Por Salvador Guerrero
Número 41
“Jálenlo de los huevos
para que aprenda”. El grito es uno de los pobladores de San
Juan Ixtayopan y se dirige a Edgar Moreno Nolasco, el agente de
la AFI sobreviviente al linchamiento en la delegación de
Tláhuac, delegación gobernada por el PRD. Victor Mireles
y Cristóbal Bonilla, ya han sido quemados vivos después
de ser golpeados en cadena nacional. Ya no pueden escuchar la arenga
de esta oscura representación de la comunidad enardecida
que se hace justicia por su propia mano. Y ¿por qué
no? así lo hacen los grupos que se disputan el poder ¿no
se linchan entre ellos en la disputa por el poder?
En el lenguaje, en la intervención
de la televisión, en la ausencia de autoridad, en el clima
político, en el resentimiento, en la indestructibilidad “del
pueblo” que busca revivificar acríticamente un sector
de la izquierda, hay síntomas de una distancia incomensurable
que explica el aplastamiento no de dos representantes de una agencia
policíaca federal sino del eslabón que vincula al
Estado con la Ciudadanía: el policía.
A sus representantes se les acusa
de “secuestradores de niños” mientras realizan
una investigación encubierta contra el narcomenudeo. No es
posible descartar la provocación de los propios criminales
investigados como tampoco es posible exculpar al gobierno capitalino
por omitir el ejercicio de sus facultades.
El vínculo sociedad-gobierno
está fracturado gravemente y, además, el quebranto
se muestra en cadena nacional mientras la policía capitalina
hace cálculos operativos que son, inevitablemente, cálculos
políticos y de mercadotecnia electoral. El gobierno de la
ciudad decidió no intervenir, el gobierno decidió
no ser gobierno. No puede ser de otra manera porque su más
alto representante es “el pueblo” encarnado en la ciudad
de la esperanza. En el linchamiento permitido el gobierno decide
metamorfosearse de nuevo como pueblo y acompañar, por cómplice
omisión, al “pueblo” que lincha a los representantes
de la policía federal.
La autoridad estuvo ausente por
tres contundentes e indestructibles razones que son la base de un
proyecto alternativo de delegación, de ciudad y de nación
1) no había suficientes policías cerca 2) había
que evitar un enfrentamiento mayor 3) era conveniente solamente
cercar el evento pero no intervenir y 4) todos los demás
pretextos que se le ocurran a Marcelo Ebrard, secretario de seguridad
pública, a la jefa delegacional Fátima Mena y al jefe
de gobierno, Andrés Manuel López Obrador quien interviene,
ahora sí decididamente, para sugerir que “no se politice”
la parte más política del Estado: su capacidad de
garantizar seguridad pública.
Todos le dan la razón al
nuevo teórico de los medios, René Bejarano, quien
sustituye académicamente al más influyente polítologo,
Brozo el payaso tenebroso, al plantear que la “telecracia”
- ahh, la inspiración inevitable en el texto de Giovanni
Sartori, Homo Videns La Sociedad Teledirigida- decide en
sustitución del Estado.
La autoridad nunca llega. Solamente
los medios. Las manos del Estado no operan, los ojos y voces de
las corporaciones mediáticas son más eficaces. El
poder presuntamente legítimo es desplazado por el poder de
plantear un territorio donde se disputa el sentido de la autoridad
en ausencia de ésta en horario triple A. Telecratos manda.
La policía y el gobierno obedecen a sus temores ante la mínima
probabilidad de aparecer en una celada antes las cámaras.
Ya pasó desde el 3 de marzo. Ya estuvo. “Puede ser
una trampa mediática” y mejor la policía no
interviene. “Puede ser parte del complot” y los cuerpos
de los policías arden.
Si los diputados excluyen en el
congreso al partido del gobierno “para que se joda el presidente”,
según el vernáculo líder perredista en la Cámara
Pablo Gómez, y en otros ámbitos se planea “joderse
al Peje”, en la calle la turba puede desplazar a la autoridad
y los medios agregarse al vacío que la misma llena en el
festín del enardecimiento. Ocupan su lugar para testimoniar
el macabro evento mientras que todo el país lo presencia
en la televisión. Mientras seguridad, centro del pacto entre
gobernantes y gobernados, es nuevamente terreno de disputa política
y mediática.
Quienes piden que al sobreviviente
del linchamiento “lo jalen de los huevos para que aprenda”
parecen reinterpretar el ambiente político donde el desplazamiento
de la presidencia hegemónica dio paso a una multitud de pequeños
cacicazgos y liderazgos que en el congreso y en el país se
ufanan de la ausencia de autoridad porque eso justifica su existencia
y su ruta a la presunta condición de beneficiarios del derrumbe
político del presidente.
No grita una voz sino muchas voces.
Estás son las voces combinadas del rezago político,
de la provocación de algunos ciudadanos que votarán
en el 2006 con esas coordenadas mentales y prácticas, de
quienes ven al policía como el representante del gobierno
y lo asocian con toda la mediocridad de una clase dirigente que
en la capital del país y a nivel federal se disputan el premio
a la incompetencia política y al apetito por la silla presidencial.
Dr.
Salvador Guerrero
Profesor Investigador, Depto. de Comunicación,
ITESM CEM, México |