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Miramedia

Internet, Poco que ver con la Difusión del Conocimiento

 

Por José Manuel de Pablos y Concha Mateos
Número 39

Introducción
Daremos comienzo con una reflexión acerca de qué es el conocimiento, con una breve descripción de sus rasgos más característicos. A partir de ahí, trataremos de hacer algo semejante respecto a qué es Internet, sus rasgos más destacados, todo ello seguido de otra reflexión, ahora sobre la pertinencia o utilidad que la red tiene para dar cobijo al conocer y a su transmisión o divulgación.

Una hipótesis presenta argumentos referidos a que Internet no es igual a conocer, para avanzar con una serie de nuevas reflexiones contrastadas de las diferencias de actitud frente al conocimiento y la información que fomenta Internet

Trataremos igualmente de presentar otros argumentos que desvelan a Internet como instrumento o fórmula de comunicación (fórmula, no forma) propiciatoria de una determinada extensión del conocimiento.

Para acabar, los ponentes dejan sobre la mesa una visión hacia el futuro y otros planteamientos como retos o exigencias dirigidas al mundo académico.

¿Qué es el conocimiento?
Es una pregunta tan antigua como la humanidad misma, pues el conocimiento va íntimamente unido a la idea matriz de evolución y su inicio de desarrollo ligado a la mera aparición de un germen de razón humanoide, a pesar de que conocer no es una exclusividad del ser humano, que los animales también conocen y hasta son capaces de investigar para desentrañar sus dudas y obrar en su beneficio3, aunque sin la racionalidad del animal evolucionado a humán, animal provisto de razón humana, ser racional.

El conocimiento no se encuentra entre los frutos que produce la naturaleza. El conocimiento es el resultado de la manipulación que realiza el sujeto sobre aquello que ya existe, y ahí precisamente se inicia una suerte de experiencia personal, tan útil para la aparición del conocimiento.

Está el conocimiento en el germen de la propia vida, si consideramos ésta como un desarrollo de ideas y, con ello, de aptitudes e incremento de nociones ya establecidas por otros pensadores anteriores.

El hombre, la mujer, el ser humano, tiene conocimiento cuando:

a) sabe algo.
b) sabe que lo sabe, y.
c) manifiesta que lo sabe.

Si una persona sabe algo, pero no sabe que lo conoce, ese conocimiento no será tal, sino conocimiento potencial, un conocer capaz de llegar a ser conocimiento cuando sea advertido y apreciado por el sujeto.

Ese conocimiento en la persona que sabe y sabe lo que sabe se tendrá que manifestar, porque de lo contrario pasará inadvertido y un conocimiento inadvertido deja de ser conocimiento. Si hace frío, se supone que una persona lo sabe, que tiene ese conocimiento, mas si ese sujeto sale a la calle sin ropa a pesar de la baja temperatura, no manifiesta que sabe, por tanto es posible suponer que no tiene aquel conocimiento, visto que no lo manifiesta o actúa en consecuencia. Podrá mostrar, por lo que expresa de esa manera, una evidente falta de conocimiento y hasta de razón, una quiebra en su propia vida.

Si el conocimiento es vida (es la propia vida), nos consta cómo la pérdida del conocimiento biológico implica alguna forma de muerte mientras aquel conocimiento natural y orgánico no regrese al cuerpo que por quedar sin conocimiento ha quedado sin vida animal, al modo de los vegetales. Podríamos hablar en casos como éste en un estado de coma, originado por la pérdida radical del conocimiento, de un coma que en ocasiones acaba en punto final, cuando el conocimiento no retorna y el cuerpo se cansa de aguardar la llegada del conocimiento perdido por un suceso natural e indeseable.

El conocimiento que nos interesa aquí es el que crece en el jardín del conocer, de desvelar los secretos que nos plantea la propia vida y que sólo son superados mediante el ejercicio intelectual de cada persona en sus reflexiones más íntimas, después de aprovisionarse de preocupaciones e ideas de otros que ya antes tuvieron reflexiones semejantes, de las palabras y pensamientos de otras personas que llegaron a algún punto del conocimiento humano y ahora lo expanden hacia los demás, a través de su palabra, de su pensamiento abierto hacia las personas de su entorno.

