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2000

 

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La democracia en la era digital
 
Por Sandra Strikovsky Vestel
Número 17

Los medios de comunicación han desempeñado un papel fundamental en la conformación de las democracias modernas. Si bien la comunicación no sustituye a la política, se puede decir que al menos si le permite existir, y que de hecho, el reconocimiento de ese nivel de funcionamiento de la comunicación política es signo de un buen funcionamiento de la democracia y de cierta madurez política, en el sentido de que proporciona un espacio en el que los actores políticos pueden oponerse y al mismo tiempo poner en debate los temas que preocupan a la opinión pública.

En palabras de Dominique Wolton, "no hay democracia masiva sin consideración de la opinión pública, y ésta es inseparable de un proceso comunicacional, tanto en su constitución como en su expresión". (Wolton, D., 1998: 32).

Si se observa la comunicación política desde el ámbito del sistema político se distinguen tres funciones esenciales y propias respecto de su funcionalidad y finalidad:

  1. Informativo-regulatoria: Al constituir el medio de interrelación entre gobernantes y gobernados, la comunicación política contribuye a integrar la comunidad política a través de la definición de los valores esenciales de la misma, cuya dinámica se precisa de manera cotidiana a través del debate efectuado en el espacio público, ámbito donde concurre la pluralidad de actores políticos. En ese sentido, la comunicación política organiza las distintas definiciones que, sobre el interés público, surgen permanentemente en boca de los actores político-sociales tradicionales (partidos políticos, asociaciones, ONGs, ejército, iglesias, periodistas) y emergentes (grupos políticos, movimientos insurgentes).
  2. Persuasivo-estratégica: En términos de Jacques Gerstlé, la comunicación política cumple con tal función cuando se le entiende como: "el conjunto de técnicas y de procedimientos que poseen los actores políticos, y particularmente los gobernantes, para atraer, controlar y persuadir a la opinión pública (para hacer o no hacer algo)". (Gerstlé, J., 1992:4).
  3. Legitimante-dialógica: Al poner en contacto los temas que preocupan a la opinión pública con la construcción de la agenda política nacional, se permite y favorece permanentemente el debate público en los espacios apropiados. En las sociedades informadas a través de los medios de comunicación, el poder público necesita legitimarse día con día porque sus actos se encuentran permanentemente expuestos al juicio político. En este sentido, la comunicación política consiste en "el espacio donde se intercambian los discursos contradictorios de los tres actores que poseen la legitimidad de expresarse públicamente sobre la política y que son los políticos, los periodistas y la opinión pública a través de los sondeos". (Wolton, D., 1998:31)

Un instrumento importante del que se han valido las democracias modernas es el desarrollo de procedimientos interactivos que permiten al público reaccionar al momento ante temas de actualidad, como es el caso de los sondeos instantáneos. Estos, además de que devuelven un sentido al viejo concepto de "opinión pública", le recuerdan a los responsables políticos ciertos límites morales que no hay que traspasar.

Sin embargo, existen varias expresiones públicas que no pasan por sondeos, tal como los movimientos de opinión, en especial los sociales. En la escena social están las manifestaciones "autónomas", aunque sociales, de una opinión pública que se moviliza sola mediante movimientos sociales, agrupaciones sindicales o asociativas, manifiestos políticos y acciones públicas. Para Jean-Marc Ferry, "esa opinión es auténticamente más "pública" que el conglomerado estático de opiniones individuales bautizado "opinión pública" por los institutos de encuestas". (Ferry, J., 1998:22).

Es por ello que el desarrollo de las nuevas redes electrónicas de comunicación que ofrecen al público nuevas alternativas como la interactividad, representa un gran avance en materia de democracia.

El Internet y las nuevas redes electrónicas de información se han convertido en un indispensable instrumento de expresión política de los organismos de la sociedad civil y, eventualmente, en instrumentos de presión nacional e internacional. Como todo recurso de comunicación, en el Internet se puede difundir mensajes de todo tipo, pero especialmente en este medio donde no hay un centro que lo controle y el anonimato es posible, llegan a existir condiciones para que se propaguen opiniones que no sería frecuente encontrar por otros canales de información. Las redes electrónicas de comunicación presentan características y alternativas que hacen de estas un medio de comunicación más abierto y democrático.

