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SEMIÓTICA Y COMUNICOLOGÍA, EL DESARROLLO DE UNA FUENTE HISTÓRICA Y CIENTÍFICA: RECUENTOS, PROBLEMAS Y RUTAS POSIBLES.

Por Carlos E. Vidales
Número 61

Resumen.- La Semiótica tiene muchas historias, reconstrucciones, problemas y rutas posibles. La intención de este trabajo es compartir una de esas rutas, la ruta que ha seguido la Semiótica en el marco de un programa científico sobre comunicación, en el marco del programa de la Comunicología posible. Lo que se muestra no es, por tanto, una investigación terminada, sino el desarrollo de una investigación en proceso que tiene al centro de su reflexión a la Semiótica, al campo de estudio de la comunicación y al programa de la Comunicología. De esta forma, el trabajo se encuentra organizado en cuatro secciones, las cuales corresponden a etapas o periodos del proceso de investigación. Por lo tanto, la primera sección centra su atención en los problemas y límites de la reconstrucción de la historia del pensamiento semiótico independiente del estudio de la comunicación. La segunda sección centra su atención en la relación/intersección entre la Semiótica y el estudio de la comunicación, lo que funciona al mismo tiempo como antecedente inmediato de la tercera sección, centrada en las implicaciones de pensar semióticamente al objeto comunicación y a su estudio. Finalmente, la cuarta sección explora las rutas posibles para un diálogo entre Semiótica y Comunicología, y plantea al mismo tiempo algunos problemas a resolver en el futuro inmediato. Como se puede observar, el trabajo da cuenta de un proceso de investigación aún en curso. 

Presentación

Estamos cerca de llegar a la primera década del siglo XXI y aún seguimos mareados después del paso tan violento que tuvo el proceso científico del siglo XX en todos los espacios académicos, de investigación y en la vida social. Parte del mareo se debe a la velocidad de los cambios y a la incapacidad del ser humano de procesarlos de forma simultánea, parte es debido al desconocimiento de ese movimiento y a la comodidad de vivir mejor en el espacio seguro de una década histórica, en el recuerdo de la estabilidad del pensamiento, pero quizá un elemento central de ese malestar sea la cada vez más evidente necesidad de pensar el mundo que nos rodea desde puntos de vista diferentes, desde posiciones que nos permitan observar la complejidad de nuestro mundo actual para poder actuar en él. Sin embargo, lo que la historia nos ha enseñado es que las propuestas que inauguran espacios de reflexión, que presentan objetos de estudio novedosos, que integran más de una disciplina para problematizar la realidad biológica y social o que se plantean como puntos de vista cosmológicos emergentes; al principio sean vistas con recelo, con duda y, en más de una ocasión, como una pérdida de tiempo. Pero si bien algunas de esas críticas han resultado correctas, muchas otras han sido desafiadas por la abrumadora evidencia de la utilidad de sus principios, es decir, es la evidencia del movimiento del pensamiento científico en donde algunos principios permanecen pero muchos otros se niegan, se completan o se rebasan (Piaget y García 2004; Khun, 2006; Chalmers, 1982). Así, varias de las ciencias y disciplinas científicas transitaron por el siglo XX, pero a muchas otras les ha tocado emerger en este periodo, confrontar la norma y cuestionar lo establecido1. Esa es precisamente la historia del estudio de la comunicación.

A principios del siglo XX se comienzan a configurar los estudios de comunicación en EE. UU. y posteriormente se extendió la importancia de su reflexión a todo el mundo. Pero desde entonces es mucho lo que ha pasado. Se han propuesto recuentos de su propia historia, principios teóricos sobre su naturaleza, se la ha conceptualizado como proceso, como elemento de organización de lo social, como principio de la complejidad y de los procesos cognitivos o como un espacio disciplinar. El movimiento más reciente ha sido su institucionalización, su incorporación como oferta académica en la vida social, un paso que para algunos ha sido el más costoso, pero no obstante las contrariedades de su existencia, es posible nombrar genéricamente un campo académico que articula algunas de las principales reflexiones sobre su naturaleza. Casi desde sus inicios, la centralidad de la reflexión sobre la comunicación ha ido acompañada por los medios de comunicación, el gran objeto de investigación, pero esta centralidad junto con su proceso de institucionalización han tenido un fuerte impacto en lo que a sus principios constructivos se refiere. Esto es a lo que John Durham Peters ha llamado la pobreza intelectual en la investigación de la comunicación, al argumentar que los debates sobre comunicación “también tienen una etiología más específica que tiene que ver, en buena medida, con los intentos paradójicos de crear una entidad institucional particular (un campo académico) fuera de una entidad intelectual universal (comunicación). En el cruce entre la institución y el intelecto, el segundo históricamente ha perdido” (Peters, 1986:528). Si bien la consideración de Peters mueve la discusión hacia el binomio conocimiento-institucionalización, lo importante a reconocer es que hasta ahora no hay una forma de entender al objeto comunicación y a su estudio, como tampoco al nivel científico de su organización.

El mismo Peters (1986) reconoce a Wilbur Schramm2 como una figura clave en este movimiento hacia la institucionalización (por lo menos en EE.UU.), pero también hacia la pobreza intelectual, pues la coartada no era la fundamentación de un espacio científico autónomo, sino la institucionalización de un espacio de reflexión compartido. Es también en este momento cuando aparece la metáfora del modelo matemático de la información de Claude Shannon (1948) extendida como principio constructivo, como teoría de la comunicación. El movimiento posterior es la relación de ese espacio institucional con una gran variedad de disciplinas científicas (aunque casi siempre a la sombra de la Sociología, una de las fuentes más importantes del pensamiento en comunicación) como la Filosofía, la Biología, la Cibernética, la Semiótica, la Economía Política, etcétera. Lo anterior sugiere que, auque no se encuentre articulado o claramente reconocible, es posible hablar de un campo académico institucionalizado. Por ejemplo, para Enrique Sánchez, “la comunicación no es una ciencia. Es un «objeto de estudio». Tampoco es una disciplina, por lo menos en el sentido fuerte que denota sinonimia de «disciplina» con «ciencia», aunque incluye los dominios humanísticos” (2002: 26). Pero quizá habría que hacer un matiz sumamente importante que el mismo Sánchez hace, dado que, si bien no hay disciplina, sí hay campo en un sentido más sociológico que epistemológico, es decir, que existen objetos de estudio y una comunidad que se interesa sistemáticamente por ellos. Por lo anterior sugiere que algunos temas de suma importancia para la agenda actual debiesen ser “la continuación de una discusión fundamentada sobre el estatuto epistemológico de las llamadas «ciencias de la comunicación», sobre su estatuto disciplinar, su relación con otros dominios científicos, etc.” (Sánchez, 2002:27). Entonces hay campo pero no ciencia.

El problema de la pronta institucionalización del campo de la comunicación ha tenido como una de sus consecuencias más serias la poca reflexión sobre sus principios epistemológicos, sus conceptos constructivos, su propia genealogía histórica o sobre la validez de los principios teóricos que supone se encuentran en la base de su práctica de investigación y reflexión. La cuestión es que la crítica a esos principios constructivos o a la inexistencia de ellos causa mucho malestar, sobre todo porque la práctica de investigación cotidiana, con los medios al centro de la discusión, sugiere no haber requerido de un examen semejante. Es, por tanto, en este contexto donde nace a principios del siglo XXI una propuesta constructiva de una ciencia de la comunicación, un nuevo tipo de malestar tanto para la comunidad académica como apara aquellos que caminan paso a paso al lado de las incertidumbres, problemas y rutas posibles de una propuesta científica emergente. La idea de base es que la ciencia de la comunicación, la Comunicología, es posible, pero no necesaria.

El caso es que en varias generaciones de trabajo académico sobre la comunicación, tenemos brotes de estudios comunicológicos, algunos ensayos de prospectiva y evaluación, una serie de nombres para una historia por escribir, pero no un campo académico con un nombre que lo ponga en forma, comunicología. Y este es el punto. Ante la abundancia del material por organizar, la multiplicación de propuestas, y la aparente diversidad de apuntes sobre algo llamado comunicación, tal vez es el momento de intentar una sistematización, un ajuste formal de conjunto, para proponer un programa de construcción de una comunicología posible (Galindo, 2005b:28).

