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ILUSIONES ROTAS Y NEURONAS EMPAPADAS EN GÜISQUI

Por Diego Juárez
Número 62

 

La pregunta era, si mal no recuerdo, ¿cómo va a ser el futuro del país? En automático el contenido de mi cráneo configura un dilema mientras la ronda de opiniones gira en el sentido del desconsuelo: ¿debemos ser optimistas o pesimistas? Para no jugar al escapismo entremos a la entraña de esa temporalidad nebulosa (¿irreal?) como una forma de salir en ella (¿proyectarnos en el porvenir?). En estos tiempos de toma de posición política, hacerlo respecto del país quizás completa nuestro propio inventario de necesidades, creencias y deseos. Procedamos sin tacto.

Proponemos el siguiente camino. Carlos Monsiváis en uno de sus Aforismos de lo políticamente correcto publicados en el número 1561 del semanario Proceso, expresa: No preguntes que puede hacer tu patria por ti, eso es egoísta; pregúntate por lo que queda todavía en la patria que pueda ser tuyo. Si tomamos este razonamiento y planteamos lo que queda todavía en la patria, y luego revisamos para qué nos alcanza con ese saldo, finalmente podríamos aproximar una respuesta.

Respecto de la racionalidad-emocional que aplicamos en la exposición me remito a un texto al que nos hemos referido en otro afiches, Observaciones de la modernidad de Niklas Luhmann, del ensayo titulado Racionalidad Europea tomamos algunos aspectos.

Justo de este documento el concepto teórico-diferenciado de la racionalidad de sistemas es útil para presentar una perspectiva optimista escéptica a propósito del futuro. Dejamos abierto a la crítica siempre aguda de nuestros estimados lectores el resultado de un punto de vista en sentido estricto personal y arbitrario: ¿residual, marginal o prescindible? Sí, y también introspectivo; me disculpo con respeto, de antemano, por la subjetividad excesiva.

Belfast: 6 de la mañana comienza a salir el sol, un trasnochado ausente de su cabeza con la emoción de tachas y alcohol, apretando el gatillo dispara certero; el sol tirado moribundo apaga lentamente su luz, enciende la oscuridad, aparece la luna. Dublín: 6:30 de la mañana, la noche en madrugada, ese mismo tipo del cuerpo ido y la cabeza levitante, con otro rostro pero igual arma dispara sin inmutarse, la luna cae, se hace añicos contra las baldosas; la noche espesa entra en eternidad. El mundo: 7 de la mañana, es noche, las únicas luces son las luces de la ciudad; el neón es el sol y la luna, todo comienza a llenarse de luciérnagas, impensable que la gente tuviera una luminosidad cósmica al margen de esas fogatas en movimiento que se multiplican. Un hombre pregunta, ¿adónde se fueron el sol y la luna? Una niña de 4 años responde: aquí… no se han ido… todavía.

Luhmann plantea una lógica donde diferencia dos aspectos. Autorreferencia/referencia ajena y construcción de complejidad propia/sensibilidad respecto de la influencia del entorno:

Habría que partir de la base de que un sistema se excluye operativamente del entorno y se incluye observacionalmente en él, al basar las observaciones propias del sistema en la diferencia con el entorno como diferencia entre autorreferencia y referencia ajena. Esto significaría que el sistema se vuelve casi completamente indiferente por diferenciación en relación con lo que sucede en el entorno; pero utiliza esa indiferencia como un escudo protector para construir complejidad propia, que puede ser extremadamente sensible frente a las irritaciones procedentes del entorno, en tanto puedan ser observadas internamente y en forma de información.

Como se puede detectar por lo expuesto, las distinciones señaladas tienen una particularidad que las distingue de las dicotomías maniqueas: la paradoja. Es decir, no son sólo diferencias sino oposiciones relativas que establecen entre sí una tensión dinámica que las hace converger y divergir, ser al mismo tiempo fuerzas centrífugas y centrípetas. ¿Cuál es el valor de este mecanismo? De la tensión emerge la necesidad de imaginar haciendo y hacer imaginando. No asunto menor, con Fito Páez: no todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón…

Completamos la base conceptual de nuestra exposición con Luhmann y su concepto de racionalidad:

En este caso, racionalidad podría significar: reflejar en el sistema la unidad de la diferencia entre sistema y entorno. Pero eso no puede ocurrir dialécticamente, como revocación de la diferencia, y ni siquiera como indicación a un sistema más amplio, un sistema “superior”, un “ecosistema”. En la tradición, esta aspiración al todo se había podido vincular a ideas de dominio. Ambas cosas pasan de largo por las realidades estructurales de la sociedad moderna. Lo que queda es la posibilidad de proseguir la propia autopoiesis en condiciones cada vez más incrementables, cada vez más inverosímiles, mientras sea posible.

