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Semblanzas Usiglianas
 

Por Raúl Moncada
Número 33

Hablar de Rodolfo Usigli resulta siempre difícil y comprometedor, porque debido a la magnitud de su obra escrita, a su trascendente labor como maestro, a su incansable tarea de dignificar el teatro mexicano en todos sus aspectos, así como a la complejidad de su carácter y personalidad, se corre el riesgo de no lograr una imagen justa y suficiente del dramaturgo de mayor importancia en el teatro mexicano del siglo XX... y de otros...

Por dicha razón, yo trataré de sortear el problema mediante el empleo de breves semblanzas sobre los aspectos antes mencionados. Semblanzas con las cuales espero abarcar el vasto universo existencial y creativo de Rodolfo Usigli.

Semblanza I
Sobre la obra Usigliana

Por considerar que la atención de los estudiosos de Rodolfo Usigli se ha centrado preferentemente en el análisis de sus obras teatrales más características, yo prefiero hablar en esta semblanza sobre la importancia de su obra en general, en vez de hacer el análisis de alguna en particular.

Insisto y sostengo que la preocupación o el interés de los críticos y los investigadores por el análisis de las obras más importantes de Usigli, los ha hecho relegar a un segundo término el aspecto más significativo de su teatro. Es decir, pasan casi siempre por alto la meta que Rodolfo Usigli se propuso alcanzar con el conjunto de su producción dramática. Ambiciosa meta que, en mi concepto, Usigli logró alcanzar satisfactoriamente, dado que toda su dramaturgia fue orientada hacia el magno propósito de contribuir, mediante el estudio de los diferentes aspectos de la realidad mexicana, a la formación de una conciencia nacional.

Y Rodolfo Usigli pudo explorar sabia e incansablemente los aspectos más trascendentes de la vida nacional porque comprendió -haciendo honor a su gran talento--, que sin una búsqueda apasionada de lo mexicano, su teatro poco podía contribuir al difícil proceso de identidad del pueblo mexicano. Es por esa razón que hasta en los personajes menos importantes de Usigli se puede encontrar algún matiz, positivo o negativo, del modo de ser del mexicano. Universo de matices o rasgos caracterológicos que, si pudiéramos conjuntarlos a la manera de un cuadro impresionista, nos darían el más fiel retrato que del mexicano han pintado, hasta ahora, los dramaturgos nacionales.

Reiteramos, con sus tragedias, comedias, farsas, piezas, prólogos, epílogos, crítica teatral, ensayos, libros de teoría dramática y libros de historia sobre el teatro mexicano, Usigli logró, como se lo había propuesto, una soberbia unidad de propósito: contribuir al conocimiento del mexicano y de lo mexicano. Es decir, sentar las bases sólidas de un auténtico Teatro Nacional. En este sentido, Usigli "hizo el trabajo de muchos escritores", como bien lo afirma José Emilio Pacheco.

Con el conjunto de sus obras, Usigli logró realizar el mural social y psicológico más espléndido que hasta ahora existe de la realidad mexicana. Por eso, para tener una idea más justa de la valiosa aportación de Usigli al teatro mexicano, es preciso y necesario estudiar no sólo sus obras más conocidas, sino su producción íntegra.

Es cierto que "un pueblo sin teatro es un pueblo sin verdad", pero también es incuestionable que el teatro de Usigli es el que mejor ha logrado identificar a nuestro pueblo con su verdad.

