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Por Pedro Rojo
Número 42
La diversificación
de la audiencia de masas
Durante la década de
los ochenta, las nuevas tecnologías transformaron el mundo
de los medios de comunicación. La tecnología del vídeo
y la multiplicación de los canales de televisión fueron
fenómenos que condujeron a una diversificación cada
vez mayor de la audiencia. El desarrollo de las tecnologías
de la televisión por cable, que serían fomentadas
en los años noventa por las fibras ópticas y la digitalización,
y de la emisión directa por satélite, expandió
de forma espectacular el espectro de transmisión y presionó
a las autoridades para la desregulación de las comunicaciones
en general y la televisión en particular1.
En definitiva, los nuevos medios
de comunicación determinan una audiencia segmentada y diferenciada
que, aunque masiva en cuanto a su número, ya no es de masas
en cuanto a la simultaneidad y uniformidad del mensaje que recibe.
Los nuevos medios de comunicación ya no son medios de comunicación
de masas en el sentido tradicional de envío de un número
limitado de mensajes a una audiencia de masas homogénea.
Debido a la multiplicidad de mensajes y fuentes, la misma audiencia
se ha vuelto más selectiva. La audiencia seleccionada tiende
a elegir sus mensajes, con lo cual profundiza su segmentación
y mejora la relación individual entre emisor y receptor.
El resultado neto de esta competencia
y concentración empresarial es que mientras que la audiencia
se ha segmentado y diversificado, el contenido real de la mayoría
de la programación no se diferencia mucho de un canal a otro,
ya que los medios de comunicación están interconectados
a escala global y los programas y mensajes circulan en la red global,
aunque distribuidos localmente2.
Los bienes culturales como
nueva fuente de riqueza
Cuando hablamos de
industria de la comunicación nos referimos a un objeto interminable
por definición, que abarca al conjunto de la cultura y de
la comunicación social de nuestros días. Pero sus
fronteras encierran las tres mayores industrias creativas (cine,
disco, libro) así como los tres grandes medios de comunicación
masivos (prensa, radio y televisión), generadores de creaciones
simbólicas y destacados por su función empaquetadora,
distribuidora y promotora de todo tipo de contenidos culturales.
A estos sectores se ha de incorporar el sector multimedia. La actividad
económica de este sector abarcaría las siguientes
facetas:
a) Contenidos: abarcarían
los repertorios de música, libros, cine, programas de radio
y televisión y noticias de las publicaciones periódicas.
b) Distribución-Promoción-Comercialización:
la creciente segmentación de ofertas y demandas culturales
obliga a amortizar los productos en un mercado cada vez más
amplio, produciendo una debilidad mayor de las industrias culturales
nacionales.
c) Nuevas Redes: la toma
de posiciones de la prensa escrita en Internet y el papel pionero
de la televisión digital por satélite y de pago3.
El auge de la venta de ordenadores
y teléfonos portátiles, el desarrollo de redes por
satélite, cable u otros medios, y el aumento del ancho de
banda, entre otros motivos, han propiciando nuevas formas de distribución
mediante las cuales pueden ofrecerse productos y servicios de las
industrias de los medios de comunicación y del espectáculo.
La reestructuración de esas
industrias, y su inclusión en un movimiento que apunta a
la constitución de una industria integrada de la información
obedecen a esos importantes avances de la tecnología, para
los cuales se utiliza en general el término “convergencia”.
Esa convergencia se funda en las innovaciones tecnológicas
de la microelectrónica, la informática y las telecomunicaciones.
Mediante la digitalización, todos los tipos de datos -independientemente
de su origen- pueden manipularse e integrarse en la base de su estructura
común de información. Además, el desarrollo
de la tecnología vía satélite y fibra óptica
ha abierto la posibilidad de transmitir rápidamente un volumen
cada vez mayor de información por segundo.
