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Marshall McLuhan y la complejidad digital

Por Octavio Islas
Número 63

Para Amaia Arribas, indispensable compañera de viaje

 “Hombre, él entendió Internet. Él fue Internet en la década de 1960. Finalmente, el mundo se puso a su altura. Robert Logan (Harrocks. 2000:11).

1  Marshall McLuhan. Un hombre de medios

Herbert Marshall McLuhan nació el 21 de julio de 1911 en Edmonton, Alberta, Canadá. Estudió la licenciatura en letras y la maestría en artes en la Universidad de Manitoba, también ubicada en Canadá. El título de la tesis de maestría que presentó en 1934 fue George Meredith as a Poet and Dramatic Parodist. Marshall McLuhan se doctoró a los 31 años de edad en la Universidad de Cambridge, y en su tesis doctoral, The place of Thomas Nashe in the learning of his time, analizó la obra del dramaturgo inglés Thomas Nashe (1567-1600).

En 1936 McLuhan inició su carrera académica, desempeñándose como profesor de literatura inglesa en la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos). Un año después, en 1937, fue contratado en la Universidad de Saint Louis, en Missouri, Estados Unidos. Curiosamente ese mismo año McLuhan decidió convertirse al catolicismo -la Universidad de Saint Louis es administrada por jesuitas-. En esa universidad además conoció al jesuita Walter Ong (1912-2003), quien también destacó en el estudio de las tecnologías de información. El 4 de agosto de 1939 contrajo matrimonio con Corinne Lewis, en Fort Worth, Texas. Corinne, directora de teatro y profesora, falleció el 4 de abril de 2008, en Toronto, Canadá, a los 95 años.

En 1951 McLuhan escribió su primer libro: The mechanical bride. Folklore of industrial men. En ese libro propuso una interesante analogía: entender al automóvil como una especie de novia sustituta del clasemediero estadounidense. El automóvil precisamente representa “la novia mecánica”.

The mechanical bride. Folklore of industrial men, sin duda alguna admite ser considerado como una valiosa contribución de la ecología de medios al estudio de la llamada “folk comunicación” –campo de investigación en las ciencias de la comunicación en el cual han destacado las aportaciones de académicos e investigadores brasileños, principalmente.

José Marques de Melo, uno de los más destacados investigadores de las ciencias de la comunicación en América Latina, en un reciente libro, Entre el saber y el poder. Pensamiento comunicacional latinoamericano (2007), advierte el interés de McLuhan por abordar temas que son objeto de estudio de la “folk comunicación” (2007:177):
 

“El mediólogo canadiense Marshall McLuhan (1951) ha debutado en el escenario intelectual norteamericano, a mediados del siglo XX, con la publicación del libro The Mechanical Bride. En ese libro él ha cumplido la tarea de explicar la génesis de la cultura de masas, cuando los medios han configurado los sentidos de la sociedad norteamericana. Su investigación ha tomado como referencia los anuncios publicitarios y las piezas de entretenimiento (comics, cinema, televisión) difundidos por los diarios y revistas periódicas. Estaba implícita la idea de que el hombre industrial, viviendo en las periferias de las megalópolis, se ubica en una cultura de masa anclada en tradiciones populares”.

En el primer libro de McLuhan además es posible advertir la influencia de F.R Lewis, quien precisamente introdujo a McLuhan al estudio de la ecología cultural.

En 1952 McLuhan obtuvo una cátedra en el St. Michael's College de la Universidad de Toronto, en Canadá, donde trabajó con Harold Innis, quien con su libro Imperio y comunicación indudablemente influyó en McLuhan, quien permaneció en esa institución hasta 1979. Durante ese periodo dictó cátedras y conferencias en un gran número de universidades.1 En 1953 Marshall McLuhan y el destacado antropólogo Edmund Carpenter fundaron la revista Explorations, con recursos de la Fundación Ford. El último título de Explorations fue publicado en 1959. A partir de 1960, en la antología Explorations in Communications, publicada por la editorial Beacon Press y editada por Edmund Carpenter y Marshall McLuhan, fueron recuperados algunos de los textos que inicialmente se habían publicado en la revista Explorations.

En 1959 McLuhan se convirtió en director del Proyecto de Medios de Comunicación de la Asociación Nacional de Radiodifusión, y la Oficina de Educación del Departamento de Salud, Educación y Bienestar de los Estados Unidos. El reporte final de ese trabajo -Report on Project in Understanding New Media-, el cual fue publicado en Nueva York por la National Association of Educational Broadcasters y la Oficina de Educación del Departamento de Salud, Educación y Bienestar de los Estados Unidos, le permitió a McLuhan reunir la información necesaria para escribir el libro Understanding Media: The Extensions of Man.

En 1962 McLuhan escribió su segundo libro: The Gutenberg Galaxy. The making of typographic man. Ese libro, publicado por la Universidad de Toronto, le permitió obtener el prestigiado reconocimiento “Governor General's Award for critical prose”.

En 1964 McLuhan publicó con la editorial McGraw-Hill Book Co., el libro Understanding Media: The Extensions of Man. Ese libro rápidamente fue convertido en un “best seller” y ha sido traducido a más de veinte idiomas.2
En Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, es posible ubicar las tesis centrales del pensamiento de McLuhan.

Ese mismo año la Universidad de Toronto publicó el primer libro de la antología Voices of Literature, el cual incluyó notas y comentarios de McLuhan, quien además ingresó en 1964 a la Royal Society (Canadá). En 1965 fue publicado el segundo libro de la antología Voices of Literature, el cual de nueva cuenta consignó sus notas y comentarios.