El hombre posee el conocimiento como una de sus facultades más características. Gracias a ella puede prestar atención al mundo que le rodea, elaborar la ciencia, proponer una investigación acerca de los instrumentos metodológicos con los que se realiza el mismo saber científico, y puede, por último, reflexionar sobre sus propias vivencias y acciones4.

Y después de esa reflexión vendrá la difusión, la extensión del conocimiento nuevo. Esa difusión de que hablamos es posible que parta del fruto de contemplaciones tenidas por una persona capaz de pensar con una cierta potencia de pensamiento, al tratar de entender lo que sucede en su entorno, de extraer conocimiento de los fenómenos naturales que se generan en su medio natural.

En casos como éste, vamos a contemplar una prueba muy digna del ser humano, la de desear o necesitar dar cuenta de los hallazgos que una persona ha logrado después de someterse a esa actividad tan hermosa como es la de pensar, reflexionar sobre hechos y sucesos acaecidos y lograr, además, conectar sus pensamientos con las ideas de otros, para dar un paso más en la larga marcha en pro del desarrollo del conocimiento. Es una actitud llena de generosidad, sí, pero que parte de la largueza de otros pensadores anteriores, que previamente han hecho algo semejante y entre unos y otros van pavimentando la senda humana hacia un mayor conocimiento, un desarrollo de la mente, hacia el avance científico, o sea, del progreso de la humanidad. "La mente es como una tabla rasa que va adquiriendo ideas y conocimientos a través de la experiencia y nada prueba que haya principios o ideas innatas"5.

Extremo de particular interés en la puridad estricta del conocimiento lo tenemos en la mayor o menor cercanía en que el entendimiento esté de la certeza del contenido conocido. Si hay un discernimiento que está alejado de la verdadera realidad de lo que se conoce como avance del pensamiento, esa conocencia no es tal comprensión, sino error o vía equivocada hacia el conocimiento. Según esto, una de las columnas sobre las que se asienta el conocimiento es la verdad, la certeza de partida, la integridad del contenido que sirve de materia prima al pensador, por muy heterodoxo que sea ese germen del que parte todo desarrollo de una idea capaz de abrir sendas en el conocimiento de la humanidad, de forma que “lo conocido de veras tiene que ser, precisamente, la verdad; que no cabe decir que sabemos una falsedad”6.

La discusión, reflexión, entendimiento y divulgación o extensión del conocimiento ha estado y seguirá estando unida a la presencia del ser humano sobre la Tierra. El hombre, la mujer, encuentran un problema, una duda, un algo llamativo, una angustia que les debilita su estancia en su sitio y tratan de arrancar la causa de esa dificultad. Tratan de investigar la cuestión observada y así nació la investigación, que armada de un método ha propiciado el avance del conocimiento y la mayor comprensión del entorno natural por el ser humano, sujeto del conocimiento.

Si el conocimiento (...) se define, al menos provisionalmente, como un pensamiento con pretensiones y exigencia de verdad, entonces no puede entenderse como algo encerrado en la pura inmanencia, sino que debe implicar una referencia al mundo que representa y con el que debe guardar algún tipo de relación7.

Tal vez el primer instante de aproximación al conocimiento humano fue el mitológico de Eva, cuando la mujer, que no el hombre, quiso conocer qué eran aquellas bolas rojas que colgaban de un árbol que se iba a denominar manzano. Aquel atrevimiento, aquella muestra de insumisión, fue castigado y desde entonces los seres pensantes saben que tratar de conocer la verdad conlleva serios peligros y correctivos.

Para que Eva decidiera extender una mano y alcanzar la fruta algo debió suceder en su mente, una chispa de curiosidad, una pregunta formulada, precisa para que hiciera lo que hizo y no otra cosa, por ejemplo, sugerirle a Adán que fuera él quien tomara aquello de color tan llamativo. Ése pudo haber sido su primera equivocación, en una sociedad que desde ese instante demostró que iba a ser machista, dispuestos muchos hombres a aceptar una cultura social que posterga a la compañera terrenal. Así, Eva pudo tener conocimiento de la situación y del entorno social donde iba a vivir sus días. También Eva y muchos buscadores de la verdad de las cosas, en episodios como el reseñado, van a tener conciencia del dolor que lleva emparejado la búsqueda de la resolución de dudas y problemas. Eva y todos los investigadores del mundo que tratan de acercarse a la certeza de las cosas han experimentado en algún momento el sufrimiento que lleva aparejado desvelar el misterio, avanzar en el conocimiento. No es dar validez a eso de que la letra con sangre entra, sino entender que la letra hace su entrada con dificultad, porque pensar, progresar, conocer lleva aparejado el dolor de la soledad del pensador y de la no dedicación a otros menesteres que alivian más el intelecto. El conocimiento se logra solamente con esfuerzo y dolor, aunque no se trate de un dolor físico, porque es un dolor de dentro, en el espíritu.

