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LA NOCHE TRANSFIGURADA DE SCHÖNBERG (I)

Por Diego Juárez
Número 62

 

A Sofía Ontiveros por su cumpleaños,
por su amistad y por su generosidad.

 

Soliloquio de medianoche

Dormía, en mi pequeño cuarto de roedor civilizado,
Cuando alguien sopló en mi oído estas palabras:
“Duermes, vencido por fantasmas que tú mismo engendras,
y mientras tú deliras, otros besan o matan,
conocen otros labios, penetran otros cuerpos,
la piedra vive y se incorpora,
y todo, el polvo mismo, encarna en una forma que respira”…

Octavio Paz.

 
Trazos rápidos. La espiral de alzas en los precios de bienes y servicios no tardará en desatarse con los incrementos en los combustibles. Los indicios de la fragilidad de la economía mexicana, parecen regresarnos del sueño erigido por la administración foxista respecto de la estabilidad; en realidad al carecer de una planta productiva sólida y de un desarrollo industrial con valor agregado más allá de la mano de obra barata, siempre hemos sostenido con alfileres los equilibrios relativos.

Vivimos en una especie de economía de ficción, es inaceptable que ahora nos vendan la idea de que el principal logro de este sexenio (y el general del neoliberalismo previo y por venir) es la ausencia de crisis, cuando estamos en una permanente debido al desempleo, a la falta de crecimiento, a la expulsión de mano de obra, a la sobrevaloración de la moneda, a la ausencia de inversión productiva vinculada al desarrollo local y regional.

Si sumamos al panorama anterior la actitud autoritaria cada vez más visible del todavía presidente electo Felipe Calderón y la incapacidad de su equipo de transición, junto con las actuales autoridades federales, estatales y municipales, para resolver el problema de Oaxaca (han fallado en el diagnóstico y en la prescripción del uso de la fuerza inocua), más los brotes de inconformidad y resistencia que de un tiempo a la fecha son, y serán, más frecuentes; entonces los problemas comenzarán a desbordar las capacidades de actuación, intervención y solución del Estado.

La crisis que se viene es aún más dura y, al mismo tiempo, ofrece la oportunidad de cambiar a un modelo de Estado y de desarrollo democrático, de bienestar y de calidad de vida, por supuesto en caso de que la sociedad y el gobierno lleven a cabo una lectura correcta de los significados de las movilizaciones.

Los tiempos de crisis no son proclives a la producción en serie de esperanzas. Más bien son prolíficos en reducir la duración de las que existen. Caducan tan rápido que la invención o construcción de esperanzas, es decir, la oferta de éstas, no alcanza satisfacer la demanda de ilusiones. Casi en la misma medida en que las erigimos indefectiblemente la vida nos coloca en situaciones donde se nos desmoronan.

La escasez de esperanzas es un rasgo de la crisis económica, social, política o cultural, y es también un factor de desestabilización psíquica: nos hace propensos a una desilusión instalada en la piel, en las neuronas, que carcome el ánimo, el espíritu individual y colectivo (¿Apocalipsis?). Las vacunas de optimismo (muchas veces en dosis de una defensa apasionada y moral de lo ganado en avance democrático), que suelen provenir de las partes menos afectadas por la crisis (por ejemplo, intelectuales como Leo Zuckerman, Sergio Sarmiento, Denise Dresser, Federico Reyes Heroles, Jaime Sánchez Susarrey…) o de los beneficiarios directos de ésta (porque la crisis no lo es para todos, por lo menos no en la misma medida), no sólo no nos dejan inmunes, incluso resultan contraproducentes: a mediano o largos plazos, nuestra alma se infesta del cáncer de la melancolía. Este escenario del desánimo, de la apatía, puede calificarse como: melancolía de la resignación.

En fin, la calificación del escenario puede variar dependiendo de los parámetros tomados como referencia. No obstante, adjetivar en ocasiones suele cancelar las exploraciones a propósito de situaciones o fenómenos, debido a calificaciones que ostentan superioridad (o mayor legitimidad) respecto de los contrincantes clausurando posibilidades distintas de lectura. Preferimos transitar por la banda de la descripción relativa: enunciar rasgos desde un esquema de percepción, que pueden desdoblarse en otras diferenciaciones o que pueden resultar equivocados o irrelevantes desde otra perspectiva.

