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POR LOS CAMINOS DEL SUR CON MÚSICA DE ZAPPA

Por Diego Juárez
Número 62

                                                           

A los lectores, trabajadores, periodistas, jefes,
coordinadores y directivos de La Jornada.

Al leer, conversamos con autores de nuestra lengua
y de lenguas diferentes, uno vivos y otros,
la mayoría, muertos. Quevedo lo dice en un soneto
que no parece escrito en un papel sino sobre
un bloque de tiempo vuelto piedra:
Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.
Octavio Paz.

 

Suspendo por una semana el Afiche Por las autopistas del olvido con música de Waits, debido a la urgencia de pasar revista a dos hechos que están escritos en la memoria: bloque de tiempo vuelto piedra.
El periódico de circulación nacional La Jornada, recién cumplió, el 19 de septiembre, 22 años de circular en el espacio público. En su editorial de ese día nos recordó una parte de las palabras pronunciadas en el hotel de México por Carlos Payán Velver, director fundador, el 29 de febrero de 1984, fecha en la que nacía ese proyecto informativo:
La abundancia informativa no ha traído claridad a la opinión pública. Acaso confusión. Parece haber en el sector, como en el conjunto del sistema político, un problema de legitimidad. Atados a intereses particulares, de orden político, mercantil o patrimonial, los medios informativos han ido perdiendo credibilidad y eficacia, o bien aprovechaban su penetración para ejercer su prepotencia y una distorsión intencional. Hay excepciones. El rasgo central de los medios es que ya eran políticamente desequilibrados y se han desplazado aún más hacia la derecha. Los dominan el conservadurismo ideológico y la estrecha lógica mercantil, cuando no la alianza extranacional.
Poco más de 22 años después este axioma sigue vigente. El sistema político-electoral y muchos medios de comunicación tienen un problema de legitimidad con una porción importante de la población.
En efecto existen excepciones respecto de la prepotencia y la distorsión intencional como La Jornada, Proceso, Radio Educación, Radio UNAM, Monitor; o periodistas como Carmen Aristegui, Jorge Saldaña, Ricardo Rocha, Granados Chapa y, aunque a muchos les cueste trabajo creerlo dado su anterior desempeño en Televisa, Jacobo Zabludovsky.
Persiste el desequilibrio político y el corrimiento a la derecha. Es el caso, por poner unos cuantos ejemplos, de Televisa, TV Azteca, el diario La Crónica de hoy, el grupo Imagen radio o Los alebrijes; y comunicadores como Eduardo Ruiz Healy, Óscar Mario Beteta, Sergio Sarmiento o José Cárdenas.
El 15 de septiembre se llevaron a cabo dos celebraciones de la Independencia, después de una serie de negociaciones para convencer a Vicente Fox y a algunos de sus funcionarios y asesores más intransigentes, de la pertinencia de que el presidente encabezara las conmemoraciones en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Esto para evitar provocaciones en el Zócalo de la Ciudad de México, el cual estaría ocupado en su mayoría por simpatizantes de López Obrador.
Dado el momento político que vivimos. Ambas celebraciones estaban revestidas simbólicamente de un interés particular y tenían una importancia informativa no sólo por los personajes políticos que las encabezarían, sino por los sectores de población que se identificaban y finalmente participaron en cada una.
Una muestra donde corroboramos el comportamiento de los medios que venimos comentando. Para los medios electrónicos de comunicación sólo hubo una conmemoración, la de Fox. La otra simplemente no existió. El comportamiento de los medios impresos no fue igual, pero sí similar: pusieron en un lugar secundario la celebración encabezada por Alejandro Encinas, jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Un patrón parecido se dio en el caso de la Convención Nacional Democrática del 16 de septiembre. La atención y las referencias positivas las atribuyeron los medios al desfile militar, se asumió, en cambio, una actitud de menosprecio, de ironía, de ridiculización y/o se expresaron juicios de valor negativos contra Andrés Manuel López Obrador y la Convención.
Cierto que los medios de comunicación masiva no son exactamente iguales a como eran hace 22 o más años. Pero se conserva en la mayoría de ellos su falta de respeto al público. Su desprecio hacia las necesidades plurales y diferenciadas de información de la sociedad. Tal parece que no perciben a los consumidores de sus programas o de sus ejemplares como los sujetos centrales de su quehacer comunicativo.

