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Ultimos Apuntes de Mauricio Beuchot sobre Hermenéutica Analógica

 

Por Jacob Buganza
Número 51

Introducción
Este artículo se propone comentar algunas de las últimas obras que Mauricio Beuchot ha escrito sobre la hermenéutica analógica, movimiento filosófico iniciado e impulsado por él, y que hoy alberga a un gran número de pensadores, entre los que destacan filósofos, pedagogos, antropólogos, sociólogos, psicólogos, psicoterapeutas, politólogos, etcétera. Este artículo será, en buena medida, una reseña bibliográfica, en el sentido de que se comentarán los últimos apuntes que ha hecho Beuchot sobre la hermenéutica analógica en dos obras: Interculturalidad y derechos humanos y Puentes hermenéuticos hacia las humanidades y la cultura.

La hermenéutica analógica es un movimiento filosófico originalmente, aunque ya se aprecia como un movimiento cultural, por no abarcar únicamente a la filosofía, sino a las humanidades y la cultura en general. Incluso, la hermenéutica analógica no ha sido aplicada exclusivamente a las humanidades, sino que también ha sido aplicada con éxito a otras áreas del saber, entre las que destaca el urbanismo y el turismo.

En un primer momento se reflexionará acerca de las anotaciones que hace Beuchot para resolver el problema del multiculturalismo y los derechos humanos a través de la hermenéutica analógica, a partir de la cual ha surgido el “pluralismo cultural analógico”. En un segundo apartado, se verán los comentarios que Beuchot hace sobre las diversas aplicaciones de la hermenéutica analógica en varias ramas del saber.

El problema del multiculturalismo y los derechos humanos: el pluralismo cultural analógico
En un libro reciente titulado Interculturalidad y derechos humanos, el doctor Beuchot hace una aplicación muy concreta de la hermenéutica analógica que en los últimos años él ha propuesto. Esa aplicación la hace al problema que surge de la relación entre los derechos humanos y el multiculturalismo. Este problema surge precisamente porque puede haber modelos multiculturalistas que permitan todo tipo de prácticas culturales, esto es, buscan preservar todas las costumbres de un pueblo, sin observar que esas mismas prácticas culturales pueden llegar a violentar a la persona humana. También puede haber modelos unívocos culturales, globalizantes, que buscarían la homogeneización de todas las culturas.

Y es aquí precisamente donde Beuchot busca aportar una solución a este importante problema del multiculturalismo. Para ello, Beuchot recurre a la noción de analogía para proponer un modelo multiculturalista al que llama “pluralismo cultural analógico”1; este modelo busca inscribirse entre el multiculturalismo liberal (que privilegia los derechos individuales) y el multiculturalismo comunitarista (que privilegia los derechos grupales), tratando de salvaguardar los derechos individuales y grupales a la vez2. Y es que teniendo la analogía en su seno la tensión entre la semejanza y la diferencia (una tensión que no ha de romperse, puesto que si se rompe la analogía se desvanece), ha de procurar unos mínimos de semejanza (y de respeto) entre todas las culturas. Por ello, el autor hace la pregunta que ha de guiar su investigación en estos términos: “(habrá de estudiarse) la proporción en la que debe respetarse la diferencia y procurarse la semejanza entre las culturas”3.

Además de los elementos mencionados, Beuchot recurre al concepto de derechos humanos, caracterizándolos como aquellos que tienen una vocación de universalidad irrenunciable. Beuchot no fundamenta en este libro dicha noción, pero sí remite a trabajos anteriores donde ha trabajado en torno a la fundamentación filosófica de los derechos humanos4. Pero, ¿en dónde quedó la hermenéutica como teoría de la interpretación? Precisamente será ésta la que permita evaluar las culturas, interpretándolas, criticándolas, viendo los aspectos favorables y los que han de ser modificados, esto es, cambiados5; de hecho, Beuchot resume la tarea de esta hermenéutica en dos funciones: la de aprender de las culturas, y la de criticar sus elementos6. Con estos elementos, Beuchot comienza a desarrollar paso a paso sus tesis a lo largo del texto.

