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Por Edgar Gómez
Número 25
España
es un país con el que siempre me he sentido identificado
de alguna u otra forma (aunque debo reconocer públicamente
que no me gusta ni el gazpacho ni el jamón serrano). Tuve
la oportunidad de vivir un tiempo en Barcelona, que es una ciudad
magnífica. Un día, iba caminando por Passeig de
Gràcia y vi pasar una chica que iba hablando sola; me
pareció extraño pero no le di mayor importancia. Unas
cuadras más adelante, casi al llegar a la Plaza Catalunya,
vi a otra persona igual, pero ésta reía mientras decía
algunas palabras en catalán. Me quedé observándola
a la distancia y me di cuenta de que había un pequeño
cable que iba de su cintura a su oreja, uno de esos cablecitos como
de guardaespaldas. Estaba hablando por un teléfono celular.
Hace unos días,
y para continuar con la reflexión ibérica, veía
en Televisión Española un programa que se ha convertido
en uno de mis favoritos: Cuéntame, una especie de
"Años maravillosos" españoles que narra
la historia de una familia de clase media y sus vivencias cotidianas
en 1969. En el capítulo de hace una semana, el padre (interpretado
estupendamente por Imanol Arias) se queda atascado en una carretera
llena de nieve con su amigo Desi(derio). Congelados y en medio de
disertaciones sobre la amistad y la muerte, Desi le pregunta al
personaje de Antonio: "¿Te imaginas que pudieras tener
un teléfono siempre contigo y llevarlo a todos lados?",
a lo que este responde "Joder, macho, para tonterías
estamos ahora". Quién iba a pensar que 30 años
después, no sólo existiera la tecnología, sino
que ahora sea raro que en España alguien no tenga "móvil"
(como les llaman a los celulares allá).
España, México
y el mundo, algunos datos sobre celulares
Franco murió en 1975 y desde entonces España se subió
al tren del desarrollo, al punto de ser uno de los países
que integran la Comunidad Europea y tener una economía sólida
y un nivel de vida alto. Seguramente los actores de Cuéntame,
los que participan en la producción y todos los que trabajan
en Televisión Española tienen un celular. Más
de 30 millones de aparatos para una población de 38 millones
de personas (de hecho ya hay más celulares que teléfonos
normales), cifra apenas superada por algunos países; especialmente
Finlandia, en donde el pequeño pueblo de Nokia tiene la densidad
más alta de aparatos por persona, más de uno por habitante.
Y también se habla mucho de Roma en donde es muy común
ver, especialmente a jóvenes, con dos celulares. Precisamente
Nokia vendió 140 millones de aparatos de los 380 adquiridos
en el mundo en el 2001 (y eso que sus beneficios cayeron un 44%)1
. Pero regresando a España, a esos 30 millones de aparatos
se deben sumar los 3 millones de teléfonos que ya se han
quedado obsoletos, y que se calcula que para el 2003 se convertirán
en 3 millones de kilos de basura (ya hay una empresa que está
reciclando estos aparatos)2 .
Ahora bien, para darnos una idea de cómo ha sido este desarrollo
en México bastan algunos datos. Según la Cofetel,
para octubre del 2001 había 20 millones de usuarios de teléfonos
celulares en México, casi 18 celulares por cada 100 habitantes3
. Y el tráfico de llamadas en diciembre del 2001 fue de 1,145
millones de minutos. Cifras que seguramente bajarán con la
aplicación de los nuevos impuestos pero que son alentadoras
para el campo de las telecomunicaciones.
El futuro de los celulares (y
de los modales)
Pero más allá de estas cifras, que nos sirven para
darnos cuenta de que la tendencia hacia el uso de teléfonos
celulares está creciendo a una rapidez impresionante en el
mundo, lo importante es conocer y tratar de entender las transformaciones
en las cotidianeidades y las rutinas de las personas. Con ello,
podríamos saber si la tecnología realmente está
impactando (positivamente) en la sociedad. Más allá
de lo que se señala como ventajas de un celular; estar localizable
siempre (lo que aún no se si es bueno o malo), o que el celular
sirva como un dispositivo de seguridad (llamadas de emergencia en
lugares apartados, llamadas de padres a hijos en la noche, etc.),
me parece que sería interesante reflexionar sobre el celular
como un objeto simbólico. Primero por el status que representa
(aunque cada vez sea más común ver a personas de diferentes
clases y formaciones con celulares), al grado que en una discoteca
de Italia, donde hubo un accidente y se incendió, los bomberos
encontraron cientos de celulares tirados, la mitad de los cuales
era de juguete. Tendríamos que hablar también sobre
la moda que representan los celulares, moda que es inversa a la
teoría freudiana, en este caso, entre más chiquito,
mejor, y su impacto en las generaciones de jóvenes que crecen
con esta tecnología como uno más de sus recursos simbólicos.
Ahora bien, también para el uso de la tecnología se
requiere educación. Aunque cada vez es más común
el uso de celulares en México, aún así, se
siguen escuchando las (ya odiadas) melodías tan diversas
y curiosas como los dueños y dueñas de los aparatos
en lugares como el cine, los restaurantes, los salones de clases,
etc. Y esto seguramente de incrementaré porque ya están
entrando en una nueva fase. Ya no será únicamente
la voz la que recorrerá el espacio. La nueva generación
de aparatos permite intercambiar mensajes de teléfono a teléfono
(prohibidos en las escuelas españolas porque l@s estudiantes
se pasaban las respuestas de los exámenes y los recaditos
de teléfono a teléfono), leer y escribir correos electrónicos,
jugar viborita vía infrarrojo, leer las noticias del
día, los resultados del fútbol y demás monerías.
En países como Japón el celular ya dejó de
ser un teléfono y se ha convertido en un periódico,
una chequera, un álbum de cromos y hasta un reproductor de
Karaoke. Existen ya más de 58, 000 empresas que se
dedican a elaborar contenidos para que los distribuyan las compañías
celulares con más de 30 millones de usuarios del servicio
llamado "i-mode"4 .
En fin, esperemos que en México, a pesar de los nuevos impuestos,
el uso de celulares crezca porque con ello podrían bajar
los precios y aumentar la calidad del servicio. Y con crecer, no
me refiero sólo al número de usuarios, sino a la calidad
del uso. Alguna vez me pasó que la persona que estaba detrás
de mi en el cine, comenzó a narrar la película a la
persona con la que hablaba. Ojalá la próxima vez que
asista a una sala ya no se escuche La cucaracha o la Obertura
de Guillermo Tell. Mientras tanto, una posible solución
podría ser, para terminar con España, lo que hacen
en sus cines. Antes de la película, proyectan un cortometraje
de excelente factura en donde el héroe está a punto
de desconectar una bomba, y cuando faltan un par de segundos para
que lo logre, suena el celular de uno de sus ayudantes, se desconcentra
y por supuesto mueren todos. La idea es clara: por favor, apague
su celular.
Notas:
1
El País, 25 de enero 2002.
2 El País, 7 de agosto
2001.
3 <http://www.cofetel.gob.mx/frame_actualidades.html>
4 El País, 30 de diciembre
2001.
Mtro.
Edgar Gómez
Profesor-investigador en la la Facultad de
Letras y Comunicación de la Universidad
de Colima, México. Se ha dedicado a investigar la cibercultura
desde hace 5 años. Ha escrito textos sobre Comunicación
Internacional, Comunidades Virtuales y la Comunicación Mediada
por Computadora (CMC) en diversas publicaciones. Es colaborador del
laboratorio para la Cibersociedad y es coproductor de un programa
de radio de músicas del mundo |