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Por Maricruz Castro Ricalde
Número 27
Desregulación, concentración,
globalización y convergencia digital son cuatro de las características
que han marcado el ritmo de las transformaciones de las tecnologías
de la información y la comunicación de las últimas
dos décadas (cfr. Hamelink, 1996). Las ideas que han poblado
el imaginario social en relación con ellas quedaron firmemente
establecidas a raíz de la formulación de las denominadas
"autopistas de la información" (information
superhighways). Albert Gore, como vocero de la política
de William Clinton, en 1992, propuso el término como un complemento
del programa estadounidense, cuyo objetivo era crear los espacios
y los medios necesarios para vincular los tres grandes ejes de su
propuesta gubernamental: sociedad, economía y tecnología.
La respuesta a lo que primero se planteó como una National
Information Infrastructure (NII) y después como necesariamente
la Global Information Infrastructure (GII) fue el impulso
definitivo del uso de internet, de la world wide web.
En la cumbre del G-7 celebrado en
febrero de 1995, en Bruselas, Gore dio a conocer el documento "Toward
a Global Information Infrastructure: The Promise of a New World
Information Order". En esa reunión estuvieron presentes,
no sólo los representantes de los países más
industrializados del mundo, sino también (por primera vez
en la historia del grupo) cuarenta y cinco dirigentes de empresas
de Europa, Estados Unidos y Japón (cfr. Mattelart, 1998:
93). La desregulación y la privatización de los medios
de comunicación del Estado y las telecomunicaciones fue una
petición unánime que no hacía sino poner en
palabras una tendencia mundial registrada en esa área y promovida
por el sistema económico extendido casi en escala global,
el neoliberalismo.
En ese marco, recordemos que un
par de años antes, en México, Televisión Azteca,
el 18 de julio de 1993, había pasado a manos del grupo Radio
Televisora del Centro, encabezado por Ricardo Salinas Pliego (Olmos,
1998: 130). Telmex fue vendido al grupo CARSO, con Carlos Slim como
cabeza visible. También se pusieron a subasta la Compañía
Operadora de Teatros S.A. (COTSA), quien administraba la gran mayoría
de las salas cinematográficas del país, así
como el periódico El Nacional.
Sistemas de radio y televisión
regionales o estatales, por su parte, surgieron con gran fuerza
a principios de la década de los ochenta. Les dio vida, entre
otras razones, la fuerte corriente internacional de opinión
surgida a raíz del informe McBride, publicado en 1980. En
él, se evidenciaba el gran desequilibrio existente en la
direccionalidad de los flujos informativos y la necesidad urgente
de implantar políticas de comunicación regionales,
sobre todo en los países en vías de desarrollo. De
aquí, también, el gran auge que vivió la disciplina,
a través del fortalecimiento de las carreras en Ciencias
de la Comunicación, el surgimiento de asociaciones, la creación
de puestos de trabajo tanto en las empresas como en los gobiernos
estatales y federales, vinculados con la comunicación social,
principalmente. Todo este empuje, estimulado por becas y fondos
nacionales e internacionales así como por un asentimiento
colectivo, a partir de la década de los noventa fue debilitándose
en algunos aspectos. Concretamente, los sistemas regionales de radio
y televisión (Hidalgo, Yucatán, Sonora, México,
Veracruz, Tlaxcala, Chiapas, Guerrero, Quintana Roo, entre otros),
sexenio tras sexenio ven mermados sus presupuestos, restringida
su programación, rebasados tecnológicamente sus equipos,
con dificultades para contratar personal dada la exigüidad
de los salarios que se ofrecen. Los destinos de estos sistemas,
con cada cambio gubernamental suele tornarse incierto.
Esta situación es totalmente
distinta en otros países, en donde la experiencia de la comunicación
social, vía los medios públicos, aventaja prácticamente
en igualdad de condiciones en cuanto a la competencia a los privados.
Televisión Española (TVE), en el 2001, consiguió
la mayor cuota de pantalla con un 27% y dejó bastante atrás
a sus usualmente cercanas competidoras, Antena 3 y Tele 5. Ese porcentaje
pertenece solamente al canal llamado "La Primera", pues
si se le suma el tímido 7.6% de "La 2" (también
perteneciente a TVE), obtiene un liderazgo similar al de las cadenas
francesas pertenecientes al sistema estatal (France 2, France 3,
France 5 por encima de M6 y "La cinquième"). No
obstante, debemos tener en mente que durante varias décadas,
los canales públicos fueron los únicos existentes
en la gran mayoría de los países europeos y eso, arguyen
los medios privados junto con el hecho de que cuentan con un presupuesto
proveniente del erario público, aún pesa tanto en
el posicionamiento como en las finanzas de las cadenas televisivas.
Ante un panorama como el anterior,
el proyecto Gore que promovía una movilización mundial
en torno de las nuevas redes y servicios no sonaba descabellado.
El nombre de uno de los textos pioneros del exvicepresidente estadounidense,
"Forging a new Athenian Age of Democracy" (1994), se refiere
a esa visión en la que la convergencia tecnológica
favorecería tanto el fortalecimiento de la democracia en
muchas naciones como su surgimiento en otras. Libertad y posibilidades
de elección casi sin límites para el consumidor mediático
formaban parte de esa promesa entusiasta, la cual también
suscitó otro tipo de augurios, mucho menos optimistas: desmembramiento
social, monopolios, control ideológico, homogeneidad global,
ahondamiento de la brecha que separa a los países más
fuertes de los más débiles.
