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Por Javier Esteinou
Número 41
Debido
al avanzado desarrollo tecnológico que han alcanzado la radio
y la televisión en México, contribuyen de manera sustantiva
a la construcción y mantenimiento del tejido social, cultural,
económico y político del país. En éste
sentido, el desarrollo de la sociedad no puede entenderse sin la
acción de los medios electrónicos.
La importancia de la radio y la televisión en la vida nacional
tiene su origen en un modelo que privilegia su explotación
comercial. El Estado mexicano ha entregado paulatinamente el sector
a los intereses privados, a través de un pacto en el que
ambos actores han recibido beneficios.
El modelo comercial se ha desarrollado
de tal manera que en la actualidad, de las 1974 frecuencias de radio
y televisión autorizadas, el 82 por ciento funciona al amparo
de una concesión comercial. A esto habría que agregar
que muchas de las emisoras que operan con permisos son repetidoras
de emisoras concesionarias, por lo que el porcentaje de emisoras
comerciales es todavía mayor1.
En algunos períodos el Estado ha otorgado o refrendado cientos
de concesiones sin mayor trámite, mientras alarga por años
las gestiones de instituciones públicas o de organizaciones
sociales para conseguir permisos.
Derivado de ello, la radio y la televisión mexicanas presentan
uno de los más altos grados de concentración en el
mundo, como resultado de la discrecionalidad en el proceso de otorgamiento
de las concesiones. En la radio comercial el 76 por ciento del sector
se encuentra en manos de 14 familias. Sólo 4 grandes cadenas
aglutinan casi la mitad del total de las emisoras (47.8 por ciento).
En la televisión la concentración
es aún mayor. El Grupo Televisa opera 306 estaciones, 50
por ciento del total, mientras que TV Azteca cuenta con 180 estaciones,
30 por ciento del total. Si consideramos sólo las emisoras
concesionadas a inversionistas privados, el 87 por ciento de las
estaciones de televisión están en manos de las dos
cadenas mencionadas, situación impensable en otros países
de economía de mercado como los Estados Unidos de Norteamérica2.
Es dentro de este esquema mercantil
que los medios electrónicos nacionales se desarrollaron y
donde alcanzaron, fundamentalmente, hasta ahora su mayor dinámica
de expansión e influencia sobre la cultura nacional.
Sin embargo, contraria y paralelamente
a esta realidad comercial-privada, apareció de manera muy
tardía, a finales de los años sesenta, la televisión
pública en nuestro territorio. Su lenta incorporación
al panorama cultural de la nación, provocó que ésta
emergiera y madurara con una personalidad social poco definida,
con menor experiencia audiovisual, reducido apoyo económico,
bajo nivel de credibilidad en el auditorio, proyecto cultural confuso,
mayores presiones burocráticas, menor cobertura geográfica
de influencia, grandes contradicciones en sus líneas de dirección,
etc.
Así aún cuando el
Estado ha participado como emisor y cuenta con sus propios medios
de comunicación, ha carecido de un proyecto distintivo y
sólido en materia de medios electrónicos. En éste
sentido, los medios públicos se encuentran muy abandonados
por las políticas gubernamentales y los que han llegado a
una condición más privilegiada, no han alcanzado la
naturaleza de medios de Estado, de servicio público; sino
que se han convertido en canales de gobierno que defienden propagandísticamente
los intereses de los funcionarios en turno o de los grupos de poder
a los que pertenecen
La política permisiva que
ha practicado el Estado mexicano durante más de 5 décadas
para que los medios electrónicos aprovechen el espacio aéreo
con fines comerciales, ha descuidado la noción de servicio
público y la responsabilidad social de los canales para con
la población, que debieran garantizar a cambio de la explotación
de un bien público nacional, limitado y que pertenece a todos
los mexicanos..
Estas nociones de servicio público y de responsabilidad social
de los medios electrónicos son inherentes a la institucionalidad
propia de las democracias avanzadas y un aspecto esencial para la
transición a la democracia y una mayor institucionalidad
del Estado mexicano.