Es perfectamente atribuible a los medios de comunicación mexicanos la imagen que asocian a la prensa, radio y televisión estadounidenses (en tiempos de Ronald Reagan), Wild Lennox y Punk Sioux en su canción Acid rain in my mind and pain in the skin del álbum God for ever devil: tan cerca de los grupos de poder económico y político, ten lejos de los ciudadanos; siempre tan narcisistas, egocéntricos y autistas, nunca comprometidos con el cambio social, económico, político y cultural; siempre primitivos en su cosmovisión aristocrática, nunca vislumbrando y encabezando la modernidad real de la sociedad… nada de prensa, radio y televisión; no me dicen nada, no me hacen sentir; prefiero un graffiti en la piel o un tatuaje en la pared…
Mire man carnal. Ya no hago gran cosa. Leo noticias atrasadas en un periódico del futuro que se mojó con la lluvia. Veo programas del futuro en una televisión de bulbos que se fundieron. Oigo canciones que hablan de dolor y desamor en una estación que nunca existió desde un radio de transistores sin antena. Furia, rabia y frustración. Todo comienza y termina con Satisfaction de los Rolling Stones. Es como un hoyo negro en el que mi imaginación se pierde, se va al infinito, se diluye, desaparece, en la medida que avanzan los acordes; cuando termina ya no estoy. Siempre soy otro. Furia, rabia y frustración.
La Jornada en su editorial al que hicimos referencia cita también una parte de las palabras de Pablo González Casanova expresadas en el evento señalado:
La crisis no es sólo económica. Esta crisis lleva a un reacomodo del poder desde posiciones de fuerza nacionales e internacionales. La banca mundial quiere hacer de los presidentes latinoamericanos virreyes que cobren tributos y mantengan el orden interno. En la sociedad civil, la ideología de las grandes empresas y el liberalismo monopólico, con sus distintas versiones neoconservadoras y neoliberales, dibujan el perfil de un país distinto, adorador de las culturas de las elites y de la energía como fuerza contra el pueblo. En busca de una democracia para pocos y de una libertad para sublimes, el proyecto de nuevo país cuenta con numerosos ideólogos de buen nivel, que encuentran la fama y la moda apoyadas en los recursos retóricos más antiguos y modernos, en academias y medios masivos de comunicación. La alternativa conservadora realiza con éxito una guerra de posiciones que ya la está colocando en el camino del poder.  
Cómo nos hubiera servido, en aquel momento, hacer caso a esta previsión y haber enfrentado de una manera más enérgica la prescripción neoliberal como escalinata única para subirnos al jet de la globalización. Este bloque de tiempo vuelto piedra o memoria, no es para estacionarnos en la melancolía, sino recordar la importancia de que los ciudadanos leamos y usemos correctamente las previsiones elaboradas con seriedad y compromiso social por algunos de los intelectuales críticos de este país y anticipemos nuestras representaciones, estrategias y acciones para evitar lo evitable. En este caso: la dictadura del neoliberalismo más ortodoxo.
Cómo nos hubiera servido, por ejemplo, haber contado con un frente social que se opusiera de manera enérgica a las privatizaciones apresuradas y corruptas; al adelgazamiento irresponsable del Estado; al modelo econométrico restrictivo de ahorro, empleo, crecimiento y desarrollo; al monetarismo que ha hecho cada vez más improbable la movilidad social y ha favorecido la expulsión de mano de obra.
Cómo nos hubiera servido analizar correctamente ese conjunto de cambios para conservar y haber interpretado las implicaciones en términos del posicionamiento de la derecha política, económica y cultural, quienes han extendido su poder y, ahora, usufructúan de una manera más directa el gobierno y los aparatos del Estado. Sacarlos de allí no será fácil, con Calderón llegarán a su quinto régimen (completarán 30 años de monopolio político), y ya vimos que están dispuestos a todo con tal de no perder su posición.
Como señaló el doctor Luis Javier Garrido respecto de esta última elección, en su discurso pronunciado en la Convención Nacional Democrática: El fraude ha puesto una vez más en evidencia que las instituciones de la República y en particular las instituciones políticas, concebidas a lo largo de nuestra historia para servir al pueblo, están siendo utilizadas por unos cuantos grupos de poder económico y político para servir a intereses de grupo.
De hecho, en términos de línea base de análisis y geometría política, podríamos configurar una forma distinta de plantear una perspectiva topográfica. Esta representación no excluye distinciones más finas para el análisis.