Así ha sido desde siempre, el binomio conocer-dolor ha estado presente en la historia. García Baró nos recuerda que

En Teeteto y en Parménides (...) conservamos, efectivamente, el testimonio del esfuerzo tenacísimo del investigador por no cejar en la labor de representarse del modo más agudo todas las dificultades que cercan un problema, aunque, como en estos escritos sucede, muchas de tales dificultades parezcan derribar por tierra definitivamente los hallazgos, las doctrinas más queridas del mismo pensador que continúa, imperturbable, su progreso hacia lo radical8.

Si el pensador ocupa su tiempo, su vida, en acercarse a la verdad, sea ésta oficial o aceptada, también lo podrá hacer para ser escéptico y dudar de la verdad que nos enseñan o de la afirmación que asoma como tal verdad.

El conocimiento, en efecto, es un hecho irrebatible que se nos evidencia cada vez que no sólo nos preguntamos por la verdad de las cosas, sino incluso cuando dudamos que esa verdad sea posible para nosotros9.

Ser escéptico es una postura proclive al conocimiento. El escéptico es activo, está disconforme con algo que ve y no entiende. Quiere entender, acercarse al nuevo conocimiento que avizora desde su inconformidad.

El escepticismo, en efecto, no es otra cosa que la situación a la que llega el sujeto cognoscente cuando, dejando de suponer de forma ingenua o natural que nuestro conocimiento cumple sus objetivos con respecto a la realidad, se interroga sobre las propias capacidades para conocer –actitud crítica– y reconoce que hay motivos sobrados para dudar de su eficacia, para adecuarse al mundo efectivo, por lo que, en conclusión, no puede considerarse como cierto más que lo que se me presenta clara y distintivamente, es decir, mis propios actos de conciencia, sin que pueda decirse lo mismo de la objetividad que creíamos haber alcanzado. La actitud reflexiva sobre el conocimiento, en virtud de su reclusión sobre el campo íntimo de la subjetividad, prescindiendo de la dimensión objetiva a la que apunta el mismo conocimiento, puede catapultarnos a una actitud escéptica10.

Es irrebatible el conocimiento, como los propios hechos cuando somos testigos de los mismos. Ya se dijo que la experiencia personal es uno de los pilares del conocimiento del entorno de cada cual. Y es producto de una pregunta que nos hacemos en nuestra intimidad o fuera de ella, pero una cuestión planteada como una duda vital que hemos de tratar de resolver por encima de todas las cosas, porque sobre la resolución de esas dudas vitales se recrea la propia vida.

Kant admite que todo conocimiento empieza con la experiencia, pero la experiencia por sí misma no puede otorgar necesidad y universalidad al saber que pretende ser riguroso. Por tanto, hay que buscar el fundamento de la posibilidad de la experiencia como juicio del conocimiento11.

Y lo que aquí nos convoca hoy: Internet, como recurso de la extensión del conocimiento. La pregunta es clara: ¿Internet favorece esa amplificación del conjunto de cosas que sabemos? Antes de intentar siquiera contestarla nos tendremos que preguntar por la red como tecnología nueva al servicio de la sociedad, con fines tan dispares según los entornos donde se emplea.

¿Qué es Internet? Descripción de rasgos
Todos lo sabemos. No será necesario que nos extendamos demasiado acerca de qué es Internet, a pesar de las redundancias que a veces se encuentran en textos o referencias a la red, como la expresión "la red Internet" o "la Internet", que tan poco dice de quien así se expresa. Lo mismo podríamos decir cuando se habla de la red en plural, visto que una suma de redes no es sino una red mayor, pero red singular. Incluso el 'inter' del vocablo nuevo Internet es mera redundancia, dado que una red ya implica interconexión: una red desconectada no es red, no forma parte de una red, que por principio ha de estar ligada, conectada entre sí. Podrá ser una red menor, sin formar parte de la red mayor a la que se suma mediante la conexión o interconexión. El concepto conexión, lo mismo que la redundante ‘interconexión’, es parte consubstancial de la idea de red, del tipo que ésta sea.

