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ENSAYO PARA MI MUERTE

Por Diego Juárez
Número 62

                                                             El afecto solidario  a veces es un remedio cósmico contra la muerte,
siempre es una droga dura contra el suicidio.

Wild Lennox.
 

 

Advertencia para que luego el lector no se sienta timado. Elijo un inicio poco prometedor, digamos anticlimático, contrario a la recomendación didáctica de los pugilistas del periodismo: el punch.

Michel Foucault en sus acrobacias, sin red, respecto de la psiquiatrización de la vida cotidiana recogidas en Microfísica del Poder, señalaba a propósito de Más allá del Bien y del Mal que: el humanismo consiste en querer cambiar el sistema ideológico sin tocar la institución; el reformismo en cambiar la institución sin tocar el sistema ideológico. La acción revolucionaria se define por el contrario como una conmoción simultánea de la conciencia y de la institución; lo que supone que se ataca a las relaciones de poder allí donde son el instrumento, la armazón, la armadura.

¿Rudo? Quizás. Foucault intentó llevar hasta la última consecuencia, con lo riesgos y ventajas concomitantes, sus ideas acerca de la sexualidad, la verdad, el conocimiento, la historia y el sujeto. En efecto, era poco probable que fuera terso y sí en cambio, existió siempre la posibilidad de que llevará a sus límites (¿la locura de la cordura?) la razón, incluso en la búsqueda de una coherencia mínima, sobrevinieron la destrucción y auto aniquilación.

Traigo a colación la perturbación anterior (el pensamiento de Foucault nos sacude la conciencia), con la finalidad de solicitar, como simple ciudadano, a los científicos sociales, periodistas y comunicadores, e intelectuales en general, que se expresan a través de los espacios públicos, una re-lectura sistemática y crítica de los intereses de poder real involucrados en dos hechos: el posicionamiento y el estilo personal de gobernar de Vicente Fox; y la impunidad de la que goza la profesora Elba Esther Gordillo para operar de espaldas a los intereses de sus agremiados y del PRI (su expartido), a favor del Partido Nueva Alianza (PANAL, una de sus plataformas políticas) y del PAN (otro de sus centros de operación).
 
No espero, desde luego, una coherencia al estilo de Foucault. Lo veo inviable conociendo la naturaleza de nuestra clase pensante e impráctico dados los esquemas actuales de pensamiento empleados en el análisis de los acontecimientos públicos.

Sí creo, que una parte de la sociedad (no aspiro a mucho, pero habrá algunos pocos dreamers trasnochados) podría estar de acuerdo en la necesidad de una revisión respecto de los temas señalados. Exploración que debe tener el rigor de la investigación, la exposición de la postura personal respecto de los intereses de poder y el ejercicio de la crítica (autocrítica) con la misma pasión con la que se cuestionan de manera legítima otros hechos como: el mesianismo tropical de López Obrador, el analfabetismo político de la población que elige opciones populistas o la falta de respeto a las instituciones de los grupos que han tomado el emblemático eje Zócalo-Reforma-Glorieta de Petróleos en la Ciudad de México.

A continuación alego en tono especulativo las razones que, creo, asisten a mi demanda. Si, como suele ocurrir, los lectores no están de acuerdo, me planto en una invitación-cuestionamiento: ¿No creen que a veces es saludable conmocionar, aunque sea de manera leve, la conciencia y las instituciones?   

Estación primavera de un amor: te odio con ternura, me quiero con rencor.

Guía a mi preocupación una certeza endeble: requerimos ir, pero  al mismo tiempo regresar sin demasiada nostalgia a las cosas (para culminar nuestro suicidio), por medio de un conocimiento alimentado por la sabiduría que nos permita hacer de otra forma el mundo; lo cual requiere explicaciones/interpretaciones que sean ejercicios responsables e imaginativos de desmitificación.

Esta idea está sustentada en un planteamiento del biólogo chileno Humberto Maturana, quien en su libro La realidad: ¿objetiva o construida? señala respecto de la ciencia moderna que: ha surgido en una cultura que valora la apropiación y la riqueza, que trata el conocimiento como una fuente de poder, que aprecia el crecimiento y el control, que respeta las jerarquías de dominación, que estima las apariencias y el éxito, y que ha perdido la sabiduría y no sabe cómo cultivarla.

