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Por Lourdes Martínez
Número 42
Resumen
Mucho se ha debatido
y escrito en los últimos años sobre la figura del
periodista en los nuevos entornos tecnológicos. Características
como la interactividad, el hipertexto o el multimedia propias de
las redes digitales están obligando al periodista a readaptar
sus funciones tradicionales para incorporarse a los nuevos medios
y a aprender el manejo de inusuales técnicas y herramientas
y de nuevas fórmulas narrativas. Pero lo cierto es que nos
encontramos aún en una fase de experimentación, donde
vamos descubriendo qué nos sirve de lo que ya conocemos y
qué nuevas fórmulas podemos incorporar al medio digital.
El periodista es un periodista en transformación, porque
la Red está en continua evolución. En el perfil del
periodista del siglo XXI convergen viejas y nuevas rutinas, a los
tradicionales criterios de selección, jerarquización,
interpretación, se unen destrezas como la gestión
de contenidos o la dinamización de las relaciones que fluyen
por el ciberespacio. Entre las facetas que componen el perfil del
comunicador digital, en este texto reivindicamos la función
del periodista como periodificador, es decir, como “ordenador
de contenidos” y “clasificador de la realidad”,
donde los nuevos criterios de selección y valoración
de contenidos serán las dos operaciones básicas.
***
El debate sobre la figura del periodista
en el nuevo entorno tecnológico es ya un lugar común
en los distintos ámbitos académicos y profesionales.
¿Seguirá siendo necesaria la figura del periodista
en el ciberespacio? Pero ¿qué periodista? ¿Podemos
referirnos al Periodista con mayúsculas o tendremos que hablar
de muchos perfiles diferentes de periodistas? ¿El periodista
seguirá siendo un informador e intérprete de la realidad
o pasará a ser otra “cosa”? Estas preguntas,
formuladas como previsión de futuro, podemos plantearlas
en presente, porque Internet es ya una realidad asentada en nuestro
contexto mediático que no tiene vuelta atrás. No hay
vuelta atrás, pero sí un largo camino hacia delante,
porque la web y los nuevos medios entretejidos en sus redes se manifiestan
como una realidad en constante evolución. Nos encontramos
aún en una fase de experimentación, donde vamos descubriendo
qué nos sirve de lo que ya conocemos y qué nuevas
fórmulas podemos incorporar al medio digital. La Red está
en transformación continua y el periodista, por tanto, es
también un periodista en transformación.
No nos encontramos, pues, ante un
debate del pasado como indica Quim Gil, pero sí es necesario
avanzar en nuestras reflexiones. Gil, en un reciente e interesante
artículo (Gil, 2004), critica estas disertaciones en torno
a las rutinas del periodista en red al señalar que “académicos
y profesionales de la comunicación seguiremos especulando
sobre nuestras habilidades y rutinas en el futuro... hasta que nos
demos cuenta de que este debate forma parte del pasado. Y el periodismo
tal y como se entendió en el siglo XX también”.
No obstante esta crítica, lejos de ser baldía, la
fundamenta en cuatro aspectos que consideramos esenciales y cuya
reflexión puede servir, precisamente, para reabrir y avanzar
en el debate: en primer lugar hace referencia a la “tradicional
ceguera” de los periodistas ante las transformaciones de la
propia profesión, dejando que fueran otros (ingenieros, militares,
empresarios, políticos) los que indicasen cómo hacer
el trabajo; en segundo lugar se refiere a la contaminación
del debate según las intencionalidades de cada una de las
partes, así responsables de grandes medios, tecnólogos
y medios independientes mostrarán una visión muy diferente
del perfil del comunicador digital, que tenderá a ser un
periodista multifuncional para los primeros, una especie de Robocop
para los segundos y un periodista colectivo y desenmascarador del
sistema para los últimos. El tercer fundamento en el que
basa su crítica, entendemos que debe servirnos de toque de
atención para profesionales y académicos: hace falta
“más investigación contextual, más análisis
cuantificables y más datos” para avanzar en esta cuestión.
