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POR LAS AUTOPISTAS DEL OLVIDO CON MÚSICA DE WAITS (II)

Por Diego Juárez
Número 62

                                                           

A Armando “Kronos” Díaz y a Iñaki Acarregui;
tipos de una sola pieza… imprescindibles.

Vengo de un barrio
tan mezquino y criminal,
quizá te queme, queme, quizá
Vengo de un barrio
siempre a punto de estallar
quizá te queme, queme, quizá.
Si de nada sirve vivir
buscas algo por qué morir.
Fito Páez.

 

 

El Afiche ciudadano regresa a la lectura de los textos publicados en la revista Letras libres de este mes con el título Izquierda perdida. Como recordarán los lectores, en la primera entrega expresamos nuestro punto de vista respecto del artículo Fango sobre la democracia de Roger Bartra.

Dedicaremos este espacio a expresar algunas ideas a propósito de lo señalado por el doctor Guillermo Sheridan en El Estado soy nosotros y por el crítico Christopher Domínguez Michael en Servidumbre voluntaria. Queda pendiente para una próxima entrega el comentario al artículo Erotismo, sexualidad e intelectuales de Luis González de Alba.

Comienzo planteando una declaración respecto de la posición desde la que se expresa quien esto escribe. La revisión de éstos y los demás temas expuestos, no proviene de un punto de vista especializado, no se trata de un análisis hecho por un científico o académico, ni la argumentación corresponde a un intelectual. La dimensión más justa, creo, es la de un miembro de la población del país interesado en dar seguimiento a ciertas discusiones públicas y, en tanto miembro de la sociedad, presentar cómo se perciben algunos aconteceres desde un lugar de la vida cotidiana.

He insistido ya en varias ocasiones: se trata de presentar un punto de vista parcial, relativo y discutible. Sujeto de controversia, la cual es un halago por lo que implica; y está orientado a proporcionar elementos blandos para que los lectores se formen ideas respecto de las posiciones de los actores sociales respecto de la vida política, económica, social, comunicativa y cultural de México.

No debemos perder de vista que estos actores definen y defienden proyectos, temas, agendas o nichos, a partir de su ubicación en sitios del espacio social que ocupan por decisión propia y circunstancia.

En ocasiones hemos recurrido al recurso de la crítica a la que definen con ironía los infrarrealistas británicos Wild Lennox y Punk Sioux, como: un ejercicio que implica un pasón de indiferenciación, una esnifada de diferenciación y una dosis líquida densa de esquizofrenia.

Por cierto este concepto lo expresan los artistas mencionados en su ensayo acerca de lo absurdo de una crítica complaciente a propósito de una crítica ácida, en Streets in my heads (sí, aquel libro editado por primera vez en 1978 que tenía en la portada una composición fotográfica de la artista transexual Aretha Painmürder en la que calles en forma de navajas atravesaban la cabeza a una mujer desnuda, a la que le destrozaban el cráneo y cercenaban el cerebro).

A ese concepto regresaron 10 años más tarde en su canción Alone again with my puberty psychopath del álbum White noise from hell, una interesante ópera rock postpunk. La voz pastosa de Lennox repetía un inusual estribillo:

Indiferenciados: mar/arena, calle/casa, grito/silencio, tiempo/espacio, yo/otro.
Diferenciados: eco, sombra, repetición, dolor, implosión.

Y la voz aguardentosa de Sioux seguía con un fraseo casi a manera de susurro que  se volvía machacante y terminaba en un estallido:

Esquizofrenia: distingo donde no hay distinción, no distingo donde hay enésimas; profeta, iluminado, sabio; dios la distinción, dios sin distinción; ecosistema de signos sin referente, de referentes sin signos; incógnita, incongruencia, incoherencia.

Para algunos críticos, entre otros el mismo Christopher Domínguez, Sheridan es la principal autoridad en la historia de la poesía mexicana moderna y uno de los críticos más perturbadores de nuestra vida pública: Guillermo Sheridan no sólo es uno de los críticos más temidos (y agudos) de la vida cultural y política mexicana, sino el primero de nuestros especialistas en poesía moderna.

El ensayista completa su retrato apología del miembro del Consejo editorial de la revista Letras libres de una forma contundente: Sheridan es un crítico moral y al ejercer su magisterio en la historia literaria dibuja perfiles incisivos e inolvidables.

