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Por Javier Esteinou
Número 32
La tradición histórica
de estudio de los procesos de comunicación en México
y América Latina nos ha llevado a privilegiar primero el
análisis de los emisores, posteriormente la observación
de los mensajes o discursos, y finalmente, en los últimos
años se ha considerado el examen de la situación de
los receptores. Dentro de este contexto de prioridades analíticas
hemos centrado mayoritariamente el examen de los procesos de comunicación
sobre los medios de información masivos y sus derivados simbólicos;
y con ello hemos olvidado o desconocido que en nuestras vidas
cotidianas existen otras grandes fuerzas comunicativas, tan o más
importantes, que los canales electrónicos de difusión
colectivos que determinan constantemente nuestra comunicación
y nos imponen, para bien o para mal, un estilo de vida y de humanización.
Así, dentro de esta tradición
de reflexión hemos desconocido que la ciudad y sus derivados
urbanos son una poderosísima fuerza que actúa sobre
nuestro acontecer diario influyendo en nuestra forma de pensar,
sentir, actuar, imaginar, vestir, trabajar, descansar, vincularnos
con la naturaleza, divertirnos, etc., es decir, sobre nuestra forma
y calidad de vida. De esta forma, la ciudad aparece como algo más
que un simple espacio territorial que cobija a los ciudadanos dentro
de sus fronteras urbanas y se convierte en un espacio definitivo
en los procesos de socialización y del tipo de ser humano
que se reproduce.
Bajo esta perspectiva, podemos decir
que "la ciudad da que sentir y lo que sentimos es una cierta
organización del espacio, espacios llenos o vacíos...
El aspecto formal es su manera de expresión, la forma como
se nos manifiesta está intrínsecamente unida a la
materialidad del lugar. Pero sin duda todos estos espacios dan que
sentir gracias a nuestra corporalidad. La simbólica de la
ciudad está íntimamente ligada a nuestro cuerpo. El
cuerpo es "lugar" primordial de comunicación, de
apertura al mundo, a los otros, a la historia, y a la cultura. Gracias
al cuerpo el sentido de la ciudad se nos descubre al transitar por
esta, que no es otra cosa que la apropiación del código
urbano para producir en él una enunciación"1.
Es por ello, que siendo que al final
del siglo XX el principal espacio donde se concentra la mayor población
mexicana y del resto del planeta es en las ciudades, ya que uno
de cada cuatro mexicanos vive en las urbes y ya no en el campo2;
ahora estamos obligados a retomar la realidad comunicación-ciudad
como una prioridad a analizar y transformar dentro del ámbito
de las políticas nacionales de comunicación: Ante
un país, un continente y un planeta eminentemente urbanos,
debemos de desarrollar prioritariamente proyectos de comunicación
y cultura urbanos.
Frente a éste fenómeno
de comunicativo de concentración urbana, debemos expresar
que debido a que dicha realidad ha sido abandonada notablemente
por la reflexión mexicana y latinoamericana en el campo de
la información y la cultura, actualmente no se puede presentar
una teoría avanzada o madura sobre la relación que
se establece entre comunicación-ciudad; sino sólo
una visión aproximada al problema. Es decir, no obstante
que se han desarrollado 4 reuniones sobre comunicación y
ciudad impulsadas por la Organización de las Naciones Unidad
para la Ciencia y la Cultura (UNESCO)3,
en México y América Latina a mitad de la década
de los noventas, en cuanto al conocimiento de éste fenómeno
sólo podemos decir que nos encontramos en una fase embrionaria
de estudios y comprensión de dicha realidad.
Es por esto, que a continuación
presentamos los siguientes 10 elementos generales que pensamos que
nos pueden permitir introducirnos a la comprensión del fenómeno
comunicación-ciudad y su derivado de video-vida en los tiempos
de la modernidad mexicana: 1.- El capital como arquitecto de las
ciudades mexicanas; 2.- La concentración de las comunicaciones;
3.- La comunicación urbana como negocio; 4.- La tecnificación
de la comunicación; 5.- El surgimiento de la video-vida;
6.- La reproducción espiritual urbana vía los medios
de comunicación; 7.- La deshumanización de las urbes;
8.- El derrumbe de las relaciones humanas; y 9.- El hombre ausente
de los procesos de comunicación urbanos.