Algo muy importante que puede resaltarse para comprender la tesis de Beuchot es que la analogía implica el concepto de límite. Es decir, si se rompe el límite la analogía deja de existir. Es como si la analogía estuviera compuesta de hilos; mayor será el número de hilos si mayor semejanza hay entre dos elementos (cosas, entes, realidades, etcétera); pero si se rompe el último de los hilos deja de haber analogía entre dichos elementos. Lo mismo sucede en el caso del multiculturalismo: puede haber permisividad y promoción de otros valores distintos a los propios (que se viven de hecho en un ambiente plural); pero habrá algo que marque el límite último, algo que no ha de ser roto o violado (porque de hecho si se viola ese algo el pluralismo cultural se viene abajo), y ese algo son precisamente los derechos humanos. “Los derechos humanos sirven de límite al pluralismo cultural, pero el pluralismo cultural es el ámbito donde ellos se realizan”7 . Esto es, los derechos humanos han de ser respetados pues son ellos los que promueven el pluralismo. Es un pluralismo limitado, analógico, porque no permite precisamente la violación de los derechos fundamentales.

El problema multicultural es que muchas culturas violan sistemáticamente los derechos humanos (los derechos de la mujer, de los niños, el derecho a la vida, etcétera). Y es precisamente una hermenéutica, una hermenéutica analógica como la que propone Beuchot, la que permite el diálogo intercultural para lograr aprender (comprender) a las culturas, pero también permite criticarlas, para ver qué aspectos suyos han de modificarse para alcanzar un mundo más abierto, pero a la vez más respetuoso.

Ante ello surge la pregunta de cómo alcanzar ese mundo más abierto y respetuoso. Y Beuchot sugiere que debe haber, como en la analogía de atribución, un modelo o primer analogado (“analogado principal”). Ese modelo es, precisamente, una cultura “en la que se realizan los derechos humanos; éstos son elementos fundamentales de ese modelo”8. Esta respuesta la formula Beuchot a un señalamiento que le hizo Vattimo en el marco del “First International Congress on Hermeneutics”, cuando es cuestionando el modelo que ha de seguirse para las culturas. Hay que promover y propiciar lo constructivo de las culturas, y rechazar lo destructivo de éstas. Y lo mejor que puede promover una cultura es, precisamente, los derechos humanos (los individuales y los grupales, siempre y cuando no lesionen a la persona en sus derechos fundamentales que aparecen, como se ha dicho, como el límite analógico de las prácticas culturales).

Otro punto interesante es la convergencia conceptual que puede darse entre los mínimos de justicia que ha remarcado, entre otros, Adela Cortina. Beuchot propone que el derecho a la diferencia debe darse, pero este derecho no puede ser absoluto e irrestricto. “Se da dentro de cierta búsqueda de identidad o igualdad, que permite la justicia”9. Eso mínimo, esa ética mínima en otros términos, son los derechos humanos. Ellos aparecen como obligatorios si se es fiel a la concepción de los derechos humanos que nuestro autor tiene10. Por ello, Beuchot rescata y reelabora la distinción de Walzer con respecto a la ética de justicia y la ética del bien o de los bienes. La justicia iguala a todos, mientras que los bienes o la vida buena a veces está restringida a unos cuantos (estos bienes se refieren a las formas de vida). Por ello Beuchot remarca constantemente los derechos comunitarios, los derechos grupales (que se refieren a las formas de vida). Estos últimos, aunque no todos los autores lo consideren así, son también derechos humanos que han de estar en armonía con los derechos humanos fundamentales (los individuales). Sin embargo, y habría que pensar en una respuesta a partir de los planteamientos precedentes, podría caber la pregunta de si los derechos grupales o comunitarios dentro de un estado (entiéndase un país, por ejemplo) no se volverían injustos frente a los otros individuos que son ajenos a cierto grupo cultural. Porque pudiera parecer injusto que un grupo de personas gocen de ciertos derechos (comunitarios) y otros no por no pertenecer a ese grupo cultural. Es una pregunta que está presente en la discusión, aunque sin una respuesta todavía definitiva.

Finalmente, Beuchot también trata el problema de qué hacer con los grupos o comunidades que sistemáticamente (entiéndase culturalmente) violan los derechos humanos fundamentales. En primer lugar, y es lo más deseable, Beuchot propone un cambio mediante la educación. Es decir, propone una educación que se base en la promoción de los derechos humanos. Pues una persona podrá ver lo deseable que puede ser vivir en una sociedad que los respete. La razón del hombre (entiéndase en un sentido facultativo o antropológico) verá la práctica de los derechos humanos como algo digno de seguirse y, en consecuencia, la voluntad seguirá el sendero que la razón le indique. Pero, ¿qué sucede con quienes, a pesar de ser instruidos en este respeto a los derechos humanos (que algunos otros autores podrían considerar como hacer violencia a los miembros de algunos grupos culturales), no los sigan, promuevan y practiquen? En ciertos momentos Beuchot sugiere que debe obligárseles11. Son casos extremos, ciertamente, aunque hace falta seguir conceptualizando y reflexionando sobre este asunto.

