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Diciembre 2001

 

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Comunicación y la Telaraña

Apuntes para una reflexión sobre la realidad y la tecnología

 
Por Edgar Gómez
Número 24

Fútbol, música y estrellas virtuales
Hace un tiempo estaba afuera del Estadio Azteca esperando conseguir boletos para el partido decisivo de la selección mexicana ante Honduras. La reventa, combinada con el agotamiento de los boletos, hizo imposible para mi presupuesto entrar al estadio. Busqué un changarro cerca y me apresté a ver el partido en una de las teles que colgaban del techo como muchos otros millones lo hacían al mismo tiempo. Lo interesante es que a la hora de los goles (que afortunadamente para nuestro balompié venido a menos, hubo y no en nuestro marco) se alcanzaban a escuchar los gritos del estadio. El fútbol y en general los eventos deportivos son espectáculos privilegiados para nuestra cultura mediatizada. Son de los pocos que pueden ser disfrutados en directo en el estadio o desde cualquier lugar con una televisión, un radio y ahora una computadora o un celular.

Simon Frith (1992) cuenta que después de 30 años de ser fanático de Rock, asistió a un concierto de Al Green y cuando este se bajó del escenario a cantar sin micrófono, fue que se dio cuenta que era la primera vez que escuchaba la voz natural de una estrella del Rock. Aún mas, la mayoría de nosotros no sólo nunca escucharemos la voz en vivo de nuestros artistas favoritos sino que, a menos que tengamos un mucho de suerte, tampoco los veremos de carne y hueso (incluso en conciertos y presentaciones vemos más claramente en la pantalla que lo que nuestra vista alcanza). Un ejemplo más extremo de ello, llega en nuestro recién estrenado siglo donde artistas "virtuales" (es decir gráficos animados por computadora) parecen cada vez menos siniestros sarcasmos sobre las posibilidades tecnológicas y cada vez más personas de verdad (si es que podemos pensar que las estrellas de Hollywood son personas de verdad), siendo Aki Ross, la protagonista del film "Final Fantasy", la de moda. Hay otros casos más sencillos como las escenografías "virtuales" de los programas televisivos o el uso de elementos gráficos multimedia en diversos programas de televisión o los periódicos en Internet. Ese mote de "virtual" incluso ya comienza a sonar obsoleto y pasado de moda ante conceptos como "hiperrealidad" o "mundos posibles" que describen concepciones donde la línea divisoria entre realidad y virtualidad no existe.

Vivimos en un mundo simbólico, en donde la generación de dichos símbolos es cada vez más tecnológicamente mediada (y producida), evidente, cotidiana e interiorizada. Cosa que por cierto no tiene nada de nueva, la pintura ya era una forma de expresar la realidad mediada (sin contar la literatura, la fotografía y todos sus hijos). Quizá el impulso se debe a que con la llegada del llamado ciberespacio ese mundo simbólico adquiere un potencial de medio masivo con un mínimo de recursos (no sólo tecnológicos, sino culturales y económicos) y que aunque está muy, pero muy lejos de ser una tecnología global y pública, hay más posibilidades para que las personas se conviertan en productores de sentido y multipliquen su esfera de influencia. Es decir, siendo por un lado un medio elitista, tiende a ser un espacio mediático más democrático, por lo menos en contenidos, que los tradicionales medios masivos, y además con plena utilización de sus recursos y potencialidades (audio, video, fotografía, gráficos, textos).

Realidad, virtualidad, espacio y tiempo
Maldonado (1999) critica las corrientes de pensamiento modernas que hablan de una desmaterialización del mundo, desde una perspectiva histórica, y utilizando la imagen y el arte como los ejes principales de su análisis, apunta que "nuestra relación de la experiencia individual y colectiva con el carácter físico del mundo no puede anularse con un golpe de varita más o menos mágica" (p. 15). Sin embargo, esa relación con el mundo tiende a ser cada vez más mediada, tecnológicamente construida e informatizada y quizá más preocupante aun, menos clara su concepción como real, representada o creada, aunque la recepción lo tenga claro. Vivimos un tiempo en el que los mensajes mediáticos son confusos, dobles, incontrolables. Las noticias recientes sobre Afganistán parecen más una película de ficción que una nota objetiva (por cierto, es curioso que en TVAzteca cada vez que hay una noticia sobre la guerra, se escuche de fondo el soundtrack de "La Última Tentación de Cristo" de Peter Gabriel) y por el otro lado la secuencia del desembarco a Normandía de la película "Salvando al soldado Ryan" es terroríficamente real. Cada vez queda menos clara la típica frase de mamá afuera de una película de terror "No te asustes m´ijo, es sólo una película".

