I. Introducción
El estudio que presento es sólo un
acercamiento a un tema que ha sido relegado por los lingüistas:
los hipocorísticos. Esta palabra es definida por Corominas como aquella forma familiar que toman ciertos nombres
de pila, especialmente en boca de los niños o de los adultos que
imitan su lenguaje. El DRAE en
su edición de 1984 ya registra
el término y lo define como “aquel nombre en forma diminutiva,
abreviada o infantil que se usa para designaciones cariñosas,
familiares o eufemísticas”. Se trata, pues, de
nombres como: Neto, Lupe, Chole, etc. apelativos
que connotan carga afectiva y de los cuales nos valemos a diario.
El presente artículo tiene como finalidad
mostrar los procesos fonéticos a través de los cuales nosotros
como hablantes creamos los hipocorísticos. En lo particular, tomo
la palabra “hipocorístico” como aquella que designa la forma derivada
del nombre de pila y que da un sentido afectivo a éste, es decir,
dejo a un lado todos los diminutivos.
II. Observaciones metodológicas
El corpus con el que trabajo está
integrado básicamente por los nombres simples más comunes pertenecientes
a la tradición latina: procedí a aplicar una encuesta, en la cual
daba el santoral registrado en el calendario, pedía que se marcaran
los nombres, tanto femeninos como masculinos, más usuales desde
el punto de vista de los encuestados y, posteriormente, los hipocorísticos
de las formas elegidas. La encuesta fue aplicada a 75
personas de tres distintas generaciones, esto con el
fin de poder registrar alguna variación de un hipocorístico entre
una generación a otra (cosa que no sucedió), de esta manera conformé
tres grupos: 25 a 35 años (hijos), 36 a 50 años (padres) y 51
o más (abuelos). Así, reuní 90 nombres de pila que fueron los
que finalmente integraron el material de trabajo.
Es pertinente señalar que la presente
investigación es un estudio sincrónico en cuanto a que sólo se
enfoca a describir los cambios fonéticos que han sufrido algunos
nombres de pila con respecto a su hipocorístico, así como las
posibles causas y finalidades de dichas transformaciones, con
lo anterior pretendo subrayar que, con excepción de una o dos
formas, las demás no se
estudia históricamente. Así pues, estoy consciente que,
tal vez, en ese proceso a lo largo del tiempo se podría encontrar
la explicación de algunos procesos fonéticos que, desde un punto
de vista sincrónico, es difícil dar.
Siendo éste un análisis de cambios de sonidos, he agrupado los hipocorísticos guiándome exclusivamente por las transformaciones
fonéticas que registran, de tal manera que quedan reunidos en
apartados cuyo título hace alusión a un proceso fonético, por
ejemplo: aféresis (Angela = Gela), palatalización
(Salvador = Chava), etc.
III. Fede, VeVa
y Pera (pérdida de sonidos)
En
este primer apartado encontraremos todas aquellas formas afectivas
que se originan a través de la pérdida de fonemas del nombre de
pila. Son tres los caminos que puede seguir este proceso: apócope,
aféresis y síncopa.
3.1
Apócope
Dentro de los procesos fonéticos
que pueden sufrir las palabras tenemos la “apócope” o supresión de los sonidos finales.
Este procedimiento parece ser muy
utilizado por el hablante para dar ese sentido cariñoso característico
de los nombres propios, dentro del material analizado se registraron
37 ejemplos. La apócope suele presentarse en los nombres de más
de dos sílabas, obsérvense los ejemplos:
Ángeles = Ángel Federico= Fede Verónica= Vero
Ángelica= Ángel Gilberto= Gil Yolanda= Yola
Arturo=
Artur Leticia
= Leti
Benjamín
= Benja Lucía
= Luci
Berenice= Bere Magdalena= Magda
Bernabé = Berna Mónica= Moni
Bernardo = Berna Monserrat= Monse
Bibiana = Bibi Nicolás= Nico
Carolina= Caro Rafael= Rafa
Catalina= Cata Raymundo= Ray
Eloísa=
Elo Teresa=
Tere
El hecho de que la apócope se presente,
sobre todo, con nombres largos nos lleva a pensar que la creación
de los hipocorísticos, en estos casos, se debe tanto a mostrar
un sentido afectivo como a la ley del menor esfuerzo que el hablante
pone en práctica.