Y por último, se refiere a la incapacidad de asumir que el
periodismo tal y como lo conocemos desaparezca, “queremos
pensar que una sociedad del conocimiento sin periodistas es incomprensible”.
Por estos y otros motivos, y porque
el propio periodista debe asumir que se encuentra en una fase de
transición y transformación en los nuevos medios,
pensamos que este debate, lejos de ser un debate cerrado, deberá
seguir abierto y evolucionar con su entorno para saber qué
tenemos –cuál es la situación actual de los
periodistas en los nuevos medios–, y qué queremos (o
podemos) tener en un futuro. Esa es la pretensión de este
artículo: reflexionar sobre la situación actual del
periodismo y del periodista en la Red –los escasos estudios
que se han hecho hasta el momento no son muy halagüeños–
y perfilar algunas de las funciones que se hace necesario reivindicar
para afrontar las peculiares características del actual entorno
mediático y tecnológico.
Bajo nuestro punto de vista, una
de las funciones que es preciso reivindicar en la Red –quizá
la fundamental– es la del periodista como “periodificador”,
es decir, como “ordenador de contenidos”, como “clasificador
de la realidad” recuperando la terminología propuesta
por Beneyto y ampliada después por el profesor Enrique de
Aguinaga. Pero antes de abordar esta cuestión, será
necesario empezar por el principio, por el propio concepto de periodista,
por las transformaciones que las Tecnologías de la Información
y la Comunicación (TIC) han supuesto en sus rutinas tradicionales
y por las destrezas que se le exigen en este nuevo entorno.
¿Periodista?
Ya lo entendamos
como oficio o como profesión, lo cierto es que el concepto
de periodista ha ido evolucionando a lo largo de su relativamente
corta historia y ha ido ampliando sus acepciones a medida que se
iba adaptando a los nuevos paradigmas comunicativos. Como recuerda
Carlos Soria (1989), en principio era periodista el que escribía
en los periódicos, y esto incluía, entre otros, a
políticos, intelectuales y escritores. Pero no será
hasta finales del siglo XIX y principios del XX cuando comience
a formularse la concepción de profesión periodística
debido al desarrollo de las empresas periodísticas, a la
preocupación del Derecho por las profesiones y la política
informativa de los fascismos europeos, factores que supusieron el
marco de los primeros estatutos profesionales de periodistas. Sin
embargo, este incipiente concepto de periodista profesional no tardaría
en quedarse obsoleto ante la aparición de la radio, la televisión
y los nuevos medios informativos. “Una profesión nueva
y apenas bien definida se fraccionaba en múltiples actividades
ante el empuje eruptivo de la información. La consecuencia
era esta: a fuerza de ensanchar el concepto de periodista, al final
casi se vaciaba de significación” (Soria, 1989: 48)
Si la aparición de la radio
y la televisión supuso un replanteamiento del concepto de
periodista, esta situación se evidencia aún más
con la irrupción de Internet y el desarrollo de los medios
digitales que hacen cada vez más difícil converger
en una definición que permita englobar las distintas manifestaciones
y rutinas de los profesionales de la comunicación.
Soria (1989) nos recuerda también
que han sido las revoluciones –políticas, económicas,
sociales o tecnológicas– las que han hecho evolucionar
históricamente la información, haciendo emerger nuevos
actores y repartiendo de otro modo el poder y la responsabilidad
de informar, pero en esta evolución ha tenido que ver, sobre
todo, la respuesta al interrogante ¿a quién pertenece
la información? Con la proclamación, en 1948, del
derecho a la información, su titular será el público
y es éste el que delega en el periodista el cumplir libremente
con el deber de informar.
