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POR LAS AUTOPISTAS DEL OLVIDO CON MÚSICA DE WAITS (I)

Por Diego Juárez
Número 62

                                                           

A los lectores y amigos de Puntual.

El cielo cae a pedazos como los sueños. Miro la lluvia que al golpear
las baldosas, forma múltiples ríos minúsculos teñidos de marrón.
Nada queda lejos, nada queda cerca. 
La ciudad está poblada de muertos, de silencio,
de restos de hormigón y concreto, y… de luz.
Ditka Death.

 

Bajo el sugerente título Izquierda perdida, la revista Letras libres publica artículos de Bartra, Domínguez Michael, González de Alba y Sheridan. Son característicos de esta publicación los textos escritos con pulcritud formal. No obstante, los autores esgrimen afirmaciones apresuradas, limitadas y cargadas de sentimentalismo que ganan la partida a la lucidez que cabría esperar en una reflexión respecto de la izquierda. Sobre todo cuando las limitaciones y el sentimentalismo son similares a lo que ellos perciben y cuestionan de su objeto de análisis.

Aprovecho este Afiche ciudadano, con el permiso de los amables lectores, para compartir una serie de apreciaciones desde la perspectiva de un ciudadano interesado en profundizar a propósito de los discursos que presentan algunos espacios públicos de información.

Los puntos de vista expresados son, como es obvio, responsabilidad de quien esto escribe. No expresan un punto de vista editorial de Puntual, espacio que de manera generosa nos ofrece sus páginas para expresar sin cortapisas nuestras ideas.

Letras libres, empresa editorial que dirige el ingeniero e historiador Enrique Krauze, no tiene un espectro amplio de posturas en sus páginas. Nunca han escrito allí intelectuales como Pablo González Casanova, Adolfo Sánchez Vázquez u Octavio Rodríguez Araujo para hacer, por ejemplo, un análisis de la derecha perdida o de la misma izquierda.

Es cierto que una publicación tiene el derecho de decidir a quiénes acoge en sus páginas. Es claro también que los autores pueden aceptar o no escribir en ciertas revistas. Me parece curioso que una revista que se autodenomina Letras libres, no lleve a cabo una aurreflexión mínima: ¿Las letras son libres? ¿No ocurre que una combinación de letras deja de ser libre y está sujeta a la posición de quien habla? ¿En qué radica la libertad de una publicación, en dejar escribir a quien lo hace de lo que quiera y como quiera? ¿O la libertad se refiere a que existe la pretensión y el esfuerzo de presentar diversidad en los puntos de vista de tal forma que voces distintas y distantes debatan los aspectos más importantes del arte, la cultura, la sociedad, la economía y la política, para que de manera libre los lectores formen su punto de vista?

Sé que podríamos formular infinidad de cuestiones. No se trata de inventariar las implicaciones de las letras libres como título de una propuesta editorial. Lo señalo como un aspecto peculiar. Lo que sí considero importante es que, una publicación que explícita e implícitamente se ubica en el umbral progresista y liberal, que constantemente hace ajustes de cuentas morales con fachada de análisis desde el contexto de la modernidad, sea hasta el momento incapaz de decirnos a sus lectores si es una revista que se sostiene financieramente de la venta de su producto o de sus anunciantes. Por ejemplo, ¿cuál es su tiraje, cuántos ejemplares se venden y de los ingresos, cuánto se emplea para la planta de colaboradores, los sueldos y a cuánto ascienden las ganancias?

Es esta misma vía creo que sería un ejemplo a seguir en el universo de las publicaciones que una revista con tan altas preocupaciones éticas y estéticas, nos dijera a la sociedad (al parecer le preocupamos mucho; a veces se avizora un neo-paternalismo compulsivo –como si fuéramos discapacitados mentales o emocionalmente inmaduros- camuflado de liberalismo) cómo es que negocia con sus anunciantes del gobierno y si los acuerdos a los que llega responden a contratos transparentes basados en decisiones caracterizadas por la transparencia y por procesos de licitación.

En el número 93 (año VIII) al que nos referimos, que corresponde al mes de septiembre de 2006, aparecen anuncios de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de Luz y Fuerza del Centro, de Turismo del Gobierno de Nuevo León, CONACYT, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, del IMSS (2), de CONACULTA, del INAH, del IFE, CFE, del Gobierno del Estado de México, de la SEDESOL, del Gobierno del Estado de Jalisco, del Consejo Nacional de Seguridad Pública, de PEMEX.

