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POR LAS AUTOPISTAS DEL OLVIDO CON MÚSICA DE WAITS (III)

Por Diego Juárez
Número 62

                                                           

A los disidentes, especie en extinción; suelen incomodarnos,
porque nos hacen pensar en otras posibilidades.

Y éste es el sentido de su existencia: que es conciencia de estar de más.
Se diluye, se desparrama, trata de perderse sobre la pared parda,
a lo largo del farol o allá en el humo del atardecer.
Pero no se olvida jamás: tiene conciencia de ser
una conciencia que se olvida. Es su suerte.
Jean Paul Sartre.

 

El Afiche ciudadano finaliza la lectura de los textos publicados en la revista Letras libres del mes de septiembre en el espacio denominado Izquierda perdida, con algunos comentarios respecto del artículo Erotismo, sexualidad e intelectuales de Luis González de Alba.

El tema central de éste es la relación de los intelectuales con López Obrador. El autor de la novela disidente, desmitificadora y espléndida (más por la legitimidad del testimonio que por sus aportaciones narrativas o formales), Los días y los años, concluye, antes de comenzar su exposición, señalando cuál es el sentimiento que une a parte (para él gran número) de la clase intelectual con AMLO:

Lo que hay es embeleso por el caudillo y mesías. Algunos presentan la ceguera que sólo cae sobre los enamorados ante el erotismo del amado y sus feromonas sexuales.

Al iniciar el artículo menciona a dos escritores que ejemplifican este caso erótico-sexual de ceguera-amor por su líder:

En el convite para la refundación del PRI, a cargo de López Obrador, gran número de intelectuales mexicanos desfilaron tras la bastonera Poniatowska y el tamborilero Monsiváis.
 
En el discurso de González de Alba, y utilizando un recurso analógico que es cada vez más habitual en él, los dos escritores no se diferencian de otros cuya toma de posición política generó suspicacias debido a la cercanía o abierta defensa de modalidades autoritarias que atentaron contra una parte de la humanidad:

Los intelectuales, en cualquier país, significan por su obra, no por sus opiniones políticas… Ya a nadie importa si Ezra Pound hizo propaganda fascista desde la radio de Roma. Eso no está en sus poemas. Como sí están los cantos a Stalin en la obra de Neruda. Prescindibles pero están. Y está en la obra de Octavio Paz su combate al estalinismo cuando por eso se podía perder la vida, y su frío análisis del México gobernado por un ogro filantrópico.

La postura en favor de López Obrador de los intelectuales es colocada en el mismo registro de quienes simpatizaron y aun justificaron con intolerancia, el fascismo o el socialismo real: ¿alguien se imagina a Poniatowska y Monsiváis arrastrados por la pasión defendiendo irracionalmente a Stalin y al nacionalsocialismo? ¿Puede explicarse la relación intelectuales-AMLO con base en la cesión consciente y/o inconsciente de la voluntad? ¿Son tan sensibles los intelectuales a las feromonas sexuales como para perder la perspectiva ideológica, política y sociocultural?

El descubrimiento de González de Alba a propósito del hilo conductor del vínculo intelectuales-López Obrador no es autorreflexivo, por lo que el autor en ningún momento plantea sí es el extravío, la perversión, la negligencia y/o los agravios éticos, estéticos, morales o afectivo emocionales los que mueven su animadversión y cacería de la bastonera y el tamborilero (resentimiento encubierto de crítica a un sector intelectual).

No está en el artículo del autor del libro El burro de Sancho y el gato de Schrödinger, ninguna referencia a los intelectuales seducidos por una perspectiva aristocrática republicana y condescendiente con el neoliberalismo. Sí, ese grupo con el que ahora parece identificarse y al que nunca reprocha su sexualidad-erotismo sublimado hacia Televisa. ¿Por qué, por ejemplo, nunca ha hecho referencias críticas a las representaciones históricas de los productos de Clío? ¿Cuál es la razón que le impide cuestionar la colusión de la clase empresarial, la tecnoburocracia, los intelectuales light, los periodistas microempresarios y los grupos de derecha que buscan sostener a cualquier costo una democracia simulada y un modelo económico fracasado (el mismo Carlos Slim lo reconoce: de 1982 al 2006 el crecimiento promedio per cápita ha sido del 0.2% cuando en el periodo de desarrollo estabilizador-sustitución de importaciones el promedio era de 6.2%)?