Las innovaciones de los soportes
lógicos y físicos de las tecnologías de la
información y de la comunicación han transformado
las modalidades de trabajo en las industrias de los medios de comunicación
y del espectáculo. A diario la gente recibe, almacena, procesa,
presenta en pantalla y envía una gran variedad de textos,
sonido e imágenes, inclusive películas y programas
de radio y de televisión, en su país y en todo el
mundo. El contenido, independientemente de que se envíe en
un soporte electrónico, óptico o una red, debe ser
procesado por una computadora antes de poder utilizarse. Todos los
tipos de información, fonogramas e imágenes se transforman
en un sistema uniforme basado en los dígitos -uno y cero-
que permiten una infinidad de posibilidades. Gracias a este proceso
de digitalización, los distintos medios de comunicación
son más compatibles, porque todos han volcado sus contenidos
a un formato digital.
La tecnología digital comenzó
en 1990 con la aparición de la tecnología de compresión,
que permitió comprimir, almacenar, manipular y transmitir
un volumen de información digital sin precedentes. La convergencia
podría llegar a convertir los hogares de muchos países
industrializados en un centro de consumo de bienes y servicios a
través del comercio electrónico, las transacciones
bancarias electrónicas, la televisión interactiva
y la red Internet. Esta tendencia, hacia una economía basada
en la convergencia, subyace en muchas de las fusiones y adquisiciones
que actualmente se realizan en las industrias de los medios de comunicación
y del espectáculo.
Lo que caracteriza al nuevo sistema
de comunicación, basado en la integración digitalizada
e interconectada de múltiples modos de comunicación,
es su capacidad para crear nuevas formas de expresión y desarrollar
nuevos productos y servicios4:
a) la mejora las formas tradicionales de comunicación (televisión
de alta definición y digital, la aparición de nuevos
formatos para la grabación audio y vídeo, la televisión
interactiva, la publicación de bases de datos en la Web,
etc.); b) la combinación de medios de comunicación
anteriormente independientes en multimedia (periódicos en
línea, el CD ROM y el DVD); c) aparición de productos
totalmente nuevos que permiten que el usuario entre en un entorno
audiovisual tridimensional (la realidad virtual).
Algunos sectores auxiliares de los
medios de comunicación se han convertido en industrias por
derecho propio: bases de datos, la publicación en soportes
ópticos -CD ROM y DVD- y los videojuegos, entre otros. El
ritmo de la evolución tecnológica propicia que los
nuevos productos de los medios de comunicación queden con
frecuencia obsoletos al cabo de unos meses de su introducción
en el mercado5.
La convergencia de las telecomunicaciones,
la informática y el entretenimiento, la bajada de precios
y, por encima de todo, la fragmentación del mercado de masas
a través de las redes de alta velocidad tienden a generalizar
un nuevo consumo de productos culturales, estableciendo unas relaciones
entre las diferentes empresas y los ciudadanos, completamente nuevas,
más ricas e intensas. Por ejemplo, Internet se ha convertido
en un medio de comunicación en sí mismo, con sus propias
características que lo distinguen de los otros medios tradicionales.
La capacidad y dinamismo de Internet para combinar imágenes,
textos y sonidos provocó el salto hacia Internet por parte
de los medios de comunicación. La presencia de ordenadores
(de sobremesa, portátiles y agendas electrónicas)
en los hogares de los países desarrollados alcanza en la
actualidad una elevada tasa de penetración.
El usuario de Internet puede acceder
al medio desde cualquier lugar (vivienda, su centro trabajo, centro
de estudios, cibercafés, etc.) o a través de cualquier
medio de acceso, como ordenadores personales, portátiles,
agendas electrónicas, teléfono móvil, televisión,
teléfono fijo con pantalla, etc. Respecto a los usuarios
de Internet, un estudio pormenorizado de los grupos sociodemográficos
apunta hacia una distribución fuertemente asimétrica.
Son los jóvenes y personas hasta los 44 años los que
más lo utilizan, produciéndose una ausencia casi completa
de usuarios de Internet a partir de los 55 años6.
El debate que se abre cuando surge
un nuevo medio, es qué sucederá con los que han existido
hasta antes de su irrupción. Sin embargo, si nos dejamos
guiar por experiencias anteriores, la tónica general es que
en ningún caso la aparición de un nuevo medio supuso
la desaparición de otro7.