Durante la década de 1960, McLuhan publicó un total de 8 libros: La Galaxia Gutenberg (1962); Exploraciones sobre la Comunicación (con Edmund Carpenter, 1962); Los medios de comunicación como extensiones del hombre (1964); El medio es el masaje (1967); Exploraciones verbi-voco visuales (1967); A través del punto de fuga; el espacio en la poesía y la pintura (con Harley Parker, 1968); Guerra y paz en la aldea global (con Quentin Fiore, 1968); y Contraexplosión (1969). Herbert Marshall McLuhan sin duda alguna admite ser considerado como uno de los escritores más representativos de la década de 1960, tiempo de exploración, compromisos y búsqueda.

Si McLuhan fue convertido en  una celebridad durante la década de 1960, en la década de 1970 paulatinamente pasó al olvido. A mediados de esa década, afirma Harrocks (2000:21): “la fama de McLuhan había llegado a cuotas máximas, y durante el resto de la década su popularidad e influencia se fueron debilitando. Había sobreexpuesto su obra en los medios de comunicación y se había convertido en una personalidad (apareció incluso en la película Annie Hall, del director Woody Allen, en 1977)”.

McLuhan, a pesar del delicado estado de su salud, mantuvo un intenso ritmo de trabajo. En la década de 1970 escribió los libros From Cliché to Archetype, con Wilfred Watson, publicado por The Viking Press; el tercer libro de la antología Voice of Literature, el cual de nueva cuenta incluyó notas y comentarios de McLuhan (1970). En 1972 escribió el libro Take Today: The Executive as Drop Out, con Barrington Nevitt, publicado por la editorial Longman Canada Limited Harcourt Brace Jovanovitch, Inc.

En 1973 fue designado consultor de la Comisión Pontificia de Comunicación Social del Vaticano. En 1977 publicó el libro City as Classroom:
Understanding Language and Media,
con Kathryn Hutchon y Eric McLuhan –uno de sus seis hijos: Eric, Mary, Teri, Stephanie, Elizabeth and Michael-, con la editorial The Book Society of Canada Limited. Su último libro: Autre homme autre chrétien à l'âge électronique –Del ojo a la oreja-, lo escribió con Pierre Babin y fue publicado por la firma S.J., Lyons: Editions du Chalet.

En 1979 Marshall McLuhan sufrió una embolia cerebral que le apartó definitivamente de sus actividades académicas.3 En los últimos meses de vida sufrió la cruel ironía de ir perdiendo paulatinamente cada una de sus capacidades para comunicarse con los demás.

Marshall McLuhan –es justo reconocerlo-, admite ser considerado como auténtico visionario de las comunicaciones digitales, y representa el obligado punto de partida para emprender la interpretación de las acciones comunicativas que hoy realizamos a través de complejas interfases. Marshall McLuhan murió en Toronto, Canadá, el 31 de diciembre de 1980, sin poder presenciar el despegue de Internet -el “medio de comunicación inteligente”-, el cual finalmente impediría su olvido.

2  McLuhan y la academia latinoamericana de comunicación

En América Latina no pocos académicos e investigadores de las ciencias de la comunicación pretendieron restar validez a las tesis de McLuhan, a quien consideraban un pensador “funcionalista y pragmático”.

Los cuestionamientos a la obra de McLuhan, fundamentalmente ideológicos, se han extendido a nuestros días. Al amparo de un “humanismo equivocado”, que en la enseñanza de las ciencias de la comunicación en América Latina básicamente reconocía como horizontes explicativos al marxismo y la teoría de las mediaciones, los cuestionamientos y descalificaciones a las tesis de McLuhan fueron frecuentes. La descalificación a las tesis de McLuhan procedía del negligente cuestionamiento a la tecnología.

Jesús Martín-Barbero, por ejemplo, ha calificado a las nuevas tecnologías como “una de las peores modas que penetraron en las escuelas de comunicación de América Latina (…) una de las modas más alienantes y dependientes” (Marques de Melo. 2007:241). Con respecto a la forma como los investigadores de las ciencias de la comunicación en América latina han abordado la cuestión tecnológica, José Marques de Melo (2007: 236-237) afirma:

“Es necesario hacer dos observaciones en cuanto a la cuestión tecnológica. Primero, el comportamiento de rechazo o de resistencia a la tecnología, que demuestra una tendencia de reflexión nostálgica y refractaria. Segundo, la ausencia o la precariedad de instrumentos tecnológicos como base del aprendizaje de los procesos y mecanismos de comunicación colectiva. En el primer caso, la actitud antitecnológica reproduce un modo de pensar y actuar que se convierte en humanismo equivocado, prácticamente rescatando el temor demoníaco de la máquina, registrado en los principios de la revolución industrial en Europa. La técnica es considerada algo que se opone a la naturaleza humana y no como un producto de la creación del hombre para agilizar la actividad productiva y aliviar a los trabajadores de tareas repetitivas y embrutecedoras. Se confunde técnica con tecnicismo (…). Tal oposición, clasificada como “humanista”, ha sido la causa de la conservación de un espectro intelectual, dentro de las escuelas de comunicación, que rechaza la técnica, aislándola a los ínfimos espacios de la codificación verbal y combate inclusive a la naturaleza industrial de los procesos de comunicación colectiva. En verdad, se trata de la permanencia de aquel recelo “apocalíptico” (Umberto Eco) que identifica a los medios de comunicación colectiva una tarea tribal y banalizadora, destinada a reducir a los individuos a la condición de autómatas culturales”. 