Contra lo que cabría esperar desde una lógica infestada por el virus de la ideología de la derrota pensamos que es mejor, en la medida de las posibilidades, no renunciar a la comprensión con la finalidad de buscar, dentro del panorama desolador, los haberes necesarios para resistir... ¿Por qué no? Para salir. Un punto de partida (cierto, arbitrario de suyo), es el ejercicio de esbozar signos o indicios visibles desde la postura personal que nos permite mirar y no-mirar: óptica interesada. La idea es mirar desde esa óptica interesada, pero mirar también esa óptica interesada (mirar el mirador): desde luego la probabilidad es que el mirador esté también cancerado, ¿no?

Con este afán iniciamos una especie de travesía en éste y en por lo menos dos afiches próximos, bajo esta postura leemos desde una perspectiva local lo que es de suyo global, al final queremos apostarnos en la defensa del conocimiento como condición necesaria para entender y entendernos, para hacer y hacernos, para lograr ubicar los aspectos axiales en los cuales fincar alegrías esperanzadoras. Creemos que desde esta pretensión dos campos cumplen un papel vital: la comunicación y la investigación. Primero como “mecanismos” de vínculo y de entendimiento, luego, como componentes de una cultura basada en la tolerancia y en la cooperación que desde la memoria, la inteligencia y la sensibilidad miren el porvenir y al mismo tiempo lo hagan asequible a todos como un lugar de calidad de vida donde el compromiso no esté escindido del goce.

En esta serie que nos proponemos, aprovechamos este espacio para compartir con los lectores algunas consideraciones respecto de la democracia y luego intentaremos expresar en las siguientes entregas algunas ideas respecto del conocimiento como resultado de sus mecanismos/componentes (la comunicación y la investigación).

Aclaramos que nuestras exposiciones no representan un punto de vista experto ni científico, ni racional, sino inquietudes desde una ciudadanía en formación dispuesta a arriesgar ideas para provocar discusiones a partir de las cuales aprender y transformarse. Por lo tanto, los lectores encontrarán una especie de micrografía donde se expresan un conjunto de sensaciones, deseos, preocupaciones que funcionan en algunos casos como proposiciones y en otros, como argumentaciones débiles, frágiles e intensas.

Sueñas que te mueres
Despiertas y estás vivo
Vuelas a tu mente fuera de este mundo
Mientras tus recuerdos viajan a otro lado
Sueños insepultos
A veces somos sueños insepultos
A veces somos sueños insepultos1

El siglo XX y lo que llevamos de éste puede verse como los tiempos de la puesta en escena de un orden cínico construido bajo los pretextos de principios ilustrados (libertad, igualdad y justicia) pero en el fondo abocado a hacer de las finanzas, el comercio, la productividad, la eficiencia, el consumo y la distribución asimétrica de la riqueza, los términos de convergencia de las economías locales con las trasnacionales que ponen en situación límite la soberanía y con ello la geopolítica: ¿Cómo debe ser una mapa donde se dé cuenta de las fronteras que son simulacros y de los territorios que son lugares de tránsito de inversiones, de materias primas, de mercancías y de mano de obra ilegal y por lo mismo extremadamente barata?

En un esquema así la irracionalidad parece pulverizar las buenas intenciones o en su defecto, esa irracionalidad es por quien preguntamos cuando nos cuestionamos: ¿qué tan buenas intenciones son aquellas que hablan de democracia y dejan hacer, dejan pasar, un orden en el que la fuerza del capital internacional genera una configuración distributiva donde el 80% de la población del mundo tiende a la marginación, a quedar excluida, a perderse en las sombras de sí misma? ¿Hasta qué punto la fuga, el desinterés o la indolencia respecto de esto es también corresponsable de dar vida a ese orden?