Auge del Estado regulador
y caída del Estado benefactor: ¿soportará el
sector privado el peso de la economía?
Oscilando entre una
política de extensión de las redes e infraestructuras
de telecomunicaciones y el apoyo a la producción y distribución
de contenidos adecuados a los nuevos medios electrónicos
y digitales, el eje de actuación política de los países
más desarrollados ha sido la promoción de los productos
culturales, identificando la industria de contenidos como la base
y garantía de un prometedor futuro para el empleo en la Sociedad
de la Información.
Los países más avanzados
están apostando por la creación de las infraestructuras
de información que serán el soporte de los contenidos,
ya que las grandes infraestructuras siempre han precedido a los
ciclos de crecimiento económico8.
Varias son las razones que han contribuido a la apuesta por la economía
de la información. Por un lado la competencia y las regulaciones
cada vez más abiertas y liberales. Por otro, la creciente
tecnificación en los hogares y en las oficinas y la disponibilidad
de tecnologías que pueden hacerlo viable. Pero quizá
y por encima de todas estas razones una necesidad de encontrar un
gran proyecto de suficiente impacto industrial y social que sirva
para dar un impulso global, que genere crecimiento y empleo.
La “Infraestructura Nacional
de Información” de Clinton y el “Libro Blanco”
de Delors9 son dos programas políticos
que pretendían acercar a las sociedades occidentales hacia
la nueva economía, compartiendo no solo la visión
sobre el cambio, sino también la velocidad y el ritmo al
que debe acometerse, así como la dirección y las metas
que se persiguen, que son ampliamente compartidas tanto por los
EE.UU. como por la Unión Europea.
Las Administraciones, ya sean supranacionales,
nacionales o locales, han desempeñado distintos papeles:
como “reguladores”, promoviendo las leyes necesarias
para impulsar este gran proyecto global; como “coordinadores”
de los distintos agentes que intervienen: operadores (de redes públicas,
de TV por cable, de móviles y compañías de
satélites), industrias (de equipos de telecomunicación
e informáticas) y empresas de entretenimiento; como “inversores”,
aportando capital o subvenciones para la creación de la tecnología;
y como usuarios, empezando a utilizar estas tecnologías para
anticipar mercados.
De cara a la implantación
de la nueva economía, Los Estados han elaborado documentos
programáticos o de principios -Policy Paper´s- en los
que se plantean las grandes líneas a seguir -por ejemplo,
los Libros Verdes de la UE- así como medidas legislativas,
tales como directivas, resoluciones, etc.; junto a las acciones
promocionales destinadas a favorecer el establecimiento de un fuerte
sector de telecomunicaciones -tales como actividades de investigación,
promoción de redes, apoyo a la creación de contenidos-
etc. En términos generales, las políticas de telecomunicaciones
de los países más desarrollados han tenido que establecer
un balance equilibrado entre competencia y servicio público10.
El establecimiento de ciertas reglas
del juego es lo que constituye la regulación, siempre con
la vista puesta en proporcionar el máximo beneficio para
el usuario en términos de precios y calidad de los servicios11.
La regulación se hace imprescindible cuando la prestación
de un servicio u operación de una red, considerados como
básicos y esenciales para el conjunto de la sociedad (servicio
público o interés general), corren a cargo de una
organización (pública o privada) y se dan determinadas
circunstancias que hacen ineficiente el libre juego del mercado12.
Las políticas nacionales
se enfrentan a un reto similar. Si se quiere que una nación
sea competitiva económicamente ha de permitirse a los ciudadanos
el acceso a las redes de información y a la tecnología
informática. Pero ello supone ceder parte del control sobre
la economía y la cultura. Pocos gobiernos son conscientes
de esta vulnerabilidad. Es más: el acceso global a la información
puede facilitar una nueva estructura de relaciones internacionales
basadas en determinados tipos de intereses económicos marcados
por los operadores transnacionales de telecomunicación, que
transcenderán a las naciones.
La información, entendida
como conocimiento acumulado de forma comunicable, aparece como el
cimiento del desarrollo económico, político y social.
