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Por Eduardo González
Número 33
El tiempo es lo que pasa cuando no pasa nada
Richard Feynman
¿Por qué surge el tiempo atemporal
en la sociedad de la información? En la sociedad red de finales
del siglo XX aparece un paradigma tecnológico que se vincula con
el desarrollo de las comunicaciones, transformándolas en poderosos
instrumentos para la obtención y el control del poder... Los medios
de comunicación, al sujetar a los procesos sociales y manejar la
información que ofrecen de ellos, eliminan el tiempo real (no atemporal)
que transcurre entre los acontecimientos y su difusión. Con ello,
el tiempo que pasa entre el hecho y la búsqueda de conocimiento
sobre éste es mínimo y permite pocas posibilidades de entendimiento
de la realidad.
Cuando estudiamos los procesos históricos
no podemos dejar de lado que estos se desarrollan en dos coordenadas:
el tiempo y el espacio. Así como la región es una construcción mental
en permanente cambio, que el historiador utiliza para enmarcar un
determinado espacio geográfico que le permite situar claramente
su objeto de estudio; asimismo, "el tiempo es una categoría creada
y periodizada por el hombre" (Vera Valdés, 1997, p. 33) para ubicar
los procesos sociales. De tal forma que sin la perfecta sincronía
entre los dos ejes cardinales del quehacer histórico, resulta difícil
explicar y comprender los hechos históricos.
Ahora bien, la coordenada temporal
no deja de ser algo que ya se fue, el tiempo fluye del pasado al
futuro y es irreversible. En todo caso lo que queda
es la memoria de los hechos que cada
hombre recrea subjetivamente, aunque se deteriore poco a poco,
en lo individual y en lo colectivo. Lo que realmente existe del
pasado y creemos asir en el tiempo presente son convenciones que
establecemos intelectualmente con los hechos históricos, los que
se cristalizan en forma de recuerdos. Y aunque exista mucha información
en torno a esos hechos, ésta sólo puede sustentar formas convencionales,
nunca verdades comprobables, pues no podemos volver al pasado.
(Ávila Palafox, R. y Brisci, C. 1997, p. 109)
y solamente aprehendemos de él una
visión parcial de la realidad. Nuestro conocimiento del pasado es
fragmentario, nunca total.
El punto central de este ensayo es
establecer un diálogo con Manuel Castells en torno al concepto de
"tiempo atemporal" que utiliza para explicar una parte del desarrollo
de la "sociedad red" y determinar su pertinencia para el conocimiento
histórico. Es decir, si los historiadores podemos hablar del tiempo
corto, del acontecimiento (el consciente); del largo, de las estructuras
(el inconsciente)2 y del cíclico,
de las coyunturas3 ; ¿a qué tiempo
se refiere Manuel Castells cuando habla de la atemporalidad de los
procesos sociales? ¿Es posible hablar de atemporalidad en los procesos
históricos, o más bien, existen diferentes dimensiones simbólicas
y temporales para un mismo espacio objetivo determinado históricamente,
pero que es aprehendido de manera diferente por los actores socialmente
involucrados en su construcción y su percepción?
Dividiremos el diálogo con Manuel Castells
en dos partes: el concepto del tiempo y la definición de Castells
sobre la atemporalidad del tiempo y algunas posibles respuestas
de la historia al concepto del sociólogo catalán. Pasemos, pues,
a definir el tiempo.
Temporalidad del tiempo. Cómo nombramos
al tiempo
Si el tiempo fluye del pasado al futuro, ¿cuál es su punto de unión?
El presente. ¿Y el presente tiene duración? Aparentemente no. El
presente en el infinito de la duración es un punto minúsculo que
sin cesar se esquiva: un instante que muere tan pronto como nace4.
Luego entonces, nuestra estructura
del tiempo y su desarrollo no responde a un conjunto de fechas sino
a un sistema de ideas en torno a la categoría de tiempo creada por
nosotros para comprender la realidad. Por ello, un factor determinante
para entender y explicar nuestra cultura es el tiempo. Resulta difícil
explicar la realidad sin una perspectiva histórica que incluya,
desde luego, la temporalidad de los procesos sociales, esto es,
el tiempo de la historia.
En este sentido, el tiempo es una categoría
creada por el hombre, es una idea nuestra en cuyo seno subyace el
cambio5. El cambio debe ser periodizado
una vez que se comprenden claramente las estructuras que conforman
la sociedad. A partir de esto, podemos aprehender las rupturas y
las continuidades que marcan el desarrollo de la humanidad. Es decir,
el concepto de tiempo y su periodización son una herramienta para
el quehacer historiográfico.
