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Por Jorge Martínez
Número 33
El compromiso ético
puede y debe resistir el augurio sombrío de Hans Magnus Enzensberger
de que la soberanía individual y nacional está condenada
a desaparecer. A ese augurio oponemos el de Miterrand en cuanto
a que el porvenir de una vida superada pertenece a quienes sepan
dominar los mecanismos efectivos de la comunicación al servicio
del hombre.
Eulalio Ferrer
Propósito
La idea humanista que sitúa
a las relaciones entre las personas y a las personas mismas en la
base de la definición de la sociedad tiene que ser criticada,
como lo hace Luhmann, cuando se constituye en prejuicio que enceguece
la investigación. Pero no necesariamente la tradición
humanista ha de verse degenerada en prejuicio. A ese estado queda
reducida cuando impide al observador de la sociedad percatarse de
su complejidad obcecándose en el protagonismo del sujeto.
Se libera de ese peligro si su afán de elevar la condición
moral del hombre se compromete con la razón sin idealizarla
como destino.
Desde otro horizonte conceptual,
las miradas que se inspiran en la teorías de sistemas y de
la autopoiesis aplicadas a la sociedad, si bien enriquecen el conocimiento
al esclarecer la dimensión autónoma de la operación
del sistema social, llegan a degradarse en prejuicio cuando caen
en la sobresimplificación de negarle al ser humano todo alcance
transformador, y a escamotearle la posibilidad y el sentido de influir
en la sociedad a nombre de la clausura autopoiética.
No está en el ánimo
de este trabajo asumir la discusión teórica exhaustiva
entre complejidad y humanismo a la que el propósito asumido
alude. La única, modesta intención, consiste en buscar
los elementos que, en el contexto del debate entre esas corrientes,
pudieran servir para comprender en qué consiste la comunicación.
La polémica
Para algunos la comunicación
es un milagro, para Niklas Luhmann es simplemente improbable y ni
siquiera está bajo el dominio de la voluntad humana, escapa
a la razón y al deseo, es un sistema autónomo inaccesible
a la intervención del hombre quien es apenas su expresor
no su dueño, el hombre es un instrumento de la comunicación,
un simple vehículo más, no el único, a través
del cual se manifiesta la condición autopoiética de
la sociedad. El protagonismo que la convicción humanista
ha concedido al hombre al situarlo en el estatus exclusivo de sujeto,
se traslada a la sociedad, que ahora ha dejado de ser la simple
suma de individuos para mostrarse como una organización facultada,
como todo sistema autopoiético, para crear por sí
misma la estructura y los elementos que la componen. La sociedad
en la teoría luhmanniana es un organismo autopoiético
compuesto por comunicaciones no por individuos.
Habermas, por su lado, encuentra
en la comunicación el vehículo que lleva a los seres
humanos, organizados socialmente, a lograr el entendimiento. Ve
en la acción comunicativa una energía social que impulsa
hacia la construcción del consenso, que a su vez conduce,
mediante procedimientos de iteración del acuerdo, al progresivo
incremento de la racionalidad de las relaciones sociales. La democracia,
desde esa perspectiva, se conforma evolutivamente con las acciones
comunicantes que los sujetos realizan.
Si Luhmann descubre la condición
autopoiética de la comunicación, y se interesa en
desarrollar a partir de tal descubrimiento una teoría de
la comunicación, es en la medida en que llega a la conclusión
de que tal trabajo teorético le es indispensable, junto con
su teoría evolutiva y la de sistemas, para edificar como
pretende, una gran teoría general de la sociedad.
Habermas, en cambio, arriba al estudio
de la comunicación interesándose por su efectividad
para transformar lo que el llama el mundo de la vida que
está formado de la sociedad, la cultura y las personas. Ambos,
cada uno desde su distinto punto de observación, se ven obligados
a pensar la comunicación, aunque ninguno de los dos partió
de seleccionar esa investigación como propósito originario.
La comparación entre las
dos posiciones es inevitable. A menudo se las interpreta como opuestas
pero quizá, si lo son, también sean susceptibles de
comunicarse mutuamente. El propio Luhmann deja abierta esa opción:
las teorías tienen puntos
en común, en la medida en que sus problemas han sido planteados
en forma similar... una absoluta incomparabilidad revela siempre
falta de fantasía teórica, carencia de capacidad
de abstracción... Tal vez por ello, la identidad y la diferencia
no deberían acotarse con tanta nitidez -aunque toda teoría
tiende a ello-- sino que, por el contrario, deberíamos
prepararnos para observar presiones osmóticas capaces de
penetrar los bastiones teóricos más firmemente protegidos1
Al amparo de esa convocatoria a
la imaginación teórica, sin temor a la ósmosis
epistémica, buscaremos por nuestra parte si no una síntesis,
al menos un aprovechamiento de ambas posiciones para avanzar en
la comprensión de lo que llamamos comunicación.
Fuera los hombres, la comunicación
sin gente
Luhmann atribuye a Habermas
y en cierto modo a su mutuo maestro Parsons el mérito de
haber trasladado el problema de la acción, caro a la tradición
aristotélica2, desde el
terreno de lo que incumbe a lo social, o a lo metafísico,
hasta el campo de la comunicación. Con todo, considera que
persiste en ellos la creencia de que la comunicación está
sujeta al dominio convencional de la racionalidad y la ilusión
de que está dotada de atributos teleológicos, es decir
que permanece bajo control de la conciencia aunque no sea ya interpretada
desde su reconocimiento de facto.
Es un mérito indiscutible de Habermas haber llevado este
problema [el de la acción] al nivel de la comunicación.
Con ello quedaron excluidas una serie de respuestas fáciles
(fáciles sólo por ser más tradicionales), algo
así como la referencia a una ley moral dada por la facticidad
de la conciencia, o también como la referencia a un consenso
de valores, al cual debemos someternos, pues de otro modo no podría
mantenerse ningún orden social. Kant, Durkheim, Parsons,
han sido jubilados, así, con todos los honores3.
Si es cierto que a ellos corresponde
haber iniciado un nuevo acotamiento del problema de la comunicación
y de la sociedad, es en realidad el propio Luhmann quien lleva aquella
exclusión al extremo, logrando de esa manera un acercamiento
original al tema. Y lo hace desde dos confrontaciones; la crítica
de la Teoría de la Acción Comunicativa de Habermas
y la extracción del concepto de autopoiesis formulado por
Maturana y Varela. Contra Habermas discute el consenso como intrínseco
destino final de la comunicación y desde los aportes de Maturana
intenta interpretar la comunicación como sistema autopoiético.
En cuanto a la polémica con
Habermas, se encarga de establecer de manera clara y explicita los
términos de la discrepancia atacando la relación entre
comunicación y consenso que éste postula.
En muchos casos, se asume implícitamente
que la comunicación va tras el consenso, busca el acuerdo.
La teoría de la racionalidad de la acción comunicativa
desarrollada por Habermas (1979) está construida sobre
esta premisa. Pero, de hecho, es empíricamente falsa. La
comunicación puede ser usada para indicar disensión.