El programa de sistematización comunicológica ha seguido y sigue varias rutas. En la primera etapa se trataba de un trabajo con descriptores conceptuales de contenido sobre la bibliografía asociada a la comunicación y de este asunto ya se tiene un primer resultado (Galindo, Karam y Rizo, 2005)3. De esta primera aproximación fue posible identificar líneas de desarrollo conceptual y matrices conceptuales para formular desde ahí una hipótesis sobre las fuentes históricas-científicas4 de la comunicación y una propuesta preliminar del concepto de comunicología5. El segundo gran movimiento fue la profundización en cada una de esas fuentes históricas y científicas, trabajo del que igualmente se tienen algunos resultados preliminares [Galindo, en prensa (a)], pero del que aún quedan muchas cosas por decir. Y de eso es precisamente de lo que nos ocuparemos en las siguientes líneas, de profundizar únicamente en una de esas fuentes: en la fuente Semiótica. Lo importante aquí a resaltar es lo que ha sucedido en la relación entre el estudio de la comunicación y la semiótica y los retos que enfrenta no sólo el propio estudio de la comunicación, sino la Comunicología en su intento de constituirse como punto de vista específico, como mirada cosmológica. Lo que se apunta hacia el futuro es un gran reto, la contraposición con un punto de vista con aspiraciones similares y bajo conceptualizaciones similares. El movimiento contemporáneo de la Semiótica ha colocado al centro de su propia conceptualización a la semiosis, los signos y a la comunicación. El reto de la comunicología será formular un punto de vista que no sea redundante con el de la semiótica o con el de cualquier otra fuente histórica y científica.

Por lo tanto, lo que las siguientes líneas intentan mostrar no es una exposición detallada de la semiótica, sus principios, sus autores o su mapa conceptual (aunque sí se presentan algunos elementos), sino de contar brevemente la historia y el desarrollo de la propia Semiótica, primero como fuente independiente de la comunicación y, después, en su relación con el campo de estudio de la comunicación. En segundo lugar nos interesa resaltar la importancia del pensamiento semiótico de la comunicación y, finalmente, los retos que la propia semiótica le presenta a un proyecto científico sobre la comunicación. Cómo se puede ver, la intención es relatar de manera breve una forma de trabajo y exploración y, al mismo tiempo, compartir con la comunidad académica en general las rutas, los problemas y las preguntas que aún quedan por resolver. De esta manera, los elementos antes descritos corresponden al contenido de las tres secciones subsiguientes y representan al mismo tiempo el itinerario del recorrido de las líneas que siguen a continuación.

 

  1. Un primer momento: una reconstrucción genealógica del pensamiento semiótico

Una primera tarea implicó recuperar y reconstruir la historia de la semiótica en su vida académica, independiente de la comunicación y su campo académico. Lo importante era identificar los textos, los autores básicos, los conceptos y los juicios fundamentales, en síntesis, el mapa conceptual de la fuente. El movimiento posterior consistió en vincular el espacio de la fuente en particular con el pensamiento en comunicación, aquí el énfasis era la historia de la fuente dentro del campo académico de la comunicación, apoyada en los textos y los autores básicos, así como el mapa conceptual correspondiente de la fuente en el espacio académico de la comunicación. De este proceso ya se tiene un primer apunte [Vidales, en prensa (a) y (b)] y es de lo que daremos cuenta brevemente en esta sección.

El primer problema que surgió fue la necesidad de tomar una posición frente a un recuento histórico determinado, dado que el propio recuento sugería de entrada una posición epistemológica frente al pensamiento semiótico y perfilaba una forma de relación específica con el estudio de la comunicación. El punto aquí son las formas o “tipos” de reconstrucciones que el propio espacio semiótico ha sugerido. Por ejemplo,  existe un tipo de reconstrucciones que se pueden denominar «extensas», dado que implican largos espacios temporales, además de tener un fuerte énfasis en la historia del signo más que en la historia de la semiótica propiamente (Deely, 2006 y 1990; Beuchot, 2004; Santaella, 1992). Un segundo tipo de reconstrucción está basada en autores o en una «progresión cronológica» (Marafioti, 2004;Zecchetto, 2003 y 2005; Beuchot, 2005 y 2001; Pérez, 2000; Rantala, 1992) y, en un tercer grupo podríamos hablar de reconstrucciones «temáticas», es decir, historias cuya reconstrucción persigue un objetivo determinado dentro de alguna disciplina académica (Sebeok, 2001; Martinet, 1988; Blasco et al, 1999)6. Lo que cada historia de la semiótica deja en claro es que no hay una semiótica, sino varias semióticas y que, más allá de la propuesta fundacional hecha por Ferdinad de Saussure y Charles Sanders Peirce a finales del siglo XIX y principios del silgo XX, es mucho lo que ha sucedido. La pregunta por tanto es, ¿qué historia seguir, por qué y para qué?

Según Veikko Rantala “dado que la semiótica es heterogénea y su ámbito muy extenso, es natural que su historia sea larga pero desconectada” (Rantala, 1992:8). Lo anterior le impone dos responsabilidades a cualquier reconstrucción histórica que se persiga, primero, la necesidad del establecimiento de un criterio analítico para relacionar lo disperso y, segundo, un objetivo de la reconstrucción. En nuestro caso en particular, el criterio analítico fueron los conceptos (un nivel epistemológico), dado que el objetivo era reconocer no progresiones temporales, sino matrices conceptuales, mapas genealógicos. De esta forma, ni lo temporal o lo geográfico fueron determinantes en la unión de lo disperso, sino las relaciones conceptuales entre los autores. Si bien no es nuestra intención profundizar en cada uno de ellos, es importante hacer mención de algunas nociones generales. Así, desde nuestro punto de vista, la semiótica nace a finales del siglo XIX y principios del siglo XX bajo dos contextos sociohistóricos y disciplinares diferentes. Generalmente se reconoce dicho nacimiento a las propuestas hechas por el suizo Monging Ferdinad de Saussure (1857-1913) en su Curso de lingüística general7 y a la hecha por el norteamericano Charles Sanders Peirce8 (1839-1914). Peirce se formó en Física, Química, Biología, Astronomía, Geología, Matemáticas y Lógica principalmente, y desde este espacio propuso a la semiótica, a la que definió como la doctrina de la naturaleza esencial de las variedades fundamentales de toda posible semiosis, es decir, su propuesta parte de un pensamiento lógico-filosófico. Por su parte, Saussure tenía una formación básicamente en Lingüística y es desde esta disciplina que propone a la semiología, una ciencia que se encargaría del estudio de los signos en el seno de la vida social y la cual formaría parte de la psicología social y por consiguiente de la psicología en general. Ambos autores no sólo propusieron nombres diferentes, sino responsabilidades y puntos de vista diferentes. 

Lo que tenemos con la genealogía que sigue a Saussure es la aplicación de su programa lingüístico a objetos de carácter no lingüístico, es decir, la aplicación de su propuesta a cualquier tipo de sistemas de signos. Por su parte, Peirce desarrolla su pensamiento en Estados Unidos bajo la influencia del Pragmatismo y en relación con William James y John Dewey. Sin embargo, pese a que la semiótica puede ser rastreada hasta finales del siglo XIX no es sino hasta mediados del siglo XX, los años sesentas y setentas específicamente, que la semiótica comienza a tener una fuerte influencia en las ciencias en general. Por otro lado, la línea que Peirce propuso en Estados Unidos fue más tarde continuada por Charles Morris (1901-1979) de la Escuela de Chicago, quien recibe fuerte influencia de algunos miembros del positivismo lógico como Rudolf Carnap y del pragmatismo conductista de su maestro George H. Mead. De igual forma, esta misma propuesta fue continuada por Thomas Albert Sebeok (1920-2001), quien de hecho fue alumno de Charles Morris en la Universidad de Chicago y de Roman Jakobson en Nueva York. A diferencia de Morris, el punto de partida de la doctrina de los signos de Sebeok esta fundado en la Biología. En su obra Signs. An introduction to semiotics, Sebeok sitúa los sistemas de comunicación como extendidos a través de todo el espectro biológico, desde una célula a un animal o al mismo ser humano, todo, dentro de la estructura de la sistemática interconexión de los signos. Esta consideración lo llevará más tarde a fundar el campo de la zoosemiótica y la biosemiótica, es decir, la aplicación de la teoría semiótica para el estudio de cualquier ser vivo (Sebeok, 2001).

Este primer programa se desarrolla básicamente en EE. UU. y más que un método de análisis, la semiótica fue considerada una forma específica de pensar y analizar el mundo, lo cual la llevó a tomar un lugar en el campo de la filosofía y la lógica. Lo que sucedió con el programa de Saussure es algo diferente, no sólo se desarrolla en otro continente sino que lo que se sigue es la extensión de la propuesta lingüística para el estudio de los sistemas de signos en general. Posteriormente, en los años setentas, apareció en Italia un intento de sistematización de lo que hasta ese momento se había desarrollado dentro del campo de la semiótica y, recobrando lo dicho por Peirce, Saussure y algunos de los autores de los que ya hemos hecho mención, Umberto Eco publica en 1976 el Tratado de semiótica general en el que, además del estado actual de los estudios semióticos, se presentaban los retos y oportunidades que la semiótica presentaba para el estudio de los diferentes procesos, objetos y actividades culturales. Esta aplicación trajo dos consecuencia para el campo semiótico, primero, la emergencia de un nuevo marco epistemológico y, segundo, el nacimiento de lo que podemos denominar la semiótica de la cultura. Esta misma necesidad de explicar lo social a través de la semiótica será compartida por Iuri Mijáilovich Lotman (1922-1993). Pero esta etapa es clave no sólo para el desarrollo epistemológico de la semiótica, sino que es durante este periodo que la semiótica cobra visibilidad y se comienzan a explorar seriamente los límites de su alcance teórico, y es, a final de cuentas, el momento en que se le abren las puertas para su incorporación a las ciencias en general y a las ciencias sociales en particular.