Si el concepto de tiempo es una categoría
creada por el hombre, ¿podemos decir que existe un solo concepto
de tiempo?, ¿debemos aceptar que todo el tiempo es igual?, o bien,
¿es necesario hablar de varias clases de tiempo? La realidad social
es multiforme, por lo tanto los movimientos que le dan vida, que
producen el cambio no tienen la misma duración ni la misma dirección;
existen tiempos que pertenecen a los hombres, y tiempos que se desarrollan
en las sociedades, en las estructuras. Es decir, "no existe un tiempo
social de una sola y simple colada, sino un tiempo social susceptible
de mil velocidades, de mil lentitudes" (Braudel, 1989, p. 29).
En este sentido, debemos hablar de
varios tiempos: el que tiene que ver con el acontecimiento explosivo,
de corta duración. Este tiempo existe para todos los aspectos de
la vida: económico, político, cultural, social, religioso y geográfico.
Sin embargo, esta duración es engañosa. No permite comprender y
explicar la totalidad de los procesos sociales, sobre todo aquellos
que tienen que ver con cambios muy lentos, como la cultura; o muy
amplios como las curvas de precios y salarios y la explosión demográfica.
Para estos acontecimientos de larga duración echamos mano de un
periodo mayor. Una temporalidad que nos permite entender procesos
que generan cambios imperceptibles en el tiempo corto, pero que
en un espacio temporal mayor se significan como procesos claros
que ayudan a comprender la realidad de las estructuras sociales.
Por supuesto es pertinente hablar no
únicamente de tiempo largo y tiempo corto, sino de tiempo rápido
y tiempo lento. En términos absolutos, cuando hablamos de velocidad
no nos referimos a la de los intervalos, sino a la de los movimientos
que los transitan6 . Así, la atemporalidad
de la sociedad red puede ser un tiempo rápido dentro de un tiempo
largo. Dentro de los acontecimientos de larga y corta duración podemos
identificar tres tipos de tiempo: el histórico, el biográfico y
el cotidiano. Con el primero nos referimos a la conciencia histórica
y comprende el saber que la propia existencia se configura a partir
del pasado. La conciencia histórica entiende la historia como un
continuo. Sin duda, un continuo no-lineal. El segundo, tiene que
ver con nuestra propia identidad y consiste en el modo y manera
como armonizamos el recuerdo de lo que fuimos, la conciencia de
lo que somos y la expectativa de lo que seremos o queremos ser.
Por último, el tercero abarca los diversos segmentos en que distribuimos
a lo largo del día nuestras acciones7.
No obstante que el concepto de tiempo es una categoría creada por
el hombre, la idea está referida a las etapas de duración y no a
la duración misma del tiempo. Es decir, el hombre no crea el tiempo,
establece métodos para medirlo y periodizarlo, y en este sentido
utilizarlo como una herramienta teórica para explicar los procesos
históricos.
La atemporalidad del tiempo y la
respuesta de la historia
¿Cuáles son algunas de las características de la sociedad red para
la que Manuel Castells establece la atemporalidad del tiempo? Es
una sociedad en la que se genera una amplia destrucción de las organizaciones
y los movimientos sociales; en ella se agudiza la deslegitimización
y se hace más evidente la crisis de las instituciones políticas;
las expresiones culturales suelen ser efímeras. Las transacciones
de capital se realizan en fracciones de segundo; dominan las empresas
de tiempo flexible; se desdibuja el ciclo vital; se impone la cultura
del tiempo virtual que mezcla los tiempos de forma sistemática8.
La tecnología de la información penetra en casi todos los ámbitos
de la actividad humana; la productividad y el poder estriban en
la tecnología para generar conocimiento y procesar información.
Por ello, la capacidad o la incapacidad que tienen las sociedades
para dominar la tecnología define su destino. Con todo esto surge,
según Castells:
una nueva estructura social asociada
con un nuevo modelo de desarrollo, el informacionalismo, definido
históricamente por la reestructuración del modelo capitalista
hacia finales del siglo XX (Castells, 1999, p. 40).
Aunque el modelo capitalista se encuentra
en un proceso de cambio vertiginoso, no deja de ser una estructura
con relaciones sociales suficientemente fijas que ha dominado un
periodo de larga duración. Aunque no podemos negar, por otro lado,
que el oficio de historiar en los últimos cien años ha centrado
su quehacer en los grandes acontecimientos, en el tiempo corto.
