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Por José Luis Campos
Número 41
Demostrar que una
tecnología puede no sólo formar parte integrante de
un discurso artístico, sino participar activamente en los
procesos de significación y producción de sentido,
requieren no sólo una sólida argumentación
y un agudo análisis semiótico sino también
un replanteamiento de ciertas nociones sobre la actividad musical.
La complejidad de la problematización de
la música como proceso comunicativo abre muchas interrogantes,
pero a la vez nos invita a conjugar algunas valiosas ideas de diversos
estudios sobre la producción discursiva y la innovación
en tecnologías musicales. Sobre esta materia trata la siguiente
aproximación.
La dimensión comunicativa
de la música
Examinemos un poco
algunas ideas que intentan describir a la música como un
fenómeno de comunicación. Robert Donington (1982:
14) subraya que la música sirve fundamentalmente para la
comunicación humana y que la principal innovación
al respecto ha sido la ampliación del espectro de sonidos,
mediante el ingenio artesanal y/o tecnológico, profundizando
y ampliando al mismo tiempo la experiencia musical. Desde los primeros
golpes de percusión a los más recientes sonidos electrónicos
sintetizados, la evolución de la música ha estado
presente en la historia de la humanidad.
Donington dice que los sonidos producidos de manera
fortuita no contienen nada que sirva para la comunicación
humana, a menos que proyectemos en ellos algún significado.
Menciona el ejemplo del caso del canto del pájaro que tiene
algo qué comunicar "pero sólo a los pájaros"
(1982: 14), sin embargo sería distinto si atribuyéramos
a dicho sonido un significado en una acción comunicativa
concreta como la expresión musical.
Reflexionando sobre la significación en
los sonidos musicales, podríamos decir que la música
pone al descubierto la dimensión comunicativa del sonido.
Donington (1982: 14) explica que desde el punto de vista musical
el sonido nunca está aislado, sino que forma parte de la
comunicación humana, independientemente de cómo sea
dispuesto, diversificado, transformado, dividido y reagrupado. El
autor asegura que "no se trata del sonido y el sentido, sino
del sentido en el sonido". Por ello resulta incorrecto limitar
la significación de la música sólo al ámbito
del lenguaje musical. Al respecto Adell critica el planteamiento
de que la música significa únicamente si se relaciona
consigo misma. Es una idea que niega la "semanticidad"
de la música, siendo que por el contrario la música
es un hecho semiótico porque implica toda una red discursiva
y por ello necesita inscribirse en diferentes y variados trayectos
interpretativos. Como bien dice el autor "ningún discurso
puede darse fuera de las distintas redes discursivas" (Adell,
1995: 2).
Ahora convendría pensar un poco de dónde
parte el proceso comunicativo para producir sentido. Adentrándose
en el proceso comunicativo Niklas Luhmann (1984: 144-145) sugiere
que por más sorpresiva que pueda resultar la comunicación,
ésta siempre utiliza una comunicación inmediata anterior
para observar y demostrar que ha sido comprendida. Una acción
comunicativa seguida de otra siempre es la prueba de que la comunicación
anterior fue entendida, de ahí que la comunicación
sólo sea posible como proceso autorreferencial. El autor
señala al acto de entender como un momento indispensable
para la génesis de la comunicación.
La acción comunicativa de la música,
y del arte en general, es un objeto de análisis complicado
y misterioso pero eso no impide descubrir elementos reveladores
de su función simbólica, tanto en sus procesos autorreferenciales
como en la producción de nuevos sentidos. Uno de ellos es
el carácter inédito que tiene el fenómeno de
la percepción musical, ya que siempre hay algo nuevo en la
experiencia musical, incluso durante su reproducción artificial.
Adell (1995: 6) de manera contundente afirma que todo discurso musical
se realiza en el "aquí y ahora", en el acto de
escucha o de lectura. Y esto es así porque siempre nos enfrentamos
con algo "nuevo" y "original" desde el momento
mismo en que la música es interpretada y percibida, puesta
en obra ya sea en directo o a través de la reproducción
electrónica, aunque se trate de una música ya conocida
anteriormente.