El tránsito por los tiempos actuales es también una migración: abandonamos, deshabitamos la utopía. Cuesta trabajo creer en los sueños y sin embargo nos confiamos a y de las ensoñaciones fabricadas massmediáticamente (lo mejor para todos es la continuidad del modelo político-económico, ya que esto nos permite vivir en paz, cualquier disidencia es un peligro para el país… una pesadilla que robara la comida de nuestro frigorífico y nos quitará nuestras posesiones legítimamente adquiridas después de toda una vida de trabajo) en  un tiempo libre preso de la fatiga y la frustración e instaladas de manera gestáltica en nuestro imaginario justo en convivencia con nuestra historia, nuestros deseos y con todas aquellas personas y cosas por las que no morimos (¿o vivimos?).

La discusión en el siglo XX fue la de la estética y funcionalidad de la tecnología en sí, la disertación de fondo en el nuevo siglo tiene que ver no con los medios en sí sino con su uso, con los fines, con las razones de aplicarlos en un sentido y no en otros, y ello puede implicar el regreso a la estética de la pluralidad y la relatividad lo que significa una revisión de la esfera sensible de las emociones, y en general de la afectividad, para entrar en la dimensión más riesgosa, y al mismo tiempo más importante, de las necesidades y expectativas de la gente.

Sueñas que te mueres
Despiertas y estás ido
Dejas a tu entierro justo en el olvido
Mientras tu esperanza ya se fue al retrete
Sueños irredentos
A veces somos un jirón del sueño
A veces somos un jirón del sueño

Repasemos grosso modo la situación afectiva. Un signo es el de la orfandad en la que mujeres y hombres se debaten al caerse de manera progresiva y sistemática los grandes ejes articuladores del sentido. Parece que la caída de la institucionalidad (aunque se nieguen a verla algunas franjas de la población, los intelectuales orgánicos, las clases privilegiadas y parte de la clase política) es al mismo tiempo el desmoronamiento de los sustentos trascendentales en los que descansaba la confianza. Así, creencias y saberes se hunden es una especie de marasmo pierden la brújula al caerse todos los referentes o, por lo menos, al ser insuficientes para dar la certidumbre necesaria que alimente las esperanzas. Quizás así como en México el intersticio seglar del XIX al XX llevó cuestionar el orden teocrático-trascendental, ahora estamos situados en el escepticismo hacia un orden racional-ilustrado que al final también ha fallado en sus promesas de justicia y felicidad. Una melancolía profunda nos hace buscar de manera maniaco-depresiva respuestas en alternativas que demandan obsesión-compusión. La constante es la certeza de nuestra soledad en el mundo y del dolor, porque incluso ni el blindaje del autismo nos salva; como afirma la poeta Ditka Death: el mundo propio no siempre es el mejor infierno para quemar nuestra desolación.

Lo anterior no significa que la caída de los grandes ejes axiales de configuración representacional del universo propio y ajeno sea la única causa de esa melancolía cultural y existencial. Debemos sondear la propia cotidianidad y la acelerada marginación social y económica para detectar los aspectos violentos del deterioro en los proyectos de ser. A la falta de sentido contribuyen el no encontrar las posibilidades para pensar en una vida con calidad donde la satisfacción de las necesidades inmediatas no sea la meta sino el medio para dirigir nuestra creatividad e imaginación a desarrollar nuestro espíritu, nuestra sensibilidad, nuestra mente y nuestro propio cuerpo.

La depauperación material coloca a la mayoría de la población en la indefensión al no tener los elementos mínimos que garanticen su sobrevivencia: el ecocidio comenzó con la explotación del hombre por el hombre porque ha significado hacer vivir bien a unos cuantos a costa de la muerte de todos los demás, el hombre como entorno de los hombres es destruido y por lo tanto, no es posible más un vínculo de humanidad con los propios hermanos de sangre ni con los otros hermanos del cosmos como el aire, la tierra, el agua, la flora y la fauna.

El caso de México es dramático: la mitad de la población económicamente activa no gana más de dos salarios mínimos. No hay margen para pensar en otra cosa que no sea la supervivencia, el grado de fragilidad de estos sectores de población los coloca por su capacidad (incapacidad) económico-material en una situación de vida donde están expuestos permanentemente a la violencia, a las enfermedades, la desnutrición, a las vejaciones jurídicas, a la deserción escolar y los bajos niveles educativos.

