Número 15, Año 4, Agosto - Octubre 1999
POEMÁTICO
Judith Godoy - Ociel Flores - Blanca Martínez
se arrojan a la playa
tratando de huir
de las entrañas del mar.
Vomita el centro de la tierra
y las olas en tropel
despavoridas nadan hasta la costa
mecen las olas la muerte del mar
Gritos ahogados
en la sangre salada
que tiñe de azul
golpeando el aire
la mar respira con dificultad
cavernoso se escucha su lamento
Voces oscuras
voces marinas
voces ajenas
lentas, pesadas
se han ido al fondo
de nuestra mente
(Judith Godoy)
Dos amantes se abrazan
Y sobre el mar se reflejan
aguacaras ondacuerpos
Dos nubes se funden
Y en el mar se contemplan
Vientoluz aguasal
Un sol
Frente a él, su gemelo
Fuegosol aguasol
caen dos brazos y un beso
Resplandor y brisa
Sombra y luz
Un deseo y su marea
(Ociel Flores)
los amantes se besan
para el beso los amantes se acercan
y antes de tocarse sus alientos se confunden
No es mi respiración no es la tuya
Es un aire opaco
picante como el calor del orfebre que mezcla dos metales de la misma ley
(Ociel Flores)
TAN CERCA
Creo en el ángel,
si se sumerge en el filtro de mis anteojos .
En el sonido cuando agita los troncos de
mis pestañas
y en el cadencioso saumario, cuando
perfuma la tarde de los edificios.
Miro y creo en lo que ven mis obscuros ojos
con su cuadrante luz de diciembre
Sin límites . . .
MAREA DE VIENTO
Se sacude la silueta de la tarde
escucho el contraluz de los árboles .
y el horizonte viaja al fondo de mis ojos
el murmullo de la palma llueve en mis oídos.
Alguien sacude esta nueva constelación de cadillos
plumas fracturadas y cabellos del edificio .
Es cuando los troncos vuelan a la mitad del parque
y el rostro de la calle se va rasgando a pedazos
ahí me encuentro yo, amarrado a la tierra
a mi obscura silueta ,polvo de playa caliza.
Inerte y agitado.
Mi vista reseca mira de frente sobre la bahía
el puerto se destruye a mis espaldas,
cruza y me atrapa con su aliento cotidiano de peces
la mitología reposa sobre papeles tristes ,excitados.
ÍCAROS
sin temer a la violenta luz de las
escolleras.
Azota el bermellón con su lánguido rapsoda.
Un estruendo grito de sol, cruza sobre el alto
paisaje de nubes lozanas.
La tarde reniega su nombradía azul de sosiego
y se derriten mis alforjas de viento,
plumaje arcano, pelícano derruido.
Tu mortaja hierve de poesía y regocijo sobre
las inmensas puntas de las rocas.
Quien redime sus alas y su cronógrafo de epopeyas
extraviadas,
mira la luz y deja que se desprendan los pigmentos
livianos de tu sangre.
En mi comunidad, los juglares se mueren de hastío
y de vergüenza.
Emigran de las calles a las silenciosas montañas
de los edificios.
Van en búsqueda del viento, abandonan la
idea de sus manos y pies de roca.
Y ese cúmulo de frases redactadas entre sus dedos
que se
elevan.
Abandona la ciudad amigo mío,
el puerto siempre fue lugar de paso,
la tarde te contempla , el viento vendrá
hacia nosotros perturbado.
Recupera tu cuerpo inerte
desenreda tus alas y nunca más regreses...