Esta concepción de la sociedad basada en la información
y el conocimiento impone progresivamente, en todos los países,
el establecimiento de políticas de información, llevando
a sus gobiernos a asumir el reto de la globalización. Entre
las iniciativas internacionales que persiguen la implantación
de una Sociedad de la Información podemos citar las siguientes:
el plan de la UNESCO13 y el
programa e-Europe de la Unión Europea14.
La convergencia de medios, tecnologías
y servicios cada vez están demandando el establecimiento
de un orden político que sirva para regular esta convergencia.
El concepto de “Política de Información”
surge a nivel mundial, desde que el gobierno Clinton-Gore, en los
Estados Unidos, lanzase su propuesta de la “National Information
Infrastructure” (NII) a partir de 1993, donde se sugiere que
una política de información tiene el potencial de
contribuir positivamente al bienestar económico y social.
La política de información está constituida
por aquellas directrices que pretenden conseguir una estrategia
y programas destinados al desarrollo y uso de recursos, servicios
y sistemas de información (entrarían a formar parte
de ellas las dirigidas hacia archivos y bibliotecas, hacia la informática
y las telecomunicaciones, hacia el desarrollo de una tecnología
específica, de la red Internet y la producción de
contenidos digitales15 o la
digitalización de la información preexistente).
La economía de la
información cambia las relaciones de poder: influencia de
las industrias culturales y sus redes
La información
ha sustituido a los antiguos factores de producción y creación
de riqueza. El trabajo manual cede su puesto al trabajo intelectual.
Tradicionalmente, el poder en la sociedad se ha basado en la violencia,
la riqueza y el conocimiento16,
pero el poder militar y el económico (los otros dos), dependen
cada vez más del tercero: el conocimiento. El poder se basa
cada vez menos en parámetros físicos y materiales
(el territorio, el armamento) y se encarna en la capacidad para
almacenar, gestionar, distribuir y crear información.
La gran importancia geopolítica
de los medios de comunicación no reside en su omnipresencia
o en la magnitud de su oferta, sino, fundamentalmente, en su papel
de conformadores de los sistemas de opinión y de valores.
Y esto es así, hasta el punto de que ha llegado a decirse
que, en este mundo hipermediático, nada es verdad hasta que
no aparece en la prensa o, mucho más aún, en la televisión17.
La situación cada vez más dominante de la industria
de los medios de comunicación y del espectáculo de
los Estados Unidos en el mundo ha tenido muchas repercusiones específicas,
entre ellas, la predominancia del inglés como lengua dominante
de Internet y el control, casi exclusivo, de la producción
y distribución audiovisual18.
Este nuevo mundo no lo definen los gobiernos o las alianzas de gobiernos,
sino los mercados, el comercio y la comunicación transnacionales.
Se ha producido un cambio en el foco del control económico.
Y se está produciendo una atenuación de muchas fronteras
políticas y sociales. Internacionalmente se libran las batallas
por el control de las redes y flujos de alcance global, porque ello
supone control, riqueza y poder sobre 1a tecnología, las
finanzas, la información, la creación de imagen, la
política, lo cultural y lo social19.
La Sociedad de la Información
ha logrado que los países tengan una mayor interdependencia.
La mundialización ha agilizado el proceso de industrialización
de las culturas, estrechamente vinculado a las tecnologías
y a la formación de conglomerados de empresas internacionales
de los medios de comunicación, del espectáculo, y
con frecuencia de otras industrias20.
Estas empresas se están convirtiendo en verdaderas estructuras
de poder por derecho propio21.
¿Por qué
el aumento de los canales reduce el pluralismo informativo?
En la Sociedad de
la Información, el conocimiento circula a través de
redes, sin que haya un solo centro generador y/o motor de la información,
sino muchos. La información se genera en muchas fuentes:
económicas, políticas, sociales, culturales. Circula,
en la sociedad interconectada, por miles de canales y de muchas
formas distintas: audio, vídeo, datos, textos y sus múltiples
combinaciones.