El discurso de Gore concebía
las autopistas de la información como la posibilidad de la
circulación de datos e información, de manera simultánea,
hacia cualquier lugar del planeta. La revolución se avizoraba
y se ha cumplido, en el campo de las finanzas y las transacciones
comerciales, principalmente. En el área de la educación,
las promesas sólo se han consumado de manera parcial, al
igual que en las aplicaciones sociales. El análisis de la
realidad contemporánea, a casi diez años del surgimiento
de los términos, los programas y los objetivos trazados,
permite evaluar tanto los logros como aquello que ha quedado en
el camino o bien, aún no se cumple en forma cabal, en lo
que se refiere a la convergencia digital.
Las fortalezas y las debilidades
"La idea de la convergencia
descansa en la homogeneización de los soportes, productos,
lógicas de emisión y consumo de las industrias info-comunicacionales,
incluidas [...] la prensa escrita y la edición" (Becerra,
2000: 95) así como las telecomunicaciones, la informática
y la industria audiovisual. Las fusiones de gigantescos corporativos
mediáticos obedecen a esa necesidad de vincular, por una
parte, continentes con contenidos (internet con empresas productoras
de información, por ejemplo); por la otra, explorar tecnológicamente
las potencialidades de las tecnologías de la información
y la comunicación para ofrecer servicios que son transparentes
para el espectador: éste los recibe sin darse cuenta de cómo,
en una misma plataforma, convergen tecnologías varias. Es
el caso de los videos musicales lanzados en su estreno mundial,
a través de internet, y que integran audio, video, texto
y datos, de manera simultánea. O bien, la posibilidad de
recibir música o mensajes escritos, a través del teléfono
portátil de "tercera generación" y, en tiempo
real, responderlos. Es decir, diversas tecnologías, creadas
de manera separada en sus inicios, convergen en un solo canal.
La sinergia de la hoy megaempresa
AOL-Time Warner responde a esas necesidades recientemente descritas.
Así, el proveedor de internet más importante del mundo
se unió en el 2000 a uno de los conglomerados mediáticos
(cine, televisión, noticiarios, revistas, periódicos,
disqueras, editoriales, equipos deportivos, cadenas de radio, servicios
de cable, etc.) con mayor presencia global. America On Line brinda
así el vehículo, a través del cual es posible
transmitir contenidos informativos y de entretenimiento, principalmente.
Una década antes, en 1989, había sido creado el gigante
Time-Warner, a través de la fusión de la empresa Time
Inc., dedicada fundamentalmente a los medios impresos, y la Warner
Communications, a la industria audiovisual. Mencionar los canales
de televisión de paga que pertenecen a este grupo dan cuenta
de su variedad y su penetración: Cartoon Network, TNT, CNN
en español, CNN internacional, CNN Finantial Network, CNN
Sports Ilustrated y Head Line News. La perspectiva de la concentración
mediática, tanto de orden horizontal como vertical, estaba
presente desde ese momento y aparentemente dio el banderazo para
una serie de adquisiciones, alianzas y/o vínculos, cuyo objetivo
era consolidar y/o diversificar. Un caso aportado por Roman Gubern
ilustra lo anterior: la empresa Corbis Corporation, fundada por
el magnate de la informática Bill Gates, se ha dedicado a
comprar derechos de imágenes (de todo tipo: fotográficas,
pictóricas, de diseño, etc., sobre todo célebres
y reconocidas por el espectador) (2000: 66). De esta manera, su
dominio sobre el mercado digital de la edición (en la actualidad,
con más de 20 millones de unidades) es un hecho. Las demás
compañías interesadas en el ramo, habrán llegado
demasiado tarde.
Vemos, en síntesis, que el
proceso que hoy se vive con toda intensidad y fue iniciado principalmente
en la última década del pasado milenio es la incontenible
ola de millonarias compras y fusiones entre empresas. No hay duda
sobre la expansión y la fortaleza de los grupos mediáticos
a nivel mundial como News Corporation, AOL Time-Warner, Disney Corporation
o Viacom. En México, Televisión Azteca se fortalece
gracias a los convenios multianuales de publicidad del resto del
grupo empresarial al cual pertenece y que abarca sectores vinculados
con las telecomunicaciones, los continentes y los servicios (todito.com,
Unefon, Biper, Radiocel, Elektra, The One, El Sitio.com, etc.).
O el Grupo Televisa a través de producción y transmisión
de programas de televisión, distribución de programación
para televisión restringida, distribución de programas
a nivel internacional a través de licencias, televisión
por cable (Cablevisión), servicios de televisión directa
al hogar vía satélite (Sky), publicación y
distribución de revistas y actividad editorial (la distribuidora
de publicaciones (Intermex) como Vanidades, Buenhogar,
Tvynovelas, TeleGuía, Muy interesante,
Mecánica Popular, Saber más, etc., su
participación en Clío, periódico Ovaciones),
producción y distribución de discos (Fonovisa), producción
y transmisión de programas de radio (Radiópolis y
sus 17 radiodifusoras), promoción de espectáculos
deportivos y eventos especiales ((los clubes América y Necaxa,
el estadio Azteca), servicio de mensajes electrónicos personalizados
(paging), producción y distribución de películas
(Televicine, Videovisa), servicios de doblaje y portal horizontal
en Internet (esmas.com), participación accionaria en Univisión
(la empresa del ramo de habla hispana con mayor penetración
en Estados Unidos), en Telmex, en Audiomaster, etc.