En vez de establecer como referencia los 70 años del PRI y ahora los 12 del PAN. Es, desde mi punto de vista, más preciso considerar 52 años de un gobierno de centro, con sus énfasis de izquierda, por ejemplo con Lázaro Cárdenas del Río, y con sus matices de derecha, como en el caso de Manuel Ávila Camacho.
Y, por otra parte, un gobierno neoliberal, con una ubicación concreta hacia la derecha, de 1982 hasta, por lo menos, el 2012. Éste tiene en su haber dos elecciones, 1988 y 2006, con resultados más que dudosos, y las restantes con procesos electorales que debiéramos revisar desde una perspectiva cuántica de la política.
Como constante, entre ambos segmentos históricos de gobierno, la ineficacia del pueblo para decidir por medio de las urnas su forma de gobierno.
El 16 de septiembre de 2006 pasará a la historia como una fecha significativa, ya que una parte de ese pueblo, dejando atrás las elecciones, ha decidido nombrar -pese a la crítica de la mayoría de la clase política, de la burla de los medios de comunicación y de los grupos de derecha, el desdén y deslegitimación de la mayoría de los intelectuales, y la violencia simbólica de los dueños del dinero- como su presidente legítimo a Andrés Manuel López Obrador.
En varios espacios públicos se ha banalizado calificando de banal ese ejercicio cívico. Quienes acudimos ese día al centro histórico del Distrito Federal y observamos lo que allí sucedió, podemos dar cuenta que más de un millón de personas votaron levantando la mano y cuando lo hicieron no bromeaban ni estaban dopados o desprovistos de su alma, debido a la hipnosis o sugestión contagiada por la ecuación masa-caudillo. Con el debido respeto a los críticos de esta práctica, el modelo de psicología de las multitudes de Le Bon es limitado para dar cuenta de un movimiento social de estas características en las postrimerías de la posmodernidad.
Retomamos esta idea del fin de la posmodernidad del poeta Wild Lennox, quien en una de sus visitas a la Ciudad de México señaló en una conferencia impartida a jóvenes creadores en un hoyo fonqui habilitado como salón de usos múltiples, allá por el Bordo de Xochiaca en 1986:
Sí, esta ciudad es una ciudad con esperanza, porque arribó, ha vivido y está derribando la posmodernidad antes de haber entrado a la modernidad, con permiso de la Ilustración, Habermas, Derrida, Bovero, Vatimo, Sartori, Paz y Cantinflas. Pese a los hedores y los dolores, esto no deja de ser aleccionador, abre la inmejorable posibilidad de entrar a una modernidad antiaristocrática, antihipócrita y cuántica; bienvenidos Niels Bohr, Los Xochimilcas, Bob Dylan, Johnny Rulfo, Tintán, José Emilio Pacheco y Las batallas en el desierto. Imagínense cuando ustedes con todos esos símbolos (y otros) entren a ese zócalo que tienen, con sus camisetas de Zapata, sus boinas del Che, sus lentes de Lennon, y desde la plancha digan “¡hasta aquí!, váyanse al carajo, ya no queremos más mierda en nuestras cabezas ni más chemo para aliviarnos el hambre y el corazón”. Seguro estarán inaugurando una primitiva ciudadanía que será un pasaporte al vacío… a la libertad.   
Pasaron 20 años para que algo parecido a lo vislumbrado por Lennox ocurriera. Prolegómenos: Alejandro Encinas, jefe de gobierno del D.F., el 15 de septiembre, en la ceremonia del grito, además de cumplir con el ritual habitual, mencionó a Benito Juárez y culminó con una frase contundente, ¡Viva la soberanía popular! Contrastó con lo expresado en la cuna de la Independencia por Fox, quien aprovechó para enaltecer el orden institucional que él mismo ha contribuido a perturbar, ¡Viva nuestra democracia! ¡Vivan nuestras instituciones! ¡Viva la unidad de las y los mexicanos!  
Al día siguiente, después de un desfile militar encabezado por Fox, por el general Gerardo Clemente Vega García, secretario de la Defensa Nacional, y por el almirante Marco Antonio Peyrot, secretario de Marina, en el que participaron 21 mil 540 elementos y, sacudido por protestas de la gente que se acallaron con bandas de música del ejército; un millón 25 mil 724 delegados de la Convención Nacional Democrática eligieron a López Obrador como presidente legítimo, quien tomará posesión de su cargo el 20 de noviembre a las 15 Hrs. en el Zócalo de la Ciudad de México.
La autodefinición de su gobierno (Es un honor representarlos) la expresó el exjefe de Gobierno del Distrito Federal, ese mismo día, en su discurso de aceptación del nuevo cargo:

  • Un gobierno del pueblo que será obligadamente nacional, tendrá una sede en la capital de la República y, al mismo tiempo, será itinerante para observar, escuchar y recoger el sentir de todos los sectores y de todas las regiones del país.
  • Los recursos, es obvio, son escasos, pero el trabajo en equipo, la honradez, la interacción con la sociedad podrán convertir esa carencia económica en eficacia.
  • Será un gobierno que defienda la democratización social, económica y cultural del país.
  • Un gobierno que forme parte de un movimiento social empeñado en transformar las instituciones y reformar la República, en aclarar el sentido de la vida política.
  • Un gobierno que no aceptará que haya millones de niños desnutridos y enfermos, que se quite el derecho al estudio a los jóvenes, que se opondrá a las campañas contra la educación pública, la violación a los derechos de las mujeres o la discriminación por motivos religiosos, étnicos o sexuales.
  • Un gobierno que no aceptará la explotación de los trabajadores y campesinos ni que millones de mexicanos se vean obligados a emigrar a Estados Unidos.
  • Un gobierno que rechazará la entrada en vigor de la cláusula del TLC que permitirá la entrada de maíz y frijol.
  • Un gobierno empeñado en recuperar la soberanía y en emprender el camino a la construcción de una nueva República. La nueva República tendrá el objetivo superior de promover el bienestar, la felicidad y la cultura de todos los mexicanos.