Semblanza II
Sobre la importancia de Usigli como Maestro
De la trascendente tarea de Rodolfo Usigli como maestro de Composición Dramática e Historia del Teatro, en la Facultad de Filosofía y Letras, mucho puede decirse. Sin embargo, por falta de tiempo, me restringiré a mencionar sólo algunos aspectos de esa tarea. Por principio de cuentas, es preciso destacar que Rodolfo Usigli, gracias a sus estudios sobre la historia de nuestro teatro, es quizá el primer investigador en comprender que la causa principal que impidió y aún sigue impidiendo la evolución satisfactoria del teatro mexicano fue la falta de dramaturgos nacionales que supieran y sepan escribir teatro con conocimientos técnicos del mismo. Y Usigli acierta y pone el dedo en la llaga cuando sostiene, en su libro México en el Teatro, que el mayor de los males crónicos que ha padecido el teatro mexicano desde la Colonia hasta la mitad del siglo XX, con la excepción de Alarcón, Sor Juana, Gorostiza, Calderón, Rodríguez Galván, Peón Contreras y otros pocos más, que desafortunadamente no tuvieron seguidores, ha sido, sin lugar a duda alguna, el de la improvisación, el de creer, ingenuamente, que basta escribir en forma de diálogo para construir una pieza teatral.

Descubrimiento y preocupación que primero llevarán a Rodolfo Usigli a estudiar la técnica teatral, y luego a fundar la cátedra de Composición Dramática en la UNAM. Por eso, le sobra razón a José Emilio Pacheco cuando sostiene al respecto que "Si se exceptúa el intento precursor de José Joaquín Gamboa, Usigli fue entre nosotros el primero que se planteó la escritura dramática como producto no solo del talento y la observación total, sino también de la artesanía, el oficio, la técnica".

Es así como Usigli, con la cátedra de Composición Dramática, inicia la importantísima tarea de formar la primera generación de dramaturgos con escuela, técnica y oficio, y con ello, comenzar a superar el problema que durante tantos siglos arrastró el teatro mexicano.

De su clase de Composición Dramática se ha dicho, con bastante ligereza, que era una clase aburrida. Pero lo que olvidan de propósito quienes sólo ocasionalmente asistieron a su cátedra, es el hecho de que Usigli no era un pedagogo per se, sino un creador que hablaba de teatro, de un hombre de teatro que con sus vastos conocimientos nos orientaba en la materia, y nada más. En todo caso, si su método de enseñanza no fue el idóneo, eso no significa gran cosa, porque su conocimiento de teatro, su amor y pasión por el mismo, nos iluminó, teatralmente hablando, a sus alumnos permanentes

. De Usigli aprendimos lo que es el profesionalismo en el teatro, o sea, que es preciso anteponer el teatro a nuestros intereses particulares, y no nuestros intereses y vanidades al teatro.

De entre tanto consejos y sugerencias que Usigli nos ofrecía en su clase, recuerdo su interés por hacernos escribir comedias, pues sostenía que los mexicanos padecemos una especie de incapacidad para el género comédico, ya que cuando queremos escribir una comedia, inevitablemente terminamos escribiendo un sainete. Asimismo, nos alertaba sobre la viciosa inclinación que los dramaturgos tenemos sobre el melodrama, al cual, decía, solemos confundir con la pieza. Cuestión de temperamento, afirmaba.

También recuerdo su insistencia en sugerirnos que nos interesáramos en buscar nuestro material dramático en la historia del país, pues sostenía, con vehemencia, que no podemos aspirar a la creación de un teatro nacional, si antes no sentamos las bases de un teatro histórico.

De igual modo, el maestro Usigli nos hablaba de la necesidad de explorar el teatro político, pues decía que es una veta dramática casi virgen en el teatro mexicano. Filón teatral que era necesario explotar al máximo, cuidando siempre de no caer en los peligros del panfleto político.

Es tanta la riqueza teatral que el maestro Usigli tan generosa y desinteresadamente compartió con sus alumnos, que podría pasarme la noche hablando sobre el tema. Por lo mismo, baste con lo hasta aquí dicho para demostrar la importancia que tuvo la creación de sus clases de Composición Dramática e Historia de Teatro.

Semblanza III
Sobre su labor en pro de la evolución del teatro mexicano
De la labor de Usigli por dignificar y evolucionar las artes escénicas en México, poco se conoce, pues los reflectores de la crítica casi siempre han estado enfocados hacia asuntos usiglianos más espectaculares. Por dicha razón, creo que es necesario hacer mención, aunque muy brevemente, de esta importante labor.

