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Por Omar Raúl Martínez
Número 34
Rastrear, dar
seguimiento, documentar y analizar los actos contra las libertades
de expresión e información, constituye una tarea relativamente
novedosa en nuestro país.
A grandes rasgos ello
se explica por un modelo de control, colusión y complicidad
entre los medios informativos y el poder público, particularmente
desde la cúspide presidencial. Tal relación hacía
innecesaria e imposible incluso cualquier tipo de denuncia o reclamo
no sólo por el férreo control político sino
por la franca sujeción de los empresarios mediáticos,
la cual les redituó privilegios de orden económico1.
Dicho modelo de subordinación
de la prensa, como apunta José Carreño, inicia su
declive a partir de mediados de los años setenta, justo cuando
por primera vez a nivel internacional se denuncia el mayor atentado
contra la libertad de expresión sufrido en el México
de entonces: la intromisión del gobierno echeverrista para
destituir a Julio Scherer y su equipo de la dirección de
Excélsior, el diario más importante de aquella
época en América Latina.
Desde entonces y luego
con las presiones publicitarias por parte del gobierno lopezportillista
hacia la revista Proceso, y primordialmente a partir del
cobarde asesinato del columnista Manuel Buendia en 1984 debido a
su quehacer periodístico, crece la atención y la preocupación
social y gremial por el clima y las condiciones de las libertades
informativas.
En ese sentido, el
Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) fue el primer
organismo civil en denunciar, así fuese con efectos apagados,
la muerte de periodistas desde mediados de los años setenta.
Pero más que "monitorear", Cencos ofrecía
listas de nombres de informadores asesinados para alertar al gremio
periodístico y a la sociedad. A esa tarea se sumarían
también la Federación Latinoamericana de Periodistas
(Felap) y la Unión de Periodistas Democráticos (UPD).
Aunque no se trataba de rastreos, seguimiento y análisis
de casos, lo cierto es que hasta 1988 significaron las primeras
y únicas voces encaminadas a defender la libertad de expresión
en México.
Una mirada desde la Fundación
Buendía
La Fundación Manuel
Buendía (FMB), nacida en 1984, desde 1988 comenzó
a editar la Revista Mexicana de Comunicación y desde
un principio registró informaciones sobre actos contra periodistas.
Fue tal la acumulación de casos que se debió crear
en 1991 una columna especializada que les diera seguimiento. Ello
de manera natural nos encauzó hacia nuestro primer ejercicio
de monitoreo o rastreo y análisis hemerográfico.
Nos extrañaba sobremanera
que más que organizaciones nacionales, fueran organismos
extranjeros, como Artículo 19 y el Pen Club Internacional,
los que en aquel entonces se preocuparan y se ocuparan de defender
con mayor ahínco el estado de las libertades de expresión
e información en México. Llamó nuestra atención,
por ejemplo, que en octubre de 1991 llegara a nuestro país
una misión del Pen Club internacional para registrar los
abusos contra medios e informadores2.
Tras realizar entrevistas con periodistas, investigadores de derechos
humanos y representantes del gobierno, ese grupo hizo un reporte
donde se denunciaba la existencia de un sistema de prensa que, desde
luego, no correspondía con los estándares de los países
democráticos. Entre otras vertientes de tal sistema, se destacaba
la intervención gubernamental a través de la atribución
discrecional de publicidad, la publicación de gacetillas,
la práctica del llamado embute y, fundamentalmente,
las acciones de intimidación, hostigamiento y censura por
parte de los distintos círculos de poder en casi todos los
niveles: municipal, estatal y federal3.
Si bien relevante, la misión
del Pen Club únicamente se sustentaba en entrevistas, pero
no en un monitoreo minucioso o en datos duros o por lo menos más
específicos.
Frente a ello, la Fundación
Manuel Buendía se interesó en rastrear las posibles
agresiones contra periodistas con el fin de conocer hasta qué
punto las conclusiones del Pen Club Internacional coincidían
con la realidad.
Y para nuestro infortunio, nos percatamos
de que en efecto la realidad no resultaba nada halagüeña.
Lo que hicimos fue recabar y analizar
de manera prácticamente intuitiva los actos contra periodistas
y medios ocurridos y registrados en la prensa entre enero de 1989
y enero de 1992. Se realizó un ejercicio de corte "intuitivo"
porque pese a buscar referentes para respaldarnos metodológicamente,
no fue ni ha sido posible encontrarlos, salvo los utilizados en
cualquier estudio demoscópico4.
