Número 14, Año 4, Mayo - Julio 1999


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NUEVAS TECNOLOGÍAS Y POLÍTICA

Por:Emilia Bermúdez
Universidad de Zulia

 

INTRODUCCION

No existen dudas que las nuevas tecnologías han provocado a lo largo de este siglo una alteración en todos las ordenes de la vida Societal. Ha impactado todas las formas de organización y relaciones humanas y las estructuras simbólicas que las han soportado.

El desarrollo de las fuerzas productivas que ha implicado el hecho tecnológico y la rapidez con la que ha permitido globalizar el mundo, trastocó y continua cambiando las relaciones económicas y laborales. Pero no es nuestro propósito referirnos a éste ámbito de las relaciones productivas el cual no es nuestra especialidad y que por lo demás ha sido trabajado con gran agudeza por distintos autores y recientemente abordado de una manera pedagógicamente admirable por Manuel Castell en el Vol. I de su obra titulada La Era de la Información, (Castell, 1997). Nuestro propósito es reflexionar sobre otros aspectos relativos al impacto de las nuevas tecnologías en la política y en las formas de racionalidad y estructuras de sentido que emergen con la revolución tecnológica que estamos viviendo.

Este artículo se refiere en primer lugar, a los cambios que están sucediendo en la política a partir del descentramiento de la idea de tiempo, espacio, historia y futuro, producto de la velocidad que imprimen las nuevas tecnologías, en especial; las relativas a la comunicación e informática y que hemos subtitulado Política y Mundo Virtual. En segundo lugar, se aportan algunas ideas para la discusión sobre el predominio de una racionalidad técnica y el desplazamiento de la racionalidad política; hecho que a nuestro juicio incide notablemente en el surgimiento de una nueva estructura de sentido que afecta el quehacer de la política. En tercer lugar, plantea algunas nociones sobre el cambio que supone el hecho tecnológico en las relaciones de poder y, por último, dejamos expresadas varias de nuestras percepciones sobre el desafío que significa repensar la política desde una perspectiva distinta a la óptica con que hasta ahora la hemos mirado, lo que supone asumir los cambios que tiene para la política ésta nueva era de la información.

POLITICA Y MUNDO VIRTUAL

Desde que el hombre logró utilizar los movimientos del sol y la luna para establecer unidades de tiempo, éste se convirtió en el eje alrededor del cual los seres humanos organizaron sus actividades y relaciones, así como buena parte de sus creencias, ritos, mitos y la orientación de su vida en general.

La aparición del reloj en la era moderna consolidó, como lo expresa Castell, citando a Giddens, "el dominio del tiempo reloj sobre el espacio y la sociedad". (Castell, 1997:446). El tiempo, además, se creó con una imagen lineal que dió forma secuencial a los acontecimientos e implantó una representación del movimiento de la historia y el futuro igual a la manera pausada como se mueven las manillas del reloj.

De ese modo, se edifica una lógica temporal en donde la historia determina al futuro y, por lo tanto, los procesos eran momentos que ameritaban tiempo para producirse y sedimentarse. Sobre esa lógica temporal, la política concibió la arquitectura de las grandes utopías y de los proyectos de cambios societales. Eran proyectos cargados de tiempo futuro lo que le permitía, a la política, cumplir su función de ordenadora del sentido social, minimizar la incertidumbre y proveer de certezas.

La rapidez que la velocidad de las nuevas tecnologías imponen al cambio, transforman la noción de tiempo al perturbar el orden secuencial de los fenómenos y nos ha sacado como diría Baudrillard "de la esfera de lo real y de la historia". (Baudrillard, 1993:9). Es una aceleración del tiempo que no permite que nada se afirme. Es como sostiene Lechner respecto a la posmodernidad, "tiempo sin horizonte", en donde "los acontecimientos no logran cristalizarse en una "duración", es decir, un periodo estructurado de pasado presente y futuro" (Lechner, 1987: 259 &emdash; 260), porque las prácticas sociales ya no tienen el tiempo requerido para adquirir sentido (Lechner, 1998: 62) y los proyectos de futuro no pueden apoyarse en el pasado, imposibilitando la creación de una conciencia histórica que provea los criterios para anticipar el mañana. Debido a los drásticos cambios sociales ya no se cuenta con aquellas experiencias históricas que nos sirvan de referente fijo. Situación que provoca la ausencia de un horizonte simbólicamente significativo y la imprevisibilidad del futuro. (Lechner, 1998: 64 &emdash; 66).

