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Por Lina Marcela Gil, Carlos Mario Henao y L.
Alejandro Peñuela
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Número 38
La
etnografía en un instrumento que potencia la mirada del curioso
y del analítico...El etnógrafo es, entonces, un escritor,
un creador de imágenes que muestra los caminos de lo que
esta mas allá de lo evidente. Pero también es un ser
analítico y observador, especializado en mirar detenidamente
y por largo tiempo, casi un esteta, casi un místico.
Jesús
Galindo
Resumen
La etnografía es uno de los métodos de la
investigación social que ha evolucionado tanto en las últimas
décadas que ha pasado de una herramienta de poder, de obtención
de información, de sustantivación de un quehacer,
a un verbo, un proceso, determinado por la actitud del
indagador. La etnografía ha dejado su estatus de técnica
para pasar al orden del método, siendo las técnicas
actualizaciones de éste, tales como la entrevista, los grupos
de discusión, entre otros (Ramírez, 1999).
Una
transformación evidente. De la técnica al método.
Del algoritmo al proceso
La
etnografía desde una perspectiva clásica es “el
estudio descriptivo y clasificatorio de las civilizaciones (costumbres,
creencias, prácticas religiosas, instituciones, estructuras
políticas y económicas, técnicas, artes, etc),
en particular en las arcaicas, lo que supone trabajo y observación
'sobre el terreno' [...]“ (Morfoux, 1985: 116). Si partimos
de esta definición, nos encontramos con una mirada objetivante
de la etnografía, pero por demás ilustrativa de la
evolución de este concepto, una visión clásica
que tiene sus raíces en la Europa del siglo XIX, más
específicamente en Inglaterra y Francia; como lo expresa
Galindo (1998: 349):
Africa y Asia se convierten en los terrenos de exploración
y descripción preferidos, así como cualquier forma
socio - cultural que aparezca como salvaje o no moderna. En ese
momento [finales el siglo XIX, y primera mitad del siglo XX],
Europa trata de rescatar sus raíces en la vida contemporánea
de los otros, o sólo catalogar en formas museográficas
aspectos extraños y pintorescos.
De
esta definición obtenemos varios elementos: la objetividad
de la mirada, un observador acausal (que no afecta, ni
es afectado), el trabajo de campo en el aquí y ahora.
La objetividad de la mirada, en la etnografía así
concebida parte de la observación hecha por un sujeto ideal.
Pues, desde una perspectiva clásica, es un sujeto que observa
un objeto en una supuesta dicotomía que no existía
y que nos empeñábamos en creer. Pero la idealidad
de esta observación se ve interrumpida cuando podemos aceptar
que las configuraciones del investigador como sujeto, nublan su
descripción de aquello que ve, uno que otro prejuicio se
evade, su intento de aprehender lo observado está pintado
en una escala de grises. De ahí la importancia de su formación.
Galindo nos dice: (1998: 350).
La etnografía depende menos de instrumentos de registro
y medición que otras formas técnicas de investigación,
aquí el investigador está en el centro, de su formación
depende todo, la diferencia entre novato y experto es enorme y
definitiva.
Y
continúa diciendo:
El
oficio depende del observador, ahí su enorme riqueza y
su limitación. El etnógrafo requiere de tiempo para
su formación, y sólo mejorará técnicamente
con los años, con la experiencia reflexiva de aplicar la
mirada y el sentido una y otra vez en el ir y venir de la vivencia
de percepción consciente, atenta y crítica.
El
indagador, por más que quiera no es ajeno al contexto que
observa, y éste no le perdona su presencia, percibe los efectos
de su observación y se lo hace saber; existe entonces, una
dialéctica, una mutua afectación recíproca
de la interioridad y exterioridad en el paso del “uno”
al “nosotros”, en las configuraciones que hacemos de
los otros a partir de la imagen que nos regresa de ellos.