La disputa puede buscarse. Y no hay razón para suponer
que la búsqueda de consenso sea más racional que
la búsqueda del disentimiento. Esto depende completamente
de los temas y los participantes de la comunicación. Por
supuesto, la comunicación es imposible sin algún
consenso. Pero es igualmente imposible desprovista de todo disentimiento4.
Para acceder a la comprensión
necesaria del párrafo anterior, en los términos de
la orientación del presente trabajo, es imprescindible referirnos,
aunque sea de un modo general y sucinto a tres de las vertientes
conceptuales que forman el corpus teórico de nuestro autor:
los conceptos de autopoiesis, de teoría y de comunicación
así como a la axial diferencia información/comunicación.
Autopoiesis
Antes de entrar de lleno
en el modo como Luhmann maneja la autopoiesis hay que remitirnos
a la definición inicial de ese proceder, formulada por sus
descubridores. Encontraremos por ese camino que existe discrepancia
con respecto a la legitimidad de aplicarla en una teoría
de la sociedad. En efecto, es irónico que siendo la noción
de autopoiesis la piedra de toque de la teoría luhmanniana
de la comunicación, los propios creadores de la noción
pongan en entredicho la validez de usarla en los términos
en que lo hace Luhmann. Veamos, para Humberto Maturana la autopoiesis
está en principio referida a explicar la vida.
Un ser vivo ocurre y consiste en
la dinámica de realización de una red de transformaciones
moleculares tal que todas las moléculas producidas y transformadas
en el operar de esa red, forman parte de la red de modo que con
sus interacciones: a) generan la red de producciones y de transformaciones
que las produjo o transformó; b) dan origen a los bordes
y a la extensión de la red como parte de su operar como red,
de modo que ésta queda dinámicamente cerrada sobre
sí misma formando un ente molecular discreto que surge separado
del medio molecular que lo contiene por su mismo operar molecular;
y c) configuran un flujo de moléculas que al incorporarse
en la dinámica son parte o componentes de ella, y al dejar
de participar en la dinámica de la red dejan de ser componentes
y pasan a ser parte del medio5.
Maturana reconoce que la autopoiesis
en cuanto a modus operandi puede presentarse en otros ámbitos
diferentes a la vida como puede ser el caso de la cultura que, nos
dice, es un "sistema autopoiético que existe en un espacio
de conversaciones". Para comprender la posición de Maturana
debemos tener presente que él distingue órdenes de
complejidad autopoiética. Así, las células
son organismos autopoiéticos de primer orden dado que existen
directamente como sistemas autopoiéticos moleculares, mientras
que los organismos formados por células, lo son de segundo,
y las colmenas y sociedades debieran considerarse de tercer orden.
Maturana admite la posibilidad de un organismo de tercer orden que
al mismo tiempo lo fuera de primer grado. Un organismo tal tendría
que cumplir con las dos dinámicas, la celular y la orgánico
sistémica. Lo mismo habría de ocurrir si el sistema
social presentara autopoiesis de primer orden, cosa que Maturana
niega de manera tajante:
Tampoco los sistemas sociales
son sistemas autopoiéticos en otro dominio que no es el
molecular... Tampoco lo son, o podrían serlo, en un espacio
de comunicaciones, como propone el distinguido profesor alemán
Niklas Luhmann, porque en tal espacio los componentes de cualquier
sistema serían comunicaciones, no seres vivos, y los fenómenos
relacionales que implican el vivir de los seres vivos, que de
hecho connotamos en la vida cotidiana al hablar de lo social quedarían
excluidos6.
Por su parte, Francisco Varela no
ha dudado desde la temprana fecha de 1972 en declararse escéptico
de aplicar la teoría de la autopoiesis a la sociología
pues considera que hacerlo así es un procedimiento metafórico
o mejor dicho metonímico muy riesgoso:
este uso metonímico tomó
fuerza en dominios tan diversos como la sociología, en
los escritos del famoso sociólogo alemán Niklas
Luhmann, la teoría jurídica, la teoría literaria,
así como una extensa literatura en el campo de la terapia
familiar sistémica... ha habido intentos repetidos de caracterizar,
por ejemplo, una familia como un sistema autopoiético,
de manera que la noción se aplique en este caso estrictamente.
Estos intentos se fundan, en mi opinión, en un abuso del
lenguaje7.
No obstante, ni Maturana ni Varela
se atreven a descalificar sin ambages el modo como Luhmann extrapola
el concepto de autopoiesis fuera de su campo de origen. Además,
para algunos de los seguidores del profesor alemán, aún
eliminando esa categoría, su teoría de la comunicación
permanece incólume.
la obra de Niklas Luhmann ha evolucionado
desarrollando consistentemente el programa de trabajo propuesto
a comienzos de los años sesenta. Si se leen -haciendo uso
de conceptos tales como el de autopoiesis- artículos anteriores
a la fecha en que el propio Luhmann aplica dicho concepto el lector
podrá descubrir que no se altera en nada el sentido de
lo expuesto por el autor8.
Lo relevante de la polémica,
desde nuestra orientación, consiste en señalar que
se trata de una discusión abierta. Aún priva la incerteza,
y por tanto, un exceso de confianza en su manejo, o peor todavía,
su idealización, puede introducir debilidad en la teoría.
Por el momento, más allá
del debate, que insistimos sigue en curso, requerimos de centrarnos
en la versión del concepto de autopoiesis que finalmente
maneja Luhmann. Seguiremos con ese propósito a Izuzquiza,
quien (con base en la publicación de Luhmann Die Autopoiesis
des Bewusstseins, 1985) plantea que:
La autopoiesis supone una organización
cerrada de diferentes procesos de producción que generan
la organización del organismo que la posee y producen un
límite que permite identificar a tal organismo como unidad
particular [...] podremos considerar que la autopoiesis es la
operación de un sistema mediante la cual el sistema crea
sus propias unidades y su propia estructura. La novedad importante
que señala la autopoiesis estriba en que, mediante esta
operación el sistema crea no solo su propia estructura
sino también los elementos de que se compone. La auotopiesis
es la operación de autorreproducción de un sistema
mediante la que el sistema crea su propia estructura y los elementos
que lo componen. Es el acto máximo de autorreferencia,
que se revela como extremadamente creador9.
Con fines de sustentar la discusión
que en adelante asumiremos es importante retener la definición
de autopoiesis que hemos tomado de Izuzquiza, así mismo es
conveniente asociarla desde ahora con la definición de complejidad,
noción con la cual está muy ligada en el pensamiento
de Luhmann.