El mundo deviene en una fragmentación, en el cual, las continuidades temporales con las que estabamos acostumbrados a seleccionar y ordenar los distintos aspectos de la vida desaparecen. (Lechner, 1987: 261). "Las mediaciones que ejercen los medios tecnológicos fabrican un mundo de vida que es siempre presente" (Bermúdez y Martínez, 1988: 6). Paul Virilio lo denomina el "tiempo luz", en donde la duración intensiva del instante real" predomina sobre la duración del tiempo extensivo y relativamente controlable de la historia, es decir el largo plazo que engloba pasado, presente y futuro (Paul Virilio, 1995: 27).

La política se desenvuelve en un tiempo presente; en un presente fugaz en el cual no es posible consolidar referentes, dando lugar a la pérdida de un horizonte de futuro colectivo. Sin referentes colectivos, el otro, como expresa Baudrillard "existe por si mismo" (Baudrillard, 1988). El sujeto se aleja del espacio exterior como referencia y es capaz de desdoblar su existencia en múltiples espacios y tiempos y múltiples si mismos, al interconectarse y existir en el espacio y el tiempo virtual. "Las experiencias colectivas en épocas y espacios del territorio nacional van cediendo paso al territorio virtual en el cual predomina la desagregación de un nosotros, para la reconfiguración del otro nosotros que habita, siente, se comunica e interactúa en el ciber espacio". (Bermúdez y Martínez, 1988: 6).

Así, a partir de las tecnologías se estructuran nuevas formas de sociabilidad en el espacio virtual que potencian al mismo tiempo la fragmentación de un mundo real que dificulta a la política la construcción de un horizonte de sentido. Se forma un mundo en que la pluralización de los sujetos se convierte en la característica sobresaliente (Welsh, 1992: 43).

El futuro se disuelve en un continuum sin historia en el que han desaparecido las grandes utopías sociales y en el que tampoco existe la idea de nación como ámbito espacio &emdash; temporal en el que se evoca la tradición, la patria y la historia; elementos básicos para crear identidades nacionales.

La construcción del sentido social se desplaza del espacio de la política, hacia un mundo que no tiene historia, "sólo hay pantalla y red" (Baudillard, 1988: 9); ó a un mundo en donde dejamos de ser sujetos o actores para convertirnos en espectadores de un escenario en donde la "historia está en directo". (Dayan y Katz, 1995). Son formas de producción de un nuevo universo simbólico en donde se resemantizan los símbolos de las viejas utopías mediante un proceso de descontextualización que las convierte en imágenes sin historia; en mercancías. Además, en el caso de los medios de comunicación e información nos lanzan a un mundo de ciencia-ficción que escamotea y disuelve el presente. (Martín, Barbero, 1987: 200).

Esos mismos medios de comunicación son los que por otra parte, desplazan hoy a los actores políticos tradicionales del papel hegemónico en la construcción de lo político. En algunos países, en especial en América Latina, intervienen cada vez más, en la legitimación de los actores, en establecer los temas del debate político e inclusive en la orientación de los acontecimientos políticos.

Por supuesto que en todas las sociedades modernas los medio de comunicación ejercen funciones políticas (Sánchez, Noriega; 1997) y esto ha llevado a subrayar el carácter conflictivo entre poder político y los medios. Pero, en la actualidad el clima creado por el desencanto con la política, la caída de los grandes relatos y el surgimiento de la razón posmoderna, han creado las condiciones para que la política, parafraseando a Lechner, "ya no es lo que fué". (Lechner, 1996). El desencanto con la política ha hecho que las nuevas tecnologías, y en especial los medios audiovisuales, hayan pasado a ser un escenario fundamental de la construcción de la vida política y "mediadores sociales y tecnológicos de la construcción política actual" (Agrivalca, Canelón; 1996: 15).

No se trata entonces de una tecnofobia que achaca todos los males a la tecnología, sino de llamar la atención sobre nuevos procesos que exigen repensar el papel que la razón ilustrada concedió a la política como la arquitecta del orden social y la creación del sentido de comunidad.

De hecho estamos conscientes que la mundialización de las comunicaciones ha permitido nuevos modos de socialización y participación ciudadana (Sánchez, Noriega); y es eso precisamente lo que nos lleva a no tener una visión apocalíptica de estos procesos. En la "sociedad real" se están creando espacios para la confrontación de ideas y para la lucha política, tal y como ha ocurrido con el movimiento de la guerrilla zapatista de Chiapas en México que han conquistado audiencia no sólo en Internet, sino a través de la televisión, dejándose entrevistar y dando a conocer sus posiciones políticas, filosóficas y culturales. Lo mismo ha ocurrido con otros movimientos y acontecimientos políticos y sociales que han encontrado en el espacio virtual un novedoso terreno de lucha, a partir de la difusión y la confrontación ideológica en el ciberespacio.

