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PROTEGIENDO EL INTERÉS NACIONAL: LA ESTRATEGIA DE KREMLIN EN EL CONFLICTO DE KOSOVO

Por: Miguel Ángel Fernández
Número 62

Históricamente, la región de los Balcanes se ha consolidado como uno de los focos más importantes de inestabilidad no sólo a nivel regional sino incluso en el ámbito mundial. El ejemplo más claro del postulado anterior, lo encontramos en la Primera Guerra mundial, ya que justamente el detonante del conflicto a gran escala se originó en una locación encontrada en estos territorios: Sarajevo. En las últimas décadas, los conflictos en Yugoslavia, Bosnia-Herzegovina y Serbia han despertado tensiones de carácter regional; sumado a lo anterior, han provocado la pérdida de muchas vidas humanas, la destrucción de varias ciudades y al menos han conseguido enfrentar nuevamente a grandes contrapesos dentro del orden mundial tales como Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea. Indudablemente, el escenario en Kosovo no ha sido la excepción.

Por ello, el objetivo principal de este ensayo es presentar algunas acciones y soluciones a futuro (innovadoras y viables) que pueden emprenderse desde la perspectiva de uno de los grandes actores involucrados en el conflicto: Rusia. Además, se hará un especial énfasis en demostrar que la postura rusa respecto a Kosovo no tiene que ver mayoritariamente con un enfrentamiento directo con los Estados Unidos sino que es meramente una posición basada en su interés nacional.

La proclamación unilateral de independencia por parte de Kosovo el pasado 17 de febrero, así como el reconocimiento posterior de varios países a nivel mundial como un nuevo Estado, fue un golpe muy severo no solamente para Serbia sino también para su aliado principal durante el conflicto: Rusia. Justo en esta coyuntura, el gobierno ruso se ve en la necesidad de admitir que su objetivo primordial de evitar a toda costa que Kosovo se erigiera como un Estado independiente ya no podrá ser bien logrado pues la realidad ha rebasado con creces esta posibilidad. Por ello, el problema para este actor radica en buscar una solución alternativa que a corto y mediano plazo le garantice incrementar, o al menos mantener, su influencia en lo que ha denominado como la zona histórica de los intereses rusos y el exterior cercano.

De acuerdo a Ochman (s/f), partiendo de los principios de la doctrina política rusa, el exterior cercano “se refiere a los países que antes formaban la Unión Soviética (Kazakistán, Uzbekistán, Kirguistán, Tajikistán, Turkmenistán, Azerbaiján, Armenia, Georgia, Moldavia, Ucrania, Bielorrusia, e incluso se puede extender a Lituania, Letonia y Estonia)”. A su vez, el concepto de zona histórica de los intereses rusos “abarca a los países que estaban bajo su dominio en Europa Central y del Este (Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria)”, es decir, aquellos países que se encontraban bajo la influencia del comunismo pero sin pertenecer a la URSS.

Considerando lo anterior, se entiende que una situación como la que se vive en Kosovo es inadmisible para la diplomacia rusa pues pone en un predicamento su preponderancia en la región de los Balcanes. ¿Qué acciones debe tomar Rusia para evitar que su impacto en la zona disminuya de forma abrupta? ¿Cómo lograr que las medidas que se implementen sean congruentes con la doctrina política rusa y además sean viables de acuerdo al contexto en Kosovo? A continuación, se presentan algunas de las acciones que podrían ser llevadas a cabo por Rusia para responder a estas interrogantes.

En el año de 1999, quizá el punto más álgido del conflicto en Kosovo, el gobierno ruso se opuso contundentemente a que la OTAN atacara las posiciones de Serbia para con ello forzar el cese al fuego; sumado a este hecho, en el mismo año el gobierno serbio solicita el ingreso a la Unión Rusia-Bielorrusia argumentado la afinidad cultural entre estos países ortodoxos (Ochman, s/f).