Intuyo que las lecturas públicas (científicas y no científicas, más lo segundo que lo primero) de los tópicos propuestos (el alto posicionamiento y el declive del foxiato, y la impunidad de la profesora Elba Esther Gordillo), han tenido como denominador común explicaciones en una línea discursiva que: respeta las jerarquías de dominación, que valora la apropiación y la riqueza, que convierten el discurso y el conocimiento en una fuente incuestionable y con poder, y que están desprovistas de sabiduría.

Propongo al lector que si, por ahí tiene un tiempo, haga un repaso de los análisis respecto de estos temas de, por ejemplo, Alfonso Zárate, María Amparo Casar, Paoli Bolio, Roxana Fuentes, Enrique Krauze, Jorge G. Castañeda o Federico Reyes Heroles.   

La orfandad de sabiduría en las interpretaciones indolentes, es una limitación que sí puede comenzar a subsanarse con la adopción de un esquema de percepción sustentado, de acuerdo con Maturana: en el respeto por los demás, en el reconocimiento de que el poder surge a través de la sumisión y la pérdida de la dignidad, en el reconocimiento de que el amor (con toda su paradoja e improbabilidad) es la emoción que constituye la coexistencia social, la honestidad, y la confianza, y en el reconocimiento de que el mundo en que vivimos es siempre, e inevitablemente, lo que hacemos de él.

Si apelamos a éstos como lo que puede constituir un argumento estructurante de los motivos del discurso y del conocimiento que tiende a examinar los acontecimientos públicos, entonces es posible cambiar el significado y sentido de la explicación política. En un inicio -porque lo más ambicioso implicaría seguir un poco más a Foucault y destruir-nos en nuestros propios sentidos cedidos al poder- iríamos en una dirección donde revelaríamos el andamiaje que sostiene el poder, las manifestaciones de éste y sus alcances y límites.

¿Qué cabría esperar en los albores de un regreso con tal argumentación al revisar, por ejemplo, el foxiato?

Se me ocurre que lo primero podría ser recuperar las voces, en ese momento marginales, que advertían durante el proceso preelectoral de 2000 acerca de las incapacidades personales, profesionales y políticas de Vicente Fox; y alertaban respecto de los intereses internos y externos de poder con los que se había aliado para obtener las presidencia del país. Voces que se transformaron en susurros avasalladas por la algarabía del voto útil y por el pragmatismo político interesado en sacar al PRI de los Pinos, pero desentendido de la preservación de los intereses y privilegios de los grupos de poder real que apoyaron a Fox (y ahora hacen lo mismo con Calderón Hinojosa) y que a lo largo del sexenio fueron cobrando caro su inversión en la campaña.

Los resultados de este contubernio son un conjunto de  situaciones que lejos de cambiar y tienden a agravarse: 23 mexicanos entre los más ricos del mundo; 50 millones de pobres; 20 millones más que estamos –me incluyo- en la decadencia material, económica, moral y psíquica; y alrededor de 5 millones de compatriotas menos cuando termine esta administración (están y estarán en E.U. ganándose la vida, pese a la adversidad tendrán algo de esperanza allá –la que aquí ya no alcanzaron-).

La importancia de recuperar esas voces premonitorias (en aquel momento calificadas de apocalípticas) no tiene la finalidad de exhibir nuestra miopía con el clásico “ya ven, se los dije”, sino de comprender cómo fue que ellos sí se dieron cuenta con antelación de lo que, a la larga, iba a explicar una presidencia de la República que se caracterizó, entre otras cosas, por las altas expectativas y las bajas realizaciones en beneficio de la gente que lo apoyó –que no fueran los empresarios, los sectores financieros, los capitales foráneos y los organismos internacionales-.

Una miríada de dudas-suposiciones. ¿Detectaron los problemas de personalidad del entonces candidato, descubrieron su inestabilidad emocional, avizoraron la falta de madurez; supieron desde el principio que no era un paradigma de gobernante moderno ni se trataba de un demócrata, sino de un caudillo que resultaba de la alquimia de los protagonistas de Dos tipos de cuidado o de A toda máquina, y de alguno de los personajes centrales de Mecánica Nacional; se dieron cuenta que era un hombre diletante con capitales culturales limitados y con propensión a la intolerancia, que vivía como pez en el agua en un ecosistema tradicional, conservador, autoritario y escindido de la realidad?