Domínguez nos regala una “crítica” complaciente para un crítico ácido. Sheridan es un crítico moral y, en efecto, entre sus objetos de estudio se encuentran aspectos de la vida cultural y política del país, pero, particularmente en este último campo dista mucho de ser profundo. Deslumbrante en los artificios expresivos bastante bien logrados dada su capacidad estética, los conceptos y las ideas no dejan de ser impresiones generales con escasos argumentos y un conocimiento limitado de la complejidad social del país.

Coincido con algunos intelectuales que lo ubican como una autoridad en la historia de la poesía mexicana moderna, es quizás uno de los mayores especialistas acerca del grupo de los Contemporáneos; y sus trabajos respecto de Octavio Paz son completos, sugerentes y fundamentales para comprender la obra del premio Nobel. Mas en materia de política yo lo colocaría bajo el rubro acuñado por el mismo Paz y que alguna vez éste aplicó a Carlos Monsiváis, parafraseo: “no es un analista o intelectual de ideas sino de ocurrencias”.

Respecto de Christopher Domínguez, en materia de política es exacta la autodefinición que alguna vez le dio a la periodista Susana Alicia Rosas en su espacio En el balcón de la publicación Etcétera:
A estas alturas del siglo uno tiende a ser pragmático; dependiendo de mi estado de ánimo y la coyuntura exacta estoy de acuerdo con el PRD, el PRI o el PAN.
Sus críticas políticas tienen la levedad de un estado de ánimo displicente que suele hacer concesiones, a mi juicio demasiadas, con sus afectos (el mejor ejemplo es el citado de Sheridan y si hacemos un poco de memoria, lo mismo ocurría en el caso de Paz), y manifestar intolerancia atroz con quienes no son santos de su devoción (se los califica con base en dicotomías diferenciándoles negativamente):

Mientras los liberales pensamos que la democracia se sustenta en un conjunto de reglas verificables y anticlimáticas (positivo)... Ellos consideran la democracia como un estado permanente de agitación, el éxtasis colectivo y redentor que fluye entre el caudillo y la muchedumbre. Por ello disfrutan tanto de las peregrinaciones y se prosternan ante la asamblea que acata y festeja (negativo).

La admiración desbordada a quienes queremos o admiramos, y la repulsa a quienes nos producen animadversión, no están bien ni mal, no es un asunto de moral. Muchos tendemos, me incluyo, a caer en esta trampa del análisis, pero ayuda no perder la autorreflexividad para que nuestros juicios tengan en última instancia la posibilidad del relativismo y la probabilidad de la no-razón. De otra forma, fieles a la coyuntura exacta, al estado de ánimo políticamente incorrecto y a la ocurrencia frugal, cabe la desmesura o encontrar en lo que aborrecemos lo que somos, y pese a la evidencia, por necedad, no aceptarlo: un caudillo/cacique cultural fue Octavio Paz, y Sheridan, Domínguez y Krauze, entro otros, formaban parte de una feligresía dispuesta a mostrar su ferocidad contra quienes osaran poner en tela de juicio la tutela del patriarca bajo el manto protector de una retórica (que no praxis) liberal, progresista y democrática sin adjetivos.

¿Cómo dijo man? ¿La historia sin fin del fin de la historia? Sí, lo recuerdo. No exactamente. Al final te hablaban con palabras bonitas que yo asociaba con la Ilustración y un resurgimiento de Adam Smith y David Ricardo, te daba la impresión que íbamos al encuentro de un mundo puro y aséptico para que los delincuentes de cuello blanco hicieran negocio con las oportunidades de la globalización. Me parece que desahuciaron ideologías y luego te encajaron como una religión ese asunto de la tecnología, del neoliberalismo ortodoxo y de la dictadura de la democracia. Eran compulsivos los panegiristas de los nuevos tiempos, su obsesión los llevó a querer llegar primero y rápido al futuro; no les importó enterrar la memoria, sepultar la realidad y los sueños.

Esbozaremos algunos apuntes a manera de ejemplo respecto de las limitaciones en la exposición de Guillermo Sheridan en el texto que nos ocupa.

En su anecdotario cronológico, como lo define la propia revista Letras libres, en el apartado 5 de julio. AMLO presiona (democráticamente), el doctor concluye a propósito del conflicto entre las instituciones y la realidad en el discurso de López Obrador:

La cabeza de AMLO expropia la realidad y desde luego descarta otras realidades, por lo menos a la realidad real y a la institucional.