De las distinciones paradojales a la autopoiesis como lo que queda. Tomar la autogeneración como un elemento central en la configuración de México. La soberanía y la nación Estado como el país haciéndose a sí mismo (elaborarse un rostro propio, una identidad propia) no causada por la diferenciación con el entorno, sino lo que causa la distinción de ese entorno, la distancia y la comunicación con él (con Jaime López: Suelo estar desenchufado, aquí en mi bóveda craneana hundido, pero nada mejor que enchufarme con la humanidad…): el espacio de la autonomía relativa, de las oportunidades acotadas… de las posibilidades.

En suma, la racionalidad puede ser también un ejercicio hasta cierto punto simple e irresponsable: el juego de imaginar posibilidades o creer/crear una representación del futuro para un país que se hace a sí mismo por sus restos que son el germen de sí mismo (con Wild Lennox: de sí mismo, pero otro).

Los efectos persistían. Algo de euforia y la sensación de poder. Esa sensación de placer y miedo, de ser al mismo tiempo diablo y dios. Mi yo veía con nitidez a ese farsante otro yo estimulado por las drogas, el sexo grupal y el alcohol. ¿Desolación? Sí, pero, ¿en cuál de esos yo? En los dos quizás. ¿Incompatibles? No. Fuera del desprecio mutuo ambos se necesitan para cargar con las ruinas que soy… Es muy tarde y el efecto dejó de ser temporal: ¿euforia y poder para siempre? Decepción. Molestia. Ahora necesito estimulantes para fugarme de este optimismo de mierda. ¡Al diablo con uno mismo!

De la referencia lejana:

  • El país ha estado más veces al borde de la muerte, menos al filo de la vida, y en el intersticio también. ¿Es posible una explosión? Sí, siempre que el cálculo es mantener en improbabilidad a la mayoría para conservar en probabilidad a la minoría. En 24 años (de 1982 a la fecha) y en los 6 siguientes de Calderón, el neoliberalismo habrá completado 30 años en esta apuesta. Latente el gran estallido (el gran incendio) o múltiples erupciones (pequeños, diversos, dispersos focos de lumbre). En ambos casos con la alternativa de un entramado de interconexiones o sin conexiones entre los distintos polos, pero con una motricidad de adentro hacia fuera regresando hacia sí y volviendo infinita. De cualquier forma, fuerza (s) desequilibrante (s) del principio de vida para los unos y del de muerte para los muchos: fuerza violenta desquiciante con posibilidad de anarquía y revolución.  

 

De la autorreferencia:

  • La violencia de la hegemonía político-económica y sociocultural del neoliberalismo ha producido una estela de zonas muertas en el país: la mayor parte del campo en extinción; una buena porción del tejido social desmembrado; vastas regiones en ecocidio; sofisticada segregación cultural; espacios dejados a la suerte de la ruleta rusa del crimen y el resentimiento social vuelto sobre sí mismo; leyes aplicadas con refinamiento formal pero sin justicia, y sin exquisitez jurídica y sin justicia; pueblos fantasma sin gente y/o con gente; descapitalización humana debido a inmundicia psíquica, ética y moral sumada a abundantes carencias de las condiciones elementales de nutrición, salud y patrimonio; exclusión de la posibilidad real de participar en la decisión del destino propio y de la de compartir los beneficios y responsabilidades del destino común. Al mismo tiempo zonas profundamente vivas, por supuesto no las del jet set de la pirámide social, sino las que han sobrevivido a la radiación neoliberal con rasgos como los que enunciamos: endurecidos; sólidos; frágiles; sensibles; imaginativos; concretos; fantasmagóricos; con jirones de sí mismos mezclados con los restos de una red social maltrecha pero vigente (hasta donde es posible); moribundos; autoinventados como electorado; mitificadores y desacralizadores, menos de sí y más de lo que puede servirles; capaces de mandar al diablo a las instituciones y a sí mismos, sin piedad; maledicientes y bienhacientes (ambos en el sentido pragmático no moral); faquires, acróbatas y fauna del circo desolado del barbecho y las alcantarillas; más nómadas en la acción que en la imaginación.

