Por Fernando Mendoza
Número 34
En los resultados
electorales del pasado 6 de julio en México los medios de
difusión pública destacaron la aparente victoria del
PRI, la derrota del Presidente Vicente Fox y el alto nivel de abstencionismo,
hasta ahora poco explicado, más allá de la afirmación
repetida sobre el supuesto desencanto de los votante.
Podríamos sin embargo explorar
o señalar algunas vertientes que pueden aluzar algunos caminos
sobre los medios de difusión y la política; la información
que proporcionan y las explicaciones que provén. Despleguemos
algunos elementos para esta exploración. De tiempo atrás,
al menos en los tres años recientes, los medios de difusión
han hecho poco por ilustrar qué hacen o deben hacer los legisladores.
En cambio han observado con enorme insistencia las irregularidades,
aparentes o irreales en que incurren. Los escándalos públicos
que protagonizan; las pugnas entre ellos en el Congreso (Es paradigmática
la manera como la organización TVAzteca trae de encargo al
senador Diego Fernández de Cevallos a través de su
revista Vértigo y de los aparatosos promocionales que difunde
sobre los artículos y portadas de su revista, que por supuesto
tienen mayor presencia que la revista misma).
En realidad la población
poco sabe del trabajo del diputado, cuya tarea principal es legislar;
pero mucho conoce de su descrédito. Desprestigio extensivo
a la actividad política.
A lo largo de la contienda electoral
ocurrió algo notable. Los encuestólogos ocuparon,
coparon cabría decirse el espacio del análisis político.
Acompañaron y en muchos casos lo suplieron. Modernos pitonisos,
hicieron del pronóstico el centro del desmenuzamiento de
los hechos, haciendo girar éstos en torno a aquéllos.
La encuesta y los encuestadores pasaron de describir la realidad
y ser instrumento para la toma de decisiones, a suplantar la decisión
misma y a desplazar el análisis.
Algo similar ocurrió con
la mercadotecnia política. También dejó de
ser instrumento y devino el todo de la comunicación política.
La poca apelación de las campañas felizmente cerró
el corto ciclo que había encumbrado a la mercadotecnia política;
la coloca en sus límites y posibilidades y permite revisar
con menos euforia su aportación en el 2000, para abrir cauce
a una explicación compleja sobre el triunfo de Vicente Fox
. Explicación que reintroduciría los procesos de cambio
sociopolítico y el agotamiento económico del modelo
de desarrollo como condiciones para la derrota del PRI.
Los medios, aunque se referían
a la política, parecían estar al margen de ella. En
las semanas previas a las elecciones las dos principales cadenas
de televisión, Televisa y TVAzteca, parecieron actuar al
margen del proceso electoral y dedicaron gran parte del tiempo de
sus noticieros nocturnos a reportajes especiales sobre temas atemporales.
Joaquín López-Dóriga, por ejemplo, se regocija,
semana a semana, con las mangas del chaleco, sección chusca.
Como chuscos son los peluches de TVAzteca, recurso para manipular
la realidad y en especial a los actores políticos. De ahí
la calidad de la información que se difunde.
El acotamiento de la mercadotecnia
política también pone en su lugar a los imagólogos.
No se trata de descalificarlos. Toda estrategia política
necesita información; pertinente, bien producida y validada;
requiere trabajo de construcción de imagen en torno a estereotipos,
y ideales y aspiraciones con los cuales podrá identificarse
el votante. Las batallas electorales las siguen ganando las promesas
que hacen concurrir. Pero éstos son sólo algunos de
los múltiples aspectos del quehacer político. Porque
la realidad sigue presente y requiere otras aproximaciones. Los
políticos tienden a acudir a la población en cada
ciclo electoral, pasado el cual pueden, más o menos, subsistir
sin ella.
Los análisis persisten en
concebir el culto a la imagen como una actualización del
mito de Narciso. La referencia es tan elocuente como imprecisa.
No es un mito el que mejor permite entender el enamoramiento con
la autoimagen, es un cuento de hadas. Blancanieves. A Narciso no
le importa el mundo. Él es el mundo. A la madrastra de Blacanieves
le importa el mundo; saber que es la más hermosa; la más
popular, diría Paco Ortiz. La madrastra vive embelesada por
el mensaje de popularidad que le trae la encuesta. La realidad le
aparece como advertencia, hay otra más hermosa. La amenaza
desencadena la acción subsecuente.
Los políticos gastan mucho
en productos de belleza, encuestas, fotos, inserciones en prensa,
relaciones con los medios y demás. Gastan lo que no es suyo.
Como se dice ahora, hay un vacío legal que permite el gasto
superfluo en cuestiones de embellecimiento. Por supuesto, no todo
gasto en imagen ni todo gasto de comunicación social es superfluo
( de esto daremos otras versiones). Pero, regresando al punto, el
político corre el riesgo de ver no ver la realidad y no hacerse
cargo de ella, situación que puede destruirle. Nuestra modernas
madrastras siempre tienen la opción de actuar sobre la realidad
para ganar popularidad, aunque con algunas decisiones temporalmente
la pierdan. Siempre y cuando no dejen todo en manos de la encuesta.
Mucho se puede hacer mientras llega Cenicienta.
Fernando
Mendoza Vázquez |