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Por José
Manuel de Pablos
Número 41
Cualquier
estudioso de la comunicación social atento a lo que sucede
en España ha de estar encantado con los nuevos acontecimientos
que anuncian el final de la televisión basura. Por primera
vez, un gobierno ha decidido hacer ver que la televisión
es una actividad que se realiza porque previamente el operador ha
conseguido una licencia que distribuye el gobierno y que, por esa
razón tan sencilla, lo mismo que la da la puede quitar, aparte
de imponer fuertes sanciones cuando la empresa emisora transgrede
cualquier aspecto normativo.
Y así ha sucedido.
Se acaban de imponer fuertes multas por alterar la programación
sin previo aviso –contraprogramar–. Se trata de sanciones
previstas normativamente, puesto que cambiar la programación
prevista en un canal de televisión de un día para
otro significa una infracción, infracción que hasta
el presente se tomaba a broma desde las empresas operadoras. Esta
actitud de rigor desde la autoridad vigilante –el gobierno
en este momento– ha indicado a las televisoras que el asunto
va en serio, y que con rigor hay que tomárselo. El gobierno
ha mostrado una decisión firme, no sólo frente a la
contraprogramación sino también frente a la necesidad
de refundar la televisión pública y abordar la telebasura
en las emisoras privadas. Especialmente en horario infantil.
En los preámbulos
de la nueva situación, cualquier lector ha tenido que soportar
la impertinencia y la prepotencia de algún directivo que
echa la culpa a los padres de que sus hijos consuman televisión
basura. La verdad última es que en la sociedad actual, muy
pocos padres pueden luchar en solitario con la influencia social
que sus hijos reciben en el colegio, en la calle, entre sus amigos...
desde los medios, de ahí que sea plausible que el actual
gobierno de Madrid haya decidido acabar con la televisión
basura dirigida a los niños.
La vicepresidenta del
gobierno ha manifestado que no se podrá admitir que las televisoras
traten a los niños como a adultos ni a los adultos como niños.
Es interesante que haya completado su frase con la alusión
a los adultos, porque la televisión basura que afecta a los
pequeños es dañina, como lo es la serie de espacios
basura dirigido a los mayores tratados como niños, con el
cebo del morbo, del vocabulario soez, de lo nunca visto en el escenario
público, en medios que funcionan con una licencia pública,
estatal.
Un momento feliz arruinado
En medio de este momento feliz, cual es la decisión gubernamental
de dar dos meses de plazo para que toda la basura salga de la programación
televisual a la que los niños tengan acceso –que es
durante la mayor parte del día– y que eso se efectúa
por medio de la debida autorregulación, con la constitución
de una comisión seguidora ad hoc; en medio de tal momento
feliz, surge una de esas noticias que saltan a la escena pública
como una perdiz y que es muy probable que pase inadvertida, que
desaparezca del panorama mediático con la misma rapidez que
la perdiz huye del cazador. Huye visualmente, pero permanece y es.
Esa noticia-perdiz dice lo que sigue:
“Los pasaportes de la Unión Europea tendrán
un ‘chip’ con datos y huellas dactilares”. La
noticia-perdiz la encontramos a dos columnas en la página
5 de la edición del diario monárquico El País,
de Madrid, junto a una foto-noticia que en principio parece que
nada tiene que ver con ella: la foto de Berlusconi, con el brazo
derecho en alto, en el mejor modo fascista, un saludo a la italiana.
Reproducimos esa plana, que desde el punto de vista del diseño
muestra varios errores y que en este caso podría considerarse
hechos con la intención de la doble lectura: la noticia-perdiz
es una noticia fascista.
Los errores advertidos
son estos:
1) La fotografía debería
haberse separado del texto de la izquierda por una línea
fina vertical, un corondel, porque podría dar lugar a confusión.
2) La fotografía está envuelta o abrazada con el
primer texto en forma de L, que es una de las maneras canónicas
de rodear el texto la fotografía que lo ilustra.
3) La foto corresponde al texto de la derecha y la imagen que
ésta muestra está de espaldas a su texto.
Estos tres detalles de diseño
o composición de contenidos en página son habituales
en algunos diarios, pero, insisto, aquí parece que hubiera
una intención entre líneas para decirnos que la noticia
de la izquierda está conectada con el saludo fascista de
la foto del centro, que corresponde con el texto de la derecha,
al que la foto da la espalda... Veamos por qué razón
decimos tal cosa.
En España, en la España
franquista, en los años negros para la democracia, alguien
tuvo la idea de fichar a toda la población. De hacer a todos-los-ciudadanos-convertidos-en-súbditos
una ficha policial, que además era financiada por los propios
vecinos. Por esa vía, la policía española se
erigió en una policía que controlaba al país
entero y sabía de todo el mundo todo lo que era necesario
para su control: no solo la fotografía y sus datos de filiación,
sino las huellas dactilares de varios dedos. Por eso, en aquella
España, en la España actual, existe el llamado Documento
Nacional de Identidad, DNI, que no es otra cosa que una ficha policial
que, además, todo ciudadano está obligado a llevar
encima. A la llegada de la democracia actual, a lo más que
se llegó fue a sacar las huellas de la tarjeta de identidad
que todos los españoles han de portar en todo momento, pero
no en la copia que se deposita en el banco de datos de la Dirección
General de la Policía. Bueno, se llegó a más:
como al emitir millones de tarjetas identificativas cada cual con
su número individualizado que acompañará de
por vida a la persona se observaba que había personas con
los mismos nombres y apellidos, para deshacer ese “empate”
se inventó adjuntar a cada número de DNI una letra
identificativa de control. Ahora bien, como esa excelencia en el
control policial parecía poco estética en el gobierno
socialista que tuvo la feliz idea –el ministro Corcuera, del
gabinete de Felipe González–, lo que hicieron fue enmascararla
con una etiqueta nueva, que pasó a denominarse “Número
de Identificación Fiscal”, NIF –el DNI, seguido
de una letra–, porque era un recurso para solventar problemas
para el fisco... y, de paso, para que la policía tuviera
mejores posibilidades de control del personal, hasta el punto de
que no es nada extraño que se solicite el NIF en cuestiones
muy variadas que nada tienen que ver con Hacienda... ¿Me
explico?, ¿se entiende?