Lo importante de la red –aparte de la propia red en sí, de los elementos físicos que la enlazan– es lo que hay al final de los hilos que integran la enredadera telemática: los bancos de datos a disposición del público y los propios datos digitalizados capaces de circular copiados desde los servidores remotos a los puestos de consulta en terminales informáticos. Sin riqueza informativa en los bancos de datos de las terminales de la red, lo que por la red circularía sería un vacío. Hablaríamos de una red sin sentido, como los ríos que se han secado y llevan aire por sus cauces. Pierden tanta identidad que hasta socavan el nombre y de ríos pasan a ser barrancos. No cabe mayor pérdida del ser, como ésta de llamarse de otra manera.

Internet será tal mientras los bancos de datos conectados por la enredadera telemática dispongan realmente de datos, informaciones, textos e imágenes, documentos, en suma, de interés para los visitantes a los sitiosweb, dicho como la más amplia fórmula de abrir bancos de datos a la visita de los cibernavegantes, por medio de la técnica creada por Tim Berners Lee.

La existencia de estos sitios llenos cada vez más de documentos, con sus glorias y sus miserias, por lo general abiertos y de acceso libre, originan el rasgo de anarquía telemática que se encuentra en la actual Internet, donde no hay amos ni señores y cada cual hace uso de los documentos encontrados como mejor le parece o los crea y divulga con la misma libertad, en ocasiones con abuso a esa libertad tan cara y apreciada.

La corriente populista que nace a la sombra de Internet asegura que Internet es una 'autopista de la información'. Lo hemos discutido12. ¿Cómo sería vivir en un suelo donde todas las vías fueran autopistas? Sería una tierra de locura y una vida de locura igualmente. Dejémoslo en que Internet es una trama de vías, algunas de las cuales podrán ser autopistas, pero otras simplemente vías pecuarias o aceras de barrio. No seamos tan prepotentes y sumisos. Una trama de autopistas, sí, pero también callecitas que llevan a pequeñas bibliotecas –digamos aquí 'bibliowebs'– y encontrar tesoros escondidos adonde acuden pocos visitantes. Según esto, los servidores o bancos de datos que reciben miles y miles de visitas cada día estarían en el ámbito de las autopistas de la información, pero los sitiosweb muy especializados, con alto nivel de contenidos y pocas visitas a la semana, estarían en los barrios de Internet de un entorno diferente al que recibe visitas como si se tratara de un hipermercado. Siempre habrá quien prefiera la tienda de exquisiteces. Si hemos de medir Internet por la masa visitante estaríamos, si no perdidos, sí en una dirección equivocada si solamente ésa fuera la vara de medir la calidad de lo que se encuentra enlínea.

Hasta aquí y de forma muy somera algunos de los rasgos de Internet: una trama telemática que conecta bancos de datos abiertos y por lo general de acceso libre y gratuito, cada vez más extendida por el planeta, donde el visitante puede bucear y acceder a aquellos documentos de su interés posible. Esos son los pilares del intercambio de informaciones o comunicaciones que se entablan en la red. Pero, ¿tiene esto algo que ver con el conocimiento, con la extensión del conocimiento? ¿Es lo mismo información que conocimiento? ¿Es lo mismo informarse o comunicar que conocer?

Transmisión del conocimiento
El conocimiento, ya lo dijimos, lo crea el ser humano. Y no se contagia, pero se transmite o se puede transmitir. Una enfermedad que se contagia lo hace sin que el afectado lo desee, normalmente, sin que éste se percate de que se está contagiando. El sujeto aquí es pasivo: en tal sentido, el conocimiento no se contagia, no llega a los pasivos. Transmisión siempre implica un determinado esfuerzo personal e íntimo por aprehender el conocimiento nuevo. El conocimiento puede brotar solamente en los sujetos activos.