El capital como arquitecto de
las ciudades mexicanas
El diseño y construcción
de las grandes y modernas ciudades mexicanas ha sido realizado fundamentalmente
en base a la operatividad de las dinámicas económicas
de acumulación de capital, pero nunca han sido planificadas
centralmente como espacios de comunicación humana. Los criterios
de funcionalidad económica al más bajo costo, no sólo
han producido fenómenos de carácter financiero, político,
social, demográfico, ecológico, energéticos,
etc., en las urbes, sino también comunicativos, desde el
momento en que la construcción de los entornos físicos
edificados no sólo tienen un impacto material, sobre los
seres humanos que los habitan, sino también fuertemente cultural.
Es decir, los contextos espaciales
elaborados no únicamente nos determinan de manera económica
y social, sino también mental, desde el momento en que los
individuos nos relacionamos, pensamos, sentimos, imaginamos, movemos,
amamos, interactuamos, etc. humanamente dentro de éstas coberturas
físicas. Por lo tanto, en gran parte la naturaleza y calidad
de pensamientos, imaginación, esparcimiento, emotividades,
desplazamientos, interrelaciones, etc, que producimos en las urbes,
dependen, directa o indirectamente, de la forma como están
construidas las ciudades. En este sentido, lo urbano puede entenderse
como un "conglomerado humano en medio del cual funciona de
manera permanente un complejo sistema de comunicación e información"4.
La concentración de las
comunicaciones
Debido a la forma centralizada
como han evolucionado las concentraciones humanas en México,
la ciudad se ha convertido en un espacio muy privilegiado del cruce
y concentración de las comunicaciones tecnológicas.
Así observamos, por ejemplo, que en las metrópolis
se encuentran reunidos el mayor porcentaje de teléfonos,
fax, telecomunicaciones, fibras ópticas, terminales satelitales,
bases de datos, redes de computadoras, terminales de Internet, conexiones
coaxiales, medios interactivos, etc.
Esta realidad ha convertido a las
zonas urbanas de México en territorios de mayor calidad de
comunicación tecnológico-instrumental que otras regiones
rurales de nuestros país. Es decir, por la mayor concentración
de redes de información las ciudades se han transformado
en grandes y estratégicos centros nerviosos para el funcionamiento
de nuestras sociedades.
La comunicación urbana
como negocio
Esta dinámica de la
expansión del capital a todas las áreas de la vida
ha introducido en nuestras estructuras mentales de países
en vías de crecimiento, la concepción mercantilista
de que, por encima de todo, la comunicación urbana debe ser
un negocio. En consecuencia, ha ocasionado que los espacios de comunicación
pública se privaticen para convertirlos en zonas de lucrativas
ganancias económicas.
Así, con la introducción
en México de la ideología neoliberal del mercado que
postula el "Dejar Hacer, Dejar Pasar", cada vez mas, la
zonas de lo público se han privatizado-comercializado para
hacerlos modernos. De esta forma, el mercado define más el
sentido, la dinámica y la forma de las ciudades y no las
necesidades mayoritarias del desarrollo social. Con ello, el espacio
de encuentro público crecientemente se convierte en un ámbito
comercial, como sucede con los malls, los centros comerciales, los
super mercados, etc., y no como un espacio de reencuentro con lo
público.
La tecnificación de la
comunicación
No obstante el peso dramático
de esta realidad sobre la vida urbana, los "comunicólogos
profesionales" no nos hemos sensibilizado de la necesidad de
construir otras formas de comunicación más humanas,
y siguiendo los marcos de la modernidad, permanentemente planteamos
que lo importante de nuestro campo de actividad es comunicarnos
a través de las tecnologías de información.
Así, constantemente promovemos la adquisición de mas
redes de comunicación celulares, ordenadores autoprogramables,
mas servicios de cable a domicilio, pantallas estereofónicas,
televisiones de alta definición, "Walk Man's" con
ecualizadores, teletextos, compact disks, teléfonos celulares,
radio localizadores automáticos, etc. y no el simplemente
hecho de escucharnos y acercarnos para conocernos e impulsarnos
como seres humanos.