En la actualidad, desde el punto
de vista político, cultural y social, el país se ha
diversificado y la pluralidad es la característica de la
sociedad mexicana actual. Por ejemplo, existen registrados 11 partidos
políticos y 77 agrupaciones políticas nacionales;
se estima en más de cinco mil a las organizaciones civiles
en todo el país; 12 por ciento de la población profesa
religiones distintas a la católica; más de la mitad
de la población se encuentra en condiciones de pobreza, casi
tres de cada cuatro mexicanos viven en zonas urbanas; el 30 por
ciento de la población son jóvenes entre 15 y 29 años
y entre 8 y 12 millones, según el criterio que se adopte,
son indígenas, de los cuales 6.5 millones son hablantes de
lenguas indígenas de cinco y más años de edad.
Se han visibilizado las agendas y el reclamo por el respeto a los
derechos de las mujeres, de los niños y las niñas,
de los adultos mayores, de los pueblos indios, de las personas con
discapacidad, de los grupos religiosos minoritarios, de las poblaciones
con orientación sexual distinta y de los grupos vulnerables
y excluidos como son la población sin techo, los enfermos
de VIH-Sida, la población desplazada, los refugiados y los
migrantes.
El país ha experimentado un cambio también en sus
procesos políticos, al avanzar en la institucionalidad democrática
en materia electoral. Sin embargo, subsiste una cultura autoritaria
en muy diversos ámbitos de la vida nacional que va desde
los hogares, pasa por las escuelas, el mundo del trabajo y las principales
instituciones de cultura, sociales, políticas y jurídicas.
Los medios de comunicación electrónica no son ajenos
a esta cultura en el manejo de su programación, en la difusión
de estereotipos raciales, étnicos y de género, entre
otros aspectos.
La democratización del país
pasa necesariamente por la democratización de los medios
de comunicación, de modo que su programación permita
la expresión de la diversidad y la pluralidad que actualmente
caracteriza a la sociedad mexicana, y promueva el respeto a los
derechos humanos de los distintos grupos poblacionales del país.
Los medios electrónicos se han transformado en un factor
fundamental de la cohesión social y son un vehículo
privilegiado para la transmisión y difusión de contenidos
que permitan a la población mejorar sus niveles de vida,
aprovechar los servicios sociales disponibles, enriquecer sus conocimientos
en materia de salud, educación y alimentación, prevenir
los crecientes problemas de adicciones, embarazo temprano, violencia
doméstica y social, entre otros.
La amplia penetración de
los medios de comunicación electrónica los ha convertido
en los canales a través de los cuales se construye opinión
pública, se desarrollan y destruyen figuras políticas
y culturales, se denuncia, se juzga, se protege, se informa y desinforma,
se enajena, se construyen y destruyen valores, se promueven estereotipos,
se convence e induce al consumo. Los ciudadanos receptores de la
programación han tenido pocos medios de defensa y protección
ante las formas y contenidos de las transmisiones radiofónicas
y televisivas. Son audiencias pasivas, sin participación
ni opinión, sin defensa ni medios de reclamo y compensación.
Sin embargo, actualmente, los límites a la responsabilidad
y libertad de la información son fijados actualmente por
los concesionarios, que definen qué se transmite, qué
no y cuándo, en realidad con muy pocas limitaciones legales.
No obstante la Constitución
política Mexicana y el actual marco normativo sobre comunicación
social, autoriza que el Estado concesione el uso del espacio aéreo
a los medios de difusión electrónicos para que éstos
lo aprovechen con fines comerciales, dentro del contenido de la
actual Ley Federal de Radio y Televisión no se consideran
ni la participación social, ni el ejercicio de los derechos
ciudadanos de los mexicanos, que son demandas planteadas por la
sociedad desde hace más de 4 décadas.
En éste sentido, pese a que
México ha fungido como signatario y que el Senado de la República
ha ratificado diversos tratados internacionales relativos a la materia
y se ha comprometido a legislar para que éstos sean incorporados
como válidos en la normatividad (de acuerdo al artículo
133 de la Constitución, que contempla que todos los tratados
internacionales firmados por el Presidente de la República
con la aprobación del Senado República serán
ley suprema de la nación) y que el Pacto de San José,
firmado y ratificado en 1981 por el gobierno mexicano, en su artículo
2 claramente dice que: "si el ejercicio de los derechos y libertades
no estuviera ya garantizado por disposiciones legislativas, los
Estados parte de éste acuerdo se comprometen a adoptar, con
arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones
de esta Convención, las medidas legislativas o de otro carácter
que fuesen necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades";
la legislación actual en éste terreno todavía
no los ha integrado.