Lo que sucedió después ya no es tan claro, puesto que la semiótica tendió a especializarse y fragmentarse en diversos campos de investigación. Así, hoy podemos hablar de semiótica visual, semiótica del espacio, semiótica musical, biosemiótica y una gran cantidad de especializaciones más. Lo que hay que resaltar es que no es posible hablar de semiótica como algo dado, sino que siempre hay que asociarla con un tipo de estudio específico que permita visualizarla, y quizá uno de esos estudios sea precisamente el de la cultura y sus diferentes manifestaciones. Posteriormente, la semiótica se enfrenta a un cuarto modelo epistemológico que la mueve hacia nuevos caminos en los años noventas. Este nuevo espacio es producto de la relación de la semiótica con las ciencias cognitivas, con el pensamiento sistémico, con las ciencias de la complejidad, con los estudios culturales y con las matemáticas, la biología y una gran variedad de ciencias, disciplinas y enfoques teórico-metodológicos. Muestra de este nuevo espacio epistemológico son las obras de Paolo Fabbri (2004), John Deely (1990), A. J. Greimas y J. Fontanille (2002), Dario Martinelli (2007), Mats Bergman (2004),Soren Brier (2006), Terrence W. Deacon (s/f), entre muchos más. Lo principal es el reconocimiento de que la semiótica aún tiene deudas pendientes con los programas de los que nace y, más aún, tiene la necesidad de ajustarse para poder incorporar cambios que se están dando en las ciencias en general, como los apuntados anteriormente.

Dado que la intención de este trabajo no es profundizar en la historia de la semiótica, sino únicamente apuntar el desarrollo de la investigación que relaciona el pensamiento semiótico con el estudio de la comunicación, lo importante a resaltar son las genealogías reconocidas. La primera de ellas, como ya se ha mencionado, tiene como contexto histórico el pragmatismo estadounidense (James, 1981)9 y se configura bajo la propuesta de Peirce, la cual será continuada y extendida por Charles Morris desde el pragmatismo conductista y por Thomas Sebeok en la biosemiótica. En esta genealogía la semiótica transita de un pensamiento lógico-formal hacia una forma de configuración biológica y social sobre la base de la semiosis y la comunicación. La segunda genealogía tiene como contexto histórico la lingüística de finales del siglo XIX y se identifica con la propuesta de Ferdinad de Saussure. En esta genealogía es complicado identificar una semiótica como tal, dado que lo que prevalece es la aplicación del modelo lingüístico de Saussure en sistemas de signos no lingüísticos. En esta genealogía destacan los aportes de Louis Hjelmslev (1899-1965) desde la lingüística comparativa y sus intentos de “cientifizar” la lingüística, los aportes de Roland Barthes (1915-1980) desde la semiótica literaria y de la cultura, y los trabajos de Algirdas-Julien Greimas (1917-1992) en semiótica del texto. Esta segunda matriz se encuentra menos articulada que la primera, pero lo que los une es el reconocimiento que cada autor hace sobre la influencia que la lingüística y Saussure tuvo en su trabajo.

La tercera genealogía la encabeza Umberto Eco desde Italia en su intento por integrar las dos propuestas fundacionales, la de Peirce y la de Saussure. Sin embargo, apuntando a la relación posterior de la semiótica con la comunicación, sus trabajos “periodísticos” y sus reflexiones sobre los medios masivos de comunicación, serán centrales no para el desarrollo de la semiótica, sino para su relación con las ciencias sociales en general y con la comunicación en particular. Finalmente, la cuarta genealogía y la menos explorada, es la que tiene a Iuri Lotman como su principal representante, aunque se reconoce la fuerte influencia de la Escuela de Tartu10 en su trabajo. En ambos casos, tanto en Eco como en Lotman, su genealogía posterior no es tan clara, dado que les toca emerger en un momento en el que comienza simultáneamente la expansión y generalización del pensamiento semiótico, su apertura y relación son otros espacios académicos, lo que podría ser considerado como el rasgo característico de la semiótica contemporánea, su dispersidad. Por lo tanto, las barreras artificiales generadas entre las distintas genealogías11 tienden a hacerse borrosas –y en algunos casos inútiles– cuando se trata de observar el movimiento conceptual de cada una de ellas en los círculos académicos actuales. Pero no obstante las complicaciones de una lectura del estado actual del pensamiento semiótico, lo que las genealogías permitieron identificar fue la forma en que cada una de ellas conceptualizó a la comunicación.

Aparece entonces un segundo gran problema: la identificación de la conceptualización de la comunicación en las genealogías semióticas reconocidas. El problema es que la reflexión sobre la comunicación en la semiótica es reciente, de los años sesentas a la fecha. Lo que aparece antes son conceptos que sugieren un elemento comunicacional o una configuración comunicológica, pero no son propuestas explícitas. Este es el caso, por ejemplo, de la propuesta de Peirce, en la que la comunicación no aparece como concepto o como reflexión central (Bergman, 2004) sino que ha sido una tarea posterior impulsada por la intersección entre la semiótica peirceana y los estudios de comunicación (Pietarinen, 2003; Bergman, 2000). Sin embargo, en otras genealogías la comunicación es un elemento central, llegando incluso a proponerse modelos para su conceptualización y estudio, como es el caso de Lotman (1996 y 1998), Eco (2000) o Klinkenberg (2006). Lo anterior requirió una segunda segmentación de acuerdo a la forma en que el elemento «comunicación» aparecía en cada genealogía, sugiriendo la siguiente clasificación: a) la identificación de teorías semióticas que sugerían a la comunicación o un elemento comunicacional sin ser éste explícito, b) las propuestas donde la comunicación aparece como elemento explícito, c) las propuestas de teorías de la comunicación desde la semiótica y, d) las propuestas de teorías de la comunicación desde el propio campo de la comunicación pero con auditoria de la semiótica, es decir, propuestas que podríamos denominar propiamente comunicológicas. Como se puede observar, una cosa es que la «comunicación» aparezca sólo como palabra y otra muy diferente su aparición como concepto, es decir, relacionado con otros conceptos bajo un contexto general, formando teorías12. De esta forma, el movimiento contemporáneo de la semiótica, de acuerdo con las genealogías que hemos planteando, y estableciendo a la comunicación como elemento de organización, se presenta de manera esquemática en la siguiente tabla.

El desarrollo de las genealogías semióticas
           

 

Genealogía
Peirce-Morris-Sebeok

Genealogía
Saussure-Greimas-Barthes

Genealogía
Eco-Lotman

 

 

 

En el espacio semiótico

Biosemiótica (Claus Emmeche, Jakob von Uexküll, Thomas Sebeok, Jesper Hoffmeyer, Alexi Sharov, Kalevi Kull, Dario Martinelli), semiótica matemática (Joseph Goguen, Jay Lemke, Dahlstrom and Somayaji), semiótica computacional (Peter Bogh Andersen, Burghard Rieger, Joseph Goguen, Phillipe Codognet, Mark Olsen).

Sociosemiótica (Michael Halliday, L. S. Vygotsky, Jay Lemke, Paul Thibault, Rodney J. Clarke, E. Landowski), semiótica textual (Rossitza Kyheng, Daniel Chandler, Jay Lemke), Semiótica musical (David Lidov, Eero Tarasti, Robert Hatten, Rubén López Cano, Nicolas Ruwet, Gino Stefani).

Semiótica y media (Daniel Chandler, Thomas Streeter, Al Razutis, Chuck Kleinhans), semiótica cultural (Göran Sonesson, Vijayendra Rao, Michael Walton, Peeter Torop, Veerendra P. Lele),  semiótica visual (Göran Sonesson, Jean-Marie Klinkenberg, Ron Burnett, José Luis Caivano).

Teoría de la comunicación

Mats Bergman, Ahti-Veikko Pietarinen, Vincent Colapietro

John Fiske

 


En el campo de estudio de la comunicación

Lucia Santaella, Eliseo Verón, Roberto Marafioti

Wendy Leeds-Hurwitz

Jean Marie Floch

Comunicó-logos

Oscar Quezada, Göran Sonesson, Richard Lanigan, Klaus Brhun Jensen

Fuente: elaboración propia
           
Los resultados preliminares del estudio de las distintas conceptualizaciones de la comunicación desde la matriz semiótica y sobre las propuestas explícitas de modelos y teorías de la comunicación de cada genealogía, fue el reconocimiento de la comunicación como un elemento constructivo general. Para la semiótica la comunicación ha funcionado como un elemento de organización de lo biológico (Sebeok 2001) y de lo social (Verón, 1998; Eco, 2000; Lotman, 1996, 1998 y 2000). Pero también ha sido considerada como un elemento de estructuración de un principio mayor: de la semiosis (Martinelli, 2007) y de la teoría semiótica general (Deely, 1990; Sebeok, 2001, Klinkenberg, 2006). En un movimiento contemporáneo, la comunicación ha pasado al centro de la reflexión en el espacio semiótico13, por lo que la pregunta obligada es, ¿qué ha pasado con la semiótica en el campo académico de la comunicación? De esto nos ocuparemos en las siguientes líneas.