Cada motor del flujo informativo
es un centro de poder distinto que puede provocar una circulación
normal o, por el contrario, una sobrecarga que afecta, al menos,
a todo un sector de la sociedad. Cada centro de poder está
capacitado para influir sobre un sector determinado. En una sociedad
interconectada, con el nacimiento y extensión de las redes,
las autopistas de la información imponen una comunicación
multidireccional, desde el momento en que cada individuo puede convertirse
en emisor y difusor de información.
Uno de los rasgos más significativos
es la simultaneidad y rapidez con que se producen los cambios, y
el grado de complejidad alcanzado, que hace difícil mantener
el control de los acontecimientos. Evidentemente, en la Sociedad
de la Información seguirán existiendo fronteras entre
quienes estén incluidos en las redes de información
y los que queden excluidos y marginados de las mismas. Estas fronteras
pueden ser de carácter individual, de grandes masas de la
población, de sectores sociales, de localidades, zonas geográficas,
países o grandes regiones. Pero serán fronteras dentro
de un nuevo orden22.
El modelo de desarrollo de la Sociedad
de la Información es una imposición del capital transnacional
en su afán por ampliar los márgenes de beneficio y
ganar la batalla regional y global por los mercados de la información
y la cultura. La transnacionalización del audiovisual y las
nuevas redes de comunicación están sometiendo las
industrias culturales nacionales a los intereses foráneos.
Por consiguiente, la libertad de expresión se somete en las
sociedades desarrolladas al monopolio de los operadores de telecomunicación.
La solidez de los grupos multimedia,
de talla notable y fuerza financiera, presiona seriamente la consistencia
del servicio público. Ese fenómeno no ha sido ajeno
a otros campos de la industria cultural: literaria, musical, cinematográfica
y televisiva, con inversiones cruzadas entre todos los sectores.
La crisis del servicio público genera la pérdida de
identidad de las radiotelevisiones públicas como plataformas
culturales nacionales o regionales, mermando gravemente un resorte
vital para garantizar, en cada país, la protección
del derecho a la información y el pluralismo23.
La industria de contenidos y servicios,
señalados de forma casi unánime como motor y clave
de la generación de valor en la era digital, muestra una
vinculación con la cultura y la comunicación de un
país/región. La disminución de 1a competencia
en los sectores de la comunicación masiva tiende a disminuir
el grado de diversidad y proximidad cultural de la oferta a la demanda.
La debilidad de las empresas locales genera que los contenidos culturales
e informativos domésticos caigan en manos de los grupos multinacionales.
Las autopistas de la información
y sus economías de escala potencian la expansión de
los productos y los grupos de comunicación globales, con
contenidos cada vez más diversificados, que acentúan
su estrategia de explotación de los contenidos nacionales
para aprovechar sus mercados internos y, al mismo tiempo, alimentar
la renovación de sus catálogos internacionales. Se
afirma la tendencia a una integración vertical entre nuevas
redes y producción de contenidos, que supondría la
discriminación de la producción auténticamente
independiente.
Las barreras de entrada impuestas
en el mundo analógico por los gastos de distribución
de los productos independientes y las creaciones regionales y locales
han sido superadas por las nuevas redes en línea, que pueden
expandir sus mercados, basados en nicho, a escala internacional,
incrementando notablemente el pluralismo de la oferta. Sin embargo
se advierte una tendencia creciente de los grupos multimedia a integrar
verticalmente esta producción independiente mediante el dominio
de las redes de distribución, de la capacidad financiera
y de la promoción de estos productos locales, tendiendo a
acumular exclusivamente el valor económico sobre los productos
más interesantes, marginando al resto.
La concentración
y la globalización generan una cultura clónica
La conformación
de los grandes grupos comenzó a gestarse en los años
setenta en EE. UU. y en los ochenta en Europa y Japón, coincidiendo
con el fin del período de la sociedad de consumo. Se hablaba
entonces de tres estrategias para el crecimiento: a) estrategia
vertical (integración de empresas en el mismo sector); b)
estrategia horizontal (economías de gama mediante diversificación
de productos dentro de un sector); c) diversificación multimedia
(en distintos sectores de la comunicación); y por último
d) conglomerados (articulación de grupos de comunicación
con grupos pertenecientes a otros sectores de la economía).