Como era de esperarse, la fina sensibilidad de Usigli lo hace colocarse a la vanguardia de quienes, siendo también espíritus adelantados a la época, luchan por el desarrollo del teatro mexicano. Es así como Usigli llega a comprender que los movimientos teatrales que desde 1923 han comenzado a buscar nuevas formas de expresión no podrán ir muy lejos, si antes no se sacuden la nefasta influencia del pésimo y obsoleto teatro español que por ese tiempo domina en el país. Asimismo, al percatarse de que hay aspectos del teatro mexicano que están aún en peores condiciones que el referente a los dramaturgos, emprende una titánica lucha encaminada a lograr que los mismos autores, actores, directores, como escenógrafos y críticos, aprendan el oficio teatral y se conviertan en auténticos profesionales. Al respecto, Usigli escribe lo siguiente:

Finalmente el momento teatral de México no tardará mucho. Pertenece a la próxima generación sin duda. No es posible poner mayor trabajo y mayor dolor en la herencia que para ella se está preparando, y su expresión, caudalosa y rica, habrá de ser la expresión de este trabajo y de este dolor.

Labor trascendente que también es justo, considero, tomar en cuenta cuando se habla de lo que Usigli ha significado para el teatro mexicano.

Semblanza IV
Sobre el carácter de Usigli y sus últimos tiempos

Hablar de Rodolfo Usigli, el hombre, resulta aún más comprometedor, porque debido a la complejidad de su personalidad y la reciedumbre de su carácter, se corre el riesgo de no ser lo suficientemente justos y objetivos en el juicio que de él hagamos. Sin embargo, algunas opiniones válidas se pueden aventurar al respecto.

Es generalmente aceptado que Rodolfo Usigli tenía mal carácter y que debido a esa forma agresiva de ser, su trato resultaba áspero y difícil. Lo cual es verdad sólo hasta cierto punto, ya que si Usigli era fácil de exasperar, su actitud colérica obedecía más a una actitud existencial y filosófica en contra de una sociedad hipócrita y corrupta, que a simples desahogos neuróticos provocados por las frustraciones. Es cierto que Usigli era a menudo intolerante y mordaz con muchas personas, pero lo que no debemos pasar por alto, si de verdad queremos comprender más a profundidad su personalidad, es el hecho de que Usigli rechazaba a ciertas personas no precisamente por antipatía gratuita, sino por los defectos morales que esas personas manifestaban. Al respecto, hay un parlamento clave en su obra Alcestes, que a mi modo de entender las cosas, confirman lo expuesto:

¿Se dan ustedes cuenta de que mi mal humor no es pasajero, sino orgánico, porque así me lo hace el mundo que me rodea?.

Ahora bien, si a la inflexibilidad moral con la que Usigli fustigaba a los "hombres huecos con cabezas rellenas de paja", (como él solía llamar a los tartufos de nuestra sociedad), sumamos su "exigencia de verdad" y su apasionado "afán de realidad", podemos entonces obtener un retrato moral y caracterológico bastante aceptable de su personalidad.

Inflexibilidad moral, exigencia de verdad y afán de realidad que, como era lógico esperar, inexorablemente lo condujeron a la decepción en el amor, la política y la amistad, pues quiso ignorar, no obstante saberlo, que "la verdad nunca necesita ser mucha: en dosis razonables ventila la vida; en exceso, la destruye", como también afirma un personaje de su obra Alcestes.

Poner su vida y su obra al servicio de la verdad, es, en mi concepto, la cualidad más sobresaliente de Usigli como creador y como hombre. Es incuestionable que tan heroica actitud le causó infinito dolor, amargura, soledad y decepción, pero a cambio obtuvo la reconfortante satisfacción de haber vivido y escrito de acuerdo a sus ideas. O como lo dice el propio Usigli en boca de Alcestes; "Y si mi actitud no me da la juventud eterna, me proporciona, en cambio, la profunda satisfacción de no torcer en mí la verdad ni a la naturaleza". Noble y difícil posición existencial que Usigli resume en un verso magistral. Dice el verso: "¡Qué solitaria profesión ser hombre!".