Tras la aplicación de los
primeros ordenadores a las redacciones que supuso la “revolución
electrónica” (Canga Larequi, 2001), vivimos inmersos
en una nueva revolución técnica iniciada con el desarrollo
de Internet y de las tecnologías digitales; una revolución
que cumple, quizá en un grado sin precedentes, con los requisitos
que acabamos de señalar: está haciendo emerger nuevos
actores en la información –en mayor o menor grado todos
los usuarios pueden convertirse en actores–, abre la posibilidad
a una democratización de la información –aunque
las grandes corporaciones mediáticas siguen siendo las que
controlan el nuevo medio– y suponen un cambio radical con
respecto a la titularidad de la información por parte del
público. La facilidad de acceso a Internet puede significar
un nuevo cambio de paradigma en el que el periodista no sea ya –o
al menos como lo hemos entendido hasta ahora– el valedor del
derecho de los ciudadanos a la información.
Si el público no necesita
ya depositar en el periodista su derecho a estar informado, entonces
¿sigue siendo necesario? Retomamos el interrogante de este
reiterado, aunque no concluido, debate que venimos mencionando.
Y nuestra respuesta es rotundamente afirmativa por varios motivos.
En primer lugar, porque aunque el ideal democratizador de la información
en la Red existe, está muy lejos de ser una realidad. En
segundo lugar, porque pese a que el ritmo de usuarios de Internet
crece a un ritmo vertiginoso, estamos también lejos de alcanzar
una alfabetización digital plena, bien sea por falta de recursos
o por desinterés, muchos ciudadanos siguen sin acceder a
la Red, o aun accediendo, siguen informándose por los medios
tradicionales –parece zanjada de momento la cuestión
de si los medios digitales harán desaparecer los impresos–.
El entorno digital no está exento de crear nuevos “aletrados”
(aquellos que siendo capaces de leer deciden no hacerlo1),
o si se prefiere, aplicando este prefijo a la nueva realidad, “adigitalizados”.
De hecho, no todos los usuarios de los nuevos medios se convierten
en actores de la información, aunque tengan la posibilidad
de hacerlo, el usuario activo y el pasivo –el interactuante
y el interactuado en terminología de Castells (2000)–
seguirán coexistiendo, y la interactividad no será
entendida ni explotada del mismo modo por cada uno de ellos. Y en
tercer lugar porque, como se ha reiterado ya en varias ocasiones,
el periodista seguirá teniendo un papel fundamental en un
entorno de sobreabundancia informativa. Y porque además,
la responsabilidad social y el compromiso ético (Gil, 2004)
siguen siendo los rasgos diferenciadores del periodista.
El periodista en transformación:
viejas y nuevas rutinas
La aplicación
y el desarrollo de las Tecnologías de la Información
y la Comunicación comportan cambios significativos en las
rutinas y destrezas profesionales y en las formas de entender la
comunicación y, dentro de ella, al periodista. La interactividad,
el hipertexto, la convergencia multimedia, la facilidad de acceso
y otras características ya bien definidas de los nuevos medios
forman parte inevitablemente de esa transformación del periodista.
Tradicionalmente, el periodista
ha sido entendido en su doble papel de transmisor e intérprete
de la realidad2. El concepto,
sin dejar de ser válido, debemos entenderlo ahora de forma
mucho más amplia, porque Internet no es sólo una red
de información, es también una red de comunicación,
una red de relaciones, una red de interacciones, y el periodista
no puede ser ajeno a esa realidad si quiere seguir presente en los
nuevos medios. A las tradicionales funciones de formar, informar
y entretener se añaden nuevas finalidades y objetivos, como
la posibilidad de prestar servicios, realizar transacciones comerciales
o crear un sentido de comunidad. El periodista debe asumir gran
parte de la responsabilidad en estas funciones.