Cuando se piensa sobre la complejidad,
dos conceptos diferentes vienen a la mente. El primero se basa
en la distinción entre elementos y relaciones. Si tenemos
un sistema con un número creciente de elementos, cada vez
se hace más difícil interrelacionar cada elemento
con los otros. El número de relaciones posibles deviene
demasiado grande con respecto a la capacidad de los elementos
para establecer relaciones. Podemos encontrar fórmulas
matemáticas que calculen el número de relaciones
posibles, pero toda operación del sistema que establece
una relación tiene que elegir una entre muchas -la complejidad
impone la selección-. Un sistema complejo surge sólo
por selección. Esta necesidad de selección cualifica
los elementos , es decir, da cualidad a la pura cantidad. La cualidad,
en este caso, no es otra cosa que la capacidad selectiva limitada;
es la neguentropía comparada con la entropía -que
significa que todas las relaciones lógicamente posibles
tienen una oportunidad igual de relación10.
Importa destacar, en el marco de
nuestro interés, el procedimiento de la selección,
y el exceso, su condición subyacente, porque la comunicación,
como se verá más adelante permite la administración
del exceso.
Por otra parte, admitir la multiplicidad
de opciones, con igual posibilidad de selección, contenida
en el exceso, hace de la evolución un proceso impredecible
y coloca la noción de complejidad en estado de subversión
de la lógica de la causalidad lineal. De ahí que irrite
a la razón convencional. La idea de progreso como ascenso
a lo mejor se contrapone al concepto de una evolución cargada
de opciones a elegirse por cuestión de circunstancias. El
progreso es contingente, no va de fijo a una predeterminación.
"Para Luhmann, cuanto existe es como es, pero siempre puede
ser de otro modo; y es lo que es en tanto es una concreción
de determinadas posibilidades. Lo real es contingente y sólo
podrá describirse en términos de modalidad"11.
El triunfo de una posibilidad no la hace mejor que las alternativas
desechadas. "La complejidad supone, de hecho negar una dependencia
de tipo ontológico y negar toda dimensión única...
implica libertad frente a toda determinación ontológica"12.
En todo caso, una vez elegido un rumbo evolutivo el retroceso está
cancelado, el avance es siempre incremento de complejidad. Quizá
la emergencia de lo inesperado, la hegemonía de lo otro antes
excluido puede ser, en tanto que naciente, una complejidad menos
compleja.
Las bases sobre las cuales Luhmann
construye su concepto de complejidad remiten a las teorías
de sistemas; de la organización; de la decisión;
de la modalidad y de la contingencia; de la comunicación;
de la evolución; y de la cibernética.
Concepto de Teoría
La comunicación
es objeto de abordaje teórico en tanto que ostenta complejidad.
Es una de las tres cuestiones a las que Luhmann concede la relevancia
necesaria para tratarse teóricamente: sociedad, evolución,
comunicación. La teoría para Luhmann no se constriñe
a explicar, a dar cuenta de lo que se estudia. Únicamente
lo complejo es teorizable: la teoría es complejidad o no
es. Seguiremos a Izuzquiza13
quién aísla los atributos que Luhmann exige a la teoría.
- Debe ser radicalmente dinámica,
evitar la comodidad epistémica, el quietismo la conformidad
académica. Más que en resolver problemas su valor
radica en descubrirlos. La teoría es apetito de nueva comprensión.
- Sustentarse en la lógica de la diferencia: encontrar diferencias
en rigor de observación y procesarlas es tarea de la teoría.
Distinguir, diferenciar en vez de buscar la unidad. La unidad importa
en relación con la diferencia: como unidad de la diferencia.
- La teoría sirve para observar, no le compete el juicio
moral, no adjetiva ni postula programa alguno, le es ajena la imposición
de un proyecto social u ontológico. Para bien observar, la
teoría tiene que salvar la tentación de ser edificante,
el prejuicio de lo bueno o de lo útil.
- La teoría se ocupa de la complejidad, ella misma es complejidad.
Con la teoría, lo complejo se hace soportable en tanto que
se procesa. La aspiración de la teoría es reducir
la complejidad no simplificarla.
- La teoría debe ser capaz de dar cuenta de sí misma,
es autorreferente y autorreflexiva. Los términos en que se
aborda el objeto de estudio: dinamismo, observación, selección
de diferencia, reducción de complejidad se aplican a la propia
teoría.
La comunicación está
en la sociedad no en la mente
Con el propósito
de ubicar en donde sucede la comunicación Luhmann distingue
entre sistema social y sistema sicológico. Contra la apreciación
común sostiene que la comunicación es un subsistema
de la sociedad: el sistema sicológico es incapaz de comunicar
y el sistema social no puede pensar. Luhmann critica que en sociología,
los conceptos de acción y de comunicación sean empleados
con referencia a un sujeto. De esa forma se considera que existe
un autor responsable de emprenderlas, con lo que se las sitúa
en el terreno de la sicología en tanto que él se propone
desafiar esa postura.
Es la comunicación la
que comunica, no los individuos
Su posición es
tajante: sólo la comunicación comunica no las personas,
sujetos o individuos: "uno se encuentra habitualmente con la
objeción de que quienes actúan o comunican son, en
última instancia, personas, individuos o sujetos. Por el
contrario, yo querría sostener que sólo la comunicación
puede comunicar"14. Esta
apuesta tan radical se explica a la luz de la extrapolación
del planteamiento de la autopoiesis al ámbito de los sistemas
social y sicológico extrayéndolo de la biología,
como ya hemos visto, no sin dificultades y protestas. Adelantemos
que Habermas encuentra en esta afirmación el punto de mayor
desacuerdo porque considera que es paralizante de las intenciones
de mejorar la sociedad y por lo tanto favorecedora del conservadurismo.
Para sostener su apuesta, Luhmann
se enfila contra la mitificación de la conciencia considerándola
apenas una versión más de la autorreflexión
que es una capacidad extendida en los procedimientos generales de
la vida pero cuya expresión permanece opaca si no se recurre
a la teoría de la complejidad. Si bien la conciencia es un
modo de observar y de hacer auto observaciones, existen muchos otros
modos de hacerlo y ninguno se muestra superior. Sin importar lo
que las conciencias lleguen a entender, el propio sistema de comunicación
produce entendimiento o mal entendimiento "y crea sus propios
procesos de auto-observación y de auto-control. Uno puede
comunicar acerca de lo entendido, lo mal entendido y lo no entendido
-por supuesto, sólo bajo las condiciones altamente específicas
de la autopoiesis del sistema de comunicación y no simplemente
como querrían los participantes "15.
Distingue, siguiendo entre otros
a Karl Bühler entre percepción y comunicación
y entre comunicación y conciencia. La primera es un evento
síquico por el que se accede a información sentida
sin seleccionar, al margen, entonces, de lo comunicativo. Las percepciones
ajenas no pueden someterse a prueba o rechazo y no se las puede
interrogar ni responder. En tanto que comunicación es una
triple selección de diferencia: a) selección de una
información; b) selección de una expresión;
y c) selección de una comprensión o de un mal entendimiento.
Comunicar es lograr esas tres selecciones, siempre las tres ya que
una o dos no bastan. "Como la vida y la conciencia, la comunicación
es una realidad emergente, un estado de cosas sui generis.