Lejos de argumentar, de explicarnos la razón de este conflicto y de aportar elementos para comprender en qué sentido habla de las realidades, la realidad y las instituciones, prefiere una salida analógica apelando a Cervantes y Lenin para rematar:

Arraiga su realidad (es decir, su acto de fe) en “la gente”, a condición de que “la gente” sea su reflejo, no “la gente” que prefiere ceder al Estado su representación colectiva y la encomienda de la ley. Al poner su propia percepción de la realidad sobre la del Estado, o al condicionar la objetividad de esa realidad a que concuerde con la suya, AMLO expropia a la colectividad en su individualidad.

¿La realidad que percibe o encarna una persona puede reducirse a un acto de fe? ¿O son parte de la realidad de una persona sus actos de fe, sus experiencias, necesidades, intereses, lugares sociales que ocupa, sus emociones y afecciones…? La imprecisión inicial respecto de qué se entiende por realidad hace naufragar el resto de la proposición.

La dicotomía implícita de que sólo hay dos clases de personas, la gente que cede al Estado su representación colectiva y la encomienda de la ley; y la gente-reflejo, es una arbitraria división del tipo de relaciones que se establecen entre líderes políticos, grupos sociales e instituciones. Para Sheridan no caben otras posibilidades. Sin descartar el eje líder-reflejo-gente, si se va a referir a esto como una triple relación de contingencia, lo que uno esperaría ver es el análisis de los elementos que lo explican así y no de otros modos. Y no, terminar con una referencia al Estado sin definir qué se entiende por éste y con un una proposición de psicología social elemental (AMLO expropia a la colectividad en su individualidad). Si al final su concepto de quienes apoyan a López Obrador es éste y la relación entre ellos y su líder es de reflejos condicionados, ¿dónde queda la existencia, a qué se reduce la vida de esta gente, quiénes son estos seres sin voluntad y conciencia que son el reflejo y reflejan a un político esquizoide que pierde el sentido de la realidad y las instituciones?

Lo “bueno” de esto es que, después de todo, Sheridan y los sanos optan por encarnar y encarnarse en el Estado y la ley. Después de todo yo (y los que son como yo o que soy como ellos) soy otro: demócrata, racional y moderno.

Después de todo, él (y ellos -los enfermos, los inmaduros, los que no saben perder y los saboteadores- que son como él y él que es como ellos) son eso: paradójicos, contradictorios, pasionales y antidemocráticos.

Menuda consideración; si la expresara Guillermo Sheridan, habría una alta probabilidad que la festinara Domínguez Christopher sin que, bajo ninguna circunstancia, esto fuese un acto de fe:     

México se divide en dos clases de personas. Los demócratas y los anti-demócratas, los que están a favor de las instituciones y los que están en contra, los que reconocen y respetan las leyes y los que no las reconocen ni respetan. Sin términos medios, sin matices.

Dudo que el Premio Nacional de Ensayo Literario y Crítica Política Guillermo Rousset Banda esté de acuerdo con estas preguntas incómodas dirigidas al autor de Allá en el campus grande: ¿Es real la gente que siente, piensa y vive con pocas, medianas, muchas o todas las dudas respecto de las instituciones y las leyes? ¿Son legítimas sus razones para desconfiar o, debido a que están equivocados mejor los condenamos a formar parte de las huestes lópezobradoristas y los volvemos nada con el argumento de que no perdieron las esperanzas, sino que perdieron una elección y no quieren aceptarlo? ¿Todos, menos ellos, somos López? ¿El único camino a la democracia o mejor dicho, la democracia es lo que piensan, dicen y hacen de manera tan coherente y congruente Vargas Llosa, Krauze, Sheridan, Domínguez Michael, González de Alba…?

No puedo evitar el recuerdo de la mítica Don’t sleep in the dreams de Ditka Death del disco Tomorrow love me… nothing?:

En nombre de la democracia lo que sea, como sea y donde sea; basta un poco de mierda en el cerebro y un poco de hipocresía en el alma; en nombre de la democracia me pinto de liberal, me disfrazo de progresista, defiendo las elecciones, invento una laica moral y denunció a los izquierdistas; en nombre de la democracia defiendo el capital privado, las trasnacionales, las privatizaciones, los proyectos editoriales y a los intelectuales castrados; en nombre de la democracia dios es la democracia... reza por mí.   