La interactividad de las redes

 

El carácter interactivo de la red es una de sus singularidades. La Red, que no deja de formar parte de un sistema integral de medios de comunicación que incluye a los medios convencionales (prensa, radio y televisión), se funda, entre otros atributos, en su capacidad interactiva, así como en la diversidad de opciones que puede haber en ella, en contraste con los medios de comunicación tradicionales. A diferencia de la televisión, que en un centro transmite para millones de personas un programa único, Internet carece de una estructura organizada que imponga y defina los sitios de interés de cada usuario. En este medio el público tiene plena libertad de seleccionar los caminos de su preferencia. Por cierto, cabe señalar que la posibilidad para que los usuarios del ciberespacio sean actores y no sólo espectadores, está directamente vinculada con la velocidad con que se conectan las redes.

El Internet tiene la facultad de invertir la dirección de los flujos de información que, hasta hace poco, salían desde un centro hacia una periferia receptora y pasiva. O de arriba hacia abajo. Ahora, en la red, todos somos emisores y receptores simultáneamente, a una escala global inimaginable, y con una velocidad casi instantánea.

Esta interactividad reivindica la posibilidad del diálogo de los individuos, resituándolos en terrenos creativos. "La interactividad permite imaginar toda clase de evoluciones en la relación del hombre con su medio, lo que ha llevado a algunos estudiosos (Joel de Rosnay) a hablar, creen ellos que con más propiedad de intercreatividad". (Cebrián, J.L., 1998:65).

Lo más interesante es que las redes conectadas entre sí pueden servir para el establecimiento de células de diálogo absolutamente informales, no sometidas a ningún control y con la posibilidad de cruzar fronteras nacionales.

No cabe duda que es esta característica de las redes electrónicas de comunicación, la que responde de cierta forma al modelo dialógico de comunicación política, en el cual el diálogo de doble sentido, de intercambio de palabras y de racionalidad constituye la forma legítima de comunicación. Dentro del ciberespacio prevalece una igualdad que alcanza para establecer una reversibilidad de los papeles de la comunicación política: la relación entre el emisor y el receptor. Gracias a esta igualdad, cada uno puede ocupar de manera alternada el lugar del otro a merced del intercambio de discursos.

Juan Luis Cebrián considera que esa interactividad lleva a la conformación de foros de debate dentro de la Red. "La aceleración del proceso enfrenta a las autoridades y a los líderes con problemas más agudos, y aun diferentes, de los que habitualmente estaban acostumbrados a encarar en este terreno. Los oyentes y seguidores de esas reuniones, en las que habitualmente el orador habla y el auditorio aplaude, se convierten en activos agentes de diálogo, de interrogación y de respuesta. Los mítines electrónicos no se limitan a reproducir la doctrina oficial de quienes lo organizan, sino que se constituyen en verdaderos foros de debate". (Cebrián, J.L., 1998:102).

Gracias a las redes, en el viaje a través del nuevo espacio virtual, nos vemos sumergidos en una especie de diálogo universal y multilineal, sin aparentes fronteras ni más limitaciones que las que nosotros mismos nos impongamos. Una gran parte del tiempo empleado en Internet se destina a las reuniones de grupo, discusiones alternativas y debates sobre todo tipos de cuestiones.

De la apertura de las redes a la "ciberdemocracia"

La existencia de redes abiertas ha facilitado el uso de las mismas a todo tipo de ciudadanos e instituciones. No sólo a los que representan sectores determinados de la sociedad establecida, sino a los marginales, a los defensores de un pensamiento alternativo, y también a grupos de terroristas, de delincuentes, mafias organizadas, y todo tipo de manifestaciones de protesta que, por lo general, se conocen como movimientos antisociales. Los gobiernos se hallan impotentes para combatir este fenómeno en solitario. La desaparición de las fronteras en la red y la flexibilidad de funcionamiento de ésta se lo impiden. La diferencia de legislaciones entre un país y otro, la renuencia a establecer censuras que acaben con la libertad primordial de los usuarios, y el carácter mismo de las redes ciber-electrónicas, en donde lo virtual se confunde con lo real, hacen verdaderamente difícil instituir cualquier tipo de control.