  1. La intersección entre la semiótica y el estudio de la comunicación: la reducción metodológica

 

En el intento de bosquejar una ruta que nos permita dar respuesta a la pregunta sobre la presencia de la semiótica en los estudios de la comunicación, partimos de entrada con una hipótesis contraria a la que desarrollamos muy brevemente en el punto anterior y que ya hemos desarrollado en otros trabajos (Vidales, 2007a, 2007b, 2006a y 2006b): para el campo académico de la comunicación la semiótica es una herramienta metodológica y no una matriz general de estudio o un punto de vista general, es decir, no es un modo de pensar, sino tan sólo una herramienta metodológica. Podríamos decir que parte de la historia del campo académico de la comunicación es su relación con otros campos conceptuales de los que comienza a importar principios constructores, los cuales van a ser más tarde principios epistemológicos. Por lo tanto, parte de esa historia es su relación con la Semiótica. 

La Semiótica se establece en un primer momento como una fuente metodológica en los años sesentas a raíz de los trabajos de Umberto Eco en Italia14, sobre todo los que tenían que ver con la concepción de la cultura de masas, tema que interesó e interesa de forma relevante al campo académico de la comunicación. Pero después no es mucho lo que ha sucedido, pues ha continuado siendo utilizada generalmente como herramienta de análisis de la “comunicación de masas” y es así como se le muestra en algunos de los manuales u obras que plantean las diferentes líneas de estudio que se han generado en el campo académico de la comunicación (Fiske, 1984; McQuail, 2004 y 2002; Wolf, 1987). En México la historia no ha sido muy diferente, dado que la semiótica ha tendido a ser reducida a un instrumento metodológico (Corral, 2003; Lozano, 1996). En este mismo sentido, es de llamar la atención que en un balance reflexivo sobre la comunicación en México publicado en 2005, la semiótica haya sido presentada precisamente así, como una metodología en las ciencias sociales (Becerra, 2005). Sin embargo, el problema real no es la instrumentalización de la semiótica, sino la “finalidad” de su utilización.

El punto es que el campo de la comunicación ha usado a la semiótica no sólo como herramienta de análisis, sino que implícitamente le ha otorgado cierto valor epistemológico a los conceptos que importa de ésta, lo que la ha convertido simultáneamente en una forma de justificación de todo tipo de interpretaciones que se puedan hacer sobre cualquier objeto o proceso comunicativo. La coartada sugiere que, dado que los signos son su objeto de estudio, entonces la semiótica permite establecer el “significado o sentido” de cualquiera de ellos que intervenga en la comunicación. De esta forma, se abren las puertas de la semiótica al campo de la comunicación y cualquier autor devenido de dicho campo es una fuente epistemológica posible que brinda no sólo un método, sino una lista de conceptos posibles. El campo semiótico se reduce entonces, a puntos de vista o enfoques sobre lo comunicativo, lo que lleva a pensar a Felipe López Veneroni, por ejemplo, que en efecto la semiología y lingüística, como binomios de un mismo propósito, no se nos aparecen como un cuerpo disciplinario “autónomo”, sino como técnicas de análisis especializadas y rigurosas cuya utilidad se extiende al proceso del conocimiento científico en general y que, en el caso particular del conocimiento científico de lo comunicativo, constituyen un verdadero principio metodológico que nos abre la posibilidad de poner rigor en la aproximación a los procesos colectivos de representación objetiva-expresión simbólica sobre los que se construye toda posibilidad de relación comunicativa (López, 1997:106)15. La semiótica pasa entonces de punto de vista general a una técnica de análisis.

Más aún, de estas primeras reducciones transitamos hacia a un problema epistemológico mucho mayor que tiene estrecha relación con la equiparación de dos mapas conceptuales diferentes, la semiótica y la comunicación enfrentadas. Hasta este punto la diferencia entre la comunicación como elemento semiótico o la semiótica como herramienta de análisis para la comunicación son claras, sin embargo, éste tipo de consideraciones y las investigaciones posteriores complican la relación entre ambas al entenderlas como «iguales». Por ejemplo, Manuel Corral (2003), al hablar de la ciencia de la comunicación y la semiología, considera que responden a la misma realidad, únicamente que representan dos tradiciones diferentes. Entonces parece ser que la semiótica y la comunicación representan un mismo programa de trabajo. Y en este contexto nos preguntamos, ¿puede ser la semiótica la matriz de estudio de y para la comunicación? O, ¿puede ser la comunicación la matriz de estudio para y de la semiótica? Este es, por ahora, un primer límite de la investigación.

Por otro lado, una de las oportunidades que aparecen después de un ejercicio de “cartografía” conceptual, es la posibilidad de identificar rutas claras dentro del mapa genealógico. Así, producto del primer ejercicio mostrado en el aparatado anterior, se hicieron visibles no sólo rutas genealógicas, sino sobre todo, construcciones conceptuales. Es posible entonces rastrear y hacer evidente cómo una misma palabra tiene conceptualizaciones diferentes dependiendo de la genealogía a la que pertenezca, como es el caso de la noción de «signo» en Peirce y Saussure o de «pragmatismo» en Peirce y Morris, por ejemplo16. Pero más importante aún es la posibilidad de identificar sistemas conceptuales y no sólo conceptos aislados. Derivado de este segundo ejercicio fue posible identificar los conceptos clave de cada autor y rastrear su ruta hacia delante y hacia atrás en el tiempo. Una vez con los mapas conceptuales en las manos fue posible realizar una comparación preliminar con algunos trabajos realizados en el capo de estudio de la comunicación que se dicen semióticos o estudios que se plantean como puntos de vista semióticos17. El resultado, en la gran mayoría de los casos, fue la imposibilidad de reconocer las matrices conceptuales que cada trabajo proponía como marco teórico explícito. Se identificaban conceptos pertenecientes a más de una genealogía y con más de una forma de ser entendidos, aparecían autores igualmente pertenecientes a genealogías poco relacionadas y todo se mezclaba en una surte de «amalgama» conceptual. En síntesis, no había sistemas conceptuales, sólo términos interrelacionados entre sí, más aún, lo que fuera que la investigación tratase de demostrar se hacia al margen de la semiótica, entonces ¿qué función tenía la semiótica en esos trabajos? ¿Sólo legitimación?, ¿qué es lo que quedaba una vez eliminado el marco semiótico sugerido?, ¿ideología? ¿Por qué la semiótica ha sido tan sólo una metodología en el campo de estudio de la comunicación y qué efecto ha tenido en el propio campo?

Las preguntas anteriores representan un segundo límite de la investigación, sobre todo porque se requiere hacer un estudio más fino capaz de producir evidencia sólida que sustente las hipótesis antes planteadas, pero es un trabajo que ya se encuentra en desarrollo. En síntesis, lo que hemos presentado hasta este punto son sólo algunas notas que provienen de una primera fase exploratoria que corresponde a la historia de la Semiótica y su relación con el campo de estudio de la comunicación, es decir, corresponde a una de las fuentes históricas y científicas del pensamiento de la comunicación y a su desarrollo. Lo que sigue después es una serie de cuestionamientos ya no sobre el por qué de la instrumentalización de la Semiótica en el campo de estudio de la comunicación, sino sobre lo que sucedería si la Semiótica fuese aplicada como principio constructivo. De esto es de lo que daremos cuenta en el siguiente aparatado.

 

  1. Pensar semióticamente la comunicación: problemas y límites de la teoría semiótica

La idea de la extensión del marco semiótico como matriz científica general no es nueva, sino que se ha venido planteando desde hace por lo menos dos décadas atrás e inclusive podríamos extenderla hasta los inicios de la propia disciplina semiótica, pero lo que quizá si sea nuevo sea la pregunta por su pertinencia y por la forma de su fundamentación. El punto de partida es el objeto o materia de estudio de la investigación semiótica, el cual no se reduce al estudio de los signos sino a la acción de los signos o semiosis, por lo tanto, la semiótica “contrasta con la semiosis como el conocimiento contrasta con aquello que es conocido” (Deely, 1990:105). Al trasladar el centro de una entidad conceptual (signo) hacia una configuración de relaciones conceptuales (semiosis), la semiótica se expande naturalmente hacia todo aquello que implique relaciones de este tipo. Pero la semiosis, como el complejo sistema conceptual de la semiótica, depende de un elemento que la hace pertinente para cualquier ciencia en general, es decir, la interpretación, pues ningún signo existe si no es interpretado por alguien o por algo. De esta forma, como explica Veikko Rantala, dado que la noción de interpretación juega un papel explícito en campos de estudio como la lingüística, la lógica, la filosofía, la teoría de la comunicación, la teoría de la información, la estética, la teoría literaria y la medicina; la semiótica está necesariamente relacionada con todas ellas, pero por otro lado, casi cualquier campo puede ser estudiado desde una perspectiva semiótica, dado que casi cualquier cosa puede ser interpretada como un signo (Rantala, 1992:8).

