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Por José Manuel de
Pablos y Concha Mateos
Número 35
"¿Qué
debo hacer?
No veo más que tinieblas?
¿He de creer que no soy nada?
¿Debo creer que soy Dios?"
Blas
Pascal3
Televisión
Española, TVE, acaba de entrar en el oscuro mundo de la pseudo
televisión, en el entorno de la basura informativa. No ya
en los programas basura, sino desde el mismísimo telediario,
basura periodística televisada. Los lectores podrán
apreciar la calidad de una historia, que se expondrá en las
aulas universitarias de Comunicación Social, como ejemplo
de lo que no se puede hacer, como muestra del dirigismo televisual,
de cómo un director de servicios informativos apuntado al
nacional-catolicismo suspendería la asignatura de hacer televisión
con la dignidad que se merece una profesión, un medio y una
audiencia. Veamos la historia que acaba de hacer TVE, de la mano
de un aguerrido legionario de la información al servicio
del mando.
Hace
unos meses, la emisora pública española de televisión
fue condenada por manipulación informativa4,
denunciada por el sindicato Comisiones Obreras, CCOO. Si ya es dura
esa acusación, esa sentencia condenatoria, más lo
es, si cabe, si se trata de un ente público, esto es, incluso
de quienes se vieron maltratados por ese medio de comunicación.
Todavía será más duro, si tercia una condena
de un tribunal, aunque la prepotencia del ente denunciado y condenado
acuda a una corte superior, pagados esos gastos con dinero público,
con 'pólvora del rey', o sea, del pueblo, que es quien aporta
impuestos por su trabajo.
Mientras
la sentencia no sea confirmada por un tribunal superior, la decisión
judicial no es firme, pero es condena a todos los efectos mediáticos
y ante la opinión pública: la televisión pública
española se pone al servicio del gobierno de la derecha,
manipula la información con motivo de una huelga legal y
un tribunal judicial falla por semejante actuación aberrante
con los principios elementales de la profesión periodística
y de la actuación ética de un medio de comunicación
de masas, sea de titularidad pública o privada.
Hasta
aquí, hechos que parecen irrefutables. No todos los días
un juez censura a un medio de comunicación por manipulación,
aunque haya más manipulaciones de las que pueda aguantar
un cuerpo social en democracia. La circunstancia de que se trate
de un medio público agrava la situación, entre otras
razones porque ese medio público opera con la confianza del
pueblo y a costa de él (extremos que no son aplicables a
la empresa privada), mientras se está manifestando a la calle
como un medio gubernamental y de un gobierno cada día más
a la derecha del mundo, que está al oeste del norte.
Un
juez decidido
El magistrado asume que su dictamen no es firme hasta que el tribunal
superior decida, pero interpreta que una manipulación informativa
en un ente público ha dañado el espacio social y se
ha de reparar la corrosión cívica desprendida de la
contaminación mediática. La condición de titularidad
pública de esta emisora resulta clave, pública (de
todos), que no gubernamental (de unos pocos), por mucho que tal
cambio sea somatizado por sus directivos. No olvidemos que son designados
por el gobierno y ésa es una aberración mediática,
que, en España, se ha dado con las diferentes siglas que
han ocupado el poder legítimo, ya no hablamos de la dictadura,
claro está: la dictadura, como se ve, ha dejado su poso bien
sembrado.
Al
respecto, Soledad Gallego-Díaz5
escribe:
"Criticar
la calidad de las televisiones públicas es algo muy frecuente
en los países democráticos. Lo que no es frecuente,
sino muy extraño, es que una parte importante de los ciudadanos
de uno de esos países dé por supuesto que los servicios
informativos de los medios de comunicación pública
mientan y que lo normal es que, esté quien esté
en el gobierno, manipulen la información. Eso sucede casi
exclusivamente en España y por más de que nos hayamos
convencidos a nosotros mismos de que es algo normal, no lo es".
Dice
el magistrado que se ha de leer una nota de rectificación
en todos los servicios informativos de un día, pero que mientras
llega la sentencia confirmatoria -si llega-, que se lea una nota
aclaratoria en los telediarios de una jornada acordada de antemano
y anunciada.