Sin embargo, las crisis económicas provocaron, en los años
ochenta, un modelo de crecimiento más comedido, basado en
la especialización de los negocios.
Aunque el proceso de concentración,
en los ámbitos nacional e internacional, ha seguido creciendo
en todos los sectores, los años noventa revitalizan nuevamente
la concentración, basada generalmente en el crecimiento externo
de los grupos (absorción o compra de activos ajenos ya instalados
en los mercados nacionales) en parte alentado por la promesa de
explotación de las nuevas redes digitales pero, sobre todo,
por un incremento de la competitividad en los mercados nacionales
e internacionales. Este ha sido el origen de los grupos multimedia
que han nacido en la década de los noventa en Estados Unidos,
Japón y Europa24.
Puesto que la singularidad de la
cultura global estriba en su capacidad de absorber los contenidos
locales de cualquier país, el apelativo de “glocalización”
cobra todo su significado para aludir a la estrategia seguida por
los grandes grupos empresariales que conforman las industrias culturales,
con redes de distribución transversales por encima de las
fronteras y con un incremento de las exportaciones de todo orden,
que arrastran consecuencias culturales sobre el consumo local, en
términos de dependencia de un determinado centro emisor de
valores simbólicos25.
La expansión incesante de
los mayores grupos en cada mercado ha generado el recurso intensivo
al mercado de capitales para la financiación de las operaciones
(salida a bolsa, conexiones directas o indirectas de los grupos
de comunicación con la banca mediante la toma de participaciones
o acciones por parte de esta, endeudamiento masivo ante la reconversión
tecnológica, etc.) y la globalización de un modelo
de gestión sobre las industrias culturales caracterizado
por un afán permanente de rentabilizar al máximo los
beneficios a corto plazo26.
En esa perspectiva, las industrias culturales incrementan sus estrategias
transversales y de integración vertical y tienden (ante las
posibilidades abiertas por la innovación tecnológica)
a multiplicar el número de mercados (nichos) de sus productos.
Las multinacionales de la industria
de la comunicación se han aprovechado de una desregulación
salvaje en cada país, aprovechando el discurso político
dominante en todo el planeta sobre la convergencia, antes incluso
de producirse en los mercados, de ipso, el despliegue de las redes,
para generar un nuevo concepto de estrategia multimedia, con la
integración vertical e intensiva entre redes, contenidos
y servicios.
En todos los mercados, los grandes
grupos se centran cada vez más sobre un número limitado
de contenidos (productos estrella), lanzados con gran aparato promocional
y alto coste publicitario. La concentración de la distribución
en grandes áreas ha permitido el control del mercado así
como la concentración y comercialización en cadenas
de distribución especializadas para estos contenidos (FNAC,
Virgin, Blockbuster... en el caso de los libros
o la música, pero también las plataformas de televisión
digital vía satélite, en el caso de los contenidos
audiovisuales).
El resultado implica una aceleración
de la difusión (y un acortamiento del ciclo de vida de los
contenidos), la estandarización de la producción y
la concentración de ingresos en pocos títulos. En
definitiva, una cultura de nuevo tipo, que ha sido tachada como
“reprocultura” o “cultura clónica”,
como repetición ritualizada de un abanico limitado de fórmulas
comerciales. Esta cultura clónica propicia transformaciones
en las programaciones de la radio o la televisión (basta
con citar ejemplos como los de “Operación triunfo”
o “Gran hermano”) , ya que la competencia por la publicidad
y las cuotas de mercado expulsa o margina a un número creciente
de géneros, formatos y tipos de productos para minorías.
De esta manera, el gusto del público se va estandarizando
progresivamente en función de un denominador común
o del target más comercial.
Incluso la prensa escrita general,
atraída por el magnetismo de la televisión se deja
contaminar por los sucesos o las noticias del corazón y por
la espectacularidad de los acontecimientos, degradando su función
periodística y su papel de espacio público. La omnipresencia
del espectáculo en todos los soportes se asume como una vertiente
poderosa de esa cultura clónica que desprecia los gustos
y las demandas de las múltiples minorías que constituyen
la opinión pública27.