Surge a través de una síntesis de tres selecciones
diferentes, a saber: selección de información, selección
de la expresión de esa información y una selectiva
comprensión o mal entendimiento de esta expresión
y de su información. Ninguno de estos componentes puede ser
presentado por sí mismo. Sólo en conjunto pueden crear
comunicación"16.
Sostiene la diferencia de la comunicación
respecto de la conciencia y la emancipa de ella. Desplaza el énfasis
de la conciencia a la reflexividad y admite que sin reflexividad
no hay comunicación como tampoco la hay sin vida, sin atmósfera,
sin nitrógeno, etcétera.
La encuentra paradójica.
"De este modo el pronunciamiento 'tú no me entiendes'
permanece ambivalente y comunica esta ambivalencia al mismo tiempo"17.
La comunicación no es razonable ni persigue un fin o un propósito,
no está en el dominio de la ética o de la moral ni
es sujeto de abordaje ontológico. Por ello apunta al consenso
o al disenso indistintamente; verdad o falsedad, bondad o maldad
caben en su indiferencia, es en suma adiafórica. Como regla,
la comunicación no se alcanza por voluntad o por deseo, aunque
ocurra así por excepción de coincidencia.
Información/ comunicación
una unidad de diferencia compleja
Si no distinguiéramos
entre información y comunicación estaríamos
prisioneros de la propia, solitaria percepción de ahí
que el paso de la primera a la segunda suponga su clara distinción:
"toda comunicación descansa sobre una diferencia bien
localizada: precisamente la diferencia entre información
y comunicación. Sin la protección de esa diferencia
el receptor de la información se vería enfrentado
directamente a la información, como en el caso de las percepciones
de tipo normal acerca de lo que acontece en el mundo"18.
Toda información llega a ser comunicación cuando se
la ha seleccionado en esa calidad, sin una selección la información
permanece en el mundo del dato. La información es al mismo
tiempo la nada y el todo de la comunicación. Para entrar
en la comunicación, el receptor tiene que ser capaz de diferenciarla
de la información y de comportarse también de manera
diferente con respecto a cada una de ellas.
"Si es cierto que esta diferencia
entre comunicación e información constituye la unidad
comunicativa y que de la capacidad de establecer esa diferenciación
depende todo lo que puede obtenerse de la información, la
cuestión de las barreras inmanentes de la comunicación
debe ser referida precisamente a esa diferencia"19.
La comunicación al servicio
del consenso de la praxis del hombre
Luhmann y Habermas, buscan
cosas distintas y llegan a ocuparse de la comunicación desde
programas de investigación que no la habían colocado
en el centro de sus inquietudes. Habermas se interesa en construir
una teoría de la moral y de la ética, se interesa
en el sentido posible de la acción humana y desde ahí
se pregunta por el papel de la comunicación en las relaciones
que sostenemos en la vida social. Cómo la práctica
comunicativa nos conduce a construir acuerdos sustentados en la
razón y cómo los atributos de la comunicación
pueden llegar a sustentar una moral cuya legitimidad aceptemos todos:
he tratado de justificar un cierto
principio de universalización como un principio moral.
La intención es en primera instancia simplemente la de
mostrar que las cuestiones práctico-morales pueden en principio
ser resueltas acudiendo a razones.
Desde mediados de los setenta, he sentido la presión tanto
de las críticas neoconservadoras como postestructuralistas
de la razón, mi respuesta a esto fue el concepto de racionalidad
comunicativa. Esta constelación particular de problemas
continuó hasta los años ochenta, y por este motivo
continué mi critica a la filosofía de la conciencia
[...] mi intención fue demostrar que el vortellende Denken
(pensamiento representacional) podía ser remplazado por
algo distinto del derrotismo de los deconstruccionistas y del
contextualismo de los neoaristotélicos.
La justicia y la solidaridad
son las dos caras de una misma moneda. Por un lado, el discurso
práctico es un procedimiento que permite a cada uno influir
en los resultados de una deliberación expresando su acuerdo
o desacuerdo; es por tanto, un procedimiento que incorpora un
sentido individualista de la igualdad. Por otro lado el discurso
práctico deja intacto ese vínculo social que alienta
y fustiga a los participantes en una argumentación a no
olvidar que pertenecen a una comunidad ilimitada de diálogo.
Solamente cuando está asegurada la permanencia de esa comunidad,
que exige de sus miembros la adopción no egoísta
o empática del lugar de los otros , puede asegurarse la
continuidad y reproducción de esas redes de reconocimiento
recíproco sin las que la identidad misma de todos y cada
uno de los individuos acabaría por desintegrarse20.
La tradición que nutre el
pensamiento y el programa de Habermas es la que se ha propuesto
la búsqueda de una justicia universal. Lo anima la perseverancia
en un proyecto que en el siglo XX pareció perderse en la
maraña de una teoría que degeneró en ideología
y en la barbarie de la burocracia del socialismo real, pero que
no obstante tendría que ser rescatado, por lo menos para
confrontarlo con la alienación que ha transformado en fetiche
la tiranía de la especulación disfrazada de mercado
y la ha convertido en el principal obstáculo a la democracia.
Con todo y el rigor teórico que lo caracteriza, Habermas
no deja de ser también un hombre de la tradición romántica
capaz de sostener que "la conciencia revolucionaria lleva inherente
la melancolía, es decir, la tristeza por el fracaso de un
proyecto pese a todo irrenunciable"21.
El orden de sus preocupaciones con respecto a la comunicación
tiene que ver con la posibilidad de construir las condiciones de
una praxis transformadora que además se enfrente a combatir
el empleo de la propia comunicación con fines de dominación.
El compromiso con una herencia teórica que proviene de la
más honesta ética marxista -no hay que olvidar que
es el más joven integrante de la Escuela de Francfort- no
le impide reconocer los aportes del enfoque sistémico, pero
tampoco le resta fueros para criticar sus excesos anarquizantes
que terminan por alimentar con "nuevos argumentos" la
alienación social. De hecho considera que las antiguas suspicacias
del anarquismo del siglo XIX se pueden ...
trasladar al terreno metódico,
confiriéndole un cariz crítico en ambas direcciones:
tanto con respecto de la ceguera frente a la realidad de los sistemas,
propia de una teoría normativa de la democracia que se
engaña así misma acerca de la expropiación
burocrática de la base, [léase la manipulación
que hacen de la opinión de la gente] como también
con respecto a la alineación fetichizante de una teoría
de sistemas que elimina todo lo normativo y excluye, ya en el
nivel analítico, la posibilidad de una comunicación
dirigida a enfoques sociales llevada a cabo por la misma sociedad
como un todo"22.
El párrafo establece con
muy buena puntería la discrepancia con Luhmann, de hecho
hace explícita referencia a una publicación suya (Politische
Theorie im Wohlfahrstaat, Munich, 1989).
Desde la referencia de Kant se introduce
Habermas en la reflexión teórica sobre la razón
práctica, --es decir, la facultad de fundamentar imperativos
correspondientes-- en particular en su aplicación a la ética
y a la moral, "los usos pragmático, ético, y
moral de la razón práctica fijan su atención,
respectivamente, en preceptos de acción técnicos y
estratégicos, en consejos clínicos y en juicios morales"23.