La razón de ser de las redes sigue siendo la libertad de acceso, desde cualquier país del mundo, lo que ha permitido que éstas sean utilizadas ampliamente por movimientos de oposición política prohibidos en determinados lugares, o por grupos alternativos que quieren hacer llegar sus propuestas hasta el último rincón del planeta.

Los usos políticos de la superautopista informativa tienden a ser muy conocidos, por sus consecuencias públicas y por la heterodoxia que implican en la faena proselitista o para influir en los gobiernos y en las sociedades. La politización de las redes electrónicas de información se expande en la medida en que se consolida la presencia de grupos con intereses específicos. Inclusive los gobiernos las han empezado a emplear con fines propagandísticos, como es el caso del gobierno estadounidense que creó la Página de la Casa Blanca, y posteriormente, casi todos los gobiernos han seguido sus pasos.

Paralelamente, se da el uso de las redes para difundir mensajes contestatarios, o para apoyar militarmente las más variadas causas políticas. Se han registrado empleos de las redes electrónicas para apuntalar alguna causa nacional, o lo que sus promotores piensan que puede ser calificada como tal: Bosnia, Rusia, China y hasta el conflicto entre Ecuador y Perú y la guerra declarada por los zapatistas en Chiapas, han llegado a tener la propaganda dentro de las redes como uno de los ingredientes de autoafirmación, proselitismo y confrontación.

De hecho, la sociedad civil internacional, conectada mediante los recursos tecnológicos más sofisticados, ha ganado una presencia en el debate y las decisiones políticas en numerosas naciones, de la misma forma que se ha diversificado y cobrado presencia también en el plano internacional. Desde luego, las grandes corporaciones tienen mayores posibilidades para difundir sus mensajes que un pequeño grupo local. Pero hay mucho de novedad en la presencia de posiciones de lo más diversas en las redes electrónicas. El ciberespacio, al menos hasta ahora, manifiesta una pluralidad mayor que la del mundo real.

Por otro lado, la ciberpolítica puede ser un complemento a las tareas de discusión y confrontación de ideas que los ciudadanos emprenden en otros espacios. Lo cierto es que las redes pueden ser una herramienta para reforzar la política, no para sustituirla. Hay quienes, de hecho, ya consideran la posibilidad de que en un futuro los consensos sociales se establezcan a través de las redes electrónicas, en las cuales los ciudadanos harían saber sus pareceres sobre los más diversos asuntos públicos. La superautopista informativa puede ser un extraordinario recurso para quienes toman decisiones o quienes desean formarse una opinión sobre cualquier asunto público, pues pueden encontrar en ella datos que refuercen sus propósitos.

En esta perspectiva, la realidad de la superautopista informativa hace creíble que las redes favorecerán una democracia más participativa que la existente en la actualidad, ya que los sondeos de opinión, e incluso formas más institucionalizadas de la expresión de la voluntad popular como la consulta pública, el plebiscito o el referendo podrían facilitarse considerablemente.

Las telecomunicaciones podrían conectar a ciudadanos que nunca antes han estado en contacto entre sí, ofreciendo así una oportunidad única de participación a ciudadanos marginales que nunca antes lo habían hecho.

Víctor Flores Olea nos habla de los que parecen muy optimistas al respecto: "Los partidarios de la "teledemocracia" señalan que las telecomunicaciones interactivas impulsarán la participación cívica en los procesos democráticos. En vista de la "explosión" de la red y de los bajos costos crecientes de su acceso, no sería exagerado decir que prácticamente la totalidad de los ciudadanos estarían conectados a la red y que contarían para elaborar sus decisiones con una información mucho más amplia y matizada que la actual; y en el año 2000 podría haber ya alrededor de trescientos millones de usuarios de la red". (Flores Olea, V., 1997:42).

