Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Junio 2003

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

La Seducción de la Imagen

De la Historia y el Tiempo Atemporal. O de los Muchos Tiempos de la Humanidad

 

Por Eduardo González
Número 33


El tiempo es lo que pasa cuando no pasa nada
Richard Feynman

¿Por qué surge el tiempo atemporal en la sociedad de la información? En la sociedad red de finales del siglo XX aparece un paradigma tecnológico que se vincula con el desarrollo de las comunicaciones, transformándolas en poderosos instrumentos para la obtención y el control del poder... Los medios de comunicación, al sujetar a los procesos sociales y manejar la información que ofrecen de ellos, eliminan el tiempo real (no atemporal) que transcurre entre los acontecimientos y su difusión. Con ello, el tiempo que pasa entre el hecho y la búsqueda de conocimiento sobre éste es mínimo y permite pocas posibilidades de entendimiento de la realidad.

Cuando estudiamos los procesos históricos no podemos dejar de lado que estos se desarrollan en dos coordenadas: el tiempo y el espacio. Así como la región es una construcción mental en permanente cambio, que el historiador utiliza para enmarcar un determinado espacio geográfico que le permite situar claramente su objeto de estudio; asimismo, "el tiempo es una categoría creada y periodizada por el hombre" (Vera Valdés, 1997, p. 33) para ubicar los procesos sociales. De tal forma que sin la perfecta sincronía entre los dos ejes cardinales del quehacer histórico, resulta difícil explicar y comprender los hechos históricos.

Ahora bien, la coordenada temporal no deja de ser algo que ya se fue, el tiempo fluye del pasado al futuro y es irreversible. En todo caso lo que queda

es la memoria de los hechos que cada hombre recrea subjetivamente, aunque se deteriore poco a poco, en lo individual y en lo colectivo. Lo que realmente existe del pasado y creemos asir en el tiempo presente son convenciones que establecemos intelectualmente con los hechos históricos, los que se cristalizan en forma de recuerdos. Y aunque exista mucha información en torno a esos hechos, ésta sólo puede sustentar formas convencionales, nunca verdades comprobables, pues no podemos volver al pasado. (Ávila Palafox, R. y Brisci, C. 1997, p. 109)

y solamente aprehendemos de él una visión parcial de la realidad. Nuestro conocimiento del pasado es fragmentario, nunca total.

El punto central de este ensayo es establecer un diálogo con Manuel Castells en torno al concepto de "tiempo atemporal" que utiliza para explicar una parte del desarrollo de la "sociedad red" y determinar su pertinencia para el conocimiento histórico. Es decir, si los historiadores podemos hablar del tiempo corto, del acontecimiento (el consciente); del largo, de las estructuras (el inconsciente)2 y del cíclico, de las coyunturas3 ; ¿a qué tiempo se refiere Manuel Castells cuando habla de la atemporalidad de los procesos sociales? ¿Es posible hablar de atemporalidad en los procesos históricos, o más bien, existen diferentes dimensiones simbólicas y temporales para un mismo espacio objetivo determinado históricamente, pero que es aprehendido de manera diferente por los actores socialmente involucrados en su construcción y su percepción?

Dividiremos el diálogo con Manuel Castells en dos partes: el concepto del tiempo y la definición de Castells sobre la atemporalidad del tiempo y algunas posibles respuestas de la historia al concepto del sociólogo catalán. Pasemos, pues, a definir el tiempo.

Temporalidad del tiempo. Cómo nombramos al tiempo
Si el tiempo fluye del pasado al futuro, ¿cuál es su punto de unión? El presente. ¿Y el presente tiene duración? Aparentemente no. El presente en el infinito de la duración es un punto minúsculo que sin cesar se esquiva: un instante que muere tan pronto como nace4.

Luego entonces, nuestra estructura del tiempo y su desarrollo no responde a un conjunto de fechas sino a un sistema de ideas en torno a la categoría de tiempo creada por nosotros para comprender la realidad. Por ello, un factor determinante para entender y explicar nuestra cultura es el tiempo. Resulta difícil explicar la realidad sin una perspectiva histórica que incluya, desde luego, la temporalidad de los procesos sociales, esto es, el tiempo de la historia.