Si bien la concentración
cumple con las predicciones en cuanto a las tendencias globales,
"contradice el objetivo de incremento de la competencia y la
apertura de mercados enunciado por los organismos y gobiernos interesados
en la construcción de la sociedad informacional" (Becerra,
2000: 109). Esto cual conlleva a una reestructuración de
la economía mundial. Sus implicaciones han sido: un profundo
avance tecnológico; el desarrollo de una nueva ingeniería
financiera1; la evidencia de la
falta de reglas y normas que permitan crecimientos homogéneos
y equitativos; y una sinergia que tiende a lograr una mayor expansión
de productos, su distribución mundial, reacomodo en el empleo,
reducción de costos y sensibilidad ante el agotamiento de
muchos recursos naturales.
La convergencia, en hechos concretos
como la fusión de grandes conglomerados mediáticos;
el crecimiento de internet en cuanto a su potencial y el número
de usuarios así como el incremento de su velocidad; y los
avances en cuanto a compresión y digitalización, aparenta
una realidad que dista aún de cristalizar. La infraestructura
imprescindible para la convergencia tecnológica entraña
muchos más problemas que los supuestos a simple vista, incluso
en los países más desarrollados. Los núcleos
y las periferias existentes incluso en una misma región evidencian
un avance desigual y un conocimiento disparejo, en cuanto a las
nuevas tecnologías de la comunicación. Rasgo similar
se registra también entre los países económicamente
más poderosos. Así, por ejemplo, el 65% de los hogares
estadounidenses estaban abonados a la televisión por cable,
en 1997 (Prado, 1998: 18), mientras que en Europa, en 1999, sólo
el 33%. En este mismo continente, hay grandes contrastes, pues si
en Bélgica, Holanda o Suiza la señal se recibe fundamentalmente
por este medio, en España y Portugal está aún
en vías de desarrollo (Miguel, 2001). En Latinoamérica,
mientras en México se ronda el 15%, en Argentina antes de
su grave crisis económica, la penetración de la televisión
de paga era de aproximadamente el 50%.
La tendencia se cumple, en cuanto
al intercambio audiovisual entre Estados Unidos y Europa. En una
década (entre 1988 y 1998), el déficit de ésta
en relación con aquél fue de seis mil 500 millones
de dólares. Esto habla del volumen de productos cinematográficos
y televisivos que circulan de un lado hacia el otro, de manera unidireccional
y evidentemente inequitativa. Las diferencias existentes entre países
vecinos, como los son Estados Unidos y México, también
se identifican en el espectro radiofónico. Mientras que en
aquél existe una radiodifusora por cada 21,500 habitantes
en México sólo hay una por cada 86,500 habitantes
(Castillo, 2001).
Las posibilidades de la convergencia
digital son enormes. A los servicios que ya ofrece internet, se
vislumbra en poco tiempo el de las teleconferencias por ese medio
o el video bajo demanda (existente ya por televisión, pero
no a través de la red). A principios de diciembre de 2001,
se dio a conocer la puesta en marcha de Internet II, un proyecto
anunciado por Bill Clinton desde 1997 y puntualizado por Gore, un
año después. Por el momento, consiste en una red diseñada
para un número limitado de universidades estadounidenses,
a través de la cual los datos viajan a una velocidad mucho
mayor que la actual: cien veces más rápido y, para
un pequeño grupo de campo, con un incremento del mil por
ciento. Tampoco se ha implementado para su uso comercial, sino "busca
poder transmitir proyectos científicos de última generación,
aplicaciones en la telemedicina, tomar clases en otras universidades,
leer libros a larga distancia y controlar un microscopio electrónico
a través de la red, entre otras aplicaciones" (cfr.
Ibarra, 1998). Se presume que a México y a otros países
de Latinoamérica llegará alrededor del 2006.
El "gran salto de la pasividad
del espectador a formar parte activa en los medios audiovisuales
es esperado desde hace mucho tiempo" (Peñafiel, López
Vidales, 2000: 231) y esto será un hecho, gracias al desarrollo
de la tecnología digital vía satélite, por
cable o terrestre. Detengámonos, sin embargo, en un caso:
el cable. La industria audiovisual debe verse comprometida a invertir
grandes sumas para sustituir las redes de cobre trenzado y coaxiales
por la fibra óptica. Y aun cuando han bajado sensiblemente
los costos de ésta, todavía implica una gran inversión
que o no se quiere realizar (por cuestiones de rentabilidad) o bien,
no se puede efectuar (sobre todo por las pequeñas compañías
"cableras", las cuales están considerando la fusión
como una de sus pocas salidas para sobrevivir al embate de gigantes
como Televisa, en México).
Uno de los grandes conflictos hacia
los que se enfrenta la convergencia digital es la tecnología
misma:
There are currently three major
television broadcast standards, and they are all incompatible
with each another. But this is nothing compared to the many technologies
supporting the Internet, each with a different bandwidth and physical
media. The problems faced in designing platforms and communication
systems that will be accepted across the world can appear insuperable.