 

Todo eso constituye los elementos latentes de un conjunto de implosiones conectadas o interconectadas. El entramado de la resurrección o… de la inmortalidad.

En la línea del aforismo de Carlos Monsiváis: No todos los que resucitan habían muerto antes.

Y en la senda de la canción Dead Man, dead dreamer de Ditka Death: Muchos de los que resucitan vienen de otras muertes y de otras resurrecciones, se acostumbraron a estar en la muerte como estar en la vida, y a vivir la vida como la muerte… ¿Qué pasará cuando dejen de resucitar? No morirán, ya son inmorales, ya son inmortales.

Autorreferencia y autopoiesis:

  • Sinergia empoderada subversora sin sentido, con sentido y que comienza sin forma precisa, y se instala de manera inesperada en la corrosión del destino.

 

¿Existe la posibilidad de que el neoliberalismo persista? Sí. Este neo-dinosaurio con cinismo, valemadrismo y autoritarismo ha decidido prolongarse (auto prorrogarse) un poco más, contra la historia y… por lo mismo, contra sí mismo. Por lo kamikaze que es, o por revolución, o por corrosión social está condenado al reino de la memoria de los tristes (para ser justos, trágicos) recuerdos, o a ser objeto del humor corrosivo inglés en alguna comedia irreverente tipo Monty Phyton.

¿Cuándo caerá? Está en franca decadencia. Falta todavía un poco más. Los grupos de poder de siempre y los emergentes (internos y externos) que se beneficiaron de él y que apuestan por este modelo contra viento y marea, está visto no piensan ceder pero las zonas de explosión, implosión y/o naufragio, será cada vez más, aún mayores. La capacidad de gobernabilidad, de restablecimiento del orden, de referencias a la institucionalidad, de promoción de las ventajas de la vida en paz y democrática, se agotarán. Esto no es inmediato, es irreversible. No obstante, dos preguntas imprescindibles: ¿Qué más arrastrará? ¿Con qué otras zonas de la vida acabará en su rapacidad desbordada? ¿Aniquilará todo… o casi?

La sociedad ha entrado a un grado de complejidad donde la resistencia es un recurso a punto de convertirse en capital ya no de respuesta sino de proactividad y ubicuidad. La última elección fue una muestra. Quizás es simple, mas casi 15 millones expresaron en las urnas su rechazo a un modelo inoperante para proporcionar bienestar. Cierto, de un padrón de 71 millones, pero un número igual, si se quiere ver en estos términos simplificadores, apuesta por la continuidad. No obstante, si a una parte de este segmento de la población lo comienza a afectar en sus intereses y si se conjuga con signos de implosión, explosión o clausura por ineficacia/ineficiencia funcional del neoliberalismo, no será un grupo que pueda hacer (y quiera hacer) mucho para salvarlo. Es probable la emergencia de un activismo donde se capitalizaría el capital humano acumulado en las estrategias de resistencia.  

Regreso al caso que tomamos como ejemplo: por momentos 2.5 millones de personas se expresaron en las calles ante lo que ha sido un proceso electoral cuestionable. ¿Se habría movilizado de la otra parte un número similar para defender el resultado que favoreció a Calderón? Aunque Ciro Gómez Leyva dijo ufano que sí, no, no ocurriría, salvo los grupos adiestrados por la ultraderecha (¿tendría en mente a éstos cuando el comunicador hizo ese comentario?). ¿Fue un comportamiento de reflejos condicionados el del millón de personas que asistían a las marchas ante la incapacidad (sugestión) para poner límites al influjo de un líder carismático-populista? No. No, es, más bien, una expresión del grado de complejidad en las estrategias y acciones de la gente que les permite usar un espacio de oportunidad y que, podría leerse como un punto de inflexión/partida: habrá más expresiones con cierta prudencia pero irán creciendo en intensidad, en manifestación, en uso de los reductos que insinúen una posibilidad de cambio y en complejidad (tanto para el control institucional como para la comprensión de los grupos de poder y sus aparatos ideológico-informacionales).