En México, uno de los primeros cuestionamientos a McLuhan corrió a cargo de Carlos Monsiváis, quien en Días de Guardar –su primer libro, publicado en diciembre de 1970-, incluyó el texto “México a través de McLuhan. Proyecto de guión radiofónico a manera de sketch, homenaje al espíritu didáctico de la carpa”. No sin cierta ironía, en el referido texto Monsiváis afirmó:

 “Marshall McLuhan. Síntesis tan breve como falsa como inevitable como rudimentaria: Marshall McLuhan, profesor y pensador canadiense. Sus teorías, acerbamente originales, sospechosamente aplicables a cuanto cabe entre cielo y tierra, se han difundido a través de un medio para él obsoleto: la imprenta. Sus libros básicos: (The Mechanical Bride, The Gutenberg Galaxy, Understanding Media, The Médium is the Message, War and Peace in the Global Village, Verbo Voco Visual Explorations) lo han situado bajo la peligrosa luz cotidiana de los mass media. Profeta de la era electrónica, se ha visto homologado con Einstein, descendido a farsante, ascendido a genio, rebajado a simulador”. (Monsiváis. 1988: 364): 

A los cuestionamientos a McLuhan se sumaron destacados periodistas, como Manuel Buendía:

“Personalmente he disfrutado mucho –debo confesarlo ante ustedes- esos congresos de comunicología en que los Maculan (SIC), los  Moles, los Eco, los Aranguren, los Schramm y otros, vienen como los antiguos conquistadores a llevarse nuestro oro a cambio de espejitos y cuentas de vidrio. Y esto de llevarse nuestro oro es literalmente cierto. Antes de la devaluación, el señor Marshall Maculan (SIC) dio una conferencia en el ISSSTE, por la cual cobró diez mil dólares a cambio de una exposición que no se ciñó al tema anunciado y que tampoco era un texto original, sino un refrito de algo que había venido diciendo desde hace meses por Estados Unidos, Canadá, Francia y otros países”. (Buendía. 2003:65).

Afortunadamente Eulalio Ferrer Rodríguez –destacado publicista-, y Carlos Fernández Collado -reconocido investigador de la comunicación organizacional, hoy rector de la Universidad de Celaya-, advirtieron la importancia que con el paso de los años llegarían a adquirir las tesis de McLuhan en las ciencias de la comunicación. Eulalio Ferrer incluso publicó algunos ensayos de McLuhan en Cuadernos de Comunicación.4

3  McLuhan, los medios e Internet

En los primeros años de la década de 1990, la acelerada masificación de Internet propició las condiciones necesarias que permitirían recuperar el legado de McLuhan. En 1993 la revista Wired designó a McLuhan como “santo patrón del mundo feliz de la tecnología, el arte y la comunicación” (Harrocks. 2000: 13). Destacados discípulos de Marshall McLuhan y Neil Postman, como Paul Levinson, Jay Bolter y Lance Strate publicaron libros y artículos sobre la obra de McLuhan en im portantes journals de comunicación. De acuerdo con Harrocks: “para la nueva generación de académicos, periodistas y hackers suele calificarse el legado de McLuhan como si se tratara de una herencia religiosa o profética. Paul Levinson comentó: Los esbozos para comprender nuestra era digital estaban en el estante de los libros de McLuhan”.

En América Latina, algunos investigadores de las ciencias de la comunicación afirmamos que la teoría de las mediaciones presentaba evidentes limitaciones para responder al imaginario de las comunicaciones digitales y, que para proceder a analizar las nuevas interfases, los nuevos ambientes comunicativos y las nuevas tecnologías de información resultaba indispensable recuperar a McLuhan.

En el libro The Medium is the massage. An inventory of effects, McLuhan y Quentin Fiore (1967:22) consignaron una afortunada frase que bien podría servirnos para ilustrar las inercias explicativas del llamado “humanismo equivocado”: “Politics offers yesterday´s answers to today´s questions”.

En la biografía de Marshall McLuhan que es posible consultar en el portal Infoamérica, iniciativa del destacado catedrático español Bernardo Diaz Nosty, se reconoce a McLuhan como visionario de la sociedad de la información:

“Considerado como un visionario y profeta de la comunicación del siglo XX, cuya gran proyección pública contribuyó a la divulgación de la reflexión sobre los medios como fenómeno central de la modernidad. Sus reflexiones e intuiciones, sus provocaciones y extravagancias intelectuales estimularon el debate académico y sacaron al espacio público la importancia adquirida por las nuevas extensiones tecnológicas de la comunicación y de los medios.

Muchas de sus obras se convirtieron en 'best-sellers', como El medio es el masaje, La Galaxia Gutenberg, Guerra y paz en la aldea global, Comprender los medios de comunicación, La aldea global, etc. El pensamiento de McLuhan, desconsiderado o combatido desde diversas posiciones académicas, resiste el paso del tiempo y anticipa muchas de las claves que enunciaron y describieron, décadas después, la sociedad de la información”.5

En estricta oposición al concepto “modo de producción”, el cual, de acuerdo con Karl Marx permite explicar el cambio histórico a partir de la lucha de clases, McLuhan  ofreció la posibilidad de comprender el cambio histórico a partir de los “modos de comunicación”, considerando en ellos, por supuesto, la relevante contribución de los medios de comunicación, así como de las tecnologías, en general. De acuerdo con Marshall McLuhan, resulta imposible comprender los cambios sociales y culturales sin considerar la intervención de los medios.

Según McLuhan, en el desarrollo de la humanidad podemos advertir tres grandes eras, y en cada una de ellas reconocer la eventual supremacía de algún medio de comunicación. En la primera era -Preliteraria ó Tribal-, predomina la palabra; en la segunda era -la era de la Galaxia Gutenberg ó la edad mecánica-, la supremacía corresponde a la palabra impresa; en la tercera era domina la electricidad, la cual nos conduce al desarrollo de la “aldea global”. En las primeras líneas del libro The Medium is the Massage. An inventory of effects, McLuhan y Quentin Fiore (1967: 9) sostienen:

“The medium, or process, of our time –electric technology- is resharping and restructuring patterns of social interdependence and every aspect of our personal life. It is forcing us to reconsider and re-evaluate oractically every thought, every action, and every instituuion formerly taken for granted.

Everything is changing –you, your family, your neighborhood, your education, your job, your government, your relation to “the others.” And tey´re changing dramatically”.

