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IMAGINACIÓN, ÉTICA Y NEGOCIACIÓN.

Por Marina González
Número 62

Chung Tzu soñó que era una mariposa
Al despertar ignoraba
…si era Tzu el que había soñado
que era una mariposa,
o si era una mariposa
y estaba soñando que era Tzu
Chung Tzu de la Dinastía T´ang

Poder imaginar, imaginar poder.
En el siglo XVIII, Immanuel Kant afirmó que el ser humano es un ser racional que se auto determina siguiendo los principios de su propia razón.   En el ensayo Idea de una Historia Universal en sentido cosmopolita en Filosofía de la Historia,(Kant, 1981 págs. 39-40)afirma que “La Naturaleza ha querido que el hombre logre completamente de sí mismo todo aquello que sobrepasa el ordenamiento mecánico de su existencia animal, y que no participe de ninguna felicidad o perfección que la que él mismo, libre del instinto se procure por la propia razón.” (Kant, 1981 pág. 44)   Para Kant, la Naturaleza ha dotado al hombre de razón y con ello de libertad para que sea él mismo -y por sus méritos- quien obtenga su felicidad que consiste en el perfeccionamiento de su propia racionalidad.   De esta forma establece que la felicidad del hombre, si un contenido tiene, es saberse digno por actuar conforme a razón.   Sin duda, ésta es una idea enriquecedora sobre el ser humano al dotarle de la total autoría de su propia vida y por ello del sustento de su dignidad humana por ser creación propia.

Kant agrega que el medio del que se sirve la Naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en sociedad.   Kant entiende en este caso por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres, es decir, su inclinación a formar sociedades que, sin embargo, va unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla. (Kant, 1981 pág. 46)   Sin embargo, esta resistencia es positiva para Kant pues “despierta todas las fuerzas del hombre y le lleva a enderezar su inclinación a la pereza y, movido por el ansia de honores, poder o bienes, trata de lograr una posición entre sus congéneres, que no puede soportar, pero de los que tampoco puede prescindir”. (Kant, 1981 págs. 46-47)   El concepto de insociable sociabilidad ofrece una gran riqueza de sentido, pues su evidente paradoja devela la incapacidad no sólo del sentido unívoco de la realidad humana, sino de la necesidad de acudir a estructuras explicativas que permitan apreciarle en toda su complejidad.   Este concepto permite también pensar al ser humano como un ser cuya identidad está en contante movimiento y que se va dando en la relación dialéctica con lo otro: identidad como insociable sociabilidad.

Y Kant agrega que el problema mayor del género humano consiste en llegar a una sociedad civil que administre el derecho en general. (Kant, 1981 pág. 48)   En esta sociedad civil ideal podrán compaginarse “la máxima libertad, es decir, el antagonismo absoluto en sus miembros, con la más exacta determinación y seguridad de los límites de la misma.” (Kant, 1981 pág. 49)

Hoy en día la definición de Kant resuena con mayor fuerza pues al irse replegando los modelos autoritarios de toma de decisiones, cada vez más se hace indispensable  pensar en estrategias de negociación como vehículos de resolución de conflictos.   Sin embargo, cualquier estrategia que se seleccione involucra una concepción de ser humano cuyas características es necesario evidenciar:   a) Toda acción de negociación parte de la creencia en un ser capaz de reconocerse no sólo como paciente de la historia, sino como actor y creador de ella.   b) Toda negociación implica a un ser capaz de reconocerse a sí mismo como interdependiente planetario, lo que significa reconocerse como vulnerable. (Nussbaum, 1995) (Morin, 2001)   Concepción que no es agradable reconocer desde cierta perspectiva pero que desde otra de la que se hablará en este trabajo, abre la puerta a posibles negociaciones que integren la vulnerabilidad de todas las partes.   c) Y finalmente, implica un ser capaz de reconocer a todo ser humano como su semejante y de reconocer-se como el semejante de los otros.