Es
tal la insistencia del sindicato Comisiones Obreras, CCOO, que se
han de reunir con los sindicalistas los directivos de TVE y acordar
un texto para la ocasión. Y la ocasión llega. Es entonces
cuando TVE hace historia de la más reprobable, como si España
se tratara de una democracia orgánica, como si hubiéramos
regresado a la dictadura, aunque como tal seamos gobernados a veces
los españoles de 2003, en una sociedad no de la información
sino del cinismo y la intoxicación gubernamentales. Veamos.
En
los titulares con los que se abre el telediario principal del jueves
16 de octubre, 2 de la tarde, se incluye uno referido a la nota
de rectificación que se va a presentar a los espectadores.
El telediario avanza con sus presentadores habituales, o sea, como
siempre, con un fondo normalizado donde prevalece el color azul6,
en la mesa habitual que todo el mundo conoce. El telediario avanza
y en él se van desgranando todos los temas de titulares,
excepto el referido a la condena judicial. El telediario se agota
y llega su capítulo final, la información del tiempo,
pero sus editores todavía no han incluido la aclaración.
Así, hasta que los presentadores habituales se despiden.
Por
fin salta la sorpresa. Después de la información meteorológica,
o sea, después del telediario -que no se cierra con su carátula
de cierre, sino con la última información de cada
emisión-, el fondo cambia a negro y aparece el director de
los servicios informativos de TVE, Alfredo Urdaci.7
Éste, todavía con la distinción caliente que
le ha concedido el Vaticano por la paliza que dio a los espectadores
españoles por la reciente visita del papa moribundo a España,
un país laico en su constitución tantas veces pasada
por agua y esgrimida solamente cuando interesa a los poderosos.
El
hecho de elegir un fondo negro implica despreciar la técnica
universal de instalar un fondo azul, como el mejor para la pequeña
pantalla, que en ocasiones puede cambiar, pero siempre será
alejado del negro. El negro, tal vez para las notas necrológicas.
Este
director de informativos va a ser el encargado de leer la nota,
grabada en un vídeo, pues en el mismo telediario ha informado
desde Roma de la celebración de los 25 años de estancia
del papa en el Vaticano. Ya es extraño que no se haya incluido
en el guión normal del telediario, que se haya llevado fuera
del propio telediario y que ahora aparezca con un fondo negro, o
sea, una nota de excepción, para una televisión de
excepción, todo cerca de un estado de excepción mediático.
En
el consenso previo entre el sindicato y la televisora se había
acordado que la nota se presentaría en el bloque de información
nacional.
Empieza
la lectura de la nota consensuada con el sindicato CCOO, que la
gente lee e identifica 'Comisiones Obreras'. El señor Urdaci
se debe preguntar como Pascal "¿Qué debo hacer?
No veo más que tinieblas". Tal vez por eso lo lee a
una velocidad endiablada (con perdón): es imposible entender
lo que está pronunciando, pero no comunicando.
La
comprensión de la noticia, de lo que se transmite por un
medio de comunicación, es preocupación básica
para todo emisor. Una emisión que no accede al destinatario
es fallida. En este caso, queda patente que ésa era la intención
primera y última del responsable de los servicios informativos
de TVE: desde hace tiempo se sabe que lo que se lee, se oye o se
ve, hablamos de prensa, radio y televisión, queda enraizado
muy pobremente en la mente y el recuerdo de los deseosos fruidores
del mensaje. Recordemos, por ejemplo, lo que sobre el particular
afirmó Teun A. van Dijk hace ya más de diez años:
"Una
revisión de los trabajos actuales sobre la comprensión
de la noticia ha revelado que en realidad la gente recuerda muy
poco de las noticias que lee en la prensa o ve en la televisión,
especialmente cuando transcurre mucho tiempo. Lo mismo pudo deducirse
de un experimento de campo que efectuamos sobre la retención
de la noticia".8
Si
la comprensión, el entendimiento, la absorción del
mensaje es pobre ("En términos generales, se puede concluir
que la evocación natural del discurso periodístico
es más bien pobre"9),
más empobrecida quedará su llegada a la audiencia
si la lectura que hace el locutor es con ruptura de todas las normas
más canónicas y elementales, a toda velocidad: se
trataba, está claro, de que el mensaje no llegara a la audiencia
a la audiencia traicionada desde un medio de titularidad pública.
