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2000

 

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La regulación de los medios de comunicación: un debate abierto
 
Por Dip. Jacaranda Pineda
Número 17

Pertenecer a la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía de la Cámara de Diputados me ha permitido conocer de cerca y a profundidad el estado actual de la legislación que en materia de medios de comunicación existe en México, e impulsar, como diputada y como miembro de una organización conformada por jóvenes y militante de un partido político, su actualización o reforma e incluso la posible creación de un nuevo marco jurídico en la materia.

No ha sido fácil, el escenario político electoral actual, así como las coyunturas económicas que padecemos los mexicanos mantienen distraídos a la gran mayoría de los actores que deben estar involucrados en estos cambios sobre la legislación relacionada con la comunicación social. Esto no es una justificación, sino un paréntesis válido para hacer la reflexión siguiente:

Si la iniciativa de la Ley Federal de Comunicación Social que una subcomisión designada por el pleno de la Comisión de RTC (a la cual pertenezco) se abocó a REVISAR; o mejor dicho: si el hecho de revisar dicha iniciativa por parte de los diputados, como la ley lo establece, provocó toda una campaña en contra de la misma, cuyo objetivo desinformativo y distorsionador fue cubierto a cabalidad y, de esa forma, se logró distraer a esos actores políticos necesariamente útiles para realizar una reforma concensada e incluyente, sólo para convencerlos de que legislar sobre medios de comunicación es arriesgado, así como atentatorio contra las libertades y derechos de expresión e información; ¿qué podemos esperar entonces como reacción, provocada o no, en caso de dictaminar positivamente la iniciativa y enviarla al Pleno?

La respuesta no es difícil. El problema es que por un asunto en particular como lo ha sido la famosa iniciativa, el trabajo legislativo sobre la comunicación social se vea totalmente ofuscado al grado de que, temerosos de probar de nuevo un enojo del poder de los medios, algunos estén convencidos de que legislar sobre la materia sería el suicidio, es más, muchos ni siquiera se atreven a reconocer eso y se escudan en que, "por bien de la República" el tema debe quedarse en la congeladora.

No. Sería sofismo puro remitirse a esa lógica. Quienes nos hemos formado de una u otra manera en práticas y disciplinas relacionadas con los medios de comunicación no podemos aceptar que las cosas se queden como están.

Es urgente trabajar en una reforma de los medios de comunicación social, revisar su transformación en orden de adaptar las leyes a esos cambios sufridos e incluso crear nuevos marcos legales que puedan ser vigentes aún y cuando la tecnología continúe avanzando de manera precipitada. Resolver el problema de la obsolescencia de nuestras leyes vigentes. Ver y entender la regulación a futuro para facilitar la interacción de los ciudadanos mexicanos con los cambios, los cambios que siempre llegan a través de la radio, el cine, la televisión, la prensa, la red internet; entender lo absurdo, lo paradójico de que son precisamente quienes detentar esos medios los que se resisten a modificar sus marcos de actuación a pesar de ser los eternos promotores de los cambios.

No basta entender que la reforma del Estado Mexicano debe pasar por los medios de comunicación masiva. Se trata de reconocer, además, las carencias que tienen los medios de comunicación tradicionales para comunicar; las limitaciones comunicativas de los medios de Estado; el desaprovechamiento de las radiodifusoras permisionadas para promover la cultura y la educación, su régimen legal; las falta de interés por las radiodifusoras concesionadas para apoyar proyectos de corte informativo y formativo con impacto social verdaderamente profundo; en fin, la lista es interminable.

Por eso mismo, estoy convencida de que la iniciativa de la Ley Federal de Comunicación Social no es la panacea. El hecho de que los trabajos de la subcomisión revisora se hayan dilatado y aún no concluyan es señal de que su posible aprobación será desgastante y sumamente complicada.

Personalmente he sugerido al Pleno de la Comisión de Radio y Televisión que la iniciativa se deseche, no tengo empacho en decirlo, como tampoco lo tengo en reconocer que el trabajo legislativo sobre la materia no se va a acabar por la simple razón de que los más grandes y graves intereses de los medios de comunicación sientan que atentamos contra ellos.