¿Cómo están
influyendo las principales características del entorno digital
en el perfil del periodista? El lenguaje hipertextual exige al periodista
desarrollar las destrezas de análisis y profundización,
una visión contextualizada, ordenada y jerarquizada de la
información y unos mínimos conocimientos técnicos
para saber presentar y enlazar los datos, de manera que resulten
atractivos y útiles para el usuario. Pero a esta estructura
hipertextual que supone la ruptura de la limitación espacial
y favorece la profundidad y el análisis, se une la superación
de las barreras temporales característica también
de la Red. La instantaneidad, el tiempo real exige rapidez y capacidad
de síntesis por parte del periodista.
La convergencia multimedia le obliga
a saber desenvolverse en los lenguajes textuales y audiovisuales
y a tener una visión global de la información. Como
indica Negroponte (1999: 94) para la elaboración de contenidos,
el comunicador debe pensar en multimedia: apelar a los diversos
sentidos humanos. La característica multimedia de la Red
debería ir acompañada del desarrollo de otra destreza
en el periodista: su capacidad de trabajo en equipo, porque en aras
a la calidad del trabajo profesional deberíamos empezar a
desterrar la idea de que multimedia es sinónimo de multiuso:
una cosa es que el periodista conozca los distintos códigos
y sea capaz de ofrecer su información mediante texto, vídeo
o imágenes y otra cosa es el hombre orquesta del que actualmente
se nutren algunas redacciones y que no benefician ni al periodista,
ni al contenido, ni al usuario, sino únicamente a la empresa.
La convergencia de medios está desembocando también
en una convergencia de distintas actividades profesionales, por
eso la capacidad de trabajo en equipo será cada vez más
importante, y la gestión de contenidos deberá ser
una tarea conjunta. “En las redacciones tiene que haber especialización,
pero no aislamiento. Para que haya una conexión de contenidos,
ha de haber una conexión de profesionales” (Domínguez,
2000)
Pero quizá sea la interactividad
la característica que más claramente está cambiando
las pautas del trabajo periodístico. La interactividad, junto
a la facilidad de acceso, es la que permite al público convertirse
en el verdadero dueño de la información. La exclusividad
de emisión por parte del periodista desaparece: la fuente
se convierte en emisor, el usuario también tiene capacidad
para hacerlo. Las relaciones se multiplican en todas direcciones.
¿Qué ventajas aporta al periodista? En primer lugar,
la multiplicidad de fuentes a las que tiene acceso, eso exigirá
de él desarrollar su capacidad de selección y de verificación.
En segundo lugar, el contacto directo con los usuarios: podrá
conocer mejor sus gustos, pero también le obligará
a ofrecer calidad y exactitud en sus contenidos, porque el usuario
puede convertirse en un implacable crítico. Pero la interactividad
deberá traer también consigo el desarrollo de las
capacidades comunicativas y relacionales del periodista. “Si
antes éramos los emisarios de un mensaje, ahora nuestra oportunidad
radica en moderar y gestar el diálogo y la relación
entre los actores sociales”, sentencia Antonio Ruíz
(2002: 295). Las listas, los foros, los encuentros digitales y,
por qué no, otros nuevos medios como los weblogs, las comunidades
virtuales o las redes ciudadanas pueden ser incipientes campos abonados
para el trabajo periodístico.
Como vemos, la Red exige del periodista
una mezcla de muchas viejas destrezas con algunas nuevas: capacidad
de selección, análisis y síntesis, verificación,
contraste, jerarquización, veracidad y calidad en sus informaciones
son viejas rutinas y exigencias que siguen vigentes. A ellas se
unen otras nuevas destrezas como el conocimiento de los lenguajes
multimedia e hipertextuales y el desarrollo de las capacidades comunicativas
y relacionales del periodista.
