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Febrero - Abril 2001

 

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“De Alfonso a Poncho y de Esperanza a Lancha: los Hipocorísticos”
 
Por Margarita Espinosa Meneses
Número 21

I. Introducción

El estudio que presento es sólo un acercamiento a un tema que ha sido relegado por los lingüistas: los hipocorísticos. Esta palabra es definida por Corominas [1] como aquella forma familiar que toman ciertos nombres de pila, especialmente en boca de los niños o de los adultos que imitan su lenguaje. El DRAE  en su edición de 1984 ya  registra el término  y lo define como “aquel nombre en forma diminutiva, abreviada o infantil que se usa para designaciones cariñosas, familiares o eufemísticas”. Se trata, pues, de  nombres como: Neto, Lupe, Chole, etc. apelativos que connotan carga afectiva y de los cuales nos valemos a diario.

El presente artículo tiene como finalidad mostrar los procesos fonéticos a través de los cuales nosotros como hablantes creamos los hipocorísticos. En lo particular, tomo la palabra “hipocorístico” como aquella que designa la forma derivada del nombre de pila y que da un sentido afectivo a éste, es decir, dejo a un lado todos los diminutivos.

 

II. Observaciones metodológicas

El corpus con el que trabajo está integrado básicamente por los nombres simples más comunes pertenecientes a la tradición latina: procedí a aplicar una encuesta, en la cual daba el santoral registrado en el calendario, pedía que se marcaran los nombres, tanto femeninos como masculinos, más usuales desde el punto de vista de los encuestados y, posteriormente, los hipocorísticos de las formas elegidas. La encuesta fue aplicada a 75  personas  de tres distintas generaciones, esto con el fin de poder registrar alguna variación de un hipocorístico entre una generación a otra (cosa que no sucedió), de esta manera conformé tres grupos: 25 a 35 años (hijos), 36 a 50 años (padres) y 51 o más (abuelos). Así, reuní 90 nombres de pila que fueron los que finalmente integraron el material de trabajo.

 

Es pertinente señalar que la presente investigación es un estudio sincrónico en cuanto a que sólo se enfoca a describir los cambios fonéticos que han sufrido algunos nombres de pila con respecto a su hipocorístico, así como las posibles causas y finalidades de dichas transformaciones, con lo anterior pretendo subrayar que, con excepción de una o dos formas,  las demás no se  estudia históricamente. Así pues, estoy consciente que, tal vez, en ese proceso a lo largo del tiempo se podría encontrar la explicación de algunos procesos fonéticos que, desde un punto de vista sincrónico, es difícil dar.

          Siendo éste un análisis de cambios de sonidos, he agrupado  los hipocorísticos guiándome exclusivamente por las transformaciones fonéticas que registran, de tal manera que quedan reunidos en apartados cuyo título hace alusión a un proceso fonético, por ejemplo: aféresis (Angela = Gela), palatalización (Salvador = Chava), etc.

 

III.  Fede, VeVa y Pera  (pérdida de sonidos)

          En este primer apartado encontraremos todas aquellas formas afectivas que se originan a través de la pérdida de fonemas del nombre de pila. Son tres los caminos que puede seguir este proceso: apócope, aféresis y síncopa.

 

3.1  Apócope

Dentro de los procesos fonéticos que pueden sufrir las palabras tenemos la “apócope” o  supresión de los sonidos finales.

Este procedimiento parece ser muy utilizado por el hablante para dar ese sentido cariñoso característico de los nombres propios, dentro del material analizado se registraron 37 ejemplos. La apócope suele presentarse en los nombres de más de dos sílabas, obsérvense los ejemplos:

 

Ángeles = Ángel                  Federico= Fede                  Verónica= Vero

Ángelica= Ángel                  Gilberto= Gil                      Yolanda= Yola

Arturo= Artur                    Leticia = Leti                    

Benjamín = Benja               Lucía = Luci

Berenice= Bere                  Magdalena= Magda

Bernabé = Berna                Mónica= Moni

Bernardo = Berna               Monserrat= Monse

Bibiana = Bibi           Nicolás= Nico

Carolina= Caro                   Rafael= Rafa

Catalina= Cata                   Raymundo= Ray

          Eloísa= Elo                        Teresa= Tere

         

El hecho de que la apócope se presente, sobre todo, con nombres largos nos lleva a pensar que la creación de los hipocorísticos, en estos casos, se debe tanto a mostrar un sentido afectivo como a la ley del menor esfuerzo que el hablante pone en práctica.