Situación que no se contrapone al aspecto estructural del capitalismo.
Como estructura, el capitalismo es una realidad que el tiempo tarda
en desgastar y en transformar. Consecuentemente atraviesa inmensos
espacios de tiempo sin alterarse; aunque parezca, a finales del
siglo XX, que la velocidad de los cambios rebasa la cohesión de
su estructura, en el camino se restablece y los cambios en ocasiones
suceden lentamente: democracia, derechos humanos, respeto a las
minorías (que son mayorías), igualdad de oportunidades, distribución
equitativa de la riqueza.
El concepto de "tiempo atemporal" que
acuña Manuel Castells, no es otra cosa que una lente para observar
y entender los cambios que se presentan en la sociedad red en diversos
tiempos, espacios y ritmos. Es pues, una nueva categoría de temporalidad
que domina la realidad social en la era de la información, a través
de la inclusión y la exclusión selectivas de funciones y gente en
marcos temporales y espaciales diferentes9.
En este sentido, la sociedad red, dice Castells, "se caracteriza
por la ruptura de la ritmicidad, tanto biológica como social, asociada
con la noción de un ciclo vital"(Castells, 1999, p. 480); consecuentemente,
la mayoría de la gente y de los espacios viven en una temporalidad
diferente socialmente determinada.
Esta temporalidad se presenta en el
paradigma informacional y en la sociedad red cuando sus características
provocan una perturbación sistémica en el orden secuencial de los
fenómenos realizados en ese contexto. La eliminación de la secuenciación
crea un tiempo indiferenciado, que es equivalente a la eternidad10.
La atemporalidad pertenece al espacio de los flujos, en contraposición
al tiempo social que caracteriza a los lugares de todo el mundo.
No obstante que en nuestra sociedad el espacio determina al tiempo,
con el tiempo atemporal se invierte esta tendencia histórica: ahora
los flujos inducen el tiempo atemporal y los lugares se circunscriben
al tiempo11. ¿Por qué surge
el tiempo atemporal en la sociedad de la información? En la sociedad
red de finales del siglo XX aparece un paradigma tecnológico que
se vincula con el desarrollo de las comunicaciones, transformándolas
en poderosos instrumentos para la obtención y el control del poder.
Transitamos de las maneras tradicionales de comunicación en un mismo
lugar y en un mismo tiempo, para ofrecer multiplicidad de planos
espaciales y temporales donde el tiempo de la naturaleza y de la
sociedad que parecían ser específicos de un contexto determinado,
el tiempo local, se transforman en un nuevo régimen del tiempo.
No obstante, todavía las sociedades contemporáneas continúan bajo
el dominio del tiempo del reloj, que se significa como el elemento
crucial para la construcción del capitalismo industrial.
Aún así, el tiempo lineal, irreversible,
medible y predecible se está haciendo pedazos en la sociedad red,
en un movimiento de significado histórico extraordinario. Pero
no sólo estamos siendo testigos de una relativización del tiempo
según contextos sociales o, de forma alternativa, del regreso
al carácter reversible del tiempo, como si la realidad pudiera
captarse del todo en movimientos cíclicos. La transformación es
más profunda: es la mezcla de tiempos para crear un universo eterno,
no autoexpansivo, sino autosostenido, no cíclico sino aleatorio,
no recurrente sino incurrente: el tiempo atemporal, utilizando
la tecnología para escapar de los contextos de su existencia y
apropiarse selectivamente de cualquier valor que cada contexto
pueda ofrecer al presente eterno. (p. 467)
Existen dos contextos en los que podemos,
según Manuel Castells, observar el desarrollo de la atemporalidad
en nuestra sociedad red. El primero son los medios de comunicación
y el segundo, los mercados financieros. Abordemos primero los medios
de comunicación.
¿Cómo se genera la atemporalidad en
los medios de comunicación? Aparece como consecuencia de la mezcla
de diferentes tiempos en un mismo canal de comunicación que el consumidor
elige desde su propia realidad, lo que genera que sus tiempos sean
sincrónicos en un horizonte plano, sin principio, sin fin, sin secuencia.
Otro elemento que genera la atemporalidad en nuestra sociedad es
el hipertexto de los multimedia y el universo que aprehendemos a
través del Internet, secuencias temporales que se consumen en diferentes
tiempos y espacios, lo que genera su atemporalidad con respecto
a la sociedad que interactúa con ellos.
