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Miramedia

Tele-basura: se Huele sin Mirar

 

Por José Manuel de Pablos
Número 39

De igual manera que una bolsa con basura huele y nos llega su hedor, sin necesidad de averiguar qué contiene, la televisión cuando se hace inmundicia nos deja conocer sus miserias sin el requisito de que nos detengamos ante su pantalla hedionda.

Lo peligroso y dañino de semejante actividad es que haya población con nada mejor que hacer, sin un libro que leer, sin una conversación que tener –autistas domésticos–, que se tumba ante la pantalla transformadora de voluntades y dominadora del entendimiento que se hace bruto, y ahí están dos de las razones de la porquería televisual, el dominio del espectador sin posibilidades intelectuales de defenderse de ese ataque subliminal a su conciencia.

Por eso, el éxito de la televisión mal hecha entre los poderosos –los que están en el poder–, para manejarla cuando sus hilos están a su alcance. De ahí los manejos que los gobiernos hacen de la televisión pública cuando la pueden someter a su voluntad y colocan al frente de ella a cuatro mercenarios que se creen importantes mientras manipulan y lo siguen haciendo con las bendiciones del gobernante. Es la figura del gobierno-patrón, que se cree propietario de ese recurso social y público, sin tener en cuenta que el único amo de ese ingenio es la sociedad, no la minoría social que forma gobierno.

Lo lógico es que tal cosa suceda en medio del escándalo social, pero éste poco les importa, porque quienes siempre critican esas situaciones son otra minoría sin mayor eco social… en una sociedad anestesiada con la dosis adecuada de desdichas televisuales (siempre ajenas, en un mar de morbo). Ya saben, de igual manera que ‘prensa rosa, voto azul’, televisión basura implica o favorece voto del mismo signo.

Con una televisión importante, con llegada a la población en pleno plexo solar, manejada de manera inmoral y a-profesional, ningún gobierno pasa de la mayoría parlamentaria a la oposición, como acaba de suceder en España. Tuvo que acontecer una mini-réplica de los destrozos iraquíes en el corazón de Madrid para que una parte de la población anestesiada saliera de su letargo. Durante las pocas horas en que estaban abiertas las urnas tuvieron despiertas sus conciencias y una esquina de su cerebro quedó expuesto a la luz del sol, todo lo cual ayudó para sacar de sus madrigueras a quienes mentían y manipulaban la información ya conocida y los envió a sus acaudalados despachos particulares.


Se huele sin ver
La televisión basura no requiere verla para saber de ella. Por ejemplo:

- No hace falta estar plantado ante la pantalla de Televisión Española (emisora pública) la noche del recuento de votos el 14 de marzo de 2004, para que alguien te cuente que mientras las emisoras de radio iban dando la caída del partido llamado ‘popular’ (nadie sabe por qué), en la emisora pública hablaban de otra cosa: eso es tratar de evitar la información que no les estaba beneficiando, como si de ese modo la alteraran…
- No es necesario estar atento a una programación basura para enterarte que en la tarde de aquel sábado 13 de marzo tan movido y tan intensamente político, cuando el gobierno amigo de Bush seguía insistiendo en un determinado origen terrorista de los ataques a los trenes, la emisora pública, cambiando su programación, pasara una película sobre el asesinato por los etarras de un senador socialista: eso es tratar de influir en la audiencia, señalándole lo perversos que son los terroristas que están siendo acusados por el gobierno legítimo de la nación del último macroatentado, para que nadie tenga duda de que son capaces de cualquier cosa…
- No es preciso atender a la pantalla para enterarte que un juzgado ha condenado al director de los servicios informativos por aquella desinformación que dio con motivo de una huelga general. Tampoco para conocer la manera indigna con la que el mismo personaje condenado leyó ante la pantalla y por detrás de la sentencia y del telediario la nota de réplica. Tampoco para contemplar cómo en contra del propio libro de estilo publicado de la emisora pública se refirió al sindicato denunciante por sus siglas y evitó de tal manera, de modo tan infantil, pronunciar el nombre del sindicato. Seguramente, al ser un sindicato de tinte izquierdista era probable que para aquel presentador santurrón fuera pecado y cuando fuera a visitar a su papa no estuviera tan purificado como se ha de estar para tal menester…

No hace falta estar atento a la pantalla para ver esas formas de manipulación, porque, como la basura encerrada en bolsas negras, sus efluvios te llegan, tarde o temprano. Aquí, mirar no es ver: basta con oler.

