Razón y Palabra Bienvenidos a Razón y Palabra.
Primera Revista Electrónica especializada en Comunicación
Sobre la Revista Contribuciones Directorio Buzón Motor de búsqueda


Marzo 2003

 

Número del mes
 
Números anteriores
 
Editorial
 
Sitios de Interés
 
Novedades Editoriales
 
Ediciones especiales



Proyecto Internet


Carr. Lago de Guadalupe Km. 3.5,
Atizapán de Zaragoza
Estado de México.

Tels. (52) 58 64 56 13
Fax. (52) 58 64 56 13

La Seducción de la Imagen

Lucía y el Gran Engaño

 

Por Salvador Leetoy
Número 31

Televisa, en su afán mercantil, hace uso nuevamente de fórmulas importadas ante una crisis total de innovación y creatividad, pues las ganancias bien lo valen: Big Brother dejó 70 millones de dólares en su primera etapa (Villamil, J., 3 de marzo de 2002). Durante el primer paso del Big Brother por la televisión mexicana fue claro que el manejo de las situaciones que se desencadenaban en la Casa del Gran Hermano eran prefabricadas y que los guionistas dejaban de lado la discusión de temas críticos, tal como lo son argumentos sobre política y economía, para centrarse en temas vacuos y triviales que poco o nada de impacto tendrían en la agenda nacional.

Lucía es una adolescente vivaracha de 17 años. Está pendiente de los estrenos en las carteleras de los cines "comerciales", es decir, de aquellos dedicados casi exclusivamente a producciones hollywoodenses. También le gusta vestir con ropa de "marca" de la que sus amigos constantemente hablan y presumen: DKNY, Zara, Mango o cualquier prenda que se pueda conseguir en Bebe, aunque para ser sinceros, no existe el mínimo cargo de conciencia si consiguen algo pirata que dé el "gatazo" (en lugar de un "Bebe" un "Nene"), ya que el dinero es escaso y restringido por unos demodé padres que poco o nada saben -según sus adolescentes hijos- de haute couture.

En cuestión de música, Lucía está convencida de que la "onda" para bailar es la electrónica y qué mejor si se escucha en un "rave", aunque el "antro" de moda puede ser también un buen lugar, siempre y cuando conozcan al "gorila" de la entrada, al cual se llega a definir como un "naco" con poder, definición que nada tiene que ver con el naco desde la perspectiva de Bonfil Batalla. Para beber no hay nada mejor que los herederos de aquellos muy famosos smart drinks de los albores de los noventa: el muy comercializado Red Bull con vodka, ron o ginebra.

A Lucía no le gusta leer los periódicos; estos provocan la infelicidad. Cuando se le aconseja que lo debe de hacer para conocer mejor su realidad contesta: "¿Y yo porqué?". Pero la televisión, la muy estudiada y controversial televisión, esta es punto y aparte. El copycat de Seinfield, Adal Ramones, es una delicia para Lucía, aunque ha llegado a reconocer que prefiere ver a "Furcio", copia también del programa Bloopers de la televisión estadounidense. Pero quien se llevó la atención completa de nuestra "chica in" sujeto de estudio fue el programa también importado por Televisa, que la compañía holandesa Endemol capitanea: Big Brother, el que en México no experimentó la traducción de su nombre. No existió intento alguno por castellanizar su denominación de origen; el título que al "Gran Hermano" sí se le concedió en España. Lucía lo siguió, como puberta en celo, de principio a fin.

Lucía fue también una de las tantas personas que previa emisión del primer Big Brother recibió un volante. Se podía leer a la vieja usanza de la publicidad anti-tabaco, algo así como: "Ver Big Broher es nocivo para la salud de los mexicanos". Respecto al tabaco, se descubrió que es causa de cáncer y enfisema pulmonar, y que fumar durante el embarazo aumenta el riesgo de parto prematuro y de bajo peso en el recién nacido. El panfleto que llegó a las manos de Lucía no explicaba con argumentos sólidos el porqué el exponerse a la emisión resultaba dañino y podía causar un cáncer en las personas. No dejaba claro qué se definía como nocivo para los valores y la moralidad mexicana. A Lucía poco le preocupó esta información y decidió "fumarse" el programa. Su interés se centró sobretodo en los resúmenes semanales; aunque durante la primera emisión había ocasiones en que le aburría hasta el hastío.