Una emisora de radio o televisión emite un programa, pero solamente habrá transmisión si el oyente o televidente pone atención y se activa, si se transforma en receptor del mensaje emitido. Exclusivamente en ese caso la emisión se habrá erigido en transmisión; mientras no suceda así, el oyente o televidente es un receptor potencial y potencial será la transmisión. Sucede otro tanto con el conocimiento: hay que buscarlo, desearlo, además de ser lento y costoso. No es inmediato... como todo lo que encontramos a través de Internet, que es rápido y nada costoso. Aquí encontramos una primera pista en la relación entre Internet y transmisión del conocimiento.

La velocidad no es aliada de la transmisión del conocimiento, como un automóvil que fuera más rápido que el cerebro del conductor. Al arrancar el coche, el cerebro quedaría atrás. La velocidad de Internet y la velocidad del conocimiento son dispares. Internet puede ser ese automóvil que avanza más rápido que el cerebro de su conductor. ¿No parece un disparate?

Para analizar la contribución posible de Internet a la expansión del conocimiento, nos interesa distinguir tres magnitudes del conocimiento:

- se crea, se produce, es obra humana.
- se transmite.
- se transforma.

Se origina el conocimiento en la mente humana y se difunde de mente a mente, de persona a persona. Una vez divulgado y aposentado en otra mente, siempre cabrá la posibilidad de que en esa otra mente receptora el conocimiento crezca, se transforme, en suma, y se prepare para volver a ser difundido, siempre que encuentre mentes dispuestas a captar ese enriquecimiento de su intelecto.

Internet no es igual a conocer
Internet es la posibilidad técnica que tenemos para frecuentar bancos de datos abiertos a los visitantes telemáticos que de alguna de las maneras posibles hayan dado con ese servidor remoto que les muestra su contenido. Algunos –no todos– de estos visitantes conocen la dirección del sitio que desean visitar, pero otros van llegando igualmente rebotados, enlazados o redireccionados, desde otros servicios informativos enlínea.

Además –y es uno de sus rasgos más característicos– Internet es comunicación, concepto que se pone más allá del de información. Internet sirve para comunicarse las personas, al amparo de la posibilidad de interactividad entre el usuario personal y el proveedor de contenidos para el banco de datos situado en un servidor remoto. El usuario tiene la capacidad –si lo sabe– de trascender la cualidad de mero usuario y erigirse en proveedor de contenidos, para su propio sitioweb o para otros bancos informativos que accedan a recibir sus aportaciones. Esto nunca había ocurrido antes en el mundo de la comunicación, ni siquiera en la radio, que ha sido hasta el presente el entorno mediático con mayor capacidad de retroalimentación informativa a partir de sus oyentes.

Conocer, voz procedente del latín cognoscere, nos habla de la facultad que tienen los seres humanos por medio de la instrucción, la práctica y el empleo de su intelecto para inquirir la calidad, las condiciones, las relaciones de las situaciones en que se enmarca su vida y los fenómenos que advierte a cada paso. Conocer es salir de la incertidumbre después de reflexionar sobre lo visto, oído, aprendido, escuchado, leído, con la tranquilidad de cada caso y ocasión. El conocer da paso al conocimiento, como paquete de todo lo conocido por cada cual, de manera que no hay un solo conocimiento sino tantos como individuos se encuentren en esos dominios. Una vez fabricado el alojamiento para el conocer, el siguiente paso será su amueblamiento, que será acción lenta y meditada, en todo caso tan personal como el amueblamiento del hogar de cada cual.

Conocer, en el sentido primordial de tomar contacto cognoscitivo con algo, es un acontecimiento peculiar y continuo en la vida del hombre. Todo presente que es vivido en el estado de vigilia, e incluso la sombra del presente que ocurre en el sueño, es un continuo estar enterándose de novedades13.

Quien tiene conocimiento ha tomado conciencia, está concienciado de su existencia y de la existencia de las cosas y de los fenómenos que en ellas se le presentan. Tiene conocimiento quien se ha ocupado de lograrlo, cualquiera que sea la calidad o nivel de su instrucción. Sabe el campesino hacer vino y no lo sabe el arquitecto o ingeniero. Muchos son los saberes o conocimientos posibles y no depende sino del esfuerzo empeñado por cada cual.