La
siguiente perla, tóxica también, llega cuando en el
texto está escrito CCOO. Ha de ser tal la repugnancia del
personaje que milita en el nacional-catolicismo hacia el sindicato
de corte comunista ("No veo más que tinieblas")
que no lee como marcan los cánones del lenguaje y del periodismo
más primario, no, él dice: Ceceoó. ("¿Debo
creer que soy dios?")
Como
nadie usa esa forma expresiva ni hay un solo presentador en el mundo
que lea en pantalla a semejante velocidad, nadie ha entendido. ¡Bingo!
Objetivo cumplido. Que después se origine un escándalo
no es digno de ser tenido en cuenta.
Al
director de informativos amarillista no le importa conculcar ese
principio que se aprende en las escuelas y facultades de periodismo,
aquel que dice que las siglas y acrónimos se han de leer
con todas sus letras, que de tratarse de un diario al menos una
vez hay que poner completas. Tampoco le ha importado lo que dice
el Manual de estilo de TVE, en el apartado titulado, no por
casualidad, "Siglas y acrónimos":10
"En
general, ha de evitarse el uso de siglas y acrónimos. Sólo
está justificado el empleo de las ya incorporadas al lenguaje
común: RENFE, SEAT, Cesedén, ATS
Si, pese
a ello, se incluye alguna sigla o abreviatura en el texto, será
inexcusable11 añadir
su significado: OPEP (Organización de Países Exportadores
de Petróleo), Enagás (Empresa Nacional del Gas".
¿Habrá alguna explicación para saltarse una
orden tajante e inexcusable, determinada y expresa, escrita, en
un libro de estilo, hacerlo un directivo? Sólo se puede entender
-que no justificar- en esa ola de anticomunismo ralo que aparece
por algunos sectores españoles, hasta en algunos medios de
calidad.
Carlos
Boyero12 ha escrito sobre este
detalle en particular:
"Me
intriga, me da morbo, me provoca anticipado alucine y también
me promete diversión el previsible formato surrealista que
va a utilizar el rugiente condenado (el citado Urdaci) ante la odiosa
obligación de informar desde su opulenta casa que Salomón
ha dado la razón a los insurgentes, al proletariado inequívocamente
comunista (está de abyecta moda entre el antiguo, renovado,
frontal o disfrazado fascismo14
utilizar el derrotado invento de Marx para etiquetar con cuernos,
rabo y tridente a cualquier tipo de disidencia) que demandó
a los amos y a los capataces de la fábrica por mentir abusivamente
sobre la huelga del 20-J".
La
única detención en su carrerilla hablada que hace
este demócrata de la televisión es para dejar constancia
de que el ente público ha recurrido la sentencia a tribunal
superior. Y cuando ha de referirse a la 'huelga general' olvida
lo de 'general'.
Ésa
es la historia -negra, pero historia- que acaba de firmar la emisora
pública española de televisión. Es un caso
que será estudiado en las facultades de Comunicación
Social como lo que jamás se podrá hacer en una democracia.
Los profesores expondrán que todo medio de comunicación
tiene la obligación moral de aplicar la fórmula que
les permita llegar a sus seguidores, sean lectores, oyentes o telespectadores,
con la máxima comprensibilidad. Y que no hacerlo es una inmoralidad
mediática. Los docentes, igualmente, recordarán a
sus alumnos que la lectura de un texto ha de ser pausada y tranquila,
para que los oyentes puedan asimilar lo que escuchan y que hacerlo
como aquí se ha visto no es una contrariedad sino una traición
a los principios profesionales de un ejercicio laboral que en ocasiones
adquiere grandes cotas de credibilidad y honradez, que en amargas
ocasiones lleva hasta la muerte a sus ejercientes. Lo que aquí
se ha visto es una traición a todos esos principios profesionales.