            Entre la semiosis y la interpretación aparece un tercer elemento, la significación. Para Charles S. Peirce el proceso o la relación del signo por medio de la cual es atribuido su significado es precisamente la semiosis, es decir, una acción que envuelve la relación y cooperación entre tres elementos: el signo, el objeto y el interpretante. Sin embargo, en esta ocasión nuestra intención no es profundizar en una de las tantas teorías semióticas, sino explorar el por qué de la pertinencia de la semiótica como marco epistemológico para el estudio de cualquier ciencia en general y para el estudio de la comunicación en particular. Este punto se sintetiza partiendo de las nociones de semiosis, signo, significación e interpretación de las que hemos hablado, dado que debajo de todas ellas subyacen preguntas explícitas que la teoría semiótica plantea para su propia fundamentación y que pueden ser extendibles para cualquier sistema conceptual o ciencia en particular a partir de su propia historia.   

            Para el caso concreto de la Semiótica, su historia, según John Deely (1990), será la historia de los intentos por dar cuenta de aquello que subyace a la semiosis y la hace posible, es decir, el signo, partiendo de una pregunta fundamental, a saber ¿qué es un signo, tal que él hace posible la semiosis? La Semiótica es ese intento por explicar teóricamente lo que distingue al signo de su entendimiento como tal, de aquellos estudios que lo tienen como objeto. Esta premisa básica le da forma a un campo de investigación específico, al campo semiótico. Pero la pregunta es obligada, ¿cómo es o fue este proceso en el campo de estudio de la comunicación? En este punto vale la pena recobrar una cita del mismo John Deely sobre el campo de investigación semiótica, la cual implica la discusión sobre un marco semiótico general, al considerar que el campo de investigaciones llamadas semióticas,

[…] incluye, por derecho, todas las disciplinas tradicionales en virtud de su dependencia en lo que ellas son en cuanto estructuras de significación típicamente distintas sobre una red de relaciones sígnicas que las constituyen, pero de hecho, el campo incluye aquellas disciplinas sólo en el momento que y hasta el punto de, además de ser vistas como estructuras de significación, son vistas y analizadas temáticamente en términos de esta constitución virtualmente semiótica (Deely, 1990:106). 

            El principio de extensión analítica de la semiótica la ha llevado al centro de varias propuestas científicas y la podrían llevar al centro de la propuesta en comunicación, al centro del programa de la Comunicología General. Sin embargo, en este punto la complicación es doble, pues por un lado se puede entender la ausencia de un objeto y su conceptualización histórica o, en el lado opuesto, una multiplicidad de objetos históricos. La segunda hipótesis parece ser el caso del campo de la comunicación. El problema es que la reflexión sobre la comunicación no es propiedad de los estudios que así se nombran, como la reflexión sobre la significación y el signo no son propiedad de la semiótica, sin embargo, mientras la segunda ha desarrollado un programa científico capaz no sólo de fundamentar epistemológicamente su pertinencia científica y social, la segunda ha estado casi completamente ocupada en el estudio de un objeto que no necesariamente es comunicativo (los medios de comunicación) dejando de lado la reflexión sobre su propio objeto y la pertinencia de tal estudio, en síntesis, han dejado de lado la reflexión epistemológica.

Lo que sucede entonces es que el campo de estudio de la comunicación recurre a todas aquellas aproximaciones científico-discursivas que han tratado al objeto comunicación sin importar su matriz histórico-conceptual (como las fuentes históricas y científicas ya planteadas anteriormente). El punto es que, de igual forma, todas esas “otras” miradas sobre la comunicación pueden desarrollar su propia semiótica o bien, ser leídas semióticamente. Pero el movimiento posterior dentro del campo de investigación semiótica parece confirmar la hipótesis de Jorge Lozano18 al establecer como centro reflexivo al objeto comunicación. Por ejemplo, para Thomas Sebeok, “el objeto de la semiótica, que es comúnmente reconocido, es el intercambio de cualquier mensaje – en una palabra, comunicación. A esto debe al menos ser añadido que la semiótica también está centralmente preocupada con el estudio de la significación. Por lo tanto, la semiótica es clasificable como la rama fundamental de una ciencia integrada de la comunicación, para la cual, su carácter de investigación metódica dentro de la naturaleza y constitución de los códigos, proporciona un contrapunto imprescindible” (Sebeok, 2001:27-28).

Esto complica grandemente el asunto porque implica no una lectura semiótica del estudio de la comunicación o lo que ha sucedido históricamente con él, sino que implica algo distinto, el establecimiento de un marco epistemológico desde el que se conceptualiza no sólo al estudio de la comunicación, sino al objeto comunicación de una forma específica. La distinción opera entonces en tres niveles. El primero se refiere al objeto comunicación, el segundo se refiere a los estudios que tienen precisamente como objeto a la comunicación y el tercero es el nivel de los sujetos inmersos en ese proceso de investigación. Pues bien, la semiótica, a partir de la construcción del objeto comunicación, tiene la posibilidad de transitar por los tres niveles. Las implicaciones son serias, pues enfrentan en el proceso de construcción de un sistema de pensamiento a la semiosis y a la comunicación, discusión que Dario Martinelli resuelve a partir del cuestionamiento por la propia naturaleza de la investigación semiótica. Según Martinelli, “lo que normalmente sucede es que nosotros tendemos a identificar la semiosis con la comunicación, sólo porque ésta última es la más evidente y predecible manifestación de la primera. Pero en el fondo, la comunicación es una forma de semiosis, no el todo de ella” (Martinelli, 2007:20). Esta postura hace emerger una pregunta central, a saber, ¿cuál es la diferencia entre semiosis y comunicación? Aunque por ahora no es posible dar una respuesta definitiva, por lo menos podemos afirmar que en la medida en que podamos dar respuesta a esta pregunta estaremos mirando necesariamente en alguna de las siguientes direcciones: a) en el pensamiento y fundamentación semiótica de la comunicación o, b) en la fundamentación de la propuesta científica de la comunicación. Este es un segundo límite de la investigación y un primer cuestionamiento que la semiótica le plantea al proyecto de la Comunicología General.

Por otro lado, es importante aclarar que las dos direcciones no están peleadas, sino que pueden ser integradas, pero esta integración requiere que las propuestas, para poder ser comparadas, den cuenta de su estructura, especifiquen su sistema conceptual, aclaren su genealogía y evidencien su objeto de estudio. Sólo en esta medida se puede vislumbrar un verdadero diálogo entre el campo de investigación semiótico y el campo de estudio comunicativo. La tarea consiste, por tanto, en buscar esas propuestas teóricas en el campo de estudio de la comunicación o «completar críticamente» aquellas que ya existen. Más aún, la discusión tiene que moverse de los manuales a las propuestas teóricas. El problema es que la semiótica con la que se ha trabajado en comunicación es aquella propuesta en los años sesentas y setentas, en trabajos representativos como los de Roland Barthes y Umberto Eco, así que por un lado habrá que recuperar el movimiento contemporáneo  de la semiótica y, por otro lado, recuperar algunas líneas de pensamiento que en realidad nunca fueron incorporadas, como es el caso de la propuesta peirceana. Este punto hace emerger el cuestionamiento sobre el encuentro de dos puntos de vista generales: el semiótico y el comunicológico.

En 1996 Jean-Marie Klinkenberg afirmaba que el signo instituye una cierta correlación entre una porción material del universo y una porción conceptual del universo conceptual y, al hacerlo, estructura el universo. Por otro lado, estos dos rasgos deben considerarse simultáneamente (ciertas definiciones –laxas– no insisten más que en uno de esos dos aspectos: pero no sólo los signos estructuran el universo, y hay correlaciones que no son semióticas), principio que lo llevó a afirmar que “puesto que la semiótica se ocupa de la estructura del universo –por lo menos en tanto que semiótica general– su tarea es entonces responder a la pregunta: ¿cómo conocemos el mundo?” (Klinkenberg, 2006:51). Como se puede observar, lo que klinkenberg está planteando es una ciencia general capaz de estructurar desde pequeños elementos discretos hasta unidades generales, universales, pero al mismo tiempo la sitúa al nivel epistemológico del cuestionamiento por cómo conocemos y no por qué conocemos, es decir, es una configuración cercana a la psicogénesis. Por lo tanto, ¿hay algo más general que la semiótica general o es un nivel de complejidad formal al que toda ciencia debe aspirar? ¿Es posible hablar de una teoría semiótica unificada, de una Semiótica General? La posición anterior implica una forma de construcción de conocimiento al nivel de estructuras cognitivas individuales, pero ¿qué hay del mundo social, de la sociogénesis? Por otro lado, en lo que se refiere a la comunicación, ¿es la semiótica una parte de la comunicología o es un punto de vista a tomar en cuenta en la construcción de cualquier ciencia, incluyendo a la Comunicología? ¿Es la Comunicología la formalización semiótica de la comunicación? 