En este sentido, el tiempo es una categoría creada por el hombre, es una idea nuestra en cuyo seno subyace el cambio5. El cambio debe ser periodizado una vez que se comprenden claramente las estructuras que conforman la sociedad. A partir de esto, podemos aprehender las rupturas y las continuidades que marcan el desarrollo de la humanidad. Es decir, el concepto de tiempo y su periodización son una herramienta para el quehacer historiográfico.

Si el concepto de tiempo es una categoría creada por el hombre, ¿podemos decir que existe un solo concepto de tiempo?, ¿debemos aceptar que todo el tiempo es igual?, o bien, ¿es necesario hablar de varias clases de tiempo? La realidad social es multiforme, por lo tanto los movimientos que le dan vida, que producen el cambio no tienen la misma duración ni la misma dirección; existen tiempos que pertenecen a los hombres, y tiempos que se desarrollan en las sociedades, en las estructuras. Es decir, "no existe un tiempo social de una sola y simple colada, sino un tiempo social susceptible de mil velocidades, de mil lentitudes" (Braudel, 1989, p. 29).

En este sentido, debemos hablar de varios tiempos: el que tiene que ver con el acontecimiento explosivo, de corta duración. Este tiempo existe para todos los aspectos de la vida: económico, político, cultural, social, religioso y geográfico. Sin embargo, esta duración es engañosa. No permite comprender y explicar la totalidad de los procesos sociales, sobre todo aquellos que tienen que ver con cambios muy lentos, como la cultura; o muy amplios como las curvas de precios y salarios y la explosión demográfica. Para estos acontecimientos de larga duración echamos mano de un periodo mayor. Una temporalidad que nos permite entender procesos que generan cambios imperceptibles en el tiempo corto, pero que en un espacio temporal mayor se significan como procesos claros que ayudan a comprender la realidad de las estructuras sociales.

Por supuesto es pertinente hablar no únicamente de tiempo largo y tiempo corto, sino de tiempo rápido y tiempo lento. En términos absolutos, cuando hablamos de velocidad no nos referimos a la de los intervalos, sino a la de los movimientos que los transitan6 . Así, la atemporalidad de la sociedad red puede ser un tiempo rápido dentro de un tiempo largo. Dentro de los acontecimientos de larga y corta duración podemos identificar tres tipos de tiempo: el histórico, el biográfico y el cotidiano. Con el primero nos referimos a la conciencia histórica y comprende el saber que la propia existencia se configura a partir del pasado. La conciencia histórica entiende la historia como un continuo. Sin duda, un continuo no-lineal. El segundo, tiene que ver con nuestra propia identidad y consiste en el modo y manera como armonizamos el recuerdo de lo que fuimos, la conciencia de lo que somos y la expectativa de lo que seremos o queremos ser. Por último, el tercero abarca los diversos segmentos en que distribuimos a lo largo del día nuestras acciones7. No obstante que el concepto de tiempo es una categoría creada por el hombre, la idea está referida a las etapas de duración y no a la duración misma del tiempo. Es decir, el hombre no crea el tiempo, establece métodos para medirlo y periodizarlo, y en este sentido utilizarlo como una herramienta teórica para explicar los procesos históricos.

La atemporalidad del tiempo y la respuesta de la historia
¿Cuáles son algunas de las características de la sociedad red para la que Manuel Castells establece la atemporalidad del tiempo? Es una sociedad en la que se genera una amplia destrucción de las organizaciones y los movimientos sociales; en ella se agudiza la deslegitimización y se hace más evidente la crisis de las instituciones políticas; las expresiones culturales suelen ser efímeras. Las transacciones de capital se realizan en fracciones de segundo; dominan las empresas de tiempo flexible; se desdibuja el ciclo vital; se impone la cultura del tiempo virtual que mezcla los tiempos de forma sistemática8. La tecnología de la información penetra en casi todos los ámbitos de la actividad humana; la productividad y el poder estriban en la tecnología para generar conocimiento y procesar información. Por ello, la capacidad o la incapacidad que tienen las sociedades para dominar la tecnología define su destino. Con todo esto surge, según Castells:

una nueva estructura social asociada con un nuevo modelo de desarrollo, el informacionalismo, definido históricamente por la reestructuración del modelo capitalista hacia finales del siglo XX (Castells, 1999, p. 40).