Inclusive se podría hablar de una relación directa nunca antes vista entre gobernados y gobernantes. La comunicación electrónica podría garantizar un acceso equitativo a la información de toda la ciudadanía, sobre los servicios y las bases de datos con las que cuenta el gobierno, así como facilitar el debate sobre los asuntos de actualidad más candentes. Un número mayor de ciudadanos podría participar en la discusión de los asuntos públicos y tomar parte directa o indirectamente en el proceso de toma de decisiones políticas.

En apariencia, el Internet tiene un papel democratizador en la sociedad. La democracia se caracteriza, entre otros valores, por la igualdad y la participación de los individuos en la toma de decisiones. El Internet reúne ambas características, dada su apertura y su carácter interactivo.

Algunos obstáculos

A pesar de todas las nuevas alternativas que ofrece, el Internet no es ninguna panacea, y así como tiene alcances sorprendentes, también se enfrenta con ciertos limites por ahora subsanables.

Por un lado, esa posibilidad de tener a millones de personas hablando entre sí, en círculos de composición racial, nacional, social o cultural convierte al ciberespacio en una Torre de Babel, ya que motiva, de cierta forma, que el sistema de ordenación jerárquica de valores de cada sociedad pueda ser sustituido, en gran parte, por el caos.

La circulación de mensajes es tan intensa que se llegan a perder las prioridades y la participación de cada quien queda difuminada entre millares de informaciones, opiniones y presencias que circulan simultáneamente. Hay muchas posibilidades de decir algo, pero tan amplias que unas con otras compiten hasta prácticamente neutralizarse.

Raúl Trejo señala críticamente: "(...)la expresión de esas redes es como la de quien acude a Hyde Park en Londres, o al Zócalo de la ciudad de México para gritar sus verdades: puede que exista plena libertad de expresión, pero hay tanta gente gritando cosas tan distintas que los mensajes corren el riesgo de terminar trivializándose en medio de una batahola discursiva". (Trejo, R., 1996:14)

En cuanto a las cuestiones técnicas, debe considerarse la dificultad para leer los hipertextos de las computadoras. Un foro sobre cualquier asunto político en donde los interesados participan a través del módem, puede tener gran interés pero padece de las restricciones de todos los intercambios a través de ese medio. Uno de ellos es la restricción en el tamaño de los mensajes que se pueden propagar por una red de este tipo que admite sólo el equivalente a pocas páginas de texto. El otro consiste en que, a diferencia de los diarios y las revistas, no queda memoria de lo se dice en esos foros a menos que alguno de sus concurrentes decida grabar magnéticamente la información.

Además, el lenguaje de las redes, el ciberlenguaje, no es compatible con las grandes discusiones. Las conversaciones en Internet suelen ser a partir de pocas frases, breves, concisas y, sobre todo, simples. Aun cuando no hay limitaciones técnicas para que puedan escribirse mensajes de varios párrafos o varias páginas, los intercambios de opiniones, por lo general, se basan en ideas muy breves, que incluso se sintetizan en onomatopeyas o interjecciones. Las conversaciones en estos foros suelen caracterizarse por la parquedad de sus expresiones y por tener varios interlocutores provocando confusiones entre los temas. Y además estas discusiones aparentan ser conversaciones a ciegas dado que en la mayoría de los casos no conocemos a nuestro interlocutor.

Y más allá de los problemas que para la comunicación política impone el formato breve y efímero de las discusiones en las redes, está el hecho, más limitante aún, de que todavía es una minoría los ciudadanos que tiene acceso a la comunicación electrónica. La sofisticación en la recepción a través de Internet depende de inversiones elevadas en hardware y software que no son fácilmente accesibles en la generalidad de los países en desarrollo. En México su empleo está reducido a individuos, grupos y empresas con recursos importantes.