En este marco ¿cómo se organiza una
historia para los medios electrónicos? Con base en la disponibilidad
de material visual y en la posibilidad informatizada de seleccionar
segundos de estructuras para que se unan o separen según los discursos
específicos. Un trabajo de "tijera y engrudo". Así, el material
que se presenta en los medios desde reportajes, espectáculos o noticias
se busca que coincida temporalmente aunque se produzca en tiempos
diferentes; por lo tanto el tiempo que se genera es un tiempo asecuencial
dominado por los impulsos del consumidor y de los productores que
con ello rompe la temporalidad de lo que consume. Es una temporalidad
que se encuentra supeditada al consumo y que no se tiene como una
necesidad en nuestra sociedad, de hecho las secuencias temporales
dependen del contexto social de su utilización.
Así pues, es una cultura, al mismo
tiempo, de lo eterno y de lo efímero. De lo eterno, porque llega
de un lado a otro, a todas las secuencias de las expresiones culturales.
De lo efímero, porque cada disposición, cada secuenciación específica,
depende del contexto y objetivo por los que se solicita una construcción
cultural determinada. No estamos en una cultura de la circularidad,
sino en un universo de expresiones culturales de temporalidad
indiferenciada. (pp. 469-497)
Lo anterior, además de producir la atemporalidad,
genera la simultaneidad del tiempo, es decir, la posibilidad de
la inmediatez temporal en acontecimientos sociales que se encuentran
fuera de nuestra realidad, de nuestra temporalidad. Al respecto
Marc Ferro afirma que
el cine y la televisión no sólo desestructuran
la planificación tradicional del conocimiento histórico, sino
que además su influencia pone en tela de juicio el saber tradicional,
con o sin razón. Sobre todo, las películas de cine o televisión
actualizan los problemas históricos en lugar de hacer del análisis
histórico un instrumento para comprender nuestro tiempo. Los medios
de comunicación utilizan los sucesos como modo de entrada en la
historia, lo que ciertamente es urgente y necesario, pero para
ellos se convierte en una especie de regla absoluta. (En De Gortari
y Zermeño, 1996, p. 162)
Cuando esto sucede, los historiadores
se enfrentan a un problema para explicar la realidad. Los medios
de comunicación, al sujetar a los procesos sociales y manejar la
información que ofrecen de ellos, eliminan el tiempo real (no atemporal)
que transcurre entre los acontecimientos y su difusión. Con ello,
el tiempo que pasa entre el hecho y la búsqueda de conocimiento
sobre éste es mínimo y permite pocas posibilidades de entendimiento
de la realidad. Esto afecta nuestro sentido del tiempo, nuestra
temporalidad. Pareciera que los eventos actuales están más próximos
que el pasado, sin embargo, no sabemos si lo que observamos en los
medios de comunicación o en Internet está pasando en el momento
de consumirlo o si las personas que vemos ya murieron o siguen vivas.
De lo que estamos seguros es de la simultaneidad de imágenes del
pasado y del presente que percibimos en diferentes unidades espaciales,
pero no sabemos cuándo sucedieron. De este modo, la red de comunicación
contribuye a la distorsión del sentido del tiempo y, por ende, del
espacio. Consecuentemente,
la dimensión de la división natural
del día y la noche es rebasada por el trabajo o la diversión que
se realiza ante pantallas en todo momento. Se pierde la capacidad
humana de decodificar el tiempo real, que conlleva, además, al
surgimiento de estados psicológicos de inquietud y pérdida de
la identidad individual ante la incapacidad de control de la información
y disminución, si no es que la anulación de la ubicuidad espacio
temporal. (Vera Valdés, 1997, p. 49)
En lo que respecta a los mercados financieros,
por momentos parece que el tiempo atemporal regula por completo
el mundo de los negocios. Uno de los elementos característicos de
la sociedad red es la creación de
nuevos productos financieros que
han aumentado de forma espectacular la masa de capital nominal
frente a los depósitos y activos bancarios, de tal modo que cabe
decir que el tiempo crea dinero, ya que todo mundo apuesta con
el dinero futuro previsto en las proyecciones informáticas. Estas
evoluciones futuras se ven afectadas por su mismo proceso de comercialización,
así que el marco temporal del capital se disuelve constantemente
en su manipulación presente tras habérsele otorgado un valor ficticio
con el fin de monetizarlo. Por lo tanto, el capital no sólo comprime
el tiempo: lo absorbe y vive de él, esto es, genera renta. (Castells,
1999, pp. 469-470)
En los nuevos sistemas financieros
el tiempo se convierte en una fuente de valor dominante para obtener
ganancias. Desde luego, el mercado de capital que ha surgido en
la sociedad red está unificado y funciona de manera global, funciona
en tiempo real. Sin embargo, es la velocidad de las transacciones
la que genera las ganancias o las pérdidas en el "casino global".
