Número 14, Año 4, Mayo - Julio 1999


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AIRE SONORO
Rush y su Gracia
Walter Islas


Si no rememoro mal, hace unos seis meses -en 1998- salió al mercado el más reciente producto fonográfico del trío canadiense Rush, denominado Three stages live, bajo el sello Atlantic.

A quien sea fanático absoluto y consumado de esta agrupación, le viene bien el recordatorio. Mas eso sólo significa, para fines de esta colaboración, un pretexto para sumergir las orejas en uno de los muchos lagos que los supranorteamericanos han sabido llenar: ya de rock a lo Led Zeppelin, ya de aventuras progresivas, o de rock duro (maduro) que parece aún tener de qué presumir. ¿Presumir? Sí, por ejemplo, ante los jóvenes que beben -muy respetable su gusto- en vaso de plástico los aguados y saltarines efluvios de Korn, o que apuran sus caballitos tequileros, plenos de esa mezcolanza pseudoteatral y dizque contestataria llamada Marilyn Manson.

Si bien los años ochenta no son -por lo menos en grado extremo- el pretexto modal, auditivo y nostálgico que siguen muchos 'creativos' de las áreas discográficas y de la industria del vestido (que se pliegan sin piedad a los años 70); aquella década, a la cual varios volvemos la cabeza y los oídos, dejó algunas gemas poco valoradas por los puristas del marketing disquero, o por los fundamentalistas del grupo en cuestión.

La joyita a la que hago referencia es Grace under pressure, acetato grabado en Le Studio de Quebec, Canadá, en 1984; y editado por la disquera Mercury (Polygram).

Un panorama:

  1. El letrista y batería Neil Peart se daba a la tarea de crear temas acerca de los posibles desastres de la guerra fría; de la fuerza destructiva del enemigo que tenemos dentro(The enemy within); de las diferencias insalvables entre los 'rojos' y los demás; y de los avances en la ciencia computacional: "(un pulso de poder letal/reemplaza cada uno de los días/cien años de rutinas/juran en su cabeza y rezan/ a la madre de todas las máquinas", como en The body electric.
  2. La voz y el bajo de Gedy Lee, con ese tono metálico y agudo, no obstante que el electric bass sea grave por su naturaleza, ponían sabor al caldo de Peart, con ataques épicos dignos de una historia filmada, donde el mundo pareciera encontrarse al borde del colapso.
    Pruebas de estas afirmaciones subjetivas, las podríamos hallar al escuchar el puente musical de Distant early warning -o la canción completa-, cuyo videoclip era una suerte de burla a los misiles y a los ataques inter-nacionales, incluido un niño montado en uno de esos proyectiles (parafraseando ligeramente, si se quiere ver así, una escena del filme Dr. Insólito, del fallecido Stanley Kubrick).
  3. ¿Y la guitarra, los solos mesurados aunque no por ello menos brillantes?
    Claro está, este alimento (a base de percusión y cuerdas 'percusivas') no estaría completo sin los eficaces y certeros rasgueos del guitarra Alex Lifeson, quien se animaba a vibrar en tonos de ska (en la referida The enemy within). Y a ejecutar, como acostumbra, sonidos de por lo menos dos guitarras en la única que tiene en las manos.

Mencionaba líneas antes el tono 'heroico' de ciertos cortes. En este mismo tenor épico y magnificente descubrimos el tercer corte del disco, Red Sector A, que -lo que son las cosas- alguna vez fuera utilizado como cortinilla musical para uno de los escasos proyectos culturales de Televisa en los años 80: Video cosmos, que se transmitía en el difunto Canal 8 (luego Canal 9). Pese a este recuerdo, la pieza vale la pena de ser escuchada.

A esa especie de triunfalismo musical, creo que bien entendido, cabe sumar The body electric, con su taroleo semimarcial, sus arpegios que se condensan conforme avanza la canción, y sus versos 'informáticos': "Rompe el código// las imágenes se conflictúan// en una sobrecarga de datos//1 0 0 1 0 0 1 // S.O.S."

Hoy que la música transita hacia caminos electrónicos, retrohistóricos, o francamente inciertos, quizá sea disfrutable salir de lo que escuchamos a diario en la radio del D.F., o lo que vemos en MTV, caminar a la tienda de discos o al mueble empolvado y colocar la mirada en CDs que ha tiempo no oímos. Puede ser buena experiencia.


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