La diferenciación estructural de los mecanismos del neoliberalismo comienza a ser desbordada por la diferenciación funcional de la resistencia (y lo será aún más). Esto coloca al país en construcción de complejidad propia y en sensibilidad respecto de la influencia del entorno: fragilidad dura… donde la cultura de la resistencia puede encontrar oportunidades inéditas no necesariamente por su organización, que le daría poder, sino justo por su implosiones o explosiones en diversos puntos a lo largo de país, a veces con interconexiones, a veces sin éstas, que le permitiría a la resistencia una proactividad/ubicuidad difícil de vencer políticamente si el Estado no articula su diferenciación estructural con una funcional.

Esto significa que el Estado sea capaz de asimilar la pluralidad, diversidad y complejidad social con una respuesta en políticas públicas a las demandas específicas. La respuesta con violencia o represión no sólo no alcanzaría sino que sería un suicidio ya ni siquiera del neoliberalismo… sí del Estado y, por supuesto, del país. Los mismos empresarios como Slim no lo permitirían, tampoco quieren autodestruirse.

En otras palabras, es posible la emergencia de un Estado como expresión/representación legítima de la diversidad social a la cual atienda con eficacia, eficiencia y justicia. Huelga decir, es posible que una lectura de comando suicida de sus usufructuarios oligarcas lleve a un riesgo con costos mayores para sí mismo y para todos: con Charly García, cerca de la revolución el pueblo pide sangre…

¿Qué elemento adicional nos hace pensar en la menor probabilidad de este último panorama? Lo que Luhmann señala respecto de la sensibilidad hacia el entorno. La complejidad creciente interna (ya no se podría atender a ésta con respuestas cosméticas) volvería más susceptibles ciertas zonas, instituciones, intereses y grupos, a la globalización de las demandas sociales y a la presión externa de estabilidad político-económica para evitar efectos dominó sobre economías o sistemas políticos en situación de fragilidad dura.

Pido disculpas por la imagen kafkaiana poco grata. Con lo que el Chernóbil-neoliberalismo ya no acabará pese, a las brutales radiaciones, es con las cucarachas a las que engendró y empoderó (sin querer y contra su voluntad), a partir de poner sistemáticamente a prueba sus mecanismos de resistencia que ahora le dan una motricidad y ubicuidad subversiva, corrosiva e implosivo-explosiva (el México revoltoso al que se refiere con candor este mes la revista Letras Libres). Este estadio en la evolución natural de la sociedad, habitado en algunas de sus zonas, por insectos ortópteros de seis patas y antenas filiformes con pensamiento concreto, sentido práctico, caos, sumado a algunos recursos intelectuales sin capitalizar todavía debido a la marginación; tiene una carga explosiva que con un poco de conciencia de su capacidad desestabilizadora por parte de sus habitantes puede jugar al ajedrez con el Estado y poner en jaque varias veces al gobierno y, ¿por qué no?, alcanzar tentativamente el mate.

El reto más ambicioso y la posibilidad aún improbable (¿Utopía?), percibidos desde un optimismo escéptico: la evolución de las cucarachas biónicas a los ciudadanos, de aquí, siguiendo a Luhmann, a la posibilidad de proseguir la propia autopoiesis en condiciones cada vez más incrementables, cada vez más inverosímiles, mientras sea posible.

Racionalidad de una utopía optimista escéptica respecto del neoliberalismo, a propósito del futuro sin nosotros, que en un delirio simple puede ir más allá de este modelo de estructuración político-económica: no un lugar o un tiempo ni ser perfectos, tipo best seller, tipo Salvador Gaviota; sino en proseguir la propia autocreación imperfecta de la vida en condiciones incrementables de complejidad, con procesos más comprensivos de observación y de conocimiento de nosotros mismos como sociedad y del entorno… mientras sea posible.