Habermas encuentra unidad en la
razón mientras Luhmann se ocupa de ella desde la diferencia.
De alguna forma, Habermas parece creer en una suerte de marcha ascendente
de la razón. Hay que esperar hasta que la sociedad arribe
a una cierta dosis de razón instituida (y de costumbres de
libertad) para que la democracia alcance su florecer mejor. "Porque
la validación inequívoca de la unidad de la razón
práctica sólo es posible en la red compleja de aquellas
formas comunicativas y prácticas ciudadanas en las que las
condiciones de una formación racional y colectiva de la voluntad
hayan adquirido ya firmeza institucional"24.
Muchas dudas aparecen frente a la imagen de una sociedad que se
desenvuelve por inercia interna hacia una racionalidad ascendente.
Y es que los derroteros sociales parecen entregados al juego de
Serpientes y Escaleras en lo que hace a la racionalidad de las relaciones
de los elementos que las integran. No obstante, sin que sea necesario
tomar partido en el debate, pudiéramos aceptar que aún
cuando la racionalidad no fuese de suyo un atributo de la comunicación,
existe la posibilidad, y es socorrida, de que puedan valerse mutuamente
una de la otra, sin excluir que cada una por su parte eche mano
de otros recursos. Si, creyéndole a Luhmann, no hay entre
ellas ni fraternidad, ni simbiosis eterna, ni exclusiva relación
biunívoca, nada nos impide, sin embargo, hacer con ellas
mancuerna y llamarlas a juego en nuestras relaciones sociales. Si
la comunicación no tiene una naturaleza racional intrínseca,
es con comunicación, y quizá sólo con comunicación,
como se puede introducir razón en la sociedad, porque es
con comunicación como se reflexiona y se piensa en sociedad.
Poiesis y voluntad
Si uno sigue a Humberto
Maturana encontrará que el hombre, compuesto por moléculas
como todos los seres vivos, si bien ha surgido de una primaria conducta
autopoiética, precisamente la de sus moléculas constituyentes,
ha perdido en sí mismo esa condición. Desde otra dimensión
de pensamiento, la teoría sistémica que retoma y nos
propone Niklas Luhmann, vemos al hombre en calidad de integrante
-no de elemento imprescindible- de una autopoiesis mayor pero de
nuevo no auotopoiético el mismo. Sitiado entre un origen
y una summa autopoiéticos, el hombre es sin embargo, gracias
tal vez a su peculiar forma de reflexividad, la conciencia, un ser
creativo, un ser poiético. No produce mismidad, su fuerza
creadora se ocupa de introducir dentro de cánones de su auto
semejanza, diferencias. Lo que el hombre crea, incluyendo su propia
reproducción es otredad. Nunca el hombre produce lo igual
a sí mismo25. Ni lo igual
a Dios o a la naturaleza que le preexiste. Imita o niega lo que
su conciencia racional o emotiva descubre, su proceder es metafórico:
actúa desde la semejanza, ya para recrear en el parecido,
la mimesis griega, ya para negar la forma natural, la estética
del pensamiento salvaje puesta en evidencia por Lévi-Strauss.
Acotado en su identidad, finito en el tiempo, limitado por la conciencia,
que es conciencia de su escaso comprender, el hombre está
sometido a los privilegios y obligaciones de la muerte igual que
lo están todos los otros seres vivos pero a diferencia de
ellos es capaz de poiesis, en tanto que lo creado por autopoiesis
quizá no sea creación propiamente dicha sino sólo
extensión, prolongación de lo que ya había
sido creado.
La sustitución del individuo
por la organización, el desplazamiento del sujeto antropológico
por el sistema no equivale a que la persona en sus facultades "humanistas",
su razón kanteana, su lógica aristotélica y
su ilusión de progreso desaparezca. Es verdad sí,
que revela, en duro golpe a su soberbia, que el hombre está
sometido al poderío de relaciones que lo superan. Pero si
bien él es parte de una dinámica de selecciones, no
deja de ser una entidad capaz también de seleccionar, de
decidir, de elegir con autonomía a partir del menú
que el sistema le ofrece y del que es integrante. Si bien como proceso
no existe diferencia entre la elección que hacen, pongamos
por ejemplo, la hormiga, el hombre o la amiba, el hombre elige desde
su peculiaridad, ejerciendo su estilo, su diferencia (que no se
confunde con el de la hormiga o el de la amiba). El hombre al elegir
piensa, se ocupa de especular, de preguntar, sobre todo en relación
con aquello que no eligió. Reflexiona sobre lo que niega,
se detiene en imaginar el estado posible de lo que no eligió,
lo que despreció. En cuanto a su relación con la selección
no se distingue de otros seleccionadores pero es insólita
su relación con lo no seleccionado. No queda cómodamente
instalado en el uso y disfrute de su selección sino que usa
su memoria y su entendimiento para pensar sobre lo que pudo ser
y se anticipa a lo que puede ser.
No son los hombres los que comunican,
es la comunicación misma en tanto que sistema autopoiético
la que comunica, dirá Luhmann. Son las necesidades y deseos
del sistema sociedad los que motivan que se produzca el subsistema
comunicación como mecanismo de relación. Esa es una
metacondición que a mi parecer no niega la autonomía,
el albedrío de la persona. A final de cuentas, sistema, complejidad,
diferencia o bien acción, sujeto o consenso, por poner nociones
contrapuestas, no son sino abstracciones, constructos o al menos
interpretaciones que el hombre hace de lo que de algún modo
o de otro percibe desde la autonomía de su sensibilidad -sus
sentidos todos-- humana.
Luhmann contribuye a que el sujeto
antropológico sea capaz de observar la riqueza de una mayor
complejidad. A la interpretación inspirada en la ilustración
le agrega otra, la de su idea de complejidad y con ello aumenta
el repertorio disponible a la elección de la autonomía
humana para interpretar su vida.
Las atractivas provocaciones de
Luhmann, que lo son porque no son sólo provocaciones, nos
llevan a comprender, a vislumbrar por lo menos, que hay dimensiones
que escapan al control volitivo de las pretensiones humanas, pero
ello no debiera impedir la convivencia con la tradición aristotélica.
A final de cuentas si las nociones de otro, de unidad o de individuo,
no siendo en apariencia fácilmente incorporables en la autopoiesis
debieran no obstante tener un sitio. Si la teoría de sistemas
y la autopoiesis social no son capaces de dar cuenta del hombre
desde sus propios horizontes entonces habría que sospechar
de su potencia real. Es cierto que antes de llegar al extremo poco
de recomendable de desecharla, habríamos de preguntarnos
si considerar a la sociedad como la diferencia sociedad/individuos
y al individuo no como elemento sino como entorno permite dar cuenta
con suficiencia del rol del hombre en el sistema. Baste, por ahora,
con dejar la pregunta abierta a manera de inspiración del
curso de nuestras conjeturas.