Luego
está la falta de pudor al practicar semejante manipulación
nueva en un ente público, que no privado, aunque privatizado
en su gestión
política y la falta de respeto
no tanto a la audiencia, que es obvio que no les preocupa, sino
al juzgado que dictó una sentencia condenatoria. En el segundo
telediario del día ya incluyeron la nota donde correspondía.
Si
ese juez callara ante el atropello, no sería juez sino cómplice
de lo que acabamos de ver sorprendidos en un país donde cada
día se da un paso hacia el franquismo, recuperado por sus
nietos en el poder. Es un poder ganado por los votos de un pueblo
intoxicado desde la televisión basura, incapaz de ejercer
el derecho a la mejor decisión política derivado de
un sistema mediático en paz con la verdad y la sensatez.
Ése y no otro es el serio peligro de intoxicar desde los
medios, con mayor gravedad desde una emisora de televisión
y más aún si ese ente es público.
Tras
el escándalo originado, Zaplana -ministro-portavoz del gobierno
de Josemaría Aznar- tampoco tuvo empacho en manifestar que
no entendía las críticas: se acordó un texto
y éste ha sido leído en un telediario, manifestó
sin recato, como había hecho un portavoz anónimo del
ente público.
Con
esta manifestación se eleva el nivel de inmoralidad política
habido: ahora ya no hay duda, el atropello mediático al que
aludimos está amparado por un gobierno elegido por los ciudadanos,
es un atropello del gobierno hacia sus ciudadanos. ¡España
va bien!
Notas:
3 Blas
Pascal, Ensayos. Correspondencia. Pensamientos. Barcelona:
Ediciones 29, página 131.
4 Ver
"De TVE a la BBC, el abismo", publicado en Sala de
Prensa (México), en: <http://www.saladeprensa.org/art486.htm>
5 "Parece
normal, pero no lo es", en El País, Madrid, viernes
17 de octubre de 2003, página 39 / Sociedad.
6 Los
fondos de los telediarios de TVE suelen ser una gran diapositiva
fragmentada del tema del que se habla y tiene como color predominante
el clásico azul de los fondos televisuales informativos.
7
Este mismo periodista fue quien transmitía en directo la
entrada de la ministra española de Educación en el
teatro donde se iban a entregar los últimos premios Príncipe
de Asturias. Sin pensarlo dos veces, no tuvo empacho en hablar de
los aplausos que recibía la ministra
cuando los espectadores
escuchaban más silbidos que salvas. Para que no hubiera duda,
guardó silencio, para que los oyentes se percataran bien
de la intensidad de los silbidos, sobre los suaves aplausos que
se escuchaban. Es el mismo director de Servicios Informativos que
en el telediario del miércoles último de octubre,
durante la información de la presentación de los presupuestos
en el parlamento español -una sesión que dura varias
horas- la primera imagen que ofrece del líder de la oposición
es cuando éste mira nervioso su reloj de pulsera. ¿No
tendrían mejores imágenes de un jefe de la oposición
de una sesión que dura horas o es otra manera de manipulación
televisual?: otro caso de manipulación y mala educación
mediáticas.
8 Teun
A. van Dijk, La noticia como discurso / Comprensión,
estructura y producción de la información. Barcelona,
Paidós Comunicación, 1990, p. 257.
9 Ib.,
p. 238.
10 Manual
de estilo de TVE, por Salvador Mendieta, Madrid, Editorial Labor,
1993, página 121.
11
El subrayado es nuestro.
12 "Ha
nacido un sindicato: Ceceoó", en su columna de crítica
televisual 'El voyeur', publicada en el diario El Mundo,
Madrid, el viernes 17 de octubre de 2003, página 60 /
Comunicación.
13
El paréntesis es nuestro.
14
El subrayado es nuestro.
Dr.
José Manuel de Pablos Coello
Catedrático
de Periodismo, Universidad de La Laguna,
España.
Concha Mateos Martín
Especialista Universitaria en Comunicación
y Gestión Política, España. |