McLuhan además identificó tres innovaciones tecnológicas fundamentales en la historia: la invención del alfabeto fonético que sacó al hombre tribal de su equilibrio sensitivo y le dio dominio al ojo; la introducción del tipo móvil en el siglo XVI, que aceleró este proceso; y la invención del telégrafo, en 1844, que anticipó una profunda revolución en la electrónica, la cual retribalizaría al hombre, devolviéndole a su equilibrio sensitivo. McLuhan particularmente centró su atención en las edades mecánica y eléctrica. En el libro Comprender a los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, McLuhan consideró algunos de los principales medios de la edad mecánica, como la rueda, el alfabeto y la imprenta. McLuhan además extendió su análisis a los medios de comunicación de la edad eléctrica, como el telégrafo, el radio, el cine, el teléfono, la computadora y la televisión.

McLuhan consideró a la palabra impresa responsable de la arquitectura del nacionalismo. Sobre la imprenta de tipos móviles, McLuhan afirmó (1994:183):

“La imprenta con tipos móviles fue la primera mecanización de una artesanía compleja y se convirtió en el arquetipo de todas las mecanizaciones posteriores (…) la explosión tipográfica extendió las mentes y las voces de los hombres para reconstruir el diálogo humano en una escala mundial que ha unido las edades (...) la tipografía acabó, mental y socialmente, con la mentalidad pueblerina y el tribalismo, y tanto en el espacio como en el tiempo”.    

Entre las principales consecuencias “ecológicas” de la imprenta, McLuhan destaca las siguientes (1994: 185):

“Socialmente, la extensión tipográfica del hombre produjo el nacionalismo, el industrialismo, los mercados masificados y la educación y alfabetización universales. La imprenta supuso una imagen de repetible precisión que inspiró formas totalmente nuevas de extender las energías sociales”.

Con respecto a la rueda –extensión de nuestros pies-, McLuhan afirmó que fue ejecutora de tareas y arquitecta de relaciones humanas en la edad mecánica, y su influencia no cesó de ninguna manera en la edad eléctrica. La rueda, por ejemplo, representó una importante contribución para el desarrollo del cine así como de la aviación.

Como medio, el telégrafo admite ser considerado como el parteaguas histórico que marcó la transición de la edad mecánica a la edad eléctrica. La velocidad instantánea del movimiento de información precisamente procede del telégrafo. Con el telégrafo dio inicio el tránsito a la Edad de la Información (McLuhan. 1994:257):

“Es la misma provisión de lugares de interacción en los medios eléctricos la que nos fuerza a reaccionar al mundo como un todo. No obstante, es sobre todo la velocidad de la implicación eléctrica la que crea el conjunto integral de la conciencia individual y pública. Hoy en día vivimos en la Edad de la Información y de la Comunicación, porque los medios eléctricos crean, instantánea y constantemente, un campo total de acontecimientos en interacción, en los que participan todos los hombres”.
 
Internet admite ser considerado como una avanzada remediación6 del telégrafo,7 el cual fue designado por McLuhan como “la hormona social”. Con el telégrafo el hombre por primera vez logró extender su sistema nervioso central fuera de sí. El telégrafo:

“revolucionó por completo los métodos de obtención y presentación de las noticias (…) Así, en 1844, año en el que se jugaba al ajedrez y a la lotería con el primer telégrafo estadounidense, Soren Kierkergaard publicó El concepto de la angustia. Había empezado la edad de la ansiedad. Con el telégrafo, el hombre había iniciado aquella extensión o exteriorización del sistema nervioso central que ahora se acerca a la extensión de la conciencia mediante la retransmisión por satélite” (McLuhan. 1994: 260).

Para describir a la radio, McLuhan empleó una aguda metáfora: “el tambor de la tribu”.

McLuhan (1994:307) comprendió a la radio como tambor tribal porque:
“La radio afecta a la gente de una forma muy íntima, de tú a tú, y ofrece todo un mundo de comunicación silenciosa entre el escritor-locutor y el oyente. Éste es el aspecto inmediato de la radio. Una experiencia íntima. Las profundidades subliminales de la radio están cargadas de los ecos retumbantes de los cuernos tribales y de los antiguos tambores. Ello es inherente a la naturaleza misma de este medio, que tiene el poder de convertir la psique y la sociedad en una única cámara de resonancia”

McLuhan además ubicó a la radio en el repertorio de “medios calientes”8 (1994:43):

“El medio caliente es aquel que extiende, en alta definición, un único sentido. La alta definición es una manera de ser, rebosante de información (…) Un medio caliente (…) no deja que su público lo complete tanto”.

Con el teléfono, afirmó McLuhan (1994:275): “se da una extensión del oído y de la voz que se parece a la percepción extrasensorial”. Además, a diferencia de la página escrita e impresa (1994:275): “el teléfono requiere una participación completa (…) como el teléfono brinda una imagen auditiva muy pobre, la reforzamos y completamos con todos los otros sentidos”.

Con la televisión llegó la extensión del sentido del tacto, o interacción entre los sentidos, que implica aún más íntimamente todo el aparato sensorial”. McLuhan consideraba al teléfono y a la televisión como medios fríos. La metáfora que McLuhan empleó para designar a la televisión –el gigante tímido-, derivó de la lectura de un artículo realizado por Edith Efron, publicado en la revista TV Guide, correspondiente a la semana del 18 al 24 de mayo de 1963. Según lo asentado por Edith Efron, la televisión es un gigante tímido:

“porque no es adecuado pata temas calientes ni para las controversias nítidamente definidas: “A pesar de la ausencia oficial de censura, una autoimpuesta reserva hace que los reportajes de las cadenas mantengan un silencio casi total respecto a muchos temas importantes de la actualidad”.

Como medio frío, la televisión ha introducido, en opinión de algunos, una especie de rigor mortis en el público como ente político. La incapacidad del medio televisivo para abordar los temas calientes se debe a su extraordinario grado de participación de la audiencia” (McLuhan. 1994:316).