Algunos de los tratados más significativos en ésta
perspectiva son la Declaración Universal de los Derechos
y Deberes del Hombre, aprobada en 1948 por la O.N.U, con sus artículos
12, 19 y 29 sobre la libertad de expresión y el derecho a
la información. La Declaración Americana de Derechos
y Deberes del Hombre de 1948, que retoma estos principios la O.E.A.
en temas relativos a la libertad de expresión y de información,
en sus artículos 4 y 28. Y finalmente, en la Convención
Americana sobre Derechos Humanos de la O.E.A. efectuada en San José
de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969, se añaden la libertad
de expresión y el derecho a la información, el derecho
a la privacidad y el derecho de réplica en sus artículos
11, 13 y 14.
De la misma manera que se entendió siempre que la libertad
de impresión implicaba la posibilidad de publicar ideas u
opiniones a través de los medios impresos de comunicación,
varios de estos tratados refieren en la actualidad esta libertad
a la posibilidad de acceso a los medios electrónicos de comunicación.
Por ejemplo, el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos,
conocido como el Pacto de San José, en su artículo
19, señala que: "Toda persona tiene derecho a la libertad
de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar,
recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole,
sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito
o en forma impresa o artística, o cualquier otro procedimiento
de su elección".
Por su parte, en su artículo 13, la Convención Americana
sobre Derechos Humanos de la O.E.A. establece que: "No se puede
restringir el derecho de expresión por vías o métodos
indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares
de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas
o de aparatos usados en la difusión de información,
o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación
y la circulación de ideas u opiniones".
La actual Ley Federal de Radio y
Televisión fue promulgada en 1960 y su primer reglamento
expedido en 1973, siendo su modificación más reciente
la del 10 de octubre del 2002. A 44 años de su promulgación,
se observan cambios políticos, sociales, económicos,
culturales, demográficos y tecnológicos de gran trascendencia
en el país, que no son contemplados dentro de la actual normatividad
y que modifican sustancialmente el contexto en el que aquélla
fue creada.
Es decir, la promulgación
de la actual Ley Federal de Radio y Televisión, vigente desde
el 8 de enero de 1960, estableció las normas para una industria
radiofónica que contaba en ese momento con 40 años
de desarrollo y consolidación y a una televisión con
un poco más de 10 años de exitosa carrera. Dicha Ley
se convirtió en el eje sobre el que se han marcado, en los
últimos 44 años, las pautas generales de la actividad
de los medios de mayor impacto hoy en día, la radio y la
televisión abierta. Sin embargo, la realidad que pretende
normar en pleno siglo XXI es absolutamente distinta al del momento
en que fue promulgada.
Por ello, ahora es más necesario
que antes realizar una reforma integral a la Ley Federal de Radio
y Televisión, de manera que el aprovechamiento de un bien
público nacional y limitado como el espectro radioeléctrico,
no privilegie sólo el beneficio económico sino el
beneficio social de la población. Al igual que el suelo,
el agua y el subsuelo, el espacio aéreo es propiedad de la
Nación, de todos los mexicanos. Las actividades de la radio
y la televisión son además de servicio público,
y deben por lo tanto atender a las necesidades sociales, promover
el desarrollo educativo y cultural, el mejoramiento de la salud
y la preservación del medio ambiente, contribuir a un mayor
respeto a la pluralidad y la diversidad social, étnica y
de género de los mexicanos y al desarrollo de una amplia
cultura cívica y de integración nacional.
De la existencia de esta realidad
jurídica anacrónica, surgió durante varias
décadas la demanda nacional ampliada de reformar la Ley Federal
de Radio y Televisión. En este sentido, dicha inquietud no
es un proceso nuevo en el país, pues durante más de
20 años académicos, organizaciones sociales y civiles,
comunicadores y trabajadores de los medios, legisladores y ciudadanos
han propuesto, a través de diversas consultas públicas,
foros y propuestas legislativas, una reforma a dicha ley.
Momentos significativos en este proceso fueron las consultas públicas
nacionales de 1980, 1983 y 1995. Posteriormente, en 1999-2000, más
de 600 organizaciones sociales y civiles se unieron en el esfuerzo
denominado Poder Ciudadano, que concluyó con la elaboración
de propuestas para la agenda de diversas temáticas, entre
ellas la de los Medios de Comunicación, que fueron signadas
por los entonces candidatos a la Presidencia de la República
en el año 2000, entre ellos Vicente Fox.