Cabe agregar que cuando se plantea el tema de negociación como método alternativo de resolución de conflictos, intelectualmente se plantea un esquema temporal en el que se cruzan por un lado el conocimiento del pasado considerado como insuficiente en la resolución de los conflictos; y por otro lado, la posibilidad del futuro como la utopía de una nueva forma de enfrentarles.   Así, el presente de la negociación une el conocimiento del pasado para, a partir de ella, crear nuevos escenarios.

Sin embargo, cuando se pretenden establecer la naturaleza y condiciones de la negociación, aparecen posturas distintas con respecto a factores involucrados como lo son la justicia, el balance o desbalance de fuerzas, posturas que defienden principios universales y posturas relativistas.   Todas estas discusiones de indudable trascendencia ética.   Por otra parte, en recurridas ocasiones se piensa que la reflexión ética se ocupa de los derechos y deberes de las personas y se enfoca en el juicio sobre la restauración de lo “violado”.   Sin embargo, la ética no debe ocuparse solamente o de manera prioritaria del juicio sobre lo acontecido, pues lo que más plenamente justifica la reflexión ética es su orientación hacia la creación de nuevos futuros.   Nadie que esté conforme con su presente, ocuparía sus recursos en la reflexión ética ni en la negociación como forma de resolución de conflictos.   Si se ha dicho con Kant que el conflicto es parte inherente de la condición humana, su resolución y la reflexión ética son elementos siempre presentes en la vida humana.   En este orden de ideas, la reflexión ética es el entrecruzamiento del pasado de la historia y el futuro de la utopía.

Si se piensa en cualquier método de resolución de conflictos se puede descubrir que el quid de todos ellos es el paso del pensamiento a la acción.   Y aquí se observan cuatro problemas a cometer: (1) Lo primero a considerar es la posibilidad de nuevos escenarios, pero cómo crear algo diferente y por tanto desconocido sólo a partir de lo igual, de lo conocido. (2) Segundo, se puede saber muy bien qué es lo permito, o qué se debe hacer y qué no, pero eso no garantiza que los agentes sociales lo puedan hacer, las preguntas son ¿en qué consiste ese poder hacer lo no hecho todavía?, ¿cómo pasar de la idea a la acción?   (3) En tercer lugar, hablar de métodos alternativos de resolución de conflictos implica que no existe una sola forma de solucionarlos, ¿cómo saber conducirse de otra manera nueva y distinta a la habitual?, ¿cómo manejarse en otra concepción existencial?   (4) Y finalmente, si se acepta la diversidad de formas de resolver un conflicto, ¿cómo aceptar que otras personas tengan perspectivas y actúen distinto de uno? 

Para apoyar la exposición se retomarán las sugerentes propuestas del hermeneuta francés Paul Ricoeur, quien, superando las concepciones prescriptivas y normativas de la ética, propone una concepción más constructiva con la definición: La ética es el anhelo de vivir bien con y por los otros en instituciones justas. (Ricoeur, 1996)Pues el anhelo de vivir bien de Ricoeur implica la experiencia de conflicto, pero para Ricoeur -al igual que para Kant- el conflicto puede concebirse de distintas maneras: como algo negativo a evitar, o como parte constitutiva de la vida misma.   La resolución de conflictos vista como negación de éstos niega la libertad constitucional del ser humano.   El conflicto visto como constitutivo de la condición humana requiere de estrategias mediadoras entre las libertades de los individuos, y la estrategia fundamental es la que responde a las preguntas que nos llevan del pensamiento a la acción: para Ricoeur, la imaginación.   Comúnmente se cree que la imaginación consiste en crear imágenes inexistentes que propician la enajenación de la realidad, pero la imaginación es ese puente que tiene un cimiento en el lado del pensamiento y otro en el de la acción.