Dos modalidades de telebasura
La bazofia televisual se puede presentar de dos maneras, como la basura misma:

a) la que se aprecia claramente incluso antes de que huela –programas de escándalo, de morbo, del ‘corazón’ (corazón turbio y ‘periodistas’ de arribada), etc.– y
b) la que no se ve como tal basura y no huele sino a los especialistas de olfato muy sensibilizado, ocupados en la pesquisa de estas aberraciones, de manera que al público mayoritario le parece programación profesional, algo lógico y normal, nada que criticar.

Si bien la primera es más grosera, la segunda pasa inadvertida y afecta a zonas más sensibles de la ciudadanía convertida en súbditos del manipulador; ésta es la más peligrosa y es la que aparece en la sopa de los telediarios, como producto de técnicas profesionales puestas al servicio del manipulador. Veamos unos pocos ejemplos:

i) Los servicios informativos de televisión proyectan en la pantalla fragmentos grabados que van con un texto ad hoc, todo ello producto del montaje de la noticia, fruto de una labor profesional que conoce toda aquella persona que haya pasado por una redacción de un servicio informativo de TV. Por el contrario, en ocasiones hay noticias grabadas que llegan tan tarde a la redacción que no hay tiempo material de someterlas al montaje y se dan como llegan, con una voz en off que trata de paliar el problema de tiempo que se ha presentado. Son las llamadas ‘colas’, que siempre, por la razón explicada, van a tener una receptividad menor, por ir menos elaboradas, más en bruto. Pues, bien, en el tiempo político inmediatamente anterior al actual, noticias de ‘cola’ del presidente Josemaría Aznar, ninguna o muy pocas; ‘colas’ del candidato Zapatero, gran cantidad. O sea, una forma sibilina de manipular, con aplicación de pautas profesionales, que son las que mejor permean en una audiencia porosa y no advertida, no preparada para un ataque subliminal, tan peligroso.
ii) En una sesión del parlamento, al jefe Josemaría Aznar se le saca con toda la normalidad posible y al opositor Zapatero se le tiene marcado con una cámara al modo policial y cuando al hombre se le ocurre, por ejemplo, bostezar o mirar el reloj, ¡ésa es la toma buena! Y Zapatero sale un instante en una imagen en la que suspira o mira su muñeca, para que los espectadores piensen ‘¡Ese tío quería marcharse!’, ‘¡Ese tío no estaba interesado en la sesión del parlamento!’. Y mil comentarios malsanos y reaccionarios producidos en mil mentes diferentes, todas afectadas por la contaminación desprendida por una televisión pública manejada de forma tan escandalosa y que sólo descubren quienes miran la pantalla con ojo crítico, personas todavía sin infectar.

Los ejemplos podrían seguir y hay estudios que manifiestan cómo se abusó de una emisora de todos los españoles, pero puesta al servicio de unos pocos acostumbrados a su imperio, los verdaderos nietos de aquellos otros que cruzaron los mares con una coraza y una cruz, en busca de oro y de mayores riquezas materiales.

Una situación de escándalo mayor
Lo que ha venido sucediendo en España con la televisión, pública y privada, en los últimos años de imperio del partido llamado Popular ha sido una muestra de cómo abusar de una sociedad con las bendiciones gubernamentales.

En principio, la basura y la fetidez televisual es responsabilidad muy directa de los gobiernos que la toleran.

Si una emisora de TV es un servicio público establecido con unos objetivos sociales muy claros, que funciona porque hay una licencia concedida para lograr esa asistencia a la sociedad, no se explica que, sin repercusiones inmediatas, algunas emisora se lancen fuera de ese campo y presten sus pantallas para la pornografía más dura o para programaciones que contrarían el sentido común y el buen gusto, a extramuros del raciocinio más elemental de lo que puede interpretarse como un servicio a la sociedad. Bastaría simplemente con seguir las pautas británicas aplicadas a la paradigmática BBC para acabar con toda la inmundicia que embadurna los canales televisuales, cualquiera que sea el país donde se presente esa mugre comunicativa.

Otra cosa es que un gobierno se atreva con el macro poderío desprendido de una emisora nacional de televisión, que siempre está participada por el auténtico poder de los estados, los bancos y grandes empresas, que a su vez dependen de los auténticos emperadores de hoy, los bancos de nuevo.