Aun en las naciones más desarrolladas, las redes electrónicas de información pasan por un porcentaje todavía pequeño de hogares y centros de trabajo. Términos como Internet, módem, byte y ciberespacio, no son del dominio público y suelen ser tomados más como elementos de ciencia-ficción que de la realidad vigente y posible hoy. La superautopista de la información no transporta a todos sino sólo a las élites académicas, sociales y políticas con posibilidades para viajar por ella. Ante esta situación, se puede decir que la información así recibida es uno de los criterios que ahora dividen a los ricos y a los pobres.

Cebrián hace una interesante diferenciación entre aquellos que tiene posibilidades de tener acceso a las redes electrónicas y los que no pueden hacerlo: "Las diferencias entre los distintos estamentos sociales se verán agigantadas por esta nueva frontera existente entre los ciudadanos enchufados y los desenchufados. Los elementos igualitarios de Internet son aplicables sólo a los primeros y aumentarán, paradójicamente, las desigualdades, respecto al resto. Si tenemos en cuenta que más de la mitad de los ordenadores conectados al sistema se encuentran en hogares norteamericanos, que más de la mitad de la población del mundo no ha usado jamás un teléfono y que las líneas instaladas en todo el África negra son menos que las que existen en la ciudad de Tokio, entenderemos hasta qué punto la configuración de esa especie de asamblea ciberdemocrática puede constituir una exclusión para los habitantes de los países más pobres, los individuos menos educados o informados y, en definitiva, los desposeídos de la Tierra". (Cebrián, J.L., 1998:98).

Otra de las grandes limitaciones de las redes electrónicas está relacionada con un interesante fenómeno que algunos teóricos franceses han denominado la desinformación. Este fenómeno apuntala en una enorme contradicción: la abundancia y el excesivo flujo de información que ofrecen en la actualidad los medios de comunicación, en vez de crear un público más informado, parece conducirnos a un público más confundido o más desinformado.

Más información no significa muchas veces otra cosa que mayor confusión. Un exceso de datos, sobre todo si llegan a uno de forma desordenada, aleatoria y hasta casual, como suele suceder en la navegación por el Internet, puede conducirnos a una situación más incomprensible que la actual y provocarnos una fuerte sensación de incertidumbre. La comunicación ciber-electrónica depende de la agilidad y la velocidad. No obstante, los datos se transmiten en cantidades tan abrumadoras que apabullan la posibilidad de evaluarlos. Más información y más velocidad son garantía de usuarios más aturdidos.

Una reacción frecuente ante este fenómeno de desinformación es la de los individuos impasibles, es decir, de aquellos que viven tan empapados de asuntos contemporáneos que no logran tomar distancia para distinguir lo que verdaderamente es importante de lo qué no lo es, o para entender algo más allá de la sucesión acelerada de acontecimientos que los individuos consideran que deben conocer aunque no se consideren igual de comprometidos en comprender. La interactividad que prevalece en las redes promueve al mismo tiempo una pasividad en sus usuarios, y aunque existan oportunidades para una participación equitativa, hay algunos que prefieren un estado de contemplación.

Jean Baudrillard, en tanto pensador postmodernista, plantea lo siguiente respecto de la desinformación: "Nuestras sociedades están dominadas por este proceso de masa, no sólo en sentido sociológico y demográfico, sino también en el sentido de "masa crítica", de superación y un punto de no retorno. En esto consiste su acontecimiento más considerable: el nacimiento, al filo mismo de su movimiento, de su proceso revolucionario (todas las sociedades son revolucionarias desde la perspectiva de los siglos pasados), de una fuerza de inercia equivalente, de una indiferencia inmensa, y del poder silencioso de esta indiferencia. Esta materia inerte de lo social no resulta de la falta de intercambios, de información o de comunicación, sino que resulta por el contrario de la proliferación y de la saturación de los intercambios. (...) Cualquier trascendencia social, histórica, temporal, es absorbida por esta masa en su inmanencia silenciosa. En estos momentos, los acontecimientos políticos ya no poseen suficiente energía autónoma para conmovernos y por lo tanto se desarrollan como en una película muda de la que colectivamente somos irresponsables". (Baudrillard, J., 1997:12).