Como se aprecia, este nuevo libro del doctor Beuchot ofrece una propuesta viable en el problema de la mediación que se da entre los derechos humanos y el multiculturalismo. Propuesta que merece ser discutida y analizada con todo detenimiento.

La hermenéutica analógica y sus diversas aplicaciones: los puentes interpretativos
Mauricio Beuchot también comenta, explora y desarrolla su propuesta filosófica con otros filósofos para ensancharla cada vez más. Hay un libro recién publicado, titulado Puentes hermenéuticos hacia las humanidades y la cultura, donde hace estos comentarios. El título del libro conviene muy bien porque lo que Beuchot establece son, precisamente, puentes interpretativos hacia diversas áreas de las humanidades y la cultura en general (por ejemplo, hacia la psicología, la pedagogía, la filosofía de la cultura, la política, la literatura, etcétera). Y esos puentes, hay que decirlo, los traza Beuchot siguiendo muy de cerca a quienes han discutido y ensanchado al movimiento de la hermenéutica analógica, a quienes cita y comenta.

El primer capítulo, muy conveniente, es una exposición sucinta de lo qué es la hermenéutica analógica. La primera característica es que la hermenéutica analógica es expuesta como una teoría de la interpretación equilibrada, que busca superar las hermenéuticas univocistas o cientificistas y las hermenéuticas equivocistas (tan propias de la posmodernidad), dado que las primeras rayan en querer interpretar todo de manera clara y distinta, con un conocimiento omniabarcante de lo interpretado; mientras que las equivocistas se hunden en el irracionalismo y en el encasillamiento, en donde toda interpretación es válida. En cambio, “la analogicidad hace que la hermenéutica analógica no se quede en una única interpretación como válida, pero tampoco en todas como válidas y complementarias”12 .

Otra característica que ve Beuchot en la hermenéutica analógica es la matización, es decir, la hermenéutica analógica como una teoría de la interpretación matizada. Lo que quiere expresar Beuchot con esta idea es que en la hermenéutica analógica se debe ejercitar el distingo, que ayuda a no caer en el equívoco. Esto es, “Distingue y diversifica los sentidos, para evitar sobre todo el equívoco” (este elemento me parece puede ser llamado también sutileza), elemento que parece heredar de filósofos de la talla de Aristóteles y santo Tomás de Aquino.

Finalmente, la hermenéutica analógica tiene relación con la ontología, una relación que en la posmodernidad y en las hermenéuticas equivocistas buscó disolverse. Beuchot, a este respecto, comenta el dictum de Nietzsche “No hay hechos, sólo interpretaciones”, proponiendo que lo que hay son hechos interpretados. “Ni hechos puros, sin interpretaciones, como querían los positivistas, no interpretaciones puras, sin hechos, como pretendían los románticos”13 . Más bien, hay hechos, hay algo ontológico que se presupone en la interpretación. De hecho, bastaría la pregunta sobre qué se interpreta, esto es, la interpretación tiene que ser de algo (y ahí hace referencia a algo ontológico), aunque esa interpretación sea limitada, matizada, proporcional o analógica.

El segundo capítulo comenta y explora las diversas aplicaciones de la hermenéutica analógica en la psicología. Beuchot trae a colación diversos trabajos de Nora María Matamoros, Luis Álvarez Colín y Napoleón Conde. Revisa detenidamente cada una de sus tesis, y concluye la importancia del símbolo en la psicología, en especial como configuradora de la acción. Beuchot ve con buenos ojos la aplicación que estos autores han hecho de la hermenéutica analógica para la interpretación de los símbolos e íconos que tanta repercusión tienen en la conducta del hombre.