Paul Ricoeur y el poder heurístico de la imaginación.
La imaginación o la fantasía es una facultad del ser humano que consiste en la creación de imágenes mentales con la cual se ha producido conocimiento que va del más abstracto de las matemáticas a la creación de mundos utópicos como los que se encuentran en la literatura.   Paul Ricoeur, atendiendo a la preocupación por la ética que le ocupó los últimos años de su vida, encuentra en la imaginación la pieza de toque que conecta su teoría ontológica y teoría de la acción.   En su estudio Del texto a la acción. Ensayos de hermenéutica II dedica una buena parte a la teoría de la imaginación.

Para Ricoeur la reflexión sobre la imaginación a lo largo de la historia ha tropezado con varios obstáculos y esto se debe a que se ha menospreciado su estudio por ser relacionado su sentido con lo ausente o inexistente, concepciones desvalorizadas en las teorías empiristas y analíticas.  Sin embargo, encuentra en la teoría de la imaginación el carácter productor de ésta al relacionarla con la metáfora, pues la metáfora ofrece la posibilidad de vincular imaginación con cierto uso del lenguaje como acto de habla y, por tanto, con la praxis.   Cuando un poeta crea una imagen poética lo que hace es lo que se llama una resonancia de sentido que consiste en la apercepción o visión súbita de una nueva pertinencia predicativa, una manera de interpretar la pertinencia en la falta de pertinencia.   Es decir, imaginar es reestructurar campos semánticos, es “ver como”.

Se puede analizar el fenómeno de la imaginación desde su perspectiva material o desde su perspectiva formal.   A Ricoeur, más que el contenido de la imaginación y en sí de la metáfora en la ficción, lo que le interesa es verla como un método, pues “es la operación misma de captar lo semejante, procediendo a la asimilación predicativa que responde al conflicto semántico inicial.   (…) Antes de ser una percepción evanescente, la imagen es una significación emergente.” (Ricoeur, 2004 pág. 202)

Es decir, la imaginación definida por Ricoeur es “un libre juego con las posibilidades en un estado de no compromiso con respecto al mundo de la percepción o de la acción.    En ese ensayo de no compromiso, ensayamos ideas nuevas, valores nuevos, nuevas maneras de estar en el mundo.” (Ricoeur, 2004 pág. 203)   Esta definición de imaginación es el primer paso, condición necesaria para la creación de modelos alternativos de resolución de conflictos.

Pero no se queda ahí, pues estaríamos sólo en el nivel de la idea, para ello debe ver la imaginación en la articulación de lo teórico con lo práctico. Necesita entonces mostrar la fuerza heurística de la ficción.   Para Ricoeur “La función neutralizante (aislante del mundo) de la imaginación con respecto a la tesis del mundo es sólo la condición negativa para que sea liberada una fuerza referencial de segundo grado.” (Ricoeur, 2004 pág. 204)   En el lenguaje metafórico suspendemos el interés por el control y la manipulación del lenguaje referencial, pero el discurso metafórico permite que aparezca nuestra pertenencia profunda al mundo de la vida, que se manifieste el vínculo ontológico de nuestro ser con los otros seres y con el ser. (Ricoeur, 2004 pág. 204)

Especialmente, reconoce el potencial interpretativo de la ficción pues “La ficción tiene, por así decirlo, una doble valencia en cuanto a la referencia: se dirige a otra parte, incluso a ninguna parte; pero puesto que designa el no lugar en relación con toda realidad, puede dirigirse indirectamente a esta realidad, (…).    Este nuevo efecto de referencia no es otra cosa que el poder de la ficción de redescribir la realidad.” (Ricoeur, 2004 pág. 204)   Ricoeur identifica en este orden de ideas a la ficción con el modelo y con las teorías de los modelos pues para él “El rasgo común al modelo y a la ficción es su fuerza heurística, es decir, su capacidad de abrir y desplegar nuevas dimensiones de la realidad, gracias a la suspensión de nuestra creencia en una descripción anterior.” (Ricoeur, 2004 pág. 204)

La imaginación en su condición a medio camino entre la ficción y la referencia permite la liberación de lo nuevo, pues la anulación de la percepción condiciona un aumento de nuestra visión de las cosas.   Ricoeur llama aumento icónico a este rehacer la realidad que saca a la ficción fuera de sí misma para proyectarla hacia la acción.