La fusión de estas viejas
y nuevas cualidades han desembocado en diversos intentos por definir
el perfil del periodista en este incipiente escenario mediático:
desde el guardia urbano encargado de dirigir el tráfico
de la información en la red, propuesto por Vicent Partal
(1995), a la figura del cartógrafo que debe construir
las autopistas y carreteras del medio digital (Fernández
Hermana, 1997); el infonomista, que estudia las estructuras
comunicacionales y diseña economías y flujos óptimos
de información (Cornella, 1997)3;
el intercomunicador (Edo, 2000) o el interlocutor
(Cabrera, 2002) capaz de estimular la interactividad con el usuario;
el productor (Pérez-Luque y Perea, 1998), que se
encargará de planificar y coordinar la labor de equipo necesaria
para crear un producto online de calidad; o el infomediario
(Wendland, 2000)4, que se limita
a recolectar contenidos y crear enlaces entre ellos, por lo tanto,
no tiene una labor puramente periodística. Aguado Terrón
(2002), por su parte, habla de un tejedor de redes en un
triple sentido: “redes sociales (interacciones comunicativas
estables entre el medio y usuarios, así como entre los propios
usuarios), redes tecnológicas (interacciones productivas
entre diferentes soportes tecnológicos), y redes productivas
(interacciones entre diferentes formatos y clases de contenidos,
esto es, entre diferentes productos y/o servicios relativos a la
comunicación)”.
En un reciente trabajo5
nosotros optamos por el concepto de e-comunicador o comunicador
digital para definir el perfil del periodista en los nuevos entornos
tecnológicos, un profesional que, además de readaptar
sus rutinas tradicionales a la Red, “debe convertirse en un
gestor de la información y del conocimiento, en un productor
de servicios y contenidos, aprender a interactuar con el usuario
y a elaborar la información para múltiples soportes”
(Martínez, 2004: 137). Si bien el apelativo de comunicador
digital no puede atribuirse en exclusiva a los periodistas que trabajan
en medios digitales, sino a todo aquel individuo cuya labor se encuentra
estrechamente ligada al tratamiento de la información y a
la comunicación en la Red (Alonso y Martínez, 2003:
281), el periodista tiene cabida –y debería, por tanto,
explotarlo– en todas estas funciones que se desarrollan en
los nuevos medios. En síntesis, el comunicador digital
produce informaciones; es un intermediario, estructurador
y organizador de la información (labor que se desarrolla
de forma clara, por ejemplo, en los buscadores y directorios);
crea y gestiona flujos de comunicación (por ejemplo,
en una comunidad virtual); y crea y gestiona servicios para
satisfacer las necesidades que descubre entre los usuarios (Alonso
y Martínez, 2003: 281)
Estos rasgos marcan el teórico
perfil del periodista –o del comunicador, según la
acepción que nosotros preferimos– en el nuevo entorno
digital, y coincide supuestamente con los que buscan las empresas
en los jóvenes periodistas6.
Sin embargo, la realidad actual de los periodistas que trabajan
en medios digitales dista aún bastante de este teórico
perfil del periodista: predominan los periodistas jóvenes,
con deficientes condiciones laborales, que realizan múltiples
tareas, muchas de ellas bastante alejadas de las concepción
del periodismo y más propias de otros profesionales como
los diseñadores, los técnicos y los informáticos,
trabajan toda su jornada delante del ordenador sin posibilidad prácticamente
de hacer trabajo en la calle y, por lo general, tienen una deficiente
preparación en periodismo digital7.
El fin de la periodicidad.
La reivindicación de la periodificación
Entre las funciones
que configuran el peril del periodista del siglo XXI, nosotros reivindamos
la labor de “periodificación” en un espacio y
un tiempo que suponen el fin de la periodicidad. En la era tipográfica
y mecánica, la periodicidad –que depende, entre otros
aspectos, de los avances tecnológicos– era la que marcaba
el ritmo de aparición de las distintas publicaciones. La
era electrónica y la aparición de la radio y la televisión
supusieron un vuelco en el sentido de periodicidad, aunque, en general,
seguía adaptándose a los ritmos de trabajo y descanso
de los receptores. La era digital, con la incorporación de
las Tecnologías de la Información y la Comunicación,
ha roto por completo este concepto. El tiempo en la Red es el de
la instantaneidad, el tiempo real.