¿Por qué se anuncian estas instituciones en Letras Libres? ¿Cuál es el criterio de comunicación que siguieron para invertir los recursos públicos de esta manera? ¿A qué tipo de público llega la revista dirigida por el maestro Krauze para que el IMSS esté interesado en poner dos mensajes en sus páginas?

Finalmente, en el marco de este preámbulo a mi juicio necesario para dar contexto a nuestras opiniones; cabe hacer un cuestionamiento: ¿Por qué hasta ahora en las páginas de Letras libres no se ha hecho un análisis de la clase empresarial perdida (empresarios mexicanos inmensamente ricos propietarios de empresas extremadamente pobres en sus sistemas de gestión, en sus modalidades de organización, en la capacidad de innovación, en la aplicación de tecnologías de punta, en el establecimiento de relaciones laborales avanzadas, en su responsabilidad social, en la implementación de políticas para conducirlas en el marco de un desarrollo sustentable, etc.)?

¿Por qué no ha llevado a cabo una revisión de la televisión perdida (duopólica, con contenidos de baja calidad, con noticiarios estructurados bajo modelos editoriales pre-modernos, con un ejercicio del poder de opinión sin ninguna responsabilidad y compromiso con la sociedad civil, con una relación sin distancia respecto de otros tipos de poderes, etc.)?

No he leído en las páginas de Krauze, Bartra, Domínguez Michael, González de Alba y Sheridan desmenuzar estos temas ni, en un ejercicio auto referencial, dialogar con su revista respecto de su postura personal y de la posición institucional, con una autocrítica básica.

Nací y morí en esta tierra. Me dolía irme de aquí. Me desgarraba quedarme aquí. La padecí, la sufrí, la viví irremediablemente. Mi historia en este lugar fue la trayectoria de una pasión ahora sin final, sin dirección y sin sentido.

La novelista y compositora germano irlandesa Ditka Death escribió hace 20 años, en plena escena post punk la canción Lost soul del álbum Break blues in the dark boulevard, cuyas estrofas las escribían las muchachas drogadictas, ninfómanas y desempleadas en los muros de los barrios pobres de Dublín:

Inyectaba en las paredes de los callejones mi sidosa sangre infestada de polvo blanco para que germinaran las flores de la muerte. Vomitaba güisqui barato mezclado con cemento en las callejuelas de Dublín. Mientras otros escribían su compasión en libros con pastas de piel y letras doradas. Ahora que éstos devoraron mi sexo, creen que me conocen más y escriben su odio hacia mí en la piel de otras mujeres.

Esta metáfora la solía utilizar también la escritora infrarrealista para referirse a una mafia de eruditos liberales y progresistas, que escribían respecto de la generación perdida en revistas de antropología social y sociología urbana. Esta cofradía se repartía los recursos que el Estado destinaba de embozada manera discrecional a apoyar la investigación social y recibía financiamiento de  trasnacionales británicas de la música para tener acceso a información acerca de la conducta y motivaciones de la juventud. Por supuesto turnaban sus apariciones en los medios de comunicación para legitimar con un discurso social demócrata las políticas públicas tatcherianas tendientes a limitar el acceso a la educación, la salud y el empleo de la población, dada la falta de rentabilidad económica.

La descripción de la poeta Ditka Death puede aplicarse a los intelectuales mencionados de Letras libres cuando menos en eso de escribir la compasión. En este Afiche ciudadano nos referiremos exclusivamente a uno de los textos, con el compromiso de abordar los siguientes en otras entregas.

Roger Bartra tiene como premisa central de su artículo Fango sobre la democracia que: El candidato de la izquierda populista ha volcado un inmenso alud de lodo sobre las elecciones presidenciales más transparentes y auténticas que ha habido en México.

De manera personal me sorprende que un investigador reconocido del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, escriba sin una forma científica esmerada. Sé que el texto no responde a criterios académicos pero uno esperaría un rigor mínimo, más tratándose de Bartra.