(Vince, 2001)
¿Y los contenidos?
Hemos abordado aspectos
vinculados con la infraestructura tecnológica, pero ¿qué
sucede con los contenidos?, ¿de dónde obtener, por
ejemplo, más de dos mil películas al año sólo
para un canal televisivo? Un fenómeno que es sencillo de
detectar es la manera como ante la multiplicación de canales,
gracias a la revolución tecnológica, se recurre a
distintas estrategias para llenar el tiempo-aire televisivo y/o
radiofónico. Una de ellas es la reactivación de viejos
programas, series o piezas musicales, con lo cual es posible crear
una franja horaria dedicada al recuerdo así como canales
especializados de este tipo. Un caso reciente en México es
el de "Ponchivisión. La tele con patas". En ella,
el humorista Andrés Bustamente, presenta a cómicos
mexicanos de hace varias décadas (los Polivoces, Mauricio
Garcés, María Victoria) junto con títulos que
en el pasado tuvieron gran aceptación como "El show
de Dick Van Dyke" o el de "Mary Tyler Moore". Otro
recurso es la producción de películas, sobre todo,
realizadas expresamente para la televisión y de las cuales
canales como el Hallmark se nutren. En la gran mayoría de
ellas, el presupuesto es bajo y no existe un interés real
por explorar nuevas competencias productivas ni por experimentar
con los avances tecnológicos disponibles. Un ejemplo de esto
fueron los incipientes y cortos intentos de Televisión Azteca,
en 1995, por promover una interactividad muy primitiva entre su
audiencia, basándose en un control remoto y vía telefónica2
; se exploró únicamente a través de concursos
y juegos, mediante el sistema llamado "Telegana"
En México, según el
censo del año 2000, casi el 87% de los hogares poseen por
lo menos un televisor que tiene la posibilidad de recibir la señal
televisiva a través de tres vías: la hertziana (el
caso de la televisión abierta, como lo son los canales 2,
4, 5 y 9 de Televisa, el 11 del Politécnico, el 22 del CONACULTA,
el 7 y el 13 de Televisión Azteca); por cable3
o satelitalmente (DTH: Direct to Home). La programación
de estos dos últimos es compartida, casi siempre. Por ejemplo,
canales como HBO, MTV o ESPN pueden recibirse tanto por cable como
por Directv4 o Sky (los dos grandes
proveedores de la señal satelital en México, cuyos
principales accionistas son MVS Multivisión y Televisa, respectivamente).
Dependiendo de los paquetes que se adquieran en la conexión
por cable o satélite, se amplía el número de
canales disponibles, incluyendo aquéllos que sólo
proveen hilo musical. Como promedio, se ofrecen alrededor de treinta
canales de video y alrededor de cien de audio. También puede
disponerse de otro tipo de servicios, como el de PPV (Pay per
View) y de una modalidad semejante como es el VOD (Video
on Demand).
Sin importar con qué servicio
televisivo se cuente, las programaciones suelen ser muy similares.
Carmelo Garitaonandía (2000) observa que a pesar de la ventajas
del cable digital (desarrollo del tercer operador telefónico,
impulso a los canales locales: generales, municipales y educativos,
servicios complementarios como sistemas de seguridad, y el acceso
a Internet: cable-modem), la oferta programática no se ha
diversificado. Así, el paquete básico suele ofrecer
casi lo mismo en todas partes: canales de televisión abierta
-terrestres- y locales, musicales (de video como el mencionado MTV),
infantiles, informativos, meteorológicos y dan opciones de
ampliarlos, sobre todo ofreciendo canales de películas, deportivos
y especializados para niños (el caso de Fox Kids o Nikelodeon).
Siempre se brinda un paquete "premium", en donde se incluyen
canales con películas de estreno en la televisión.
En ocasiones, los canales especializados entran en estos paquetes
o en los anteriores, como sucede con el Animal Planet, Discovery
Channel o el Discovery Health.
En suma, vemos cómo los macrogéneros
televisivos: ficción (películas y series, principalmente),
información (noticiarios), deportes e info-shows (talk-shows,
concursos) están presentes en cualquiera de las vías
de acceso de la televisión (aire, cable o satélite).
Esto se ratifica en los eventos ofrecidos por el PPV, en donde las
películas, los deportes y los especiales (sobre todo los
conciertos de rock-pop) acaparan la oferta. La opulencia comunicacional
de la que hablaba Abraham Moles se ha traducido en una de orden
cuantitativo, pero no cualitativo. Coincidimos con Prado y Franquet,
quienes estudian el caso estadounidense, cuando sostienen que
[...] una de las grandes profecías
sobre el advenimiento de la diversidad de la mano de la multiplicación
de canales, que posibilita la revolución digital, no tiene
antecedentes esperanzadores, a la luz de la larga experiencia
del sistema norteamericano formado por un número de canales
que se cuenta por centenares. (1998: 21)
La convergencia digital permitiría
explorar variantes de la televisión por cable que, debido
a su escasa rentabilidad económica son casi inexistentes,
prácticamente nulas en nuestro país. Una de dichas
variantes es la televisión comunitaria. En ella se emplea
un sistema de emisión de baja potencia dirigido a una circunscripción
geográfica muy limitada y encabezada por asociaciones, ayuntamientos,
instituciones educativas, etc. En ella, por ejemplo, puede verificarse
desde qué actividades habrá en las escuelas de la
ciudad (en el caso de pequeñas urbanizaciones) hasta el menú
del día en sus guarderías.