Internet no es conocer, como no lo es cualquier otra herramienta, del tipo que sea, casera o industrial. Internet es un entorno comunicativo donde se puede asentar información con capacidad de ser transformada en conocimiento. El contenido digerido a conocimiento es el conocer virtual o potencial, no el mero contenido sin asimilar. Sucede como con los alimentos: si estos no son aceptados por el cuerpo no acaban siendo alimentación y el conocimiento no es otra cosa que la alimentación intelectual del ser humano, que lo capacita para crecer y desarrollarse, lo mismo que sucede con los alimentos que son asimilados y bien recibidos por un cuerpo. Su capacidad alimentaria, su potencia alimentaria, no depende de sí, sino de la manipulación que se origine en el interior de un determinado cuerpo. Así ocurre, hasta el punto de que dos partes de un mismo alimento pueden ser alimentación para uno que lo ha asimilado y pasado a su ser, mientras otro lo rechaza, lo vomita y nada adquiere o conoce del alimento comido.

En Internet hay datos, hay informaciones, que han de ser asimiladas por el cibernauta, como paso previo a su transformación en conocimiento. El camino es ése: datos – información – conocimiento. Si todo el conocimiento pasó antes por la fase de datos y de información, todos los datos y toda la información no acaban en conocimiento. Lo que es cierto en un sentido no lo es en el otro.

La Fundación Iberoamericana del Conocimiento, en su “Introducción conceptual a la gestión del conocimiento” 14 diferencia entre dato, información y conocimiento:

Una primera aproximación –señala-- podría ser la siguiente: los datos están localizados en el mundo y el conocimiento está localizado en agentes (personas, organizaciones,...), mientras que la información adopta un papel mediador entre ambos conceptos.
Hay que reconocer –añade en su manifiesto doctrinal– que, en realidad, lo que fluye entre agentes distintos nunca es conocimiento como tal, sino datos (información). Es posible aproximar el conocimiento de dos agentes que comparten los mismos datos, pero debido a sus experiencias anteriores y a las diferencias en el modo de procesar los datos (modelos mentales, modelos organizacionales), nunca tendrán las mismas tendencias para la acción ni estados idénticos de conocimiento. Sólo podemos conseguir aproximaciones, ya que el contexto interno y externo de un agente siempre es diferente a otro. Esto es así, porque el conocimiento es información puesta dentro de un contexto (experiencia).
En definitiva –concluye la doctrina de esta fundación–, los datos, una vez asociados a un objeto y estructurados, se convierten en información. La información asociada a un contexto y a una experiencia se convierte en conocimiento. El conocimiento asociado a una persona y a una serie de habilidades personales se convierte en sabiduría y, finalmente, el conocimiento asociado a una organización y a una serie de capacidades organizativas se convierte en capital intelectual.

En Internet encontramos datos, que conocemos cuando visitamos bancos de datos abiertos y esos datos podrán erigirse en información, paso previo a su transformación en conocimiento, estadio que surge ya fuera de la red, de los bancos de datos.

Según esto, lo importante no es Internet sino lo que a través de la red podemos encontrar, a lo que podemos acceder. Podemos acceder a un texto monográfico que denominamos libro en el entorno analógico y ahora documento o libroweb. Pero ese mismo contenido lo podríamos haber captado si a través de las calles de la ciudad llegamos a una biblioteca o a una librería. En ambos casos, habremos accedido a la unidad documental de la que podríamos obtener conocimiento si llegamos a asimilarlo, de igual forma que al entrar a un mercado podemos adquirir un alimento, que no será alimentación hasta que haya actuado como tal en mi organismo. Ni el mercado ni la biblioweb, biblioteca o librería nos han originado conocimiento: éste no se empezará a producir en nosotros hasta leer el libro, nos diga cosas nuevas o nos ayuda a reflexionar, a pensar y a sacar deducciones, para adquirir nuevos datos, informaciones que den paso a ideas o conceptos, hasta transformarse todo ello en nuevo conocimiento.

En el ejemplo expuesto, es fácil deducir que la posibilidad de conocimiento no se encuentra en la ruta seguida por el lector hasta la librería o la biblioteca, como tampoco lo es la ruta telemática que el mismo lector como cibernauta haya seguido desde un terminal informático hasta el banco de datos donde haya encontrado lo que buscaba. Esto, claro, cuando la persona que busca sabe lo que quiere y no se pierde por las callejuelas de los alrededores de la biblioteca o por el laberinto interior de la misma, sin hallar una fuente documental capaz de prestar conocimiento. Los dos ejemplos presentados hablan de personas interesadas en el conocimiento, mas de igual manera que toda la gente que transita por las calles de la ciudad no se dirige al depósito de conocimiento almacenado en forma de libros o documentos semejantes, tampoco la mayoría de los que circulan por la red están en busca de incrementar su conocimiento y muchas veces se limitan a emplear la gran herramienta como pasatiempos o diversión.