Él plantea que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es quien ha echado lodo sobre las elecciones presidenciales. Nunca reflexiona si antes las elecciones ya estaban enlodadas o si hubo otros actores sociales que las enlodaron. Primero debiera demostrarnos que el proceso electoral era limpio, libre de toda intervención externa, circunscrito a los actores directamente involucrados, equitativo, regulado por reglas claras y respetadas por todos los participantes, civilizado, guiado por principios de racionalidad… En suma, probar que las elecciones eran puras y virginales hasta que López Obrador llegó a ensuciarlas.

El texto está atiborrado de impresiones y apreciaciones sin pruebas, justo las que él sí exige que presente la izquierda populista para sostener sus dichos respecto del fraude. Por otra parte no expone evidencias que demuestren que las elecciones recién calificadas fueron las más transparentes y auténticas que ha habido en México. ¿Por qué éstas son más transparentes y auténticas que las de 1994 y las de 2000? ¿En qué se basa para afirmar tal hecho?

Después entra a una serie de afirmaciones estructuradas conceptualmente desde un esquema más bien mecanicista y lineal (¿Dónde quedó la dialéctica?):

De ser una opción política se ha convertido en una molestia social. Ha envenenado el ambiente electoral y ha colocado súbitamente a la izquierda en una posición contestataria marginal. Con su agresivo populismo ha ayudado a que la derecha se mantenga en el gobierno.

Si está tan seguro de esto por qué no lo demuestra. ¿Cuáles son las evidencias además de sus intuiciones? AMLO y el PRD han dejado de ser una opción política, ¿entonces por qué razón el candidato de este partido en Chiapas, Juan Sabines, ganó la gubernatura? En todo caso, ¿para quiénes es una molestia social la izquierda o este tipo de izquierda?

Me parece que existen sectores sociales para quienes no representa una molestia social la posición contestataria marginal, cito de memoria una conversación con un taxista en la ciudad de Guadalajara hace cosa de tres o cuatro semanas: López Obrador no se puede quedar así nada más, no debe ser como Cuauhtémoc Cárdenas, él sí debe hacer algo, nada de quedarse con los brazos cruzados, debe pelear con huevos hasta el final. Si este hijo de la chingada se vende o negocia con Calderón, no se la va acabar, la gente no se lo vamos a perdonar.

Creo que el Dr. Bartra no ha viajado en los últimos días por una muestra representativa de la diversidad político-cultural del país, ya que sólo se refiere de manera intrínseca a los grupos que han protestado por las incomodidades causadas por la resistencia civil pacífica y de forma explícita a la clientela urbana del PRD en el DF (¿Y si no sólo fuera esa clientela la que prefiere esta opción política?).

Es más, podría existir gente que desapruebe sus acciones de tomar el eje Zócalo-Madero-Juárez-Reforma-Glorieta de petróleos y las acciones de resistencia civil, pero eso no genera automáticamente que haya dejado de ser una opción política para ellos (y que ahora sea sólo molestia social o sea percibida como una simple posición contestataria marginal). No tengo elementos para pensar esto como si se tratara de una causa-efecto.

No dudo que con sus errores la izquierda haya contribuido a perder las elecciones, pero no tengo las pruebas para afirmar que sea la razón principal de su derrota. De acuerdo con Bartra, el agresivo populismo de la izquierda ayudó a que la derecha se mantuviera en el gobierno. No presenta datos o evidencias, por ejemplo un índice básico: ¿Qué porcentaje de la gente que pensaba votar por la izquierda decidió cambiar su voto a favor de Calderón? ¿Cuántos de éstos lo hicieron específicamente por el discurso agresivo y populista de AMLO y del PRD?

Retomo esta línea para preguntar a Roger Bartra: ponderando, ¿qué peso tiene esta agresividad populista en la elección a favor de Calderón, comparado, por ejemplo, con la intervención de Fox, las acciones de las iglesias locales con su feligreses, la campaña del miedo, el clientelismo de los programas de la SEDESOL, de SAGARPA o de microfinanzas usados a favor del candidato de la derecha?

Pregunto a Bartra, remitiéndolo a las teorías de los juegos y del caos cuya aplicación a las ciencias sociales no dudo que conozca, ¿cuál era la probabilidad real de que ganara la izquierda esta elección y cuál era la probabilidad de que ganara la derecha? ¿A poco sí cree que tenían las mismas posibilidades de triunfar en la elección? ¿Por qué considera que el sistema político electoral mexicano es justo y equitativo y no, en cambio, una expresión sesgada de la sociedad diferenciada y distante entre sus estratos, en la que vivimos?