El Parlamento yugoslavo aprobó ayer por una mayoría aplastante la propuesta del presidente Slobodan Milosevic de pedir la adhesión de la Federación de Yugoslavia a la unión de Rusia y Bielorrusia, suscripta en 1997, para formar una gran confederación de países eslavos y cristianos ortodoxos. La histórica decisión apunta a romper el aislamiento de Belgrado mientras las potencias occidentales agrupadas en la OTAN hacen caer una lluvia de bombas sobre este país de los Balcanes” (El Clarín, 13 de abril de 1999).

Estos antecedentes, no deberían sorprendernos pues otro de los pilares de la doctrina política rusa es precisamente el mantenimiento del liderazgo en el mundo eslavo. Si a esto agregamos el ya mencionado vínculo entre ambas partes representado por la religión cristiano ortodoxa, la alianza entre Serbia y Rusia cobra sentido de forma más que notoria pues a través de la historia la diplomacia rusa ha utilizado precisamente la religión con fines políticos y en este caso no será la excepción.

Una de las primeras medidas implementadas por Rusia tras la declaración de independencia fue el envío de ayuda humanitaria específicamente para los serbios de Kosovo que están concentrados principalmente al norte del nuevo Estado en los municipios de Albanik, Zubin Potok, Zvecan y Mitrovica ubicados en la frontera con Serbia. Este hecho, sirve como referente para proponer que la mayoría de las acciones que serán implementadas por Rusia deben ir enfocadas precisamente a esta región geográfica en particular debido al vínculo religioso que ya fue expuesto en este trabajo y que seguramente derivará en esfuerzos destinados a la protección de ciudadanos serbios afines con la cultura rusa.

En el corto plazo, el papel de Rusia en Kosovo debe verse limitado a la vigilancia y salvaguardia de los derechos humanos de los serbios que habitan en territorio kosovar, así como a la ayuda humanitaria que ya se señaló anteriormente. Incluso gestos pequeños pero significativos, como por ejemplo el establecimiento de consulados en los municipios con mayoría serbia, se consolidarían como un mensaje claro hacia Estados Unidos o la Unión Europea de que Rusia en el mediano y largo plazo simplemente no dará por perdida la causa serbia.

A su vez, quizá las acciones más importantes que le asegurarán a Rusia su influencia en la zona tendrán que ser las de carácter económico. En este caso, la derrama económica basada en los recursos energéticos (especialmente el gas natural) generada por Rusia y que tocará territorio serbio gracias al gasoducto South Stream es el mecanismo principal a través del cual el apoyo económico ruso debe verse reflejado al norte del territorio kosovar.

En diversas reuniones entre los gobiernos de Moscú y Belgrado se acordó que Serbia sería uno de los tantos países con ramales emanados del gasoducto South Stream que es un proyecto en conjunto de la enorme empresa rusa Gazprom y de la compañía energética italiana ENI. Por su parte, como una clara retribución al papel de aliado de Rusia en el conflicto de Kosovo, Serbia vendió a Gazprom una participación mayoritaria de su monopolio petrolero representado por la empresa NIS (El País, 9 de marzo de 2008).

El South Stream es un sistema de gasoductos que irá por el fondo del mar Negro desde la costa rusa con diversas ramificaciones por Bulgaria, Rumania, Hungría, Serbia, Austria, Eslovenia e incluso Grecia para llegar finalmente hasta Italia. La gran peculiaridad de este sistema promovido por los rusos es que evitará el paso por países poco afines con sus políticas actualmente como lo son Ucrania o Turquía. Con un costo de 10 000 millones de euros y una capacidad aproximada de 30 000 millones de metros cúbicos de gas al año, se espera que el impacto del proyecto en los Balcanes se refleje en más de 3200 kilómetros de tuberías. De concretarse con éxito el South Stream, la influencia rusa en su exterior cercano y en su zona histórica de intereses estará garantizada gracias a un elemento vital como lo es el gas natural.

Sin embargo, la realidad indica que en los últimos años la dependencia de la economía de Kosovo respecto a la ayuda de la comunidad internacional es alarmante. Además, los ciudadanos de Kosovo son los más pobres de Europa con un ingreso anual per capita de apenas 1800 dólares (cerca de un tercio del nivel que tiene su vecina Albania) y el desempleo aqueja a más del 40% de la población con lo cual se han producido severos flujos migratorios que en muchas ocasiones derivan en actos violentos (World Factbook, 2008).