De lo que se trata es entonces de entender un movimiento contradictorio que no expresa otra cosa que la complejidad de un mundo en donde la contradicción no es necesariamente antagónica. Las nuevas sociabilidades crean otras realidades que urgen de la política en el sentido que le atribuye Savater "el conjunto de las razones para obedecer y las razones para sublevarse". (Savater, 1992: 41). La globalización impulsada por las nuevas tecnologías de información y comunicación, dan paso al mismo tiempo a un fraccionamiento social que solo la política puede recomponer mediante su capacidad para garantizar lo colectivo a partir del respeto a la pluralidad de los distintos movimientos que se han creado en el espacio local del mundo real y de la creación de nuevos imaginarios a partir de la realidad virtual. La política necesita acercarse a la comprensión de esos imaginarios y de las nuevas formas de sociabilidad de las prácticas tecnológicas, entendidas estas últimas como "relaciones objetuales que involucran relaciones intersubjetivadas mediadas técnicamente" (Gonzalo Abril, 1992: 62). Tal vez el camino sea, contradictoriamente, una vuelta al mundo inmediato de referencias y relaciones cotidianas que nos ayuden a comprender y recomponer al sujeto fractal de nos habla Baudrillard. (Baudrillard, 1988: 34).

RAZON TECNICA Y RAZON POLITICA

La revolución industrial y el surgimiento de las sociedades modernas marcan el tiempo de la racionalidad técnica cartesiana sobre la moral religiosa mítica y la metafísica. Sin embargo, en los últimos tiempos, el descontento con la política ha abierto paso para que la razón técnica ocupe el espacio de orientadora del orden social que tiene la política.

Desde la década de los sesenta se viene cuestionando y denunciando las formas de dominio político que esta detrás de la idea del tiempo de la razón técnica. Marcuse llamó la atención sobre el ocultamiento de la explotación detrás de la tecnología y las formas distintas que asume la legitimación en la sociedad capitalista. (Habermas, 1984). Pero, la innovación tecnológica no significa el sometimiento inmediato a las exigencias de la racionalidad tecnológica, lo que ocurre con el desarrollo tecnológico es que el origen de los cambios no está en la técnica misma, esto es parte de un proceso mucho más complejo que obedece a la lógica de la estructura racional de medios con respecto a fines (Martín, Barbero; 1997:31). Estructura que ha dado lugar al desplazamiento de un conjunto de valores y al surgimiento de una ideología tecnocrática que "se distingue de las antiguas en que los criterios de justificación los disocia de la organización de la convivencia, esto es, de la regulación normativa de las interacciones, y en este sentido los despolitiza; en lugar de eso los vincula a las funciones del sistema de acción racional con respecto a fines que se supone en cada caso". (Habermas, 1984:98).

El desplazamiento de la razón política por la razón instrumental encuentra terreno abonado en el proceso de despolitización de la sociedad producto de la obsolescencia en las formas de hacer política, de las funciones de la misma, en la resistencia al cambio de los mecanismos tradicionales de legitimación, la caída de las grandes utopías y la imposibilidad de producir un horizonte de futuro compartido. Es lo que N. Lechner ha llamado el "desencanto con la política" (Lechner, 1988). En este contexto, la racionalidad instrumental y su profesionalización pasan a predominar en la concepción y la acción política misma.

Se trata de una tendencia que se inicia a partir del mismo momento en que la actividad estatal fue orientada a garantizar la estabilidad del sistema económico. La política pasa a tener como objetivo la prevención de las disfuncionalidades y riesgos que amenazan el sistema, asumiendo la resolución de cuestiones técnicas. (Habermas, 1988: 84). El desarrollo de una orientación y dirección de la sociedad basada en el progreso científico técnico desplaza a la política como orientadora del orden social y ésta pasa a satisfacer necesidades funcionales. "Y cuando esta apariencia se ha impuesto con eficacia, entonces el recurso propagandístico del papel de la ciencia y la técnica puede explicar y legitimar por qué en las sociedades modernas ha perdido sus funciones una formación democrática de la voluntad política en relación con las cuestiones prácticas y puede ser sustituido por decisiones plesbicitarias relativas a los equipos alternativos de administradores". (Habermas, 1988: 88). El desarrollo de las nuevas tecnologías de información y comunicación aceleran la muerte de la razón política.