Más aun, esta línea difusa entre realidad y virtualidad se complejiza en el ciberespacio, donde Amazon.com, la librería más importante (ya no sólo del ciberespacio sino del mundo) en realidad no tiene un solo volumen. O Napster, el "lugar" más importante para intercambio de música que no es un tianguis cultural sino un programa de computación que funciona en red (y que aunque sometido por el imperio de los grandes medios ya tiene su reproducción asegurada en otros sitios). Y con ello se incluyen dos elementos más; el espacio y el tiempo. En su texto Henri Bakis (1991) hace un excelente recorrido por las transformaciones en ambos conceptos a partir del uso de las telecomunicaciones y apunta "con las telecomunicaciones se suprime, hasta cierto punto, el marco de la distancia espacio-temporal" (p. 54.) poniendo de ejemplo que una persona puede tardar más de su casa al aeropuerto que de su origen a su destino (en ciudades como la de México y en ciertos horarios esto puede ser especialmente cierto). Y ejemplos sobre dicha relación compleja puede haber muchos, el simple hecho de escribir esta columna en Colima, que sea editada y publicada en el D.F. y que pueda ser leída en China (espero que nuestros lectores cantoneses aprecien el esfuerzo) es suficientemente difícil para un pensamiento lineal al que estamos, o por lo menos habíamos estado, acostumbrados. O la posibilidad de que un CD-ROM contenga la misma cantidad de información que su referente físico como una enciclopedia, una colección de pinturas etc.

Pero aún así, sigue siendo el ciberespacio el que causa más admiración y desconcierto por su característica inherente de estirar y compactar tiempo y espacio, con su flexibilidad para ser sincrónico y asincrónico, para tener varias ventanas abiertas al mismo tiempo, y su acceso a recursos simbólicos de casi cualquier parte del mundo; histórico y geográfico (sin que esto signifique tampoco lo que suelen señalar ciertos tecnofílicos sobre el Internet como el instrumento del "conocimiento total"). Ahora bien, atenuantes de esto hay muchos, baste señalar que aunque el espacio y el tiempo puedan cambiar cognitivamente, a diferencia de otros países, en México el "espacio virtual", entendido como el acceso a Internet, sigue siendo un elemento importante de relación simbólica con el espacio social real ya que la mayoría del acceso es desde universidades, cibercafés, casas de amigos, familiares etc.

A manera de conclusiones (o de más dudas)
Me parece pertinente el no cometer el error de aislar o hacer una distinción entre el ciberespacio (o de cualquier espacio simbólico mediado) y el espacio simbólico real. Si bien, como apuntan muchos autores, el espacio virtual ofrece mayor seguridad que el espacio real, no es cierto que lo que sucede en su interior sea independiente de lo que sucede en la realidad que lo posibilita, ni tampoco lo que sucede en su seno carece de importancia, valor o reconocimiento fuera de él. Yo creo que más que discutir sobre la realidad y sus representaciones, debemos aceptar el hecho de que cada vez más dicha realidad (o uno de los insumos más importantes para pensar sobre ella) está y es, mediada, no sólo ya por los medios masivos de información que han sido protagonistas de amores y odios desde hace más de un siglo, sino por los nuevos instrumentos de telecomunicación; el teléfono celular, los sistemas de localización por satélite, el Internet y demás chucherías que el mercado se encarga de renovar constantemente. El mito de la Caverna de Platón retoma fuerza en estos momentos en donde la relación entre la realidad y su representación es cada vez más difusa. Parece claro que la comunicación y la información son leños muy secos y muy importantes en la hoguera que genera las sombras en el fondo. Sería adecuado reflexionar sobre ello.


Mtro. Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de Letras y Comunicación de la Universidad de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa de radio de músicas del mundo

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