Mención aparte merece el nombre de Alejandro (con su femenino Alejandra), que al desaparecer sus últimos fonemas nos da Alej, grupo de sonidos cuya terminación no es común en el español, por lo que los hablantes lo pronuncian como /ks/ (Alex); o bien crean una vocal de apoyo (paragoge) para facilitar el punto de articulación, con la cual también marcan el género, obsérvese: Alejo, Aleja.

Ahora bien, algunos nombres derivan su hipocorístico utilizando la apócope e integrando en su sílaba final la semivocal  /i/. La razón por la que toman esta vocal de apoyo pudiera deberse a que al colocarla al final da a la palabra incorpora al nombre un sentido cariñoso, es decir, se nos presenta como una especie de diminutivo. Es interesante observar que la terminación con /i/ la presentan, en su mayoría, los nombres femeninos, ya que los masculinos no aceptan tan fácilmente ese sentido afectado que connota la /i/  final, obsérvense los siguientes ejemplos:

Rosa = Rosi

Susana = Susi

Pilar = Pili

Beatriz = Beti

Patricia = Pati

Victoria = Viki

Ubicamos también en este apartado aquellos nombres que después de la pérdida de sus fonemas finales adoptan /s/ para apoyar la realización articulatoria de toda la serie:

 

Claudia = Claus

Regina = Regis

 

3.2  Aféresis

Otro ejemplo que merece atención es el de Adolfo, pues su hipocorístico (Fito) no lo toma precisamente del nombre original, sino de su diminutivo; de tal manera que la palabra Adolfito es la que presenta aféresis quedando reducida a sus últimos sonidos: Fito.

Un nombre, también muy popular, es el de Carmen. En la encuesta realizada, algunos hablantes dan como forma cariñosa de Carmen la forma Carmela, sin embargo, Gutierre Tibón [2]   marca este Segundo nombre como una variante de Carmen y no como su hipocorístico. Otros hablantes nos dieron  como respuesta Mela como forma familiar de Carmen, así pues, Mela se explicaría por aféresis de  Carmela.

Otros hipocorísticos que surgen a través de este proceso son:

 

Ángel a= Gela           Ernestina= Tina        Genoveva = Veva

Armando = Mando     Edmundo = Mundo

 

Ahora bien algunos casos aceptan tanto apócopes como aféresis, dando origen a dos hipocorísticos para un solo nombre de pila, tal es el caso de:

Guillermina = Guille o Mina

Fernando = Fer o Nando

Cristina = Cris o Tina

 

3.3  Síncopa

Suele suceder que un nombre propio pueda perder sonidos que no  son ni los sonidos primeros ni los finales, sino los intermedios, este proceso recibe el nombre de “síncopa”.

Entre los hipocorísticos que se crean mediante síncopa tenemos, por ejemplo, Raúl = Rul  en el cual la vocal tónica, que es la de mayor fuerza,  es la única que se conserva. Lo mismo sucede en Berta = Beta, donde el sonido más débil, la alveolar /r/ cede su paso al dental /t/.

Es importante señalar  el hecho de que ciertos hipocorísticos son el resultado de la combinación de los tres procesos anteriores, por ejemplo,  Alberto o Roberto pasan tanto por “aféresis” como por “síncopa”, quedando ambos como Beto. Estos mismos procesos están presentes en las formas de Ernesto y Octavio, las cuales quedan reducidas a Neto y Tavo respectivamente.