5.- EL SURGIMIENTO DE LA VIDEO-VIDA.
Con el retiro del modelo de medios
de servicio público que ha exigido el patrón de desarrollo
de la modernidad y que se ha instrumentado con el del Tratado de
Libre Comercio, el sistema de comunicación- mercado se ha
expandido notablemente en el país, llegando a ser éste
el patrón dominante en nuestra atmósfera cultural.
Con ello, se ha privatizado el campo de lo público y lo privado
se ha convertido en el criterio de la construcción de lo
público. Es decir, al final del siglo XX las políticas
culturales públicas y colectivas que se elaboran en nuestra
sociedad, cada vez más, se construyen desde las necesidades
privadas de la reproducción del capital y no desde las necesidades
de avance y humanización de la población.
Esto significa, que la construcción
de la conciencia, la cultura, la identidad, los valores cotidianos,
en una idea, la visión de la vida diaria, cada, vez más,
se elabora a través de los medios de información y
no mediante otras instituciones como las células familiares,
la escuela, la iglesia, los círculos culturales, el aparato
burocrático o los partidos políticos. Es decir, progresivamente
conocemos más la realidad a través de las mediaciones
que aportan los medios de información y no vía otras
instancias de socialización mental. En este sentido, contrariamente
a lo que se ha afirmado por diversos sociólogos y analistas
en el sentido que la población mexicana en el siglo XX dejó
de ser religiosa para convertirse en secular, la acción de
los medios, especialmente de la televisión, nos convirtió
todos los días en ciudadanos de práctica intensiva
de la fe, pues delegamos un altísimo poder de credibilidad
a lo que nos reflejan o informan los medios, sin la comprobación
directa de los hechos por nuestra parte. En este sentido, cada vez
más, somos la generación de las telecrencias y las
televerdades.
Esta realidad ha permitido que nuestra
existencia, especialmente en las ciudades, progresivamente esté
rodeada del fenómeno mediático que ha dado origen
a la videovida. Esto es, nuestra existencia cotidiana, cada
vez más, está atravesada por la red de interrelaciones
y sentidos que construyen los medios. Así en los pocos espacios
de contacto interpersonal que sobreviven en nuestras deshumanizadas
urbes, la propuesta de la mentalidad posmoderna ha partido del principio
que señala que para que todo espacio social de comunicación,
público o privado, sea moderno debe de estar atravesado por
el complejo audiovisual, pues de lo contrario será atrasado
o anacrónico: En la medida en que nuestras vidas estén
rodeadas de tecnologías, especialmente audiovisuales, se
demostrará el grado de progreso, avance y actualización
personal y grupal que se ha alcanzado.
Así, tratando de huir de
la contradicción existente entre lo tradicional y lo moderno
en el campo de la cultura y la información que ha impuesto
la lógica de la globalización y tratando de resolverlo
desde la concepción pragmática que señala que
lo reciente, lo inmediato, lo rápido, lo nuevo y lo actual
es lo moderno; y no lo pasado, lo antiguo, lo tradicional, lo viejo
o lo lento; ha surgido en las principales ciudades de México
el fenómeno de la videovida. Dicha realidad, emergió
como una fiebre tecnológico-cultural moderna que ha atravesado
todas las actividades cotidianas de nuestra existencia y se caracteriza
por penetrar todos los espacios, públicos y privados, de
nuestra cotidianeidad, con las mediaciones audiovisuales y el universo
de mensajes fragmentados que de estas se derivan.