Mención aparte merece el nombre de
Alejandro (con su femenino Alejandra), que al desaparecer
sus últimos fonemas nos da Alej, grupo de sonidos cuya
terminación no es común en el español, por lo que los hablantes
lo pronuncian como /ks/ (Alex); o bien crean una vocal
de apoyo (paragoge) para facilitar el punto de articulación, con
la cual también marcan el género, obsérvese: Alejo, Aleja.
Ahora bien, algunos nombres derivan su hipocorístico
utilizando la apócope e integrando en su sílaba final la semivocal
/i/. La razón por la que toman esta vocal de apoyo pudiera
deberse a que al colocarla al final da a la palabra incorpora
al nombre un sentido cariñoso, es decir, se nos presenta como
una especie de diminutivo. Es interesante observar que la terminación
con /i/ la presentan, en su mayoría, los nombres femeninos, ya
que los masculinos no aceptan tan fácilmente ese sentido afectado
que connota la /i/ final, obsérvense los siguientes ejemplos:
Rosa = Rosi
Susana = Susi
Pilar = Pili
Beatriz = Beti
Patricia = Pati
Victoria = Viki
Ubicamos también en este apartado
aquellos nombres que después de la pérdida de sus fonemas finales
adoptan /s/ para apoyar la realización articulatoria de toda la
serie:
Claudia = Claus
Regina = Regis
3.2
Aféresis
Otro ejemplo que merece atención
es el de Adolfo, pues su hipocorístico (Fito) no
lo toma precisamente del nombre original, sino de su diminutivo;
de tal manera que la palabra Adolfito es la que presenta
aféresis quedando reducida a sus últimos sonidos: Fito.
Un nombre, también muy popular, es
el de Carmen. En la encuesta realizada, algunos hablantes
dan como forma cariñosa de Carmen la forma Carmela,
sin embargo, Gutierre Tibón marca este Segundo
nombre como una variante de Carmen y no como su hipocorístico.
Otros hablantes nos dieron como
respuesta Mela como forma familiar de Carmen, así
pues, Mela se explicaría por aféresis de
Carmela.
Otros hipocorísticos que surgen a
través de este proceso son:
Ángel a= Gela Ernestina= Tina Genoveva = Veva
Armando = Mando Edmundo = Mundo
Ahora bien algunos casos aceptan
tanto apócopes como aféresis, dando origen a dos hipocorísticos
para un solo nombre de pila, tal es el caso de:
Guillermina = Guille o Mina
Fernando
= Fer o Nando
Cristina = Cris o Tina
3.3
Síncopa
Suele suceder que un nombre propio
pueda perder sonidos que no son
ni los sonidos primeros ni los finales, sino los intermedios,
este proceso recibe el nombre de “síncopa”.
Entre los hipocorísticos que se crean
mediante síncopa tenemos, por ejemplo, Raúl = Rul en el cual la vocal tónica, que es la de mayor
fuerza, es la única que
se conserva. Lo mismo sucede en Berta = Beta, donde
el sonido más débil, la alveolar /r/ cede su paso al dental /t/.
Es importante señalar el hecho de que ciertos hipocorísticos son
el resultado de la combinación de los tres procesos anteriores,
por ejemplo, Alberto
o Roberto pasan tanto por “aféresis” como por “síncopa”,
quedando ambos como Beto. Estos mismos procesos están presentes
en las formas de Ernesto y Octavio, las cuales quedan
reducidas a Neto y Tavo respectivamente.
Asimismo, resulta interesante observar
algunos casos particulares, pues han producido varios hipocorísticos
a través de estos tres procesos, tal es el caso de Esperanza.