Los elementos clave, a disposición
de las industrias mediáticas, para esta nueva forma de hacer
negocios incluyen: disposición de plataformas tecnológicas
adecuadas; una base de clientes poderosa; y una oferta atractiva
de contenidos. En este contexto comercial, los operadores de cada
sector concentran sus esfuerzos en lograr el control sobre el “acceso
físico” al usuario, mediante las nuevas generaciones
de terminales (ordenadores, teléfonos móviles), el
“acceso condicional” (de pago) y desde luego, la posesión
de la “red de acceso”. Las operadoras de telecomunicación
han descubierto que también pueden ofrecer servicios de difusión
colectiva y, además, de pago (que hasta ahora sólo
ofrecían las empresas audiovisuales) frente a su negocio
tradicional de servicios comunicación telefónica.
El medio o canal por el que se oferten
los servicios será indiferente para los usuarios, familiarizados
ya con los terminales multiservicio: WebTV, PC, TV digital o teléfono
móvil. Aparecen nuevas formas de difusión de información
que amenazan o diversifican la difusión convencional de radio
o TV. Incluso, la difusión de audio y vídeo sobre
Internet se define también como una nueva promesa de negocio
para las industrias culturales.
La convergencia conduce hacia mercados y servicios ubicados en "terreno
de nadie" que pueden ser ofertados por cualquier empresa que
disponga de los medios técnicos para su difusión.
Esta convergencia se está produciendo en cuatro niveles:
tecnologías y plataformas; agentes empresariales (alianzas
y fusiones); mercados de productos/servicios; y por último
la regulación y harmonización de las políticas
nacionales.
Fruto de la irresistible atracción
que ha supuesto la promesa de rentabilidad derivada de esta convergencia
es el interés despertado, desde mediados de los 90, por los
grupos de comunicación, que han centrando el desarrollo de
sus estrategias hacia Internet, en la creencia de que en un futuro
inmediato la Red constituiría un mecanismo de distribución
fundamental. Sin embargo, posteriormente y ante las continuas pérdidas,
muchas empresas han tenido que suplir los recursos destinados a
Internet, con numerosos despidos. En la actualidad, existen en las
industrias culturales dos clases de modelos genéricos de
ingresos: los financiados básicamente mediante la publicidad
(TV generalista), o mediante suscripción o pago (Internet,
TV digital).
La búsqueda de sinergias
entre diferentes industrias culturales se realiza a través
de la marca o “branding”, que se difunde por las diferentes
industrias. Por este motivo los grupos de comunicación aumentan
continuamente los costes destinados al marketing y al conocimiento
de sus audiencias a través de la investigación cualitativa
de esta. No es casualidad que cuando se explican las fusiones se
tienda a hablar de los abonados como de un activo comercial importante,
ya que constituyen para las empresas una oportunidad de integración
-sinergia de base de clientes- al disponer de información
sobre el mercado de sus abonados y poder ofertarles distintos productos
adecuados a su perfil. Esta búsqueda de sinergia centrada
en los abonados, complementa las sinergias resultantes de las ofertas
de espacios publicitarios en los distintos canales de un mismo grupo
mediático y las resultantes del desarrollo de un mismo contenido
en diferentes soportes28.
Notas:
1
De 1980 a mediados de la década de 1990, el número
de canales de televisión por satélite en el mundo
aumentó de ninguno a 300. Cit en CASTELLS, M. Op. Cit., p.
358
2 CASTELLS, M. (1998): La Sociedad
de la Información, Alianza Editorial, Madrid.Op. cit., p.
360
3 BUSTAMANTE, E (2002): Comunicación
y cultura en la era digital: industrias, mercados y diversidad en
España, GEDISA, Barcelona, p. 26
4 CASTELLS, M. Op. cit., p. 360
5 OIT (2000): Las tecnologías
de la información en las industrias de los medios de comunicación
y del espectáculo: Sus repercusiones en el empleo, las condiciones
de trabajo y las relaciones laborales. (http:www.ilo.org/sector/techmeet/smei00/
smeir.htm)
6 Comisión del Mercado
de las Telecomunicaciones / Instituto Nacional de Estadística
(2002): Informe definitivo de la encuesta a hogares españoles
sobre tecnologías de la información y la comunicación.