El tercer capítulo, que sigue el mismo tono del segundo, comenta las aplicaciones de la hermenéutica en el psicoanálisis. Acota el propio Beuchot mencionando que no se ha aplicado a toda la corriente psicoanalítica, “pero sí en la que entronca con la de Freud y Jung”14. Son muchos los pensadores que han aplicado la hermenéutica analógica en este campo, mencionando a Felipe Flores, Ricardo Blanco, Luis Álvarez Colín, César Gordillo Pech, Napoleón Conde, Víctor Hugo Valdés y Fernanda Clavel. Hay mucha relación entre la hermenéutica y el psicoanálisis, pues esto último es fundamentalmente interpretación. Se interpretan los sueños, los actos fallidos, los chistes, las asociaciones y la transferencia15. En este mismo tema, es muy clara la importancia de la interpretación sobre el símbolo o ícono que puede hacer una hermenéutica analógica; también es importante el equilibro analógico que debe darse entre las pulsiones thanáticas y eróticas para lograr ser un ser humano proporcional, equilibrado y realizado; igualmente, la analogía puede servir de mediadora interpretativa en los conceptos del psicoanálisis para no caer en un univocismo o equivocismo conceptual16.

El siguiente capítulo es un recuento de cómo se ha aplicado la hermenéutica analógica a la pedagogía. De hecho, esta teoría ha tenido ya ramificaciones y encuentros con otras posturas en este ámbito, destacando entre ellas la hermenéutica analógico-barroca y la pedagogía de lo cotidiano, cuyos principales representantes son Samuel Arriarán y Luis Eduardo Primero, respectivamente. Arriarán tiene un libro compilatorio con Elizabeth Hernández, titulado Hermenéutica analógico-barroca y educación, que comenta pormenorizadamente Beuchot. De Primero, Beuchot comenta brevemente dos trabajos: Emergencia de la pedagogía de lo cotidiano y Epistemología y metodología de la pedagogía de lo cotidiano. Con ellos, Beuchot destaca que una hermenéutica analógica de la pedagogía de lo cotidiano sirve como mediadora entre lo concreto (la vida cotidiana) y lo abstracto, que es la teoría que busca hundir sus raíces en lo concreto o cotidiano, dado que una pedagogía que no sirve para la vida cotidiana no sirve en absoluto17. Para finalizar el apartado, el autor comenta brevemente la pedagogía analógica que impulsa Napoleón Conde, teorizando sobre la teoría pedagógica en general y en la didáctica jurídica en lo particular.

Viene inmediatamente otro capítulo que versa sobre la hermenéutica analógica, la antropología y la filosofía de la cultura. El primer apartado comenta la aplicación de la hermenéutica analógica en la antropología teórica, en donde el autor comenta el libro Antropología y analogía de Sofía Reding, destacando que su investigación busca integrar lo universal y lo particular en un mismo ámbito. Viene después un apartado sobre la hermenéutica analógica aplicada al estudio del símbolo y el mito, entendiendo por este último una especie de símbolo y, dado que la hermenéutica analógica tiene como complemento lo icónico, y siendo lo icónico lo simbólico, luego una hermenéutica analógica es la que más conviene para interpretar el mito. Inmediatamente después aparece un apartado sobre la hermenéutica analógica y la filosofía de la cultura.

En este punto, Beuchot menciona que la hermenéutica analógica se ha aplicado en dos aspectos de la filosofía de la cultura: i) en la filosofía de la cultura en cuanto tal y ii) en el problema del multiculturalismo. En cuanto al primer tema, Beuchot trae a colación las reflexiones de Dora Elvira García González contenidas en su libro Hermenéutica analógica, política y cultura, destacando el tratamiento que ella hace del concepto de racionalidad, buscando una racionalidad que a la vez haga caso de la situación (esto es, una racionalidad situada), pero que no olvide lo universal, o como lo dice Beuchot “sin disolver los elementos de universalidad que se necesitan, como son la justicia y los derechos humanos”18. Estos elementos tienen que estar por encima del relativismo cultural que hoy en día está tan propagado19. Apunta Beuchot a continuación cuáles han sido los desarrollos en cuanto al multiculturalismo y la hermenéutica analógica (de la cual ya se han extraído muchas teorías, llamando Beuchot a la suya “pluralismo analógico), donde se aprecia cierta cercanía entre las reflexiones de García González y Caleb Olvera.

Por otro lado, José Alejandro Salcedo Aquino ha trabajado también el problema del multiculturalismo desde la hermenéutica analógica, escribiendo ya tres libros sobre el asunto (Beuchot comenta, en este apartado, dos de ellos), quien no sólo recupera tesis y autores de otras corrientes, nacionales y extranjeros, sino que hace una construcción propia sobre este problema, con la apertura e integración que le permite la hermenéutica analógica.