Otro
elemento de la definición anteriormente citada, es que dicha
observación se realiza sobre “el terreno”. Esta
característica es fundamental en la etnografía pues
se trata de una observación fáctica de la cual el
investigador es testigo. Pero también es testigo no sólo
de lo que ve sino de lo que escucha, de los discursos implícitos,
de lo que hay de latente en lo manifiesto, de las dinámicas
subjetivas del discurso de los otros, de sus testimonios y sus actos.
Así el oficio de la mirada y el sentido, se convierte también
en un oficio de escucha desprejuiciada que va del sentido común
y la opinión, a la escucha y la intuición analizada.
Mirada y escucha son ahora las posibilidades de un indagador analítico.
El
paso del sentido común a la intención indagadora
es una revolución y una transición sutil. (..) representa
un cambio de actitud frente al mundo, hacia el propio interior;
ahora los significados serán puestos en observación,
toda certidumbre será puesta en duda, la reflexividad se
desarrollará al máximo, lo cotidiano será
motivo de sorpresa y confusión. (Galindo, 1997: 63-64).
La
mirada y el cuerpo: configuradores del discurso etnográfico
La
mirada y...
La
mirada se instaura como un objeto fundamental en la conformación
del psiquismo. La mirada no es únicamente la función
del ojo como visión, como órgano, pues su origen es
la no correspondencia entre el objeto (ojo) y la pulsión3
(mirada); por eso a diferencia de los demás objetos no aparece
como tangible y se sabe de ella por sus efectos. El ojo, además
de ser el aparato coordinador del espacio, es un organizador pulsional,
en tanto es cimiento para las posteriores identificaciones del sujeto
y permite la estructuración del cuerpo a partir de su articulación
con el lenguaje4. La mirada está
llena de significaciones y abre la dimensión de la reciprocidad:
ver – ser visto; es lo que Lacan denomina afán de ver
y de hacerse ver, pulsión escópica, nunca satisfecha
que tiene aparentemente una meta pasiva, pero es activa desde el
comienzo cuando el niño busca hacerse ver por la madre. Desde
entonces, la mirada deja de ser algo numerable y se convierte en
una instancia permanente, en una pulsión que insiste, que
pugna, que empuja, que actualiza el hecho de que toda relación
con el otro esté marcada por la necesidad de reconocimiento:
ser para y por el otro, y existir en su aceptación.
La
dimensión imaginaria en la cual se mueve la mirada, se actualiza
en cada encuentro con el otro, más aún cuando ese
otro es un grupo de miradas: sujetos que quieren ver y, de alguna
manera, hacerse ver.
El
oficio del etnógrafo comienza muchas veces en la mirada dirigida
hacia el otro, este ejercicio se realiza en silencio, permitiendo
que la percepción registre la escena (configuración
de un momento específico) y el escenario (contexto) del sujeto
- objeto de la investigación. El etnógrafo debe reconocer
la situación de observación, pero necesita ir más
allá para captar desde la escucha y la mirada el
discurso del otro. El investigador debe agudizar la concentración
en su mundo interior para escuchar y observar, entonces, realizar
un viaje al mundo del otro y de este modo comprenderlo.
No
se trata solo de una mirada silenciosa y cautiva, pues en este contexto
comienza a ser esencial todo lo que el sujeto percibe y escucha.
Así, la mirada, la creación de imágenes, de
mundos posibles se complementan en la armoniosa conjunción
de la palabra (conversar). No sólo se ve, también
se escucha, y aquello que vemos y describimos, pasa por
el discurso que el otro ha construido a partir de la imagen que
ha logrado configurar en nosotros. Los sujetos silenciosos hablan,
expresan sus sentires, describen sus imágenes y las configuraciones
de aquello que ven (la entrevista, historias de vida), actualizan
sus vivencias en un acto de palabra esperando ser escuchados. Así
tenemos dos direcciones, una dirección que es la mirada a
la exterioridad desde la configuración de nuestra interioridad;
la otra, una mirada hacia la exterioridad desde la interioridad
de otros (entrevista, grupos de discusión, talleres).