Suma de esfuerzos
Con esa experiencia, el
siguiente estudio hemerográfico de la FMB se publicó
en mayo de 1995 en el que se abordó la situación de
las libertades informativas durante el sexenio de Carlos Salinas,
donde advertimos que había sido el periodo más sombrío
del México moderno5.
Si, de acuerdo con la organización
internacional Articulo 19, durante el régimen de Luis Echeverría
murieron asesinados seis periodistas, durante la etapa lopezportillista
cayeron 12, y a lo largo de la administración de Miguel de
la Madrid se consignaron 33, el referido rastreo y seguimiento de
prensa arrojaba una cifra de 46 informadores muertos durante el
sexenio de Salinas de Gortari.
Justo es decir que a partir de 1994,
teniendo como detonador el movimiento zapatista en el estado de
Chiapas, el ejercicio crítico de la prensa mexicana ganó
despliegue, arrojo e intensidad. Aunado a ello, los grupos de la
sociedad civil se multiplicaron y, con ellos, las inquietudes y
las ideas para defender los derechos humanos, y entre ellos el derecho
a la información de la sociedad.
Así, a partir de 1997, la
Fundación Manuel Buendía y Cencos suman fuerzas para
realizar y publicar el primer Recuento de daños a las
libertades de expresión e información en México
durante 1997. Por vez primera se hacía un estudio hemerográfico
anual en la materia que a diferencia de los inmediatos anteriores,
presentaba no sólo un listado pormenorizado de casos y un
análisis e interpretación sobre los mismos, sino además
un seguimiento hemerográfico tomando como base una propuesta
de criterios metodológicos de selección de actos6.
Ante ese panorama, la misma Fundación
Buendía, el Cencos, el Sindicato Nacional de Redactores de
la Prensa, la Fraternidad de Reporteros de México, la Academia
Mexicana de Derechos Humanos, el Centro de Derechos Humanos Fray
Francisco de Vitoria y el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín
Pro, empezaron a impulsar la necesidad de constituir una red que
promoviera, defendiera, encauzara, registrara y estudiara los actos
contra las libertades de expresión e información en
México.
Criterios metodológicos
Aparte de la indispensable
suma de esfuerzos, el afán de una red de tal índole
era unificar criterios en torno a los registros de hechos habida
cuenta que era recurrente un "baile de cifras" diversas
y a veces contradictorias difundidas por algunos organismos. Y es
que ocasionalmente, por carencia de información o falta de
seguimiento, llegaban a consignarse casos ajenos al quehacer profesional,
lo cual a fin de cuentas descalificaba o generaba descrédito
sobre las listas que se ofrecían y con ello se debilitaba
la fuerza de la denuncia.
De esa suerte a fines de 1997 se
crea la Red Mexicana de Protección a Periodistas y Medios
de Comunicación y a la fecha ha dado a conocer cinco informes
anuales, que han sido recogidos por otras instancias internacionales
como Ifex y Reporteros Sin Fronteras7.
Es preciso destacar que el monitoreo
o mejor dicho: el rastreo, seguimiento, análisis y denuncia
de actos contra periodistas desarrollado por la Red ha seguido aprovechando
y depurando los criterios metodológicos propuestos por la
FMB y Cencos, con lo cual se procura realizar recuentos de daños
con mayor rigor y sustento hemerográfico y documental.
Estos criterios parten de una tipología:
1) Agresiones públicas o embozadas a periodistas,
tales como golpes, amenazas, asesinatos, atentados, actos de censura,
entre otras.
2) Hechos que pueden significar inhibición o presiones
a periodistas, tales como demandas, citas a comparecer, detenciones,
renuncias inducidas o arbitrariedades del propio medio.
3) Agresiones públicas o embozadas a medios, tales
como allanamientos, atentados, confiscaciones, bloqueos informativos,
tomas, etcétera.
4) Hechos que pueden significar inhibición o presiones
a medios, tales como anuncios de bloqueos publicitarios o de
demandas, auditorías fiscales, e incluso hasta cancelación
de programas8.
Conviene precisar que no es gratuita
la expresión "agresiones públicas o embozadas",
pues los estudios realizados revelan que un considerable y creciente
porcentaje de casos suelen ocurrir bajo el anonimato de los responsables.
Es decir: no resulta infrecuente que algunos funcionarios o políticos
o particulares, molestos o inquietos por informaciones o críticas
u opiniones publicadas o por darse a conocer, actúen contra
periodistas a través de mensajes intimidatorios de manera
embozada --o sea, sin dar la cara-- para no comprometer su imagen
pública o la de la institución que representan.