Es también la circularidad temporal incesante de compra y venta
la que caracteriza al sistema. Por ello, afirma Manuel Castells,
en el capitalismo el tiempo es monetizado, es a corto plazo12.
En este sentido, en la sociedad red la moneda como instrumento de
cambio ya no se aprecia por su volumen, sino por la rapidez con
que se le desplaza, es una moneda electrónica que no se ve y dista
mucho de lo que otrora fue la circulación de metales preciosos13.
Pareciera que la velocidad de los medios
de comunicación y de los sistemas financieros dirige la atención
de los historiadores hacia el tiempo breve, hacia el acontecimiento.
Sin embrago, no todas las sociedades viven a este ritmo; en todo
caso hablamos de tiempos menos precipitados para algunas colectividades
e instituciones. A cada presente histórico corresponde una temporalidad,
que no una atemporalidad sustentada en la diferencia de ritmos cronológicos,
con lo que pudiéramos suponer, como lo hace Manuel Castells, que
los sueños individuales y las representaciones colectivas se sitúan
en un paisaje atemporal. La atemporalidad que vivimos en los medios
de comunicación y en la economía global ha influido fuertemente
en la cultura, es decir, no se genera y se consume en un mismo espacio.
Por el contrario traspasa las fronteras del contexto donde aparece.
Consecuentemente, en la producción cultural el tiempo se comprime
y en última instancia se niega a una velocidad que sólo han podido
hacer posible las nuevas tecnologías de la comunicación.
Para concluir con la definición de
la atemporalidad que propone Manuel Castells para explicar la sociedad
red, mencionaremos tres puntos que engloban y resumen su propuesta:
1) el espacio de los flujos disuelve el tiempo desordenando la secuencia
de los acontecimientos y haciéndolos simultáneos, con lo que instala
a la sociedad en una eterna efemeridad; 2) el espacio múltiple de
los lugares, diseminado, fragmentado y desconectado, muestra temporalidades
diversas; y 3) la lógica de la atemporalidad no se manifiesta sin
resistencia de la sociedad, es decir, los actores sociales con conciencia
del tiempo tratan de poner bajo control el dominio ahistórico de
la atemporalidad14.
Consideraciones finales
No debemos perder de vista que
el término de "tiempo atemporal", que ofrece Manuel Castells, está
más ligado con la sociología y menos con la historia. Si atendemos
a lo dicho por Fernand Braudel15
en relación al tiempo de los sociólogos y al tiempo de los historiadores;
para los primeros la categoría temporal es menos imperativa, menos
concreta y por momentos no aparece en el centro de sus discusiones
para explicar una realidad histórica, aspectos todos estos, contrarios
al quehacer historiográfico. Los sociólogos aceptan que el tiempo
es una dimensión particular de una realidad específica que pueden
dividir a placer para ampliar o reducir su duración. Los cortes
cronológicos que hace el historiador son menos automáticos, se dan
a partir del análisis de los cambios estructurales y menos atendiendo
únicamente a los acontecimientos explosivos, a la corta duración.
Para la historia el tiempo es la medida del cambio y no solamente
un referente para ubicar una realidad; en consecuencia, los historiadores
buscan conocer la duración precisa de los movimientos sociales,
los puntos de ruptura y continuidad, su integración y la manera
en que se entrecruzan.
Estos elementos sólo se pueden registrar
en relación al tiempo uniforme de los historiadores, medida general
de estos fenómenos, y no en relación al tiempo social multiforme,
particular de cada uno de ellos16.
El estudio de Manuel Castells sobre
la sociedad red por momentos parece que tiene que ver más con una
sociología de lo episódico; donde se estudian los procesos rápidos,
efímeros, que se registran día con día y se establece una estrecha
relación con la historia del mundo que se ha hecho en buena medida
a lo largo del siglo XX. El aspecto inquietante de estos trabajos
es que la historia de lo explosivo de lo inmediato es engañosa y
poco clara si atendemos a las respuestas que ofrece para explicar
los procesos sociales.
