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Por Edgar Gómez
Número 24
Fútbol, música
y estrellas virtuales
Hace un tiempo estaba afuera del Estadio Azteca esperando conseguir
boletos para el partido decisivo de la selección mexicana
ante Honduras. La reventa, combinada con el agotamiento de los boletos,
hizo imposible para mi presupuesto entrar al estadio. Busqué
un changarro cerca y me apresté a ver el partido en una de
las teles que colgaban del techo como muchos otros millones lo hacían
al mismo tiempo. Lo interesante es que a la hora de los goles (que
afortunadamente para nuestro balompié venido a menos, hubo
y no en nuestro marco) se alcanzaban a escuchar los gritos del estadio.
El fútbol y en general los eventos deportivos son espectáculos
privilegiados para nuestra cultura mediatizada. Son de los pocos
que pueden ser disfrutados en directo en el estadio o desde cualquier
lugar con una televisión, un radio y ahora una computadora
o un celular.
Simon Frith (1992)
cuenta que después de 30 años de ser fanático
de Rock, asistió a un concierto de Al Green y cuando este
se bajó del escenario a cantar sin micrófono, fue
que se dio cuenta que era la primera vez que escuchaba la voz natural
de una estrella del Rock. Aún mas, la mayoría de nosotros
no sólo nunca escucharemos la voz en vivo de nuestros artistas
favoritos sino que, a menos que tengamos un mucho de suerte, tampoco
los veremos de carne y hueso (incluso en conciertos y presentaciones
vemos más claramente en la pantalla que lo que nuestra vista
alcanza). Un ejemplo más extremo de ello, llega en nuestro
recién estrenado siglo donde artistas "virtuales"
(es decir gráficos animados por computadora) parecen cada
vez menos siniestros sarcasmos sobre las posibilidades tecnológicas
y cada vez más personas de verdad (si es que podemos pensar
que las estrellas de Hollywood son personas de verdad), siendo Aki
Ross, la protagonista del film "Final Fantasy", la de
moda. Hay otros casos más sencillos como las escenografías
"virtuales" de los programas televisivos o el uso de elementos
gráficos multimedia en diversos programas de televisión
o los periódicos en Internet. Ese mote de "virtual"
incluso ya comienza a sonar obsoleto y pasado de moda ante conceptos
como "hiperrealidad" o "mundos posibles" que
describen concepciones donde la línea divisoria entre realidad
y virtualidad no existe.
Vivimos en un mundo
simbólico, en donde la generación de dichos símbolos
es cada vez más tecnológicamente mediada (y producida),
evidente, cotidiana e interiorizada. Cosa que por cierto no tiene
nada de nueva, la pintura ya era una forma de expresar la realidad
mediada (sin contar la literatura, la fotografía y todos
sus hijos). Quizá el impulso se debe a que con la llegada
del llamado ciberespacio ese mundo simbólico adquiere un
potencial de medio masivo con un mínimo de recursos (no sólo
tecnológicos, sino culturales y económicos) y que
aunque está muy, pero muy lejos de ser una tecnología
global y pública, hay más posibilidades para que las
personas se conviertan en productores de sentido y multipliquen
su esfera de influencia. Es decir, siendo por un lado un medio elitista,
tiende a ser un espacio mediático más democrático,
por lo menos en contenidos, que los tradicionales medios masivos,
y además con plena utilización de sus recursos y potencialidades
(audio, video, fotografía, gráficos, textos).
Realidad, virtualidad,
espacio y tiempo
Maldonado (1999) critica las corrientes de pensamiento modernas
que hablan de una desmaterialización del mundo, desde una
perspectiva histórica, y utilizando la imagen y el arte como
los ejes principales de su análisis, apunta que "nuestra
relación de la experiencia individual y colectiva con el
carácter físico del mundo no puede anularse con un
golpe de varita más o menos mágica" (p. 15).
Sin embargo, esa relación con el mundo tiende a ser cada
vez más mediada, tecnológicamente construida e informatizada
y quizá más preocupante aun, menos clara su concepción
como real, representada o creada, aunque la recepción lo
tenga claro. Vivimos un tiempo en el que los mensajes mediáticos
son confusos, dobles, incontrolables. Las noticias recientes sobre
Afganistán parecen más una película de ficción
que una nota objetiva (por cierto, es curioso que en TVAzteca cada
vez que hay una noticia sobre la guerra, se escuche de fondo el
soundtrack de "La Última Tentación de Cristo"
de Peter Gabriel) y por el otro lado la secuencia del desembarco
a Normandía de la película "Salvando al soldado
Ryan" es terroríficamente real. Cada vez queda menos
clara la típica frase de mamá afuera de una película
de terror "No te asustes m´ijo, es sólo una película".