Umberto Eco tilda de ‘esquizofrenia’ a ese transitar por la enredadera telemática sin rumbo, de alguna manera derrochando sus altas posibilidades comunicativas. “El único antídoto contra la esquizofrenia de una cultura cada vez más unida a Internet son los libros”, ha dicho con rotundidad. En esa misma línea ha expresado la necesidad de “leer para crearse una identidad cultural, que las redes informáticas no pueden aportar”. Umberto Eco hace una defensa a ultranza de la literatura en la actual sociedad tecnológica, como medio para conseguir una “participación del individuo en la sociedad” y ha explicado que “los jóvenes que viajan por la red descubren nuevas curiosidades, y solamente transformarán esta curiosidad en certeza a través de la literatura”15.

La locura advertida por Eco no es tecnofobia, sino la observación de contemplar cómo hay personas que piensan que la red telemática es la panacea de todos sus males, sin caer en la cuenta de que entran en el campo de la misma esquizofrenia de aquellos que atesoran programas informáticos, más y más programas, sin saber para qué los desean, qué uso van a dar a tanta programación sin destino en sus manos.

Esa literatura de la que habla Eco no es otra cosa que la generosidad de quienes han llegado a un cierto nivel de conocimiento y optan por su extensión al resto de la humanidad, los que tratan de extender el conocimiento. “El impacto del conocimiento en la mayoría de los casos depende de que sea compartido”16. Si no se comparte pasa pronto a ser conocimiento fósil, sin uso social, por ello conocimiento con aptitud para la pérdida o desaprovechamiento.

Las personas que encuentran cosas nuevas en sus visitas virtuales y que Eco llama ‘curiosidades’ adquieren cierto nivel informativo y de saber usar la herramienta-red, en un fenómeno cercano al conocimiento, pero sólo vecino a él, que podrá llegar a ser tal conocimiento si es digerido y asimilado por su cuerpo, por su mente, como el estómago hace con los alimentos que entran en el cuerpo. Es la lectura y la comprensión de lo que se lee los elementos que van a permitir el provecho de aquella primera información o curiosidad encontrada a través de la red.

Según lo anterior, Internet no es igual a conocer sino a una cierta posibilidad informativa de acceder al conocer y a transformar en certeza o conocimiento esa curiosidad hallada en los servidores remotos, si la apoyan en la lectura, con todos los condicionantes que ésta exige para erigirse en conocimiento.

La relación información – conocimiento es de gran interés y ha ocupado largo tiempo a filósofos y otros pensadores.

Davenport y Prusak (1998, 1-6) distinguen entre los datos, que son los hechos discretos y objetivos acerca del acontecimiento, y entre información, que se despliega en forma de mensajes, documentos o comunicaciones visibles y/o audibles”. Estos autores añaden que “el conocimiento es una mezcla fluida y flexible de la experiencia, de los valores, de la información contextual y de la comprensión experta que proporciona un marco de trabajo para evaluar e incorporar nuevas experiencias e información. En definitiva, la información se transforma en conocimiento a través de las comparaciones con otras situaciones o informaciones, de las hipotéticas implicaciones de la información, de las conexiones con otros conocimientos (o partes de conocimiento) y de las conversaciones17.

Tenemos, entonces, tres conceptos: datos, informaciones y conocimiento. De los dos primeros encontramos mucho en Internet. A partir de los dos primeros conceptos, de Internet o no, tenemos la capacidad de encontrarnos con el conocimiento, que no localizamos como tal en sitio alguno, sino lo creamos, lo ampliamos, en nuestro interior, sobre la base de la inteligencia en acción:

La inteligencia es un fenómeno natural que permite a los sistemas que la tienen aprovechar la información que poseen sobre el medio, incrementarla, en definitiva, aprender” y “En este proceso continuo de inquisición llegamos, con el paso del tiempo, a formas de conocimiento y de producción cultural, como la mitología, la ciencia y la filosofía18.