Aunque el modelo capitalista se encuentra en un proceso de cambio vertiginoso, no deja de ser una estructura con relaciones sociales suficientemente fijas que ha dominado un periodo de larga duración. Aunque no podemos negar, por otro lado, que el oficio de historiar en los últimos cien años ha centrado su quehacer en los grandes acontecimientos, en el tiempo corto. Situación que no se contrapone al aspecto estructural del capitalismo. Como estructura, el capitalismo es una realidad que el tiempo tarda en desgastar y en transformar. Consecuentemente atraviesa inmensos espacios de tiempo sin alterarse; aunque parezca, a finales del siglo XX, que la velocidad de los cambios rebasa la cohesión de su estructura, en el camino se restablece y los cambios en ocasiones suceden lentamente: democracia, derechos humanos, respeto a las minorías (que son mayorías), igualdad de oportunidades, distribución equitativa de la riqueza.

El concepto de "tiempo atemporal" que acuña Manuel Castells, no es otra cosa que una lente para observar y entender los cambios que se presentan en la sociedad red en diversos tiempos, espacios y ritmos. Es pues, una nueva categoría de temporalidad que domina la realidad social en la era de la información, a través de la inclusión y la exclusión selectivas de funciones y gente en marcos temporales y espaciales diferentes9. En este sentido, la sociedad red, dice Castells, "se caracteriza por la ruptura de la ritmicidad, tanto biológica como social, asociada con la noción de un ciclo vital"(Castells, 1999, p. 480); consecuentemente, la mayoría de la gente y de los espacios viven en una temporalidad diferente socialmente determinada.

Esta temporalidad se presenta en el paradigma informacional y en la sociedad red cuando sus características provocan una perturbación sistémica en el orden secuencial de los fenómenos realizados en ese contexto. La eliminación de la secuenciación crea un tiempo indiferenciado, que es equivalente a la eternidad10. La atemporalidad pertenece al espacio de los flujos, en contraposición al tiempo social que caracteriza a los lugares de todo el mundo. No obstante que en nuestra sociedad el espacio determina al tiempo, con el tiempo atemporal se invierte esta tendencia histórica: ahora los flujos inducen el tiempo atemporal y los lugares se circunscriben al tiempo11. ¿Por qué surge el tiempo atemporal en la sociedad de la información? En la sociedad red de finales del siglo XX aparece un paradigma tecnológico que se vincula con el desarrollo de las comunicaciones, transformándolas en poderosos instrumentos para la obtención y el control del poder. Transitamos de las maneras tradicionales de comunicación en un mismo lugar y en un mismo tiempo, para ofrecer multiplicidad de planos espaciales y temporales donde el tiempo de la naturaleza y de la sociedad que parecían ser específicos de un contexto determinado, el tiempo local, se transforman en un nuevo régimen del tiempo. No obstante, todavía las sociedades contemporáneas continúan bajo el dominio del tiempo del reloj, que se significa como el elemento crucial para la construcción del capitalismo industrial.

Aún así, el tiempo lineal, irreversible, medible y predecible se está haciendo pedazos en la sociedad red, en un movimiento de significado histórico extraordinario. Pero no sólo estamos siendo testigos de una relativización del tiempo según contextos sociales o, de forma alternativa, del regreso al carácter reversible del tiempo, como si la realidad pudiera captarse del todo en movimientos cíclicos. La transformación es más profunda: es la mezcla de tiempos para crear un universo eterno, no autoexpansivo, sino autosostenido, no cíclico sino aleatorio, no recurrente sino incurrente: el tiempo atemporal, utilizando la tecnología para escapar de los contextos de su existencia y apropiarse selectivamente de cualquier valor que cada contexto pueda ofrecer al presente eterno. (p. 467)

Existen dos contextos en los que podemos, según Manuel Castells, observar el desarrollo de la atemporalidad en nuestra sociedad red. El primero son los medios de comunicación y el segundo, los mercados financieros. Abordemos primero los medios de comunicación.