La solución a los problemas generales de la humanidad se le asignan cada vez más a los poseedores de la racionalidad tecnológica. Se imponen en la gestión pública los modelos tecnocráticos y con ello la sustitución de los valores de la razón política que inspiró el iluminismo: "igualdad", "libertad", "fraternidad" son sustituidas por ofertas de productividad, eficacia, rendimiento, calidad y eficiencia en la gestión pública, presentada como la única manera de resolver los problemas de las mayorías desasistidas, en especial, en los países con grandes problemas sociales y económicos, como son por ejemplo, los países de América Latina. El Estado orientado en la búsqueda de la equidad es suplantado por el Estado eficiente. Eficiencia que se garantiza con el uso de recursos tecnológicos, principalmente tecnologías avanzadas de información y con la intervención de técnicos especialistas. Especialistas que deciden la dirección del orden social en función de los parámetros que establecen los valores del mercado, lo que significa un reordenamiento simbólico que desplaza a las doctrinas e ideologías políticas como articuladoras del sentido social.

NUEVAS TECNOLOGIAS Y RELACIONES DE PODER

Los ordenadores a diferencia de otro tipo de máquinas que tienen como característica prolongar la capacidad física del hombre, tienen como particularidad que ayudan a proyectar el pensamiento del hombre (M. Sulbarán, 1990). Lo que Mc Luhan pensó acerca de la mente proyectada en el espacio virtual (Mc Luhan, 1990: 99) ya no es una quimera, es una realidad; realidad que significa, no solo la suplantación del cerebro humano por el hombre electrónico, sino, la multiplicación de las capacidades mentales de muchos individuos interconectados en el ciber espacio y que ha sido llamada la ""inteligencia conectada" (D. de Kerckhove, 1998). Lo que surgió como una necesidad de información ha logrado una extensión tal que ha pasado a dominar todos los ámbitos sociales e instaura nuevas formas de sociabilidad que implican el traslado de la fuente del poder hacia la posición de la Ciencia y la Tecnología.

La tecnología es ciertamente una fuerza estructurada pero el mismo tiempo estructurante. En este sentido la lógica voraz que el capitalismo ha impuesto en su incesante carrera de producción de mercancías y consumidores tecnológicos ha dado paso a nuevas relaciones de poder, basadas en la posición del conocimiento y la tecnología. La capacidad para dirigir el futuro del mundo reside en el monopolio del capital científico tecnológico de unos y la debilidad y desigualdad de otros en desventaja respecto al ritmo de la innovación tecnológica; tanto en la que puede garantizar la vida y el bienestar como en la que puede asegurar la derrota y la muerte.

Como lo plantea Orozco citando a Fiske " el acceso al conocimiento, su posición y circulación en las sociedades contemporáneas entraña poder" (Orozco, 1997: 23) y el tránsito hacia el bloque del poder esta delimitado, entre otras cosas, por la capacidad de ser excluidos a ser poseedores del "pasword" del acceso a la información, sus fuentes y medios de circulación" (Orozco, 1997: 25). De esa forma, sostiene el autor que venimos citando, " .. la cada vez más drástica división entre los que no tienen y los que tienen, en buena parte es un resultante de sus posibilidades de definir al desarrollo de los medios y de ser sujetos de la información circundante" (Orozco, 1997:26).

En este contexto de creciente protagonismo de las tecnologías de la información, ellas son fuentes cruciales del dominio y del cambio en nuestra sociedad. (Castell, 1997: 505). Proporcionan las bases para la sustentación de nuevas relaciones de poder político, económico, social y cultural. "La inclusión / exclusión de las redes y la arquitectura de las relaciones entre si, facilitadas por las tecnologías de información que operan a la velocidad de la luz, configuran los procesos y funciones dominantes en nuestras sociedades" (Castell, 1997: 506). Por supuesto no puede olvidarse que la inclusión / exclusión de los sistemas de información es una resultante de las desigualdades económicas, tanto, entre unos países y otros, como al interior de cada una de las sociedades, pero lo cierto es que la tecnología misma pasa a ser la fuerza productiva fundamental y al mismo tiempo la mercancía de más alto valor en el mercado.

Por otra parte, a partir del acceso a la tecnología de información se inaugura una nueva diferenciación y exclusión social "los conectados y los desconectados" que en un mundo dominado por el conocimiento significa la hegemonía por una parte, de quienes tienen la información para imponer estructuras simbólicas y por otra parte, la exclusión en la dirección de los procesos económicos, sociales, políticos, científicos y culturales a quienes no han podido, al menos, tener acceso al conocimiento.