Por lo anterior, la gran incógnita es el cómo traducirá Rusia, en conjunto con el gobierno de Belgrado, los beneficios que generará el gasoducto específicamente al norte de Kosovo donde reside la mayoría serbia. Desde mi perspectiva, considero que estos recursos económicos deben centrarse en las numerosas áreas rurales donde la falta de tecnología y de experiencia hace que la tierra parezca simplemente inservible. Además, si a mediano plazo la influencia e inversión rusa logra consolidar la industria minera en el norte de Kosovo con metales tales como el plomo, níquel, zinc, cromo, aluminio, magnesio y una enorme variedad de materiales de construcción, el distanciamiento entre el sur y el norte va a ser muy perceptible y a largo plazo puede traer serias consecuencias en pro de la causa serbio-rusa como la partición, es decir, que el territorio al norte de Kosovo pase a manos de la administración serbia con base en la distribución étnica.

Si bien la entrada de capital ruso en territorio kosovar podría interpretarse como un reconocimiento inmediato de la independencia, a futuro puede ser la clave para enfatizar las diferencias entre la zona serbia y la albanesa en Kosovo a través de un mejor sistema educativo, de salud y por supuesto una renovada infraestructura en materia de carreteras y comunicaciones.

Pese a lo anterior, esta problemática se complica aún más pues el South Stream no estará solo, ya que la Unión Europea tiene su propio proyecto energético a través del oleoducto Nabucco y el gasoducto Transcaspio; este último, apoyado fuertemente por los Estados Unidos.
El oleoducto Nabucco empezará a construirse en 2010 y bombeará gas a partir de 2013, informó hoy el director general de ese proyecto, impulsado por la Unión Europea y llamado a suministrar gas centroasiático a Europa sin pasar por Rusia. Nabucco, con capacidad de hasta 31.000 millones de metros cúbicos anuales, deberá abastecer a Europa con gas de la región del mar Caspio y Asia Central, así como de Oriente Medio y Próximo, sin pasar por Rusia, sino atravesando Turquía, Bulgaria, Rumania, Hungría y Austria (EFE, 2008).

Por si esto fuera poco, la construcción de estos sistemas energéticos no sólo puede hacer que Rusia pierda influencia en Kosovo sino también dentro de los países que antes formaban la Unión Soviética (exterior cercano) y en los Balcanes (zona de influencia histórica):
…además de Azerbaiyán con sus reservas de gas en el mar Caspio, también se sumará a Nabucco Turkmenistán, que tiene ingentes recursos, y no descartó atraer en el futuro a más proveedores, como Egipto, Irán, Irak y otros países. La comisaría de Exteriores de la UE, Benita Ferrero-Waldner, al visitar Bakú el mes pasado al frente de la Troika comunitaria, expresó el respaldo de los Veintisiete a los proyectos de los gasoductos Transcaspio y Nabucco y su deseo de que Azerbaiyán se sume a ellos. El Gasoducto Transcaspio, impulsado por la UE y Estados Unidos, deberá cruzar el Caspio eludiendo a Rusia y enlazar los yacimientos de gas centroasiáticos con Azerbaiyán y con el conducto ya existente Bakú-Tiflis-Erzerum. Este proyecto compite con el del Gasoducto del Caspio, acordado por Rusia, Kazajstán y Turkmenistán para llevar el gas de Asia Central a los mercados mundiales a través del territorio ruso” (EFE, 2008).

Del mismo modo, se debe enfatizar que todos estos proyectos energéticos deben ser llevados de forma inteligente por el gobierno ruso, ya que si este último opta por competir exacerbadamente en materia de gasoductos y oleoductos con el fin de mantener dependiente a la Unión Europea en materia de energía, a la larga puede comprometer seriamente su propia demanda interna de recursos (especialmente de gas natural).
En conclusión, se puede identificar claramente que el interés de Rusia radica en el hecho de no perder su influencia tanto en el exterior cercano como en su zona histórica. Lo anterior, basado en el principio de la doctrina política rusa que indica que se debe defender e incluso expandir la integridad territorial del imperio. Desde esta perspectiva, la apuesta aquí presentada a corto plazo en Kosovo se vincula con que Rusia simplemente quiere que la zona histórica de los intereses rusos quede como “tierra de nadie”, mientras pueda ser otra vez realmente zona de influencia rusa (Ochman, s/f).