¿Cómo se genera la atemporalidad en los medios de comunicación? Aparece como consecuencia de la mezcla de diferentes tiempos en un mismo canal de comunicación que el consumidor elige desde su propia realidad, lo que genera que sus tiempos sean sincrónicos en un horizonte plano, sin principio, sin fin, sin secuencia. Otro elemento que genera la atemporalidad en nuestra sociedad es el hipertexto de los multimedia y el universo que aprehendemos a través del Internet, secuencias temporales que se consumen en diferentes tiempos y espacios, lo que genera su atemporalidad con respecto a la sociedad que interactúa con ellos.

En este marco ¿cómo se organiza una historia para los medios electrónicos? Con base en la disponibilidad de material visual y en la posibilidad informatizada de seleccionar segundos de estructuras para que se unan o separen según los discursos específicos. Un trabajo de "tijera y engrudo". Así, el material que se presenta en los medios desde reportajes, espectáculos o noticias se busca que coincida temporalmente aunque se produzca en tiempos diferentes; por lo tanto el tiempo que se genera es un tiempo asecuencial dominado por los impulsos del consumidor y de los productores que con ello rompe la temporalidad de lo que consume. Es una temporalidad que se encuentra supeditada al consumo y que no se tiene como una necesidad en nuestra sociedad, de hecho las secuencias temporales dependen del contexto social de su utilización.

Así pues, es una cultura, al mismo tiempo, de lo eterno y de lo efímero. De lo eterno, porque llega de un lado a otro, a todas las secuencias de las expresiones culturales. De lo efímero, porque cada disposición, cada secuenciación específica, depende del contexto y objetivo por los que se solicita una construcción cultural determinada. No estamos en una cultura de la circularidad, sino en un universo de expresiones culturales de temporalidad indiferenciada. (pp. 469-497)

Lo anterior, además de producir la atemporalidad, genera la simultaneidad del tiempo, es decir, la posibilidad de la inmediatez temporal en acontecimientos sociales que se encuentran fuera de nuestra realidad, de nuestra temporalidad. Al respecto Marc Ferro afirma que

el cine y la televisión no sólo desestructuran la planificación tradicional del conocimiento histórico, sino que además su influencia pone en tela de juicio el saber tradicional, con o sin razón. Sobre todo, las películas de cine o televisión actualizan los problemas históricos en lugar de hacer del análisis histórico un instrumento para comprender nuestro tiempo. Los medios de comunicación utilizan los sucesos como modo de entrada en la historia, lo que ciertamente es urgente y necesario, pero para ellos se convierte en una especie de regla absoluta. (En De Gortari y Zermeño, 1996, p. 162)

Cuando esto sucede, los historiadores se enfrentan a un problema para explicar la realidad. Los medios de comunicación, al sujetar a los procesos sociales y manejar la información que ofrecen de ellos, eliminan el tiempo real (no atemporal) que transcurre entre los acontecimientos y su difusión. Con ello, el tiempo que pasa entre el hecho y la búsqueda de conocimiento sobre éste es mínimo y permite pocas posibilidades de entendimiento de la realidad. Esto afecta nuestro sentido del tiempo, nuestra temporalidad. Pareciera que los eventos actuales están más próximos que el pasado, sin embargo, no sabemos si lo que observamos en los medios de comunicación o en Internet está pasando en el momento de consumirlo o si las personas que vemos ya murieron o siguen vivas. De lo que estamos seguros es de la simultaneidad de imágenes del pasado y del presente que percibimos en diferentes unidades espaciales, pero no sabemos cuándo sucedieron. De este modo, la red de comunicación contribuye a la distorsión del sentido del tiempo y, por ende, del espacio. Consecuentemente,

la dimensión de la división natural del día y la noche es rebasada por el trabajo o la diversión que se realiza ante pantallas en todo momento. Se pierde la capacidad humana de decodificar el tiempo real, que conlleva, además, al surgimiento de estados psicológicos de inquietud y pérdida de la identidad individual ante la incapacidad de control de la información y disminución, si no es que la anulación de la ubicuidad espacio temporal. (Vera Valdés, 1997, p. 49)

En lo que respecta a los mercados financieros, por momentos parece que el tiempo atemporal regula por completo el mundo de los negocios. Uno de los elementos característicos de la sociedad red es la creación de

nuevos productos financieros que han aumentado de forma espectacular la masa de capital nominal frente a los depósitos y activos bancarios, de tal modo que cabe decir que el tiempo crea dinero, ya que todo mundo apuesta con el dinero futuro previsto en las proyecciones informáticas. Estas evoluciones futuras se ven afectadas por su mismo proceso de comercialización, así que el marco temporal del capital se disuelve constantemente en su manipulación presente tras habérsele otorgado un valor ficticio con el fin de monetizarlo. Por lo tanto, el capital no sólo comprime el tiempo: lo absorbe y vive de él, esto es, genera renta. (Castells, 1999, pp. 469-470)