Quizás en su repaso por cien años de física cuántica, al encontrarse con la relación sugerente de ésta con la conciencia, la de él no llegó ni a la física clásica. Encuentro una ausencia de pensamiento complejo, de referencias a la incertidumbre, de principios de diferenciación y de uso del relativismo, que sumados a su ya endémica autocomplacencia, prácticamente lo hicieron transitar de: representar una voz perturbadora de la sociedad a ser una especie de vocero de la algarabía pseudemocrática y de la cultura del confort de la oligarquía intelectual. Antes era un divulgador de la ciencia, ahora es un divulgador sin ciencia. Ha pasado de ser un defensor del respeto al derecho ajeno a ser el abogado del derecho al respeto ajeno.

Carlos Monsiváis escribió en el número 1561 de la revista Proceso algunos Aforismos de lo políticamente correcto en uno de ellos habla del derecho al respecto ajeno:

Entre los individuos como entre las naciones el derecho al respeto ajeno es una pérdida de tiempo.

Ni regalado lo acepto. No man, no man. Muchas gracias. Uno, así como lo ve, tiene también su dignidad. No se moleste. Lo de menos sería aceptar lo que generosamente me ofrece, pero mi moral es rancia y no me permite superar los atavismos ni el tabú. Sí, insisto en mi gratitud pero usted sea comprensivo. No niego su generosidad. Vamos si me apura me siento halagado, pero también agraviado. Tranquilo, tranquilo. No se me ponga nervioso. Cálmese, hey, con calma, relájese. ¡No me amenace! Mejor me voy, usted ya se está poniendo violento. Que el diablo de su devoción lo acompañe y reparta suerte para usted y todos los suyos. 

El periodista Carlos Ramírez, en su Indicador político titulado AMLO víctima del estilo poniatowsko, recordó parte del conflicto personal de González de Alba con Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis:
Cuando el escritor y dirigente estudiantil del 68 Luis González de Alba reveló en la revista Nexos en 1997 que el libro La noche de Tlatelolco tenía errores garrafales que estaban confundiendo a los historiadores, una andanada de críticas lo apabulló. Y a pesar de que tenía razón y que Elena Poniatowska fue obligada a corregir 500 líneas equivocadas, el escritor Carlos Monsiváis maniobró para que Luis fuera expulsado de la planta de colaboradores de La Jornada y de su cargo de editor de la sección de ciencia.
Los errores señalados por González de Alba fueron, desde mi punto de vista un ejercicio intelectual impecable, pero siempre me ha quedado la duda de por qué razón dejó pasar tanto tiempo para exponerlos; los presentó con 26 años de retraso, si tomamos en cuenta que la Noche de Tlatelolco fue escrita en 1971. Esto no lo desentraña tampoco el texto de Ramírez, quien por cierto no ofrece pruebas que demuestren en qué consistieron y cómo se desarrollaron las maniobras de Monsiváis para separar a Luis González de La Jornada. Algunas entrevistas con los actores señalados y con integrantes en ese entonces de la planta directiva del diario, así como con testigos u otros personajes involucrados nos ayudaría a conocer de manera seria este episodio. Al final queda la duda a la que suelen ser afectos columnistas especializados en administrar la verdad, del tipo de Carlos Ramírez, quienes ponen en circulación datos descontextualizados y con ellos construyen proposiciones contundentes pero endebles (superficie de todo, fondo de nada, solía decir el entrañable Heberto Castillo):
El asunto de los errores del libro de Poniatowska sobre Tlatelolco era bastante serio. González de Alba se percató que Enrique Krauze había tomado, para su obra La presidencia imperial, citas de La noche de Tlatelolco donde su autora confundía personajes, cambiaba declaraciones y reescribía párrafos. “Estoy traducido al poniatowsko”, escribió Luis. Al final, González de Alba, autor del libro Los días y los años, demandó por derechos de autor a Poniatowska y ganó; la autora fue obligada a corregir su obra.
Si el resultado del trabajo intelectual lleva a perfeccionar obras, a profundizar en la validez de los argumentos, a relativizar o replantear las verdades consagradas o construir representaciones alternativas del país y sus hechos históricos; este ejercicio es indispensable en el proceso de auto-observación de la sociedad y una condición importante para definir el sentido de sus cambios.