Asimismo, resulta interesante observar algunos casos particulares, pues han producido varios hipocorísticos a través de estos tres procesos, tal es el caso de Esperanza. Este nombre pasa por aféresis y apócope, en consecuencia: Pera (que acepta diminutivo: Perita), algunos hablantes convierten éste en Pelan, apelativo originado por un trueque entre líquidas (/r/> /l/); posteriormente, recupera la última sílaba del nombre original y la palataliza [3] , quedando por fin Pelancha, forma que a su vez sufre nuevamente aféresis y origina Lancha.

Por último, mencionamos el nombre de pila Gabriel (y su femenino Gabriela), que al perder sus fonemas finales (Gabri), reorganiza su última sílaba (que es poco común en el español) a través de la síncopa, creándose Gabi.

 

IV. Nacho y Licha   (palatalización de sonidos)

Además de presentar “apócopes” o “aféresis”, muchos nombres propios forman en el español su hipocorístico con la presencia del fonema palatal africado sordo /ĉ/, es decir, ciertos sonidos del nombre de pila desplazan su punto de articulación hacia el paladar duro, este proceso resultó muy común en el paso de muchas palabras del latín al español, por ejemplo la /k/ velar atraída por la /i/ palatal origina el sonido /ch/: cistella> chistera.

 Los nombres cariñosos que surgen a través de este proceso provienen de nombres que coinciden  en tener una sílaba formada por el fonema fricativo alveolar sordo /s/ más una vocal. Probablemente la presencia de la vocal sea la que ayuda a la palatalización de la alveolar. Esto parece muy seguro cuando la vocal señalada es palatal (/e/, /i/), pues ésta ayuda a que la realización de la alveolar palatalice: /s/ > /ĉ/.

Así encontramos que el sonido / ĉ/, representado en nuestro español por la grafía ch, es muy frecuente en los hipocorísticos. Véanse los siguientes ejemplos, todos ellos muy familiares en el español de México:

-/sa/ > /ĉ/:    Gonzalo = Chalo;  Isabel=Chabel; Salvador = Chava.

-/se/ > / ĉ/:   Vicente=Chente;  Mercedes=Meche;  Marcela=Chela; Sergio=Chejo.

-/si/ > /ĉ/:     Silvio=Chivis; Rocío=Chío;  Alicia=Licha;  Ignacio=Nacho

-/so/ > /ĉ /:   Lorenzo=Lencho; Soledad=Chole

-/su/ > / ĉ /: Consuelo=Chelo.

 

Algunos de estos nombres que presentan /ĉ/ en su hipocorístico reflejan otros cambios, además de la pérdida de sonidos, por ejemplo: Josefina (Chepina), Alfonso (Poncho) y Francisco (Pancho) sufren el proceso de /f/ > /p/; transformación que puede explicarse si recordamos que ambos fonemas no están muy alejados en cuanto al punto de articulación, por lo que no es un cambio brusco, ilógico, el primero es labiodental (/f/) y el segundo bilabial (/p/), además coinciden en su realización sorda. Asimismo, puede ser que la nasal alveolar /n/, que se presenta en los tres casos (... sefina, ... fonso y Fran...), haya influido para atrasar el punto de articulación de /f/ pasándolo a /p/, y de este modo alejarlo de sí y lograr un margen de mayor seguridad entre los dos /n/ y /p/.

Otro fenómeno se registra en el nombre Rosario: pasa por aféresis (Sario), palataliza la alveolar (/Ĉarios/) y vuelve a sufrir una palatalización, pero ahora en su segunda sílaba, seguramente por la pérdida del fonema /r/ y por influencia de la vocal palatal /i/, (Chayo).

El mismo proceso de palatalización que marcamos en la segunda sílaba del nombre anterior  (pérdida de /r/ y palatización a /y/), lo presenta  el nombre de Gregorio quedando como Goyo.

Uno de los nombres de mayor tradición en el español es el de Jesús, éste crea su hipocorístico a partir de su última sílaba (...sús), pues su forma final crea una vocal de apoyo y origina la siguiente sílaba: /sus/ a /ĉush/ a /ĉuĉo/.

