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Octubre - Noviembre 2001

 

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Ciudad en movimiento
 

Por Sandra Ramírez
Número 23

Vestida de andrajos, aniquilada por la desesperación de salir de un vacío pantanoso sin fin. Salpicada por la degradación, cruel y rebelde.

Ciudad confusa y perpetua, virgen de logros y progreso.

Ciudad que sólo logra la estabilidad emocional por un mundo así, urbano y miserable; que sólo logra acostumbrar a la capa negra de smog que a diario nos cubre la cara.

Ciudad insensible, pobre y resignada, con exagerada gente, desilusionada, que camina encorbada por el peso de la desesperanza y cansada de hacerlo sobre las calles polvorientas, gente taladrada de los huesos por la indiferencia.

Ciudad sin color, sola, en sus ojos se refleja las reprimidas ganas de llorar, reprimidas desde hace una eternidad.

Ciudad en donde se camina con tropezones porque los pies pesan demasiado para levantarlos.

Ciudad con ¡tanta gente! Tan igual y tan distinta, siempre reemplazándose, sin dejar de mostrar su caminar, para que no haya duda que se camina con tristeza.

En el metro, siempre el misma calor, el mismo olor, las mismas voces y las mismas carcajadas fugaces. La misma gente esperando una cita bajo el reloj de cualquier estación creyendo cambiar su rutinaria vida; la misma gente desesperada por llegar, y la poca que nunca tiene prisa.

¿A dónde irá con tanto descuido o tanta ansia? ¿Habrá comido?

Nunca terminan de pasar, unos cansados otros sonrientes, pensando, recordando o durmiendo dentro de un microbús.

Ciudad en la que no faltarán siete pecados capitales.

Ciudad en la que nunca faltará un niño jugando un partido de fútbol, en la que no faltará una visita a Chapultepec.

¡Oh ciudad!...bendita ciudad.



Sandra Ramírez
 

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