No obstante, si el trabajo intelectual está subordinado al cobro de facturas, al ejercicio encubierto de venganzas o al acoso, y a fijar arquetipos para que luego los juegos del maniqueísmo permitan desvirtuar de manera casi natural la complejidad de la política; entonces es importante leer con cuidado los productos de esa intelección y desentrañar algunas de sus implicaciones con el fin de favorecer la desmitificación.

El director de investigación emérito del Centro Nacional de Investigación Científica de Francia, Edgar Morin, en su texto Los siete saberes necesarios para la educación del futuro que elaboró para la UNESCO en 1999, reflexiona a propósito de lo que denomina El talón de Aquiles del conocimiento, a partir de lo cual reconoce errores y cegueras: mentales, intelectuales, de la razón y paradigmáticas.

Me permitiré hacer una tarea muy simple, aplicar las categorías que subyacen a estos errores y cegueras al texto más reciente de González publicado por Letras libres, y elaboraré algunas inferencias sencillas de lo que resulte.

Planteo a manera de especulación provocativa un aforismo de Carlos Monsiváis respecto de la dignidad:

La dignidad moral es un sentimiento claramente innegociable; lo que se negocia es el sitio que ocupa en la jerarquía del comportamiento.

Y otro aforismo acerca de la clase política publicado también en Proceso:

En la clase política todos reconocen de inmediato a un analfabeta funcional; lo que sí queda un tanto a oscuras es cómo se reconoce a un alfabetizado.

Watcha carnal. Watcha. No todo lo que ves es real ni todo lo que crees es verdad. Watcha carnalito. Todo podría ser una invención para no querer ver lo desagradable, desolador e irremediable que son algunas cosas. Mira ése, watcha bien la onda, tú mismo no podrías ser lo que piensas que eres. ¿Qué pasaría si eres el producto de una espeluznante pesadilla de un dios inventado que se vendió al mejor postor? ¿No cabría la posibilidad de que you and yo fuéramos paridos por un accidente catastrófico en la evolución del universo y que de la misma forma como aparecimos desapareceremos de Aztlán? Hey brother carnalito, mejor cierra los ojos y comienza a watchar lo que no eres, así te watcharás mejor como una sombra pálida de la nada.

Dentro de los errores mentales que expone Edgar Morin está la mentira de la mente a sí misma:

También existe en cada mente una posibilidad de mentira a sí misma (self-deception) que es fuente permanente de error y de ilusión. El egocentrismo, la necesidad de autojustificación, la tendencia a proyectar sobre el otro la causa del mal hacen que cada uno se mienta a sí mismo sin detectar esa mentira de la cual, no obstante, es el autor.

