las funciones de defensor, Francisco Gor, un especialista en el tema”.
10 “Condena a Telemadrid por emitir el rostro de un accidentado que agonizaba”, martes, 3 de junio de 2003, página 31, Comunicación.
11 En la citada columna de la defensora del lector, el 6 de julio de 2003, p. 13.
12 “Más ojos críticos”, Victoria Camps, en El País, domingo 20 de julio de 2003, p. 13 / Opinión.·


Dr. José Manuel de Pablos Coello
Universidad de La Laguna, España..

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