Si
nuestra hipótesis es que la etnografía más
que una técnica, es una actitud (método) del investigador,
éste en el trabajo con grupos debe tener en cuenta los efectos
que tiene la mirada en el grupo, (p.e la ubicación espacial
de sus miembros). En un trabajo analítico con grupos es de
suma importancia permitir que todos los participantes puedan ver
al coordinador y se puedan ver entre sí. Se opta por la disposición
en círculo, que le da un carácter de simetría
en cuanto a la posibilidad de participación de todos los
miembros dentro del grupo, aunque se conserva la asimetría
en cuanto a las funciones (participantes - coordinador); además,
la posibilidad de mantener un contacto visual reafirma el concepto
de grupo.
Pero,
no sólo se describe, se hacen categorías, se buscan
explicaciones, hacemos conjeturas de aquello que vemos y observamos.
Se espera de nosotros que encontremos generalidades, que modelemos
teorías sobre aquello que percibimos. En otras palabras que,
analicemos. No sin razón, la etapa posterior a la descripción
es el análisis y la interpretación.
En
última instancia la etnografía desde una perspectiva
analítica, es un proceso que va del entender, criticar,
contrastar hasta el incorporar en la unidad dialéctica,
sujeto- observador / sujeto - observado. Estos pasos no siguen una
linealidad, son azarosos e inquietos, algunas veces simultáneos
y otras secuenciales; se articulan de manera permanente en el proceso
de investigación. El etnógrafo se aproxima al escenario,
se deja capturar y así busca construir la escena en la cual
configurará sus primeras aproximaciones. Quiere entender,
aprehender la lógica interna del discurso (cuerpo, mirada)
de los otros en su contexto. Pero, este etnógrafo no es impermeable,
su historia le antecede. Así que para ir más allá
de lo evidente, compara, relaciona, busca posibles nexos, comienza
un proceso de extraer generalidades (síntesis) significaciones
individuales y grupales que realmente interesen al sujeto/objeto
investigado. En este ejercicio de criticar, él
pone en relación su experiencia y discurso, con aquello que
ve y escucha (el discurso y la experiencia de los otros). Estas
relaciones internas, (con la escena/escenario específico)
y externas (con otros contextos históricos vivenciados),
proporcionan una nueva posibilidad, la construcción de otro
mundo posible donde está implicado como observador. Cuando
se relacionan los discursos que entendemos y criticamos con otras
dimensiones y experiencias, podemos decir que se llega a la contrastación.
De esta forma comparamos los discursos con la experiencia en la
realidad, en una lógica que busca los alcances y limitaciones
de aquello que hacemos, es la posibilidad de ir del discurso (entender/criticar),
a la experiencia (contrastar). Poco a poco, en algún momento,
el menos esperado de este proceso, incorporamos, hacemos propio,
volvemos cuerpo esas relaciones que hemos establecido con los otros.
El
cuerpo
El
vocablo cuerpo proviene del latín corpus y significa,
en su primera acepción, “lo que tiene extensión
limitada y produce impresión en nuestros sentidos por calidades
que le son propias” (Alonso,1980); por lo tanto es posible
hablar de cuerpo humano, cuerpo jurídico, cuerpo diplomático,
cuerpo geométrico, cuerpo químico, etc. Pero también
esta palabra puede emplearse como metáfora, tanto en lo individual
como en lo social. Es decir, tiene múltiples significados,
es polisémica. Este último aspecto acontece en todas
las lenguas y esto se debe a que a través del cuerpo humano
se ha explicado el mundo y viceversa. ¿Cómo entender
lo que nos rodea si no es a partir de nosotros mismos, de la percepción
de nuestro cuerpo?
El
cuerpo mismo es hijo de la palabra, se hace presente en el lenguaje,
alcanza su configuración, simbólicamente, a través
del significante, de la cultura. El enigma interior que cada sujeto
tiene acerca del mundo, germina a partir de la imagen que se construya
del propio cuerpo. El cuerpo es nuestra casa temporal, nuestro hábitat,
éste puede llegar a convertirse en un extranjero en nuestra
mismidad psíquica al no conocer las leyes que operan en él
a través del lenguaje y aceptar que determinan nuestro destino.