La reducción instrumental de la que ha sido objeto la semiótica al relacionarse con otras ciencias y disciplinas científicas, y en particular con el estudio de la comunicación, tiene que ver con la dificultad de pasar de los modelos formales a los referentes empíricos: si no hay referentes empíricos la Semiótica es sólo lógica, formalidad de la retórica y de la expresión lingüística. Pero por otro lado, si hay referentes empíricos la Semiótica es un recurso de formalización para la construcción conceptual y teórica. En este sentido, según Jesús Galindo, la situación es la siguiente. La comunicación puede ser concebida por la Semiótica, por tanto hay una teorización posible de la comunicación desde ese punto de vista. Pero por otra parte la comunicación también puede ser concebida como algo que no está dentro del programa semiótico, por tanto exige a la Semiótica algo que no tiene. Y en un tercer lugar la comunicación desde una perspectiva sistémica, cibernética, se mueve en una configuración alterna a la Semiótica, pero puede apoyarse en ella para ciertos ejercicios de precisión en la configuración formal19. Sin embargo, lo que un primer asomo a la intersección semiótica-comunicación ha mostrado es que la semiótica presente en los estudios en comunicación, es decir, la Semiótica como fuente histórica y científica de la comunicación no es clara y, en muchos casos, es inexistente. Por lo tanto, se puede aspirar a esa formalización sistémica sin la Semiótica histórica, sino con la reflexividad formal de todo proceso de complejización reflexiva sobre la representación del mundo y su conceptualización estructurada en sistemas de significación. Entonces, ¿es la Semiótica una ciencia, o es un nivel de organización de la información formalizada?

Una primera hipótesis [Vidales, en prensa (a)] sugería la inexistencia de la semiótica en los estudios de la comunicación, por lo menos como punto de vista formal, dado que su presencia instrumental (metodológica) es innegable. Lo anterior sugiere un movimiento hacia el reconocimiento de las fuentes históricas y científicas de la propia Semiótica, es decir, hace falta identificar dónde cada una de las rutas genealógicas propuestas han sido desarrolladas, completadas o negadas por otros (Piaget y García 2004), el reconocimiento de los objetos de cada una de ellas así como la genealogía de cada autor; lo cual supone un extenso trabajo aún por desarrollar. Para la Comunicología General aún no queda claro si la semiótica es un nivel de configuración formal de todo sistema de conocimiento de lo particular, o es algo distinto. Sin embargo, la hipótesis de trabajo se inclinada hacia lo primero, hacia un nivel de configuración formal de todo sistema de conocimiento de lo particular, de ahí que puede haber Semiótica de todo objeto particular, configurándolo en un nivel formal. Pero por otro lado, el problema de la comunicación es el inverso, en cierto sentido. Es un objeto de estudio, pero no está claro cuál es el punto de vista científico que lo estudia. Hay varios puntos de vista que lo tienen como objeto, de ellos se puede derivar un nivel de estructuración semiótico. El resultado sería una Semiótica de la comunicación mediada por ciencias particulares y una Comunicología General construida con la auditoria formal de la semiótica. Cómo se puede apreciar, aún es mucho lo que queda por indagar, clarificar, discutir y compartir. Tareas para el futuro inmediato.

            La propuesta genealógica que aquí hemos presentado no es la única posible y mucho menos se encuentra acabada, sino que es un apenas un apunte, un bosquejo de un mapa posible, así que la tarea de reconstrucción e indagación histórica es todavía una tarea que se encuentra en proceso, sin embargo, ya es posible comenzar a formular algunas hipótesis al respecto y trazar rutas posibles para su posterior desarrollo. La primera de esas tareas implica profundizar en la semiótica contemporánea, en su movimiento y contacto con la memética, con las ciencias cognitivas y con la cibernética, pero también recuperar las propuestas explícitas de teorías de la comunicación nacidas de la re-lectura de autores clásicos, como es el caso de lo sucedido con Peirce, exploración que seguramente abrirá nuevos caminos por donde transitar. Por otro lado, una segunda tarea será ir afinando cada vez más las implicaciones de la relación de la semiótica con el estudio de la comunicación y con la Comunicología, pues siempre aparece la pregunta por la pertinencia de su relación. Semiótica y Comunicología: ¿para qué? Por último, de lo que tratan las siguientes líneas es precisamente de bosquejar estas dos tareas que aquí sólo hemos planteado brevemente, se trata pues, de proponer rutas posibles que nos acerquen a la clarificación de algunas de las preguntas que aquí hemos venido planteando. Una vez más, los que planteamos no son ni los únicos caminos que se pueden seguir ni los más importantes, sino tan sólo algunos que vislumbramos como posibles y algunas reflexiones como inaplazables. 

 

  1. Semiótica y Comunicología: sobre las rutas posibles y las tareas a futuro

A finales de los años ochentas la revista Diálogos de la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social (FELAFACS) publicó su número 22, el cual tuvo como centro la discusión del estado de la Semiótica en América Latina en su relación con la comunicación social. Lo que resultaba interesante del recuento es que los trabajos que se presentaron tuvieron como eje fundamental la relación de la semiótica con el nivel institucional, las escuelas de enseñanza y los planes de estudio de comunicación de algunas universidades latinoamericanas. Lo anterior supone que ya existen una serie de trabajos de reconstrucción histórica que permiten dar cuenta de los actores, los lugares y el tipo de producción semiótica que se ha desarrollado específicamente en México y en América Latina20. Pero aún queda el trabajo de descripción más fino, el propiamente epistemológico en el que se den cuenta de las genealogías de autores, conceptos y teorías, que den cuenta explícitamente del tipo de relación que se ha establecido entre la Semiótica y el estudio de la comunicación, es decir, hace falta una revisión histórica crítica que deconstruya lugares comunes pero que proponga bases firmes sobre las que se pueda comenzar a construir otro tipo de relaciones, relaciones cuya característica principal sea la evidencia de su estructura.

Pero el trabajo histórico y reconstructivo es apenas un primer paso que tiene que ser seguido por propuestas concretas para pensar el mundo biológico y social desde la comunicación o desde la Semiótica, que permita no sólo entender su organización sino quizá algún día modificar su configuración, pues de no ser así, la tarea reconstructiva y la propuesta teórica no tienen sentido alguno. En la International Conference on Charles Sanders Peirce “Applying Peirce” del Helsinki Peirce Research Centre llevada a cabo en junio de 2007 en Helsinki, Mats Bergman, un distinguido estudioso de Peirce y de la Semiótica en el mundo, afirmaba que si la Semiótica de Peirce no se podía aplicar directamente a la comunicación, entonces no debía usarse. Y en esto es precisamente en lo que consiste el reto, en pasar de los modelos formales, las deconstrucciones y críticas históricas hacia las propuestas de organización y teorización de la comunicación, de lo biológico, de lo social o de lo universal y, en un último paso, quizá pensar en la intervención. Sólo así estaremos en posibilidad de saber con certeza si en efecto, la semiótica es un proyecto no sólo ajeno al estudio de la comunicación, sino ajeno a cualquier posibilidad de estudio científico, si es en realidad un proyecto científico o  si sólo es especulación filosófica.

A un par de años del primer decenio del siglo XXI, el campo de estudio de la comunicación sigue trabajando con modelos semióticos de los años sesentas y setentas (como los de Umberto Eco o Roland Barthes) mientras algunas genealogías, como la peirceana, continúan casi sin ser exploradas. El reto es traer la noticia del movimiento contemporáneo de la semiótica a los estudios de comunicación. Por ejemplo, es necesario recuperar la investigación comunicológica sobre la obra de Pierce como lo plantea Ahti-Veikko Pietarinen y Mats Bergman. Según Pietarinen (2003), la idea peirceana de comunicación es un diálogo entre interlocutores de una naturaleza general de mente puesta sobre la base de signos, dentro de la rica pintura que emerge de una verdadera investigación transdisciplinaria y multi-agente. Pero estos agentes no son sólo abstractos sino también signos y así también mentes en una relación auténtica con los objetos, por lo que la teoría de la comunicación en Peirce sería primeramente una teoría lógica. En este sentido, dado que todo pensamiento es un signo, ningún pensamiento pude evolucionar a menos que sea concebido como un diálogo (múltiple interpersonal). Una persona no es en lo absoluto individual. ¿Un movimiento de la psicogénesis a la sociogénesis?