En la ficción encuentra el primer paso de lo teórico a lo práctico pues ciertas ficciones redescriben la propia acción humana.  “…la primera manera según la cual el hombre intenta comprender y dominar lo diverso del campo práctico es la de procurarse una representación ficticia de él. (…) el relato es un procedimiento de redescripción, en el cual la función heurística procede de la estructura narrativa y donde la redescripción tiene como referente a la acción misma.” (Ricoeur, 2004 págs. 205-206)   Este es el primer paso de la idea a la acción pues se centra todavía en la descripción de la acción como mimesis.   Pero narrar es más que hacer el recuento de un hecho, narrar es un acto ilocucional mediante el cual se vincula el emisor y lo referido.

Más allá de la función mimética del relato, la imaginación generada en él -como hemos visto- tiene una función proyectiva que pertenece al dinamismo mismo del actuar.   Para Ricoeur no hay acción sin imaginación (Ricoeur, 2004 pág. 207) y lo demuestra en varios momentos: (1) en el plano del proyecto, (2) en el plano de la motivación y (3) en el plano del poder mismo del hacer.

En primera instancia expone el contenido neomético del proyecto o el programa.   Pues lo que se debe hacer supone cierta esquematización de fines y medios o esquema del programa.   En la imaginación anticipatoria del actuar se ensayan diversos cursos eventuales de acción y se juega con las posibilidades prácticas.   Así, “el proyecto toma del relato su poder estructurante y el relato recibe del proyecto su capacidad de anticipación.” (Ricoeur, 2004 pág. 207)

En segunda instancia encontramos también la imaginación en el proceso mismo de la motivación pues la imaginación proporciona el medio donde pueden compararse y medirse motivos tan heterogéneos como los deseos y exigencias éticas, las reglas profesionales, las costumbres sociales o lo valores personales.   Finalmente en lo imaginario se ensaya el poder del hacer, del yo puedo.

“Lo esencial desde el punto de vista fenomenológico es que no tomo posesión de la certeza inmediata de mi poder sino a través de la variaciones imaginativas que mediatizan esta certeza.   Se da así una progresión desde la simple esquematización de mis proyectos, pasando por la figurabilidad de mis deseos, hasta las variaciones imaginativas del yo puedo.   Esta progresión apunta hacia la idea de la imaginación como función general de lo posible práctico.” (Ricoeur, 2004 pág. 208)

Ante tales referencias de la imaginación para la libertad podrían objetarse los límites de la libertad de la imaginación y pasar de la imaginación como método a la imaginación como contenido.   Por ello, Ricoeur debe pasar a la reflexión sobre la intersubjetividad y el imaginario social, con el fin de esclarecer la posibilidades de la libertad de la imaginación, pues la imaginación está involucrada en el campo histórico de la experiencia.   Pero más que concentrarse en el límite de la imaginación individual dado el imaginario social, habría que centrar la atención en que precisamente la imaginación es un componente fundamental de la constitución del campo histórico.

Para Ricoeur, la posibilidad de una experiencia histórica en general reside en nuestra capacidad de permanecer expuestos a los efectos de la historia, pero quedamos afectados por los efectos de la historia en la medida en que somos capaces por medio de la imaginación de ser afectados.   El vínculo analógico que convierte a todo hombre en mi semejante no es accesible sino a través de un cierto número de prácticas imaginativas.  