Control e informática
Fueron los expertos franceses Nora y Minc1,
en su famoso informe sobre la informatización de la sociedad,
unos de los primeros en dejar claro que la informatización
no tendría por qué implicar mayor control policial
de la sociedad y ponían un ejemplo muy clarificador: durante
la Alemania nazi, todo el mundo estaba controlado por medio de fichas
policiales de papel y en la Suecia democrática e informatizada
eso era un imposible. En la Alemania nazi y en la España
franquista: fichados y bien fichados, por medio de una tarjeta personal
y de un asiento en la base de datos de la Dirección General
de la Policía, con nuestra filiación entera, la foto
y las huellas dactilares de varios dedos. Era la perfección
y el sueño de todo policía en un país de excepción.
Por todo lo dicho hasta aquí,
en aquella España, como en la España actual, nunca
se entiende una determinada escena de las películas yanquis
de policías: es el momento en el que el agente introduce
con todo cuidado en una bolsa de plástico el vaso del que
ha bebido el sospechoso. Y no se entiende, porque cuando un policía
español está en la misma escena, se limita a ir a
su banco de datos, en el tiempo del papel como en el tiempo de la
informática, para saber todo lo que le pueda interesar de
ese sospechoso, pero sobre todo para conocer la identificación
del sospechoso, por medio de las huellas que poseen de él
y de toda persona desde que ésta tiene 16 años de
edad. Es inimaginable la colección de huellas, de datos tan
personales, que esta policía tiene de todos los españoles:
¿ciudadanos o súbditos?
Irrespeto con la intimidad
El atentado a la intimidad de este DNI y de su redondeo con el NIF
es de tal calibre que no cabe en cabeza humana... razonable. Es
un atentado muy legítimo y muy oficial, eso sí.
Hace pocos días, la prensa
madrileña traía la noticia de que la comunidad de
Madrid va a ser la primera que establezca un sistema radial de control
de los maltratadores de mujeres: llevarán un brazalete que
emite señales y alertará a la policía cuando
se acerque a determinada distancia de la mujer maltratada, que portará
un brazalete semejante. La medida, que sólo puede llevar
aparejada la idea de ser una disposición para evitar el asesinato
de una mujer de cada día, una especie de asunto Ciudad Juárez
a la española. Bien, pues la noticia de esa precaución
social ha servido para que la asociación progresista de fiscales
la haya criticado públicamente, por entender que es un atentado
contra las libertades públicas... de los maltratadores y
cosas por el estilo. ¿Es un desvarío o un grave error
de apreciación, de quien se detiene en esto y no ve el atentado
que supone el control policial del DNI, del NIF... y ahora del pasaporte
de la Unión Europea, que llevará un ‘chip’
con datos y huellas dactilares? ¿Cómo se ve atentado
en controlar al maltratador social y no en el control policial de
la totalidad de una población, incluidos los mismos fiscales,
todo el mundo?
El sentido de este texto no es preguntarnos
por esta incapacidad visual de los fiscales progresistas. La noticia
fechada en Luxemburgo señala en su principio:
Los pasaportes de la Unión
Europea (UE) incorporarán un ‘chip’ con datos
biométricos faciales y huellas dactilares para incrementar
la seguridad del documento y garantizar la vinculación
entre titular y portador del pasaporte”. Y más adelante,
añade: “... además de la fotografía
incluirá datos descriptivos del rostro, aunque el retrato
convencional no desaparecerá en el nuevo documento ...
y ayer se decidió que en el ‘chip’ lleve también
una huella dactilar”. Y después: “España
defendió esta idea (¡naturalmente!) con el argumento
de que las fotografías generan un 30 % de errores o indefiniciones
que quedarán superados con las impresiones digitales. Además
de ser más fiables, las huellas se pueden contrastar con
bases de datos en todos los países.
Es evidente que estas medidas policiales
tienen algo que ver con las ansias oficiales de controlar a los
terroristas y no esconden ese sueño de todo policía:
emplear sin pudor y legalmente la información íntima
y universal de los ciudadanos de un país, como valioso recurso
de control policial, al margen de cuestiones éticas o estéticas,
que la eficacia policial es lo primero, sin tonterías democráticas
de por medio. Si se dan cuenta, ese tipo de control se fomentó
en la Alemania nazi, continuó en la España franquista,
se perfeccionó en la débil democracia española
(NIF), lo volvemos a ver en los aeropuertos yanquis hace poco y
ahora lo adopta la democrática Unión Europea para
tener fichados y bien fichados a todos sus ciudadanos portadores
de pasaportes. Empezarán por los pasaportes, hasta que la
España que habla de los problemas de la foto en el pasaporte
aconseje extender el DNI a todos los países europeos.
El Gran Hermano está más
cerca que nunca, no debido a la informatización de la sociedad
sino de las ansias policiales de alcanzar la perfección en
sus controles de la sociedad.
Notas:
1
Nora, Simon y Minc, Alain, La informatización de la sociedad.
México: Fondo de Cultura Económica, 1987.
Dr.
José Manuel de Pablos Coello
Catedrático
de Periodismo, Universidad de La Laguna,
España. Del equipo de investigación Latina de Comunicación
Social. |