Número 11, Año 3, Julio-Septiembre 1998


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Pearl Jam vuelve, vuelve

Por: Walter Islas Barajas
 

Las nubes se abren, poco a poco, y Apolo asoma tímidamente. Es una mañana moribunda de julio del año que corre, y para empezar el día con huevos colocar en el tocadiscos láser un disco plagado de valles y montañas sonoras, no creo que caiga mal.

Los artífices del disco compacto a comentar en este espacio provienen de tierras más bien gélidas de una ciudad que, según algunas estadísticas en los Estados Unidos registra uno de los índices más altos de suicidios en toda aquella nación. Para más señas y con el riesgo de sonar a lugar común, este quinteto salió del terruño natal del recordado Jimi Hendrix.

Así es. Seattle ve nacer musicalmente a Pearl Jam, quinteto que irrumpió cual martillo de Thor (bueno, no tanto) en la ventana del rock hacia los albores de los años 90. Como se sabe el gusto se rompe en géneros, mas para la llamada prensa especializada y para los mejores "críticos" -el público que compra sus discos, y escucha sus temas- el álbum Ten, producido hace varios años, había sido la obra que nos elevó por su calidad y propuesta en cuanto aspectos vocales, letras enfocadas al retrato social, y un refrescante uso de las guitarras eléctricas.

Difícil. Es difícil dado un antecedente como el Ten superar lo conseguido en el ámbito musical de manera integral. Luego, vino el compacto Vs, luego el Vitalogy, acto seguido el No Code. Probablemente haya omitido algún fonograma pero el caso es que, pese a mantener de modo irregular un ritmo creativo, sin caer al abismo de la complacencia, me parece que no encontraban un racimo de canciones que reflejaran su madurez como rockeros. Y, tal vez, la producción titulada Yield (Epic/Sony Music,1998) sea el caramelo ácido que diversos públicos, neófitos o fanáticos consumados, deseaban llevarse a la boca del oído.

Me explico: La voz de Ed Vedder (que no Eddie, según apunta el librito inserto en el disco) se anima a aparecer saturada en algunas piezas, que sin mayores pretensiones bien pueden arrastrarnos a agitar la cabeza y hacer que nos dejemos llevar por el beat agresivo y energético, como en "Do the evolution", "Brain of J.", "Pilate" o la radiodifundida "Given to fly", que luce como uno de los mejores trabajos incluidos en esta entrega. Los cambios de tempo, los embates de la guitarra son muy bienvenidos, y la letra, si se escucha con cierta atención, parecería una nota que evoca a alguien que "quiso compartir... la llave de los candados en las cadenas que vio... en todas  partes... primero fue desnudado... luego acuchillado... por hombres sin rostro, bueno... él sigue de pie... y sigue dando su amor, él se sigue dando y el amor que recibe es el amor que está a salvo... y a veces se mira una mancha extraña en el cielo... un ser humano al que le fue dado volar." ¿Suena familiar la historia?

Otra pieza apetecible para quien sabe de lo que es capaz Pearl Jam es "No way‰, cargada de un ritmo ligeramente 'hipnótico', presta al son de "encuentro mi mente bastante clara, sólo quiero a alguien que esté ahí para... no trato de hacer la diferencia, no trato de hacer la diferencia, de ninguna manera... llamemos a un ángel...". E incluso, el tema "Wishlist", suerte de arrullo sencillo, melódico, casi canción para antes de dormir y musitarla a los tiernos oídos de la amada. Suena cursi y arrebatado, pero el amor provoca todo eso, no me dirán que no.

Dos cortes sellan esta obra de "madurez" de Pearl Jam: "Push me, pull me", satisfactorio experimento musical con dejos de desesperación, angustia y una extraña alfombra sonora, ajena a patrones más reconocibles por los escuchas, acostumbrados como estamos a los golpes de batería a 4 tiempos, y "All those yesterdays", botón de muestra para la habilidad en las texturas simples de los hiladores Stone Gossard (guitarra Les Paul, comúnmente), Mike Mcready (guitarra Fender), y Jeff Ament (bajo quién-sabe-de-qué-marca), cuyo centro -cual chocolate al licor- emana un epílogo instrumental digno de un festín griego, con la pieza en un sabroso in crescendo, y la guitarra a todo lo que da.
 


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