Primero me inyectaron una idea de patria a través de una educación sentimental contenida en los libros de historia de primaria. Ahora, en los libros de esos grados, la historia es un conjunto de datos para aprender de memoria con el fin de no hacer el ridículo en algún programa de concursos de televisión. Algo tenemos en común mi hijo y yo: no sabemos qué es la historia ni para que sirve; y nos sentimos igual, huérfanos de patria. 

El filósofo alemán Jürgen Habermas en el libro La inclusión del otro, escribe respecto de la lucha por el reconocimiento en el Estado democrático de derecho:

Tan pronto como tomemos en serio esta conexión interna entre el Estado de derecho y la democracia se ve claramente que el sistema de los derechos no sólo no es ciego frente a las desiguales condiciones sociales de vida, sino que tampoco lo es frente a las diferencias culturales.

Y agrego, porque considero que no es ajeno al espíritu del razonamiento de Habermas: tampoco lo es frente a las diferencias políticas o a los sensibles matices ideológicos:

El daltonismo de la lectura selectiva desaparece cuando se supone que le atribuimos a los portadores de los derechos subjetivos una identidad concebida de modo intersubjetivo. Las personas, también las personas jurídicas, se individualizan sólo a través de un proceso de socialización. Bajo esta premisa una teoría de los derechos correctamente entendida reclama precisamente aquella política del reconocimiento que protege la integridad del individuo incluso en los contextos de vida que configuran su identidad.

El pensador nacido en Dusseldorf y miembro de la tradición de la Escuela de Frankfurt concluye esta premisa con el siguiente argumento:

Para ello no se requiere ningún modelo alternativo que corrija el sesgo individualista del sistema de los derechos mediante otros puntos de vista normativos, sino tan sólo su realización consecuente. Aunque, sin duda, dicha realización tomaría un mal cariz sin la presencia de movimientos sociales y sin luchas políticas.

En la sociedad mexicana la vida pública no se desarrolla en función de un Estado de derecho ni a partir de una democracia sustantiva, vamos, ni siquiera de una democracia electoral. La idea de la conexión interna, como señala Habermas, entre ambas instituciones nos es ajena y lejana. De allí la ceguera endémica de diversos sectores sociales y de las instituciones frente a las desiguales condiciones sociales, a las diferencias culturales, a las diferencias políticas y a los sensibles matices ideológicos 

No es por tanto, un asunto desestimable la aportación que un movimiento social pueda hacer a la vida pública del país si logra poner en evidencia el atraso institucional. Por lo menos, contra lo que piensa el profesor Bartra, creo que el lópezobradorismo sí es un movimiento sensible a algunos aspectos catastróficos que no necesariamente tiene por que percibir la mayoría de la gente, aquí su planteamiento manifiesta su rigidez: 

Sin embargo, era obvio que la mayor parte de la gente no percibía esta catástrofe en la que se supone que vivía el país. La amenaza del complot, de la derecha ultramontana, de la organización secreta de El Yunque, de los empresarios corruptos y de la quiebra socioeconómica tampoco se convirtió en una percepción generalizada.

No es una cuestión de mayoría o minoría lo que determina la existencia de un fenómeno. Esos puntos señalados por Bartra quizás no son percibidos de manera generalizada, y a lo mejor a muchos les conviene que se reproduzcan sin ser reconocidos para que no cambie el régimen de privilegios. Desde mi punto de vista no sólo se presentaron y existen los aspectos descritos, sino que son obstáculos para el Estado derecho y la democracia; son calamidades que la sociedad tendría que enfrentar y eliminar de constituirse  y consolidarse a plenitud esos dos componentes de la modernidad. 