Examinemos ahora una parte del discurso de González de Alba. Como podrá detectarse proyecta sobre el otro la causa del mal: ciegos de amor guiando a tuertos que no querían ver. No se ve a sí mismo como un ciego de rencor atizando la hoguera para quemar en leña verde a esos intelectuales con rumbo extraviado. ¿Qué análisis psicosocial o sociocultural nos presenta?:

El caso de Elena explica en cierta medida, el rumbo extraviado de los intelectuales mexicanos. Hubo ciegos de amor guiando a tuertos que no querían ver. Se volcaron a la defensa de un proyecto que claramente era la restauración del viejo PRI anterior a Salinas, el paleoPRI. Punto por punto, la oferta de López Obrador estuvo calcada de la práctica de Luis Echeverría. No vieron la elección de Estado ocurrida en el D.F.: todo el aparato de gobierno fue puesto al servicio de las candidaturas del PRD, no con alusiones más o menos veladas, como las de Fox, sino con dinero público, equipo material y humano, desde burócratas hasta las organizaciones controladas por Bejarano y Padierna.

Esgrime una serie de errores e ilusiones: ¿La restauración del paleoPRI es un objetivo de López Obrador o es una representación de González que atribuye sin ninguna clase de comparación programática? ¿Dónde están los documentos revisados y los aspectos específicos en los que se da la calca a la que se refiere el autor la novela Cielo de invierno?

El egocentrismo de Luis González no le permite diferenciar sus impresiones, deducciones o prejuicios de los aspectos que piensa está analizando, desmitificando o revelando. Da la impresión que su mente considera que lo que proyecta es y es verdad. Por supuesto que es como entidad noológica, pero de allí a que sea verdad se ve lejano, sobre todo porque no aporta pruebas empíricas.

¿Existe la posibilidad de que Echeverría y López Obrador tuvieran el mismo proyecto? Sí, claro. Pero también existe la posibilidad de que sean totalmente diferentes o con algunos puntos en común y otros diferentes, ¿no? ¿Cuál de las dos opciones –o de las otras- es más probable? Definirlo demanda un trabajo de análisis político que por lo visto González no tiene capacidad de llevar a cabo, pero ni parece darse cuenta de ello. Justo por el defecto que encuentra en los demás intelectuales menos en él: los intelectuales responden con esquemas a las interrogantes que les formulan lo medios de comunicación… Y los esquemas tienen éxito, porque son fáciles de recordar y de repetir (elección de Estado en el D.F.; paleoPRI; Un novio, Marcos, cuyo vacío la intelectualidad no percibió; Marcos pasó de moda. Ya no es in llevarle libros; Una y otra vez, los intelectuales dan muestra de doble moral, doble rasero, y siguen tan campantes para la siguiente ocasión…).

González es hábil en la producción de esquemas para resolver por la vía del efectismo lo que a un analista serio le demandaría un trabajo especializado. Implícitamente se autojustifica y autoafirma diferenciándose de los intelectuales que transfiguran sus pasiones en razones para apoyar una causa y/o criticar otras. En esto radica el error mental y la posibilidad de que su mente se mienta. El está preso de una serie de pasiones que obnubilan su punto de vista y de las cuales no da cuenta, pero sí denuncia las de otros.

A propósito de los errores intelectuales, Morin, el sociólogo parisino autor del libro Amor, poesía, sabiduría, señala:

Nuestros sistemas de ideas (teorías, doctrinas, ideologías) no sólo están sujetos al error sino que también protegen los errores e ilusiones que están inscritos en ellos. Forma parte de la lógica organizadora de cualquier sistema de ideas el hecho de resistir a la información que no conviene o que no se puede integrar.

Respecto de este punto, el artículo de Luis González es un ejemplo nítido. Su ironía y crítica moral respecto de Poniatowska y Monsiváis difiere de la referencia a Octavio Paz y de la ausencia de una mención crítica a un historiador que como Krauze, ha monopolizado el nicho del cuestionamiento moral sin poseer la legitimidad de la coherencia y congruencia.

En este caso González de Alba me parece un hombre de letras, pero de letras que en el fondo son doctrinas. Las doctrinas de acuerdo con Edgar Morin, son:

Teorías encerradas en sí mismas y absolutamente convencidas de su verdad, son invulnerables a cualquier crítica que denuncie sus errores.       