En los nuevos sistemas financieros el tiempo se convierte en una fuente de valor dominante para obtener ganancias. Desde luego, el mercado de capital que ha surgido en la sociedad red está unificado y funciona de manera global, funciona en tiempo real. Sin embargo, es la velocidad de las transacciones la que genera las ganancias o las pérdidas en el "casino global". Es también la circularidad temporal incesante de compra y venta la que caracteriza al sistema. Por ello, afirma Manuel Castells, en el capitalismo el tiempo es monetizado, es a corto plazo12. En este sentido, en la sociedad red la moneda como instrumento de cambio ya no se aprecia por su volumen, sino por la rapidez con que se le desplaza, es una moneda electrónica que no se ve y dista mucho de lo que otrora fue la circulación de metales preciosos13.

Pareciera que la velocidad de los medios de comunicación y de los sistemas financieros dirige la atención de los historiadores hacia el tiempo breve, hacia el acontecimiento. Sin embrago, no todas las sociedades viven a este ritmo; en todo caso hablamos de tiempos menos precipitados para algunas colectividades e instituciones. A cada presente histórico corresponde una temporalidad, que no una atemporalidad sustentada en la diferencia de ritmos cronológicos, con lo que pudiéramos suponer, como lo hace Manuel Castells, que los sueños individuales y las representaciones colectivas se sitúan en un paisaje atemporal. La atemporalidad que vivimos en los medios de comunicación y en la economía global ha influido fuertemente en la cultura, es decir, no se genera y se consume en un mismo espacio. Por el contrario traspasa las fronteras del contexto donde aparece. Consecuentemente, en la producción cultural el tiempo se comprime y en última instancia se niega a una velocidad que sólo han podido hacer posible las nuevas tecnologías de la comunicación.

Para concluir con la definición de la atemporalidad que propone Manuel Castells para explicar la sociedad red, mencionaremos tres puntos que engloban y resumen su propuesta: 1) el espacio de los flujos disuelve el tiempo desordenando la secuencia de los acontecimientos y haciéndolos simultáneos, con lo que instala a la sociedad en una eterna efemeridad; 2) el espacio múltiple de los lugares, diseminado, fragmentado y desconectado, muestra temporalidades diversas; y 3) la lógica de la atemporalidad no se manifiesta sin resistencia de la sociedad, es decir, los actores sociales con conciencia del tiempo tratan de poner bajo control el dominio ahistórico de la atemporalidad14.

Consideraciones finales
No debemos perder de vista que el término de "tiempo atemporal", que ofrece Manuel Castells, está más ligado con la sociología y menos con la historia. Si atendemos a lo dicho por Fernand Braudel15 en relación al tiempo de los sociólogos y al tiempo de los historiadores; para los primeros la categoría temporal es menos imperativa, menos concreta y por momentos no aparece en el centro de sus discusiones para explicar una realidad histórica, aspectos todos estos, contrarios al quehacer historiográfico. Los sociólogos aceptan que el tiempo es una dimensión particular de una realidad específica que pueden dividir a placer para ampliar o reducir su duración. Los cortes cronológicos que hace el historiador son menos automáticos, se dan a partir del análisis de los cambios estructurales y menos atendiendo únicamente a los acontecimientos explosivos, a la corta duración. Para la historia el tiempo es la medida del cambio y no solamente un referente para ubicar una realidad; en consecuencia, los historiadores buscan conocer la duración precisa de los movimientos sociales, los puntos de ruptura y continuidad, su integración y la manera en que se entrecruzan.

Estos elementos sólo se pueden registrar en relación al tiempo uniforme de los historiadores, medida general de estos fenómenos, y no en relación al tiempo social multiforme, particular de cada uno de ellos16.