San Francisco, California: él conduce el Dodge Coronet de madrugada, escucha Losing my religion, piensa en el fin del mundo, acelera, viene la pendiente, pisa más fuerte, ahora hasta el fondo, el pie es una losa pesada, el V8 se levanta del pavimento en la subida… al final el abismo. París, Francia: ella conduce el R8, vuela por Campos Elíseos a las tres de la mañana, su cabello se estremece con el viento frío que entra por la ventana, escucha a todo volumen la full length versión de Won’t get fooled again, ríe sin motivo, las luces pasan como destellos fugaces, cierra los ojos, ve una playa, un sol que se oculta, suelta el volante, sonríe… la oscuridad. Tokio, Japón: el aire frío golpea los cascos, la Suzuki es una navaja afilada que corta el viento como un láser la piel en una microcirugía, él se abraza a ella mientras ella conduce con pericia a 250 Km., en el Ipod la fidelidad casi perfecta sale del par de audífonos y entra a sus cerebros a través de las orejas, Knockin’ on heavens’s door “fluye” por las dendritas, un corto circuito forma un arco iris en sus mentes, ambos lo pueden ver, en un impulso irresistible van hacia él, se desprenden, son proyectiles, vuelan… desaparecen. Santa María Yacuhiti, Oaxaca: la niña duerme, sueña con el mar del que le habló por la tarde su hermano mayor, aparece agua y más agua azul, un barco, ella mira todo eso desde una montaña, tiene miedo y fascinación, sonríe, empieza a reír, estalla en carcajadas, son las 3 de la mañana, despierta a sus hermanos, su madre se acerca, le pregunta si está bien, ella se da cuenta que regresó del mar, responde “no, porque el mar se ha ido… ¿adónde se va el mar cuando se muere, mamá?”.    

Del mismo libro de Luhmann tomamos un párrafo del artículo Ecología de la ignorancia, a propósito del futuro:

En las modernas condiciones, de lo futuro sólo se puede hablar en el modo de lo probable o de lo improbable, es decir, en el modo de una realidad asegurada ficticiamente (duplicada mediante ficciones). Se sabe por tanto que los futuros presentes traerán otra cosa diferente de lo que expresa el presente futuro, y precisamente esa discrepancia es lo que se expresa al tratar aún sobre probabilidades o improbabilidades cuando se trata del futuro. Quien afirma estar seguro se expone a todas las formas de la desconstrucción y sólo puede esperar apoyo de sus correligionarios. La multitud de juicios que subyacen al entendimiento de cada uno pueden modificarse en todo momento. Sin duda hay entendimientos que funcionan de manera masiva, pero no hay fundamentos a priori que pudieran garantizar que esos entendimientos (o por lo menos algunos de ellos) regirán para todo el futuro.

Este planteamiento nos permite discutir un aspecto importante que, desde mi punto de vista es significativo cuando no nos lanzamos, como aquí, a intentar responder inmediatamente la pregunta ¿cómo va a ser el futuro del país? Sino cuando pensamos primero en la implicación sobre el presente de un cuestionamiento respecto del futuro.

Una retrospectiva mínima. En 1982 cuando se discutía la necesidad de modernización del país, en varios espacios de opinión pública de manera impune se imponía como agenda una contrastación aparentemente irrefutable a propósito de las dos imágenes a las que se reducía el país (una emergente y otra decadente): el México moderno es un país que pone la mirada en el futuro para proyectarse en él; contra el México anti-moderno que es atrasado, tradicional, autocomplaciente, defensivo y con la mirada puesta en el pasado para proyectar a éste en él.

Cierta sustancia para esa retrospectiva mínima. El México anti-moderno estaba asociado, entre otras cosas, a Calles, Cárdenas, Echeverría y López Portillo. A un modelo político corporativo de cacicazgos en diversas escalas (anti-democrático). A una actitud anti-estadounidense de confrontación sistemática basada en el resentimiento de la cultura de los vencidos que se sienten perdedores siempre, aunque estén deslumbrados por la civilización del país más rico del mundo (alquimia de aldeanismo más complejo de Quetzalcóatl). A un comportamiento corrupto, dilapidador, irracional, ineficaz, ineficiente, conservador, anti-institucional, medroso a la competencia, resentido hacia los empresarios (la lucha de clases como sublimación ingrata de las incompetencias personales). Con representaciones presas de fantasías y utopías rancias centradas en puros conceptos obsolescentes: nacionalismo, revolución, patria, socialismo, izquierda, soberanía, Estado.     