Para el líder del movimiento estudiantil de 1968 y expropietario de El taller (ese lugar realmente emblemático y fundamental de la comunidad homosexual, que se convirtió con el paso del tiempo en un espacio cultural significativo contra la violencia física y simbólica hacia este sector de la población), es cierto el planteamiento de Octavio Paz respecto de Monsiváis: “no es un hombre de ideas sino de ocurrencias”. No sólo lo suscribe sino que añade:

Pues sí, pero de ahí su éxito, conclusión que no derivó Paz. Se cita más frecuentemente la ocurrencia. La inmensa mayoría de los lectores la recuerda, los caricaturistas la plasman con facilidad porque nacieron caricatura, aunque el contenido sea escaso.

La doctrina González de Alba es incapaz de aplicar este mismo rigor a  sí mismo y a los intelectuales (Domínguez Michael, Roger Bartra y Guillermo Sheridan) que junto con él, realizan un ejercicio de crítica a la izquierda perdida en el marco de una doctrina (la fe en la democracia formal) convencida de su verdad e invulnerable a la crítica que evidencie sus errores.

Varias opiniones de Paz respecto de las artes plásticas, a propósito de la política o de la literatura, quizás no son ocurrencias, pero sí ideas incompletas, arbitrarias y equivocadas. Cito un caso. Las opiniones de Antonio Alatorre a propósito de las imprecisiones en las que incurre Octavio Paz en su ensayo Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, desataron una furibunda respuesta del premio Nobel y de algunos intelectuales afines al poeta, que formaron un bloque compacto e hicieron cruzada para desestimar los puntos de vista del especialista. Esta actitud, hasta donde recuerdo, nunca mereció ninguna crítica o denuncia moral por parte de Luis González.

En los afiches Por las autopistas del olvido con música de Waits (I y II) expusimos nuestras dudas respecto de la consistencia de la crítica de los autores que compartieron esa sección temporal de la Izquierda perdida. En los cuatro escritores existe una limitación común, siguiendo a Edgar Morin, el error intelectual: protegen los errores e ilusiones que están inscritos en su sistema de ideas.

Curiosamente todos comparten un anti-lópezobradorismo; cuestionan la calidad moral de una clase intelectual que decide apoyar abiertamente una postura política y un movimiento social; soslayaron y aún lo hacen, la actuación poco liberal y democráctica de grupos de intelectuales, como en su momento ocurrió con Vuelta y ahora con Letras libres; parecen estar a favor de un ejercicio intelectual transparente, libre y crítico, pero resultan autocomplacientes, y lejos de acercarse a una perspectiva científica prefieren los actos de fe y la producción de un sistema de ideas en el marco de una ocurrencia supongo legítima: la doctrina; con ésta se alejan de la autocrítica y de la autodesmitificación.

Luis González de Alba forma parte de una especie de cosa nostra camuflada de afinidad entre intelectuales progresistas y liberales, que es incapaz de cuando menos auto-observarse. En efecto, él y los escritores mencionados en los afiches, no son hombres de ocurrencias, aunque tampoco lo son de ideas, lo son, eso sí, de doctrinas. Formarían, por lo menos ellos, habría que analizar otros casos, un grupo al que denominaremos intelectuales doctrinarios.

Otros elementos en común de estos intelectuales doctrinarios. La suavidad con la que tratan los asuntos inherentes al mercado; el análisis ausente de la participación política de la clase empresarial mexicana; la falta de una reflexión profunda respecto de la estructura, forma de propiedad, funcionamiento y contenido de los medios de comunicación; la poca reflexión a propósito del espacio público y las formas de exclusión ilustradas; su aparente indiferencia respecto de los problemas del narcotráfico y su relación con el poder económico y político; la ausencia de una revisión sería de la economía mexicana y del modelo monetarista; las prácticas empresariales que violan los derechos humanos y laborales de trasnacionales como WalMart; la revisión de la derecha perdida y el análisis histórico de la ultraderecha y su inserción no sólo en la política, sino en colegios y cúpulas empresariales.