¿Qué simboliza esta ceremonia cívica? ¿Cuáles son sus implicaciones? ¿Andrés Manuel López Obrador es realmente presidente legítimo de México? ¿Qué alcances tiene un cargo como éste en el marco de la situación del país?
Adelanto una idea arbitraria y cuestionable, pero inferida de la observación y auto-observación de la experiencia del 16 de septiembre. Cito una referencia respecto del ejercicio de observar del físico danés Niels Bohr, de su ensayo El postulado cuántico y el desarrollo reciente de la teoría atómica de su libro La teoría atómica y la descripción de la naturaleza publicado en 1988:
Ahora bien, el postulado cuántico implica que toda observación de los fenómenos atómicos lleva aparejada una interacción con el aparato de observación que no puede ser despreciada. Por consiguiente, no puede adscribirse una realidad independiente en el sentido físico ordinario ni a los fenómenos ni a los instrumentos de observación. Después de todo el concepto de observación es arbitrario en la medida en la que depende de qué objetos se incluyan en el sistema a observar. Desde luego, toda observación puede en última instancia reducirse a nuestras percepciones sensibles, pero, no obstante, la circunstancia de que tengamos siempre que hacer uso de nociones teóricas para interpretar las observaciones supone que en cada caso particular es una cuestión de conveniencia el punto en el cual se hace entrar en la descripción el concepto de observación, que compromete al postulado cuántico con su inherente irracionalidad.
Desde los límites que son a la vez posibilidades, desde una irracionalidad que da lugar a racionalidades relativas, desde una perspectiva que ve complementariedades en donde ocurre una serie heterogénea de actos independientes que se desenvuelven de modo sucesivo en el tiempo; es posible considerar el movimiento social previo y posterior a la Convención como un punto de inflexión en la demanda de una parte de la población para democratizar la vida política, economía, social y cultural del país.
Es evidente que no es nueva esta demanda, quizás sólo lo es una parte de la forma, pero esto es significativo, porque una Convención puede ser una modalidad institucional de abajo hacia arriba y viceversa, y bidireccional desde una posición horizontal, donde la gente participa y, en la medida que las estructuras se flexibilicen, lo puede hacer aún más. Puede utilizar este mecanismo para organizar sus demandas, para impulsar un proyecto, para defender sus intereses o para hacer contrapeso y presionar a los grupos de poder real. En otras palabras, es un espacio potencial de poder de la gente. Es una implosión.
Se aglutina en torno a esta convención el agravio, la molestia, la frustración y el dolor. No se trata de una posición radical, aunque políticos como Cuauhtémoc Cárdenas o empresarios como Carlos Slim, sí la perciban de este modo. En la memoria de éstos no existe la imagen de los movimientos subversivos de los años setenta que sucedieron en México y en varias partes de Latinoamérica. En todo caso el radicalismo consiste en que ellos y otros personajes públicos son cuestionados como parte de las esferas hasta ahora inamovibles que deben transformarse.
Debemos recordar que Cárdenas y Slim tienen un par de cosas en común. Ambos son susceptibles a los cuestionamientos y proclives, cuando se presentan situaciones que no los favorecen, a responder más en términos morales que racionales. Pongo el dedo en la llaga, aunque sé que esto puede generarme antipatías. Finalmente ambos no alcanzan a comprender el significado de esta movilización social, hasta ahora no he visto que se hayan acercado a observar directamente lo que ha estado ocurriendo, lo desprecian y/o lo miran con indiferencia; por otra parte, llevan a cuestas el fardo de negociaciones poco transparente con Carlos Salinas de Gortari, esto basta por sí mismo para no tomarlos como interlocutores congruentes y éticamente válidos, o en su defecto, para tener reservas respecto de sus juicios.
El lugar de ambos en la historia está asegurado, su valor o importancia en este relato estará en función de quien escriba la historia, los vencedores o los perdedores, y, por su puesto, en función de a quienes les sea adverso o favorable el devenir. Lo que es cada vez más probable es que a ambos ingenieros se los ubique del lado de los que, por diversas razones, han cambiado para no cambiar.
El asunto es, en principio, en el caso de la Convención, que los dos están desfasados y lo peor, en varios aspectos de la vida pública ambos van contra la historia, contra el futuro, contra lo que podría representar una vanguardia ciudadana o podría ser, en algún momento, un cambio para cambiar… ¿Lo entenderán algún día?
Mira camarada brother. Insisto en que los Beatles tenían razón, hay que dejarlo ser. Que fluya todo, que se dé como pueda darse en la medida de sus posibilidades. Así surgen el universo, los planetas, la vida en la Tierra y todo lo demás. Así surge el amor y así acaba éste y sobreviene el dolor, el luto y la muerte… y de regreso a otro punto de comienzo. Así tiene lugar la resurrección o el olvido. En alguna medida tuvieron razón Lennon, McCartney, Harrison y Star; en alguna medida con la disolución de los Beatles, primero, con la muerte de Lennon después, y con la herencia infinita de su música, el sueño apenas comenzó. Gracias. Ha tardado un poco en germinar, mientras llega, lo jalamos o lo empujamos un poco, para que no se retrase tanto, enciendo una veladora y pongo mis esperanzas a arder en fuego e incienso… Amén.
El sociólogo chileno Juan Enrique Opazo Marmentini escribió, en el año 2000 en el número 15 de la revista Metapolítica, un interesante artículo titulado Ciudadanía y democracia. La mirada de las ciencias sociales. En éste cita un apunte de Elizabeth Jelin:
El principal desafío de las transiciones a la democracia en América Latina es: la capacidad de combinar los cambios institucionales formales con la creación y expansión de prácticas democráticas y de una cultura de la ciudadanía.
Más adelante, el profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, presenta una definición de ciudadanía de Bryan S. Turner:
La ciudadanía puede ser definida como el conjunto de prácticas (jurídicas, políticas, económicas y culturales) que definen a una persona como un miembro competente de su sociedad, y que son consecuencia del flujo de recursos de personas y grupos sociales en dicha sociedad.