El México moderno tenía que estar asociado a una nueva clase política (Chicago boys) angloparlante reverente hacia el Consenso de Washington (y todo el entramado institucional del credo economicista: FMI, Banco Mundial, BID, Departamento del Tesoro de E.U., Organización Mundial de Comercio, Foro de Davos), especialista en los aspectos sofisticados técnico-instrumentales de la economía, con una mirada puesta en el mediano y largo plazos (lejos de las nimiedades: pobreza, insalubridad y desnutrición. Con Sioux Punk y Wild Lennox, los chicos no pueden entretenerse en estas minucias, ellos están en algo más trascendente, están diseñando la gran empresa del fin del siglo XX, el mundo abierto donde transitarán sin restricciones los capitales, las personas, la información, las mercancías, los criminales y… los cadáveres. En nuestro caso, atentos a la instalación de México en el primer mundo). Una camarilla que se autoposicionaba como incorruptible, intachable, intocable, los Elliot Ness empeñados en la renovación moral de la sociedad. También se asociaba a actitudes atribuidas a lo que debía ser la nueva sociedad: asertiva, dispuesta a asumir riesgos, competitiva, flexible, adaptable, informada, anticorruptora, disciplinada, persistente, desideologizada, políticamente correcta, educada en universidades privadas, combativa contra toda modalidad de monopolio del Estado, simpatizante de los emprendedores como el motor individual del nuevo sueño mexicano (mexican way life style). Y se vinculaba también a la fórmula ineluctable del éxito: el mercado como el mecanismo estratégico y aséptico de bienestar y de equidad, y la democracia sin adjetivos como la base para la selección transparente, pulcra, de los profesionales de la política más eficaces.

Con eslóganes del futuro es hoy, o el mañana está aquí y hoy es ayer, esta imagen del país, con lo que la sostiene y la plasma en la vida cotidiana, se impuso construyendo un discurso dominante que en apariencia sepultaba el pesado y legitimaba un conjunto de medidas de ajuste y control macroeconómico con base en una representación monolítica y dictatorial de un futuro único y posible para el país (destino manifiesto): nación del primer mundo, potencia industrializada, país desarrollado (parafraseando al expresidente José López Portillo, por cierto vituperado por los tecnócratas a quienes engendró y arropó en su momento: ahora sí nuestra preocupación sería la administración de la riqueza).

En aquellos lejanos años la pregunta por el futuro (modo de una realidad asegurada ficticiamente) del país tenía una, y por lo exuberante del aparato ideológico-político utilizado, única respuesta, de parte de la tecnocracia. La certeza de la probabilidad: el futuro es la democracia y es el mercado; el futuro es la competitividad y la productividad; el futuro es la riqueza que salpicará… inundará a todos, el futuro son los empresarios… y somos nosotros.A estos tecnócratas no les pasó lo que señala Luhmann, quien afirma estar seguro se expone a todas las formas de la desconstrucción. No podían estar equivocados, la realidad estaba en sus manos, emergería de ellos. Sí, por supuesto, recibierontodo el apoyo de sus correligionarios, de dentro y fuera del país.

Cualquier otra representación era avasallada por insertarse en el pesimismo, por ser anti-moderna y por expresar la incertidumbre de la improbabilidad. Los hechos de la caída del muro de Berlín y del socialismo real obraron en contra de una perspectiva crítica.

En el caso de la perspectiva optimista del futuro producida por la tecnocracia, como señala Luhmann, sin duda hay entendimientos que funcionan de manera masiva, pero no hay fundamentos a priori que pudieran garantizar que esos entendimientos (o por lo menos algunos de ellos) regirán para todo el futuro. Si la imaginación es una forma de hacer emerger la realidad (enacción, como señala el biólogo chileno Francisco Valera), es recomendable no sólo preguntarnos por el futuro del país, sino construir todas las representaciones posibles, pluralizar las imágenes de lo que queremos/creemos/necesitamos que sea México.