De esta forma, en los reducidos
momentos de diálogo, reunión y encuentro personal
que quedan en nuestros deteriorados mapas urbanos, la intervención
de los comunicadores profesionales progresistas ha
sido dar el tiro de gracia a estos resquicios de vida, para convertirlas
en zonas de pasatiempo posmodernas. De esta forma, hemos transformado
la recámara en video recámara, la taquería
en video taco, el bar en video bar, la pizzería
en video pizza, la discoteca en video discoteca, el
restaurante en video gourmet, la sala de espera en video
sala, el camión en video bus, el metro en video
metro, el avión en aéreo video, el elevador
en video elevador, el banco en video banco, la iglesia
en video iglesia, la plaza en video plaza, la caseta
telefónica en video teléfono, el domingo en
video domingo, la conversación de sobre mesa, en video
plática, el deporte en video deporte, la ceremonia
en video ceremonia, las atracciones en video show,
la guerra en video guerra, la política en video
política, la muerte en video espectáculo (solo
falta el video sanitario y el video funeral que no
tarda en surgir), etc., propiciando, una vez más, la distancia
y el desencuentro entre las personas con su consecuente estado de
creciente de oscuridad humana.
Incluso, esta concepción
moderna de la comunicación ha oscilado a tales extremos,
que por ejemplo, en México, algunos de los principales jardines
del Distrito Federal se han convertido en video jardines para ver
a través de pantallas gigantes de televisión eventos
como la pelea del Macho Camacho, el Concurso Miss México,
los debates políticos entre los diversos candidatos a la
presidencia de la República, los informes presidenciales,
los campeonatos de fut bol, la "Celebración del Milenio"
la final del Super Bowl, etc, restándoles su carácter
de zonas de tranquilidad y de armonía con la naturaleza.
En este sentido, la relación
con el complejo de las redes del video en las ciudades substituye
el espacio de encuentro y contacto humano con el otro en la plaza
pública, en parque, en la alameda, en el quiosco, etc. produciendo
la videovida como nuevo encuadre del acercamiento interpersonal.
Nos convertimos, cada vez más, en una sociedad que no puede
existir sin las mediaciones de los medios: Cada vez más,
sólo se sobrevive, si se está en la videovida. Así,
ha surgido el famoso Homo Videns y el Mexicano Videns que caracteriza
el inicio del siglo XXI en México y el mundo.
Paradójicamente, intentando
producir dinámicas de comunicación con todo el arsenal
de tecnologías informativas con que contamos al terminar
el siglo XX, esta práctica urbana pos moderna, ha transformado
progresivamente dichos espacios, y otros más, en áreas
de incomunicación humana, al suprimirles su ambiente de privacía,
cercanía y de individuación que le son propios; para
convertirlos en otros aparatos y espacios más de la ideologización
del dinero y del poder.
De esta manera, al concluir el milenio
el Estado y la sociedad mexicana cuentan con menor infraestructura
mental y comunicacional para crear la cultura indispensable que
demanda el proceso de sobrevivencia social de nuestro país
y con mayor logística cultural para crear las condiciones
subjetivas de reproducción del capital ampliado a escala
global.
De aquí, la necesidad urgente
de hacer un profundo alto mental en la velocidad virtual que lleva
la sociedad mexicana en su forma de producción de su cultura
cotidiana; para repensar si ¿ Este modelo de comunicación
postmoderno es el que requiere el proyecto, integral e incluyente,
de crecimiento material, social, cultural, psíquico y espiritual
de nuestras comunidades o tenemos que construir otro más
humano y acorde con nuestras necesidades de sobrevivenia nacional
?.
La reproducción espiritual
urbana vía los medios de comunicación
Considerando la dinámica
de existencia moderna, observamos que el ciclo de la vida cotidiana
de la población mexicana en las ciudades tiene cuatro fases:
Primero, la fase del sueño, donde los individuos recuperamos
todas las energías físicas perdidas durante la jornada
laboral para poderlas volver a invertir al día siguiente
en la esfera de la producción. Segundo, la fase del trabajo
donde lo único que cuenta es que se realize la lógica
de la producción, y por lo tanto lo más importante
que hay que hacer es ser eficiente. Tercero, la fase de la reproducción
de la infraestructura cotidiana de vida, donde lo que hay que efectuar
es el arreglo del hogar, la compra de los alimentos, la realización
de los servicios básicos de la vida cotidiana, etc. para
sobrevivir. Y cuarto, la fase del esparcimiento, donde es el único
espacio que tenemos los mexicanos para descansar mentalmente, esto
es, para vivir el placer. Es decir, para re-inventarnos como seres
humanos, o lo que es igual, para re-crearnos de manera distinta,
para dejar de repetirnos en el terreno de la producción económica,
todo lo cual significa, imaginarnos a nosotros mismos de manera
nueva y crecer.