El proceso de diálogo de
varios meses entre los organismos de la sociedad civil y el equipo
de transición, en el que participaron 53 organizaciones entre
julio y diciembre del 2000, culminó con el compromiso del
Presidente para impulsar una reforma a la Ley Federal de Radio y
Televisión. Este proceso dio un salto cualitativo cuando,
a partir del 5 de marzo del 2001, la Secretaría de Gobernación
instaló la “Mesa de Diálogo para la Reforma
Integral de la Legislación de los Medios Electrónicos”,
en la que por primera vez se asumía desde la esfera gubernamental,
la necesidad de la participación de la sociedad en la discusión
del tema y se ofrecía la posibilidad de dialogar a todos
los sectores interesados.
Dicha Mesa contó con una
representación amplia de todos los actores vinculados al
proceso de la comunicación y a la acción legislativa.
Desde el inicio de los trabajos fue claro para todos los actores
la necesidad, impostergable, de una reforma integral a la Ley Federal
de Radio y Televisión, que diera respuesta a la transformación
que el país había experimentado a lo largo de más
de cuarenta años. Así, debatieron durante dieciocho
meses legisladores, permisionarios, partidos políticos, empresarios,
funcionarios públicos de las dependencias del Ejecutivo Federal
con competencia en la materia, universidades y la sociedad civil
organizada, con el fin de crear un nuevo marco normativo avanzado
para los medios de difusión electrónicos.
En un clima de diálogo abierto
y respetuoso se lograron acuerdos y consensos en cada una de las
siete mesas de trabajo, tomando como referentes jurídicos
fundamentales para construir esta propuesta fueron la Constitución
General de la República, la propia Ley Federal de Radio y
Televisión, los tratados internacionales relativos que han
sido suscritos por México y ratificados por el H. Senado
de la República y el derecho comparado internacional en la
materia.
Sin embargo, asombrosamente este
proceso de diálogo y búsqueda de consensos para alcanzar
una nueva propuesta legislativa democrática y acorde a los
nuevos tiempos del México moderno, fue interrumpido por el
Poder Ejecutivo el 10 de octubre del 2002 con la publicación
del Decreto que modificó el Reglamento de la Ley Federal
de Radio y Televisión vigente desde 1973 y el Decreto por
el que se autoriza a los concesionarios el pago en especie del impuesto
especial por hacer uso de un Bien de la Nación, calificado
como de interés público, antes consistente en el 12.5
% del tiempo total de transmisión diaria.
La emisión de dicho decreto
presidencial, no resolvió las demandas ciudadanas expresadas
durante décadas de múltiples formas, pues fue pactada
desde los intereses de los grandes monopolios informativos y estructuras
de poder y dejó más vacíos y retrocesos que
los que existían antes. Al contrario incrementó el
abismo democrático existente entre estructura comunicacional
y participación social.
En reacción a ello, el 21
de noviembre del 2002 la representación de la Mesa Ciudadana
para la Reforma Integral de los Medios Electrónicos decidió
retomar la iniciativa y envió una comunicación a la
Presidencia de la Comisión Especial para la Reforma del
Estado mediante la cual solicitó formalmente la presentación
ante los miembros de la Comisión y las diversas fracciones
parlamentarias la propuesta de Iniciativa de Ley de Radio y
Televisión, la cual fue considerada como una de las
resultantes de la Mesa de Diálogo, hasta el momento en que
sus trabajos se cancelaron.
Con base en dicha solicitud y previo
acuerdo de la Comisión Especial para la Reforma del Estado,
el cuatro de diciembre del 2002 se recibió de las organizaciones
sociales, representadas en la Mesa de Diálogo, el proyecto
de Iniciativa de Ley Federal de Radio y Televisión que
retoma los principales acuerdos y propuestas presentadas en dichos
trabajos. Fue la sociedad organizada la que presentó el resultado
del diálogo y depositó en el Congreso sus expectativas
exigiendo el compromiso de avanzar en la reforma pertinente.