Si para algo ha servido este asunto de la Ley Federal de Comunicación Social es para que los legisladores demostremos que el "tabú" de los medios ha dejado de ser. SE DEBE, SE TIENE que legislar en la materia.

¿Por qué desechar entonces está iniciativa? Es fácil, no me siento cobarde al reconocer que quienes ganaron con esa campaña fueron quienes siempre se han visto beneficiados cuando las cosas permanecen como están.

Ganaron porque el desprestigio a la iniciativa se ha consumado y será muy difícil trabajarla y lograrla positivamente bajo esas condiciones. Además siguen existiendo temas contenidos en ese proyecto que son irreconciliables con la ideología de mi partido, específicamente la creación de la Comisión Nacional de Comunicación Social que se propone. Dos argumentos más para ello son:

  1. Meter toda la legislación sobre medios de comunicación en un mismo costal me parece que ha sido el problema principal: da pie a inmensas confusiones, no por parte de los legisladores, sino por quienes interpretan las leyes y quienes deben acatarlas. Es necesario avanzar por partes, comenzar por lo primordial, por lo urgente.
  2. Varios diputados hemos estado trabajando ya en iniciativas de reforma a la "intocable" Ley Federal de Radio y Televisión que han sido y serán turnadas a la Comisión de RTC. Se está legislando sobre la materia.

En resumidas cuentas: si una o algunas de las iniciativas pendientes han sido vetadas, ello no quiere decir que el proceso de reforma que debe impulsar la Cámara de Diputados en esta materia, esté detenido, al contrario, hoy más que nunca es prolifero.

Necesitamos leyes que regulen la práctica de los medios de comunicación. Esta reflexión se está dando en todo el mundo pues tiene que ver con el hecho sin precedente de la influencia cada vez mayor de los medios de comunicación en prácticamente todas las actividades humanas.

Esta reflexión se ha limitado en muchas ocasiones a la relación de la libertad hacia el poder, lo que ha inhibido tradicionalmente toda regulación por temor a caer en la censura y por el hecho cierto de que puede motivar un atentado contra nuestra garantía y libertad de expresarnos.

Sin embargo, es necesario debatir y cuestionar para que la invisible, enigmática y omnipotente opinión pública no sustituya a la ley y para que el raiting no sea el sucedáneo de la legitimidad que otorga el voto en cualquier república, para que los grandes debates de nuestro tiempo no se trasladen del parlamento y los partidos políticos a la radio y la televisión, como bien lo ha dicho Ikram Antaki.

Como políticos, como legisladores no podemos caer en la categoría maniquea que analiza Umberto Eco de ser apocalípticos o integrados en nuestra concepción mediática, es decir, no podemos calificar a los medios como el instrumento del mal para la perdición de la civilidad humana, ni mucho menos constituirlos en otra exageración extremista en la panacea y el regulador de toda nuestra vida democrática.

Tampoco puede el hombre político tratar de controlar los medios so pena de caer controlado por ellos.

Un régimen político con sus poderes formalmente constituidos no puede aceptar la intromisión subrepticia de un cuarto poder que se constituye en juez y parte si defiende intereses políticos o económicos, los medios son parte de nuestra democracia, no son sus dueños.

La democracia no puede vivirse sin reflexión, seamos lo suficientemente valientes para enfrentar el tema sin temor a la crítica; continuemos trabajando sobre un marco normativo para proponer un nuevo modelo de los medios que modernice y armonice la relación con los poderes y con la sociedad, definamos con presteza una moral pública conciliable con la libertad, seamos capaces de contrastar modelos y plantear sin encono un nuevo milenio con un nuevo enfoque del poder y un nuevo rol de los comunicadores.

Finalmente, antepongamos la verdad y la libertad como valores por sí mismos y evitemos así la confusión, sin olvidar el viejo adagio periodístico: "los comentarios son libres pero los hechos son sagrados".


Dip. Jacaranda Pineda
Diputada Federal Partido Revolucionario Institucional (PRI)

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