La comunicación es una dimensión
compartida -¿mutuamente ignorada?-- entre el sistema social
y el hombre y la energía que le esta asociada es de tal envergadura
que alcanza para sostener la coexistencia de dimensiones sistémicas
e individuales. Admitir la teoría de la comunicación
como sistema autopoiético, como subsistema del sistema sociedad,
no debiera llevarnos a concluir que el hombre es un autómata
supeditado a las exigencias de reproducción del sistema social.
Individuo y sistema se conforman en mutua selección cualquiera
sea la cualidad, el estatus que se le reconozca al individuo.
Con o sin autopoiesis el hombre
comunica... y piensa... y es creativo
Encontramos signos de
una dimensión mundana, existencial, humana de la comunicación.
Es una comunicación instrumental, cínica, que hace
a la praxis. Una comunicación en la escala de lo que el hombre
realiza en su vida práctica. En esa escala humana-existencial
el hombre llega a pensar conforme logra comunicar. Como todo lo
que vive, selecciona percepciones pero además las reflexiona,
las expresa pensando, las piensa expresándolas y desde el
nutrimento del diálogo, en polémica o conversa, las
hace crecer en su abstracción y de nuevo retorna a la selección
de abstracciones y expresiones para compartir o negarse a compartir
con otros las evoluciones del pensamiento.
Con o sin autopoiesis comunicativa
el hombre despliega su poiesis en la sociedad. Sin duda no es postulable
la poiesis como exclusividad humana, y no se trata de volver atrás,
a la idealización humanista del hombre, la intención
es sólo constatar un atributo que lo caracteriza sin discutir
hasta que punto lo comparte con otros. La autopoiesis, al menos
como proceder de la vida biológica y de su versión
en el sistema social está sometida a reglas inquebrantables,
o así nos lo parece, al aprender a observarla. En tanto que
la poiesis es arbitraria, impredecible, incontenible y a fortiori
original. La poiesis no evoluciona ni por linealidad causal ni por
complejidad sino por capricho. En algo son idénticas poiesis
y autopiesis no siguen mandato alguno, ni se orientan a ninguna
misión. Ética y moral "les vienen guango".
La diferencia razón/afectividad
La teoría de la
complejidad de Luhmann es una hiper racionalidad: más razón
con otra razón, sólo incremento de la racionalidad,
de sus opciones, de su variedad. Es la razón que ensancha
sus fronteras, la expansión de su imperio no su enriquecimiento
por nueva, distinta diversidad. No es un más allá
de la razón es una razón radical que se supera así
misma desde sí misma, es quizá, una razón autopoiética.
La razón basada en la diferencia
y en la paradoja como aliada del pensamiento complejo, en la modalidad
luhmanianna, no deja de ser únicamente razón. Pero
ni el hombre ni la vida misma, toda ella, es sólo razón.
El "cálculo egoísta" o egocéntrico,
si se quiere, está presente en cualquier selección
que cualquier ser realice. Ese cálculo es la piedra de toque
del proceder de los sistemas, desde luego también de los
autopoiéticos. Pero, la pregunta despreciada, que conviene
formular es la de cuál es el lugar que ocupan los recursos
afectivos del pensamiento en la lógica de sistema. ¿Es
la afectividad un descuido de la razón, su aberración
o estamos frente al develarse de una aún no distinguida unidad
de diferencia: razón/ afectividad? Ya sabemos que la
comunicación se mueve en territorio ambiguo y paradojal.
Si, por ejemplo, la comunicación es improbable entre otras
tres dificultades por que la sinceridad es desafortunada, tiende
a no suceder, son los impulsos afectivos, no los de la razón,
los que insertan probabilidad a lo sincero. Siendo improbable la
comunicación encontramos que ocurre con mucha frecuencia
tal vez porque en ella, tanto la de entendimiento como la de confrontación,
se acrisolan los recursos del pensamiento. Una posible unidad de
diferencia razón/afectividad no rechazaría el nombre
de comunicación.
Comunicación, la paradoja
incesante
Si el lenguaje permite
estructurar el rechazo26 ¿qué
hace la comunicación? ¿Debiéramos entender
lenguaje y comunicación como sinónimos?27
¿Debiéramos ubicar la comunicación en el ámbito
del rechazo? ¿Es el rechazo el hábitat de la comunicación?
El contexto donde se despliegan los recursos de la comunicación
es el de lo negado, lo rechazado, lo no elegido. Entre más
compleja es la comunicación, es decir entre más abundante
es el quantum de posibilidades rechazadas, más se confirma
su natural insistir, más se acrecienta su tendencia a la
iteración. La comunicación se desempeña en
la desestabilización tendencial del sistema social pero no
es ni evolutiva ni antievolutiva, no es indefectiblemente preservadora
ni destructora siempre, sino voluble. No reduce ni incrementa la
complejidad: vive en ella, es su medio. La comunicación es
el pez en su agua, la complejidad. La comunicación es el
modus operandi de la complejidad, su expresión instrumental.
La comunicación es la propia complejidad en acción.
Tal vez no sea posible distinguir comunicación de complejidad
sino como "estados" de algo (cosa, ente, sistema). Hielo
y vapor son agua así como comunicación y complejidad
son versiones de un mismo algo. Pareciera apropiado considerar que
la comunicación es el espacio de la complejidad, donde se
expresa, donde se la puede conocer, donde se la vive sin necesidad
de teorizarla.
Sostiene Luhmann que "en un
ámbito cultural que valora la racionalidad y considera que
la lógica es saludable, la motivación paradójica
tiene que ser comprendida partiendo de puntos de vista patológicos,
¿con la excepción de Pascal? De acuerdo con un concepto
hoy muy extendido, la paradoja produce esquizofrenia..."28.
Para evitarla o aprender a soportarla aceptemos que la comunicación
es en sí misma paradoja. Pero atrevámonos a preguntar
y a ensayar repuestas. ¿En que radica propiamente ese su
carácter paradójico? En que es una improbabilidad
que ocurre todo el tiempo. Todos los obstáculos con los cuales
se enfrenta la comunicación, -a saber: seleccionar tres diferencias
comenzando por una información , escoger una expresión
y decidir si se entiende o no- y que la hacen de difícil
ocurrencia, son o bien superados (rara vez) o bien "administrados"
(casi siempre) por los comunicantes. ¿Por qué ocurre
de ese modo? Varios niveles de respuesta aparecen. Primero porque
la comunicación es como un caldo de cultivo, una suerte de
atmósfera o de medio ambiente en donde ocurre el devenir
de la vida, por lo que no le es dado cesar: hacerlo negaría
la etología de la vida. Lleguen a donde lleguen las comunicaciones,
fructíferas o abortadas, creando consenso o en medio de contradicciones
y oposiciones, de cualquier modo suceden o están en curso.