Otra forma tradicional es la de Concepción (Concha) en la que el grupo /sión/ palataliza a /ĉa/. Tal vez, el cambio de vocal tenga su explicación en la definición de género del apelativo, pues daría un sentido ambiguo su realización con otra vocal, veamos: Conche (si se respeta la vocal original), Concho o Conchu, sin embargo, también acepta la vocal /i/ en Conchi o en su diminutivo: Conchita.

          Finalmente, tenemos otro proceso de palatalización, ahora se trata de la presencia de la nasal palatal /ň/. Antonio (Toño) y su femenino Antonia (Toña), ambos presentan pérdida de sonidos iniciales y una palatalización de la nasal influida por la semivocal /i/ (/n/ + yod es un proceso de palatalización muy documentado en el español), es decir, una asimilación regresiva en la que /ni/ pasa a /ň/.

 

V. Lola y Memo (asimilación)

La asimilación es aquel proceso mediante el cual los movimientos articulatorios de un sonido se propagan a otro vecino. Este cambio es seguido por algunos nombres de personal al momento de crear su hipocorístico, por ejemplo:

 

Lourdes = Lulú

Dolores = Lola

Laura = Lala

 

Después de haber pasado por pérdidas de sonidos, estos nombres sufren una segunda transformación; la alveolar /r/  (Lourdes, Dolores, Laura) sede ante su equivalente: la lateral /l/.

 

 

VI. Miki y Dani    (préstamos)

Los hipocorísticos que integran este apartado coinciden en el hecho de que todos tiene su equivalente en otra lengua, por lo que la forma familiar que se utiliza en el español, suele ser la misma que se usa en la lengua en la que tienen su correspondencia (principalmente la inglesa). De tal manera tenemos que:

 

                   Miguel         =               Miki                   (inglés Micky)

                   Ricardo       =               Richard              (alemán Richard)

                   Carlos         =               Charli                 (inglés Charly)

                   Julia           =               Juli /Yúli/            (inglés July)

                   Juan           =               Joni /Yóni  /        (inglés Jhony)

                   Daniel         =               Dani                   (inglés Danny)

 

          Estos ejemplos muestran cómo el hablante español ha copiado patrones de otra lengua, por lo que de esta manera queda explicado el origen de estos hipocorísticos.

 

VII. Cambios fonéticos diversos.

          En algunos ocasiones, los hipocorísticos de determinadas formas no pueden ser explicados a través de un cambio fonético, ya que se registran nombres de pila que han pasado por diversos procesos, damos algunos ejemplos de lo anterior:

a)     Pedro = Perico. Esta palabra podría tener su origen en el español antiguo, pues en éste se documenta como Pero. Ahora bien, entre los sufijos que utilizaba el español, en los siglos de oro, para formar diminutivo, esta precisamente –ico. Suponemos que Perico viene de esa época en la que era un diminutivo y llega a nosotros como hipocorístico.

b)     Manuel = Manolo. La transformación de este nombre se debe a que la vocal /e/ cierra un grado a la velar /u/ dando /o/; incluso en el portugués se documenta MANOEL. Posteriormente, la /e/ se pierde y el hablante busca una vocal de apoyo: Manolo.

c)     Luis = Güicho. Luisa=Güicha. Ambas formas siguen el proceso de palatalización explicado anteriormente (/sa/ a /ĉa/ y /so/ a /ĉo/), ahora bien, resulta muy probable que la presencia del diptongo (y ya con la palatalización: Luicho, Luicha), haya retrasado el punto de articulación de la alveolar (/l/) hasta velarizarla /g/.

d)     Alfredo = Fredi. Este caso nos sirve para ejemplificar el proceso en el cual el hipocorístico se independiza a tal grado del nombre que toma el papel de nombre propio. En la actualidad Fredy se documenta como nombre de pila. Este procedimiento no es nada raro, se tienen registrados varios ejemplos en todas las lenguas. Fredi se forma con la pérdida de los primeros fonemas, para, posteriormente, crear una /i/ final, tal vez por semejanza a algunos nombres extranjeros (Micky, Charly).