El videotexto es una muestra de
los avances de la telemática, entendiendo ésta como
"la unión de dos sectores tecnológicos como son
las Telecomunicaciones y la Informática que unidos transmiten
distintos tipos de información: datos, textos, voz e imágenes"
(Peñafiel, López, 2000: 74). Es un servicio interactivo,
en el cual el diálogo real entre el usuario y el informante
se realiza vía línea telefónica, mediante el
aparato de televisión. Muy avanzado en Inglaterra y Francia,
tampoco se ofrece en México. Implica un costo que varía
según la naturaleza de la información que se demande,
como lo puede ser la general (noticias, espectáculos, programación
televisiva), la especializada (bolsa, cotizaciones, precios), transaccionales
(movimientos bancarios, inscripciones a escuelas o clubes, compra
de boletos, etc.), entre otras. Una aplicación muy sencilla
de esto con la que sí se cuenta en la televisión por
cable o satelital en México son los anuncios de los contenidos
diarios de todo el día, en los cuales también puede
conocerse la naturaleza del programa, sus actores y un breve resumen
del mismo.
Asumimos, entonces, que dos de los
ámbitos en los que se mueve la televisión por cable
son la distribución y la producción. En nuestro país,
sin embargo, poco se ha caminado alrededor de esta segunda vertiente.
Cierto es que podemos detectar casos en los que la empresa cablera
promueve su propio canal de televisión y esto implica la
necesidad de producir por lo menos un pequeño porcentaje
de contenidos. Casi siempre, se generan noticiarios locales, el
estado del tiempo, misceláneas o programas musicales. Dependiendo
de la ideología de sus accionistas, el giro de la programación
puede variar. Así, en el canal Claravisión, transmitido
a través de Cablenet, fundamenta su oferta en la religión
católica y sus valores. Así, misas, entrevistas con
clérigos, información sobre encuentros de vida cristiana,
incipientes reportajes, nutren principalmente el tiempo al aire
disponible. De nuevo, la timidez en cuanto a explorar nuevas maneras
de producir programas, aprovechando la tecnología disponible
es evidente.
El ámbito en el que la industria
del cable en México ha apostado por la convergencia es el
del servicio de internet y transmisión de datos, gracias
a la flexibilidad de la banda ancha con la que cuenta y la posibilidad
de que el monitor sea la televisión o la computadora. Teniendo
a Telmex como competidor directo, distintas empresas de cable (Cablemás,
entre ellas) han ingresado al mercado ofreciendo velocidades de
transmisión sustancialmente más altas que el propio
Telmex, Avantel o Alestra. Por su parte, Cablevisión seguramente
lamentó la decisión de la Comisión Federal
de Competencia (CFC), quien le impidió a Carlos Slim (accionista
mayoritario de Telmex) comprar el grueso de la compañía,
ya que esto hubiera asegurado una inversión directa mucho
más cuantiosa de la efectuada. Para sortear las restricciones
de la CFC, Slim colocó en la Bolsa parte de su paquete accionario5.
La adquisición de nuevos decodificadores digitales por parte
de Cablevisión, no obstante, revela una mirada fija en el
negocio de internet y permite predecir quiénes estarán
en una posición más ventajosa en México, cuando
aterrice en el país la televisión interactiva.
Otro aspecto que se piensa cubrir
es el de la televisión digital, la cual ya opera con normalidad
desde hace algunos años en Europa y Estados Unidos. La tendencia
del cable en México, entonces, es convertirse en una especie
de operador de telecomunicaciones, aunque el panorama todavía
no es muy claro. Todavía no se sabe si la tecnología
que prevalecerá será la de cable-módem o el
DSL (Digital Suscriber Line). Naturalmente que la televisión
por cable apoya la primera opción, mientras las telefónicas
apuestan por la segunda (Garza Cejudo, 1999). El debate se torna
atractivo, si tomamos en cuenta las posibilidades de alianza o fusión
de empresas telefónicas con las de cable. En Estados Unidos
esto ya es una realidad, traducida en la adquisición de TCI
por parte de AT&T. Uno de los retos de las telefónicas
en México es comenzar a ofrecer el rápido servicio
de conexión a internet a nivel masivo y doméstico,
pues por ahora el nicho de mercado al cual se han dirigido es el
de las grandes organizaciones. Otro de los grandes retos de la convergencia
en esta línea es la fusión del código TCP/IP
de Internet y el sistema de codificación de la televisión
digital, gracias al cual podrán fusionarse las pantallas
de la televisión con las de la computadora. En tanto, es
posible contar con señales separadas, pero accesibles a través
del mismo aparato.
Las radiodifusoras mexicanas también
se están preparando ante la inminencia de la conversión
de sus equipos del formato analógico al digital. La tendencia
es la integración de grandes grupos radiofónicos,
algunas veces pertenecientes a conglomerados mayores, como es -de
nuevo- el caso de Televisa y Radiópolis y la adquisición
del 50% de las acciones de ésta por el poderoso grupo español
PRISA (El País, las editoriales Aguilar, Alfaguara, Santillana,
Taurus, etc., cadenas radiofónicas como SER, Las 40 principales,
Sogepaq, Sogecine, etc.). O bien, los fallidos intentos en el 2001
del la división Televisa Radio y Grupo Acir de fusionarse
para formar un gigante de la radiofonía en México.