Hoy en día, Lucía reconoce el formato como reality show, estructura que se define por no tener más libreto que la improvisación. Lo que ella desconoce es que éste no es otra cosa que un mero programa de concurso donde, al igual que sus paralelos en Alemania y España, por mencionar algunos casos, existe un guión bien estructurado (Bañuelos, 4 de marzo de 2002). Las personalidades de los participantes se ven manipuladas y formalizadas para hacer un drama telenovelesco: actores baratos, muchos patrocinadores y pocos gastos de producción, haciendo un negocio redondo. Incluso, Lucía desconoce que a los participantes se les hace firmar un contrato a perpetuidad para el uso exclusivo de su imagen (Bañuelos, 28 de diciembre de 2002) a cambio de ofrecerles una efímera fama: hay que estar a tono con el totalitarismo del Gran Hermano "orwelliano". Todo sea por el bendito rating.

Ahora el Big Brother 2 se estrena en marzo de 2003. La publicidad en Televisa, a través de todos sus tentáculos mediáticos -que van desde prensa, radio, TV e Internet- es extensa y habla de una participación de poco más de trescientas mil personas que están en busca de ser elegidos en un supuesto casting azaroso y exhaustivo. Esta poderosa televisora busca repetir aquellos impresionantes ratings en los momentos cumbre de la primera emisión, que no fueron todos ni muchos, y desea olvidar el paso sin gloria que dio su reality show musical "Operación Triunfo" con la humillante derrota sufrida ante su similar "La Academia" que su competidora TV Azteca transmitió con tal éxito que aseguró la difusión inmediata de una segunda parte.

Televisa, en su afán mercantil, hace uso nuevamente de fórmulas importadas ante una crisis total de innovación y creatividad, pues las ganancias bien lo valen: Big Brother dejó 70 millones de dólares en su primera etapa (Villamil, J., 3 de marzo de 2002). Durante el primer paso del Big Brother por la televisión mexicana fue claro que el manejo de las situaciones que se desencadenaban en la Casa del Gran Hermano eran prefabricadas y que los guionistas dejaban de lado la discusión de temas críticos, tal como lo son argumentos sobre política y economía, para centrarse en temas vacuos y triviales que poco o nada de impacto tendrían en la agenda nacional. Las conversaciones iban desde la atracción que sentían algunos de ellos hacia otros participantes, problemas personales, sentimentalismos y enamoramientos pasados, deportes que practicaban, reflexiones existencialistas superficiales, la riqueza o la pobreza en la que vivían, su futuro artístico, etc. Pero nunca se tocó ningún tema que promoviera una visión más plural, crítica o analítica en torno al establishment. Más allá de que si los concursantes hubieran tenido o no la capacidad intelectual de abordar temas coyunturales, lo que se observó fue que los participantes tocaron tópicos que se ajustaban a un mínimo común denominador intelectual, es decir, tópico inocuos y vacuos que -por medio de un lenguaje popular y semánticamente pobre- serían fácilmente entendidos por la mayor población posible. Las personalidades moldeadas de los habitantes de la casa del Big Brother tácitamente aparecían: desde el niño rico y desenfadado, hasta la mujer promiscua y provocativa, y el gay en el closet, pasando por la otra niña rica y mimada, el flojo y mediocre crónico, así como los cizañosos y vengativos...toda una gama nutrida de personalidades para este género de ficción.

Así como Lucía, miles de jóvenes están a la expectativa nuevamente dado a lo sugerente de la publicidad que Televisa utiliza, donde establece que habrá más cámaras y las reglas serán otras (las cuales no han llegado a abordar), jugando con el morbo que ello pueda causar. Sin embargo, el problema no reside en ver ese tipo de programación, ya que estaríamos cayendo en lo mismo que hace el conservadurismo rancio: criticar la pluralidad y la libertad de elección. El problema reside en estar pendientes de que existan las mediaciones necesarias que permitan filtrar la información, es decir, conformar un fuerte compromiso de una sociedad que no debe estar ajena a estos procesos de recepción, una sociedad que debe rechazar los panópticos foucaultianos que todo lo observan y vigilan, una sociedad comprometida con la educación para la recepción que es tan necesaria en su seno. Una sociedad exigente con los contenidos mediáticos que exija pluralidad de temas, no sólo donde prevalezcan los de entretenimiento. Pero ahí el problema no parte sólo de los medios, ello parte de una sociedad que debe dejar de lado un comportamiento exclusivamente posmoderno donde la imagen predomine sobre el texto incrementando con ello el número de rumiantes cognitivos que sólo se alimentan informativamente de lo digerido previamente. Una visión más plural es importante.