¿Cuáles pueden ser algunas de estar prácticas imaginativas y cómo fomentarlas para potenciar la dinámica del vínculo analógico del yo/nosotros?   Ricoeur analiza y problematiza dos prácticas tradicionales: la ideología y la utopía.   Estas prácticas han sido comúnmente estudiadas como concepciones contrapuestas y excluyentes. Sin embargo, siguiendo su método de potenciar los opuestos a través de un análisis más riguroso de ellos, Ricoeur resignifica sus usos y encuentra un nuevo potencial de sentido, pues la ideología aporta a lo social un componente aglutinante, mientras que la utopía aporta la distancia del no-lugar necesaria para la crítica de lo establecido patológico.

Para la reflexión que proponemos en este estudio, nos interesa retomar la utopía como el no lugar que permite la apertura a la libertad de la imaginación: el poder imaginar que propicie la imaginación del poder actuar. Pasar de la idea a la acción.   Más específicamente, la utopía como modelo de percepción del mundo.   

Martha Nussbaum y la justicia poética.
Si se centra la atención de la negociación rigurosamente en su dimensión de modelo de razonamiento se puede convertir en un molde demasiado cientificista y vacío.   Pues aunque el modelo de negociación es una abstracción, como se ha dicho, éste se  concreta y se hace presente en cada acto de negociación.   La liberación de la imaginación como forma de pensamiento da pie a desarrollar la imaginación como contenido, y ésta nos da la capacidad de concebir lo concreto de la situación en lo abstracto del modelo, capacidad indispensable para un negociador pues el éxito de cualquier modelo de negociación es el éxito de la negociación del conflicto concreto. 

Martha Nussbaum propone en su texto Justicia poética. La imaginación literaria y la vida pública una relación más justa entre la imaginación de la ficción y la imaginación necesaria para resolver los conflictos inherentes a la vida pública.   La propuesta es pensar que el no lugar de la utopía de la ficción permite ver las relaciones entre los espacios de la vida pública con una óptica que rebasa los presupuestos utilitaristas más obtusos que constriñen la posibilidad de la resolución de los conflictos.   Para Nussbaum el análisis de la novela permite ir de lo abstracto a lo concreto, del modelo de negociación a la acción de negociar.

Todo proceso de negociación es un proceso de toma de decisiones y en la teoría de la elección como en cualquier teoría, también encontramos posiciones.   Sobre este respecto la autora afirma que la teoría de la elección racionalista utilitarista ha impregnado su racionalidad en la totalidad de ámbitos de la vida pública.   Sobre todo hace referencia a cuatro principios de la teoría de la elección racionalista (Nussbaum, 1995 pág. 40):  

Conmensurabilidad.
La teoría de la elección racionalista utilitarista requiere que los elementos que están en juego en la elección sean comparables entre sí, por ello los reduce a la dimensión de unidades intercambiables.  De esta manera se va de lo concreto de las personas y las cosas a su abstracción en unidades intercambiables pues ya no poseen singularidad.   Si bien la conmensurabilidad es útil y necesaria en algunos intercambios de bienes, no lo es cuando se trata de la existencia humana.   Por lo contrario, el análisis de la novela permite ir de lo abstracto a lo concreto.   En la negociación se toman decisiones aquí y ahora, la novela presenta a seres humanos como criaturas para quienes la libertad de elección tiene una importancia y se enmarca en un tiempo y en un lugar que le dan sentido y significado a su existencia particular.

Adición.
La teoría racionalista utilitarista considera que la mejor elección es la que suma el mayor beneficio aunque para ello se den algunos males.   Siempre y cuando la suma de bienes sea mayor a la de males, será mejor la elección.   Aunque es positivo que cada uno cuente como uno y sólo como uno en la votación; en el momento de evaluar los resultados, cada unidad que resulta de la suma de los males cuenta como unidad pero no como persona o cosa concreta.  Cuenta en su abstracción pero no en su concreción.   Pero en el caso de la vida humana el todo no es la suma de las partes.   En la teoría racionalista de la elección la justicia se restringe a justicia distributiva y considera a todos los bienes como iguales, pero ni los bienes son iguales ni son deseados por todos de igual manera.  Incluso, en las peores carencias se nulifica la posibilidad de pensar en otros bienes que los mínimos para vivir. 