La ausencia de comunicación, el silencio generalizado es
inconcebible. Segundo porque permite confrontar la resistencia,
encarar la fuerza inercial que se opone a la necesidad de expresar
es decir porque abre la expectativa de superar la adversidad de
su improbabilidad. Y porque los comunicantes están atribuidos
de aptitud para desempeñarse como usuarios de la improbabilidad
capaces de administrar la dificultad sin vencerla. Se mueven en
la contingencia, se expertizan en reaccionar frente a lo inesperado.
Están preparados para que no ocurra lo que esperan que ocurra,
lo cual por cierto no elimina la esquizofrenia que señala
Bateson al referirse a la noción de doble vínculo29
Cuando el comunicante cumple con su triple selección se prepara
para enfrentar lo que eligió negar. Su expectativa, en operación
compleja, apunta a confrontar "un exceso de posibilidades"
menos una, la que eligió. Si la respuesta es la esperada
o si es distinta repite at eternum en el diálogo su
modus operandi. Comunicación es así la expectativa
de una respuesta que prepara para que no ocurra porque la improbabilidad
de la comunicación pone al comunicante en estado de aptitud,
lo mantiene en forma, en situación de alerta y con ello se
crea la condición que hace posible y necesaria la inteligencia.
La improbabilidad de la comunicación es el correlato de la
vida. De una vida que significa competencia en su doble sentido
de rivalidad y aptitud. El comunicante hace todo lo posible para
que se le entienda de acuerdo a lo que pretende y se prepara para
que no se cumpla lo que espera, y reiterar de cualquier modo su
intención, aquella la inicial o cualquier otra que el decurso
del diálogo le sugiera o le imponga.
Si la teoría reduce la complejidad
la comunicación la admite, la soporta, la encuentra compatible,
familiar, de ahí su reiteración, su insistencia, su
terquedad, su empecinamiento. Comunicar es una aspiración
tozuda.
Comunicación y exceso
Es la comunicación
la que comunica porque es un exceso recreado constantemente. Exceso
significa que siempre hay un número mayor de posibilidades
que la selección. Las opciones de selección no las
crea el comunicante, él simplemente toma una. Esa materia
disponible para elegir y rechazar es la materia que constituye la
comunicación, es la comunicación. Al parecer, es desde
esa clase de consideraciones que Luhmann formula su apuesta a favor
de la exclusividad de la comunicación para comunicar ya que
el sujeto, la persona o el individuo se limita a seleccionar. El
problema es que sin la intervención del sujeto la comunicación
no se concreta. Cada vez que decide, que hace una selección,
el sujeto invoca el exceso, lo inventa en cierta forma o lo obliga
a manifestarse. Sin el sujeto que elige no existen selecciones y
rechazos. Es la necesidad de comunicar que tiene el sujeto la que
gatilla el bucle autopoiético de la comunicación.
La comunicación comunica porque el sujeto la produce desde
su aspiración y desde su frustración de comunicar.
No comunica la comunicación sino hasta en tanto el sujeto
la transforma en selecciones y las opera en una relación
social. Al margen del sujeto, la comunicación que comunica
es una ilusión pero no cualquiera, sino una que todo el tiempo
se torna en realidad inesperada, es una ilusión existente.
Se les llame como se les llame, sujetos, personas individuos, sin
ellos no solamente la comunicación no comunica sino que no
hay comunicación. Se puede discutir acerca del significado
de esos nombres, se puede con razón reclamar que su estatus
no es exclusivo de la especie humana y su conciencia, se les puede
sustituir por sistemas, como sea, sean quienes sean, son los comunicantes
la sine qua non conditio de la comunicación. En la
basta obra de Luhmann no faltan las argumentaciones que invitan
a aceptar su provocación, que sin embargo no alcanzan a cerrar
la inquietud sobre cuáles son los alcances del sujeto en
la comunicación. Desde esa inquietud uno cae en la tentación
de creer que la comunicación no está instalada siempre
en la nubosa entelequia de su autopoiesis aunque tampoco se la encuentre
siempre cumpliendo con la supuesta misión que la razón
le encomienda y ello sin menoscabo de que algunas veces pueda ser
autopoiética y otras razonable. Se la encuentra en el nicho
de su servicial arbitrariedad, jamás falla cuando se la convoca
y nunca cumple a cabalidad los deseos de nadie. No hay solución
en ninguno de los extremos, en cambio, en relaciones de recursividad
es probable encontrar alguna. Así, lo que Luhmann atribuye
a la triada de selecciones información, expresión
y entendimiento, esto es "presuposición recíproca
en sentido circular" es lo que habremos de encontrar en la
relación sujeto comunicación.
De cualquier modo, las acotaciones
anteriores no obstaculizan la aceptación de que un sistema
de comunicación es "un sistema completamente cerrado
(clausurado en sentido matemático sería mejor decir,
tal y como lo aclara Maturana) que crea los componentes más
allá de los cuales surge a través de la comunicación
misma"30.
Sinceridad, ética, comunicación
A partir de encontrar que
el amor es un medio de comunicación simbólicamente
generalizado31 cuya referencia
sistémica se encuentra en el sistema social y no en el sistema
siquíco, Luhmann descubre el origen de la incomunicabilidad.
En el siglo XVII el amor se instala
en la medianía. Son los mediocres los que califican para
el amor. El seductor, ser extraordinario, cortesano que conquista
por argucia y con engaño cede su sitio al amante apasionado
que puede ser común y corriente pero no mentiroso, la virtud,
que se conserva o que se pierde, se somete a la pasión que
exige que los amantes sean auténticos enamorados. Se permite
la locura no la hipocresía. Se valoran las confesiones y
la sinceridad. Es desde tales consideraciones que Luhmann sostiene
que ese siglo descubre la incomunicabilidad. La manera de amar funda
obstáculos decisivos a la pretensión de comunicar.
No es un problema de destrezas: "no se trata del fracaso de
la habilidad, sino más bien es la imposibilidad de ser sincero
lo que se convierte en problema"32.
Más allá del amor, pareciera que del planteamiento
anterior se desprende que no podemos ser sinceros en ninguna circunstancia
y de ahí que la comunicación sea improbable. Sin embargo
hay que distinguir sinceridad de veracidad. Puedo con sinceridad
querer expresar algo que he pensado pero no alcanzar condiciones
de veracidad. La sinceridad no es un fenómeno de la razón
está en otra parte del entendimiento/no entendimiento. No
podemos ser sinceros porque no hemos logrado imaginar una ética
satisfactoria, universal, no ideológica ni temporal. Una
lógica restringida, unidimensional conduce a una ética
rudimentaria, utilitarista, supeditada a un poder a una idea o a
una fe o bien a una obsesión tiránica o a un deseo.
Y una ética que trascienda las trampas de la sobresimplificada
dimensión única, sólo podrá ser construida
con comunicación.
Si bien no puede menos que inquietarnos
el pesimismo de la pregunta: "¿No podría ser
entonces que la condición esencial de todo entendimiento
no fueran ni los principios, ni los discursos o los a prioris sociales,
ni tampoco las razones que satisfacen a ambos, sino, simplemente,
la no comunicación de lo incomunicable, es decir la no comunicación
sobre sí misma?"33,
no podemos, por otra parte sino aceptar que somos libres de elegir
qué hacer con la comunicación porque es un recurso
neutral, un instrumento sin carga moral intrínseca, es como
dirían los filósofos cínicos una adiáfora
ni virtuosa ni malvada.