Al retrato hablado que de Rodolfo Usigli he tratado de pintar, habría que agregarle los siguientes aspectos; una fascinación por la soledad, de la que Usigli nunca logró substraerse, y una aversión y desprecio por la vejez, para así poder entender los últimos y dramáticos tiempos del maestro. Tiempos en los que la fatiga existencial que se apoderó de él, lo fue orillando a caer en una especie de autismo voluntario, del cual hablaremos al final.

Ahora bien, la fascinación de Usigli por la soledad, resulta explicable si recordamos que su infancia fue una atormentada y solitaria, y que la "profesión de ser hombre", en los términos absolutos que Usigli entendió dicha profesión, conduce inevitable y directamente a la soledad. Sobre el particular citaré fragmentos de algunos poemas donde Usigli habla de la soledad, con el fin de demostrar que el maestro llevó la soledad pegada al hueso de por vida, que la soledad fue su amante última y primera. "Si amar es una tortura,/ dejar de amar/ es la mayor amargura/ la más honda soledad./ Y si amar poco nos dura/ desamar/ nos vuelve la vida oscura/ por toda una eternidad.// Soledad es amar, y no tener a quien decir las palabras de amor/ ni el ansia de morir ni el miedo de vencer./ Soledad/ es no tener a quien dar una flor./ Juventud equivale a eternidad/ - victoria, flor y muerte son sus frutos -/ Pero en la madurez, que es soledad/ en cada hora que pasa/ sobran o pasan sesenta minutos.// Soledad es la pausa de candentes/ julios en la que nada se piensa o se máquina./ Y es soledad el silencio sin oro/ pisoteado en el vacío sonoro/ del ruido que hace tanta gente./ Soledad es la vida ciega y desnuda/ esculpida sobre el pedestal de la duda.// Dura soledad duradera: ¿qué hice yo para que no me quiera/ nadie más que tú, enredadera/ que me estrangula y que me espera/ desde antes de la primavera/ amante última y primera,/ dura soledad duradera?/ ¿Te sentiré morir siquiera/ antes de que yo mismo muera,/ que la manecilla en la esfera/ señale el fin de la carrera,/ dura soledad duradera?// Desterrado de mí mismo,/ del hombre que fui de carne,/ nada encuentro ya que encarne/ mi sed de mujer y abismo./ En mi soledad de istmo/ la distancia en vano oteo:/ ninguna viajera veo/ que se acerque a la frontera/ de esa patria en la que yo era/ fe, esperanza, amor, deseo.//

Con respecto a su profundo desprecio por la vejez, resulta más difícil explicarse ese repudio, y sólo podemos, apoyándonos en sus poemas, aventurar que la despreciaba por la sencilla razón de que "la vejez no es un faro como piensan los jóvenes. No es más que desamparo". También porque "no hay nada más terrible que envejecer a solas". Y porque es el fin "del sexo tan temprano extinto". En suma: "vejez, vejez, vejez, patrona odiosa/ que me privas de todos los placeres:/ el de esperar y el de esperar mujeres/ -azar, amante, amiga, novia, esposa.// Vejez, fraude cabrón, hija de puta/ que no merecer el menor respeto./ No puedes ser la meta ni el objeto/ de la vida si en polvo se transmuta./ Puta vejez, abyecta pordiosera.//

Desde mi apreciación personal, resulta incuestionable que los destierros políticos que sufrió Usigli (vulgo cargos diplomáticos), contribuyeron poderosamente a acelerar el proceso psicológico que lo llevó al solitario destierro de sí mismo. Primero la Beirutitis y la Osledad (términos con los que Usigli calificó su estancia en Líbano y en Noruega), y luego su jubilación en el Servicio Exterior, así como los sucesos del 68 y el malogrado proyecto del Teatro Popular, fueron las causas determinantes que sumergieron a Usigli en un estado de ánimo que yo he llamado: autismo voluntario.