Por otro lado, para Mats Bergman (2000), la semiótica pura está únicamente preocupada por las condiciones abstractas de la representación y la verdad, y considera que la comunicación no es un problema (área) filosófico, por lo que sería mejor dejárselo a las ciencias especiales. Entonces ¿Semiótica pura vs. Semiótica aplicada? El punto es que la crítica de la idea de comunicación se olvida de la conexión con el resto del pensamiento peirceano como por ejemplo, el pragmaticismo. El reto aquí es la recuperación de la discusión posterior sobre teoría de la comunicación y pensamiento peirceano. De esto hay un primer apunte, pero todavía no hay una consecuencia de su propuesta (Jensen, 1997). La semiótica es supuestamente un modo de investigación estrictamente filosófico mientras que la investigación en comunicación parece implicar un tipo de investigación empírica de los hechos sociales, de ahí la importancia del pragmatismo y de las dimensiones empíricas de las que ya hemos hablado. Lo anterior corresponde a la indagación en el pensamiento peirceano, pero la semiótica no se agota ahí, sino que se expande a diversos espacios de investigación, siendo uno de ellos la cibernética y el pensamiento sistémico. Es desde este contexto que Brier Søren (2006) denuncia la necesidad de marcos trans-científicos para la investigación interdisciplinaria y desde donde propone la integración de la cibernética de segundo orden, la autopoiesis y la biosemiótica, es decir, propone un marco en donde la información sea vista como parte del desarrollo de la inteligencia viva, un marco cibersemiótico. Este es sin duda un reto para el proyecto de la Comunicología General, la integración de la semiótica y la cibernética, una semiótica sistémica, es decir, ¿es la cibersemiótica un marco mucho más general que la Semiótica General? ¿Es el marco sistémico que la Comunicología necesita? Más aún, la semiótica comienza su relación con áreas que la Comunicología recién ha comenzado a explorar como lo es la propuesta de la memética: los signos y los memes (Deacon, s/f).

Emerge entonces la necesidad de expandir la mirada semiótica, de incluir las ciencias del comportamiento, las ciencias cognitivas, el punto de vista sistémico, las reflexiones de la biología y, sobre todo, el diálogo de la Semiótica con las otras ocho fuentes históricas y científicas del pensamiento en comunicación de las que ya hemos dado cuenta21. Como se puede ver la tarea no es simple pues cada una de las fuentes del pensamiento en comunicación tiene su propio nivel de complejidad además de que han aparecido otras más en el horizonte22. Dentro de la semiótica se desarrollan discusiones a profundidad sobre la dimensión ontológica y epistemológica de la semiótica y la comunicación en estudios que van desde Charles Morris, Thomas A. Sebeok hasta llegar a Dario Martinelli, lo mismo que desde Roman Jakobson, Roland Barthes hasta la sociosemiótica de M. A. K. Halliday y Eric Landowski. El Instituto Internacional de Semiótica en Finlandia, uno de los más importantes en el mundo sobre producción y reflexión semiótica, tiene en Ero Tarasti a uno de sus máximos exponentes, en quien podríamos sintetizar mucho del pensamiento semiótico contemporáneo, pero a quien podríamos adjudicar también algunas de las principales reflexiones sobre la relación entre semiótica y comunicación. En EE.UU., Richard Lanigan funda en años recientes el International Communicology Institute, centrado en la reflexión de cuatro dimensiones comunicológicas: el nivel intrapersonal, interpersonal, grupal e intergrupal, pero desde un punto de vista semiótico y fenomenológico. En síntesis, hay un movimiento global dentro de la semiótica que ha puesto en el centro de la discusión el binomio semiótica-comunicación e inclusive, ha hecho emerger la noción de Comunicología en el mundo.

En este sentido, la última tarea que por ahora alcanzamos a vislumbrar es aquella que le compete exclusivamente a la Comunicología General, pues, como ya hemos dicho, su principal reto es formular un punto de vista que no sea redundante con ninguna de la fuentes históricas y científicas de las que se nutre y, por supuesto, que no sea redundante ni con los objetos de la semiótica ni con los objetos que se han estudiado en los así llamados “estudios de la comunicación”. Este es un reto formidable, pero del que ya se está en posición de bosquejar las primeras ideas. Con esto último lo que se evidencia es que aún es mucho lo que queda por decir sobre la relación entre la semiótica y la comunicación, sobre la comunicación misma, sobre la propuesta semiótica en su relación con la Comunicología y sobre la Comunicología misma. Finalmente, a estas tareas se pueden sumar aquellas preguntas que hemos venido planteando a lo largo de la presentación, pues todas ellas representan eslabones que van a permitir enfrentar estos retos con elementos analíticos y marcos conceptuales bien definidos. Como se puede observar, la historia aún continua.

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Notas:

1 Según Immanuel Wallerstein (2004), la física Newtoniana que había regido desde finales del siglo XVII hasta finales del siglo XIX, describía un universo en el que todo sucedía de acuerdo con una ley, un universo fuerte, compacto y organizado en el que el futuro dependía estrictamente del pasado y en el que todo hecho o fenómeno se encontraba no sólo en equilibrio, sino que poseía una estructura específica. La labor del investigador era por tanto, descifrar esa estructura y las leyes que la regían. Esta forma de pensamiento se extendió más allá de la física permeando a casi todas las disciplinas científicas, entre ellas las nacientes ciencias sociales. Pero esta actitud cambió sustancialmente a finales del siglo XIX producto principalmente de los avances en la física, desde donde la base Newtoniana rígida fue modificada y, en muchos casos, descartada. En este sentido, en lugar de las certezas, aparecieron las probabilidades; en lugar del determinismo, el caos determinista; en lugar de la linealidad, la tendencia a alejarse del equilibrio y a la bifurcación; en lugar de las dimensiones de enteros, los fractales, en lugar de la física clásica la física cuántica. Lo que sucedió fue que todas aquellas certezas que se tenían en el pasado sobre el mundo físico o natural comenzaron a ponerse en duda y, por lo tanto, también aquellas que se tenían sobre el mundo de lo social. Según Wallertein, este fue el contexto histórico que permitió a los cientistas sociales estar por primera vez en posibilidad de considerar seriamente el enunciado de sentido común que con tanto rigor y vehemencia habían rechazado, la idea de que el mundo social es un terreno intrínsecamente incierto.
Aunado a este primer panorama histórico en las ciencias sociales, Wallerstein reconoce un elemento contemporáneo más, la emergencia de los llamados Estudios Culturales devenidos de las humanidades y de las Ciencias de la Complejidad devenidas de las ciencias naturales. Si bien en los sistemas históricos pasados –sean cuales fueren sus sistemas de valores y los grupos en los que recaía la responsabilidad principal de la producción y reproducción del saber –todo el saber se consideraba unificado en el nivel epistemológico. Lo que tenemos hoy es un escenario diferente, el reconocimiento de la existencia no de una, sino de varias epistemologías y por lo tanto la necesidad de nuevas categorías de organización. Sin embargo, Wallerstein reconoce que no todas las complicaciones en las ciencias sociales son de orden epistemológico, sino que hay algunas más que pertenecen a un orden diferente, a un orden social de organización del los saberes y a los sujetos inmersos en la práctica de investigación, docencia y formación de futuros cientistas sociales (como parece ser el caso del estudio de la comunicación). Finalmente dentro de esas ciencias de la complejidad de las que habla Wallerstein, y que nacen propiamente en el siglo XX producto de ese gran movimiento científico, podemos encontrar la propuesta de la Cibernética (Wiener, 1982 y 1954), la de la complejidad de Morin (2003), entre muchas otras.

2 Uno de los textos claves de Wilbur Schramm es su compilación dirigida y publicado en 1963 bajo el título “La ciencia de la comunicación humana” (Véase Schramm, 1963). Este mismo texto te encuentra traducido al español y publicado por la editorial Trillas.

3 El libro también puede ser encontrado en línea en: http://www.geocities.com/comunicologia_100libros/.

4 Las fuentes históricas y científicas se derivan, por tanto, de lo que el propio campo de la comunicación identifica como fuentes de su propia historia. Las fuentes identificadas son: la Sociología Funcionalista, la Sociología Fenomenológica, la Sociología Crítica, la Sociología Cultural, la Psicología Social, la Economía Política, la Semiótica, la Cibernética y la Lingüística (Galindo, 2005a y Galindo, Karam y Rizo, 2005). Sin embargo, es importante hacer notar que en un primer apunte la fuente Semiótica y Lingüística se encontraban integradas en un sola fuente, la Semio-Lingüística, lo mismo que las fuentes correspondientes a la Sociología Crítica y a la Sociología Cultural, las cuales se encontraban integradas en la fuente Sociología Crítico-Cultural. Esta distinción es importante porque la fuente sobre la que profundizaremos en este trabajo será la  fuente Semiótica, dejando de lado la Lingüística.

5 La propuesta conceptual toma como base la definición presentada en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, el cual la definió como una ciencia interdisciplinaria que estudia la comunicación en sus diferentes medios, técnicas y sistemas. Sin embargo, la perspectiva que sigue la propuesta de la comunicología posible es la sistémica, desde donde se define como “el estudio de la organización y composición de la complejidad social, en particular, y la complejidad cosmológica en general. De acuerdo con la perspectiva constructivo-analítica de los sistemas de información y comunicación que las configuran” (Galindo, 2005b:39).

6 Pos supuesto se pueden sugerir otras clasificaciones e incluir otro tipo de bibliografía, pero es importante hacer notar que la clasificación que planteamos tiene únicamente fines expositivos y hacer evidente el hecho de que hay más de una forma de organizar el desarrollo de la semiótica, es decir, su propia historia.