Ahora, en torno a "hechos que
pueden significar inhibición o presiones" a periodistas
y medios, es preciso apuntar que, estrictamente hablando, no pueden
considerarse "agresiones". Sin embargo, la experiencia
indica que tanto la interpretación y la aplicación
de las leyes, como las relaciones prensa-gobierno en México
están influidas por la discrecionalidad y la parcialidad
en momentos clave, lo cual posibilita cauces inhibitorios o de presión
mediante argucias legales o de otra índole. Por tanto, aunque
resulta complejo dilucidar a ciencia cierta cuándo se trata
realmente de atentados a las libertades de expresión e información,
la referencia de tales hechos implica una insoslayable veta de análisis.
Tendencias
A partir de estos criterios
de selección de incidentes contra periodistas y medios de
comunicación, en los últimos cinco años, la
Red Mexicana de Protección a Periodistas ha encontrado algunas
tendencias que resultan de interés:
a) El poder público destaca
entre los presuntos responsables de los actos contra las libertades
informativas regularmente en un 50% de los casos.
b) Los reporteros son, por lo general, entre un 30% y 40% los periodistas
más agredidos.
c) Los periódicos y las revistas tienden a ser los medios
mayormente afectados con una recurrencia que oscila entre un 50%
y un 76%.
d) Las áreas o fuentes con mayor número de incidencias
son primero la política y luego la policiaca, que llegan
a sumar juntas entre el 50% y el 70%.
e) Los actos inhibitorios tienden a aumentar de 23% en 1997 a 43%
en 20029.
Visto todo lo anterior, conviene
asentar que el rastreo, seguimiento, análisis hemerográfico
y documental, así como la difusión de actos contra
las libertades de expresión e información, sólo
representa una voz de alerta para defender y promover tales prerrogativas
en pro del derecho a la información de la sociedad. Constituyen
además una aproximación --quizás la punta del
iceberg-- al estado que guardan dichas libertades en México
a fin de alentar su ejercicio crítico, honesto y responsable.
Sin embargo, estos informes deberán ahondar en los casos
que implican un seguimiento de carácter judicial con el propósito
de promover recursos jurídicos que luchen contra la impunidad,
velen por el respeto a las libertades de expresión e información
y pueda superarse la mera denuncia.
Ésta es una tarea que involucra
a grupos sociales, investigadores y ante todo a periodistas. Estamos
ciertos que la suma de voluntades habrá de ir pavimentando
una mejor avenida para la libertad de expresión en México.
Notas:
1
1) Véase Carreño Carlón José, "Ética,
prensa y poder en México", en Aznar Hugo y Villanueva
Ernesto, Deontología y autorregulación informativa,
Universidad Iberoamericana / Fundación Manuel Buendía,
México DF, 2000, pág. 45.
2 Véase Velázquez
Raúl y Barrera Juan Antonio, "Los riesgos del oficio
periodístico en los últimos tres años",
Revista Mexicana de Comunicación número 22, marzo-abril
de 1992, pp. 5-11.
3 Ibidem.
4 Se hicieron cuadros con nueve
variables: incidente, nombre del afectado, profesión o cargo,
nombre del medio, fecha del acto, lugar o estado, nombre de presuntos
agresores, motivos y fuente de laa información. Dichos datos
se procesaron y a partir de ellos se hicieron gráficas. Este
mismo método fue el origen de la metodología que se
desarrolló posteriormente. Véase Ibidem.
5 Varios autores, "Un periodo
sombrío para el periodismo mexicano", Revista Mexicana
de Comunicación número 40, mayo-julio de 1995, pp.
6-10.
6 Véanse dichos criterios
metodológicos en Revista Mexicana de Comunicación
número 54, mayo-junio de 1998, Suplemento especial. También
disponibles en <http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx
/Tables/FMB/libertadexpresion/2002/criteriosb.html>
7 Sobre la citada Red y sus recuentos
se pueden consultar las siguientes direcciones: <http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx
/Tables/FMB/libertadexpresion/red.html> <http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx
/Tables/FMB/libertadexpresion/indice.html>
8 Ver el desglose completo en
Ibidem.
9 Pueden revisarse las versiones
publicadas en los números 54, 58, 64, 75 y 82 de la Revista
Mexicana de Comunicación y disponibles en <http://www.mexicanadecomunicacion.com.mx>
Lic. Omar Raúl Martínez
Presidente de la Fundación
Manuel Buendía, director de Revista
Mexicana de Comunicación y profesor de periodismo de
la UNAM-ENEP Acatlán. México |