Admitiendo que los diversos dispositivos de reproducción
sonora son capaces de generar nuevas sensaciones durante la experiencia
musical, vale la pena examinar un poco también la manera
en que el desarrollo tecnológico ha cambiado nuestras formas
de percibir la música. Respecto a la percepción musical
Jürg Stenzl (1988: 165) afirmaba que estadísticamente
la música que escuchamos proviene de un altavoz en más
de un 95%. Lo cual es indicativo de que la innovación tecnológica
transformó las diversas posibilidades receptivas de la música
y no sólo a las técnicas producción musical.
El autor afirma que hasta cierto momento del siglo XX el centro
de la actividad musical humana era la práctica de la música
cantada y tocada en un presente real. En la actualidad la principal
actividad musical es la distribución de la reproducción
mediante diversos medios tecnológicos, el tocar y el escuchar
en directo ha sido relegado a un segundo plano.
Aunque es verdad que siguen celebrándose
conciertos y festivales musicales de todo tipo, vivimos una época
en que para una buena parte de los organizadores, de los técnicos,
de los instrumentistas y sobre todo de los que escuchan, la música
en directo no es el objeto principal de esta práctica. Impera
la tendencia a reproducir el sonido más parecido posible
a la reproducción que realiza un altavoz en casi todas las
salas de concierto. Esto se debe a que los que escuchan han interiorizado
una ejecución ligada a una grabación en particular
y a una específica tecnología de reproducción
correspondiente a su condición económica. Hablamos
de un receptor cuyas normas interiorizadas ya no son formales ni
armónicas, ni de expresión artística (Stenzl,
1988: 165).
Lo corporal y lo simbólico
en la percepción musical
En términos
muy generales, la experiencia de la percepción musical en
la sociedades occidentales ha sido definida en base a dos concepciones
opuestas sobre la actividad musical. El autor Jean-Jacques Nattiez
(1990: 186-187) apunta que sobre la percepción musical en
occidente existen dos tradiciones culturales. Por una parte aquella
que, apoyada en una larga tradición filosófica y estética,
señala que lo propio de la música es evocar sentimientos,
conducir emociones y paralelamente describir acontecimientos; y
por otro lado otra tradición que ve a la música como
un "arte que significa en sí mismo" y que no se
refiere a otras realidades que no sea la propia del campo de la
música.
En el trasfondo de esta contradicción se
enfrenta la concepción de la música como expresión
espiritual contraria a la concepción de la música
como producto material, similar a la confrontación de los
dos grandes pensamientos filosóficos del siglo XIX: idealismo
vs. materialismo. Últimamente en el debate sobre la distribución
musical en Internet, también se hallan enfrentadas la idea
de la inmaterialidad de la música que puede fluir y reproducirse
ilimitadamente en un entorno digital y la insistencia en contenerla
físicamente de alguna manera para explotar sus derechos de
propiedad. Sin embargo Adell (1995: 4) por su parte puntualiza que
el peso material de la música cada vez se hace más
evidente a través de la tecnología. Otro autor que
menciona estos dos ámbitos en que se desenvuelve la experiencia
de la percepción musical es Robert Donington, quien (1982:
14) describe a la música como una experiencia psicosomática
que produce sensaciones tanto corporales como mentales.
La nuevas posibilidades de la percepción
musical como consecuencia de la innovación tecnológica
también ha hecho surgir la cuestión sobre si es posible
plantearse una perspectiva diferente a las desarrolladas hasta ahora
en el estudio de las culturas musicales, sobre todo con respecto
a las culturas de la música popular. Jeremy Gilbert y Ewan
Pearson (1999: 209) discuten que las culturas de la música
juvenil son culturas que deben ser escuchadas y sentidas, no sólo
observadas. Ellos llaman a no conformarse con recurrir a tropos
de indumentaria y exteriorización como lo hace la terminología
que utiliza ciertos tratamientos socio-antropológicos de
este tipo de culturas. Ellos sugieren examinar las culturas de la
música dance en relación con sus tecnologías
de recepción, como una forma útil de renunciar a la
observación de la música en términos esencialmente
especulares.
Un reto sería también lograr un ángulo
que en lugar de separar nos permitiera integrar la dimensión
cultural y tecnológica de la música. Un enfoque semiótico
actualizado y enriquecido con otros estudios comunicativos, ayudaría
a aproximarnos a la naturaleza simbólica y material de la
música. En esta dirección vamos a examinar por qué
puede considerarse a la música como un producto discursivo.