El estudio de Manuel Castells sobre la sociedad red por momentos parece que tiene que ver más con una sociología de lo episódico; donde se estudian los procesos rápidos, efímeros, que se registran día con día y se establece una estrecha relación con la historia del mundo que se ha hecho en buena medida a lo largo del siglo XX. El aspecto inquietante de estos trabajos es que la historia de lo explosivo de lo inmediato es engañosa y poco clara si atendemos a las respuestas que ofrece para explicar los procesos sociales.

La "atemporalidad" del tiempo en la que según Manuel Castells vive la sociedad red, es una temporalidad que poco le sirve a la historia como herramienta teórica; ya que una cosa es que existan para diferentes sociedades diversos presentes históricos y otra muy distinta es que la historia presente sea particular a cada sociedad que se estudie. No obstante que Castells apunta dos aspectos en los cuales la "atemporalidad" del tiempo parece real, los medios electrónicos de comunicación y los sistemas financieros, habría que aclarar que no todas las sociedades se encuentran inmersas en esta atemporalidad, porque hay comunidades que no participan directamente en el capitalismo informacional, aunque de manera periférica se ven influidas por él. En todo caso podemos afirmar que la atemporalidad del tiempo y el tiempo real son dos tiempos culturales radicalmente distintos; esto significa que estamos tratando con dos procesos históricos diferentes. Es decir, el tiempo (presente histórico) de la sociedad red no es el mismo, por ejemplo, que el de las comunidades indígenas de la huasteca hidalguense o de la selva amazónica, aunque tanto unos como otros coincidan en la misma historia presente. En este sentido, para el oficio de historiar, pues, resulta complicado y poco útil el concepto de "atemporalidad".


Referencias:

ÁVILA, Ricardo/Carlos Brisci.¿Somos realmente conscientes del tiempo?. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997.
BRAUDEL, Fernand. La historia y las ciencias sociales. México, Alianza Editorial, 1989. BLOCH, Marc. Apología para la historia o el oficio de historiador. México, Fondo de Cultura Económica, 1996.
CASTAÑEDA, Carmen. El tiempo de la historia y el problema de la periodización. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997.
CASTELLS, Manuel. La era de la información. Economía, sociedad y cultura. México, Siglo XXI, 1999.
CORCUERA de MANCERA, Sonia. Voces y silencios en la historia. Siglos XIX y XX. México, Fondo de Cultura Económica, 1997.
DE GORTARI, Hira/ Guillermo Zermeño. Historiografía francesa. Corrientes temáticas y metodologías recientes. México, Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos/Centro De Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social/Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto Mora/Universidad Iberoamericana, 1996.
PÁRAMO ORTEGA, Raúl. Notas sobre el tiempo. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997.
RICOEUR, Paul. Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato histórico. México, Siglo XXI, 1995.
VERA VALDÉS, Lakowsky. Acercamiento al tiempo: de la percepción natural a la cultural. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997.


Notas

2 C.f. Sonia Corcuera de Mancera, Voces y silencios de la historia. Siglos XIX y XX, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 193.
3C.f. Carmen Castañeda, El tiempo de la historia y el problema de la periodización. En Estudios del hombre, núm. 5, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997, p. 87.
4 C.f. Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiador, México, Fondo de Cultura Económica, 1996, pp. 147-148.
5 Lakowsky Vera Valdés, Acercamiento al tiempo: de la percepción natural a la cultural. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997, p. 33.
6 Paul Ricoeur, Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato histórico, México, Siglo XXI, 1995, pp. 182-183.
7Raúl Páramo Ortega, Notas sobre el tiempo. En Estudios del hombre, núm. 5, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997, pp. 197-198.
8 Manuel Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura, México, Siglo XXI,1999,p. 499.
9 p. 468
10 p. 499
11 p. 500
12 p. 466
13Lakowsky Vera Valdés, Acercamiento al tiempo: de la percepción natural a la cultural. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997, p. 47.
14 Manuel Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura, México, Siglo XXI,1999, p. 502.
15 Fernand Braudel, La historia y las ciencias sociales, México, Alianza Editorial, 1989, p. 97.
16 p. 100.

Para la publicación de escritos en La seducción de la imagen, comunicarse con Claudia Quintero cquintero@itesm.mx.


Mtro. Eduardo González Velásquez
Profesor del ITESM, Campus Guadalajara y del ITESO, Jal, México

Presentación

Columnas anteriores