Un error de Roger Bartra es no aplicar un paradigma adecuado para explicar la complejidad a la que está entrando la sociedad mexicana. Precisamente el debate central comienza a ser: ¿Cuál es el grado de modernidad real de nuestra sociedad? A estas alturas muchas de las cosas que hemos hecho pasar por modernas no lo son, un caso son las instituciones y otro es la derecha a la que el sociólogo parece conceder un estadio demasiado avanzado, lo cual no es cierto. Esto me parece más bien un desliz, generado por una visión romántica en la que ganan los buenos deseos  y la ingenuidad:

Muchos se desgarraban las vestiduras y lamentaban que gracias a un fraude misterioso, no se sabe si cibernético o caligráfico, había ganado las elecciones una pandilla conspirativa de traidores a la patria, neoliberales corruptos, empresarios sin escrúpulos, curas fundamentalistas, reaccionarios herederos del Sinarquismo y de El Yunque y manipuladores fascistoides de la publicidad sucia… Por supuesto, es evidente que dentro y alrededor del PAN existen ejemplos de tan nefastos personajes. Afortunadamente, se trata de segmentos políticos marginales… Esta derecha dura es fuerte dentro del PAN, pero aparentemente no es la que representa el candidato ganador, Calderón. Se expresa en él una derecha moderna, centrista y pragmática, con una pronunciada vocación democrática, animada por un humanismo católico laxo y tolerante. De hecho, Calderón no acepta ser un político de derecha…

Si se trata de formular apreciaciones, la mía invierte el algoritmo anterior. Me parece que los segmentos marginales dentro del PAN son los avanzados y abiertos, que incluso han optado por salir de este instituto político ante la intransigencia, la línea dura conservadora o la traición sin recato de principios, fue el caso, por ejemplo, de Jesús González Schmal.

Calderón, no nos olvidemos, se ha convertido en una pieza importante en el engranaje interno del partido que lo llevó a su configuración actual, con personajes centrales como Manuel Espino, Diego Fernández de Cevallos, Germán Martínez, Marta Sahagún, Sergio Estrada Cajigal, Josefina Vázquez Mota, Carlos Abascal, José Espina, Ulises Ramírez, Juan Camilo Mouriño o Santiago Creel, que junto con el hoy presidente electo representan todo menos la encarnación de un Estado de derecho, de una democracia, ya no digamos de la modernidad del sistema social.

El proyecto en el que sí están comprometidos estos políticos es el que favorece o promueve abiertamente las condiciones para que los diez empresarios más importantes de México hayan obtenido en 1995 utilidades por casi 233 mil millones de pesos, para ello emplearon sólo a cerca de 635 mil personas, es decir el 1.5% de la población ocupada del país (datos citados por Carlos Fernández-Vega, en su columna México SA del diario La Jornada del 11 de septiembre). El esquema es simple: desmesuradas ganancias y poco empleo.

Ante tal clase de beneficios, ¿por qué Slim, Servitje, Zambrano, Fernández Carvajal, Larrea, González Barrera, Garza Medina, Fernández González, Azcárraga Jean y Martín Bringas, iban a dejar que ganara López Obrador? Quizás por tal razón, como señaló Victor M. Toledo en su artículo México: un país sin presidente, publicado en La Jornada el 9 de septiembre, el Consejo Coordinador Empresarial financió espots y propaganda en contra del candidato de centro-izquierda, por un costo estimado en cien millones de dólares.

No sé en qué momento me creí eso de la patria. En tres o en cuatro ocasiones estuve a punto de rifármela por ella (¿o él?). Yo sí me tragué todas esas historias de los héroes y la defensa del país. Ahora hasta los narcos son patriotas y el presidente se la pasa predicando credos de superación personal; su personaje de cabecera no es Juárez o Zapata, sino Miguel Ángel Cornejo.

En la introducción a su ya célebre performance Murder in the Light Dark, Ditka Death describe a una clase intelectual camaleónica, que se adapta de una manera dúctil sin ningún tipo de contradicción moral, ideológica o ética, a la hegemonía del mercado y se mueven como ratas en el agua en las reuniones con esos técnicopolíticos más preocupados en el rendimiento del capital que en el hambre de la gente, ésos mismos que especulan cuánto se ahorrará el anoréxico Estado con la muerte de una porción sustantiva del ejército de reserva.

Estos juicios severos de Death, se concatenan a una serie de metáforas plásticas para demostrar que, la percepción de estos intelectuales arrobados por el poder, tiende a construir un esquema que ordena el mundo y califica a los personajes por dicotomías:

Es una versión de los buenos contra los malos, de los liberales y progres contra los tradicionalistas y prosaicos, los maduros contra los radicales… en suma el mismo maniqueísmo de siempre pero configurado a partir de un eje axial, unos están dentro del orden democrático y otros fuera de él; lo peor que te puede pasar ahora es que quieras suicidarte o te declares en rebeldía, en ambos casos además de atentar contra las instituciones, te acusarán de anarquista o de ser artífice del caos; lo cual, en todo caso, proviniendo de quien viene, yo me lo tomaría como un halago.