Este nombre pasa por aféresis y apócope, en consecuencia:
Pera (que acepta diminutivo: Perita), algunos hablantes
convierten éste en Pelan, apelativo originado por un trueque
entre líquidas (/r/> /l/); posteriormente, recupera la última
sílaba del nombre original y la palataliza, quedando por fin Pelancha, forma que a su vez
sufre nuevamente aféresis y origina Lancha.
Por último, mencionamos el nombre
de pila Gabriel (y su femenino Gabriela), que al
perder sus fonemas finales (Gabri), reorganiza su última sílaba
(que es poco común en el español) a través de la síncopa, creándose
Gabi.
IV. Nacho y Licha (palatalización
de sonidos)
Además de presentar “apócopes” o
“aféresis”, muchos nombres propios forman en el español su hipocorístico
con la presencia del fonema palatal africado sordo /ĉ/, es
decir, ciertos sonidos del nombre de pila desplazan su punto de
articulación hacia el paladar duro, este proceso resultó muy común
en el paso de muchas palabras del latín al español, por ejemplo
la /k/ velar atraída por la /i/ palatal origina el sonido /ch/:
cistella> chistera.
Los nombres cariñosos que surgen a través de este proceso provienen
de nombres que coinciden en
tener una sílaba formada por el fonema fricativo alveolar sordo
/s/ más una vocal. Probablemente la presencia de la vocal sea
la que ayuda a la palatalización de la alveolar. Esto parece muy
seguro cuando la vocal señalada es palatal (/e/, /i/), pues ésta
ayuda a que la realización de la alveolar palatalice: /s/ >
/ĉ/.
Así encontramos que el sonido / ĉ/,
representado en nuestro español por la grafía ch, es muy
frecuente en los hipocorísticos. Véanse los siguientes ejemplos,
todos ellos muy familiares en el español de México:
-/sa/ > /ĉ/:
Gonzalo = Chalo; Isabel=Chabel;
Salvador = Chava.
-/se/ > / ĉ/:
Vicente=Chente; Mercedes=Meche; Marcela=Chela; Sergio=Chejo.
-/si/ > /ĉ/:
Silvio=Chivis; Rocío=Chío;
Alicia=Licha; Ignacio=Nacho
-/so/
> /ĉ /: Lorenzo=Lencho;
Soledad=Chole
-/su/ > / ĉ /: Consuelo=Chelo.
Algunos de estos nombres que presentan
/ĉ/ en su hipocorístico reflejan otros cambios, además de
la pérdida de sonidos, por ejemplo: Josefina (Chepina),
Alfonso (Poncho) y Francisco (Pancho)
sufren el proceso de /f/ > /p/; transformación que puede explicarse
si recordamos que ambos fonemas no están muy alejados en cuanto
al punto de articulación, por lo que no es un cambio brusco, ilógico,
el primero es labiodental (/f/) y el segundo bilabial (/p/), además
coinciden en su realización sorda. Asimismo, puede ser que la
nasal alveolar /n/, que se presenta en los tres casos (... sefina,
... fonso y Fran...), haya influido para atrasar
el punto de articulación de /f/ pasándolo a /p/, y de este modo
alejarlo de sí y lograr un margen de mayor seguridad entre los
dos /n/ y /p/.
Otro fenómeno se registra en el nombre
Rosario: pasa por aféresis (Sario), palataliza la
alveolar (/Ĉarios/) y vuelve a sufrir una palatalización,
pero ahora en su segunda sílaba, seguramente por la pérdida del
fonema /r/ y por influencia de la vocal palatal /i/, (Chayo).
El mismo proceso de palatalización
que marcamos en la segunda sílaba del nombre anterior (pérdida de /r/ y palatización a /y/), lo presenta el nombre de Gregorio quedando
como Goyo.
Uno de los nombres de mayor tradición en el español es
el de Jesús, éste crea su hipocorístico a partir de su
última sílaba (...sús), pues su forma final crea una vocal de
apoyo y origina la siguiente sílaba: /sus/ a /ĉush/ a /ĉuĉo/.
Otra forma tradicional es la de Concepción
(Concha) en la que el grupo /sión/ palataliza a /ĉa/.