Si el gobierno contempla que se va a topar con la entidad bancaria, pone rápido freno a cualquier decisión y aquí todos contentos. Pasamos del pan y circo al mendrugo y televisión basura.

La situación española ha sido de escándalo. De hecho, las desvergüenzas televisuales hispanas de los últimos tiempos han sido tan grandes y tan escondidas que cuando se aclaren y se conozcan, muchos ingenuos se van a preguntar dónde estaban. Ésta es una historia que tal vez comenzó con una transacción a la que se le dio el nombre de ‘transición’ y todos contentos con el pan y el circo que levantaba su carpa. Pero ése no es nuestro tema de hoy.

La televisión pública española bajó a tal sima, que el nuevo gobierno, de un partido llamado ‘obrero’ y ‘español’, que había sufrido los latigazos del ente público, aseguró que se acabarían los episodios de emisora pública al servicio del gobierno de turno. De estación, porque igual la manipularon los anteriores directorios, del signo que fueran: centristas, derecha y socialistas descafeinados. Nos encontramos por primera vez con un gabinete que hacía pública renuncia a su imperio sobre la televisión pública, con una promesa de devolución a su primer y único casero, la población civil. ¡Estábamos ante un hito de una democracia todavía muy joven!

De ese modo se anunció, incluso antes de las elecciones, la creación de una comisión de expertos, a la que rápidamente la debilidad periodística llamó ‘comité de sabios’, por aquello de la ‘rentabilidad’ de la simplificación.

Esa junta se ocuparía de originar un informe para poner remedio a las enfermedades varias de TVE, de modo que, por ejemplo, su futuro director general, al estilo británico, sería nombrado por el parlamento y no por el gobierno. La apuesta era sensata, plausible y merecedora de todo tipo de apoyos.

La mayoría de los componentes de ese grupo de trabajo son catedráticos de universidad, lo que de alguna manera dejaba patente una idea de estado, que se apoya en la universidad para hacer mejor las cosas. Pero esto último puede ser engañoso. España no es México, donde una alta casa de estudios pública, como la UNAM, tiene un himno que cuando se canta hace que todos los presentes levanten su puño cerrado, como prueba del carácter izquierdista de una universidad pública.

En España no levantan el puño ni los dirigentes del partido socialista, ya domesticados y en el real abrevadero constitucional; hechos a la monarquía, en una pirueta a la que algún día tendrán que explicar, contentos todavía por acudir a una enorme iglesia católica sin ser creyentes, a una serie de actos presentados como ‘boda de estado’, con sus esposas vestidas al estilo de hipódromo inglés el día que la reina va a lucirse y a ver correr a los caballos. Y es que España sigue siendo diferente en su singularidad.

Es un detalle el origen universitario de la mayoría de los integrantes de ese grupo de trabajo, sin que esto diga demasiado, porque también el partido hoy en la oposición pudiera haber creado una comisión semejante con la misma extracción, capaz de decir todo lo contrario. O sea, sí, pero no.

La idea gubernamental de acabar con la manipulación en el ente público de radiotelevisión y su compromiso de respetar lo que salga de la comisión de expertos tiene algunos problemas. Por ejemplo, el derivado de las manifestaciones de Fernández Ordóñez, dirigente socialista, afectado de incontinencia verbal, quien por encima de esta comisión y basado en su carácter tecnócrata, va y declara que habrá que privatizar la segunda cadena pública, y da una serie de argumentos peregrinos.

Es evidente que privatizar desde un gobierno de izquierdas, por muy monárquico que sea este gobierno socialista (de nuevo, la España de la pandereta y surrealista), es un aparente error, si se piensa que hay algunos recursos comunicativos que deben estar en la esfera pública y no en manos privadas.

Este Ordóñez debería mirar hacia Venezuela, la Venezuela de 2004, para conocer con detalles el devastador poderío de unas cadenas televisuales empeñadas en el constante golpe de estado mediático, que si parece menos sangriento que el golpe de estado tradicional y que tan bien se conoce en España, a la postre tiene la capacidad de una espoleta retardada que estalla en medio de una sociedad, en las mentes de tantos ciudadanos, entonces con menos autonomía, y romperla en tantos pedazos, siempre en provecho de los mismos de siempre, que es de suponer que no son los compañeros de Fernández Ordóñez.