De este modo, es posible afirmar que el cuerpo no se puede concebir
solamente como un organismo físico, sino también,
como una serie de creencias, significantes, visiones, ideologías,
emociones, que permiten establecer una historia encarnada en cada
sujeto.
Cuerpo
es entonces aquello que tiene una extensión limitada, la
materia orgánica que constituye nuestras partes y el relato
que tenemos de nuestra historia fundada en él, en otras palabras,
podríamos definirlo como nuestro discurso, que sería
la dialéctica entre lo corporal y el lenguaje, aquello que
nos sujeta al lazo social.
¿Qué
pasa con el cuerpo en la etnografía? Si aceptamos que el
cuerpo es una extensión orgánica limitada y habitada
por el lenguaje, podemos pensar entonces que éste habla,
tiene un mensaje y es necesario escucharlo. En el cuerpo se encuentran
valores, aptitudes, virtudes, imágenes, que el sujeto ha
logrado incorporar a lo largo de su historia; estas tratan de expresarse,
se hacen evidentes a partir de un lenguaje no verbal. El cuerpo
es otro de los elementos que captura la escucha y la mirada del
etnógrafo, quien tendrá la tarea de extraer información,
decodificar dicho mensaje, descifrar lo implícito, lo oculto,
lo inconsciente en cada relato.
Así
el cuerpo da forma a una realidad, y esta a su vez le atribuye significaciones.
De allí que de la interacción con el otro el cuerpo
se modifique, cambie de postura, adopta posiciones que como mirándonos
en un espejo, evidencian nuestras identificaciones de los otros.
En la investigación social es imposible no tener estos efectos,
pues estamos en una constante afectación recíproca
con el otro, de allí que nuestra supuesta "objetividad"
es una subjetividad pactada. Se transmite al sujeto-objeto de la
investigación una actitud, una postura, una disposición
del cuerpo, una forma de hacer, de investigar de aproximarse a las
lógicas de las problemáticas que lo afectan, por medio
del ejercicio mismo de la investigación. De esta forma el
investigador se convierte en un esteta, el cuerpo, la mirada, los
gestos, las imágenes, los olores, los sonidos, son ahora
la materia prima de un sentir que será un cuadro que debe
recrear.
Es
necesario decir que con el cuerpo aprehendemos, capturamos, incorporamos
una serie de información de la realidad, podemos tener entonces
una apertura, una disposición para aprender, una forma de
aprender, de comunicarnos, de relacionarnos. El investigador etnógrafo
podrá transmitir esa disposición como un efecto de
su hacer, al mostrar la forma, la postura que tiene su cuerpo para
investigar. Esta actitud está atravesada por una disposición
para el asombro, la creatividad que éste desea transmitir.
La
docta ignorancia y la formación del etnógrafo
La
docta ignorancia puede ser definida como una disposición
para interrogar, para reconocer la dificultad en acceder a la verdad
y aún así insistir en su búsqueda, es lo que
Nicolás de Cusa llamó “docta ignorancia”:
“Así pues a ningún hombre, por más estudioso
que sea, le sobrevendrá nada más perfecto en la doctrina
que saberse doctísimo en la ignorancia misma, la cual es
propia de él. Y tanto más docto será cualquiera
cuanto más se sepa ignorante” (1973, 27).
Esta
ignorancia es docta en tanto reconoce límites y actúa
como un motor para el aprendizaje, la investigación y el
deseo de saber. Se diferencia entonces de lo que podríamos
llamar una “ignorancia necia” donde no opera la curiosidad
y hay, en cambio, un conformismo con lo que ya se sabe, sin someterlo
a discusión ni contrastarlo con la práctica. También
se opone a lo que algunos autores llaman la “mistagogía
del no saber” para hacer referencia, en el contexto clínico,
a la ausencia de saber en el psicoanalista para intervenir, cuando
lo que en realidad fundamenta su formación es una serie de
saberes que tienen que ver con la teoría, con la experiencia
clínica, con su acervo cultural, consigo mismo; y le permitirán
guiar un proceso donde el otro, paciente, pueda hallar su propio
saber.