En materia de negociación, medidas como la protección de los ciudadanos en el norte de Kosovo (basado en la afinidad religiosa, ortodoxa), la creación de instituciones acorde con los intereses serbios (ejemplo de los consulados), así como el fortalecimiento económico de este territorio gracias al apoyo de Rusia a través de mecanismos como los recursos energéticos, son acciones cuya finalidad es establecer condiciones que a largo plazo permitan tener la puerta abierta para soluciones más favorables como una partición de la población que en la actualidad resulta prácticamente inviable.

Con todo y que la competencia entre los gasoductos y oleoductos parecería una clara señal de amenaza por parte de la Unión Europea y Estados Unidos, Rusia no puede permitirse el lujo de continuar deteriorando las relaciones con estos dos actores. Por ello, debe adaptarse a las nuevas reglas del juego y aprovecharlas en su beneficio en lugar de optar por la intransigencia. Una oportunidad relacionada con lo anterior, se presentaría si algunos territorios no reconocidos de la antigua Unión Soviética, especialmente Abjasia y Osetia del Sur, también buscan el camino de la independencia sin el consentimiento de los Estados de los cuales desean separarse. A muchas personas en Rusia, específicamente respecto de este escenario, no les importaría que Kosovo se convirtiera en un precedente para los territorios post-soviéticos aún no reconocidos ya que de conseguir su inmediata independencia seguramente ésta derivaría en una futura y completa integración con Rusia.

A pesar de que Rusia pueda sentirse desilusionada por el accionar de Estados Unidos y la Unión Europea en el devenir de Kosovo, las soluciones que se propongan no deben concebirse como una represalia contra Occidente. Lo único que el gobierno de Moscú debe garantizar con sus políticas es recuperar la influencia en la región sin poner en predicamento la nueva prosperidad económica de la población rusa, ya que si la relación con Estados Unidos sigue deteriorándose, el resurgimiento de Rusia bien podría verse desestabilizado.

A su vez, la disposición que han mostrado Polonia y Lituania para levantar el veto para que la Unión Europea pueda negociar la renovación del Acuerdo de Asociación y Cooperación con Rusia es una señal de que ambos frentes se necesitan y Kosovo no debe representar un pretexto para distanciarse. A sabiendas de que Rusia proporciona el 43% de las importaciones de gas a la Unión Europea, el 33% de las de petróleo y el 35% del uranio enriquecido (El País, 21 de marzo de 2008), los acuerdos que emanen de la cumbre UE-Rusia que se celebrará en Siberia en junio serán fundamentales para determinar el futuro energético de la región.

Incluso el hecho de que la Unión Europea se muestre cautelosa respecto al ingreso de Georgia y Ucrania a la OTAN en la próxima cumbre en Bucarest para no irritar a Rusia es un vivo reflejo de que si la diplomacia rusa se maneja con inteligencia y coherencia puede lograr sostener su influencia en la región aún por encima de la presión generada por Estados Unidos. Por ello, las soluciones aquí expresadas a corto, mediano y largo plazo en relación a la situación en Kosovo, en ningún momento tienen la intención de confrontar a Rusia con los demás actores involucrados.

Finalmente, la postura de Rusia respecto a Kosovo no debe ser malentendida como una respuesta a las presiones internacionales, principalmente emanadas desde Estados unidos. Por el contrario, todas las acciones que ha realizado alrededor de esta problemática, y también las que emprenderá en el futuro, deben ser reconocidas como soluciones enfocadas al interés nacional de su población que adquieren una gran lógica y coherencia al sustentarse en principios fundamentales de la doctrina rusa en materia de política exterior.


Bibliografía:

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Miguel Ángel Fernández Castro

Estudiante del 6to semestre de la carrera de Relaciones Internacionales en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (Campus Estado de México). Actualmente, trabaja como locutor de radio en Grupo ACIR en el departamento de Deportes.

 

 

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