La lectura de la novela permite pasar del contador anónimo de unidades al lector personal que se vincula con lo leído.   El buen negociador negocia con personas y no trabaja sólo con cosas en abstracto; el buen negociador requiere del contacto y la comunicación con los otros y consigo mismo, con las emociones e ideas acerca de lo que está negociando, requiere de autoconocimiento y autocontrol.   En la medida en que aprende a reconocer ideas, emociones, estados de ánimo, gestos, acciones, consecuencias de las acciones de los personajes de ficción; en la misma medida se hace observador profundo de la dimensión humana en sí mismo y en los demás.

Maximización
En la teoría racionalista de la elección se considera que el agente elige siempre la maximización de sus propios beneficios y, aunada a la conmensurabilidad y adición, los máximos beneficios son siempre racionales y considerados los mismos para todos, pues parte de una teoría unificadora de la conducta.   Sin embargo, el análisis de la novela nos revela que la conducta de las personas está condicionada por su historia personal, por su contexto histórico y social, por sus emociones y estados de ánimo y, sobre todo, por su libertad.   Todas estas características son propias del género, de su manera de invitar a los lectores a mirar a los personajes en su entorno social e interesarse en sus vidas.   También lo es su compleja teoría conductual, tan diferente a la teoría utilitarista, que atribuye las motivaciones a la maximización interesada.

Preferencias exógenas
La idea de preferencias exógenas entiende que las preferencias de las personas tienen su origen exclusivamente en influencias del entorno y que éstas son las mismas e inmutables.   Precisamente por la abstracción que se hace de ellas, sólo pueden ser entendidas desde su exterioridad y desde el resultado de sus acciones.   La teoría de la elección racionalista no ve a las personas como agentes cuya planificación activa es esencial para su existencia.   Esta mentalidad “no tiene reparos en encarar la vida de los seres humanos como un problema matemático relativamente elemental que tiene una solución definida, ignorando el misterio y la complejidad de cada vida, en su intriga y dolor frente a sus elecciones, sus enmarañados amores, sus intentos de enfrentar el enigmático y sobrecogedor hecho de la propia mortalidad.   La desaprensiva mentalidad calculadora juega con la superficie de estas vidas como si no necesitara mirar en su interior, como si pudiera decidir todos sus destinos en una pizarra.” (Nussbaum, 1995 pág. 50)   
Si las decisiones económicas no reconocen las complejidades de la moral interior de cada ser humano, sus luchas y perplejidades, sus complicadas emociones, sus esfuerzos de comprensión y su terror; si no distinguen en sus descripciones entre una vida humana y una máquina, cabe desconfiar de su pretensión de gobernar una nación de seres humanos. (Nussbaum, 1995 pág. 51)

Por lo contrario, gracias a la narrativa nos acostumbramos a percibir el mundo interior de las personas.   Si bien sólo podemos ver su exterioridad, la narrativa conecta esa exterioridad con un mundo interior altamente complejo. (Nussbaum, 1995 pág. 67) 