En la reflexión respecto de las ventajas de este concepto, el sociólogo chileno coincide con Turner en dos puntos:
Esta definición enfatiza la idea de práctica en orden a evitar una definición netamente jurídica de ciudadanía como una mera colección de derechos y obligaciones… En segundo lugar, esta definición sitúa el concepto adecuadamente en torno a la desigualdad, diferencias de poder y clase social, porque la ciudadanía está inevitablemente ligada con el problema de una inequitativa distribución de recursos en la sociedad.
México tiene a un grupo importante de personas en estallido de euforia por encontrar la democracia y por que ésta sea un mecanismo efectivo para establecer una sociedad de bienestar. Las elecciones del 2006 representan frustración para esta gente, no sólo por haber perdido, sino en el fondo, por haber descubierto que su capacidad efectiva de participación a través del instrumento de las urnas es limitado y que, por tanto, su posibilidad de cambiar el rumbo del país por la vía democrática todavía no existe y su probabilidad de tener un tipo de poder institucional es baja. Son individuos que se integran en torno a un movimiento aún incipiente respecto de su consistencia y que buscan, con relativa inconsciencia, ser ciudadanos en un espacio social caracterizado por una brutal concentración de recursos. Su lucha requiere enfocarse a los estragos de la desigualdad y pasa por el reclamo a propósito de las diferencias de poder y clase social, y de las causas que las determinan.
¿Qué ha resultado de todas las inercias que encontraron motivos para hacer ostensiblemente visibles su cisma en el proceso electoral de 2006?
En principio la diferenciación de dos espacios de actuación: el movimiento social y el partido político. Respecto de éstos, Enrique Dussel escribió el 16 de septiembre en La Jornada el artículo ¿Qué hacer? Sobre los movimientos sociales y el partido político, donde deja de manifiesto las posibilidades de ambos lugares sociales:
Los movimientos sociales trabajan, alientan, luchan en la sociedad civil; el partido lo hace en la sociedad política, dentro de las instituciones propiamente políticas, haciendo alianzas a favor del logro de las demandas sociales y políticas de toda la población. Esta diferenciación, pero al mismo tiempo articulación, permitirá que el pueblo tenga dos pies y manos para avanzar al compás y para efectuar tareas diversas pero planeadamente unificadas. La presión social de los movimientos aumentará la participación en el ejercicio delegado del poder del partido dentro de las instituciones. Esto no debilitará al partido, como cuando quiere jugar dentro de las instituciones la función reivindicativa de los movimientos sociales, sino que fortalecerá su inteligencia, participación por solidaridad, siendo ambos (movimiento y partido) dos momentos de un pueblo, del “bloque social de los oprimidos” (decía A. Gramsci) y de los excluidos (agregamos ahora).
En términos más precisos el saldo es un conjunto de espacios sociales públicos que los incipientes e impacientes ciudadanos podrían utilizar para su activismo de una manera cada vez más exigente y rigurosa (al final se trata de que estos espacios estén al servicio de la población, es decir, se constituyan en lugares reales de participación de los ciudadanos): están en lo individual los partidos políticos que además se han integrado en torno al Frente Amplio Progresista; la Convención Nacional Democrática; la presidencia legítima de Andrés Manuel López Obrador; los gobiernos estatales, municipales, las diputaciones locales y federales, y las senadurías; y, por supuesto, los medios de comunicación masiva y los profesionales de la comunicación abiertos, críticos, sensibles y comprometidos con los usuarios de la información que producen.
Cuando en 1984 Carlos Payán Velver delineó los propósitos del proyecto informativo que al final cristalizaría en La Jornada, era sensible a la importancia que debían tener los medios de comunicación no con los grupos de poder típicos, sino con los lectores. Constituir una asociación entre el medio y el público con la finalidad de generar un tipo de poder que actúe a partir del contrapeso informativo para:
Estimular la participación de lectores y ciudadanos a favor de causas fundamentales de México; contribuir a la lucha por la defensa de la soberanía y la independencia nacionales y la solidaridad con las luchas de otros pueblos; el diario ejercicio y el respeto irrestricto a las garantías individuales y sociales; el compromiso con las necesidades y demandas de los trabajadores del campo y de la ciudad, así como de las mayorías marginadas del país; la democratización de la vida pública, el ensanchamiento de la pluralidad política y el respeto a los derechos legítimos de las diversas minorías, y la distribución igualitaria de la riqueza socialmente creada y la limitación de privilegios políticos y económicos.
En medio de los problemas estructurales del país y de la coyuntura actual, uno aprecia mejor la importancia de un periódico como La Jornada por el servicio invaluable que ha prestado a la sociedad mexicana, por lo que en estos días aciagos hizo para ofrecernos otras versiones a las presentadas por la mayoría de los medios afines a los grupos de poder, y por lo mucho que aún puede aportar en la formación de ciudadanía.
Cabe decir que ante la andanada de violencia simbólica promovida por diversos agentes sociales, entre los que estuvieron muchos medios de comunicación, para que se actuara de manera represiva contra el lópezobradorismo, La Jornada supo estar a la altura de las circunstancias y siempre manifestó una postura de respeto, racionalidad y comprensión.
Es destacable, por supuesto, la responsabilidad social y moral de Alejandro Encinas, jefe de Gobierno del Distrito Federal, quien prácticamente fue acosado para que utilizara a la fuerza pública contra la gente que estaba en los campamentos del corredor Zócalo-Juárez-Reforma-Glorieta de petróleos. No sólo se negó, asumió los costos políticos y buscó con talento e imaginación desarrollar estrategias para aminorar los estragos de todo tipo que generó el desaseo electoral en la Ciudad de México. Pese a sus detractores pasará a la historia como un político moderno cercano en su estilo personal de gobernar a Tierno Galván y Rodríguez Zapatero. Apostó con ética a la soberanía popular. No creo exagerar si digo que hizo posible la esperanza.


Diego Juárez Chávez

D.F., septiembre 2006.

 

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