El siguiente capítulo estudia un tema muy tratado por Beuchot en otros trabajos, que es el de la fundamentación filosófica de los derechos humanos, y busca el autor ver cómo se han fundamentado a partir de la hermenéutica, concretamente de la hermenéutica analógica. La primera sección de este capítulo habla de un libro de Jesús Antonio de la Torre (cuyo título es Derechos humanos desde el iusnaturalismo histórico analógico), destacando que hay una complementación entre lo histórico y el iusnaturalismo (aunque algunos vean esto como una contradicción), dado que la naturaleza humana se da en la historia, pues “Ya la misma idea griega de la naturaleza o Physis era dinámica y concretizada en los particulares, no estática y abstracta”20 como la de los modernos, especialmente de los racionalistas. El libro de De la Torre es muy completo, y vincula el pensamiento personalista (los derechos no son del individuo, sino de la persona), a Lévinas (los derechos del otro hombre o persona), a Dussel (la filosofía de la liberación y la analéctica) y otros más. Después Beuchot comenta un libro compilatorio de Napoleón Conde (titulado La filosofía de los derechos humanos de Mauricio Beuchot. Exposiciones y polémicas), donde destaca la característica de la analogicidad dentro del iusnaturalismo, pues no cae en el ontologismo ni en el hermeneuticismo; más bien, las conjunta a las dos. Por ello, “la analogicidad puede manifestarse como una posición que no tenga la rigidez de los iusnaturalismos ilustrados o modernos, pero que tampoco se quede con la sola positivación. Será un iusnaturalismo moderado, el cual sostendrá la necesaria universalidad de los derechos humanos, pero exigiendo también que se den en su contexto cultural y sociopolítico, único en el cual pueden ser comprendidos a cabalidad”21. Del libro compilado por Napoleón Conde, Beuchot comenta otros trabajos, como los de Caleb Olvera y Sofía Morales. Igualmente pasa revista a algunas tesis de Alejandro Martínez contenidas en su libro La hermenéutica analógica y la emancipación de América Latina, especialmente aquellas que hacen referencia a los derechos humanos, la democracia y los riesgos de los totalitarismos y las pseudodemocracias (como algunas de América Latina).

El siguiente capítulo examina las conexiones entre la hermenéutica y la política, haciendo Beuchot la salvedad de que la realidad también se interpreta y, agrego yo, puede y debe cambiarse en algunos casos. El primer apartado habla de la hermenéutica crítica de Adela Cortina y Jesús Conill, cuyo nombre de “crítica” viene dado porque se dedica a criticar la cultura y las instituciones socio-políticas, tratando de conjuntar dos momentos de reflexión ética: el momento aristotélico o de deliberación sobre los medios para alcanzar un cierto fin (que en última instancia es la felicidad humana), y el momento kantiano, el del imperativo y la obligación, en donde cierta acción debe darse para alcanzar el fin deseado (todo esto mediado gracias a la ética discursiva, tan bien estudiada por Cortina). Además, esa hermenéutica crítica puede conjuntarse con una hermenéutica analógica, que es objeto del segundo apartado del capítulo, y donde Beuchot retoma las reflexiones de Francisco Arenas-Dolz y su libro Hacia una hermenéutica analógico-crítica. Ahí, Beuchot destaca las cualidades de Arenas-Dolz, así como sus estudios, que van desde la retórica en Aristóteles, hasta la hermenéutica actual, conociendo y cultivando la hermenéutica crítica de Cortina y Conill. Todo esto con la consigna de “Unir la línea aristotélica con la kantiana, tal vez en ello puede sintetizarse el afán de la hermenéutica analógico-crítica”22. Es una hermenéutica analógico-crítica que critica a la instituciones sociales y a la cultura; una crítica similar a la nietzscheana, pero proponiendo lineamientos por donde avanzar23. El último apartado de este capítulo está dedicado a comentar las tesis de un hermeneuta mexicano, Guillermo Michel, a partir de su libro Entre-lazos. Hermenéutica existencial y liberación. En este texto, Michel destaca que la hermenéutica no sólo ha de ser comprensión, sino también puede servir como instrumento de transformación; aspira a ser un conocimiento comprometido con la realidad social y, por ello, una hermenéutica de liberación. Ahí ve la conexión Michel entre la hermenéutica de la liberación (que es una hermenéutica existencial) y la hermenéutica analógica, pues ésta busca recuperar lo más que se pueda lo real (y, por ello, la verdad de la interpretación). Se busca con ello una hermenéutica comprometida, una hermenéutica que dé caminos (y utopías, en cierto sentido) para transitar hacia un mundo más deseable24.