Pero Martha Nussbaum no cae en la ingenuidad de privilegiar la novela por sobre cualquier tipo de racionalidad.   Como observa Ricoeur, la ficción literaria es también racional en cuanto a su estructura y en cuanto a la variedad de elementos intencionados que convergen en ella.   Nussbaum no niega el valor del principio universal que debe sostener a la justicia, pero no lo constriñe a las aporías en las que ha caído la teoría de la elección racionalidad utilitarista que unifica la conducta humana.    Incluso en el relato de ficción se evidencian los principios de justicia que nos integran como humanos: el deseo de ver tratados a los personajes como nos gustaría que nos trataran pero dimensionados en su propia realidad contextual.  Por ello, para articular tanto el principio universal como el contenido humano del caso concreto, Nussbaum propone la figura del observador literario.   En la misma línea de la teoría de la imaginación de Ricoeur, el análisis de la novela de Nussbaum centra la experiencia de la lectura en el medio camino entre la ficción y el análisis crítico del lector.  De tal forma que éste puede encontrarse tanto sintiendo la profundidad emotiva del personaje, como observando la acción enmarcada en la totalidad de su existencia.   Cabe agregar que la novela comparte todas estas características con otros géneros literarios, pero particularmente se privilegia la novela precisamente por procurar describir la riqueza del mundo interior más que otros géneros literarios y mostrar un mayor compromiso con la relación moral de seguir una vida en todas sus peripecias y su contexto concreto. (Nussbaum, 1995 pág. 60)

Después de este recorrido, se puede volver a las preguntas iniciales y ensayar respuestas que nos permitan llenar de contenido los modelos de negociación:

(1) Lo primero a considerar es la posibilidad de nuevos escenarios, pero cómo crear algo diferente y por tanto desconocido sólo a partir de lo igual, de lo conocido.   Si sólo nos atenemos a la reducida experiencia personal y la encauzamos en modelos que privilegian la conmensurabilidad, la adición, la maximización unívoca de bienes y los centramos en preferencias exógenas, no podremos concebir caminos diferentes de resolución de conflictos.   La lectura de textos de ficción, en su dimensión de redescripción del mundo de la vida, y en su función de modelo generador de imaginación, ensancha el horizonte de lectura del lector-negociador.   La novela es concentración de experiencias de vida de tiempos y lugares distintos.  A través de ella, el lector hace “como si” viviera esos otros modelos, a través este “como si” experimenta el querer que los personajes sean tratados como al él le gustaría ser tratado y a percibir a los otros como semejantes.   Ese “como si” le permite la experiencia vivida pero también la distancia necesaria para la observación crítica.   La experiencia y evaluación de diferentes modos de elección le permite la síntesis y proyección de modelos nuevos.

(2) Segundo, se puede saber muy bien qué es lo permito, o lo que se debe hacer y qué no, pero eso no garantiza que los agentes sociales lo puedan hacer, las preguntas son ¿en qué consiste ese poder hacer lo no hecho todavía?, ¿cómo pasar de la idea a la acción?    Como se mencionó, en la medida en que el lector-negociador aprende a reconocer ideales, emociones, estados de ánimo, gestos, acciones; en la misma medida desarrolla su capacidad para reconocerlos en sí mismo y de las personas con las que negocia y enmarcarles en una dimensión temporal y en un sentido.   La comunicación necesaria en todo proceso de negociación va más allá de la comunicación puramente lingüística.   Concebir que la elección se centra en preferencias exógenas ciega al negociador a la motivación interna de los agentes y a otro tipo de comunicación no lingüística, resumiendo el proceso de negociación a un cálculo matemático que no resuelve las situaciones en conflicto.   Pasar de la idea a la acción, requiere de un negociador consciente de sí mismo y capaz de regular su acción enmarcada en una temporalidad mayor al instante, en una secuencia de acciones hacia el fin de la resolución del conflicto.   Pasar de la idea a la acción también involucra la imaginación en lo que Ricoeur llamaba el poder heurístico de la imaginación en sus tres fases: (1) en el plano del proyecto, (2) en el plano de la motivación y (3) en el plano del poder mismo del hacer.   Solamente cuando se ha desarrollado suficientemente la imaginación es que el negociador puede visualizarse tanto como agente de la definición del proyecto, como con la fortaleza motivacional para saberse con el poder necesario para generar nuevos escenarios.