Una travesía subterránea nos pone en la escena de un viaje por los rostros de la desolación desde las cuevas rumbo a Santa Fe; las frágiles e insalubres casuchas junto a las vías de tren o a los ríos de aguas negras; los indígenas de las zonas más marginadas del país como Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán, Hidalgo (aunque en todas las zonas del país habitadas por indígenas en realidad estamos hablando de extrema pobreza); las franjas de colonias sin los mínimos servicios asentadas junto a fábricas que  emiten contaminantes que provocan serias enfermedades en la piel, en los ojos, gastrointestinales, neuronales y pulmonares. Si a esto sumamos los padecimientos psíquicos provocados por violencia intrafamiliar, por el alcoholismo y la drogadicción al final nos queda una fotografía de la muerte o quizás de algo peor que ella: la vida también es una mixtura de oscuridad y mierda en la que la intelección está invadida por el cáncer de la ignorancia y la afectividad no es más que una suma de resentimientos, ¿puede haber en todo esto algo parecido al espíritu? Es más probable que nuestra cercanía con la muerte no sea algo situacional sino existencial, es en ella donde podemos matar a esos torturadores que a su vez nos han matado ya, asesinar o suicidarnos es prácticamente lo mismo, sentencian mejor la agonía en la que estamos en el mundo, son la luz de la nada. 

Si correlacionamos estos síntomas con las expectativas sociales generadas por la religión, la ciencia y la política encontramos una de las contradicciones fundamentales por las que habita el desencanto en el ánimo colectivo que no necesariamente comparte el fervor por la democracia: en varias partes del mundo el abstencionismo en los procesos electorales supera en promedio el 50%. La democracia es todavía un proyecto inacabado porque no es tan sólo un mecanismo electoral, más bien tiene que ver con un cambio cultural donde el ejercicio de decidir esté precedido de las condiciones educativas, informativas, emocionales, intelectuales, materiales y económicas para llevar a cabo distinciones correctas y tomar decisiones donde elegir implique la convicción de que se participa de manera directa cuando es necesario así como de manera indirecta para que a través de representantes se opte por lo que sea mejor para el desarrollo local y global. Mientras esto no ocurra tal parece que estamos en un marco donde la “democracia” es un espacio efectivo de exclusión de amplios sectores de población que no encuentran en esa institución el marco para resolver los problemas urgentes y que, por otra parte, funciona más para sostener un orden inamovible, el de la explotación.

El consenso mundial al que se ha llegado a propósito de la democracia como el mejor sistema de gobierno es en muchos sentidos algo pensado desde una perspectiva ilustrada, que con argumentos lúcidos ha defendido a ésta como un punto climático del proceso civilizatorio, no obstante, y considerando el escenario que describíamos líneas arriba, su universo simbólico está en una lógica alejada de la perspectiva del sentido práctico de la violencia de la vida cotidiana de subsistencia.  Consideración axiomática: el que la gente vote no significa que se comparta el universo simbólico que está detrás de la dimensión ideológico-política, ética y axiológica de la democracia. Esta distinción en dos grandes y groseros bloques de la cultura política que tienden a separarse por una brecha cada vez más distante está enmarcada en un proceso de globalización comercial, financiera y económica que lejos de acercarlos los polariza al ahondar las desigualdades sociales y  económicas.          
       
Los problemas que representan un reto, porque forman parte de un cambio hacia el mejoramiento integral de las condiciones de vida de toda la población: la marginación cultural, la injusticia social, la soledad, el olvido, la desigualdad jurídica y la iniquidad económica. Alguien, con cierta sorna, podría decir: ¿y qué no son los mismos problemas de siempre? Sí, por supuesto, pero los tintes cambian, su sentido también, porque a nuestro juicio ya no se puede posponer más su solución a menos que estemos dispuestos a asumir la catástrofe latente a la que llegaremos de no actuar con un humanismo profundo en el propósito de hacer del mundo un espacio de convivencia y bienestar.