Es probable, por fortuna, que los grupos dominantes no tendrán todo a su favor para imponer tan fácilmente el 2030 de Calderón, pero no dudemos que insistirán en hacer hegemónica su representación optimista y arbitraria de un México que es improbable sea como ellos dicen y transite con éxito por el camino al que nos invitan; pero se negarán a reconocer su ficción duplicada. Hagamos la guerrilla de las previsiones alternativas del futuro.

Transitemos por distintas opciones. La complejidad creciente de la sociedad y su capacidad de diferenciación respecto del entorno, permite una relativa autonomía para explorar las implicaciones de una representación pesimista (no hay futuro, nos espera la catástrofe, ya todo está perdido, el neoliberalismo aniquilará todo…); las de una optimista (sí hay futuro, nos espera algo mejor, no todo está perdido, el neoliberalismo se cae a pedazos…); las de todas las intermedias en sus distintas gradaciones.

En un punto intermedio, de las “n” posibilidades que se pueden construir, ponemos a discusión lo que ha sido un optimismo escéptico. No es ni pretende erigirse en una perspectiva canónica, al contrario asume una improbabilidad pero lee, lo que a pesar de todo (y de los riesgos aún por venir), persiste como un peleador callejero: la dignidad de no doblarse pese a las heridas o, en caso de las heridas de muerte, resucitar como una fantasma sin nada que perder, con la convicción de que en el futuro (sea éste lo que sea, ¿incluso no sea?), la esperanza, como una broca pequeña, hará su propio espacio en algún cimiento, en donde se instalará para carcomer los muros del status quo. Desde allí tejer otra vez, una representación alternativa y acciones subversivas, corrosivas, con la idea de estar lo más cercanos a una sociedad de bienestar con calidad de vida para todos sus ciudadanos.

No me gustaría que me enterraran tan pronto –dice la esperanza-. Decime, pero qué caso tiene, vos te crees mucho, sos soberbia, como si fueras dios o algo así, que sé yo –dice la realidad-. No, por supuesto que no; es sólo que me gustaría hacer un último intento por cambiarte, nada más. Ni te apures, mejor descansa en paz, yo estoy bien así, soy y seré lo que tenga que ser, no más, no menos; no pontifiques no quieras que viva como a vos te gustaría, no proyectes sobre mí tus deseos frustrados. Quizás está en mi naturaleza en tanto esperanza. No, en tu naturaleza está morir, si no mueres no nacerán otras como vos; no comprendes que a vos en particular no te corresponde cambiarme, no sé, quizás a otras como vos sí, que sé yo; el problema del futuro de lo que seré o no, está más allá de vos y de mí, che esperanza.

Luhmann manifiesta en el ensayo Ecología de la ignorancia una condición para el futuro, y no es otra cosa más que exista un espacio infinito, hasta donde sea permitido, para que la sociedad se auto-produzca:

La sociedad puede deberse a la violencia o a la historia: depende de lo que haga con ella. Los orígenes ya no interesan, las expectativas están en el futuro. Pero precisamente para eso el contrato parece imprescindible, como instrumento de vinculación dentro de la sociedad. El problema está en la relación de las personas entre sí, a las que tiene que estar permitido producir vínculos (des-libertades) y desigualdades mientras esto sólo ocurra sobre la base de la libertad y la igualdad.

En términos de una esperanza más concreta y de corto alcance, es una condición mínima para la sociedad ser un espacio de libertad e igualdad, para que su auto-producción se incremente constantemente. La base de esto es un contrato, un pacto, una articulación que no limite la diferenciación creciente, la producción de vínculos y distinciones, su respiración. La asfixia de la sociedad es un atentado contra las expectativas de futuro.

Uno de riesgos que se corren en México es que haya una regresión que clausure parte de las libertades ganadas y que se bloqueen las inercias hacia una mayor igualdad. Este sería un atentado contra la producción de posibilidades. Cualquier explosión o implosión que llegara a presentarse tiene que construir un nuevo orden que articule, integre, que no deje fuera a nadie, pero con principios enraizados en un orden de complejidad mayor: en este marco, libertad e igualdad tienen que ser una realidad, el punto de partida para buscar las estrellas, nuestra esperanza es que no sea entre los escombros.

 


Diego Juárez Chávez

Tlalnepantla., septiembre 2006.

 

 

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