Tampoco es cuestión de pensar que prevalecerá la imagen fatalista que George Orwell magistralmente alerta en su trilogía conformada por "La Rebelión en la Granja", "Homenaje a Cataluña" y "1984": la conformación de un ser manipulable, superficial y sumiso que se mantiene adoctrinado por el dogma absolutista del Gran Hermano, cuya filosofía la engloba Orwell en los tres principios del Ministerio de la Verdad: La guerra es la paz, la libertad es la esclavitud, la ignorancia es la fuerza. Propaganda al puro estilo de las nomenklaturas estalinistas. Franco lo sabía muy bien, los Bush la manejan como maestros, y a Escrivá de Balaguer le valió la santidad. La despolitización social puede ser un factor que aparezca, aunque de acuerdo con Fiske (1987, p. 309), es demasiado arriesgado pensar que la sociedad está compuesta sólo por idiotas culturales, ya que la carga ideológica o la no atención a hechos de coyuntura, cualquiera que sea, puede ser amortiguada por una recepción más responsable y crítica. Hay que recordar que la base fundamental del pensamiento escéptico, aquel que le da sentido a la ciencia, es dudar siempre, dudar de todo antes de no tener una evidencia lógica y racional, una duda que no rechaza ni acepta hasta que se presente la evidencia. Desgraciadamente para el establishment ello resulta peligroso pues no hay nada más incómodo para los grupos dominantes que alguien que cuestiona el status quo. En términos del poder, es mejor despolitizar con el Gran Hermano que cuestionar las acciones de gobierno. La lucha constante entre los llamados círculos rojos y círculos verdes, que como ya se comentó anteriormente, no son temáticas que se abordan en la emisión del Big Brother.

Académicos, estudiantes, padres de familia, políticos, periodistas, empresarios, etc., todos tienen ese compromiso. Una sociedad despolitizada y acrítica, es una sociedad sin criterio. Las industrias culturales crean productos como el Big Brother o cualquier tipo de programas de entretenimiento con la finalidad de ganar dinero. Eso no es reprobable ni reprochable, pues es su negocio y modus vivendi. Es más, la creación de tendencias, modas o comportamientos tampoco es un hecho reprobable. El problema aquí viene precisamente de aquella parte de la sociedad que sólo se expone a estos mensajes sin analizar la riqueza informativa a la que puede acceder a través de lo que llamo criterio multimedia: la evaluación de todo tipo de medios para crear un criterio más amplio, plural y diverso de un mismo fenómeno. Esto es, estamos inmersos en la sociedad de la información. La información fluye por doquier. El Internet ha permitido que estemos atentos a diversos enfoques alrededor del mundo, pero el hecho de que exista la información no garantiza su análisis, ya que este viene a partir de la observación de todos los elementos que conforman un fenómeno para tener una percepción más amplia y cercana de la realidad. El Big Brother será inocuo en los términos que se deseé lo sea, ello dependerá de las distintas mediaciones y la pluralidad informativa a la que se esté sujetos. En este sentido Lucía tiene la batuta y la opción, pero para que ello suceda, también deben existir contenidos que la orienten y estimulen su pensamiento crítico, ya que, por lo menos en esta primera emisión, Televisa optó por dorar la píldora y curarse en salud, evitando el cuestionamiento y promoviendo el dogma...el síndrome de Homero y Lisa Simpson les resultó redituable: sé estúpido, mediocre y pasivo, y el sistema te recompensará con una vida más o menos tranquila y sin sobresaltos. De lo contrario, si cuestionas, reflexionas y criticas, serás expulsado y marcado como freak intelectual que a todos incomoda y que es mejor aplastar.


Referencias:

Bañuelos, J. (28 de diciembre de 2002). Big Brother 2: Esclavos a perpetuidad. Revista Proceso, 1365. Disponible en: <http://www.proceso.com.mx>
Bañuelos, J. (4 de marzo de 2002). El gran engaño. Revista Proceso, 1322. Disponible en: <http://www.proceso.com.mx>
Fiske, J. (1987) Television Culture. Methuen: New York.
Villamil, J. (3 de marzo de 2002). Del Big Brother a la Rebelión en la Granja. La Jornada. Disponible en: <http://www.jornada.unam.mx>

Para la publicación de escritos en La seducción de la imagen, comunicarse con Claudia Quintero cquintero@itesm.mx.


Mtro. Salvador Leetoy
Profesor del Departamento de Comunicación y Humanidades del ITESM, Campus Guadalajara, Jal., México

Presentación

Columnas anteriores