Perspectivas

En la historia de la humanidad todos los movimientos de liberación se han caracterizado por la ruptura de los códigos secretos que aseguraban la dominación de las élites que los conservaban sobre el resto de sociedad. La tecnología ha jugado y jugará un papel predominante en la conformación de la sociedad global de la información, pero no es la comprensión técnica del fenómeno, sino su absorción a las formas de vida corriente, lo que hará que se desarrolle y progrese.

Nuestra sociedad atraviesa por una verdadera transformación que tiene impacto en la forma tradicional de hacer política. Se trata de la revolución informática o la revolución digital. Esta revolución, con todos los cambios que conlleva, ha empezado a suscitar todo un debate por las repercusiones que pueda tener en la sociedad. Como es de esperarse en toda revolución tecnológica, surgen dos posiciones, una pesimista que sataniza los cambios tecnológicos y que ve en ellos nuevas formas de sometimiento del género humano; y una posición optimista que preconiza dichas innovaciones como un paso más hacia la emancipación humana.

Visto desde una posición optimista, el ciberespacio podría encontrarse en el escenario de un internacionalismo desconocido. Parecería un modelo como el que soñaron los pensadores que, en otras circunstancias y con ilusiones distintas a las que hoy predominan, llegaron a creer en un mundo tan igualitario que las barreras nacionales quedaran desdibujadas en un globalismo fraternal y solidario.

En cuanto a las implicaciones políticas de las redes electrónicas de información, encontramos entre los optimistas a quienes creen que ellas engendrarán una democracia más amplia, no sólo por la razón de que un día podría promoverse la participación ciudadana a través de las comunicaciones electrónicas, sino porque la distribución de la información y el acceso a los bancos de datos se han multiplicado y parece ya imposible reducirlos al conocimiento y control exclusivo de ciertos grupos económicos y políticos cerrados.

Pero esa visión es desde luego una exageración ingenua y esperanzadora. No hay igualdad, comenzando por el hecho de que unos países tienen menos computadoras que otros. Lo mismo puede decirse de la cantidad de usuarios adiestrados para manejar ese equipo, líneas telefónicas disponibles y bancos de información accesibles, en unos y otros países.

Cebrián se reflexiona lo siguiente: "Con la democracia sucede como con el café, que hay cientos de maneras de prepararlo. En la Viena de principios de siglo, los camareros lucían en la solapa un cartón con veintitrés colores diferentes, que correspondían a las veintitrés clases de café que los vieneses se jactaban de ofrecer a sus clientes. Pero democracia-democracia, como café-café, sólo existe la de un tipo, reconocida como tal y sometida a estándares y requisitos bien determinados. Lo demás, las democracias populares, nacionales, orgánicas o de cualquier otro género, son únicamente sucedáneos, o sea engaños a la población que, por otra parte, no se deja fácilmente seducir por la farsa. żEstá la ciberdemocracia incluida en esta lista?" (Cebrián, J.L., 1998:97).

Finalmente, no nos podemos quedar en ninguna de ambas posturas. Más bien, debemos intentar comprender cuáles son las repercusiones que las nuevas redes electrónicas tienen en la sociedad contemporánea. Es necesario analizar y entender qué nuevas alternativas ofrecen, así como sus inherentes limitaciones.

Es innegable el beneficio social que de las redes electrónicas se puede obtener. Una de sus novedades ha sido la de interconectar a la sociedad civil, constituyéndose en un espacio viable para el debate político, aún cuando sea un debate informal. Asimismo, en el ciberespacio cada vez más se observa la presencia de actores sociales con una ideología alternativa, y que, de cierta forma, empiezan a ejercer una mayor presión a través de la propagación de sus ideas en los canales telemáticos.

Bibliografía

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Sandra Strikovsky Vestel

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