¿Percibieron en su comportamiento, con los indicios que dejaba su paso por el gobierno de Guanajuato, que era un ilusionista preocupado por lo virtual en vez de lo real, un demagogo que defendía una serie de principios y valores morales en vez de civiles, un protector y representante de los intereses poderosos a cuyo servicio puso sus limitados empeños como político (en vez de hacer de la política un instrumento para resolver los problemas de los sectores más necesitados y configurar una sociedad más equitativa)?

Quizás esas voces discordantes instalaban ya en su imaginario, desde aquellos lejanos días (parecen siglos) estas interrogantes: ¿Los beneficiarios de este sexenio son acaso los amigos cómodos que financiaron la campaña de Fox? ¿Cómo tejieron esta cadena de favores y cuáles fueron las repercusiones de esta alianza en términos de los cotos de poder que cambiaron y se preservaron? ¿Por qué se mantuvo el duopolio de las televisoras? ¿Cómo fue posible que la Secretaría de Hacienda no cobrara los impuestos correspondientes por la venta de Banamex al City Group? ¿Por qué se conservó el modelo neoliberal? ¿Por qué continuaron las políticas asistencialistas en el combate a la pobreza? ¿Qué ocurrió con la persecución a los grupos que controlan la introducción, producción y distribución de drogas (¿Por qué de manera selectiva no se tocaron los intereses del Joaquín Guzmán Loera?)?  

Las preguntas de ayer me temo son las preguntas de hoy. Además de recuperar las voces de antaño, podemos invocar las voces de hoy. Considero imprescindible dar respuestas con base en un análisis profundo, a partir de datos duros, con base en un esquema de percepción diferenciador y con un énfasis crítico que toque a las personas, a las redes de intereses, a las instituciones, al orden establecido.  Y que en función de un ejercicio responsable y profundo de crítica nos revele cómo opera el poder su reproducción y quiénes somos los corresponsables (y de qué manera), de que las cosas no cambiaran (ni cambien) al ritmo y en el sentido que requería un país que, por lo visto, aún aspira –aunque Sergio Sarmiento diga lo contrario- a hacer realidad plena los aún lejanos ideales democráticos, de justicia, de equidad y de modernidad.

A mí, personalmente, me parecería interesante ver a Pablo Hiriart y a Jaime Sánchez Susarrey desde sus espacios (¿trincheras?) en TV Azteca y en el diario La Crónica de Hoy, realizar una evaluación exhaustiva de estos hechos, con la misma convicción con la que han cuestionado las prácticas del PRD y de Andrés Manuel López Obrador, pero, eso sí, no con la misma superficialidad inquisitoria. Dados sus capitales culturales y su capacidad intelectual, los considero habilitados para aplicar una microfísica del poder y una psiquiatrización del estilo personal de gobernar en su lectura del foxiato.

Hasta donde sé ellos no formaron parte del grupo de voces susurrantes que nos alertaban de los riesgos de un gobierno encabezado por Fox (en ocasiones a mi mente la pueblan los fantasmas de la amnesia); no deja de extrañarme dada su insurgencia ilustrada actual contra la desmesura de quienes no respetan el orden y las instituciones, y sus sistemáticas advertencias oportunas respecto de los altos costos para el país de un gobierno populista encabezado por el Sr. López.

Sinceramente no estoy de acuerdo con algunas personas cercanas que me hostigan con la idea de que Hiriart y Sánchez Susarrey no han realizado un examen riguroso del foxiato (entiendo que cuando aluden al foxiato no se refieren en sí solamente a Vicente Fox), debido a que forman parte de la misma red de intereses que lo justifican y hasta apoyan su continuidad con Calderón (¿Y después a quién apoyarán? ¿Peña Nieto o Mouriño?).  