La "atemporalidad" del tiempo en la
que según Manuel Castells vive la sociedad red, es una temporalidad
que poco le sirve a la historia como herramienta teórica; ya que
una cosa es que existan para diferentes sociedades diversos presentes
históricos y otra muy distinta es que la historia presente sea particular
a cada sociedad que se estudie. No obstante que Castells apunta
dos aspectos en los cuales la "atemporalidad" del tiempo parece
real, los medios electrónicos de comunicación y los sistemas financieros,
habría que aclarar que no todas las sociedades se encuentran inmersas
en esta atemporalidad, porque hay comunidades que no participan
directamente en el capitalismo informacional, aunque de manera periférica
se ven influidas por él. En todo caso podemos afirmar que la atemporalidad
del tiempo y el tiempo real son dos tiempos culturales radicalmente
distintos; esto significa que estamos tratando con dos procesos
históricos diferentes. Es decir, el tiempo (presente histórico)
de la sociedad red no es el mismo, por ejemplo, que el de las comunidades
indígenas de la huasteca hidalguense o de la selva amazónica, aunque
tanto unos como otros coincidan en la misma historia presente. En
este sentido, para el oficio de historiar, pues, resulta complicado
y poco útil el concepto de "atemporalidad".
Referencias:
ÁVILA,
Ricardo/Carlos Brisci.¿Somos realmente conscientes del tiempo?.
En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara,
1997.
BRAUDEL, Fernand. La historia y las ciencias sociales. México,
Alianza Editorial, 1989. BLOCH, Marc. Apología para la historia
o el oficio de historiador. México, Fondo de Cultura Económica,
1996.
CASTAÑEDA, Carmen. El tiempo de la historia y el problema de
la periodización. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara,
Universidad de Guadalajara, 1997.
CASTELLS, Manuel. La era de la información. Economía, sociedad
y cultura. México, Siglo XXI, 1999.
CORCUERA de MANCERA, Sonia. Voces y silencios en la historia.
Siglos XIX y XX. México, Fondo de Cultura Económica, 1997.
DE GORTARI, Hira/ Guillermo Zermeño. Historiografía francesa.
Corrientes temáticas y metodologías recientes. México, Centro
Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos/Centro De Investigaciones
y Estudios Superiores en Antropología Social/Universidad Nacional
Autónoma de México/Instituto Mora/Universidad Iberoamericana, 1996.
PÁRAMO ORTEGA, Raúl. Notas sobre el tiempo. En Estudios del
hombre, núm. 5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997.
RICOEUR, Paul. Tiempo y narración. Configuración del tiempo en
el relato histórico. México, Siglo XXI, 1995.
VERA VALDÉS, Lakowsky. Acercamiento al tiempo: de la percepción
natural a la cultural. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara,
Universidad de Guadalajara, 1997.
Notas
2 C.f.
Sonia Corcuera de Mancera, Voces y silencios de la historia.
Siglos XIX y XX, México, Fondo de Cultura Económica, 1997, p. 193.
3C.f. Carmen Castañeda, El tiempo de la historia y el
problema de la periodización. En Estudios del hombre, núm. 5,
Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997, p. 87.
4 C.f.
Marc Bloch, Apología para la historia o el oficio de historiador,
México, Fondo de Cultura Económica, 1996, pp. 147-148.
5 Lakowsky
Vera Valdés, Acercamiento al tiempo: de la percepción natural
a la cultural. En Estudios del hombre, núm. 5. Guadalajara,
Universidad de Guadalajara, 1997, p. 33.
6 Paul
Ricoeur, Tiempo y narración. Configuración del tiempo en el relato
histórico, México, Siglo XXI, 1995, pp. 182-183.
7Raúl Páramo Ortega, Notas sobre el tiempo. En Estudios
del hombre, núm. 5, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997,
pp. 197-198.
8 Manuel
Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura,
México, Siglo XXI,1999,p. 499.
9 p.
468
10 p.
499
11 p.
500
12 p.
466
13Lakowsky Vera Valdés, Acercamiento al tiempo: de la
percepción natural a la cultural. En Estudios del hombre, núm.
5. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1997, p. 47.
14 Manuel
Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura,
México, Siglo XXI,1999, p. 502.
15 Fernand
Braudel, La historia y las ciencias sociales, México, Alianza
Editorial, 1989, p. 97.
16 p.
100.
Para la publicación
de escritos en La seducción de la imagen, comunicarse
con Claudia Quintero cquintero@itesm.mx.
Mtro.
Eduardo González Velásquez
Profesor del ITESM,
Campus Guadalajara y del ITESO,
Jal, México |