En esta última etapa debido
a la existencia, cada vez más adversa del contexto urbano
mexicano, pues se han reducido drásticamente los espacios
de áreas verdes en las metrópolis, se ha estrechado
el tamaño de la vivienda, se ha incrementado la inseguridad
de las ciudades para salir a pasear y se han aumentado los costos
del esparcimiento extra-hogareño; los habitantes citadinos
de México crecientemente tendemos a canalizar el tiempo de
nuestro esparcimiento dentro del complejo audiovisual que ofrece
la televisión. Así, vemos que, cada vez más,
los mexicanos urbanos estamos más expuestos a la televisión
y otros medios de comunicación, se incrementa el consumo
de video-homes, se eleva el tiempo de exposición a la televisión,
se expande el uso del video-internet y aumenta el porcentaje del
juego familiar que cruza por la pantalla a través de los
ataris, los nintendos y otros video games.
Todo ello, significa en última
instancia que cada vez más en las ciudades la reproducción
espiritual de los individuos, es decir, el horizonte de imaginación
desde donde nos reinventamos, proviene de los medios de información,
especialmente de la televisión y no de otras fuentes culturales
o interacciones humanas.
La deshumanización de
las urbes
Al no ser diseñados
los entornos urbanos mexicanos y latinoamericanos para satisfacer
los requisitos de una calidad de vida superior, sino de consolidación
de los procesos industriales paraafortalecer el flujo de macro concentración
de capital, a costa de lo que sea; ha sido mayoritariamente la evolución
de la acumulación material lo que ha definido la naturaleza
de nuestras ciudades. Así, en el terreno espiritual de las
urbes hemos observado el surgimiento de un paisaje urbano-comunicativo
cada vez más inhóspito e inhumano, pues los espacios
de vida y convivencia son planeados básicamente para generar
productividad rápida, abundante, eficiente y competitiva;
y no para incitar la convivencia, el encuentro, el diálogo,
el compartir, el contacto, la relación con la naturaleza,
el acercamiento, en una idea, para comunicarnos y humanizarnos.
El derrumbe de las relaciones
humanas
Derivado de los procesos
de modernización industrial y de las crisis urbanas en las
ciudades mexicanas, especialmente en las mas "desarrolladas",
se ha producido un derrumbe de las relaciones humanas de comunión
y un debilitamiento de los canales interpersonales de comunicación,
generando una fuerte erosión de la relación social
más fundamental que es el encuentro personal con los otros.
Así, observamos que el ritmo
de sobrevivencia urbana nos ha llevado a sustituir cada vez más
nuestra familia sanguínea de origen por los lazos de una
débil familia ampliada proveniente del mundo del trabajo.
Que cada vez mas el nivel de aislamiento humano que se incrementa,
en las ciudades ha provocado que vía los anuncios oportunos
de los principales periódicos y revistas aparezcan solicitudes
de personas que expresan sus medidas corporales, características
físicas, modos de pensar, datos personales, etc., para solicitar
encontrar "amigos", "esposos" ó "compañeros"
que mitiguen su soledad. Que cada vez mas tenemos en las metrópolis
menos parques, jardines, banquitas, rinconcitos, calles empedradas,
fuentes, etc. donde podamos dialogar para descubrirnos los unos
a los otros, y estas son substituidas por carpetas de asfalto, avenidas
de cemento y ejes viales para los automóviles. Que cada vez
mas la relación elemental del juego corporal entre padres
e hijos que se daba mediante el retozo en las generaciones anteriores;
ahora crecientemente es substituida por la vinculación electrónica
que se da entre estos a través de la pantalla con el Nintendo,
el Atari y las nuevas generaciones de video juegos que se introducen
con las modernas tecnologías de información. Que cada
vez más nuestros ancianos estorban al mundo moderno del "progreso
urbano" al ya no ser eficientes o productivos, y por consiguiente,
son intensivamente abandonados frente al televisor ó en los
asilos. Que cada vez mas las personas común y corrientes
de esta generación morimos mas solos en los panteones, pues
la vida "desarrollada" y "productiva" de las
urbes modernas ya no nos da tiempo para acompañar a nuestros
muertos a su último adiós, etc.