El último capítulo, ya muy breve, busca exponer las aplicaciones de la hermenéutica analógica en la literatura y el arte. En cuanto a la literatura, Beuchot comenta los trabajos de Caleb Olvera (Hermenéutica analógica y literatura) y Jorge Ávila (El sentido de la analogía en “El Aleph” de Jorge Luis Borges) en quienes ve sutileza para interpretar y hacer innovación en la hermenéutica literaria. Finalmente, Beuchot revisa rápidamente un libro de Napoleón Conde titulado Dos aplicaciones de la hermenéutica analógica: el urbanismo y el turismo, en donde se busca la conjunción equilibrada entre el funcionalismo y el esteticismo de la arquitectura y el urbanismo.

Se aprecia cómo Beuchot vincula y recupera las reflexiones que otros pensadores han hecho sobre los diversos temas o aspectos en donde la hermenéutica analógica ha sido aplicada, haciendo aportaciones personales. Con ellos, Beuchot ensancha o agranda los cauces de la hermenéutica analógica, que es uno de los movimientos filosóficos más importantes surgidos en América Latina en los últimos años, con aportaciones serias y novedosas de este movimiento, y con aplicaciones en ámbitos concretos que cada vez van convenciendo a más.

Conclusiones
Como se aprecia, puede decirse que la hermenéutica analógica es una teoría filosófica que está en crecimiento. Está en proceso de mejora y de crítica, y que debe considerársele como un aporte intelectual muy valioso, pues está dando frutos en cuanto aplicación en muchos campos del saber, especialmente en las áreas humanísticas y de la cultura, aunque también se le ha aplicado a áreas como el urbanismo y el turismo.

El hecho de que una teoría se aplique, o busque por lo menos aplicarse, es signo de que tiene mucho futuro. Malo sería que nadie la tomara en cuenta, que ni se le criticara, ni se le apoyara y menos aún que se aplicara. Más bien es lo contrario: la hermenéutica analógica está siendo objeto de importantes discusiones y aplicaciones, no sólo en México, sino otros países, como Colombia, Argentina, España y Rumania. En este artículo, que en buena medida podría ser considerado de reseña bibliográfica, se ha visto cómo Beuchot recupera esas aportaciones para enriquecer lo que ya no es solamente su teoría, sino la de muchos otros pensadores pues la comparten, la critican y la enriquecen.


Notas:

1 BEUCHOT, Mauricio, Interculturalidad y derechos humanos, Siglo XXI/UNAM, México, 2005, p. 14.
2 Ibid., p. 16.
3 Ibid., p. 14.
4 Cf. BEUCHOT, Mauricio, Derechos humanos. Historia y filosofía, Fontamara, México, 2001, 2a. ed.
5 BEUCHOT, Mauricio, Inteculturalidad y derechos humanos, Op. cit., p. 21.
6 Ibid., p. 28.
7 Ibid., p. 32.
8 Ibid., p. 40.
9 Ibid., p. 43.
10 Ibid., p. 44.
11 Ibid., p. 43.
12 BEUCHOT, Mauricio, Puentes hermenéuticos hacia las humanidades y la cultura, Ediciones Eón/Universidad Iberoamericana, México, 2006, pp. 15-16.
13 Ibid., p. 20.
14 Ibid., p. 40.
15 Ibid., p. 48.
16 Ibid., p. 56.
17 Ibid., p. 68.
18 Ibid., p. 81.
19 Cf. Ibidem.
20 Ibid., p. 86.
21 Ibid., p. 90.
22 Ibid., p. 103.
23 Ibid., p. 104.
24 Ibid., p. 107.


Referencias:

BEUCHOT, Mauricio, Puentes hermenéuticos hacia las humanidades y la cultura, Ediciones Eón/Universidad Iberoamericana, México, 2006.
BEUCHOT, Mauricio, Interculturalidad y derechos humanos, Siglo XXI/UNAM, México, 2005.
BEUCHOT, Mauricio, Derechos humanos. Historia y filosofía, Fontamara, México, 2001, 2a. ed.


Mtro. Jacob Buganza Torio
Director del Departamento de Humanidades Tecnológico de Monterrey, Campus Central de Veracruz, Ver. México.