Nada más tenga cuidado. Sí, bien, mmmm, mejor pase por acá. Comprendo que esto le genere repugnancia, la corrupción del cuerpo es siempre un espectáculo asqueroso y más con todas estas alimañas devorando estas ruinas de carne putrefacta. ¿A poco sí le afecta tanto? No. No es que tenga tanto tiempo aquí y que ya esté acostumbrado, al contrario. Aunque, debo confesarle una cosa. Acérquese por favor. La verdad disfruto de estas escenas dantescas, tengo mis perversiones. Cuidado. Con cuidado, no vaya a ser que mientras avanzamos pasemos sobre su cuerpo o el mío. En estos casos uno debe tener respeto por sí mismo. Mire usted, entre los fantasmas también hay clases.

En una entrevista realizada por José Luis Herrera, en la que se abordan, entre otros aspectos, algunas nociones sobre la literatura y la crítica del siglo XX, Christopher Domínguez Michel define su estilo de crítica en los siguientes términos:

Formo parte de una escuela a la que pertenecen personalidades que consideran la crítica como un temperamento artístico. Desgraciadamente, por deficiencias formativas de la cultura hispanoamericana, la gente ignora qué es la crítica literaria.

En los hechos, el autor del ensayo Sabiduría sin promesa extiende esta idea de la crítica literaria a otro campo, el de la política, convierte a este campo en objeto de su temperamento artístico que nos permite a sus lectores ganar y perder.

Obtenemos una perspectiva subjetiva de la política, tan arbitraria e incompleta como la mía o la de cualquier persona interesada en presentar impresiones, intuiciones o sensaciones respecto de personajes, partidos, movimientos, o situaciones. Ganamos ese riesgo de estar ante puntos de vista que se mueven en la zona limítrofe entre prejuicios y racionalidad:

En un par de meses, López Obrador ha derrochado el capital cívico que la izquierda mexicana acumuló durante décadas… En el séquito del demagogo sólo se escuchan los acatamientos medrosos. Pero ya aparecerá quien le diga al rey que desnudo… No deja de seguir siendo enigmático que un demagogo con una ambición de poder tan desmesurada se haya adueñado de tantas inteligencias. Será que la izquierda tiene necesidad de enamorarse.

Perdemos, como interesados en los asuntos públicos, elementos para comprender lo que pasa en el espacio público a propósito de la política y los políticos. Otra muestra extraída del artículo de Letras libres:

La versión entera de la historia de México que maneja López Obrador parece provenir de Los agachados y de los Supermachos, aquellas historietas didácticas que nutrían a la izquierda mexicana durante los años de plomo del PRI… Leer La Jornada o Proceso, la prensa que le es adicta al demagogo, es una curiosa aventura: asomarse a un mundo al revés.

Christopher Domínguez es un hermeneuta más que un fenomenólogo. O mejor sea dicho: es un hermeneuta radical, se queda sin objeto real y produce uno vicario que más que representar la realidad, la traiciona… la olvida. ¿Trampas de la fe o una fe con trampas?   

El también autor de Toda suerte de libros paganos en esa misma entrevista razona respecto de la intolerancia y de la violencia que se ejerce en nombre de un libro o de la cultura letrada:

La idea que estipula que el libro es un referente de civilización es parcialmente falsa; pueblos cultísimos se han masacrado utilizando libros como bandera de guerra. En tiempos recientes, los habitantes de una parte del mundo cargan un libro en la mano, el Corán, y tienen malas intenciones contra los que no leemos ese libro ni practicamos su religión

Esta ocurrencia, que no idea, expresa una simplificación del islamismo y del movimiento emprendido por éste de manera ancestral y, particularmente, el fin del siglo XX y lo que va del XXI. La historia puede explicarse por las preconcepciones negativas de la gente o de los pueblos. Y el asunto no sólo queda allí, se coloca inmediatamente del lado de los perjudicados por las malas intenciones de los que cargan en la mano el Corán (ya ni siquiera de quienes llevan el Corán en el corazón).