Ante la devaluación del concepto
de periodicidad, “la periodificación aparece como un
sistema periodístico más estable, por encima de las
variaciones estilísticas o de las variaciones tecnológicas,
ya que, en definitiva se asocia a la teoría del conocimiento,
a un modo de transformar la información en conocimiento”
(Aguinaga, 2000: 309). Esta idea de periodificación reivindica
la figura del periodista como un “ordenador de informaciones
y opiniones”. Aguinaga parte de este juicio de Beneyto8
para reformular el concepto de Redacción Periodística.
El sentido de “orden”
está implícito ya en el propio concepto de “redacción”,
cuya raíz etimológica proviene del latín redigere
(compilar, poner en orden). En un entorno tecnológico como
el actual, caracterizado por la sobreabundancia de información,
la compilación y el orden –las destrezas para ordenar
(redactar) esa ingente compilación de datos– adquieren
su máxima significación. Redactar en la era del ciberespacio
no consistirá únicamente en adaptar viejas fórmulas
a los nuevos escenarios o en buscar nuevas fórmulas narrativas,
apoyadas sobre todo en las potencialidades hipertextuales de la
Red9. Redactar en el ciberespacio
implicará, antes que nada, ordenar, y un buen aprovechamiento
de las herramientas hipertextuales e interactivas de Internet contribuirán
a ello.
El “ordenador” habitual
de los contenidos periodísticos en los medios tradicionales
ha sido el redactor o periodista que aplica una serie de criterios
profesionales para seleccionar, clasificar, jerarquizar e interpretar
los hechos. Así las secciones en los periódicos y
los espacios radiofónicos y televisivos, y el lugar que las
noticias ocupan en esos bloques, representan la estructura de esa
ordenación. Esos contenidos periodísticos se han entendido
tradicionalmente como informaciones y opiniones referidos a hechos
relacionados con la actualidad.
¿Cuál es la actualidad
en la Red? El instante, el tiempo real. Pero el contenido periodístico
en los medios digitales va más allá de esa actualidad
inmediata. La superación de las barreras espaciales y temporales,
y la posibilidad de acceso sincrónico y asincrónico,
nos permite conjugar el presente más inmediato con el pasado
de forma ilimitada. Además, los servicios y las múltiples
relaciones comunicativas e interactivas forman parte también
de los contenidos que el periodista, el comunicador, deberá
ordenar en la Red, no ya como secciones, que pierden también
su sentido en los nuevos medios, sino, en base como hemos visto
a la narrativa y la estructura hipertextual.
Aguinaga va más allá
de ese concepto del Periodismo como orden y habla del Periodismo
como sistema de clasificación de la realidad, “no como
simple orden, sino como orden clasificatorio que tiene sus propias
virtudes valorativas” (Aguinaga, 2000: 318). Y esas operaciones
clasificatorias del Periodismo, según señala el autor,
son la selección y la valoración, animadas por los
factores del interés y la importancia, que conducirán
a determinar qué hechos van a ser difundidos y como se difundirán.
Dos operaciones –la selección
y la valoración– que reivindicamos también en
la Red. Y dos factores –el interés y la importancia–
que seguirán marcando las pautas de los contenidos digitales,
aunque ahora más que nunca esos factores dependerán
del público más que de los periodistas o de las empresas.
En este entorno en transformación, se introducen también
cambios en los criterios de selección y valoración.
¿Quién decide el interés de las noticias? Los
medios tradicionales han venido ejerciendo gran parte de ese poder
de decisión sobre qué es lo que debe interesar a sus
públicos, a través del establecimiento de la agenda
setting y de su función de gatekeepers. O bien
han justificado el interés de determinados contenidos amparándose
en criterios comerciales y ofreciendo aquello que vende, que engancha
al lector / espectador, aunque en ocasiones no respeten unos mínimos
criterios éticos. Pero en los nuevos medios digitales, la
empresa, el periodista, o mejor, el equipo de trabajo periodístico
debe al menos compartir esta función de selección
de los temas de interés para sus usuarios. El usuario determinará
qué temas le interesan y profundizará, mediante las
posibilidades que le ofrece el hipertexto y el hipermedia, en aquellos
que considere de mayor importancia para sus intereses particulares.