En este sentido, observamos que
"mientras más grande es una cuidad, se vuelve más
fragmentada, compleja e incomunicada, dificultando el encuentro
entre amigos y familiares. La familia misma pierde hoy su poder
de convocatoria y se refuerza en su núcleo central: padres
e hijos, manteniéndose estos últimos hasta la edad
de separación. Así, se diseña en las ciudades
mexicanas la familia-individuo que deja de ver y visitar a los otros
miembros (abuelos, tíos, primos, etc.) y a otros amigos queridos.
Las grandes distancias, las dificultades del transporte, el cansancio
y el agotamiento de la jornada diaria en el trabajo o en el estudio
ayudan a aumentar la necesidad de aislamiento en una casa o en un
pequeño apartamento de concentraciones de edificios donde
se atrinchera hoy la clase media, la popular y buena parte de la
alta con una inmensa antena parabólica como modelo de vida
urbana"5.
De igual forma, constatamos que
los "especialistas de la comunicación" para reproducir
profesionalmente en las escuelas de información a los nuevos
cuadros que dirigirán el futuro de esta realidad urbana,
construimos currículos académicos que estudian la
teoría de mercado, las campañas políticas,
las culturas populares, las nuevas tecnologías, los métodos
de investigación, las técnicas publicitarias, la producción
de contenidos televisivos, los lenguajes de la radio, la estética
cinematográfica, la información en el siglo XXI, las
herramientas semiológicas, la realidad virtual, etc.; pero
nunca abordamos el proceso humano de la comunicación, especialmente
interpersonal, que es la base central de donde parte y en donde
aterriza todo el fenómeno anterior.
Sin embargo, ante esta realidad
de profunda regresión humana que se presenta en nuestra sociedad,
en los pocos espacios de diálogo, reunión y encuentro
personal que quedan en nuestras deshumanizadas urbes, la propuesta
modernizante de los "comunicadores profesionales" ha sido
dar el tiro de gracia a estos resquicios de vida para convertirlas
en zonas de pasatiempo posmodernas a través de la introducción
de la práctica de la video-vida.
El hombre ausente en los procesos
de comunicaicón urbanos
Ante este panorama, podemos
decir que para el modelo central de comunicación urbana que
hemos construido en estos años en México todo ha sido
importante considerar excepto nosotros como seres humanos. Es decir,
nosotros no hemos sido importantes para nosotros mismos, pues no
hemos colocado al fenómeno de la comunicación humana
en el centro de la reflexión, la discusión y la acción
comunicativa; sino que nos hemos enredado en el tratamiento y la
super valoración de otras mediaciones tecnológicas
mas sofisticadas, situándolas como el fin último de
nuestro quehacer profesional y no como meros apoyos materiales para
alcanzar otras metas superiores. Esto es, el sujeto de nuestra comunicación
ha sido el manejo de las técnicas informativas y no la transformación
de los seres humanos.
Tal parece que el proyecto de comunicación moderna que con
toda energía nos hemos esforzado por construir en el México
y la Americana Latina de la modernidad, se ha fundado mayoritariamente
sobre la negación misma del proceso de comunicación
interna del hombre. Es decir, da la impresión de que la relación
de comunicación que los "especialistas" en esta
disciplina hoy producimos entre los individuos, no es aquélla
que permite que los hombres se conozcan y profundicen mas en si
mismos y en el núcleo social que los rodea; sino que al contrario
es un mecanismo ajeno impuesto desde afuera de la interioridad mas
central del hombre, que lo que genera es la oscuridad de los seres.
Los comunicadores hoy somos expertos en difundir el último
acontecimiento del rincón más alejado del mundo, pero
no sabemos que le pasa al ser humano de al lado. Somos expertos
en vender cualquier producto, pero no sabemos escuchar. Somos profesionales
para difundir los nuevos efectos informativos, pero no sabemos lo
esencial de los seres humanos. Cada vez somos muy hábiles
en el manejo de las nuevas tecnologías, pero no sabemos dialogar,
etc.