Pido al lector que revise con atención la cita siguiente de su Servidumbre voluntaria respecto de los intelectuales que se manifestaron de manera abierta a favor de que López Obrador fuera elegido presidente de la República:

Son escritores y artistas que contribuyeron al montaje de una realidad paralela, “el fraude electoral”, verdadera obra maestra del teatro callejero y de la farsa ideológica, representación aderezada con letanías, jaculatorias y estribillos que se predicaron para socializar el insulto y la calumnia. Pero pasaron los días y las semanas y el fraude no aparecía, ni en las pantallas de las computadoras ni en los paquetes electorales que el Tribunal Electoral ordenó abrir. El perjuicio ya estaba hecho, y quedará registrada como una de las lecciones más amargas del 2 de julio, la servidumbre voluntaria de los intelectuales ante ese proyecto de desmantelamiento del sistema democrático que ha sido, de principio a fin, la característica esencial de la campaña de López Obrador.

Ahora comparen éste con el anterior. Pregunto: ¿No les parece que son similares en su estructura y forma, y que sólo cambia el objeto de referencia? Desaparecen de su exposición las contradicciones que sí se presentaron en las elecciones; la servidumbre voluntaria de intelectuales defensores de una democracia sustantiva inexistente en México; la actuación de los grupos de poder real; ni siquiera aparece por asomo una reflexión mínima respecto de la irresponsabilidad ético-moral de Calderón, quien primero lanzó sus campañas saturadas de violencia simbólica y con hipocresía ahora pide paz (quiere paz deseando la guerra o fulminar a su enemigo).

No encuentro en ninguna parte del texto de Domínguez Michael una argumentación concreta y una demostración de que no hubo fraude. Él es un experto en montajes que niegan fraudes (cabe decir con sinceridad que una parte del pueblo no sabemos si en verdad no ocurrieron), para lo cual utiliza una retórica menos opulenta que Sheridan pero igualmente vacía. Vacía de valor, de significatividad, de validez… ¿de verdad? 

Como el doctor Sheridan, redunda en el maniqueísmo como recurso eficaz para falsificar el mundo. Me da la impresión que los excesos de cierto tipo de liberales proyectan delirios de persecución.

No es gratuito que cuando ambos se refieren a la izquierda escriban con el fervor de cruzados que tienen por móvil inconsciente purificar la democracia, rescatarla de los que la desprecian por el sólo hecho de disentir o manifestar que en nombre de ella se cometen injusticias, se producen exclusiones, se establecen inequidades o se solapan desigualdades. ¿Acaso estos problemas no son el meollo de la democracia? Éstos son una razón poderosa para que sea, son una limitante para que sea.

Tanto en la democracia instalada (por ejemplo España o Suecia) como en la democracia aspirada (por ejemplo México), es condición necesaria la disidencia, la duda, la desconfianza, el escepticismo y la ilusión de que las cosas pueden ser de otro modo mejor.

Por lo visto Domínguez y Sheridan con sus ocurrencias camuflan una profunda inflexibilidad e intolerancia: Amloman, Superestar; Nadie está por Encinas de la ley; La historia de amor con el subcomandante Marcos… los tenía arrobados y temblorosos.

A la política le sobran los hombres de ocurrencias y le hacen falta los de ideas. Le sobran palabras y le falta voluntad de cambio. No perdamos de vista una idea expansiva expresada en unas cuantas palabras, tal es la referencia a una frase de Rubén Blades que realiza Mauro Cerbino en su libro Jóvenes en la calle. Cultura y conflicto:

Se hace lo que se tiene que hacer, cuando ya no hay más que hablar.

Ah sí, el tren. Los viernes siempre pasa a esta hora. Es tan preciso en su arribo como un reloj suizo de maquinaria perfecta. Yo también estoy aquí horas antes de que llegue. Me marcho una hora después, justo cuando comienza a caer la noche. Sí en efecto es un enigma. Tiene razón no viaja nadie, no traslada ninguna carga y desde hace muchos años nadie conduce la locomotora. No, no. No espero ni despido a nadie. De este pueblo todos se fueron después de la guerra, incluso, me confieso con usted. Espero sepa guardar la debida discreción. La mera verdad yo fui de los primeros en partir. Estoy aquí, usted también, qué le vamos hacer, así es esto. Son cosas de la vida o de... Vamos, vamos, acomódese, no tardarán en llegar los demás. A estas alturas de la vida o de… a quien puede importarles la demora de un muerto.