(PDF), p. 35.
7 PAREJA, V. (2002): Guía
de Internet para periodistas, CSIC/CINDOC, Madrid, P. 36.
8 LINARES, J.; ORTIZ, F. (1995):Autopistas
inteligentes, FUNDESCO, Madrid, p. 135.
9 “Tecnología para
el crecimiento económico de América. Una nueva dirección
para construir la fortaleza económica” y “Crecimiento,
competitividad, empleo. Retos y pistas para entrar en el siglo XXI”.
10 Tal equilibrio, por ejemplo,
en la UE surgió de la adopción del denominado Compromiso
de 1989 acordado entre las instituciones de la Comunidad Europea
y que se reflejó por primera vez en las Directivas de la
Comisión que introducían la competencia en los mercados
de equipos y servicios de telecomunicaciones (88/301/EEC y 90/388/EEC)
y en la Directiva del Consejo que establecía un marco para
la armonización a nivel comunitario mediante el establecimiento
de un mercado interior para los servicios de telecomunicaciones
a través de la implementación de una oferta de red
abierta (90/387/EEC).
11 Al menos, así es como
se define en España el objeto de la Comisión del Mercado
de las Telecomunicaciones "....salvaguardar, en beneficio del
ciudadano, las condiciones de competencia efectiva en el mercado...
"
12 GRETEL (2002): Convergencia,
competencia y regulación en los mercados de Internet, las
telecomunicaciones y el audiovisual. (Vol. II), Madrid, COIT, p.
641 y sig.
13 UNESCO (2000): Creating a
new UNESCO Programme for a just and free Information Society with
universal benefits.
14 COMISIÓN EUROPEA (1999):
Iniciativa eEurope. Una Sociedad de la Información para todos.
El objetivo de esta iniciativa es acelerar la implantación
de las tecnologías digitales en toda Europa y garantizar
que todos los europeos tengan los conocimientos necesarios para
usarlas.
15 AAVV: La necesidad de políticas
de información ante la nueva sociedad globalizada. El caso
español. (PDF). En http:// www.ibict.br/cionline/29020004.pdf
16 DORMIDO, S.; MELLADO, M.
Op. cit., p. 6
17 OIT (2000). Op. cit.
18 Ibidem.
19 CASTELLS; M. Op. cit., p.
359 y sig.
20 La industria de la música
en el mundo está dominada por cinco importantes compañías
de grabación: Sony, Warner, Universal, BMG y EMI. Las industrias
de los medios de comunicación, la teledifusión y la
cinematografía están también dominadas por
importantes empresas: Disney, Time Warner (que incluye CNN, Fortune,
Time, Metro Goldwyn Mayer), News Corporation (que incluye The Australian,
The Times, The New York Post, Harper Collins, y muchas empresas
de cinematografía y televisión), Viacom, Sony, Bertelsmann,
Seagram/Universal-Polygram, Gannett, Kirch, Havas, Vivendi, Fininvest,
Pearson, entre otras -así como por empresas gigantes a escala
regional, por ejemplo, Globo y Televisa en América Latina.
OIT (2000). Op. cit.
21 Ibidem.
22 CASTELLS, M. Op. cit., p.
93 y sig.
23 BUSTAMANTE, E. Op. cit.,
p. 26
24 Entre los primeros cincuenta
mayores grupos de cultura y comunicación por facturación
en 1998, se contaban 15 estadounidenses, 8 japoneses y 23 europeos
25 BUSTAMANTE, E. Op. cit.,
p. 28.
26 En el cine se observa este
fenómeno que tiende a magnificar el estreno de ciertos filmes
con su llegada simultánea a miles de salas a nivel mundial.
27 BUSTAMANTE, E. Op. cit.,
p. 28
28 GRETEL (2002). Op. cit.,
p.308.
Dr.
Pedro Antonio Rojo Villada
Depto. de información
y documentación, Facultad de comunicación y documentación.Universidad
de Murcia, España. |