Así, los grupos ciudadanos
solicitaron expresamente a la Comisión Especial para
la Reforma del Estado que su anteproyecto se incorporara al
proceso de discusión y deliberación legislativa. Ante
ello, reconociendo el Senado de la República que en nuestro
país no existe en la Constitución el derecho ciudadano
para iniciar leyes, un grupo de legisladores avanzados políticamente
suscribieron la Iniciativa sin asumir plenamente el contenido de
la misma; y decidieron ser un salvoconducto de esa aspiración
inacabada y atender el legítimo planteamiento que la sociedad
organizada le hizo al Senado en el sentido de llevar a cabo el proceso
legislativo correspondiente para analizar, discutir, modificar,
enriquecer y ampliar los contenidos temáticos a que obliga
la materia, con apertura hacia todas las personas o grupos interesados,
de tal manera que en todo momento se preservara el sentido incluyente
y plural, que animó el espíritu de presentar dicha
Iniciativa.
De aquí, la necesidad estratégica
de revisar el actual modelo de información electrónico
colectivo que existe en el país, para construir en el proceso
de transición a la democracia un nuevo modelo de comunicación
nacional que responda a las necesidades de los grandes grupos sociales.
Por ello, es urgente que el Congreso
de la Unión reforme la actual Ley Federal de Radio y Televisión
con un profundo sentido ciudadano, pues el Estado y el Poder Legislativo
están en seria deuda histórica con la sociedad desde
hace más de 4 décadas. Dicha reforma en sentido ciudadano
debe otorgar certeza jurídica al ejercicio de los derechos
ciudadanos como la libertad de expresión, el derecho a la
información y un verdadero derecho de réplica, misma
que sólo podrá garantizarse mediante la constitución
de un órgano regulador, que vigile el respeto de estos derechos,
realice las labores de arbitraje y asegure que tanto los medios,
como el Estado cumplan con su responsabilidad ante la sociedad.
Por consiguiente, la nueva reforma
a la Ley Federal de Radio y Televisión, debe contemplar,
entre otras, por lo menos, las siguientes 9 directrices fundamentales:
- Garantizar el ejercicio de la
libertad de expresión, el derecho a la información
y el derecho de réplica como derechos ciudadanos básicos
- Posibilitar la constitución
de una autoridad autónoma, que otorgue seguridad y certeza
jurídica a los concesionarios, posibilite la independencia
efectiva del Ejecutivo y brinde a los ciudadanos confianza y transparencia
en el cumplimiento adecuado de la Ley.
- Garantizar la transparencia
y la seguridad jurídica en el otorgamiento, la supervisión
y el refrendo de las concesiones.
- Flexibilizar el otorgamiento
de permisos y el funcionamiento de las emisoras con carácter
no lucrativo.
- Precisar la finalidad social
y definir una figura jurídica para los medios bajo explotación
directa del Estado.
- Permitir un acceso y un tiempo
de difusión más amplio y equitativo a los distintos
poderes y organismos autónomos del Estado.
- Estimular la producción
nacional independiente, a través de la creación
de un Fondo Público con este objetivo.
- Proteger al público televidente,
en especial a los niños y adolescentes, y reducir la transmisión
de programas con alto contenido de violencia.
- Lograr una regulación
adecuada de la propaganda comercial.
El proceso de transición
a la modernidad democrática que actualmente vive nuestro
país, requiere de una mayor institucionalidad del Estado
en términos de pluralidad, participación y deliberación
pública, en el que el acceso a la información y el
concurso de los medios electrónicos es indispensable. Legislar
en la materia y reorganizar las relaciones entre el Estado, la sociedad
y los medios es un compromiso que México tiene pendiente,
por el papel estratégico que los medios tienen en la construcción
de la democracia y en la transición pacífica a otro
orden social más equilibrado. Este proceso constituye el
corazón de la Reforma del Estado. Por ello, de no reformarse
con perspectiva ciudadana dicha ley, el país no podrá
acceder a la modernidad, pues el eje central de la modernidad hoy
día cruza por la existencia de medios de comunicación
democráticos.
Notas:
1
“Proyecto de Reforma de la Ley Federal de Radio y Televisión”,
58° Legislatura, H. Congreso de la Unión, México,
D.F, 2003.
2
"El Derecho a la Información
en el Marco de la Reforma del Estado en México", Información
Relevante sobre Medios de Comunicación en México,
Cámara de Diputados, LVII Legislatura, mayo de 1998.
Dr.
Javier Esteinou Madrid
Investigador Titular del Departamento de Educación y Comunicación
de la Universidad Autónoma Metropolitana,
Unidad Xochimilco, México, D.F., México |