Poco a poco, las radiodifusoras locales y privadas de los estados
de la República han sido vendidas de manera total o parcial,
tanto por las dificultades de inversión para modernizar sus
equipos como por la sensible baja de la audiencia, ante la presencia
cada vez mayor (por una potencia más grande o por contar
con una repetidora cercana) de los grupos radiofónicos más
fuertes (Corporación Mexicana de Radiodifusión con
sesenta y cinco estaciones de radio, Núcleo Radio Mil con
seis emisoras, Grupo Radio Centro con once estaciones de radio,
Radio Fórmula con cinco, MVS Radio con cinco emisoras en
la ciudad de México y 41 en otras poblaciones de la República,
etc.). A ello, hay que añadir el interés de inversionistas
extranjeros por incursionar en la radio digital en México
(DAB: Digital Audio Broadcasting), cuyo objetivo es transmitir por
la radio abierta señales con calidad de CD, aunque para ello
se requerirían de receptores radiofónicos especiales.
La competencia se avizora de manera cercana, ante el surgimiento
de una nueva modalidad: la radio satelital.
Con una estructura similar a la
de la televisión satelital, la radiodifusión de esta
naturaleza requiere de un pago para contar con un gran número
de canales para escoger (más de cien). Por el momento, sólo
tres compañías en Estados Unidos han emprendido la
aventura y las expectativas son muy favorables, aunque hay escépticos
que aún se preguntan si el público pagará por
un servicio que tradicionalmente, desde hace más de un siglo,
lo ha recibido de manera gratuita. No perdamos de vista, sin embargo,
que esa misma duda asaltó a los ciudadanos cuando arrancó
la televisión por cable y, sin embargo, es evidente que la
tendencia se mueve hacia esa ruta.
XM, Sirius y World Radio apuestan
por los más de 150 millones de automóviles que existen
en la Unión Americana, pues recuperarían su cuantiosísima
inversión si lograran captar al 5% de esos clientes potenciales.
La tecnología utilizada es de gran sofisticación,
pues las radiodifusoras deben estar dotadas de un equipo que sea
capaz de enviar la señal al satélite y éste,
a su vez, dirigirla al vehículo o el hogar (dotados de un
aparato especial) que la han solicitado.
Por el momento, el costo de instalación
por unidad es de 500 dólares y una cuota mensual de diez
dólares. Si se desea, con otro desembolso es posible contar
con el mismo equipo en casa, a fin de escuchar canales especializados
(radio para niños las 24 horas, deportivo, cultural, noticioso,
de la hora, metereológico, música de los sesenta,
jazz, etc.). Se promociona también la ventaja que implica
no perder la señal, por mucho que se aleje de la ciudad de
origen. Puede cruzarse el país entero, conservando con nitidez
el audio seleccionado. Hay optimismo en cuanto a la aceptación
de los estadounidenses a esta modalidad, aunque por el momento sólo
se han captado 30 mil receptores.
Construcción de la convergencia,
¿destrucción de la divergencia?
Las alianzas y las fusiones
entre los sectores de la telecomunicación, los medios de
comunicación y la industria en general así como la
integración de soportes que propicia la digitalización
son los niveles en donde se registra la mayor actividad relacionada
con la convergencia (cfr. Becerra, 2000: 97-101). La sinergia tecnológica
que se produce con la primera circunstancia enunciada augura el
surgimiento de un actor empresarial que emula un procedimiento seguido
anteriormente en su ámbito de competencia. Así, si
pensamos en Televisa, ésta provee el canal (por tierra, cable
-Cablevisión- o satélite con Sky6
), produce programas y los comercializa (esta empresa vende, por
ejemplo, sus telenovelas a otras cadenas de televisión de
América Latina, Estados Unidos y España, entre otros
ámbitos, después de que ha explotado el producto en
su mercado natural: el mexicano). A esta integración de tipo
vertical, podría corresponderle una de índole horizontal.
Es el caso de Sony, quien se ocupa tanto de fabricar el hardware
(los aparatos receptores, reproductores de video, dvd, sistemas
de sonido, de cintas como el DAT, etc.) como de poseer su propio
canal que se difunde satelitalmente. Conocedor del imperativo de
cerrar el círculo, adquirió en 1989, la productora
y distribuidora Columbia Pictures junto con su enorme acervo cinematográfico,
entre los que se encontraban las grandes comedias y westerns
de los años cincuenta, y con ello consumaba la iniciativa
emprendida dos años antes, cuando había adquirido
una de las grandes compañías discográficas
del mundo: la CBS (Gubern, 2000: 60).
El consumo de los contenidos mediáticos,
no obstante, sigue presentándose de manera tradicional, en
forma divergente, con excepción de internet que es el máximo
ejemplo de convergencia info-comunicacional. Con esta visión,
varias de las cadenas televisoras en México ofrecen la posibilidad
al espectador de conectarse on-line. La programación, pequeños
fragmentos de la misma, el chat con sus artistas y cantantes, las
comunidades virtuales así como los noticiarios generales
y deportivos son sus principales atractivos. Los espacios de consulta
y encuesta han alcanzado tanta aceptación en estos sitios
electrónicos, que es posible verlos en los "home-pages"
de las cadenas televisivas de todo el mundo, según puede
constatarse en algunas tan diferentes como Télé France
1 <http://www.tf1.fr>,
CNN <http://www.cnn.com>
o las de Televisa <http://www.esmas.com/televisa>.