Es claro que no debemos detenernos exclusivamente en lecturas del algoritmo personal, es importante connotar el significado de orden e institución que subyace a un gobierno como el de Fox, semantizar a qué intereses responde esa institucionalidad y señalar quienes están excluidos (y aun atropellados) de sus beneficios en términos de justicia, igualdad, seguridad social, participación en la toma de decisiones, empleo y bienestar.        

Hablar en nombre de un orden institucional y defender su conservación como principio supremo, sin ninguna revisión de sus implicaciones éticas y sociales, sin referirse en absoluto a sus limitaciones evidentes en términos de inclusión y sin hacer referencia a que no deja de ser expresión únicamente de lo que las capas de población privilegiadas necesitan; es una sofisticada forma dictatorial de ejercer el poder institucional y una sutil violencia simbólica para aniquilar segmentos de la sociedad que son prescindibles, sacrificables o que no conviene que existan en las cifras oficiales.

Es decir, en nombre incluso de la democracia se actúa de manera profundamente antidemocrática. Mi hipótesis es que éste es el principal rasgo del foxiato y de una organización social (de antes, durante y después del foxiato) de la que somos copartícipes, que en una versión a la que hemos llenado de ilustración, racionalidad, derecho y legalidad, paradójicamente la hemos desprovisto de un sentido profundo de modernidad.

Estación otoño de una ilusión: ¿En qué mundo viven? ¿De qué catástrofe me hablan estos locutores cuando dicen que si seguimos así podría ocurrir una? Si, desafortunadamente, yo soy el sobreviviente de todas.

Un considerando (solía repetir en un tono ceremonioso el abogado del pueblo olvidado que nunca tuve):

En diálogo imaginario, Charly García me dijo: bancate ésta: el incendio, estoy seguro, comenzó en mi piel; luego, sentí como recorría todas las cañerías subterráneas; finalmente se instaló en mi cerebro; mi mente se llenó de una luz que encegueció mi corazón… Desde entonces todo es como un latido: pam, pam, pam pam, pam, pam, pam pam…   

La profesora Elba Esther Gordillo, en los albores del salinismo fue pieza clave en el fulminante operativo para derrocar a Jongitud Barrios del control del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). Confirmamos que Gordillo trabajó a favor de Vicente Fox en la elección de 2000, y en beneficio de Felipe Calderón en la última elección, a partir de las declaraciones hechas a Carmen Aristegui por parte de Noé Rivera Domínguez, excolaborador y operador de la maestra.

En todos los casos señalados es claro que, pese a su investidura como líder moral de una organización corresponsable de la educación del país, ha hecho todo menos ocuparse de que ésta mejore. ¿Cómo debemos leer su apuesta a un modelo político que sistemáticamente ha deteriorado la educación pública? ¿Cómo interpretar su alianza con Marta Sahagún y la fundación Vamos México?

La profesora Gordillo es un personaje político con muchas facetas, cada una es en sí objeto de análisis. Desafortunadamente no ha formado parte de las preocupaciones político-morales de nuestros connotados comunicadores y de la clase pensante. Los acercamientos han sido tímidos y las referencias son poco precisas respecto de la red de intereses que ha construido la maestra.

Desde este espacio, que de manera generosa me han ofrecido, quiero solicitar como ciudadano interesado en los asuntos públicos, un análisis autorreferencial que responda al siguiente cuestionamiento: ¿Por qué el maestro Alfonso Zárate o el doctor Jorge G. Castañeda no han reflexionado con la profundidad, lucidez y pasión con la que hablan de otros asuntos y personajes, de la incapacidad de los sectores intelectuales para revelar el contubernio entre ellos y Elba Esther Gordillo? ¿De qué forma esta alianza ha permitido al grupo de intereses asociado beneficiarse de los recursos que maneja la profesora y a ésta del trabajo intelectual de una parte de la clase pensante?

Es legítimo como persona, ciudadano, periodista o intelectual tener nuestras filias y fobias. Creo también en la validez de expresar sesgos o versiones parciales a través de nuestros puntos de vista. Afortunadamente nadie tiene la verdad absoluta. El problema es cuando entramos en el terreno de moralizar la vida pública y construimos discursos como cruzadas contra cierta posición ideológico política, o algunos personajes o grupos, a los cuales acusamos de cosas que pueden ser ciertas, pero al mismo tiempo dejamos incólumes a otros personajes o grupos, y a nosotros mismos, que podríamos ser expuestos en el espacio público por las mismas razones o aun por otras de mayor gravedad.