 

VIII. Pepe, Lalo, Cuco y Coco.

          Finalizo este análisis con cuatro formas que no catalogué en ningún apartado, simplemente porque creo que la explicación de los cambios que han sufrido, tendríamos que buscarla históricamente, por ejemplo Pepe (José del hebreo Yosef), forma afectiva en el español, mientras que en el italiano aparece como nombre de pila: Peppe o Beppe. Resulta, pues, necesario rastrearla en nuestra lengua para verificar si ha sufrido alguna evolución, y de este modo llegar a una conclusión creíble de por qué: José > Pepe.

          Por otra parte, me atrevería a decir que el hipocorístico Lalo (Eduardo), es creación del lenguaje de los niños. Que Cuco (Refugio) y Coco (Socorro), siguen guardando esa relación que tienen con su significado,  los dos hacen alusión a “refugiarse”, “retirarse”, “pedir ayuda” y tal vez Cuco y Coco que son sumamente parecidos, sigan aludiendo al sentido de buscar refugio. Pero éstas son sólo hipótesis, las cuales necesitarían comprobarse con un estudio más profundo e histórico de estas formas, por lo que, por el momento, quedan fuera del alcance de este primer acercamiento en torno a los hipocorísticos.

 

IX. Conclusiones

          Con base en lo anteriormente expuesto podemos señalar los siguiente puntos importantes:

 

1)     Los hipocorísticos contienen sentido afectivo, pero su origen se debe también a la simplificación que el hablante realiza en los nombres demasiado largos (ley del menor esfuerzo).

2)     Apoyando el punto anterior, observamos que los nombres de más de dos sílabas no aceptan, por lo regular, diminutivo, mientras que sus hipocorísticos correspondientes sí lo hacen: Guadalupe > Lupita.

3)     La palatalización es el segundo proceso más utilizado en la creación de hipocorísticos (el primero es la pérdida de sonidos): /ĉ/ < /s/+vocal; /ň/ < /ni/; /y/ < /ri/, proceso en el cual las vocales (sobre todo la palatal /i/) tienen un papel importante.

4)     Ciertos hipocorísticos son el resultado de varios procesos, como: Pela (aféresis, apócope y trueque).

5)     El lenguaje infantil es una de las fuentes que origina estas formas afectuosas, por lo que, en esos casos, los cambios fonéticos no son el resultado de una evolución lógica de los sonidos, sino más bien reflejan la forma que al niño se le facilita articular: Eduardo > Lalo.

6)     Algunos hipocorísticos se independizan tanto del nombre que toman ellos el lugar del nombre de pila y dejan a un lado su connotación afectuosa, este es un proceso documentado en todas las lenguas: Margarita = Rita, posteriormente Rita pasa a ser nombre personal.

7)     Se hace necesario rastrear históricamente algunos nombres de pila, con la finalidad de explicar con seguridad los cambios fonéticos que han sufrido de su forma original al hipocorístico.

8)     La onomástica (rama de la lingüística destinada al estudio de los nombres propios) es una disciplina poco abordada por los lingüistas en México, existe sólo algunos trabajos acerca de ella y casi ninguno sobre hipocorísticos, formas que encierran tradiciones, tabúes e historia.

 

X. Bibliografía

LÁZARO CARRETER, Fernando. Diccionario de términos fiolosóficos, 3ª. Ed., Madrid, Gredos, 1981 (BRH.III. Manuales, 6), pp. 43.

COROMINAS, J y PAsCUAL, J. A., Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos, 1989, v. III

Real Academia Española de la Lengua, Diccionario de la lengua española, 20ª. Ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1984, VII

TIBÓN, Gutierre, Diccionario etimológico comparado con nombres propios de persona, 2ª. Ed., México, F.C.E., 1986, pp. 252.

170° Calendario del más antiguo Galván para el año de 1996, 170 ed., México, Librería y ediciones Murguía, 1995. pp. 137-138


[1] Corominas, J Diccionario crítico etimológico castellano hispánico.

[2] Tibón, Gutierre. Diccionario etimológico comparado de nombres propios de persona, p. 57

[3] Véase en este mismo trabajo el apartado sobre palatalización

 


Margarita Espinosa Meneses
Departamento de Letras, DACS,
ITESM-CEM

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