Autismo o ensimismamiento del que, en la mayoría de los casos, era difícil sacarlo, dado que había perdido el interés en casi todas las cosas. Contestaba a las preguntas con monosílabos o frases muy cortas que en nada contribuían al establecimiento de una auténtica conversación. Del hombre polémico que había sido, no quedaba sino un hombre de ojos tristes que semi-escuchaba mientras bebía a pequeños sobos su whisky.

En los últimos tiempos de su existencia, yo solía visitarlo con cierta frecuencia en su departamento de la calle Roma, y comía con él en Prendes una vez al mes. De aquellos encuentros contaré dos, en los que, pese a su laconismo y hermetismo pude hacerlo dialogar, una vez fue cuando le hablé de mi proyecto de escribir una obra de teatro donde él sería el protagonista. Cuando escuchó que la obra se llamaría El Apóstol, como su primera obra, sonrió y luego me pidió que le explicara mis ideas al respecto. Escucho con atención, me hizo dos o tres observaciones, y hasta me sugirió que releyera La Dama Morena de los Sonetos, de Bernard Shaw, pues consideraba que esa obra podría serme de utilidad en mi proyecto. Después de algunos minutos más de conversación volvió a su mutismo habitual.

En otra ocasión, en la que también logré hacerlo reaccionar a las palabras, la conversación versó sobre la mujer y el amor. Con tristeza en la mirada y en la voz, me dijo que nunca había sido afortunado en el amor. Y con palabras más o palabras menos, Usigli empleó, sin darse cuenta, los mismos argumentos con los que su personaje Alcestes habla de la mujer, preferí, en beneficio de la fidelidad a su pensamiento, transcribir el parlamento completo de Alcestes, en lugar de intentar reconstruir las palabras exactas de Usigli. Mire, Raúl, me dijo, "Primero exigía yo de las mujeres que fueran tan inhumanas, tan sobrehumanas, más bien, como las imaginaba yo. Después no les he pedido sino que fueran reales, derechas, transparentes, que se sometieran al amor o al placer sin hacerlos odiosos con los caracteres sanguinarios del combate de sexos". A lo cual, yo le contesté: Creo maestro, que su poca fortuna en el amor se debió a que jamás estuvo realmente enamorado de ninguna mujer de carne y hueso, sino enamorado del amor. Tal y como le sucede al personaje central de La Comedia del Amor, de Ibsen. Usigli, sin desmentir mi observación, rió de buena gana. Euforia insólita que yo aproveché para sugerirle la necesidad de volver a buscar en la mujer el estímulo amoroso que tanta falta le hacía para vivir y escribir, dado que la mujer había sido a su vida como el oxígeno a sus pulmones. "No, Raúl -me contestó--, a pesar de mi sed de mujer, no quiero volver a enamorarme del amor, como usted dice que hago, pues ya conozco de antemano el final de ese juego peligroso: la decepción".

En aquella ocasión regresamos caminando a su departamento, no sin antes pasar a comprar tabaco y a recoger algunas prendas de la tintorería cercana a su casa. Al salir de la tintorería, Usigli me comentó al mismo tiempo que sonreía sardónicamente:

¿Se da cuenta, Raúl, de los asuntos domésticos en los que tiene que ocuparse un dramaturgo en el tercer acto de su vida?

A las pocas semanas volví a verlo, sólo que en esta ocasión lo encontré mas solo y silencioso que nunca, ya que su cuerpo era velado en la sala de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem).

Decía Usigli, con toda razón, que "nada hay más mexicano, que despreciar lo mexicano". Sin embargo, ese complejo antropofágico que padecemos, creo que hemos comenzado a superarlo.

El homenaje a Rodolfo Usigli, organizado por la Universidad de Guadalajara, es una prueba fehaciente de ello.


Raúl Moncada Galán
Sociedad de Escritores de Morelos