Ser
“docto en algo” supone un trabajo de profundización
en un campo del saber. La idea de Cusa, obispo renacentista del
siglo XV, es paradigmática para pensar el saber del psicoanalista,
quien tiene en su haber, una formación rigurosa tanto en
lo teórico como en la práctica adquirida en su propio
análisis, que es precisamente el bagaje que le posibilita
saber escuchar, eso que no sabe, eso inconsciente, que
surge cuando se emprende la tarea de analizar-se.
Estar
siempre dispuesto a cuestionarse, pensarse puede ser una cualidad
del investigador. Su teoría y conjeturas acerca de la investigación
deben estar suspendidas, es decir debe de estar dispuesto y atento
a esperar lo que proviene del otro y su contexto. El proceso de
formalización que realiza el indagador es siempre provisional,
es un punto de partida y de llegada que abre nuevas posibilidades
para comenzar de nuevo. Está dispuesto a reevaluar su trabajo.
Es un intento de aprehender la experiencia de su indagación
frente al objeto que observa. Sus postulados son siempre falseables,
están expuestos siempre a la crítica, lo cual le puede
acercar cada vez más a una realidad. No existen pues conocimientos
absolutos que le guíen, es su formación y su intuición
la que le permite establecer su hacer.
la
información etnográfica nace para servir a la lógica
de la dominación, del poder pero en el tiempo su sentido
se ha ido transformando, hoy aparece como un camino a la comunicación,
un elemento más del oficio de entender al otro, un componente
entre otros de la nueva configuración de la convivencia
de lo múltiple y plural.
(...) así la etnografía parte del asombro y el extrañamiento,
de la curiosidad y de la capacidad de maravillarse lo extenso
y lo diverso de los mundos posibles, adquiere su lugar en tanto
posibilidad de registro de tal vivencia y experiencia, y tiene
efecto en tanto discurso que vincula lo diverso y lo distinto
en textualidades concretas. (Galindo, 1998: 352)
El
principal propósito y lo que determina el trabajo del indagador
desde una perspectiva de la docta ignorancia, no es devolverle al
otro una descripción que le es ajena, ni trasmitirle el conocimiento
teórico de su situación, es promover que el sujeto
investigado llegue a su propio saber.
(...)
cuando el analítico realmente conserva su ética,
pone en suspenso los planteamientos teóricos que van en
contra de ella (...), así no se percate de esto y continúe
sosteniendo la misma teoría que no coincide con su práctica.
Lo inverso también es verdad: quién no tiene está
actitud puede hablar muy bellamente de la docta ignorancia, pero
muchas veces ya en este mismo discurso se capta una actitud dogmática
y aleccionadora: !a doctrina sobre la docta ignorancia! (Ramírez,
2000).
Orientación
analítica
Sigamos aproximándonos un poco más a nuestra conjetura:
¿Qué significa orientación analítica?
Según el diccionario del español moderno, orientación
significa acción de orientar, y este término a su
vez según la misma referencia, significa encaminar a un fin
determinado, designar el mapa o el camino para algo. (Alonso, 1975)
En este sentido lo que se pretende realizar desde una investigación
etnográfica de orientación analítica, es la
transmisión de una actitud investigativa por parte del investigador
hacia el sujeto - objeto de la misma. Mostrar un mapa o un camino,
es entonces, permitir que el sujeto - objeto de la investigación,
se investigue a sí mismo, es decir que explore su interioridad
y su exterioridad, promueve la identificación de elementos
importantes en su propio proceso, analizando las partes comunes
y diferentes en el mismo.
Aprender
a escucharse, a observarse y aprender del otro, es pues un oficio
del investigador el cual ha de transmitir. Permitirse saber cual
es su posición, que modifica en el entorno, en el discurso,
en el proceso de los otros con su presencia e incluso saber qué
comparte y difiere de esos otros. Por medio de una actitud investigadora
se pretende obtener un saber para la formalización de la
investigación; pero además, se privilegia por parte
del investigador que con su hacer le posibilite al sujeto - objeto
de la investigación el poder saber también de su proceso
investigativo por medio de su propio relato. Este saber puede tener
como efectos la modificación de su posición y la articulación
simbólica de sus posibles problemáticas.
