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Febrero 2004

 

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Versiones y Diversiones

La fijación x-gate (¿no que no tronabas, pistolita?)

 

Por Fernando Mendoza
Número 37

En este sexenio primero fue el Pemexgate, luego el Amigosgate. En ambos caso no hubo ruinas: el PRI, sin embargo, persevera; Amigos de Fox fue exonerado. En ningún caso ocurrió el final vaticinado por el neologismo que intentó predecir su sino trágico. En octubre pasado, tras los disturbios en la conmemoración del 2 de octubre y el sonado caso del Paraje San Juan, los medios de difusión masiva pretendieron encontrar, ahora sí, el ...gate, propio de Andrés Manuel López Obrador. La búsqueda continuó tras verificar que salió indemne.

La oportunidad apareció favorable en la segunda quincena de enero, cuando la prensa develó que el chofer del Jefe de Gobierno del Distrito Federal ganaba casi igual que un subsecretario de gobierno. El Nicogate había llegado. ¿ Por qué esa proclividad de los medios por encontrar el asunto, momento o coyuntura que marque el fin de la carrera política de un personaje – tal fue el paradigmático watergate para Richard Nixon? ¿Por qué la falta de análisis e información seria que analice el caso y lo ponga en perspectiva?

Los medios hicieron algo más que informar la mancha en el impoluto historial de López Obrador, lo crucificaron, unánimamente. Do the media seek truth or Power?, pregunta la edición electrónica de Open Democracy (OP) del 5 de febrero <http:// www.openDemocracy.net>. La pregunta apunta hacia una trascendente reflexión sobre el papel de los medios de difusión masiva.

En muchos analistas del quiebre del 2000 es común encontrar la afirmación sobre el papel de los medios en el avance democrático del país. ¿Pero contribuyen al desarrollo de una cultura democrática? No, en especial en sus búsquedas de x-gates, que insisten en hacer del medio – reportero o empresa – el protagonista de la historia, haciendo a un lado el interés público. Hablando de la prensa inglesa, John Lloyd (Media power: telling truths to ourselves, en el citado número de OP) afirma que los medios han abandonado la información “obsesionados con ganar poder”. La persecución de x-gates convierte la actividad de los medios en una variante de “periodismo guiado por láser” que, seguimos con Lloyd, “va directo a lo que concibe como el corazón de la oscuridad y permanece ahí, demandando una explicación de la oscuridad en sus propios términos”. Al hacerlo, dotan de absoluta importancia al hecho o personalidad “oscuros” iluminados por su láser.

A veces parece que los medios se deleitan como perros de ataque. Lloyd recuerda que Larry Sabato, describe tres etapas en el periodismo estadounidense antes y después de Watergate: pasó de perro faldero (1941-66) a vigilante (1966-84) y luego a perro de ataque (de 1984 en adelante). Es decir, hay un periodismo obediente, el del boletín; otro, que comprende y describe el poder cuestionándolo y uno más movido por destruir el poder y reemplazarlo, golpeándolo o desligitimándolo. Recuérdese, tras la violenta muerte de Paco Stanley, los regaños y llamados a hacer justicia por mano propia de Ricardo Salinas, con la complacencia de Ernesto Zedillo, incapaz de hacer cumplir la ley que rige a los concesionarios de medios electrónicos, un servicio de interés público.

Incapaces, sin embargo, de seguir historias – a menudo importa más el golpe dado – los medios reemplazan rápidamente a las personalidades señaladas con su láser, por otras, para desgracia del previamente iluminado, que ve desvanecer su protagonismo.

El Nicogate, asumido así por el propio Andrés Manuel López Obrador, siguió un derrotero extraño. Resultó atractiva la perseverancia del Jefe de Gobierno por mantener casi dos semanas el tema en sus conferencias matutinas, pese a que los medios hacia días se habían olvidado de ellas. Habían llegado a ellos nuevas oscuridades, las travesuras dispendiosas de Carlos Flores, el embajador dormimundo y luego el asunto sobre el tráfico de influencias de Vamos México, la omnipresente fundación de Marta Sahagún.

Las similitudes entre Sahagún y López Obrador bien merecen otra mirada. Que así sea.


Fernando Mendoza Vázquez

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