Regresamos a los aforismos citados de Monsiváis para preguntar con ellos: ¿Qué lugar ocupa la dignidad moral en la jerarquía de comportamientos de los intelectuales doctrinarios? ¿En la clase intelectual quiénes son analfabetas funcionales y quiénes alfabetizados?

Cerramos este apartado con otro Aforismo de lo políticamente correcto escrito respecto del poder:

Al ver la suerte maravillosa de los poderosos, surge la duda agnóstica: ¿ellos manipulan a Dios o Dios quiera quedar bien con ellos?

No me sorprende. Te digo que no. Ya me lo esperaba. Si uno se deja de fantasías y de actos de fe, se pueden mirar estas cosas con claridad. Creo que me di cuenta desde el primer síntoma. Sí esa vez en… Luego siguieron otros hechos aparentemente aislados, que a fuerza de recordarlos me fueron apareciendo relacionados. Total, después todo fue fácil, seguir una secuencia, encontrar patrones, hacer un poco de acrobacias mentales para encontrar analogías… en fin. ¿Qué sigue? Bueno, si seguimos el comportamiento de los hechos, te puedo decir que ya nada se puede hacer. Resígnate. Acéptalo. En estos casos enfrentar las cosas es lo más digno. Dios, por favor no te preocupes. Insisto, no tiene caso. Dios, no hay problema, por lo visto no serás el único que resucitará.

Edgar Morin menciona a la racionalización entre los errores de la razón:

La racionalización se cree racional porque constituye un sistema lógico perfecto basado en la deducción o la inducción, pero se funda sobre bases mutiladas o falsas y se niega a la discusión de argumentos y a la verificación empírica. La racionalización es cerrada… De esta manera, una doctrina que obedece a un modelo mecanicista y determinista para considerar el mundo no es racional sino racionalizadora… Un racionalismo que ignora los seres, la subjetividad, la afectividad, la vida, es irracional
 
Al trasladar el problema de la racionalización a las sociedades occidentales, Morin hace estas referencias:

Durante mucho tiempo el Occidente europeo se creyó dueño de la racionalidad, sólo veía ilusiones y retrasos en las otras culturas y juzgaba cualquier cultura en la medida de sus resultados tecnológicos… En nuestras sociedades occidentales también hay presencia de mitos, de magia, de religión, incluyendo el mito de una razón providencial y una religión del progreso.

Un ejemplo de un modelo mecanicista y determinista aplicado por González de Alba:

La caída del muro de Berlín, de la Unión Soviética y de los regímenes satélites fue el robo de un sueño, un fantasma de orfandad recorrió el mundo de las izquierdas. Pero en sólo un lustro nuestros intelectuales revivieron su vieja utopía juvenil con el levantamiento del EZLN. Luego le vieron las fisuras, salió el cobre. Y se aferraron a otra: el rayo de esperanza de López Obrador, que tiene todo los rasgos apetecidos… Al parecer, como dice Serge Moscovici, psicólogo social rumano-francés, los hombres no podemos vivir bajo un cielo vacío. Ni siendo intelectual.

Si en efecto, como dice González, hay izquierdas, por qué razón piensa que para todas esas izquierdas la caída del socialismo real representó el robo de un sueño o la sumió en la orfandad. Además del juicio determinista que raya en la caricatura, no lleva a cabo un análisis respecto de lo que ocurrió con las diversas izquierdas para demostrar su dicho.

Adolfo Gilly en un texto titulado Definiciones publicado en el número 336 de la revista Nexos, usa una taxonomía en la que nos presenta cuatro tipos de izquierda: la liberal, la socialdemócrata, la social y la socialista. La pregunta puede ser entonces: ¿De qué forma afectó a cada una de estas corrientes y fuerzas políticas la caída del socialismo real? ¿No cabría la posibilidad de que a algunas, lejos de causar orfandad, les hubiera aliviado? ¿No sería necesario, antes de cualquier disertación sería, definir qué se entiende por izquierda?