Su éxito fue comprobado por CNN, cuando hace unos pocos años,
en cinco semanas, concitó la respuesta de más de doce
millones de opiniones sobre el caso William Clinton-Mónica
Lewinsky. Aquí se detecta uno de los rasgos en donde la red
ha influido en los formatos televisivos, pues noticiarios como "Hechos"
de Televisión Azteca han tomado tanto como una estrategia
de fidelización, consenso y credibilidad, la consulta a los
televidentes, a través de una pregunta sobre el tópico
del día.
Las telenovelas y sus síntesis
revisten importancia sobre todo para los sitios de Televisión
Azteca y Televisa. El diseño de sus páginas no muestran
grandes distancias y mucho menos las secciones que presentan. En
este sentido, también, una página de una estación
televisiva no difiere demasiado de una perteneciente a la prensa
escrita o radiofónica. Los documentos de audio y videográficos
(no siempre de fácil acceso, aunque los avances tecnológicos
han permitido que cada vez se presenten menos requerimientos para
correrlos) son quizás su principal variable.
La página de las cadenas
televisivas han reactivado su papel de servidoras públicas,
gracias a su vinculación vía on-line. Este rol, en
México, fue palpable en relación con las radiodifusoras,
cuando ocurrió el terremoto de la ciudad de México,
en 1985. Ellas, con gran oportunidad, ante la crisis momentánea
que vivió Televisa y el desconcierto de los demás
canales, fue un eficaz medio para la sociedad civil y su casi inmediata
organización en redes de ayuda de naturaleza diversa. Este
mismo papel lo desempeñó la televisión estadounidense
a través de sus páginas electrónicas y, en
general, la web, durante el atentado del 11 de septiembre de 2001
en Estados Unidos. A la información "tradicional"
sobre el estado del tiempo, aspectos sobre el transporte público
y la circulación automovilística, horarios de actividades
de esparcimiento e información actualizada (en CNN, por ejemplo,
en tiempo real), los sitios de la red añadieron listados
de las personas encontradas, nombres de los heridos en los hospitales,
fallecidos y datos variados de utilidad (centros de apoyo, ayuda
psicológica, etc.).
Un aspecto en el que en México
va a la zaga es el relativo a la regulación. Legalmente,
en Estados Unidos se ha determinado que para el 2006, todos los
"broadcasters" deberán emitir sus señales
de manera digital y en la Unión Europea, en el 2010. Se estima
que en mayo de 2002, 90% de las señales recibidas por la
población de la Unión Americana serán ya digitales
(Serim, 2001). Esto implica que en un corto lapso deberán
terminar de cambiarse los más de 226 millones de televisores
existentes en Estados Unidos, a fin de que aparatos receptores,
señales e incluso computadoras manejen un solo sistema compatible
técnicamente. La carrera hacia la digitalización inició
en ese país desde hace un lustro. En el nuestro apenas si
se está avanzando en cuestiones de reglamentación,
no así en las políticas que definen los rumbos en
este rubro. De esta forma, desde 1995 se cuenta con la Ley Federal
de Telecomunicaciones que abrió la puerta al capital privado
en la explotación satelital. Un año después,
se publicó el acuerdo que sienta las bases para la diversificación
de servicios, al permitir la competencia tanto en los servicios
de larga distancia telefónica como en los locales (aspecto
que aún no entra en vigor). En la actualidad, la discusión
se centra -entre muchos otros puntos- en la reducción del
tiempo de las concesiones de radio y televisión, pues la
ley vigente la asegura por treinta años y la que se discute
pretende reducir este tiempo a menos de la mitad. Los empresarios
argumentan la necesidad de conservar el lapso de tres décadas,
pues sólo así podrían amortizar la inversión
necesaria para la modernización tecnológica y la apertura
de nuevos servicios.
La tendencia a la transversalidad,
cada vez más marcada en las empresas audiovisuales de Europa
y Estados Unidos, aún no es visible en México, en
donde sigue rigiendo la división tradicional de los medios
de comunicación: radio, televisión, internet, prensa
escrita, etc. Los Grupos de Producción Transversal, en cambio,
producen los contenidos temáticos para el corporativo. Así,
la concepción, producción, emisión y distribución
se basa en áreas temáticas especializadas (deportes,
infantiles, noticiarios, etc.), investigadas e ideadas por un solo
equipo de trabajo, cuyos resultados son útiles para toda
la empresa (Peñafiel, López, 2000: 232).