Entre las principales diferencias entre la radio –medio caliente-, y la televisión .medio frío, McLuhan (1994: 318) destaca las siguientes:

“La televisión es un medio frío y participativo. Cuando se lo calienta con dramatizaciones y añadidos, no funciona tan bien porque hay menos oportunidades de participación. La radio es un medio caliente. Cuando se lo carga con una intensidad adicional, funciona mejor. La radio puede servir de fondo o de control de ruidos, como cuando el ingenioso adolescente lo utiliza para rodearse de intimidad. La televisión no funciona de fondo. Lo implica a uno. Hay que estar en ello”.

Como medio frío, la baja definición no solo representa un atributo técnico, es, además, condicionante de las posibilidades del discurso televisivo: “Como la baja definición de la televisión asegura un elevado grado de implicación de la audiencia, los programas más efectivos son los que presentan situaciones que consisten en algún proceso que se ha de completar (…) La televisión no es tanto un medio de acción como de reacción” (McLuhan. 1994: 325).

Con respecto a la definición, factor determinante en la tipología propuesta por McLuhan para clasificar a los medios, McLuhan afirmó:

“Alta definición es el estado del ser bien abastecido de datos. Visualmente, una fotografía es una alta definición. Una caricatura es una definición baja por la sencilla razón de que proporciona muy poca información visual. El teléfono es un medio frío o un medio de definición baja debido a que se da al oído una cantidad mezquina de información, y el habla es un medio frío de definición baja, debido a que es muy podo lo que se da y mucho lo que el oyente tiene que completar (…) los medios cálidos son de poca o baja participación, mientras que los medios fríos son de alta participación para que el público los complete”. (McLuhan, 1977: 47).

Según Christopher Harrocks (2000:17), McLuhan no advirtió la importancia de las computadoras. Sin embargo, es posible afirmar que en las primeras líneas del libro Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, Marshall McLuhan (1997:24-25) efectivamente anticipó Internet, así como el inexorable tránsito a la sociedad de la información y el conocimiento:

“Tras tres mil años de explosión, mediante tecnologías mecánicas y fragmentarias, el mundo occidental ha entrado en implosión. En las edades mecánicas extendimos nuestro cuerpo en el espacio. Hoy, tras más de un siglo de tecnología eléctrica, hemos extendido nuestro sistema nervioso central hasta abarcar todo el globo, aboliendo tiempo y espacio, al menos en cuanto a este planeta se refiere. Nos estamos acercando rápidamente a la fase final de las extensiones del hombre: la simulación tecnológica de la conciencia, por la cual los procesos creativos del conocimiento se extenderán, colectiva y corporativamente, al conjunto de la sociedad humana, de un modo muy parecido a como ya hemos extendido nuestros sentidos y nervios con los diversos medios de comunicación”

En el libro Internet. La imprenta del siglo XXI, Alejandro Piscitelli (2005: 126), destacado investigador argentino especializado en el estudio de las avanzadas tecnologías de información, afirma que “el medio favorito de McLuhan hubiese sido Internet”. De acuerdo con el gerente del portal Educ.ar:

“Para que las tesis de McLuhan pudieran ponerse a prueba en serio, necesitaban de la emergencia de un nuevo medio. El mejor test para adorar (o desterrar) a McLuhan habría de ser, sin dudas, la frontera digital (…)

Revisar la obra entera de McLuhan a partir de la existencia y las vivencias propias de Internet resulta más saludable, ya que muchas de sus metáforas fueron descalificadas demasiado rápidamente. La más célebre de todas, la que sostiene que el mundo habría de devenir en una aldea global, adquiere hoy un tono menos autista y geopolíticamente más correcto, cuando la revisamos desde la perspectiva de los 750 millones de Internautas que hay hoy en el mundo, expresándose y conectándose, al menos potencialmente entre sí”. 

4  McLuhan y los nuevos ambientes comunicativos

La velocidad con la cual circula la información representa una de las principales variables a considerar en el análisis de las etapas históricas que advierte McLuhan. Cada “modo de comunicación” supone un determinado “ritmo informacional”. En la primera edad, la circulación de la información evidentemente era muy lenta. En consecuencia las reacciones resultaban tardías. En cambio en la edad eléctrica la información circula demasiado rápido. Por ello la edad eléctrica es designada por McLuhan como la “Edad de la Ansiedad” (1997:26):

“En la edad mecánica, ahora en recesión, podían llevarse a cabo muchas acciones sin demasiada preocupación. El movimiento lento aseguraba que las reacciones iban a demorarse durante largos periodos de tiempo. Hoy en día, la acción y la reacción ocurren casi al mismo tiempo. De hecho, vivimos mítica e íntegramente, por decirlo así, pero seguimos pensando con los antiguos y fragmentados esquemas de espacio y tiempo propios de la edad preeléctrica. La tecnología de la escritura proporcionó al occidental la capacidad de acción sin reacción (…) En la edad eléctrica, en la que nuestro sistema nervioso se ha extendido tecnológicamente hasta implicarnos con toda la humanidad e incorporarla toda en nuestro interior, participamos necesaria y profundamente de las consecuencias de todos nuestros actos”. 

En cuanto al impacto de los medios de la edad eléctrica en la ecología cultural de las sociedades, McLuhan y Fiore (1967:8) afirmaron:
The medium, or process, of our time –electric technology- is resharping and restructuring patterns of social interdependence and every aspect of our personal life. It is forcing us to reconsider and re-evaluate practically every thought, every action, and every institution formerly taken for granted. Everything is changing –you, your family, your neighborhood, your education, your job, your government, your relation to “the others”. And they´re changing dramatically”.

En la edad “posteléctrica”, la aceleración de la información aún es mayor que en la edad eléctrica. A partir de tal consideración, Bill Gates, fundador de Microsoft, en su reciente libro Business @ the speed of thought. Using a Digital Nervous System (1999), incorporó dos importantes tesis de McLuhan en su interesante libro: el impacto en la sociedad como en las organizaciones de la velocidad con la cual circula la información, y el desarrollo de los sistemas nerviosos que han trascendido fuera del hombre. En la introducción del referido libro, Gates (1999: XIII) destacó la importancia de la velocidad como nuevo paradigma de la efectividad institucional:

“If the 1980s were about quality and the 1990s were about reengineering, then the 2000s will be about velocity. About how quickly the nature of business will change. About how quickly business itself will be transacted. About how information Access will alter the lifestyle of consumers and their expectations of business”.