Los periodistas deben ser conscientes
de estos cambios en los criterios de valoración y selección.
No está de más recordar aquí las palabras que
recogía Eva Domínguez10
de uno de los creadores de la versión digital del Washington
Post: “un periodista con poca experiencia on-line tiene
la tendencia a pensar en historias, valor de la noticia, servicio
público y cosas que son interesantes de leer, pero una persona
con mucha experiencia on-line piensa más en conexión,
organización, movimiento entre grupos de información
y comunicación entre gente diversa”.
El periodista –o el comunicador
según preferimos– además de productor de informaciones,
intermediario y gestor de servicios y flujos de comunicación,
deberá ser un periodificador, un clasificador y estructurador
de la realidad en el nuevo entorno digital. Esa labor de periodificación
implica la selección, valoración y ordenación
de los contenidos, de dentro y de fuera de la Red, porque los hechos
se siguen produciendo en el entorno real, no en el virtual, y el
contacto directo con las fuentes que favorecen el interés
humano de la notica no puede olvidarse a favor de la comodidad que
representan las ciberfuentes. Y todas estas tareas deberá
saber compartirlas con el usuario. De esta modo el periodista, en
su labor de periodificador, contribuirá a transformar la
información –esa información abundante y desordenada–
en conocimiento, dotado de orden y sentido.
Notas:
1
Diversos estudios realizados en África del Sur y en Alemania
constatan la existencia de esta categoría de iletrados educados:
la de los “aletrados”. La Asociación de Medios
Impresos (PMA) en África del Sur confirma que una de cada
cinco personas con cargos ejecutivos pertenecen a esta categoría.
(Cit. en ROJO VILLADA, P.(2003): Producción periodística
y nuevas tecnologías. Sevilla, Comunicación Social)
2 Esta es la visión que
los periodistas tienen de sí mismos, a tenor de las respuestas
obtenidas en la Encuesta sobre periodismo y sociedad española
de 1995 realizada a periodistas madrileños. (Vid. en ORTEGA,
F. y HUMANES, M.L. (2000): Algo más que periodistas. Sociología
de una profesión. Ariel, Barcelona, p. 163)
3 Los conceptos de guardia urbano,
cartógrafo e infonomista son recogidos por Quim Gil en su
artículo: “Diseñando al periodista digital”
publicado en Sala de Prensa, en noviembre de 1999, quien, sobre
este tema, recomienda al final del artículo las siguientes
direcciones: Fernández Hermana, L.A. “De exploradores
y cartógrafos” en <http://enredando.com/cas/cgi-bin/editorial/plantilla.pl?ident=252>,
y Cornella, A.: “Eurecka: es la infonomía, y somos
infonomistas” en <http://www.extra-net.net/articulos/en971108.htm>.
4
Citado por Bella Palomo en su artículo “La profesión
periodística ante el reto de la sociedad de la información”
en <http://uoc.terra.es/art/uoc/0104011/palomo_imp.html>.
5
AGUADO, J. M. (coord.) (2004): e-comunicación. Dimensiones
sociales y profesionales de la comunicación en los nuevos
entornos tecnológicos. Sevilla, Comunicación Social
6 Según una publicación
del Centro de Estudios sobre los Medios las aptitudes “modernas”
que buscan las empresas en los jóvenes periodistas son: 1-
tener una perspectiva multimedia; 2- apreciar las nuevas tecnologías
y saber utilizarlas; 3- tener un estilo de escritura que convenga
a los nuevos medios; 4- estar dispuesto a compartir el control con
los consumidores. MYLÉNE PARADIS, L,expérience nord-americane,
Internet, les medias et les journalistes. Centro de Estudios sobre
los medios, Les Cahiers-médians, nº 4, mayo 1998, apud
en SAUVAGEAU, F.: (2004): “El Periodismo y la Universidad:
Una difícil unión” en VV.AA.: Libro Blanco de
la Prensa diaria 2004, Madrid, AEDE.