La composición musical es un ámbito
que nos permite acercarnos a los aspectos semióticos que
están presentes en el discurso musical. Joan Elies Adell
(1995: 1) analiza la dimensión semiótica de la composición
musical y plantea que la música es una práctica discursiva,
en primer lugar porque "forma parte de lo humano" y porque
implica un proceso que establece una relación entre un interpretado
y un interpretante, es decir un hecho musical (o sonoro) y algo
(o alguien) que le otorga sentido al hecho analizado. Adell profundiza
esta reflexión apuntando que cualquier acontecimiento sonoro
ante la percepción humana reclama una interpretación.
El texto sonoro tiene la capacidad de ser insertado en una cadena
de interpretantes, ninguno de los cuales no sería necesariamente
el eje o nudo del trayecto interpretativo. El signo sonoro puede
entrar en más trayectos interpretativos pero conservando
un residuo que no puede ser interpretado respecto a cada interpretante
singular y particular.
La comprensión de la música como
discurso es entonces posible gracias a la interpretación,
en la cual tendemos a buscar referencias en otras músicas
conocidas relacionando temas nuevos con determinada tendencia, movimiento,
período, género, grupo, solista, etc. También
buscamos elementos "extramusicales" más personales
como experiencias, recuerdos, imágenes, entre otras tantas
evocaciones. Una interpretación más abocada a la técnica
de la composición musical tendería a segmentar y analizar
más en términos de "modulación",
"repetición", "simetría", etc.,
que a su vez conducen hacia otros interpretantes y así sucesivamente
(Adell, 1995: 2).
En este esfuerzo por ampliar la perspectiva analítica,
la semiótica nos ayuda a redefinir el proceso comunicativo
de la música. En este sentido podemos apreciar ahora el papel
importante que juega el receptor en la percepción musical
desde el punto de vista semiótico. Un enfoque interesante
de Joan Elies Adell plantea que en la música, como proceso
de producción de sentido, el receptor deja de ser simple
consumidor o punto de llegada y su importancia es equiparable al
del emisor o proyecto expresivo, ya que el receptor está
implicado para que el texto musical no sea considerado como algo
existente a priori, independiente de toda experiencia histórica
o individual (Adell, 1995: 3).
De esta forma el acto de la recepción
en el proceso comunicativo de la música, cobra un papel activo
ya que cada receptor es el inicio de nuevos trayectos interpretativos,
que a su vez pueden poner en marcha otros procesos comunicativos.
Como hemos mencionado antes, en la interpretación pueden
darse distintos tipos de evocaciones desde los más calculados
a los más pasionales. En la medida en que la comunicación
musical es una experiencia humana, social o individual, que ocurre
en un contexto de prácticas culturales, implica también
pasiones y la semiótica moderna sugiere abordar el estudio
de las pasiones en el marco de la producción discursiva,
tema que examinaremos en otra entrega.
Referencias:
Adell, Joan Elies (1995): "La
ficción del original", en Eutopías,
2ª época Vol. 83, 1995, Valencia, Ediciones Episteme.
Donington, Robert (1982): La música y sus instrumentos,
Madrid, Alianza.
Gilbert, Jeremy y Pearson, Ewan (1999): Cultura y políticas
de la música dance. Disco, hip-hop, house, techno, drum'n'bass
y garage, Barcelona, Paidós.
Luhmann, Niklas (1984): Sistemas sociales. Lineamientos para
una teoría general, Barcelona, Anthropos 1998.
Nattiez, Jean-Jacques (1990): Dalla semiología a la música,
Pallermo, Sellerio, Cit. por Adell, Joan Elies (1995): "La
ficción del original", en Eutopías,
2ª época Vol. 83, 1995, Valencia, Ediciones Episteme,
p. 4.
Stenzl, Jürg (1988): "Testi e contesti. Ossia: la vera
rivoluzione musicale del XX secolo", en Musica/Realtà,
nº 25, Unicopli, Milán, pp. 161-173. Cit. por Adell,
Joan Elies (1995): "La ficción del original", en
Eutopías, 2ª época Vol. 83, 1995, Valencia,
Ediciones Episteme, p. 16.
Mtro.
José Luis Campos García
Doctorando de la Facultad de Comunicación
de la Universidad de Sevilla
Integrante del Grupo de Investigación en Comunicación
y Cultura GICOMCULT , México. |