El pensamiento de McLuhan no solo fue recuperado por nuevas generaciones de investigadores de las ciencias de la comunicación, quienes advirtieron la trascendencia que con el paso de los años alcanzarían las tesis del canadiense en el desarrollo de las comunicaciones digitales. No pocos de los primeros desarrolladores de Internet, así como exitosos empresarios de la llamada economía del conocimiento –Bill Gates, por ejemplo-, comprendieron que las tesis de McLuhan resultarían indispensables para intervenir decididamente en el desarrollo de la sociedad de la información y el conocimiento. Efectivamente, no hay nada más práctico que una buena teoría.

A pesar del abrupto desarrollo que habían alcanzado los medios de comunicación masiva durante la década de 1960, Marshall McLuhan fue capaz de articular un sólido marco explicativo, centrado en la clasificación de “medios fríos” y “medios calientes”, la cual nos permitió comprender mejor las condiciones de desarrollo como los atributos específicos de los medios de comunicación, que en última instancia admiten ser comprendidos como tecnologías, y éstas, como atinadamente destacó McLuhan (1967:26), como prolongaciones del hombre: “all media are extensions of some human faculty psychic or physical”.

Uno de los aspectos distintivos de la década de 1960 –curiosamente poco estudiado-, fue la sensible aceleración que registró la circulación de la información. La introducción de nuevas tecnologías impulsó importantes remediaciones en algunos de los principales medios de comunicación. La introducción de sistemas VCR modificó radicalmente los esquemas de producción televisiva. Los nuevos formatos favorecieron el desarrollo de nuevas audiencias. Fue entonces necesario producir televisores capaces de soportar un mayor número de horas en operación. Los primeros televisores de bulbo frecuentemente se sobrecalentaban y las reparaciones resultaban costosas. Con la introducción de las primeras transmisiones en color, el televisor fue elevado a la condición de símbolo del estatus y del poder adquisitivo de numerosas familias de clase media. La televisión además consiguió trascender su alcance básicamente regional mediante la introducción de enlaces satelitales.

La televisión introdujo una nueva y agresiva iconografía a través de un extenso repertorio de imágenes que hoy en buena medida expresan y sintetizan el espíritu lúdico de la década de 1960, el cual incluye: escenas del debate que por televisión sostuvieron Richard Nixon y John F. Kennedy –siempre citadas en textos de opinión pública; imágenes que dan testimonio de la exquisita sensualidad de Marilyn Monroe –primera cenicienta trágica de Hollywood-; las apabullantes victorias de Cassius Clay dentro y fuera de los cuadriláteros; la abrupta irrupción de jóvenes soldados estadounidenses en Vietnam; la ingenua devoción de jóvenes adolescentes a los integrantes del llamado “cuarteto de Liverpool”; los goles del “rey Pelé” con el equipo Santos o la selección de Brasil; las reacciones sociales que provocaban bikinis y minifaldas; las manifestaciones estudiantiles del verano de 1968; las imágenes de los atletas negros estadounidenses afirmando con sus manos la “V” de la victoria; los primeros pasos del astronauta Neil Armstrong sobre la superficie lunar. En la década de 1950, las imágenes de algunas de las principales noticias tardaban semanas en comenzar a circular en otros continentes. En cambio las dramáticas imágenes de los asesinatos del presidente John F. Kennedy y de su ejecutor, Lee Harvey Oswald, por ejemplo, dieron la vuelta al mundo occidental en tan solo doce horas.

El desarrollo de la industria satelital remedió, en el sentido amplio del concepto en la terminología empleada en la ecología de medios, tanto a la televisión como a la telefonía –sectores en los cuales hoy adquiere particular importancia el desarrollo de las comunicaciones digitales móviles-. Los satélites de telecomunicaciones fueron anticipados hace 63 años por Arthur Clarke, quien en octubre de 1945 publicó el artículo “Extra-Terrestrial Relays” en la revista Wireless World.9 Clarke además escribió con Stanley Kubrick el guión de una de las más aclamadas cintas de ciencia ficción: 2001: Una odisea del espacio. Clarke falleció el 19 de marzo de 2008, poco antes de poder cumplir 91 años de edad. Al igual que Marshall McLuhan, Arthur Clarke debió aguardar pacientemente hasta que el desarrollo tecnológico finalmente consiguió ponerse a la estatura de sus predicciones. En 1962 la NASA lanzó al espacio el satélite Telstar I, un satélite de deslizamiento que fue utilizado para transmitir una imagen de televisión experimental que fue recibida en Francia por la estación de Pleumeur Boudou. En 1964 fue ubicado en órbita el primer satélite geoestacionario Syncom, el cual, al contrario de los satélites de deslizamiento, es operativo permanentemente. En abril de 1965 la compañía Intelsat lanzó al espacio el satélite Early Byrd, primer satélite comercial destinado a proporcionar servicios de telecomunicaciones: telefonía (240 vías), televisión (un canal). Entonces el concepto de “aldea global” comenzó a registrar un significado posible.