En la selectividad de nuestros juicios no está, desde mi punto de vista la limitación, incluso percibo que esto es positivo si entendemos que ayuda a clarificar las posiciones. En donde veo un resquicio para las trampas de la fe es cuando no nos aplicamos el mismo rigor a nosotros, y optamos por la autoconmiseración. En este caso, sí considero, como en el diálogo imaginario con Charly, que tenemos ceguera en el cerebro y en el corazón.

¿Me pregunto si alguien puede ser periodista o intelectual con tal padecimiento y asumir una responsabilidad ética con los radioescuchas, televidentes o lectores?

Me parece que el surgimiento y la vigencia de personajes como la profesora Gordillo no es un problema sólo de grupos políticos o de la red de intereses de los poderes fácticos, o de ciudadanos que hemos sido cómplices por comisión u omisión. Es también responsabilidad de los encargados de administrar y suministrar la conciencia pública del país, quienes con su ceguera han propiciado una luz que produce oscuridad, la cual favorece/permite la actuación impune de fuerzas que se oponen a que el país cambie en un sentido progresista y liberal.

Estación invierno en mi corazón: no, no fue en el verano, creo que envejecí antes de nacer.

En la citada Microfísica del poder, Foucault señala respecto de los intelectuales: “no es el portador de valores universales; es más bien alguien que ocupa una posición específica… El intelectual evidencia una triple especificidad: la especificidad de su posición de clase (pequeño burgués al servicio del capitalismo, intelectual orgánico del proletariado); la especificidad de sus condiciones de vida y de trabajo, ligadas a su condición de intelectual (su campo de investigación, su puesto en el laboratorio, las exigencias económicas o políticas a las que se somete o contra las que se rebela en la universidad, en el hospital, etc.); la especificidad de la política de la verdad en nuestras sociedades. Y es aquí donde su posición puede tener una significación general, donde el combate local o específico que desarrolla produce efectos, implicaciones que no son simplemente profesionales o sectoriales”.
   
Me parece que la revisión que solicitamos del foxiato o del caso de la profesora Elba Esther Gordillo, debe acompañarse de un análisis de la posición de los periodistas e intelectuales respecto de estos temas y de otros de interés público por parte de los ciudadanos.

Sugerimos una genealogía del periodismo contemporáneo y de los grupos intelectuales, con la finalidad de revelar lo que origina sus filias y fobias, conocer cuáles son las implicaciones de sus discursos en el espacio público comprender el significado y sentido de sus discursos, e interpretar la política de la verdad de la sociedad mexicana.

De suyo, esta tarea nos revelaría mucho de los casos políticos citados y de otros cuya oscuridad tiene que ser iluminada por el cerebro, el corazón y la imaginación.

El doctor Jesús Martín Barbero ha apuntado de manera correcta la necesidad de ir del análisis de los medios al de las mediaciones. Recomendamos, sin ser de ninguna manera expertos en la materia, una cartografía de los grupos de poder formal e informal asociados a los medios y favorecidos por las mediaciones.

Como ciudadanos nos veríamos beneficiados de esto para que nuestra convivencia con los medios y los mediadores profesionales se dé en el marco de un ecosistema de valores relativos retomados por un servicio público –el de la comunicación pública- que como sociedad nos damos pero también escrutamos.

Este puede ser uno de los caminos para que capitalicemos nuestro rol como sociedad civil y que tomemos conciencia de la responsabilidad y derecho no sólo a ser informados, sino avanzar y participar en la definición a propósito de lo que queremos que nos informen.

Es importante para que no queden fuera de la discusión pública otras versiones argumentadas, que nos permitan generar nuestra propia fuente alterna de energía que recorra de manera suficiente todas las arterias que tenemos como para iluminar nuestro espíritu y curarnos de la ceguera del prejuicio, y así reconocer: las cosas son como son, pero también pueden ser de otro modo… es imprescindible que lo sean… que lo sean de un modo más solidario.


Diego Juárez Chávez

D.F., agosto 2006.

 

 

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