Notas:
1
1 Niklas Luhmann, "Autopoiesis, acción y entendimiento
comunicativo", en Organización y decisión. Autopoiesis,
acción y entendimiento comunicativ,. Anthropos/Universidad
Iberoamericana/Universidad Católica de Chile. Barcelona,
1997, p. 101- 02.
2 Aristóteles, dice Abagnano,
fue el primero que trato de obtener un significado específico
para el término acción refiriéndolo únicamente
a las operaciones humanas. Después vendría Santo Tomás
distinguiéndola entre transitiva e inmanente. Ya cercano
a nosotros Talcott Parsons define el esquema de la acción
considerando que implica: "1) Un agente o un actor; 2) un fin
o futuro estado de cosas rsspecto al cual se orienta el proceso
de la acción; 3) una situación inicial que difiera,
en uno o más aspectos importantes de la finalidad a la cual
tiende la acción; 4) un determinado conjunto de relaciones
recíprocas entre los precedentes elementos". Nicola
Abagnano, Diccionario de Filosofía, Fondo de Cultura Económica.
México. 1987. p. 12-13
3 Ibid. Luhman, Autopoiesis,,,
p. 118.
4 Niklas Luhmann. "Qué
es comunicación". En Talón de Aquiles. Año
1. Número 1. Sitio Internet.
5 Humberto Maturana R. "Veinte
años después". En De máquinas y seres
vivos. Autopoiésis: la organización de lo vivo, Editorial
Universitaria, Santiago de Chile, 1995, p 14.
6 Ibib. p. 19.
7 Francisco Varela. "Introducción".
En De máquinas y seres vivos. Autopoiésis: la organización
de lo vivo, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1995, p
51.
8 Darío Rodríguez
Mancilla "Introducción" en Luhmann Op. cit p XVI
.
9 Ignacio Izuzquiza. La sociedad
sin hombres: Niklas Luhmann o la teoría como escándalo.
Anthropos, Barcelona, 1990, p. 111.
10 NiklasLuhmann. Complejidad
y modernidad, de la unidad a la diferencia, Editorial Trotta, Madrid,
1998.
11 Izuzquiza. p 63.
12 Ibid. p. 61.
13 Ibid . p. 43-46.
14 Niklas Luhmann. Qué
es comunicación. p.1.
15 Ibid. P 2.
16 Ibid. P. 2.
17 Ibid. p 2.
18
Luhman, El amor como pasión, Ediciones Península,
Barcelona 1985, p. 133.
19
Ibid. p. 133.
20
Jürgen Habermas. "Moralidad, sociedad y ética (Entrevista
con Torben Hviid Nielsen" En Jürgen Habermas, moralidad,
ética y política, Propuestas crítica, María
Herrera, Coordinadora. Alianza Editorial, México, 1993, pp.
82-88.
21
Jürgen Habermas La soberanía popular como procedimiento.
En Jürgen Habermas, moralidad, ética y política.
Propuestas crítica, María Herrera, Coordinadora. Alianza
Editorial, México, 1993, p. 36.
22
Jürgen Habermas. "La soberanía popular como procedimiento".
En Jürgen Habermas, moralidad, ética y política.
Propuestas crítica, María Herrera, Coordinadora. Alianza
Editorial, México, 1993, p. 48.
23
Jürgen Habermas. "Los usos de la razón práctica".
En Jürgen Habermas, moralidad, ética y política.
Propuestas crítica, María Herrera, Coordinadora, Alianza
Editorial, México, 1993, p. 68.
24
Ibid. Los usos de la razón...p. 78.
25
O nunca lo había producido hasta que la ciencia ha llegado
a concebir la clonación del hombre mismo. No podemos imaginar
los alcances de esa nueva insolencia humana. Es el lado macabro
del "humanismo" basado en el poderío irrestricto
de la tecnología huérfana de moral .
26
Ibidem. Izuzquiza. p. 122.
27
No parece adecuado hacerlo así. Concentrarnos en el lenguaje
y su gramática puede conducirnos al peligro de reducir la
comunicación a su expresión meramente instrumental.
Por ejemplo, en el discurso amoroso, la línea directa, el
ir al grano se sacrifica en pro de una "valoración oblicua
de las expresiones", es decir exactamente igual que en poesía.
Siguiendo a Luhmann diremos que cuando deja de funcionar la retórica
es que se ha perdido la confianza técnica en la comunicación.
Y no está mal que esa confianza se quiebre porque mantenerla
es preservar una noción unidimensional de la comunicación.
Ese quiebre es un suceso revelador de la insuficiencia de la dimensiones
gramatical y lingüística para comprender qué
es comunicar.
28
Ibid. p. 60.
29
Cfr. Gregory Bateson, Pasos hacia
una ecología de la mente, ediciones Lohllé-Lumen,
Buenos Aires, 1999.
30
Luhmann, Qué es comunicación.
p. 8.
31
Medio de comunicación simbólicamente generalizado:
"En términos generales, cuando hablamos de medios de
comunicación simbólicamente generalizados, nos estamos
refiriendo a instituciones semánticas que hacen posible que
comunicaciones aparentemente improbables puedan realizarse con éxito,
pese a ese escaso índice de posibilidad." (Niklas Luhmann,
El amor como pasión, ediciones Península, Barcelona,
1985, p. 6). Es decir que el término hace referencia a una
delimitación, al aislamiento de un campo de significado y
de procedimientos para acceder a ellos dentro del universo mayor,
infinito de acontecimientos posibles de comunicación, un
código instituido accesible para quienes lo comparten. Ese
código es indiferente al medio mismo de que se trate en términos
de lo que éste expresa. "La función del código
de los medios de comunicación simbólicamente generalizados
consiste en asegurar un número suficiente de posibilidades
de realización para las atribuciones improbables". El
amor por ejemplo, uno de esos medios generalizados, no importa como
sentimiento sino en tanto que código. El amor es un código
aceptado sujeto a evolución compleja. La existencia del código
generalizado permite evadir lo explícito y pone al alcance
la alusión, facilita el uso de lo indirecto comunicativo:
"la comunicación sólo puede ser intensificada
mediante una amplia renuncia a la comunicación. Para ello
hay que servirse ampliamente de la comunicación indirecta,
confiar en la anticipación y en la idea de que aquello ya
fue comprendido con anterioridad." Ibid. p 27.
32
Idem. p. 132.
33
Niklas Luhmann. "Autopoiesis, acción y entendimiento
comunicativo", En Organización y decisión. Autopoiesis,
acción y entendimiento comunicativo, Anthropos/Universidad
Iberoamericana/Universidad Católica de Chile, Barcelona,
1997, p. 122.
Mtro.
Jorge Martínez Ruiz
Investigador titular en el
Instituto Mexicano de Tecnología del
Agua. |