Más aun, esta
línea difusa entre realidad y virtualidad se complejiza en
el ciberespacio, donde Amazon.com, la librería más
importante (ya no sólo del ciberespacio sino del mundo) en
realidad no tiene un solo volumen. O Napster, el "lugar"
más importante para intercambio de música que no es
un tianguis cultural sino un programa de computación que
funciona en red (y que aunque sometido por el imperio de los grandes
medios ya tiene su reproducción asegurada en otros sitios).
Y con ello se incluyen dos elementos más; el espacio y el
tiempo. En su texto Henri Bakis (1991) hace un excelente recorrido
por las transformaciones en ambos conceptos a partir del uso de
las telecomunicaciones y apunta "con las telecomunicaciones
se suprime, hasta cierto punto, el marco de la distancia espacio-temporal"
(p. 54.) poniendo de ejemplo que una persona puede tardar más
de su casa al aeropuerto que de su origen a su destino (en ciudades
como la de México y en ciertos horarios esto puede ser especialmente
cierto). Y ejemplos sobre dicha relación compleja puede haber
muchos, el simple hecho de escribir esta columna en Colima, que
sea editada y publicada en el D.F. y que pueda ser leída
en China (espero que nuestros lectores cantoneses aprecien el esfuerzo)
es suficientemente difícil para un pensamiento lineal al
que estamos, o por lo menos habíamos estado, acostumbrados.
O la posibilidad de que un CD-ROM contenga la misma cantidad de
información que su referente físico como una enciclopedia,
una colección de pinturas etc.
Pero aún así,
sigue siendo el ciberespacio el que causa más admiración
y desconcierto por su característica inherente de estirar
y compactar tiempo y espacio, con su flexibilidad para ser sincrónico
y asincrónico, para tener varias ventanas abiertas al mismo
tiempo, y su acceso a recursos simbólicos de casi cualquier
parte del mundo; histórico y geográfico (sin que esto
signifique tampoco lo que suelen señalar ciertos tecnofílicos
sobre el Internet como el instrumento del "conocimiento total").
Ahora bien, atenuantes de esto hay muchos, baste señalar
que aunque el espacio y el tiempo puedan cambiar cognitivamente,
a diferencia de otros países, en México el "espacio
virtual", entendido como el acceso a Internet, sigue siendo
un elemento importante de relación simbólica con el
espacio social real ya que la mayoría del acceso es desde
universidades, cibercafés, casas de amigos, familiares etc.
A manera de conclusiones
(o de más dudas)
Me parece pertinente el no cometer el error de aislar o hacer una
distinción entre el ciberespacio (o de cualquier espacio
simbólico mediado) y el espacio simbólico real. Si
bien, como apuntan muchos autores, el espacio virtual ofrece mayor
seguridad que el espacio real, no es cierto que lo que sucede en
su interior sea independiente de lo que sucede en la realidad que
lo posibilita, ni tampoco lo que sucede en su seno carece de importancia,
valor o reconocimiento fuera de él. Yo creo que más
que discutir sobre la realidad y sus representaciones, debemos aceptar
el hecho de que cada vez más dicha realidad (o uno de los
insumos más importantes para pensar sobre ella) está
y es, mediada, no sólo ya por los medios masivos de información
que han sido protagonistas de amores y odios desde hace más
de un siglo, sino por los nuevos instrumentos de telecomunicación;
el teléfono celular, los sistemas de localización
por satélite, el Internet y demás chucherías
que el mercado se encarga de renovar constantemente. El mito de
la Caverna de Platón retoma fuerza en estos momentos en donde
la relación entre la realidad y su representación
es cada vez más difusa. Parece claro que la comunicación
y la información son leños muy secos y muy importantes
en la hoguera que genera las sombras en el fondo. Sería adecuado
reflexionar sobre ello.
Mtro.
Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de
Letras y Comunicación de la Universidad
de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura
desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación
Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada
por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del
laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa
de radio de músicas del mundo |