De acuerdo con Patrice Flichy (1993), en la década de 1960 se dieron importantes pasos en la ruta que conduciría a la convergencia digital, al posibilitarse los primeros vínculos entre las telecomunicaciones y la producción audiovisual, por una parte, y las telecomunicaciones y la informática, por otra. En la década de 1960, por ejemplo, dio formal inicio el proyecto ARPANET, cuyos antecedentes inmediatos, de acuerdo con Armand Mattelart (2002:62), podrían ser ubicados en el año de 1958:

“En 1958, año crucial si los hay, ya que el año anterior la Unión Soviética ha desafiado a Norteamérica con el lanzamiento del satélite Sputnik, abriendo así un nuevo frente en la Guerra Fría, la lucha por la conquista del espacio, el Pentágono crea una nueva agencia de coordinación de los contratos federales de investigación: DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency). Diez años más tarde, con el fin de facilitar los intercambios entre los distintos tipos de contratantes, esta agencia inaugura la red Arpanet, antepasado de Internet. En el seno de esta “república de los informáticos”, que depende de los contratos federales y funciona al resguardo del mundo exterior, es donde toma forma la idea según la cual el modelo de sociabilidad que se ha desarrollado en torno a y por mediación de Arpanet puede implantarse en el mundo ordinario”.

En conclusión, como atinadamente señala la destacada investigadora Claudia Benassini Félix, Marshall McLuhan admite ser considerado como auténtico parteaguas en el desarrollo de las comunicaciones digitales:

“En resumidas cuentas, la década de 1960 se constituye en una especie de bisagra entre lo digital y lo analógico, entre la modernidad y la posmodernidad, entre lo global y lo local. Muchas de estas realizaciones se consolidarán durante los últimos años del siglo XX y principios del XXI (…) Por coincidencia, esta década es la más prolífica en la bibliografía de Marshall McLuhan, entonces identificado como Doctor en Letras por la Universidad de Cambridge; profesor de lengua y literatura inglesa, fundador de la revista Exploraciones, quien extendió a los medios las lecciones de lenguaje que aprendió de maestros como I. A: Richards y del crítico literario F.R. Lewis, así como de los historiadores canadienses Harold Innis y Lewis Mumford”.10

Claudia Benassini además atinadamente señala que en América Latina la distinción entre medios fríos y calientes no ha pasado de ser considerada como una simpática ocurrencia de Marshall McLuhan, cuando en realidad representa el fundamento mismo de su teoría de los ambientes de comunicaciones:

“la distinción de McLuhan entre “frío” y “caliente” no ha pasado de ser una metáfora en el estudio de las comunicaciones analógicas en el contexto latinoamericano. Sin embargo, llevada al ámbito de lo digital -en su justa contextualización-, la propuesta da pie al análisis y la explicación, por ejemplo, del uso del teléfono móvil en ambientes diversos a los que fuera concebido inicialmente: la calle, el automóvil y, en general, espacios abiertos y cerrados concebidos tradicionalmente para la convivencia. De aquí se desprende que un elemento clave para el análisis son los “ambientes” creados por los nuevos medios de comunicación: el punto de partida de la reflexión mcluhaniana es que todos los medios –desde el alfabeto hasta la computadora- son extensiones del hombre, que pueden causar cambios profundos y duraderos”.11

Claudia Benassini identifica dos importantes características en los ambientes de comunicación:

“La primera, no son sólo contenedores, sino procesos que cambian el contenido y hacen visible el ambiente anterior. En consecuencia, los nuevos medios son nuevos ambientes; esto es por lo que los medios son los mensajes. A manera de ejemplo, McLuhan señala que los periódicos crean un ambiente de información, pero aún sin crimen como contenido, no seríamos capaces de percibir el ambiente. Dicho de otra manera, los periódicos tienen que presentar malas noticias, pues de otra forma sólo habría anuncios o buenas noticias. Sin las malas noticias, advierte, no podríamos discernir las reglas de fondo del ambiente. La segunda característica es que los ambientes realmente totales y saturados son invisibles. Los que percibimos son fragmentarios e insignificantes comparados con los que no vemos. No obstante, los ambientes creados por las nuevas tecnologías resultan invisibles mientras hacen visibles a los nuevos ambientes. McLuhan ilustra esta característica a través de las películas viejas que presenta la televisión: las películas que alguna vez fueron ambientales y visibles, a través de este medio han devenido en una forma altamente apreciada de hacer arte”. 12

De nueva cuenta acudimos a Claudia Benassini (2006), quien nos ofrece una detallada explicación de algunos de los cambios registrados en los ambientes comunicativos de la radio y la televisión, destacando, además, algunas de las tecnologías que han propiciado importantes remediaciones en los referidos medios: 13

“Pongamos el caso de la televisión, considerando que McLuhan utiliza este medio para ejemplificar los ambientes –al destacar la presencia de películas antiguas en la programación, hecho que les confiere un valor distinto- y porque nos ayuda a continuar con el ejemplo iniciado en la aldea global.

Como ya se comentó, la primera generación de aparatos era de bulbos, con sus implicaciones en los usuarios y en la programación: por una parte, había que esperar a que el aparato se calentara –al menos cinco minutos, según las abuelas- para poder acceder a la imagen y al sonido; pero por otra parte, el sobrecalentamiento podía provocar accidentes domésticos que iban desde una descompostura hasta la explosión del televisor. En consecuencia, las barras programáticas de planeaban tomando en cuenta los tiempos en que el televidente podía estar frente al aparato. En este contexto, recordemos que desde 1947 las compañías electrónicas norteamericanas venían experimentando el uso de transistores, tanto para el funcionamiento de los microprocesadores como para los aparatos radiofónicos. A fines de 1954 salieron a la venta en Estados Unidos los primeros “radios de transistores”, como se les conoció familiarmente. A partir de ese momento se multiplicará el número de aparatos en los hogares, toda vez que la nueva tecnología hizo posibles dos cosas: que los aparatos fuesen portátiles y, segundo, individuales. Adicionalmente, hubo un cambio relevante: el aumento en las horas de programación, toda vez que los usuarios dejaron de padecer los bulbos. Un ejemplo típico de los ambientes mcluhanianos, cuyo paso natural a la televisión se inició a finales de la década de 1950, con consecuencias similares a las ya descritas. En síntesis, el perfeccionamiento tecnológico de los aparatos radiofónicos y televisivos ha repercutido en el aumento en los horarios de programación hasta cubrir las 24 horas del día, con la consecuente modificación de los ambientes. Consideremos, en este rubro, la presencia de la televisión por cable y de otras modalidades de paga como la televisión directa al hogar. No solamente amplían la oferta programática durante prácticamente todo el día, también amplían el número y la procedencia de los canales, partiendo tanto del presupuesto disponible como de los estudios sobre preferencias de las audiencias en materia de procedencia y características de la programación. De nueva cuenta, la introducción de nuevos ambientes, pues es frecuente que canales extranjeros sean gratuitos en sus respectivos países –generalistas, dirían los expertos- y de paga en el extranjero. Otro cambio de ambiente en la televisión, puesto que la recepción de los contenidos por una u otra modalidad determina la composición de la audiencia. En consecuencia, un análisis superficial –por el momento- de los ambientes vuelve a mostrarnos la presencia de “el medio es el mensaje” y de la vigencia de la propuesta mcluhaniana en la diversidad de ambientes a que da lugar la tecnología.

