Por Fernando Mendoza
Número 34

Con el lenguaje, con las palabras que usamos y como las usamos, interactuamos con los demás, con el mundo. Con el lenguaje nos referimos al mundo y a los otros; y con él también modificamos al mundo y a los otros. El lenguaje es lo social. El sentido que damos a las palabras afecta nuestra relación con otros.

Se aproxima el Tercer Informe de Gobierno del Presidente Vicente Fox - el 1 de septiembre - y los artículos y notas que hablan sobre él coinciden, más allá de las versiones que anticipan su contenido, en el descrédito, en el escepticismo. Dar un informe es un acto eminentemente comunicativo de creación o recreación de un mundo con los oyentes; de compromiso con ese mundo expresado en palabras. El informe, aún con la dureza de las cifras, es un relato de lo pasado y de lo porvenir. Los informes presidenciales pretenden ser discursos convocantes, incluyentes. Pero, el Presidente Fox ha perdido credibilidad. Su palabra ya no vale. Se agotó la posibilidad de dar dichos por hechos; siendo la especulación lingüística tan ilimitada, el Presidente ya no puede especular.

Con el lenguaje nos referimos al mundo y actuamos sobre él. La pragmática, rama de la lingüística explica lo qué hace el lenguaje1. Con el lenguaje decimos, pero también actuamos. Hay acciones que se realizan al hablar: prometer, jurar, afirmar, alentar, inaugurar, perdonar, felicitar. La mayoría de estos actos del habla requieren "condiciones de felicidad". Es cierto que para declarar inaugurada una obra hay que pronunciar "declaro inaugurado", pero también es cierto que no vale la expresión de cualquiera. Por mucho que quisieramos adelantarnos al designado, para inaugurar por nuestra cuenta una obra, nuestra expresión no vale, si no somos la persona autorizada para ello. Por lo común, coinciden otras circunstancias, para posibilitar el acto lingüístico inaugural.

Con el lenguaje construimos acuerdos, amistades. Amamos y producimos con el otro ese tercero que es nosotros. Alguien, como el Presidente Fox, cumple satisfactoriamente las condiciones de felicidad para inaugurar; o, en su caso, para prometer. Una felicitación del Presidente, puede, para la mayoría valer mucho. Pero la palabra que promete es una moneda que se va desgastando a medida que el simple acto de hablar no se acompaña de otros actos que modifiquen el mundo en el sentido que esperan quienes han recibido las promesas.

El desgaste del lenguaje, es desgaste de quien lo usa. Sucede que hablar implica competencias lingüísticas y una de ellas es hacernos cargo de lo que está implicado en el lenguaje. En este sentido todos, no sólo el Presidente, podemos desarrollar nuestra competencia lingüística. Saber comunicarnos, interactuar con el lenguaje, significa hacer con él compromisos con otros y percatarnos que los estamos haciendo. Compromisos que cambian el mundo para quien recibe la acción del lenguaje.

El Presidente inició su periodo con una gran apuesta a la comunicación directa. Fiel creyente del "go public", creyó necesario ir por todas y no perder oportunidad de hablar. Sin dosificación, sin táctica. Un presidente que creyó tanto en la comunicación ha cambiado tres veces de vocero y confiado desmesuradamente en el recurso publicitario. Recurso imperativo, por excelencia, más que dialogante. Forma comunicativa para pedir que lo veamos y hablemos bien de él. No que le pidamos o exijamos que haga cosas. La presencia totalitaria de la fórmula "México pregunta. Fox responde", previa a las elecciones del pasado 6 de julio avanzó en el deterioro de la palabra presidencial porque se terminó de perder la dimensión referencial del lenguaje.

Para que la palabra del Presidente vuelva a valer, debe realizar también actos no lingüísticos. Actuar. El informe se presenta como una oportunidad para que el Presidente Vicente Fox recupere el valor de la palabra y recomponga la figura. ¿Será?

¿Y Simbad? Muy simple, dice la regla que antes de "b", va "m", no "n". ¿No se dieron cuenta en Gobernación?

Notas:

1 Austin, John L. Palabras y acciones. Paidós. 1971.