Esas formas de estructuras de poder que se crean a partir de las tecnologías de información, también las encontramos en otros espacios como el de la biotecnología, que representa el posible dominio del mundo a través de la biogenética y su consecuente impacto sobre el cambio en la estructura de valores actuales y la instauración de nueva formas de sociabilidad basada en relaciones asexuales que significan incluso la transformación a la forma y el sentido que el hombre ha dado a su propia reproducción y existencia.

Como lo expresa Habermas "La especie humana se ve así desafiada por las consecuencias socioculturales no planificadas del progreso técnico mismo, no sólo a conjurar como ya lo ha hecho su destino social, sino también, a aprender a dominarlo. Pero a este desafío de la técnica no podemos hacerle frente únicamente con la técnica. Lo que hay que hacer, más bien, es poner en marcha una dimensión política eficaz que logre poner en relación de forma racionalmente vinculante el potencial social del saber y el poder técnico con nuestro saber y querer práctico" (Habermas, 1984: 128 &emdash; 129). Es necesario ser capaces de recuperar el sentido mismo de la política y de la ciencia al servicio del hombre por parte de los actores políticos. Sólo la "formación política de una voluntad colectiva" (Habermas, 1984: 129) y la revalorización de lo humano garantizan el desarrollo de la humanidad y, esta es tarea que no puede dejarse a las tecnócratas para quienes siempre privará la rentabilidad económica, ni a las fuerzas ciegas de la ciencia, porque el propio campo científico está atravesado por relaciones de poder sustentadas en el monopolio del conocimiento y la capacidad de imponer sentido a partir de la consagración del prestigio que le da el saber y determinado por los intereses sociales en juego.

REPENSAR LA POLITICA

Las transformaciones tan profundas que vivimos en este momento tienen como lo expresa Castañares un nombre. "Era de la información" (Castañares, 1988: 5). Se trata de la aparición de un nuevo lenguaje, el digital, que rescribe y combina cualquier tipo de información y su transmisión a la velocidad de la luz a cualquier lugar de la tierra (Castañares, 1988: 6). Es una era en la que información y conocimiento son sinónimos. Es la era del ciberespacio y la Cibercultura sugiriendo nuevas formas de apropiación del sentido que rompen con la visión de totalidad como sistema armónico como sujeción a la unidad, a la que nuestro pensamiento estaba acostumbrado.

Se trata de transformaciones que exigen asumir la multiplicidad de dimensiones que acompañan a los nuevos fenómenos que conviven en un mismo espacio aparentando ser contradictorios, cuando en realidad, son parte de un mismo movimiento que unifica en un espacio y diversifica en otros. Movimientos que desafían la lógica mental con la que nos acostumbramos a ver lo real natural o social, siempre pensando en la idea de la búsqueda del equilibrio a través de elementos que crean armonía al complementarse.

Pensar la política en una perspectiva distinta es perentorio, porque nos ayuda a comprender la necesidad de plantearse y reconocer los cambios a partir de estas nuevas realidades y a asumir la existencia del antagonismo (que pareciera generarse entre diferentes realidades) entre lo real y lo virtual, lo político y el hecho tecnológico sin tomar posiciones fundamentalistas o tecnofóbicas.

Para ello es necesario entender que el tejido de la realidad política es juego múltiple de interacciones y retroacciones (Morín, 1990: 32) y es imprescindible que la política se fundamente en los principios lógicos y translógico que permitan la comunicación entre el conocimiento y la política.

Se trata de una comunicación que retome el sentido ético de la humanización, la cual sólo puede estar sustentada en la refundación misma del sentido de una política que tenga como principio rector la revalorización misma del conflicto y la diferencialidad. Una política que ya no puede plantearse acabar con la incertidumbre porque la velocidad del cambio no lo permite y la caída de los grandes relatos tampoco, pero que puede ayudar a revalorizar otros referentes en el espacio cotidiano y en la misma realidad virtual. Creemos que "la política es la única mediación posible entre valores y técnicas entre sistema económico y vida privada" (Touraine, 1998: 69). No militamos ni en el pesimismo que anula al sujeto, ni en el postmodernismo que lo hace sólo fractal. Creemos que el hombre es por naturaleza gregario y tiende a su conservación; que necesita de otros hombres para construir su humanidad y que por ello la política nunca desaparecerá.

 

Referencias

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