No es el objetivo de este artículo,
pero creemos relevante apuntar que si bien el consumo de los productos
mediáticos en México es divergente, la convergencia
digital ha contribuido de manera sensible a otro tipo de convergencia:
la cultural. Las comunidades de consumo (consumption communities)
son una realidad reforzada por "las tipologías transfronterizas
de estilos de vida o de 'mentalidades socio-culturales'" (Mattelart,
1997: 13). En la medida en la que las referencias y los símbolos
se comparten de forma cada vez más universal, el mercado
de contenidos e imágenes se fortalece. De aquí que
un mismo programa televisivo, un mismo estilo musical, un mismo
código cinematográfico funcione de manera similar
en todo el mundo. Los ídolos del rock-pop son casi los mismos
a escala planetaria, las películas repiten sus puestos en
la clasificación de las más taquilleras en el mundo
occidental, ciertos títulos de revistas "femeninas"
se distribuyen en la mayoría de los países de América
y Europa. A su vez, estos medios son agentes de difusión
de marcas globales que contribuyen a cerrar el embudo de la competencia
mercantil a nivel local: Coca-Cola, Marlboro, Nike, Adidas, Nestlé,
IBM son algunos de los casos que conducen a que las industrias regionales
deban conformarse con una cuota cada vez más reducida de
clientes o bien, entrar a la creciente modalidad de la absorción
de sus empresas.
Por último, hablar de la
convergencia digital puede remitir a la idea que Emili Prado y Rosa
Franquet desarrollan en su artículo "Convergencia digital
en el paraíso tecnológico" (1998), en el que
se maneja con cuidado la información sobre la enorme brecha
existente entre los países situados en la punta tecnológica
y los que están a la zaga. No la niegan, pero sí la
matizan al hablar de los "claroscuros de una revolución".
Así, si según datos de 2002, EU está en un
primer lugar en cuanto a uso y aprovechamiento de la tecnología,
esto no impide que la brecha tecnológica también sea
cada vez mayor, dentro de los mismos usuarios estadounidenses. La
alta tecnología que implica más rapidez de acceso,
más datos disponibles, más portabilidad del hardware,
más variantes de uso, etc., implica un costo económico,
el cual no toda la población puede pagar. La implicación
inmediata es el surgimiento de dos tipos de usuarios: aquéllos
que dispondrán de la capacidad de generar información
estratégica, aprovecharla de primera mano y en tiempo real,
y los que se limitarán a consumirla, a reproducirla, a apropiarse
de ella sin cuestionarla.
Si mencionamos en estas últimas
líneas el caso de Estados Unidos, es porque la tendencia
registrada entre su núcleo y su periferia se extiende con
gran fuerza en una escala global. En México, como en muchos
otros países, cada vez es más extendido pagar para
obtener un servicio vinculado con los medios de comunicación
(Internet, tv por satélite o cable), lo cual ahonda la disparidad
entre quienes pueden obtener productos de alto nivel y quienes deben
conformarse con infraestructuras y contenidos de segunda (compárese
la programación de la gran mayoría de los canales
de tv abierta con la que requiere de suscripción). La revolución
tecnológica, entonces, ha llegado al país, pero no
todos sus habitantes han sido invitados a participar en ella.
Notas:
1
Parte de esa estrategia son las fusiones y las alianzas que ha vivido
la banca mexicana en sólo un par de años. Por ejemplo,
la expansión del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) al
tomar el control de Probursa y después de Bancomer. Es un
hecho que está sopesando tener presencia en otras instituciones
financieras mexicanas. Por su parte, el Banco Santander Central
Hispano (BSCH) adquirió Banco Mexicano y Serfín. Tanto
éste como el Banco Bilbao Vizcaya adquirieron también
instituciones crediticias en Venezuela, Argentina, Chile y Perú.
2 Una vez que se poseía
el control, el televidente debía registrar su nombre en la
televisora, a fin de proveerlo de un código y con él,
una señal propia. A lo largo de la programación de
sus canales (7 o 13), aparecían preguntas con opciones y
el usuario debía oprimir las respuestas correctas, las cuales
se almacenaban en una computadora central. Ganaba el que primero
contestara de manera acertada.
3 Son cuatro las principales empresas
cableras en México. En primer lugar se encuentra Cablevisión
de Televisa y Telmex, con más de 400 mil suscriptores; luego
viene Cablemás, con 287 mil, seguida por Megacable (con 260
mil); después sigue el Grupo de Acotel, con 105 mil. (Cfr.
Luna, 2001) Si bien éstas son las principales, hay más
de doscientas pequeñas empresas que ofrecen este servicio
en la República Mexicana. Comparemos estas cifras con los
casi 13 millones de abonados estadounidenses de America On Line-Time
Warner Cable o los 22 millones de AT&T Comcast Corporation.
4 En 1995, la familia Vargas (accionista
de diversos medios de comunicación en México; MVS,
entre ellos) se asoció con la empresa Hughes Electronics,
la cual en ese entonces pertenecía a General Motors (megaempresa
que decidió vender a Hughes Electronics a fines del 2001).
En 1998, hubo una separación, aunque los Vargas continuaron
siendo accionistas mayoritarios. En la actualidad cuenta con cerca
de 250 mil suscriptores.
5 Telmex retuvo el 25% de las
acciones, 24% las ofreció en el mercado accionario. El otro
51% lo mantiene consigo Televisa. Dada la naturaleza y el derrotero
de ambas compañías, si las expectativas de crecimiento
siguen siendo favorables, las dos apostarán hacia una expansión
comprando empresas regionales de cable, primordialmente.
6 Televisa posee el 30% de las
acciones de Sky Entertainment Services, el cual ofrece sus servicios
en Latinoamérica y el Caribe. Sin embargo, es dueña
del 60% de las acciones de la empresa que lo comercializa en México
(cfr. Sevilla, 1998: 467).
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Dra.
Maricruz Castro Ricalde
Tecnológico
de Monterrey, campus Toluca, Estado de México, México |