A manera de epílogo
Podemos
decir entonces, que la etnografía tiene dos posibles dimensiones:
una orientada a la metodológica y otra al método (orientación
analítica). En la primera, la etnografía retomando
a Galindo (1997, pp.184-185) es “un conjunto de técnicas
de registro de información sobre la vida social. Este conjunto
de técnicas se enlazan en un tronco teórico-descriptivo
que va ordenando la composición del mundo social en categorías.
?…? La etnografía es una guía del trabajo de
campo, de registro y análisis de la información sobre
la organización de la composición social”. Es
un proceso recursivo, no lineal y multicausal, pues a la vez que
se observa y explora se construyen categorías de análisis
que llevan a conjeturas parciales sometidas posteriormente a un
nuevo análisis a partir de nuevas observaciones (acción-reflexión-acción).
Perspectiva de primer orden.
Desde otra perspectiva, como método, la etnografía
implica la dimensión del sujeto como un observador. En este
sentido lo que se pretende realizar desde una investigación
etnográfica de orientación analítica, es la
transmisión de una actitud investigativa por parte del investigador
hacia el sujeto - objeto de la misma.
De
esta forma, cuando se dice que es un proceso de investigación
de segundo orden se quiere enfatizar que el sujeto-objeto de la
investigación no es un sujeto informante; como si ocurría
en la etnografía “ortodoxa”, o de primer orden.
En los nuevos modelos etnográficos son procesos estructurantes
que tienen dos finalidades: una de ellas es obtener la información
necesaria del mundo social del sujeto investigado, y la otra es
poner dicha información como objeto de análisis para
el sujeto-objeto de la investigación. Esto le permite a los
sujetos participantes en la investigación crear estrategias
de solución a las problemáticas de su contexto (acción
participación).
Notas:
1
Este texto reproduce con algunas modificaciones un documento base
que hace parte de la investigación: “Caracterización
de las metodologías aplicadas a la enseñabilidad del
cálculo en la Universidad EAFIT” (2002).
2 Integrantes del Grupo de Investigación
de Desarrollo Estudiantil, Universidad EAFIT.
3 Freud define la pulsión
como un concepto limítrofe entre lo psíquico y lo
somático. En otros términos, podría decirse
que en el humano no se habla propiamente de instintos, sino de pulsión,
como efecto de la entrada del sujeto en el lenguaje.
4 Cf. Adriana Bergallo, y Marta
Fariña. Algo acerca de la mirada. En: O’DONELL (Comp.)
El análisis freudiano de grupo, Buenos Aires. Nueva
visión, 1984.
Referencias:
Alonso,
Martín. (1975). Diccionario del español moderno.
Ed. Aguilar. Madrid, España.(1980)
Morfoux,
Loui-Marie.(1985). Diccionario de Ciencias Humanas. Barcelona:
Grijalbo.Galindo,
Jesús (1997). Sabor a ti. Biblioteca Universidad
Veracruzana. México.
Galindo,
Jesús. (1998). Técnicas de Investigación
en sociedad, cultura y comunicación. Addison Wesley
Longman. México 1998.
Nicolás
de Cusa. (1973) La docta ignorancia. Buenos Aires; Aguilar,
Libro I.
Ramírez,
G. Carlos Arturo. (2000). Ocurrencias. Policopiado Cooperativa
profesores Universidad de Antioquia.
Ramírez
G. Carlos Arturo. (1999) Las Técnicas Analíticas.
En Fabulaciones. Medellín. Policopiado Cooperativa profesores
Universidad de Antioquia.
Lina
Marcela Gil, Carlos Mario Henao y L. Alejandro Peñuela
Integrantes del Grupo de Investigación de Desarrollo Estudiantil,
Universidad EAFIT, Colombia. |