(3) En tercer lugar, hablar de métodos alternativos de resolución de conflictos implica que no existe una sola forma de solucionar un conflicto, ¿cómo saber conducirse de otra manera nueva y distinta a la habitual?, ¿cómo manejarse en otra concepción existencial?   La teoría de la elección racionalista implica un solo modelo matemático de elección, pero ya se apuntó que la vida humana no es así, la lectura de textos de ficción nos permite ensayar en la imaginación la existencia como si fuera otra, nos educa a vivir de otra manera, a modificar nuestros hábitos y a perder el miedo por lo no vivido.   Nos enseña en pocas palabras a vivir de otra manera en el mundo.   Nuevamente, por su dimensión utópica, permite regresar con una mirada crítica a la forma propia de vivir y apreciar las fortalezas y debilidades de ésta.

(4) Y finalmente, si aceptamos la alteridad de formas de resolver un conflicto, ¿cómo aceptar que otras personas tengan perspectivas y actúen distinto de uno?   La lectura de textos de ficción, y sobre todo la lectura de literatura mundial evidencia la complejidad de la realidad que es multidimensional, multicausal y multifactorial. (Morin, 2001)    La racionalidad cuantificable ha abarcado con su hegemonía dimensiones de la vida que no pueden ser reducidas a su unidad.   Pero la ficción literaria nos revela la inconmensurabilidad de la vida humana y sus manifestaciones.  Gracias a la imaginación metafórica, las cosas semejan otras cosas, o más precisamente, se ven otras cosas en las cosas inmediatas, lo que significa ver una percepción como algo que apunta más allá de sí misma. (Nussbaum, 1995 pág. 65)  El mundo así percibido permite una relación más humana en la que haya cabida para la caridad y la generosidad que solo en la compasión es concebida.  El concepto de mundialización va más allá del concepto económico de globalización de mercados.  La mundialización implica el contacto y conocimiento cada vez más profundo de modos distintos de ser en el mundo, con sus particularidades, así como con su aportación irreductible e insustituible. La lectura de textos de ficción permite la compasión como pasión con el otro.  La apreciación de la mundialización de todos los pueblos en el caso de la producción literaria de cada uno, nos permite superar el reduccionismo de la mentalidad globalizadora, nos permite reconocer al otro como semejante y a nosotros como semejantes de los otros, pues “la vida humana consiste siempre en trascender los datos, en aceptar fantasías generosas, en proyectar nuestros sentimientos y actividades interiores sobre las formas que percibimos en torno (y recibir, a partir de esa interacción de imágenes de nosotros, nuestro propio mundo interior.” (Nussbaum, 1995 pág. 67)   Así se aprende que no todo en la vida humana tiene una utilidad mensurable que debe sumarse y maximizarse.    Se adquiere un modo de encarar el mundo que no se centra exclusivamente en la idea de su uso, sino que también se es capaz de valorar a las personas y a las cosas por sí mismas.   El negociador que aprende a leer el mundo con la mirada de la ficción literaria que permite captarle en su complejidad, es capaz de afrontar el conflicto con estrategias más eficientes y com-pasivas que el puro cálculo de la teoría racionalista de la elección.


Bibliografía

Borges, Jorge Luis (coord..) 1997 Antología de la literatura fantástica. México: Editorial Hermes
Kant, Immanuel (1981) Idea de una Historia Universal en sentido cosmopolita. Filosofía de la Historia México : Fondo de Cultura Económica
Morin, Edgar (2001) Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. México : Ediciones UNESCO
Nussbaum, Martha (1995) Justicia poética. La imaginación literaria y la vida pública Barcelona : Andrés Bello
Ricoeur, Paul (1996) Sí mismo como otro México : Siglo XXI
------------ (2004) Del Texto a la acción. Ensayos de Hermenéutica II México: Fondo de Cultura Económica


Marina González Martínez

Doctora en Filosofía con especialidad en Antropología Filosófica y Ética por la Universidad Iberoamericana.   Actualmente es profesora de planta del Departamento de Ciencias de la Conducta y Humanidades en el Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México.

 

 

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