Tal vez, el cambio de vocal tenga su explicación en la definición
de género del apelativo, pues daría un sentido ambiguo su realización
con otra vocal, veamos: Conche (si se respeta la vocal
original), Concho o Conchu, sin embargo, también
acepta la vocal /i/ en Conchi o en su diminutivo: Conchita.
Finalmente, tenemos otro proceso de palatalización, ahora
se trata de la presencia de la nasal palatal /ň/. Antonio
(Toño) y su femenino Antonia (Toña), ambos
presentan pérdida de sonidos iniciales y una palatalización de
la nasal influida por la semivocal /i/ (/n/ + yod es un proceso
de palatalización muy documentado en el español), es decir, una
asimilación regresiva en la que /ni/ pasa a /ň/.
V. Lola y Memo (asimilación)
La asimilación es aquel proceso mediante
el cual los movimientos articulatorios de un sonido se propagan
a otro vecino. Este cambio es seguido por algunos nombres de personal
al momento de crear su hipocorístico, por ejemplo:
Lourdes = Lulú
Dolores = Lola
Laura = Lala
Después de haber pasado por pérdidas
de sonidos, estos nombres sufren una segunda transformación; la
alveolar /r/ (Lourdes,
Dolores, Laura) sede ante su equivalente: la lateral
/l/.
VI. Miki y Dani (préstamos)
Los hipocorísticos que integran este
apartado coinciden en el hecho de que todos tiene su equivalente
en otra lengua, por lo que la forma familiar que se utiliza en
el español, suele ser la misma que se usa en la lengua en la que
tienen su correspondencia (principalmente la inglesa). De tal
manera tenemos que:
Miguel =
Miki (inglés Micky)
Ricardo = Richard (alemán Richard)
Carlos =
Charli
(inglés Charly)
Julia
= Juli /Yúli/ (inglés July)
Juan = Joni /Yóni / (inglés
Jhony)
Daniel = Dani (inglés
Danny)
Estos ejemplos muestran cómo el hablante
español ha copiado patrones de otra lengua, por lo que de esta
manera queda explicado el origen de estos hipocorísticos.
VII. Cambios fonéticos diversos.
En algunos ocasiones, los hipocorísticos
de determinadas formas no pueden ser explicados a través de un
cambio fonético, ya que se registran nombres de pila que han pasado
por diversos procesos, damos algunos ejemplos de lo anterior:
a)
Pedro = Perico. Esta palabra podría tener su origen en el español antiguo,
pues en éste se documenta como Pero. Ahora bien, entre
los sufijos que utilizaba el español, en los siglos de oro, para
formar diminutivo, esta precisamente –ico. Suponemos que Perico
viene de esa época en la que era un diminutivo y llega a nosotros
como hipocorístico.
b)
Manuel = Manolo. La transformación de este nombre se debe a que la vocal
/e/ cierra un grado a la velar /u/ dando /o/; incluso en el portugués
se documenta MANOEL. Posteriormente, la /e/ se pierde y
el hablante busca una vocal de apoyo: Manolo.
c)
Luis = Güicho. Luisa=Güicha. Ambas formas siguen el proceso de palatalización
explicado anteriormente (/sa/ a /ĉa/ y /so/ a /ĉo/),
ahora bien, resulta muy probable que la presencia del diptongo
(y ya con la palatalización: Luicho, Luicha), haya
retrasado el punto de articulación de la alveolar (/l/) hasta
velarizarla /g/.
d)
Alfredo = Fredi. Este caso nos sirve para ejemplificar el proceso en
el cual el hipocorístico se independiza a tal grado del nombre
que toma el papel de nombre propio. En la actualidad Fredy
se documenta como nombre de pila. Este procedimiento no es nada
raro, se tienen registrados varios ejemplos en todas las lenguas.
Fredi se forma con la pérdida de los primeros fonemas,
para, posteriormente, crear una /i/ final, tal vez por semejanza
a algunos nombres extranjeros (Micky, Charly).
VIII.
Pepe, Lalo, Cuco y Coco.