7 El Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure es el resultado de la recuperación de los apuntes de clase que Ch. Bally y A. Sechehaye hicieron producto de los cursos de lingüística que Saussure impartió entre 1907 y 1911 en la Universidad de Ginebra. El Curso fue publicado finalmente en 1916, cuatro años después de la muerte de Saussure.

8 Aunque su trabajó nunca siguió una única línea, muchos de sus pensamientos se encuentran ordenados en los Collected Papers of Charles Sanders Peirce editados por Charles Hartshorne y Paul Weiss y publicados por la Universidad de Harvard entre 1931 y 1935. Es importante mencionar que la tarea de ordenamiento y sistematización (para su posterior publicación) de los trabajos que Peirce escribió a lo largo de su vida aun está en proceso a través de un proyecto colectivo denominado “The Peirce Edition Proyect” coordinado por el Institute For American Thought, Indiana University y Purdue University Indianapolis. Para más información se puede consultar la siguiente página en internet: http://www.iupui.edu/~peirce/.

9 Para una descripción más detallada del pensamiento estadounidense del último siglo, incluyendo el pragmatismo, véase Margolis, 2003.

10 Escuela de Tartu tiene sus fundamentos en un movimiento mucho mayor conocido como Formalismo Ruso, nacido en es Unión Soviética a principios del siglo XX en torno al llamado Círculo Lingüístico de Moscú y al grupo de Leningrado, los cuales no eran en un comienzo más que pequeños grupos de discusión en los que los jóvenes filólogos intercambiaban sus ideas acerca de los problemas fundamentales de la teoría literaria. Así, con la perspectiva de buscar nuevos caminos y nuevas posibilidades en lingüística, poética y en métrica para aplicarlos en primer lugar al folklore, se fundo en 1915 el Círculo Lingüístico de Moscú y con estas orientaciones se estableció su programa. Uno de los principales propósitos del formalismo ruso era, por tanto, el estudio científico de la literatura, basado en la convicción de que dicho estudio era posible. En palabras de Eikhenbaum: “la teoría es solamente una hipótesis de trabajo en nuestras investigaciones. Con su ayuda tratamos de señalar y comprender los hechos y descubrir su carácter sistemático, gracias al cual llegan a convertirse en materia de estudio. Preferimos establecer principios concretos y atenernos a ellos en la medida en que puedan ser aplicados a una materia determinada. Pero si esa materia exige una complejización o una modificación de nuestros principios, no dudamos en efectuarlas.”  Entre sus principales exponentes se encuentran Víctor Sklovski, B. M. Eikhenbaum, Yuri Tinianov, Vladimir Propp, Jan Mukarovsky y Roman Jakobson. Sin embargo, lo que estos autores afirmaron sobre los sistemas literarios se aplicará más tarde a otros sistemas de significación, es decir, que se desarrolla toda una teoría semiótica rusa aplicable no sólo a textos verbales sino a todos los procesos culturales que, por tanto, son asumidos como procesos semióticos. Es así que desde 1964 la Universidad de Tartu se convirtió en el lugar en donde se habrían de discutir las cuestiones de semiótica. Los simposios destinados a la discusión de los problemas de semiótica en la Universidad de Tartu recibieron el nombre de Escuela de Verano. El organizador de la primera Escuela de Verano fue Iuri M. Lotman en su calidad de responsable de la cátedra de literatura rusa, y es a partir de esta Escuela que se puede hablar claramente de una semiótica de la cultura y, por tanto, de una semiótica rusa.

11 Para una exposición más detallada de cada una de las genealogías y de los principios constructivos podrán consultarse los dos trabajos del autor en prensa [Vidales, en prensa (a) y (b)]. Sin embargo, es importante hacer notar que toda reconstrucción necesariamente integra algunos autores y elimina otros, lo cual no quiere decir que los segundos sean menos importantes que los primeros, sino únicamente que los primeros cumplen unos criterios epistemológicos de análisis y los segundos no. Por lo tanto, se podrán notar la ausencia de algunos autores de suma importancia que aquí no serán nombrados.

12 Para Mario Bunge, los objetos conceptuales o constructos son una creación mental aunque no un objeto mental psíquico tal como una percepción, un recuerdo o una invención, de los que se distinguen cuatro tipos: conceptos, proposiciones, contextos y teorías. En este sentido, los conceptos son los átomos conceptuales, las unidades con las que se construyen las proposiciones, las cuales satisfacen algún cálculo proposicional y que, por añadidura pueden ser evaluados en lo que respecta a su grado de verdad, aún cuando de hecho no se disponga aún de procedimientos para efectuar tal evaluación en algunos casos. Por su parte, el contexto es un conjunto de proposiciones formadas por conceptos con referentes comunes y, por lo tanto, una teoría es un conjunto de proposiciones enlazadas lógicamente entre sí y que poseen referentes en común (Bunge, 2004:55). En este sentido, había que identificar la forma en que la comunicación aparecía, ya fuese dentro de una proposición, como elemento contextual o dentro de un principio teórico. 

13 Por ejemplo, el Noveno Congreso de la International Association for Semiotic Studies (IASS/IAS) llevado a cabo en Finlandia en junio de 2007, tuvo como tema central a la comunicación, expresado en su título Communication: understanding/missunderstanding. Inclusive, más llamativo aún es la presencia de mesas de trabajo bajo el título Communicology. También es de llamar la atención la fuerte presencia de la reflexión sobre comunicación en la International Conference on Charles Sanders Peirce´s Thougth “Applying Peirce” convocada por el Helsinki Peirce Research Centre en coordinación con al Universidad de Helsinki y la Philosophical Society of Finland. Es decir, la búsqueda de la comunicación en el pensamiento peirceano.

14 Reconocemos también la fuerte influencia de los trabajos de la matriz Lingüística y de análisis del discurso desarrollados en Francia e importados a América Latina a través de los investigadores formados en ese país. Sin embargo, este es un punto sobre el que aún nos hace falta reflexionar más detenidamente.

15 Las cursivas son nuestras.

16 Por ejemplo, la pragmática en Peirce no es la relación de los signos con los sujetos o intérpretes y tampoco es entendida como la teoría de la acción, sino, un método de investigación que permite abstraer y llegar a lo fundamental de los conceptos científicos e identificarlos mediante un proceso de abducción. De hecho, previendo esta confusión el mismo Peirce había planteado el término pragmaticismo. A esto habría que agregar que en la construcción del signo en Morris interviene el intérprete, caso contrario a la concepción de Peirce en donde no es necesaria la intervención de éste. En síntesis, “mientras que Peirce parece centrar su atención en el objeto como determinante del signo y del interpretante, Morris parece colocar el centro de su atención en los usuarios de los signos y en concreto en los intérpretes. Mientras que Peirce contempla la función sígnica desde una perspectiva que parte de la consideración de la acción de un objeto que produce o puede producir cierto efecto en un intérprete por la mediación de un signo, Morris parece mirar en el sentido contrario y tener en cuenta ese efecto como determinante de la existencia del signo (Blasco et al, 1999:69)”.

17 Para esta primera aproximación se tomaron como objeto de estudio todos los trabajos listados bajo el descriptor «semiótica» en el Catálogo de Documentación en Ciencias de la Comunicación, cc-doc, lo cual conformó un corpus inicial de 132 documentos, la gran mayoría de ellos de autores mexicanos o producidos en México. 

18 Según Jorge Lozano, en la introducción que hace al trabajo de Lotman (1999), desde los años sesentas, “en estas más de tres décadas de investigaciones semióticas se ha ido modificando y redefiniendo el propio campo de la disciplina que comenzó considerándose justamente «la ciencia de la comunicación», fue desarrollándose en un ambicioso proyecto de crear una tipología de la cultura y últimamente ha ido perfilando una teoría e historia de la cultura como el propio Lotman define a la semiótica estableciendo nuevas fronteras y revisando o rechazando sus propios conceptos, rehusando la «pesadilla de la ortodoxia metodológica» como gustaba decir”  (Lozano en Lotman, 1999:I).

19 Notas personales y comentarios explícitos de Jesús Galindo al trabajo desarrollado de la fuente Semiótica. Algunas ideas del párrafo siguiente pertenecen también a este proceso de diálogo y discusión. 

20 Para el caso de México véase Gimate-Welsh (1988), para el de Perú, véase Quezada (1988), para el de Colombia véase Silva (1988). También pueden consultarse los textos de Blanco y Bendezu (1988) y Vilches (1988) ambos relacionados con la semiótica y la comunicación. 

21 Sólo para recordar, las fuentes históricas y científicas con las que el proyecto de la Comunicología se encuentra trabajando son la Sociología Funcionalista, la Sociología Fenomenológica, la Sociología Crítica, la Sociología Cultural, la Psicología Social, la Economía Política, la Semiótica, la Cibernética y la Lingüística.

22 Tres de las llamadas fuentes “emergentes” son la Mediología, la Memética y la Teoría de Redes.


Carlos E. Vidales González

Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Latina de América en México.

 

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