Una oposición pueril
La situación que estamos reflejando es fruto del hundimiento que el último gobierno español de la derecha monárquica hizo de la televisión pública y la actividad que el nuevo gobierno español de la izquierda monárquica trata de establecer para sacar a flote esa misma televisión pública hundida en la basura televisual.

Se trata de que la televisión pública sea una televisión cívica. Por eso, a la presente oposición le están faltando consejeros que les indiquen prudencia, que no sigan por el camino del impedimento pueril a todo lo que se relaciona con ese proyecto ilusionante de devolver la televisión pública al público, con control parlamentario y no al servicio gubernamental.

De ahí el continuado espectáculo infantil de los opositores que todavía no asumen que han perdido las últimas elecciones generales, como también las europeas, que exigen, sin fuerza para ello, la destitución por ejemplo de la catedrática universitaria que temporalmente está al frente del ente público de radio y televisión, mientras se dispone del informe de la comisión de expertos. Están, erre que erre, insistiendo en la perversión del método clarificador elegido, sin caer en el detalle de que ese erre que erre es un error que error.

La (pen)última de sus intervenciones en torno a este asunto tan llamativo ha sido la crítica hacia una de las personas que integran la comisión de expertos, que no disponía de aparato receptor de televisión en su casa, que se lo acaba de poner… Se refieren al filósofo Emilio Lledó, quien, en efecto, no tenía televisor en su hogar y ahora lo tiene, según ha reconocido.

El error de apreciación de los opositores a este quitar al velo a la televisión pública manipulada estriba en no reconocer que la basura huele sin necesidad de mirarla. Ahora que se está eliminando la basura es cuando el filósofo Emilio Lledó podrá contemplar la pequeña pantalla sin que le llegue el hedor que producía en tiempos del anterior gobierno.

En la comisión de expertos hay mayor número de filósofos que de periodistas. Algunos académicos de la Comunicación Social, núcleo poco representado en esa comisión, han criticado ese detalle, aunque con la boca chica. El problema de una televisión pública manipulada no es un conflicto profesional, sino un caso de ética. El apartado facultativo ha servido para la intoxicación y también para su crítica desde dentro de la casa de la radio y la televisión. Todo no está perdido en RTVE.

Esto es tan cierto como que el asunto de la comunicación interesa en otras áreas de conocimiento, como la Psicología y como la Filosofía, por citar dos ejemplos. No es una cuestión ceñida en exclusiva a los estudiosos de la Ciencias de la Información y esto es parte de su grandeza.

Los objetivos de la comisión de expertos han de corretear por la senda de la moral, esto es, lejos de la indecencia comunicativa. Han de lograr que el zumbido del moscardón de la ética esté presente sin escucharse en todas sus emisiones1. Han de conseguir que la televisión pública pase inadvertida, que se agoste el campo del escándalo y la manipulación, como el aire mismo, que respiramos a cada momento y del que sólo notamos algo raro cuando está contaminado. A la televisión pública le hace falta la invisibilidad del aire limpio. Así de sencillo. Con la presencia en esa comisión de estudiosos de personajes de la integridad y talla intelectual de Victoria Camps o de Emilio Lledó, el aire televisual público de España podrá volver a pasar inadvertido. O sea, Lledó podrá ver televisión sin enrojecerse.

TV competitiva, pero sin competir
Los profesionales de la televisión pública sabrán de sobra poner en práctica lo que ya saben, pero ahora han de tener claro que la televisión pública no ha de competir por las audiencias para poder aumentar su factura publicitaria, sino ser competitiva en apoyar una mejor cultura cívica desde sus emisiones, de alguna manera limitarse a seguir los pasos de la paradigmática emisora igual británica.

Es ahora, por tanto, cuando podremos ser fruidores de la señal televisual, sin necesidad de soportar sus malos olores. Pero los recientes perdedores no han caído en eso. Y como no caen en eso, seguirán cayendo en otras instancias, por ejemplo, en las urnas, sobre todo ahora que ya no tienen una televisión pública domesticada, aunque sigan disponiendo de canales privados que les siguen el juego, todavía sin la desvergüenza de la Venezuela de 2004.


Notas:

1 Alusión al sabio comentario de García Márquez, que dijo que la ética ha de estar tan unida a la noticia periodística, como el zumbido al vuelo del moscardón.


Dr. José Manuel de Pablos Coello
Catedrático de Periodismo, Universidad de La Laguna, España. Del equipo de investigación Latina de Comunicación Social.

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