Si profundizamos, creo que además de evidenciar la racionalización de Luis González, encontramos sugerencias para una discusión enriquecedora, en caso de que a éste le interese verdaderamente llevar a cabo un análisis de los mitos, fantasías, magia y religión de la izquierda para comprender su imaginario. Por ejemplo, sería interesante discutir los puntos de vista de Luis Villoro, Adolfo Sánchez Vázquez y Pablo González Casanova respecto de la izquierda, el zapatismo, el lópezobradorismo, la utopía, el socialismo real y el hecho de vivir bajo un cielo vacío.

El texto de González de Alba es una simplificación. Pretende endosar al lector sus predisposiciones y prejuicios respecto de Monsiváis y Poniatowska, a quienes simplifica y generaliza la actitud de éstos como un indicador del comportamiento de toda la izquierda a la que, por otra parte, percibe ilusionada y retrasada. Mientras él se coloca en una estatura moral, intelectual y científica que no le corresponde, porque vive encerrado en el mito de una razón providencial y una religión del progreso.

En el mismo número de la revista Nexos al que nos hemos referido, Luis González escribe el artículo Tres indefiniciones, en este texto concluye antes de iniciar su exposición (como ocurre en el artículo que hemos venido comentando de la revista Letras libres):

La izquierda mexicana se ha desdibujado y la expresión está ahora vacía de contenido porque ahí cabe lo que sea: desde priístas disgustados con su partido porque no les dio una candidatura hasta dirigentes cien veces acusados de fraude con casas para los más pobres. Por lo mismo, poco o nada se puede afirmar sobre “la izquierda” (pues qué pasó, no que eran izquierdas). Salvo quizá, que tal cosa no existe.

Su conclusión, para seguir a Morin, se funda sobre bases mutiladas o falsas y se niega a la discusión de argumentos y a la verificación empírica. Esto que él atribuye a la izquierda puede ser atribuido a la derecha, ¿no? Parece más bien un rasgo de comportamiento de algunos grupos políticos del PRI, del PAN, del PRD… Después de leer ese texto una gran duda salta: si no existe la izquierda por qué se refiere a ella con tanta pasión ciega. Y luego hace, en ese mismo texto, una especie de referencia al problema de la falta de meritocracia la cual atribuye a las prácticas de la izquierda, dejando de lado toda consideración cultural o estructural. En fin, si yo tuviera que responder al cuestionamiento de Monsiváis diría: Luis González de Alba manipula a Dios y Dios quiere quedar bien con él.

Antes de cerrar esta zaga de Por las autopistas del olvido con música de Waits, no quiero olvidar un apunte de Edgar Morin, a propósito de la importancia de transitar de la racionalización a la racionalidad:

La verdadera racionalidad, abierta por naturaleza, dialoga con una realidad que se le resiste. Ella opera un ir y venir incesante entre la instancia lógica y la instancia empírica; es el fruto del debate argumentado… las ideas y no la propiedad de un sistema de ideas… La verdadera racionalidad conoce los límites de la lógica, del determinismo, de mecanicismo; sabe que la mente humana no podría ser omnisciente, que la realidad comporta misterio, negocia con lo irracionalizado, lo oscuro, lo irracionalizable; no sólo es crítica sino autocrítica. Se reconoce la verdadera racionalidad por la capacidad para reconocer sus insuficiencias.

Mi impresión como aprendiz de ciudadano es que a los intelectuales les hace falta un paradigma de complejidad que, como señala Morin contemple: la implicación/distinción/conjunción. Coincido con el experto francés en que este paradigma aún no está inscrito en la cultura científica. Y apunto: está lejos, muy distante, de la estructura cognitiva y del esquema de percepción de algunos intelectuales.

Diego Juárez Chávez

Tlalnepantal-D.F., septiembre 2006.

 

 

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