7 Estos datos se desprenden de
la encuesta realizada por el Sindicato de Periodistas de Catalunya
y el Grup de Periodistes Digitals en colaboración con el
Colegio de Periodistas de Catalunya entre marzo y abril de 2003.
Accesible en <http://www.periodistesdigitals.org/docs/informe_laboral_periodistes_digitals.pd>f
La situación es muy similar a la registrada en los medios
digitales latinoamericanos, según la Encuesta sobre periodismo
en Internet en Latinoamérica realizado por Guillermo Franco
y Julio César Guzman de la edición digital del diario
El Tiempo de Bogotá, cuyos datos se dieron a conocer en abril
de 2004. Un resumen de este estudio puede encontarse en Sala de
Prensa, nº 69, julio de 2004 en <http://www.saladeprensa.org/art551.htm>
8 BENEYTO, J. (1957): “El
saber periodístico” en Discursos pronunciados en los
actos de apertura del año académico 1957-1958. Madrid,
Escuela Oficial de Periodismo
9 Un interesante esfuerzo por
recopilar y explicar las nuevas fórmulas narrativas, multimedia
e hipertextuales se recoge en el reciente Manual de Redacción
Ciberperiodística, Ariel, 2003, coordinado por Díaz
Noci, J. y Salaverría, R. en el que hemos participado invetigadores
y profesores de diversas universidades españolas.
10 Eva DOMÍNGUEZ recoge
estas palabras en su artículo “Gestión de conocimiento”,
aparecido en la sección El Cuarto Bit de la Vanguardia Digital
el 14/07/2000. Disponible en <http://www.lavanguardia.es/elcuartobit/>
(suscripción gratuita)
Referencias:
Libros
AGUADO, J. M. (coord.) (2004):
e-comunicación. Dimensiones sociales y profesionales de la
comunicación en los nuevos entornos tecnológicos.
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CASTELLS, M. (2000): La era de la información. Vol. 1.
La sociedad red. Madrid, Alianza Editorial. (2ª edición).
DÍAZ NOCI, J. y SALAVERRÍA ALIAGA, R. (coords.) (2003):
Manual de Redacción Ciberperiodística. Barcelona,
Ariel.
NEGROPONTE, N. (1999): El mundo digital. Barcelona, Ediciones
B (4º edición).
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Sociología de una profesión. Barcelona, Ariel.
ROJO VILLADA, P. A. (2003): Producción periodística
y nuevas tecnologías. Sevilla, Comunicación Social
SORIA, C. (1989): La crisis de identidad del periodista.
Barcelona, Mitre
Capítulos de libro
ALONSO, J. y MARTÍNEZ. L.
(2003): “Medios interactivos: caracterización y contenidos”
en DÍAZ NOCI, J. y SALAVERRÍA ALIAGA, R. (coords.):
Manual de Redacción Ciberperiodística. Barcelona,
Ariel.
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nuevas rutinas, nuevo lenguaje: la reconversión del periodista
hacia el comunicador digital” en AGUADO, J. M. (coord.): e-comunicación.
Dimensiones sociales y profesionales de la comunicación en
los nuevos entornos tecnológicos. Sevilla, Comunicación
Social
RUÍZ, A. (2002): “El periodismo mexicano e Internet”
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iberoamericano. México, Cecsa.
SAUVAGEAU, F. (2004): “El Periodismo y la Universidad: una
difícil unión” en VV.AA.: Libro blanco de
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Artículos
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concepto de Redacción Periodística” en Estudios
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Servicio de Publicaciones Universidad Complutense
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(suscripción gratuita)
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Lourdes
Martínez Rodríguez
Universidad de Murcia, España |