No sé si quien es blanco de los ataques de esta clase de intelectuales tenga la tolerancia suficiente para resistirlos. Bartra cumple con su papel endiosado de formular dicotomías y no deja de fustigar a López Obrador de quien expresa: ni siquiera es un caudillo épico… es un fenómeno político de una naturaleza mucho más prosaica… creo que se trata de un cacique urbano populista… López Obrador es la cabeza, más que de un movimiento social, de un cacicazgo en la ciudad de México.

No analiza ni contempla la posibilidad de que el liderazgo de este personaje de la vida política del país pudiera constituirse por otros factores más allá del cacicazgo y la corrupción. Tampoco confiere mucha inteligencia ni capacidad crítica a lo habitantes de las Ciudad de México, quienes a sus ojos no pasan de ser una clientela del populismo.

No percibe a su héroe Felipe Calderón fuera del esquema de sensatez, racionalidad y respeto a las instituciones, es decir, como un dechado de virtudes, como personaje de melodrama, nunca como un actor político con claroscuros:

A partir del momento en que las cifras del IFE señalaron un desenlace, Calderón anunció su intención de moverse hacia el centro e incluso hacia la izquierda. En contraste, López Obrador volvió a cometer el error de radicalizar su discurso, iniciar una resistencia civil y convocar a grandes manifestaciones públicas de protesta por el supuesto fraude. Calderón hizo lo que habría hecho su adversario si éste hubiera ganado: ofrecer un gobierno de coalición. López Obrador hizo lo que sin duda no habría hecho el PAN: declararse en rebeldía… Calderón debería convertirse en el campeón del laicismo y tolerancia.  

No quiero aplicar las definiciones del trabajo de arte experimental de Ditka Death a Roger Bartra. No quiero ubicarlo como un intelectual camaleónico servil con la clase política y los grupos de poder real; a quienes más que analizar, ese sector ilustrado suele legitimar en la misma medida que se auto complace y se auto promociona.

Quiero creer que es un investigador con limitaciones de enfoque. Su esquema de percepción y la estructura de su pensamiento recurren a modalidades de análisis superadas, por fortuna, en las ciencias sociales. De allí que sus deducciones sean descontextualizadas, que no sepa ubicar el papel de un movimiento social y que ponga a la izquierda como algo que no es moderno pero puede serlo y, al mismo tiempo, como algo que está dejando de ser moderno:

Estamos perdiendo la posibilidad de contar con una izquierda moderna y racional. Estamos presenciando el trágico proceso de desmodernización de la izquierda.

Si esto último se tratará de una metáfora estética con algún fin irónico, la figura retórica sería plausible, pero tratándose de un análisis serio, se trata de un galimatías. Lo que no significa que sea desechable lo que dice. En efecto, con todo lo que ha pasado en el país, en la política en general y en las elecciones en particular, se evidencia no sólo que no contamos con una izquierda moderna y racional, sino que el país entero no ha logrado ser moderno y racional (incluyendo a la derecha y a Calderón), y no hemos podido consolidar cuando menos la democracia electoral (a la que exclusivamente parece referirse Bartra cuando expresa Fango en la democracia), ni hablar de la democracia sustantiva.

Visto de este modo, encuentro otro sentido a lo expresado por Bartra respecto de:

El tremendo escándalo organizado por López Obrador no ha tenido razón de ser… Parece evidente que López Obrador se opondrá obstinadamente a desalojar la pirámide de rencor desde la que se empeña en molestar a las instituciones democráticas…

Desde mi punto de vista esto es un llamado de atención para dejar de mirar con desdén el problema de la modernidad de la sociedad. Si algo está evidenciando el escándalo es que los problemas de igualdad jurídica, justicia social, equidad económica y participación política no están resueltos y a estas alturas son impostergables.

Llamado de atención o alerta antes de que, como menciona Ditka Death, en su poema Flowers and killers in the subway: …se agoten todas las posibilidades, menos una, al final la más digna… la muerte, la dulce muerte de todos los espíritus.

 


Diego Juárez Chávez

Tlalnepantla, septiembre 2006.

 

 

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