Sueñas que te mueres
Despiertas y estás muerto
Miras a tu cuerpo en medio de nubes
Mientras tu cabeza ya se fue a otro lado
Sueños insurrectos
A veces somos sueños insurrectos
A veces somos sueños insurrectos

En un ensayo controversial Octavio Paz, por allí de 1988, hablaba de tiempos de riesgos utilizando una espléndida imagen relacionada con el clima, el estado emocional y la temperatura política: tiempo nublado. Advertía los peligros de los totalitarismos en sus distintas versiones y de la excesiva confianza en el mercado. Estamos en un nuevo siglo y en otro milenio, resultó profética la prosa poética de Paz porque al final la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento del socialismo real no eliminaron las dictaduras ni los esquemas políticos absolutistas: vivimos los tiempos de la dictadura del neoliberalismo que nos ha hecho definir esferas de poder ya no desde una economía política sino desde políticas económicas (¿la economía política de la era postindustrial?) que apremian a administrar la ecuación de la macroeconomía por encima de toda consideración social bajo la premisa de “el control es que no hay control” de organismos que funcionan como “Estados Supranacionales”, tales son los casos del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, del Departamento del Tesoro de E.U., del Banco Interamericano de Desarrollo, del Foro de Davos y de la Organización Mundial de Comercio.

A esta configuración se superpone el orden de emergencia y ejercicio de la función política bajo el cauce de la democracia que, sin una diferenciación de su sentido clásico respecto de las importantes connotaciones contemporáneas en el escenario de una sociedad compleja, y una discusión de las implicaciones de todo esto, nos colocará en la dictadura de la democracia electoral excluyente. La democracia no es ya sólo una categoría sociopolítica, el problema de la democracia es necesario replantearlo en medio de la expectativa de un reto complicado: semantizarla en un sentido socioeconómico y psicocultural. El riesgo, de no hacerlo así, es que “la democracia” será sólo efectiva para una décima parte de la población mundial, los mismos que participarán en la elección de los conductores (gerentes) de la administración pública, los mismos que tomarán sabias decisiones de dónde deben colocar sus capitales y los de siempre, esos mismos que ocultarán, bajo la fachada de una democracia cosmetológica y de marketing, el exterminio de la capacidad de decidir sobre el propio destino de las mayorías de la sociedad.

En otras palabras, la democracia se quedará sin sustancia porque será patrimonio de una cofradía que verá en ella la forma de legitimar su derecho a una felicidad construida a costa de las hordas de ignorantes, de pobres y de desempleados.

El reto no es renunciar a la democracia, sino encontrar las condiciones objetivas y subjetivas para hacerla posible a plenitud, llevarla hasta sus últimas consecuencias (en otros afiches nos hemos referido a esto como una postura radical de la democracia) en el marco de las sociedades más diferenciadas que tienden a ser pluralidades más singularizadas.

Es necesario hacer efectiva a la democracia como un medio sociocultural para hacer viables una política y una economía que concreten y realicen los proyectos de vida que aseguren calidad de vida: no otra cosa que un desarrollo sistemático de la vida emocional, intelectual, cultural y material de todos para todos. Calidad de vida que nos permita, parafraseando al poeta Stefan George retomado del Cuarteto No. 2 del compositor vienés Arnold Schönberg: sentir el aire de otros planetas

Cerramos esta primera aproximación a La noche transfigurada de Schönberg con otro fragmento del Soliloquio de medianoche de Octavio Paz, que expresa mejor que nosotros el clima global y local:

Abrí los ojos y quise asir al impalpable visitante,
cogerlo por el cuello y arrancarle su secreto de humo,
mas sólo vi una sombra perderse en el silencio, aire en el aire.
Quedé solo de nuevo, en la desierta noche del insomne.
En mi frente golpeaba una fiebre fría,
hundido mar hirviente bajo mares de yelo.
Subieron por mis venas los años caídos,
fechas de sangre que alguna vez brillaron como labios,
labios en cuyos pliegues, golfos de sombra luminosa,
creí que al fin la tierra me daba su secreto,
pechos de viento para los desesperados,
elocuentes vejigas ya sin nada:
Dios, Cielo, Amistad, Revolución o Patria...


Notas:

1 La estrofa citada pertenece a la canción El blues de los sueños insurrectos de Wild Lennox y Sioux Punk, forma parte del álbum Soliloquio de medianoche en la estación del tren. A dicha canción pertenecen los fragmentos que citamos en cada interfase.

Diego Juárez Chávez

Tlalnepantla, noviembre 2006.

 

 

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