Finalizo este análisis con cuatro formas
que no catalogué en ningún apartado, simplemente porque creo que
la explicación de los cambios que han sufrido, tendríamos que
buscarla históricamente, por ejemplo Pepe (José
del hebreo Yosef), forma afectiva en el español, mientras
que en el italiano aparece como nombre de pila: Peppe o
Beppe. Resulta, pues, necesario rastrearla en nuestra lengua
para verificar si ha sufrido alguna evolución, y de este modo
llegar a una conclusión creíble de por qué: José > Pepe.
Por otra parte, me atrevería a decir
que el hipocorístico Lalo (Eduardo), es creación
del lenguaje de los niños. Que Cuco (Refugio) y
Coco (Socorro), siguen guardando esa relación que
tienen con su significado, los dos hacen alusión a “refugiarse”, “retirarse”,
“pedir ayuda” y tal vez Cuco y Coco que son sumamente
parecidos, sigan aludiendo al sentido de buscar refugio. Pero
éstas son sólo hipótesis, las cuales necesitarían comprobarse
con un estudio más profundo e histórico de estas formas, por lo
que, por el momento, quedan fuera del alcance de este primer acercamiento
en torno a los hipocorísticos.
IX. Conclusiones
Con base en lo anteriormente expuesto
podemos señalar los siguiente puntos importantes:
1)
Los hipocorísticos contienen
sentido afectivo, pero su origen se debe también a la simplificación
que el hablante realiza en los nombres demasiado largos (ley del
menor esfuerzo).
2)
Apoyando el punto anterior,
observamos que los nombres de más de dos sílabas no aceptan, por
lo regular, diminutivo, mientras que sus hipocorísticos correspondientes
sí lo hacen: Guadalupe > Lupita.
3)
La palatalización es el segundo
proceso más utilizado en la creación de hipocorísticos (el primero
es la pérdida de sonidos): /ĉ/ < /s/+vocal; /ň/ <
/ni/; /y/ < /ri/, proceso en el cual las vocales (sobre todo
la palatal /i/) tienen un papel importante.
4)
Ciertos hipocorísticos son
el resultado de varios procesos, como: Pela (aféresis,
apócope y trueque).
5)
El lenguaje
infantil es una de las fuentes que origina estas formas afectuosas,
por lo que, en esos casos, los cambios fonéticos no son el resultado
de una evolución lógica de los sonidos, sino más bien reflejan
la forma que al niño se le facilita articular: Eduardo >
Lalo.
6)
Algunos hipocorísticos se
independizan tanto del nombre que toman ellos el lugar del nombre
de pila y dejan a un lado su connotación afectuosa, este es un
proceso documentado en todas las lenguas: Margarita = Rita,
posteriormente Rita pasa a ser nombre personal.
7)
Se hace necesario rastrear
históricamente algunos nombres de pila, con la finalidad de explicar
con seguridad los cambios fonéticos que han sufrido de su forma
original al hipocorístico.
8)
La onomástica (rama de la
lingüística destinada al estudio de los nombres propios) es una
disciplina poco abordada por los lingüistas en México, existe
sólo algunos trabajos acerca de ella y casi ninguno sobre hipocorísticos,
formas que encierran tradiciones, tabúes e historia.
X. Bibliografía
LÁZARO CARRETER, Fernando. Diccionario de términos
fiolosóficos, 3ª. Ed., Madrid, Gredos, 1981 (BRH.III. Manuales,
6), pp. 43.
COROMINAS, J y PAsCUAL, J. A., Diccionario crítico
etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos, 1989,
v. III
Real Academia Española de la Lengua, Diccionario de
la lengua española, 20ª. Ed., Madrid, Espasa-Calpe, 1984,
VII
TIBÓN, Gutierre, Diccionario etimológico comparado
con nombres propios de persona, 2ª. Ed., México, F.C.E., 1986,
pp. 252.
170° Calendario del más antiguo Galván para el año de
1996, 170 ed., México, Librería y ediciones Murguía, 1995. pp.
137-138