Mauro Cerbino plantea en el ensayo mencionado una premisa que hace falta considerar a Guillermo Sheridan y Christopher Domínguez cuando se refieren a Calderón y no critican su actuación antes, durante y después del proceso electoral, y no han hecho mención a su falta de estatura para ser el estadista que el país requiere en estos momentos:

Las relaciones sociales en la actualidad padecen de un exceso de imaginarización. Es necesario refundar al “otro” percibiéndolo como adversario y no como enemigo dado que es un miembro funcional de una “competencia” que motiva y sostiene la conflictividad, que permite la expresión de la pluralidad de posiciones y el libre juego entre actores sociales

Ambos críticos mexicanos abonan al clima de violencia simbólica. Actúan menos como intelectuales responsables y más como periodistas cuya fuente es la farándula. Aquí una perla de Christopher “Chapoy” Domínguez:

Una de las diferencias es que yo no pensaría jamás que Felipe Calderón es un salvador de la patria. Pero es un presidente legítimo cuyo triunfo ha desatado una virulenta rebeldía antidemocrática.

Bueno, bueno. Es cierto que para una parte de la gente es presidente legítimo, pero otros miembros de la sociedad no están de acuerdo y distinguen que él es un presidente legal (es el que dicen que ganó la elección… ¿no?), pero no legítimo (AMLO es mi presidente, Calderón es un usurpador).

Guillermo “Pepillo Origel” Sheridan no se queda atrás, como muestra su perla:

Comparar la resistencia civil del PAN con la del PRD es desnivelado: el PAN luchaba por terminar un monopartidismo de 70 años; el PRD por acabar con una democracia de 6. ¿Qué tendrá de resistencia civil ir a cantarle las mañanitas con el Himno Nacional al edificio vacío de la Bolsa de Valores?

Resistencia civil del PAN que terminó en pacto de complicidades con el PRI al cual quieren darle continuidad en su línea neoliberal durante un siglo, por lo menos.

Democracia de 6 años que, parafraseando a Joaquín Sabina, puede describirse con el siguiente diálogo contenido en su canción Barbi Superstar del disco 19 días y 500 noches: “Dónde está la canción que me hiciste cuando eras poeta/terminaba tan triste que nunca la pude empezar”.

¿Quién ha atentado más contra la democracia, quienes la dan por hecho y se refieren a ella como un objeto de culto o, quienes se han convertido en sus defensores a ultranza, aunque nunca nos expliquen con claridad el porqué? ¿Quiénes son los que realmente votan y eligen? ¿Quiénes son los que realmente eligen y votan? Voto, luego existo. Existo luego voto.

Me parece que es aquí en donde necesitamos poner una señal de alerta respecto de estos intelectuales que apelando a Boucher, acusan a la izquierda y a López Obrador de tiránicos y autoritarios:

Una sociedad que otorga libertad para buscar la felicidad es una sociedad loable: una que indica cómo ser felices es tiránica.  

Parafraseo la referencia y la regreso a Christopher Domínguez Michael y Guillermo Sheridan. Una de las cosas que la República Okupa del Zócalo manifestó simbólicamente es que: una sociedad que otorga la libertad para buscar la democracia es una sociedad moderna: una que impone un paradigma superficial de democracia y acusa/juzga/sanciona a quienes no se ajustan a ese modelo, es una sociedad tiránica.

Por sus discursos os conoceréis: Sheridan y Domínguez no tienen, pese a sus autoelogios y autocomplacencia endémica, más calidad moral que sus criticados, y me parece que en materia de análisis político están lejos de la modernidad, de la tolerancia, la flexibilidad, el respeto, la civilidad. Su pensamiento político es conservador y su perspectiva de la sociedad mexicana está más cerca de la aristocracia que de la pluralidad, más próxima a la exclusión que a la inclusión. Su percepción proyectada en, por lo menos los artículos comentados aquí, carece de las diferenciaciones suficientes como para ser considerado un pensamiento complejo que esté a la altura de la impostergable democratización sustantiva que el país necesita.

Esta democratización sustantiva pasa también por la mente. Para ello me parece que es imprescindible descentrarnos, salirnos de nuestra cabeza y diluirnos en los otros, con los otros.

Recuperando la imagen descrita de Aretha Painmürder: que nuestra imaginación tenga forma de navaja afilada y cercene todas esas imágenes falsas y esnobistas que nos impiden ver las sombras, oír los ecos, tocar los fantasmas, oler nuestra incompletitud, saborear nuestra infinitud e iniciar el largo, sinuoso, improbable e inevitable camino del abrazo.


Diego Juárez Chávez

Chihuahua-D.F., agosto 2006.

 

 

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