En conclusión, el conocimiento lo crea el ser humano, quien nace con la mente en blanco y la ha de ir llenando de conocimiento, que no es inmanente o espontáneo. Ese conocimiento no se contagia, pero se puede transmitir. Ya vimos que el conocimiento hay que buscarlo, desearlo, en una actividad humana de la que se benefician sujetos activos, que no pasivos, que es lenta y costosa, a la par que rigurosa.

Además, el acceso al conocimiento no es inmediato... como todo lo que encontramos a través de Internet, que es una vía rápida y poco costosa.

Éstas son varias primeras pistas que nos hablan de la dificultad de llegar con lentitud al conocimiento a través de la rápida herramienta comunicativa que es Internet.

Esa rapidez telemática origina esquizofrenia, según Eco, y cantidad de curiosidad, que no se convertirá en certeza, o sea, en conocimiento, sino a través de la lectura, que es actividad humana sosegada, nada que ver con la velocidad de Internet.


Notas:

3 Durante la segunda década del siglo XX, el psiquiatra alemán Wolfgang Köhler verificó la hipótesis según la cual algunas especies de animales no racionales podían crear herramientas para conseguir sus propósitos. Investigó la reacción de un grupo de monos enjaulados y comprobó cómo eran capaces de unir cañas para que con una caña mayor poder acercar a su jaula manillas de plátano, que no estaban al alcance de sus brazos. Con otras pesquisas semejantes demostró que algunos animales eran capaces de construir herramientas para lograr sus propósitos. Puso los cimientos de la etología o estudio de la conducta animal.
4 Arce Carrascoso, José Luis (1999: 11).
5 Estany, Anna (2000: 33).
6 García-Baró, Miguel (1999: 31).
7 Arce Carrascoso, J. L. (1999: 12).
8 García Baró, Miguel (1999: 23).
9 Arce Carrascoso, J. L. (1999: 76).
10 Arce Carrascoso, José Luis (1999: 79).
11 Citado por Estany, Anna (2000: 34).
12 En el epígrafe ¿”Autopistas de la información”?, en De Pablos (2001b: 76).
13 García Baró, Miguel (1999: 75).
14 Fundación Iberoamericana del Conocimiento (visitada en marzo de 2003), en <http://www.gestiondelconocimiento.com/introducción.htm>
15 Noticia de agencia, publicada en Diario de Avisos, el lunes 3 de febrero de 2003, p. 65, referida a una intervención de Umberto Eco en un seminario celebrado en Venecia.
16 García Jiménez, Antonio (2002: 37).
17 Citados por García Jiménez, Antonio (2002: 50).


Referencias:

Arce Carrascoso, José Luis, 1999: Teoría del conocimiento. Madrid: Síntesis.
Davenport, Elisabeth y Laurence Prusak, 1998: Working knowlegde: how organization manage what they know. Boston: Harvard Business School Press.
De Pablos Coello, José Manuel, 2001b: La red es nuestra. Barcelona / Buenos Aires: Paidós.
Eco, Umberto, “El escritor Umberto Eco defiende la literatura frente a Internet”, en Diario de Avisos, lunes 3 de febrero de 2003, p. 65.
Estany, Anna, 2000: La fascinación por el saber / Introducción a la teoría del conocimiento. Barcelona: Crítica.
García-Baró, Miguel, 1999: Introducción a la teoría de la verdad. Madrid: Síntesis.
García Jiménez, Antonio, 2002: Organización y gestión del conocimiento en la comunicación. Gijón (Asturias): Trea.
Hempel, C, 1977: La explicación científica. Buenos Aires: Paidós
Quesada, D, 1998: Saber, opinión y ciencia. Barcelona: Ariel.
Merton, R.K., 1977: La sociología de la ciencia. Madrid: Alianza.
Muñoz Seca, B. y J. Riverola, 1997: Gestión del conocimiento. Barcelona: Folio.
Piaget, Jean (ed.), 1979: Tratado de lógica y conocimiento científico. Buenos Aires: Ediciones Paidós.
Sitioweb: <http://www.gestiondelconocimiento.com>


Dr. José Manuel de Pablos Coello
Catedrático de Periodismo, Universidad de La Laguna, España. Del equipo de investigación Latina de Comunicación Social.
Lic. Concha Mateos Martín
Jefe de Informativos de Canal 8 de Televisión, Tenerife, España.

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