Por ello, podemos afirmar que la relación que hemos construido
con nosotros mismos y con la sociedad a través de la comunicación,
especialmente urbana, nos ha llevado a un estado generalizado de
incomunicación; y por lo tanto, de pérdida de nosotros
mismos como personas, como familia, como barrio, como comunidad,
como región y como país. Esto es, la comunicación
que hoy practicamos es un mero artificio más sobre la superficie
de la sociedad y de nuestras existencias, pues no va al fondo de
las necesidades profundas del hombre.
Ante ello, nos preguntamos ¿Para
qué queremos las máquinas de difusión de la
quinta generación y los trillones de bits de información
que nos ofrece la modernidad; si hoy en las urbes entre los seres
humanos nos es progresivamente más difícil comunicarnos
de mirada a mirada, de corazón a corazón, de centro
a centro?. Por ello, podemos afirmar que el saldo gremial que queda
después de 70 años de estudio y práctica especializada
de la comunicación en México, es que hoy hemos perdido
lo mas importante por lo meramente secundario y accesorio. Es por
ello, que al llegar al siglo XXI podemos decir que nuestra sociedad
cuenta con especialistas técnicos, médicos, químicos,
administradores, ingenieros, abogados, políticos, etc.; pero
en estricto sentido, no obstante que existimos miles de individuos
preparados en el campo de la comunicación, México
y América Latina todavía no poseen verdaderos comunicadores.
Esto debido a que dichos cuadros profesionales nos dedicamos a ejercer
todas las actividades propias del quehacer informativo, excepto
a construir las condiciones para que los seres humanos se conozcan
a si mismos, se encuentren, se aproximen, se humanicen y evolucionen
hacia etapas superiores del Ser.
De aquí, la importancia medular
en la actualidad de colaborar urgentemente desde todos los frentes
políticos, sociales y mentales a crear otro proyecto de comunicación,
de cultura y de espiritualidad urbanas que partan de las necesidades
de crecimiento y humanización del hombre, y no de los simples
requerimientos dominantes de la voraz y salvaje acumulación
económica a nivel planetario, a costa de lo que sea.
Notas:
1
Jaime Rubio Angulo, La Ciudad: Lugar y Símbolo de la Comunicación,
Revista Signo y Pensamiento No. 22, Facultad de Comunicación
Social, Pontificia Universidad Javeriana, primer semestre de 1993,
Colombia, página 15 y 16.
2 Declaración de Rosario
Por el Derecho a la Ciudad, Conclusiones del Seminario Internacional
sobre Comunicación y Ciudad, Fundación Solidaridad,
Rosario, Provincia de Santa Fé, República de Argentina,
24 al 26 de agosto de 1992, página 1.
3 Las reuniones realizadas en
América Latina por la Organización de las Naciones
Unidad para la Ciencia y la Cultura (UNESCO), son las siguientes:
Comunicación y Ciudad, Organización de las
Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Rosario,
Provincia de Santa Fé, República de Argentina, Argentina,
24 al 26 de agosto de 1992; Comunicación y Calidad de
Vida en la Ciudad, Universidad de Azuay, Instituto de Estudios
de Régimen Seccional del Ecuador (IERSE), Municipio de Cuenca
y Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), Cuenca, Ecuador, 6 al 8 de julio de 1993; Comunicación
y Ciudad: Hacia Una Mejor Calidad de Vida Urbana, Facultad Politécnica
de la Universidad Nacional de Asunción y Organización
de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Asunción,
Paraguay, 21 al 23 de septiembre de 1994; Comunicación
y Ciudad, Universidad Pontificia Bolivariana, Alcaldía
de Medellín y Organización de las Naciones Unidas
para la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Medellín, Colombia,
15 al 17 de junio de 1995.
4 Declaración de Rosario
Por el Derecho a la Ciudad, página 1.
5
Armando Silva, Ciudad Imaginada, Revista Signo y Pensamiento
No. 22, Facultad de Comunicación Social, Pontificia Universidad
Javeriana, primer semestre de 1993, Colombia, página 26.
Dr.
Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de Educación
y Comunicación de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Xochimilco, México, D.F., México. |