El proceso de invisibilidad-visibilidad de los ambientes comunicativos no es automático, e incluso puede rebasar, por su complejidad, a observadores expertos. En años recientes, por ejemplo, la evolución de Internet ha impuesto profundas transformaciones en la ecología cultural de las sociedades contemporáneas, modificando, incluso, los elementos que ayer permitían comprender la dinámica del proceso comunicativo. Quizá no seamos conscientes de cuan profundos sean los cambios. Más importante aún, las transformaciones son irreversibles.


Referencias

1 Entre 1967 y 1968, por ejemplo, Marshall McLuhan dictó clases en Fordham University -una pequeña universidad ubicada en el centro de Nueva York, la cual, con el paso de los años se ha convertido en uno de los principales centros de estudios de la ecología de medios-. Lance Strate, actual presidente de la Media Ecology Association (MEA), precisamente se desempeña como catedrático e investigador en Fordham University. La Media Ecology Association publica, a través de la editorial Hampton Press, un journal dedicado al estudio de la ecología de medios: Explorations in Media Ecology. Los editores del journal son Judith Yaros Lee, investigadora de Ohio University, y Lance Strate, presidente de la Media Ecology Association y catedrático de Forham University. En 1967 Fordham University distinguió a McLuhan al concederle la cátedra Albert Schweitzer en Humanidades. Ese año además le fue extirpado un tumor maligno próximo al cerebro.

2 En 1969 Editorial Diana imprimió la primera edición en castellano y, en 2003, la editorial Ginko Press sacó a la venta la “versión crítica” del libro más importante de Marshall McLuhan.

3  Un total de nueve universidades le concedieron doctorados honoris causa a Marshall McLuhan: University of Windsor (1965), Assumption University (1966), University of Manitota (1967), Simon Fraser University (1967), Grinnell University (1967), St. John Fisher College (1969), University of Alberta (1971), University of Western Ontario (1972), University of Toronto (1977).

4  En agosto de 1976, por ejemplo, en el número 14 de Cuadernos de Comunicación fue publicado el ensayo “El norteamericano Extrovertido”, de Marshall McLuhan.

5  Véase: http://www.infoamerica.org/teoria/mcluhan1.htm Fecha de consulta: 23 de mayo de 2008.

6 En el desarrollo de todo medio de comunicación es posible percibir cómo progresivamente el medio es transformado con el propósito –no siempre consciente o deliberado-, de hacerlo más parecido al hombre. En la ecología de medios ese proceso es conocido como “remediación”. El proceso de remediación de los medios de comunicación es resultado de una adecuación eminentemente dialéctica que permite transformar a los medios de comunicación, hasta convertirlos en lógicas extensiones de nuestras facultades, órganos o sentidos.

7 El desarrollo del telégrafo, en principio estuvo subordinado al periódico y al ferrocarril. En 1844 Samuel Morse abrió una línea telegráfica entre Washington y Baltimore. En 1858 ya se había tendido el primer cable que cruzaba el Atlántico, y tres años después, en 1861, los hilos telegráficos se extendían por toda la Unión Americana.

8 La distinción entre medios fríos y calientes resulta de particular importancia para McLuhan y, por supuesto representa un concepto central en la ecología de medios. Más adelante trataré el tema. 

9 La propuesta original que Clarke circulaba en privado, en mayo de 1945, llevaba el título The Space-Station: Its Radio Applications. Una copia se encuentra en el Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano en Washington, D.C.

10 Tomado del documento “Fundamentos teórico-epistemológicos del Grupo de Trabajo Internet, Sociedad de la Información y Cibercultura, que Claudia Benassini preparó en 2006 para la Asociación Latinoamericana de Investigadores de Internet (ALAIC). El documento puede ser descargado de Internet en la siguiente dirección: http://www.espacioblog.com/myfiles/alaic-internet/Cibercultura.pdf. Fecha de consulta: 30 de mayo de 2008.

11 También tomado del referido documento elaborado por Claudia Benassini, disponible en http://www.espacioblog.com/myfiles/alaic-internet/Cibercultura.pdf. Fecha de consulta: 30 de mayo de 2008.


12 Tomado del referido documento elaborado por Claudia Benassini, disponible en http://www.espacioblog.com/myfiles/alaic-internet/Cibercultura.pdf. Fecha de consulta: 30 de mayo de 2008.

13  Ibidem.


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Octavio Islas

Mexicano. Licenciado en sociología, maestro en comunicación y desarrollo, maestro en administración y tecnologías de información, doctor en ciencias sociales. Director de Proyecto Internet-Cátedra de Comunicaciones Estratégicas y Cibercultura del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México [http://www.proyectointernet.org] Investigadores del Centro de Comunicaciones Digitales del Tecnológico de Monterrey, Campus Estado de México. Director de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Coordinador de los consejos editoriales de la revista web Razón y Palabra [http://www.razonypalabra.org.mx], y Revista Mexicana de Comunicación. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Su principal blog puede consultarse en http://www.octavioislas.wordpress.com

 

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